Me hicieron mucho daño, pero al final disfrute y mucho de mi venganza sexual, disfrute cada minuto
LA NOVIA DE MI DIFUNTO HERMANO.
A los organizadores y jugadores de Ejercicio.
Octubre de 198…
Lo que voy a contar nadie lo va leer hasta mi muerte y entonces, sólo tú, Jorge, sabrás la historia de tu padre y con un poco de suerte podrás aprovechar la maquina lo mismo que yo.
Todo empezó septiembre , de la manera más absurda como la mayoría de los hechos de mi vida. Estaba en la más miserable de las situaciones, de fracaso en fracaso, de derrota en derrota, solo, sin un duro, bebiendo demasiado y recogiendo y revendiendo chatarra.
Mi mujer me había dejado y encima se quedó con el negocio de mi familia. Yo comencé a darle a la copa, eso me llevó a ser cada vez más belicoso, el curre en la empresa se resentía, los jefes se dieron cuenta, mi amigo Manolo ayudó chivándose, a lo que hay que añadir que se había levantado a mi mujer, es decir que me había puesto los cuernos y logrado que me echaran del trabajo.
Estaba tan hecho mierda que probar la máquina era una manera de suicidio. Si explotaba o se quemaba conmigo dentro, no tenía nada que perder, si funcionaba pues mejor que mejor. Elegí la fecha de marcha al pasado: el día que conocí a Elisa, mi ex,13 de mayo cinco años atrás. Puse en marcha la máquina, apreté el mando y cerré los ojos.
Ruido, mucho ruido y por fin calló. Estaba vivo, en el mismo garaje – almacén de mierda donde había guardado aquel invento hasta que lograra venderlo como chatarra. Solo un gilipollas como yo, ciego de copas, podía creer que aquella mierda oxidada podía andar y valer para algo.
Todavía tenía algo de resaca de la cogorza de la noche anterior, así que cuando abrí la puerta, para ir a casa, el sol me deslumbró.
¡Hostias, aquel bar no estaba ayer! ¡Era un banco!. Miré asombrado, estaba en la misma calle pero cambiada. Algunos comercios eran lo mismos, pero otros no. ¡ Qué coño había pasado! O la máquina me había llevado a otro tiempo o yo estaba en un delirio alcohólico.
Lo que hay que hacer se hace, más vale morir a destiempo que vivir de rodillas, creo que la frase es así, pensé y para el bar fui. Entré, eran las 8.25 de la mañana. En la barra había un periódico,el ABC, lo cogí, miré la fecha y ¡ HOSTIAS ERA EL 13 DE MAYO DE CINCO AÑOS ANTES! ¡ Lo había conseguido! Estaba en el día que quería, donde yo quería, para lograr que mi vida no fuera el desastre que era.
No pedí un carajillo, como hubiera hecho en el momento de mi partida en el viaje del tiempo, me metí para el cuerpo un café con leche con porras, respiré hondo, encendí un Ducados, pagué y decidí que recomenzaba mi vida.
Cuando a las 11 me llamó Elisa, yo ya había hecho mis deberes. Le dije que la esperaba. Abrí la puerta y allí estaba. Hermosa, virginal, rubia,con el pelo largo, lacio, delgada, casi flaca, aunque yo sabía de las curvas deliciosas de su cuerpo de ninfa y con sus inmensos ojos azules que me miraban mostrando una pena profunda, con su blusa blanca y su falda azul marino.
– Yo soy Ignacio y tú Elisa, la prometida de mi hermano Jordi.
– Sí. ¿ Qué sabes?- me contestó entre sollozos.
La hice entrar en casa, puse las manos en sus hombros para que me viera bien y se lo solté:
– Jordi y mi padre muertos, mamá en el hospital. Yo voy para allá, ¿ quieres venir conmigo?
– Me gustaría. ¿No te importa?- comenzó a llorar.
Yo la abracé como si intentara consolarla. Así había sido la primera vez pero ahora la partida iba a ser diferente.
– He alquilado un coche. Me gustaría salir cuanto antes.
Seguía abrazándola, sabía como era su cuerpo y el recuerdo hizo que se me fuera endureciendo la polla. Notó como me excitaba y levantó la cara de mi pecho para fijar sus ojos de cielo en los míos.
Y ahí la besé, la di un beso de tornillo, en que le saqué el alma. Mis manos tiraron de sus nalgas, duras, pequeñas, redondas, empotrando su pubis contra mi verga ansiosa. La restregué bien restregada. La dejé respirar.
La volví a besar mientras la empujaba hacia el sofá, la tumbé, le levanté las faldas, tiré de las bragas, allí estaba su coñito con su vello de oro, me abrí la bragueta, me saqué la pija y se la metí.
Seguía llorando pero estaba mojada, entré deslizándome sin problemas hasta el fondo. La follé bien follada, sin decir nada, hasta que sus sollozos comenzaron a a ser de placer. Entonces cuando noté que se corría, le solté toda mi leche. Me tumbé a su lado, abrazándola.
– Necesitábamos darnos cuenta que estamos vivos- le solté como si lo creyera.
No dijo nada, se abrazó más a mi. Yo, como un señor, me metí la polla en los pantalones, y le besé cariñoso los párpados. Un pedazo de dulce.
– Puedo pasar a recoger algo de ropa, avisar a mis tíos y nos vamos. – su voz era suplicante a la vez que suave.
– Mejor, llamas a tus tíos y nos vamos. Debemos llegar en horas que podamos hacer gestiones. Es muy duro pero es así. Allí compramos lo que necesitemos.
Me obedeció, llamó a su familia mientras y en menos de un cuarto de hora estábamos en carretera rumbo a Alicante.
Yo conducía tranquilo, callado, contento de aquel polvo que me había echado. Lo de que mi familia se hubiera dado una hostia con el coche, que mi padre y mi hermano la palmaran, que mi madre se hubiera quedado jodida, y yo sabía lo jodida que se había quedado, la verdad que no me importaba mucho. Mi hermano Jorge, Jordi era el hereu , el primogénito, el que se quedaba con todo, según las tradiciones de mi padre, catalán y mi madre, vasca. Aquella extraña mezcla que sostenía que todo lo que tenían debía ser para el mayor. La verdad que no era mucho, un piso, un garaje de una sola plaza, que más que nada era un almacén, y una tienda de electrodomésticos, grande, un buen local de esquina, del que vivían los tres. El segundo hijo, yo, tuve que salir a buscarme la vida. Trabajaba de maquinista en una empresa constructora moviendo tierras de acá para allá.
Elisa era la novia, prometida decía ella, de Jordi, mi hermano. Había sido mi perdición con su carita de ángel, la mirada tierna de sus enormes ojos azules, me había enamorado de ella como un loco y me había usado a su antojo. Ahora sabía lo que buscaba, quedarse con la tienda de la familia, quería montar su negocio, nunca supe si lo tenía hablado con mi hermano, pero era lo quería y por eso me sedujo, hizo que me casara con ella, y luego, se ligó a Manolo, mi amigo de la infancia, que además era el jefe de la sucursal de la caja de ahorros donde yo tenía la pasta, me corneó, se divorció y me puso en la calle, dejándome sólo el almacén para trabajar de chatarrero miserable, ya que logró que me echaran de mi curro. Elisa era una autentica hija de puta, que encima cuando me dio la patada me soltó :
– Siempre has sido un pobre hombre, indeciso, débil, desde el primer día que te conocí. Siempre me distes pena.
La miraba a mi lado en el coche, con el cinturón de seguridad marcando sus tetas pequeñas pero preciosas, y me daba cuenta que todo estaba cambiando. Del cuitado respetuoso, con el que había ido en tren a ver que había pasado con su familia, al tipo que la había follado, metido en un coche y la llevaba decidido hacia donde ella no sabía, había otra historia. La historia que yo iba a cambiar.
Paramos a tomar un café en la Roda, ella seguía con cara de pena, de casi viuda desconsolada. Yo no decía esta boca es mía. Fue ella la que, de vuelta a la carretera, rompió el silencio.
– Me impresiona lo bien que has encajado el golpe… Yo estoy que no puedo conmigo…Jordi era el hombre de mi vida…tus padres eran como mi familia…
Y empezó a largar un rollo de lo afectada que estaba, de lo importante que eran los dos años que llevaba con mi hermano, lo buenos que eran mis padres, como la querían a ella como a una hija, aunque vivía con sus tíos en Villalba desde que había llegado de Lugo. Era una maquina parlante, yo, que me sabía todo y más, la oía como quien oye llover, apenas soltaba “un ahh, qué cosas, así es la vida..”.
Ya entrando en Alicante le puse la mano en el muslo y le dije con voz seria, de terribles circunstancias.
– Elisa, debemos sobreponernos. Nosotros estamos vivos y tenemos que hacer una serie de cosas ahora, tristes, burocráticas, necesarias. Me gustaría que me ayudases. Te voy a dejar en el apartamento donde paraban y yo voy al hospital. Me entero de todo y nos vemos en un par de horas. Seguro que hay dinero, mis padres lo solían dejar en la mesilla de noche. Si ves que falta algo, cómpralo. Debe haber cerca algún super o comercios, antes de que cierren.
Me lanzó una mirada de nena asustada y con un susurro me rogó cuando la dejaba a la puerta del edificio:
– Por favor no tardes…tengo miedo de estar sola.
– Tranquila, es tu casa. Yo vuelvo en cuanto sepa lo que hay que hacer. Mejor no prepares nada para cenar. Lo haremos fuera.
Cuando sabes lo que te vas a encontrar todo es fácil. Mandé que prepararan la incineración de mi padre y mi hermano, en el hospital dijeron que había que esperar para ver la evolución de mi madre. Iba a seguir igual durante unos meses hasta que la diñara, pero los médicos no lo sabían, yo sí.
Volví al apartamento en el que me esperaba Elisa. Subí, la abracé, la besé, aproveché para tocarla el culo divino y la propuse ir a cenar. Antes de salir, hice una prueba, le pregunté cuanta pasta habían dejado mis padres. Me dijo que 5000 pesetas y me las dio. Una prueba mas de lo puta y golfa que era. Había veinte mil, las había contado yo en mi vida anterior, fue como un aliciente a no dejarme seducir por su pinta de santa doncella.
La llevé a cenar a Alicante, le fui contando lo que íbamos a hacer, como a los toros le llevaba con la muleta a donde yo quería. Primero: Crematorio y tirada de cenizas. Después ella debía volver a Madrid para ver la situación de la tienda. Yo me quedaría organizando la estancia hospitalaria de mi madre. Sabía que la tienda era su ilusión de vida y dejarla entrar a inspeccionar era tender la trampa en la que pensaba atraparla para mi deliciosa venganza. Y entró. Sus ojos azules brillaron de ambición al pensar que yo confiaba en ella y que iba a poder manejarme en el negocio que siempre había imaginado. Pagué con el dinero que me había dado.
Llegamos al apartamento. Era pequeño, dos dormitorios, un salón cocina, un baño y una terraza desde se veía la playa y el mar.
– No tengo que ponerme. Sólo …
– Con lo que hemos pasado no me dado cuenta de comprar ni cepillos de dientes. Si no te parece mal, mientras bajo a comprar dos al chino de al lado, mira que ropa limpia de mi madre te puede valer. Mañana, antes de la ceremonia, pasamos por el Corte Inglés y nos equipamos un mínimo.
Bajé, compré y subí. Se había cambiado, había elegido un camisón corto, al tras luz se le dibujaba el cuerpo. La tomé de la mano y la llevé al balcón. No hacía frío pero el aire del mar endureció sus puntiagudos pezones, la pasé el brazo por el hombro y la acerqué a mí. Se apoyó entre triste y mimosa.
– Elisa, estamos vivos y tenemos que vivir. Nos necesitamos ahora para muchas cosas. Yo, sin ti, no puedo hacerme cargo de la tienda de la familia. Para mí eres de la familia, mis padres querrían que siguieras con el proyecto que estabais hablando.
Aquello del proyecto de la tienda, a ella la cegaba de ambición, y el rollete de estar vivos era la coartada para que cuando la apreté contra mí, se entregara al abrazo. Le pasé las manos por las nalgas pequeñas empujándola contra mi polla dura. La besé y sin soltarla la fui llevando hacia el dormitorio de mis padres. Allí la separé de mi cuerpo y sin dejar de mirarla, hice que los tirantes del camisón fueran al final de sus hombros y luego que deslizaran hasta que cayeron al suelo. Y quedó desnuda ante mí.
Estaba preciosa, el pelo largo de oro que le llegaba al principio de las tetas, pequeñas manzanas en las que los pezones eran cilindros rosados del tamaño de dos falanges de mis dedos. Delgada, con las piernas largas que se unían en un matojo de vello rubio que me había vuelto loco durante todos los años de nuestro matrimonio. Porque la vez anterior, no me había acostado con ella hasta casarme, siempre respetuoso, casto, ridículo como me habían dicho: un gilipollas que no la entendía ni satisfacía. En la segunda oportunidad, ya la había follado y ahora iba a repetir.
Mis manos acariciaban su piel suave y cálida mientras ella me desnudaba ansiosa. Buscó bajo el calzoncillo la pija dura, estaba nerviosa, con ganas de agradar, la apretaba como si su vida dependiera de aquel trozo de carne. Yo tenía una mano recorriendo la raja del culo y la otra la posé en su coño, se me mojó. Quería que la jodiera y yo quería joderla. La tendí en la cama, ella se abrió de piernas y llevó mi polla hacia su chumino ansioso. Se la metí despacio sintiendo el placer de deslizarme por su vagina estrecha, pero lubricada, que me la apretaba.
Pasamos un buen rato, al principio lento, luego a medida que iba volviéndose más loca, dando más caña. Elisa gemía, chillaba, me clavaba las unas en la espalda, gozaba como una perra caliente. Cuando gritó: ¡ Me corro ! Dejé pasar unos segundos y le di máquina a mi pistón hasta que la llené de leche.
Nos quedamos abrazados, así dormimos. Nos despertó la luz a través de la ventana. Me levanté, el mar estaba ante mis ojos brillante, limpio, desperezándose en olas que rompían contra la arena de la playa. Elisa bostezaba radiante. Pensé lo buena que estaba y la volví a joder. Fue un polvo rápido pero le gustó y se volvió a correr. Era una tía hecha para el placer sexual y yo me había enterado cuando me dejó. Ahora lo pensaba aprovechar a tope.
Ducha, desayuno, ir al Corte a comprar algo para ponerse, visita al hospital para ver como estaba de vegetal mi madre e ir al tanatorio. Allí el show, Elisa llorando a moco tendido demostrando que había perdido el amor de su vida, o sea, el cabrón de mi hermano, yo abrazándola consolador, cerrar las cajas y al crematorio. Luego preguntar cuando nos daban las cenizas. Metí prisa y en unas horas tenía en mis manos las dos urnas. En el intervalo habíamos comido una paella y yo tejido la trampa para tenerla bien abierta de piernas haciendo que todas sus fantasías estuvieran en el horizonte. Fuimos a la playa y tiramos las cenizas a mar. Al principio nos manchamos, el viento las empujaba contra nosotros, luego nos metimos en el agua y las tiramos muy bajitas con lo que el desastre fue menor.
Elisa no dejaba de llorar, yo le repetía que estábamos vivos, así que la llevé al apartamento, había que ducharse y lo hicimos juntos.
¡ Que graciosa y hermosa estaba con el largo pelo de oro bajo el gorro de baño! ¡Que piel tan suave, tan blanca! La enjaboné con las manos, temblaba por el deseo y la necesidad de mimo. La abracé, hice que se apoyara en la pared, colgada de mi cuello levanté y abrí sus muslos y se la clavé. Fue un polvo húmedo, el agua caía sobre nosotros, me di cuenta que se emocionaba, eso de joder en la ducha siempre ha tenido su aquel. La verdad es que le había cogido el punto, porque cada vez que la follaba me daba cuenta que se corría algo que no me pasaba antes, cuando había andado detrás de ella, tratándola como si fuera un ángel, lleno de respeto y cuidado. Vamos que le iba la marcha.
La acompañé a la estación y la despaché para Madrid. Todo iba mejor de lo que había pensado. Cuando se me ocurrió el plan pensé iba a ser una chorrada, pero que como no tenía nada que hacer, mas que estar encabronado, pues imaginé, imaginé y ahí estaba siguiendo mi venganza.
Tocaba esperar al lunes. Me recreé en los polvos que le había echado. Cuando la conocí me había pasado dos años detrás de ella, adorándola, deseándola, pensando que era un ángel, cuando era más demonio que otra cosa. Quería la tienda de mi familia y por eso jugaba. Y yo que ahora lo sabía, lo usaba como su vocación de sexo duro, no el romanticón que había practicado.
La llamé para ver como había llegado. Hablé con sus tíos con los que vivía y les expliqué que convenía que estuviera viviendo en el piso de mis padres, ahora mi piso, mientras hacía inventario de la tienda. Yo no iba a estar en unos días intentando ver qué pasaba con mi madre y qué iba a hacer con mi trabajo.
El lunes fui a cobrar la quiniela, exactamente 121.123 pesetas, la había echado en Madrid en el último minuto antes de volver a empezar mi vida con Elisa. Era como me había planteado ganarme la pasta, jugando a las quinielas ya que conocía el resultado. Los juegos de azar sabiendo lo que sale son perfectos, pero no hay que dar mucha publicidad. Nada de ser el único ganador, ni el gordo, quedarse siempre en la dulce mediocridad.
Con el dinero abrí una cuenta en un banco diferente de la caja donde, mi amigo Manuel trabajaba y, toda la familia teníamos el dinero. Luego tras pasar por el hospital donde estaba mi madre, para decir que llamaría varias veces al día pero que tenía que ir a resolver unos temas fuera de Alicante, agarré carretera y manta y me fui para mi curre. Allí monté el número, me convenía que me vieran como un pobre tipo con madre moribunda. Tan bien lo hice que logré que me trasladaran a donde estaba la pobrecita.
Pasé por Madrid, había que regar la planta, y la planta eran Elisa y su familia. Mi rubia estaba en la tienda, esperando abrir y ponerse al frente del negocio.
Le había llamado y me esperaba con una blusa sin sujetador, no lo necesitaba porque es de tetas pequeñas, pero si para que lo pezones de guarrilla indicaran que estaba caliente y encima con una mini vaquera para lucir pata, que las tiene preciosas. Me abrazó haciéndose la sentimental, así que la desnudé antes de que se pusiera a darme la lata, hice que se apoyara en la mesa del despacho de mis padres, me acerqué por detrás, me bajé los pantalones y los calzoncillos, como ya la tenía dura , sin mas miramientos, se la clavé. Estaba empapada, yo que en la época anterior la trataba como a una santa virginal, y resulta que en cuanto la tratabas como una putilla se ponía a mil. Y a mi la follé bien follada. Cuando me corrí y la saqué , Elisa se volvió abrazándome mimosa.
– Mira, tenemos que ir a ver al banquero de la familia. Quiero que te encargues tú de la tienda, así que debes conocerle para todo lo que haya que hacer. Creo que es mejor no decir nada de nosotros, es un poco puritano y no va a entender que necesitamos darnos cuenta que estamos vivos, por eso …Así que ponte un sujetador, una falda mas larga y unos zapatos sin mucho tacón.
Decirle que se iba a hacer cargo de la tienda, ella sola, la volvió a poner en marcha. Me besó devarándome mientras me desnudaba ansiosa, me acarició la polla hasta que volvió a estar dura, cosa fácil porque Elisa me ponía burro. Lo hicimos en el suelo, ella me montó, me cabalgó, me dejó seco.
A Manuel la presenté como la casi viuda de mi hermano, le conté que quería que se ocupara de todo lo de la tienda, como si fuera ella la propietaria de todo , menos del local que, como vivía mi madre, no se podía disponer de él. De paso aproveché para ver el estado financiero de mi familia. Como yo no era el heredero no tenía ni puta idea de cómo andaba la cosa de la pasta. Me puso al día. Piso con plaza de garaje, el local de la tienda y un pequeño almacén a unas cuadras, sin uso. Había además 541232 pesetas.
Al hijo de puta de Manuel se le iban los ojos con Elisa, que parecía una virgen pura e inocente. Ella le miraba desde sus ojos de cielo, una niña que quiere aprender. Nos invitó a comer, fuimos frugales, andábamos de luto, durante el almuerzo, me convencieron que parte del dinero pasara a una cuenta para poner en marcha la tienda. Acepté, era lo que yo quería, que no tuvieran más remedio que verse.
Tras los cafés les recordé que debíamos ir a casa de los tíos de Elisa para explicarles la nueva situación.
Continuará.