Unas vacaciones con mi hijo que se salieron de control
Mi hijo Marcos había empezado sus estudios universitarios ese año. Yo lo echaba mucho de menos. Amaba a mi hijo y hasta que se tuvo que ir a estudiar fuera pasábamos gran parte del día juntos. Íbamos de compras juntos, cocinábamos, veíamos películas, me pintaba las uñas, nos dábamos masajes, siempre hemos estado muy unidos.
Mi marido siempre me ha reprochado esto. Con su rancia educación, no soportaba haber tenido un hijo gay y me culpaba a mi por ello. Nuestro hijo nunca nos había hablado sobre su condición sexual. pero para nosotros era evidente. Finalmente, obligué a mi marido a dejar tranquilo a Marcos, pues ya empezaba a hablar sobre gilipolles de practicar boxeo con él, llevárselo de caza e incluso insinuó en que , si hacía falta, estaba dispuesto a pagarle una prostituta. Después de la tremenda pelea que tuvimos, accedió a dejarlo en paz, pero si ya de por sí, nunca fue un padre muy atento a partir de entonces háblaba con él lo mismo que con un vecino que se encontrara.
Yo hablaba casi a diario con mi hijo mientras estaba fuera, me contaba lo contento que estaba en la carrera, que estaba haciendo muchas amigas y que iba aprobando todo y empecé a preparar un viaje para la familia a Tenerife como recompensa para mi hijo. Aquello desembocó en otra pelea con mi marido, «no pienso pasar mis dos semanas de vacaciones viendo mariposear a mi hijo», le dije que era un puto retrógrado, que porqué le importaba tanto que nuestro hijo fuera gay y mil cosas más. Al final, le dije que me iba sola con mi hijo, que hiciera lo que le diera la puta gana y me fui a una agencia a preparar el viaje.
Cuando mi hijo volvió a casa la escena no podía ser más ridícula, después de casi un año sin ver a su hijo, vi como mi marido extendía la mano para estrechársela a Marcos cuando éste se disponía a abrazarlo. Se me llenaron los ojos de lágrimas, Marcos era un chico tierno y sensible, una bella persona, y mi marido empezaba a darle a entender que le repugnaba. Cogí a mi hijo y nos fuimos a pasar el día juntos, de hecho, sólo pisábamos la casa para dormir hasta que nos fuimos de viaje.
Por fin llegamos a Tenerife. Había pensado mucho aquellos días sobre el viaje y esperaba que mi hijo me dijera por fin que era gay. Me dolía un poco aquella falta de confianza en mi, aunque pensaba que se debía al imbécil de su padre, por eso pensé que al encontrarnos los dos solos por fin podría abrirse.
Cuando entramos en la habitación, vi la cama de matrimonio. Joder, estaba tan cabreada cuando reservé el viaje que no especifiqué aquel detalle, y aquella niñata de la agencia era un poco cretina y no ayudaba demasiado. Pensé en bajar a recepción a ver si se podía solucionar y pasarnos a una habitación con dos camas, pero me imaginé en aquella cama con mi hijo compartiendo intimidades y tal vez aquella cercanía le hiciera confiar más en mi.
– Vaya Marcos, la cagué reservando la habitación. ¿Te importará compartir cama con tu vieja madre?.
– Claro que no mamá.- Me dijo besándome en la mejilla.- ¿Quieres que nos cambiemos y bajemos a la playa? Ya habrá tiempo de deshacer las maletas.
– Claro hijo, como quieras.
Empezó a desnudarse delante de mi. Observé su cuerpo de 18 años, era un chico muy guapo, delgadito pero con unos abdominales bien definidos. De pronto, bajó sus pantalones y su polla salió a relucir, joder menuda polla gastaba mi hijo, hacía mucho que dejamos de bañarnos juntos porque no lo veía apropiado y me llevé una buena sorpresa. Yo cogí mi bikini y me fui al baño de la habitación, no quería que Marcos me viera con los pezones duros por la excitación. Intenté tranquilizarme, pensando en lo inapropiado que había sido aquello pero no podía apartar la imagen del escultural cuerpo de mi hijo y de su maravillosa polla. Me fui desnudando mientras me observaba en el espejo. De pelo moreno y ojos marrones, mi cara no llamaba excesivamente la atención por no tener rasgos menos comunes, pero aquello se solventaba con mi cuerpo. Tengo 36 años, siempre me han gustado mis tetas, unas tetas gorditas, suaves y bien puestas aún a pesar de ser madre. Me giré para observar mi trasero, redondito y algo blandito para mi gusto pero muy resultón. Satisfecha me puse mi bikini azul y nos fuimos a la playa.
Hacia un día genial, con un sol radiante, anduvimos por la playa mientras buscábamos un sitio que no estuviera tan masificado. Finalmente colocamos nuestras cosas y nos preparamos para tomar el sol. Mientras aplicaba a mi hijo crema protectora no pude reprimir morder mi labio al notar los músculos de mi hijo mientras acariciaba su espalda.
– Marcos, ¿has estado yendo al gimnasio?
– ¿Qué? Ah, si, ¿no te lo comenté? Hay un gimnasio en el campus y a los matriculados nos sale muy barato.
– Pues te ha sentado muy bien. Tienes un cuerpazo.- Le comenté sin poder contenerme.
– Vaya, pues ya somos dos. No paro de ver como los tíos se giran para observarte mamá.
«Si hijo, pero no tú». Pensé entristecida por no recibir aquellas miradas de mi propio hijo.
Seguí acariciendo su cuerpo, mientras la excitación crecía en mi. Imaginaba escenas en mi mente donde mi hijo se volvía y yo comenzaba a acariciarle el paquete para después… ¡pero aquello no podía ser! Amaba tanto a mi hijo, que mi mente no paraba de pensar en que aquello era natural, pero no podía ser.
Después lo observé mientras se aplicaba crema por aquellos duros pectorales y, sobre todo, los abdominales. Después me tocó el turno a mi, me tumbé de espaldas y disfruté de las fuertes manos de mi hijo masajeando mi espalda mientras me aplicaba la crema. Empecé a fantasear sobre que pasaría si me daba la vuelta, desabrochaba mi bikini y le decía a mi hijo si podía aplicarme crema en las tetas mientras disfrutaba del contacto de ellas en mis pezones. «Joder, Elena, contrólate. Esto está mal a todos niveles de la inmoralidad». Puta vocecilla.
Pasamos la tarde hablando de nuestras cosas. Desde luego mi hijo debía de ser gay, me fijé en sus formas amaneradas de expresarse y gesticular, y por allí no paraban de pasar unas jóvenes con unos cuerpazos a las que él no hacía el mejor paso. Me hablaba de sus amigas de la facultad, pero eran sólo eso, amigas. Yo quería que me hablara de su homosexualidad, no creía que fuera bueno que reprimiera ese tipo de cosas delante de sus padres y odié a mi marido por aquello. Mientras hablábamos yo no paraba de tocar los brazos de mi hijo, o su pecho mientras reía exageradamente con sus bromas. Me era imposible no coquetear con él, había despertado algo en mí. Mientras comíamos en el chiringuito, apoyaba mis tetas descaradamente en la mesa o las juntaba con mis brazos. Más de una vez me pareció ver que Marcos se quedaba mirándomelas para luego apartar la vista. Yo ya no sabía si era mi perturbada imaginación o si realmente se fijaba en mi, y dejé de coquetar con él.
Sobre las siete de la tarde estábamos exhaustos. Nos habíamos levantado temprano para el vuelo y tantas horas al sol me tenían muy cansada. Volvimos al hotel, cenamos y nos fuimos a la habitación. Nos duchamos por turnos y nos metimos en la cama. Yo me acosté con una camiseta blanca de tirantes y unas braguitas también blancas y mi hijo sólo con unos boxers. Abrí la ventana antes de meterme en la cama, y el frio aire de la costa rozó mi cuerpo proporcionándome una sensación muy agradable. Me acosté junto a mi hijo y estuvimos charlando un poco más, yo tenía la piel de galina de notar ese cuerpo tan cerca de mi y me estremecí cuando se apoyó ligermante en mi para darme un beso de buenas noches.No recuerdo cuando me quedé dormida pero siempre recordaré cuando me desperté.
Abrí poco a poco los ojos mientras notaba aquella mano acariciando mi culo, yo estbaa durmiendo de espaldas a mi hijo y me quedé mirando por la ventana las maravillosas vistas que daban al mar en plena noche mientras sentía la mano de mi hijo recorriendo mis nalgas. No entendía que pasaba, pero le dejé hacer para ver que quería. Mientras acariciaba mi culo, podía escuchar la fricción de la sábana, signo inequívoco de que se estaba masturbando.
«Dios mio, esto culpa tuya Elena, eso te pasa por comportarte como una puta con tu hijo.- Pensaba mientras notaba sus caricias.-Ahora no te queda más remedio que callarte y dejarle hacer para que se alivie el calentón»
» Menuda excusa, guarra -me dije a mi misma- quieres ver hasta donde desea tu cuerpo y lo sabes»
Pronto, las manos de mi hijo abandonaron mi culo y empecé a notar como retiraba un tirante de mi hombro para empezar a deslizar su mano dentro de mi camiseta acariciendo lentamente mi pecho.
» Vaya cariño, parece que nuestro hijo no es gay, va a pajearse tocando a tu mujer»- Pensé mientras sonreía para mi, pensando en el idiota de mi marido y dejándome hacer como una especie de venganza hacia él.
Pensaba que mi hijo sólo iba acariciar mi culo como estímulo para su paja y no sabía si debía dejarlo seguir con sus tocamientos sobre mi, pero era placentero saber que mi hijo deseaba mi cuerpo. Sin duda la excitación le llevaba a ser más atrevido. Si sólo tocaba mi culo, podría achacarlo a algún movimiento involuntario mientras dormía pero si yo me «despertaba» aquello sería difícil disimular asi que seguí fingiendo un sueño profundo y me dejé llevar. Cuando su mano empezó a abarcar mi teta y sus dedos rozaban mis pezones, yo también empecé a excitarme. Noté como mis pezones se endurecían y mi hijo al notarlo comenzó a prestarles más atención mientras el ruido de su paja se hacía más evidente al ir aumentando él el ritmo de su masturbación.
Luego hizo algo inesperado,se pegó a mi espalda y acomodó su polla contra mi culo, presionando entre mis nalgas como si me follara. Joder, si no tuviera mi tanga notaría aquella polla rozando mi ya húmedo coño. Mientras sobaba mi teta, movía sus caderas rozándome con su polla y empezó a emitir gemidos ahogados. Yo aguantaba como podía, deseando que mi hijo perdiera del todo la cabeza y apartara mi tanga para rozar su polla directamente contra mi coño o que me penetrara. De repente, se levantó de la cama y se fue al baño. Mi hijo, el «gay» se estaba masturbando en el baño para descargar después de haber explorado un poco el cuerpo de su madre. Pasé la mano por mi culo, toqué una zona húmeda de su líquido preseminal y lamí mis dedos mientras acariciaba mi coño. Así seguí hasta que escuché la cisterna eliminando las pruebas de la corrida de mi hijo, recobré la compostura y volví a hacerme la dormida mientras Marcos se echaba en la cama para dormir con su querida madre.
Sonreí a la noche tinerfeña mientras pensaba que aquellas dos semanas iban a ser muy interesantes…
Continuará…