Para celebrar el segundo aniversario de nuestra relación, mi novia me prepara una sorpresa muy lesbica

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Estoy sentada en el coche, sin tener la más remota idea de hacia dónde nos dirigimos. Por las vistas que ofrece el paisaje seguro que lo podría adivinar, pero un pañuelo de seda me cubre los ojos, sumiéndome en la oscuridad.

-Falta mucho? -pregunto, algo aburrida, impaciente y nerviosa a partes iguales.

-Que noooo pesada, que ya llegamos -contesta Carmen. Hoy hace dos años que estamos
saliendo, y ha venido a buscarme al salir del trabajo. “Ponte esto y tapate bien los ojos”. Estas
han sido sus únicas palabras. ¿Pero de esto hace pues… como una hora? A lo mejor menos. He
contado 10 canciones en la radio, así que por ahí andará la cosa. La excitación e impaciencia
iniciales se habrían convertido en aburrimiento e indiferencia de no ser por las caricias y
tocamientos que de forma inesperada me hacía Carmen. Cada poco rato, su mano se deslizaba
por mis muslos, acariciaba mi mejilla, o me tocaba suavemente mis pechos, provocando el
endurecimiento de mis pezones.

Después de un brusco traqueteo del coche, por fin oigo como se para el motor.

– ¿Puedo quitarme ya la venda? -le pregunto con ansias desmesuradas.

-Jajaja anda aguanta que para lo que queda… -contestó saliendo del vehículo. Sus pisadas dan
la vuelta pisando tierra y piedrecillas, se abre mi puerta y su cuerpo se inclina encima del mío.
Noto como si fuese a darme un abrazo. Uno de sus pechos está rozándose con mi pecho
izquierdo, y puedo oler su champú mientras sus pelos me provocan un ligero cosquilleo en la
nariz. Después de un click, la presión que ejerce el cinturón sobre mi cuerpo se afloja, y Carmen
me coge de las manos.

-Ven, sal con cuidado -me indica mientras me guía. Doy un par de pasos, me suelta y oigo cerrar
el coche. -Poco a poco, deja que te lleve -vuelve a decirme mientras me coge las manos otra vez
y me lleva por donde quiere. Estamos subiendo ligeramente, y el olor a bosque y las piedras que
se me clavan en los zapatos no dejan ninguna duda. Estamos en plena naturaleza. Con lo que
me gustan a mí los bichos…

Andamos unos pocos metros, me suelta de la mano izquierda y se oye un ruido similar al de una
llave metiéndose en una cerradura. Vamos, que está abriendo una puerta, o una valla.

-Cuidado con el escalón… -subo exageradamente las piernas dando un paso largo hacia delante.
Por fin mis pies tocan suelo firme otra vez.

– ¿Bueno qué, ya? – No puedo más por Dios, que me deje ver dónde estamos y el porqué de
tanto misterio. -Ya vaa ya vaaa pasa por aquí… -huele a humo en la sala donde estamos.

Se pone detrás de mí y sus dedos deshacen el nudo del pañuelo. Poco a poco abro los ojos y me
veo en medio de una sala de estar con chimenea, con un buen fuego ardiendo calentando la
estancia. Delante hay un colchón con mantas en el suelo y algunos pétalos (¿serán de rosa?), un
sofá en un rincón y una pequeña nevera.

-¿Y esto qué es? -pregunto mirando alrededor divertida. Parece una escena sacada de una de
esas películas que echan por la tele los domingos por la tarde.

-¿No te gusta? -pregunta ella con cierto tono de alarma en la voz.

-Es muy cursi y romanticón… y me encanta tonta -le digo con cariño. Su mirada se relaja y dónde
instantes antes había preocupación, ahora solo hay una sonrisa. Esos labios… tan carnosos,
sonriendo y mirándome… sin poder aguantar más rato me acerco a ella, agarrándola de la
cintura y besándola con toda la ternura que existe en el mundo. Sus manos se mueven de mi
cintura a mi culo lentamente, mientras mi lengua recorre su boca y juguetea con la suya.
Rápidamente, la ternura va dejando paso a la pasión. Nos abrazamos con más fuerza, sus pechos
contra los míos, sus manos en mi culo y las mías presionándola contra mí.

Su cabeza gira lentamente hasta que nuestros labios dejan de tocarse, y con los ojos
entrecerrados le ofrezco mi cuello. Sin piedad alguna, sus besos y mordisquitos van bajando
desde mi oreja hasta el hombro. Ya no hace falta que mantenga el abrazo, siento sus pezones
en mi cuerpo igual que ella debe de sentir los míos. Ahora mis manos se pelean con la cremallera
de su pantalón, intentando abrirla para permitirme el paso hacia su vulva. Mientras, las suyas se
posan en mis costados y suben lentamente por la espalda hasta llegar al sujetador. En un
instante está desabrochado y mis pechos respiran libertad por fin.

Desisto con su pantalón (¡puta cremallera!) y dejo que Carmen me quite la camisa. Tras
desabrochar cada botón, sus ardientes labios se posan en la piel que queda al descubierto,
besando con lujuria y provocándome ligeros suspiros. Cuando por fin me ha desabrochado toda
la camisa, me la quita llevándose por el camino el sostén. Sus ojos miran sin disimulo mis tetas.
Se muerde el labio inferior como muestra de su impaciencia, y sin levantar la cabeza, mueve sus
ojos hacia los míos. Le agarro de la mano, se la beso, y la llevo a mi seno izquierdo. Suavemente
lo masajea y amasa, mientras su otra mano hace lo mismo con el derecho. Sus pulgares dan
círculos sobre mis erectos pezones, consiguiendo que me suba la libido con cada vuelta que dan.

Ahora sí, vuelvo a pelearme con su pantalón y por fin tengo éxito. Empiezo a bajar la cremallera
y… ¡¿va sin bragas?! Le bajo los pantalones hasta los muslos y compruebo que su vulva está
mojada, perfectamente depilada sin un pelo, y efectivamente está sin ropa interior.

-Pero mira que eres traviesa….- Le digo medio suspirando. Su sonrisa de travesura y de “me han
pillado” solo hace que excitarme más, aunque pensé que ya no sería posible. Se quita los zapatos
pisándolos y medio pataleando, y termino de bajarle el pantalón, arrodillándome delante suyo.
Tengo justo delante de mi nariz su increíble rajita. Hay un imperceptible hilo de humedad que
le baja por el muslo. Lo beso con ternura, y voy besando los muslos subiendo a cada beso hacia
los labios de su rosa. La respiración de Carmen está agitada, me mira con la boca entreabierta
mientras sus manos me acarician la cabeza, y sus uñas rascan agradablemente mi cuero
cabelludo. Le beso por fin sus labios mayores, provocándole un suspiro, y los aparto con los
labios para abrirme paso hasta su agujero. Al llegar, saco la lengua y se la paso de abajo a arriba
lamiendo suavemente y probando por fin sus jugos, pero sin llegar a su clítoris. Carmen cierra
los ojos. Por el sonido de su respiración, parece que haya corrido una media maratón y que en
cualquier momento vaya a gemir. Con los labios y la lengua voy “besando” sus labios vaginales,
y lo voy alternando con lamer su vulva. Con las manos le agarro de los cachetes, masajeándolos
y apretándolos de vez en cuando. Ahora sí, al terminar de lamer el interior de su vulva, le rozo
el clítoris de subida. Y por fin gime. Sus uñas se clavan ligeramente en mi cabeza a la vez que
suspira y suelta un pequeño gemido. Empezando suavemente, doy círculos con la lengua
alrededor de su clítoris. Una sinfonía de gemidos y monosílabos sueltos la acompañan.

-Ahhhh… hmm… sí…. así…. ahh…

Llegado el momento, mis labios se posan en su botoncito del placer, y lo succiono con cuidado
mientras con la lengua le doy alguna pasada, o hago algún circulo alrededor de su puntita.
Manteniendo el ritmo de mi lengua y aumentando casi imperceptiblemente la fuerza de mi
succión. Sus gemidos aumentan de frecuencia, sus dedos se cierran sobre mi cabello, tirando de
él y provocándome un ligero dolos. Su cadera empieza a moverse frenéticamente mientras la
empujo agarrada del culo hacia mi boca, y ella empuja mi cabeza hacia su entrepierna.

Una serie de gemidos y sonidos guturales acompañan sus espasmos de orgasmo. Mientras se
corre en mis labios, me quedo quieta, dejando que disfrute. La fuerza con la que me tira del
cabello hace que se me enrojezcan los ojos y una pequeña lágrima se desliza por mi pómulo,
pero el dolor que me provoca es dulce y agradable. A medida que sus espasmos se reducen, se
arrodilla lentamente quedando a mi altura, con sus brazos en mis hombros, cruzados detrás de
mi cabeza. Solo me mira, con la cara roja del placer del orgasmo. Con su pulgar recoge mi
lágrima.

-Lo siento -murmura en baja voz.

-No seas tonta -le contesto con una sonrisa.

Ese mismo pulgar se desliza a mi barbilla y la limpia también, como si hubiese una gota o una
mancha líquida. Me aprisiona contra su cuerpo y nos fundimos en un beso, lengua con lengua.
Mis pezones rozan con su camiseta, y su mojado chocho moja mis pantalones. Poco a poco nos
tumbamos, quedando yo debajo de ella, medio tumbada en una de las mantas.

Su lengua sale de mis labios y me lame lentamente el cuello, el pecho, el ombligo… para volver
a subir y poder besar y lamer mis pechos. Sus labios succionan con fuerza mis ahora ya ultra
sensibles pezones. Llevo toda la tarde excitada, y no puedo evitar soltar un gemido de placer
cuando sus dientes rozan y muerden cuidadosamente mis pezones. Sigue succionándolos y
besándolos, jugando como si fuesen un caramelito entre sus labios. Con más habilidad que yo,
me desabrocha el pantalón, y subo la cadera para que pueda quitármelo. Ni corta ni perezosa,
agarra la tanguita de color amarillo que llevo (con una mancha líquida que cubre la totalidad de
la parte delantera) y me lo quita junto a los pantalones. El frío de las baldosas del suelo en mis
nalgas me pone la piel de gallina. Los labios de Carmen siguen besando mi cuerpo, moviéndose
por toda su extensión, ahora los pechos, los labios, los muslos, la vulva… Su exploración parece
no tener límites, y sus dedos son incansables, pellizcando aquí, masajeando allí, introduciéndose
por el otro lugar…

-Hazme el amor -le suplico, chorreando como una fuente y deseando que me de placer.
Sonriendo, se tumba encima de mí, me besa con fuerza mordiéndome el labio inferior, y pone
su mano entre nuestros sexos, alzando un dedo como si fuese una polla (extremadamente dura
y delgada, pero que se de sobras que va a cumplir su función). Su cuerpo empieza a moverse
como si me penetrase un hombre, pero lo que entra y sale rítmicamente de mi vagina son dos
dedos de Carmen. El movimiento que imprime sobre mi cuerpo con las embestidas me desliza
poco a poco por el suelo, haciendo que mi culo vaya tocando un pequeño trozo de suelo a cada
empujón, enfriándolo centímetro a centímetro tras cada embestida. Su pulgar entra en juego, y
cada vez que me penetra, acaricia mi clítoris. Mis manos se dirigen a sus tetas, aun cubiertas por
su camiseta, y empiezo a apretarle los pezones por encima de la ropa.

-Ah, ah, ah… -mis gemidos se escapan de mis labios sin control con cada embestida que me da
mi amada. Sé que si sigue así no voy a tardar en llegar al orgasmo… y ella también lo sabe. Le
agarro fuertemente las nalgas para marcar su ritmo e intentar que aumente de velocidad.
Cuando mis gemidos pasan a ser grititos de placer que no puedo contener, Carmen aumenta el
ritmo de la follada y arquea su cuerpo para poder succionar fuertemente mis pezones. Eso es la
gota que colma el vaso, mis dedos le estrujan las nalgas mientras mis uñas se clavan en la firme
carne de sus glúteos. Ahora quien se retuerce cual anguila soy yo, con los dedos de mi chica en
mi interior sin moverse, y su pulgar puesto encima de mi clítoris. A medida que el orgasmo
termina, me relajo más y más, y mis brazos caen medio muertos a mis lados. Totalmente
relajada, la miro a los ojos.

-Te quiero -le digo llena de felicidad.

-Lo sé -contesta mientras se le escapa una sonrisa. -Tápate anda, que vas a resfriarte -me dice
mientras se levanta. Moviendo su culo cual modelo en un desfile, se dirige a la neverita, y saca
una botella de champán y dos copas. Deja las copas encima de la nevera, descorcha el champán
y las llena hasta la mitad. Me tumbo cómodamente en el colchón delante de la chimenea, pero
el calor del fuego hace innecesario que me tape con las mantas. Se acerca con una sonrisa y me
ofrece una de las copas.

-Qué guapa te pones cuando acabas de correrte -me dice con una sonrisa pícara.

-Eso no es verdad, siempre estoy guapa -le digo con tono de chulería y una sonrisa desafiante.

-Bueno, supongo que depende de la luz…. -me replica.

-Ñeñeñe -le contesto riéndome. -Feliz aniversario Carmen.

-Feliz aniversario guapa -me contesta con esa media sonrisa que me vuelve loca. El crepitar del
fuego en la chimenea y el sonido de los cristales de las copas al brindar son lo único que se oye
en la casa. O cabaña, o habitación. Ni me he fijado dónde estoy. Mientras el burbujeante líquido
se desliza por mi garganta, me doy cuenta de que hace horas que no voy al baño, y la naturaleza
no perdona.

– ¿Hay algún sitio donde poder… evacuar aguas por aquí? -pregunto como si nada.

-Jajaja que fina te vuelves a veces -contesta riéndose de mí. -Ven, aquí hay un baño.

La sigo por un pequeño pasillo (desnudas excepto por su camiseta, aun en su sitio) hasta llegar
a una pequeña habitación. Todo de madera, rústico, y… con un jacuzzy.

-Espero que tengas ganas de darte un baño -me dice sentándose en el borde de la bañera
sonriéndome otra vez.

-Empieza a llenarlo anda, y ve a buscar el champán -le respondo mientras me siento en la taza
del wc y aflojo la vejiga. El agua del grifo llena el jacuzzy al mismo tiempo que mis aguas menores
caen en la taza del váter, haciendo los dos el mismo ruido. Justo cuando me seco las partes, llega
Carmen con la botella y las copas en una mano, y una pequeña bandeja en la otra, con un bol
lleno de fresas, una lata de nata montada y un poco de chocolate caliente.

-Veo que lo tienes todo muy pensado eh? -le digo mientras me siento en la bañera y el agua
caliente empieza a tocarme las nalgas.

-Es que dicen que beber con el estómago vacío no es bueno -contesta, dejando la bebida y la
“comida” en un borde ancho del jacuzzy. Se quita la camiseta con toda naturalidad,
descubriendo sus espectaculares pechos, y entra en la bañera, en el lado opuesto al mío…

Continuará…

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