Con mi mejor amiga y su hermoso novio
Cuando la vi no dudé de que era ella. Rebecca, mi gran amiga de último año de bachillerato. Sucedió al entrar al vagón del metro de la capital. Nos miramos por unos segundos exclamé:
—¡Rebecca!
—¡Daniela! —exclamó ella también, sorprendida, le noté alegre de verme.
Nos dimos un enérgico abrazo, se nos olvidó por un instante lo aglomerado del vagón debido a la gente entrando y saliendo. Durante el recorrido estuvimos conversando y nos bajamos en la misma estación, llevábamos años sin saber de nuestras vidas y nos vimos en la necesidad de parar en algún café a tomar algo y conversar un rato más.
Estaba cambiadísima, le dije. Hermosa. Es una chica de la misma edad que yo, 21 en ese momento. Es blanca, su cabello es negro como las alas de un cuervo, largo, liso y muy bien cuidado. Sus ojos son de un castaño oscuro, de mirada profunda pero amigable, su nariz no es perfecta pero sus labios son muy sensuales, sugerentes. Es más alta que yo por cinco centímetros, 165cm.
Ella también me vio diferente, cambiadísima y no paró de halagarme, bueno, ya no eramos unas carajitas adolescentes.
Nos habíamos hecho amigas en el último año de secundaria y se convirtió en mi confidente, a la que le contaba cada día las locuras que hacía con Diego que al principio le dije era un novio pero terminé confesándole que en realidad era mi primo que vivía en casa. Con el pasar de los días me daría cuenta de que le gustaban las mujeres aunque también los chicos, es decir, Rebecca es bisexual.
A mi no me incomodó eso, al contrario, me sirvió de experiencia, pues, Rebecca me hacía propuestas indecentes. Yo le decía que no era lesbiana pero ella me inclinó a hacer cosas con ella. Me besaba y yo se lo permitía aunque dejándole en claro que eso no era lo mio.
Con el pasar de los días ya había conseguido de mi que fuera una especie de amante, me besaba y me masturbaba, lo hacíamos en los baños, las sospechas no se hicieron esperar, empezaron a llamarnos las cachaperas, es decir, las lesbianas.
A mi me daba igual lo que pensaran, con tal que nadie supiera lo de Diego todo estaría bien y el que me tacharan de lesbiana no me parecía tan mal. A Rebecca tampoco le importaban las etiquetas, ella con tal de besarme y manosearme lo demás era ruido insignificante.
Recuerdo que llegué a contarle a Diego sobre ella y de inmediato me propuso un trio, algo que no me cayó para nada bien y terminé molesta con él por unos días, no quería compartir a Diego, era solo para mi y él muy tranquilo y emocionado proponiéndome que quería cogernos a las dos. Duramos varios días sin sexo, pues, no me gustó la propuesta y me arrepentí de contarle sobre Rebecca.
Desde entonces habían pasado como 6 años y las cosas habían cambiado mucho, sobre todo nuestro aspecto adolescente. Ambas nos vimos más bellas y hermosas para el momento aunque pienso que Rebecca es más hermosa que yo y puede que haya sido su bonito rostro lo que me llevó a experimentar con ella esas cosas de lesbianas.
Me dijo que andaba con su novio en la ciudad pero que este se había quedado en el apartamento. Luego de pasar un largo rato contándonos la vida, las cosas que estábamos haciendo, las nuevas aventuras sexuales experimentadas, nos despedimos.
Esa misma semana me llamó para que fuéramos a una discoteca, pasar un rato y también para que conociera a su novio.
Aparecí en la discoteca pasadas las 22.30h, al verme se extraño, pues, pensó me vería acompañada de un chico pero le dije que mi novio no estaba en la ciudad.
Yo cargaba un vestido de una sola pieza, muy cortito y desmangado, color blanco con rayas rosadas en forma de ondas, tacones altos, un collar negro de esos artesanales, de pepitas, un bolsito blanco donde llevaba mi smartphone, maquillaje y un lubricante, no llevaba sujetador, solo una tanga diminuta. Mis labios pintados de un vinotinto oscuro.
Deseable, me robé muchas miradas y eso solo me ponía caliente.
Rebecca me presentó a su novio e inmediatamente empecemos a beber y bailar un rato. Al principio bailábamos los tres juntos conversando cuando la música nos lo permitía, luego bailé sola con ella y luego con él, también con algunos chicos más que venían a ofrecerse luego de verme bailar y sonreír con coquetería a todo el que se me quedaba viendo. Al rato nos quedamos hablando a solas Rebecca y yo, su novio había ido al baño.
Sin introducciones me propuso algo que no esperaba.
—¿Qué te parece Enrique? —preguntó, refiriéndose a su novio
—Está guapo, tienes buen gusto —respondí susurrándole al oído
Ella se me quedó mirando fijamente con esos ojos penetrantes y seductores
—Quiero que te lo tires
—¿Qué? pregunté totalmente sorprendida
Y se echó a reír a carcajadas. Yo me quedé perpleja mirándola mientras se reía sin control pensando que estaba bromeando pero luego paró y me dijo al oído:
—Si. Quiero ver cómo te coge
—¿En serio? —pregunté aún sorprendida y sentí mi cuca humedecerse pues me excité.
—Si. Llevo meses pensando en un trío, es mi novio desde hace dos años.
—¿Esta misma noche? —pregunté, totalmente desinhibida, excitada.
—Si, esta misma noche. El también desea cumplir esa fantasía
—¿Conmigo? ¿Ya se lo propusiste?
—No, no sabe nada, si aceptas sería una sorpresa, algo que no se espera esta noche. Pero noté que te desea. Te ha estado mirando sin parar desde que te lo presenté.
Sentí mi cuquita de puta mojarse. La propuesta de Rebecca me produjo un morbo terrible. Me imaginé la escena, yo en la cama, su novio cogiéndome y ella mirándonos y quizá uniéndose de una o varias formas, conformando un trío, pues, aún recuerdo lo mucho que le encantaba besarme en los baños del colegio.
—¿Y si no le gusta la propuesta?
—¿Eres tonta? —me dijo, pegándome una suave bofetada—. Te desea.
—¿Estás segura de esto?
—Si, perra. Estás mojada, se te nota —dijo, y sonrió y me besó en los labios sin importar que unos cuantos chicos nos observaban.
Me sorprendió la forma en la que Rebecca había cambiado, le notaba más extrovertida, más atrevida y más aventurera. La culpa la tenía yo, no tenía dudas de que yo la había pervertido contándole todas las cosas que hacía con Diego. Recuerdo que se masturbaba escuchándome contarle cómo Diego me cogía vaginal, anal, como me cogía la boca y me obligaba a tomar su semen, cosa que yo me dejaba hacer con todo el consentimiento, era parte del juego.
—Quiero que te coja como lo hacía tu primo. Duro —me dijo, volviéndome a besar
Me excité tanto que la agarré de la mano y nos fuímos a los baños y allí continuamos jamoneándonos, es decir, comiéndonos a besos.
No soy lesbiana ni me considero bisexual pero es extraño explicar en palabras el por qué hice eso y no es la única vez. Quizá la belleza de Rebecca me convertía en una bisexual por un momento, tal vez si soy bisexual y no lo sé, odio las etiquetas, solo me encanta divertirme.
Mientras nos besábamos dentro de una de las cabinas Rebecca usó palabras más morbosas:
—Quiero que te coja como una puta, así como me coje a mi y así como Diego te cogía a ti —me dijo entre beso y beso—.
Estábamos prendidas, si entraba un hombre al baño de mujeres capaz terminábamos chupándosela o algo más (risas).
Salimos del baño encendidas, desesperadas de ser cogidas. Me quedé esperando fuera mientras ella buscaba a su novio que se había perdido aunque no tardó en encontrarlo.
Tomamos un taxi, Enrique iba en el asiento delante, junto al taxista y nosotras atrás.
Volvimos a besarnos, ahora delante de ellos que no se esperaban tal escena lésbica.
El taxista no decía nada pero notábamos que no nos quitaba el ojo de encima.
Enrique también iba sorprendido de lo que estábamos haciendo o eso supuse yo. Solo se reía y se volteó a mirar como nos besábamos.
Llegamos a los pocos minutos al condominio y volvimos a nuestra compostura natural. Tomamos el ascensor, subimos, era el 5to piso.
Enrique iba callado aunque supongo que sospechaba lo que iba a suceder, era muy evidente que esa noche nos iba a coger a ambas. Rebecca se besó con él durante el recorrido en el ascensor mientras yo los miraba con ganas de quitarla de en medio y quedarme con su novio.
Entramos al departamento y Rebecca volvió a tomarme y besarme hasta llevarme al sofá. Nos fuimos quitando la ropa, Enrique se quedó parado viendo la escena lésbica sin decir una palabra.
Rebecca paró de besarme y mirando a su novio le dijo:
—Quiero que te la cojas
Y continuámos besandonos, como si estuviéramos enamoradas, eran besos profundos, apasionados, mi cuquita era una fuente de fluidos, deseaba un pene con urgencia.
Enrique se desnudó con paciencia, sin desespero, la desesperada era yo.
Cuando toda su ropa quedó esparcida por la alfombra empezó a masturbarse. Rebecca dejó de besarme y me ordenó:
—Mámasela
Y al mismo tiempo le dijo a Enrique:
—Acércate, ponla a mamar
Se acercó, lo masturbé un poco y empecé a darle sexo oral hasta que me sentí en total confianza y le di una buena felación. Se quejaba de placer, le estaba encantando mi mamada, Rebecca se había recostado a una esquina del sofa y ya casi completamente desnuda se masturbaba viendo la escena.
Mientras disfrutaba del pene de su novio me bajé el vestido hasta la cintura. Luego de estar unos minutos mamándole el güevo (pene) me ordenó ponerme en cuatro pero con las piernas descansando en el sofa. Me desprendió la tanga tirándosela a Rebecca a la cara que no dudó en olerla mientras continuaba masturbándose. Me metió su pene suavecito y disfrutó de mi vagina estrecha. Yo gemía rico mientras él me cogía a un ritmo calmado, Rebecca me llamaba puta, con voz suave y tierna pero con gesto aparente de malhumorada, quizá simulando ser Diego.
Así estuve un buen rato siendo cogida por Enrique al que notaba disfrutar de mi.
—Qué perra —decía Rebecca—. Qué puta
—¿Te gusta mi novio? —preguntaba
—Responde puta, ¿te gusta mi novio?
Yo solo gemía, entonces le preguntaba a él
—¿Te gusta? ¿Te gusta esta perra?
—Está bien rica, mami —le respondía él
—¿Bien rica qué? —preguntaba de nuevo Rebecca
—Está bien rica esta puta —decía él
Me daba la impresión de que él no quería que Rebecca notara que la estaba pasando bien conmigo, quizá tenía miedo de que Rebecca se sintiera desplazada, lo cierto es que se lo estaba pasando genial, yo no tenía la menor duda de eso.
Rebecca le pidió que se sentara al sofá y entonces me invitó a que le hiciéramos oral. Nos pusimos una en cada lado, acariciábamos sus piernas con una mano y con la otra nos metíamos el pene a la boca, por turno, también nos besábamos siempre teniendo el pene de por medio.
Yo miraba de vez en cuando a Enrique, transmitiéndole miradas de gusto, de estarla pasando bien, de que me gustaba su pene, su cogida.
Cuando ella le chupaba el pene él me masturbaba la cuquita, luego se lo hacía a Rebecca pero duraba más tiempo ya que yo se lo mamaba, era la invitada y ambos querían que yo disfrutara. Así me quedé un rato mamándole el güevo (pene) a Enrique mientras Rebecca era masturbada o se sentaba en la boca de Enrique para sexo oral.
De ahí pasamos a otra pose en la que Diego se acostó en el sofá y Rebecca me ordenó montarme encima de él y cabalgarlo, mientras ella se ubicaba nuevamente en la cara de él para recibir sexo oral pero no duró mucho, se puso detrás de nosotros y me lamía el culito y a él el pene cada vez que se salía de mi cuquita. Yo cabalgaba como puta en el pene de su novio, la estaba pasando de lo mejor y quería hacerlo correr y que me inundara de leche.
Luego Rebecca se puso frente a mi, el culo quedó frente a la cara de él que no tardó en estimularle la cuquita. En esa pose nos besamos sin yo parar de moverme, clavándome el pene de su novio.
Luego de eso Rebecca me ordenó ponerme en cuatro de nuevo y ella se montó encima de mi pero dando la cara hacia el pene de Enrique y cada tanto tiempo le chupaba el pene cuando lo sacaba de mi.
Ya no decíamos nada, solo nos dejábamos llevar, todo era gemidos y olor a sexo.
Rebecca cambió de lugar, se metió por debajo de mi y volvimos a lo mismo, Enrique la sacaba de vez en cuando para metérselo a ella en la boca y la ahogaba, produciéndole arcadas. Ahí aproveché y le chupé la cuquita, cosa que no esperaba, nunca se lo hice.
—Qué rico —dijo cuando sintió mi boca explorar sus labios vaginales
Enrique no aguantaba más y nos lo dijo así que nos levantamos y Rebecca me dijo con su voz dulce de siempre:
—Vamos a agacharnos para que nos de la leche
Y eso hicimos. Enrique se masturbaba frente a nuestras caras sabiendo que pronto eyacularía. Rebecca me besaba con pasión, sabiendo que con eso excitaría aún más a su novio que no paraba de jalarse la verga.
Así estuvimos por unos segundos ya que Enrique estaba a punto de vaciarse, qué rico besaba Rebecca, me besaba toda la boca, me comía la lengua, me hacía desearla, además del morbo de tener a su novio frente a mi a instantes de llenarme de leche
—Me vengo —dijo desesperado
Y entonces nos pusimos juntas y con las lenguas casi unidas esperando la corrida.
Me la echó toda a mi en la boca y fue abundante. Enrique jadeó por un buen rato mientras mi boca y cara recibía su néctar. Rebecca lamía mi lengua mientras continuaba cayéndome todo el semen de su novio que jadeaba como si se le acabara el aire.
Cuando Rebecca notó que del pene de su novio ya no saldría más leche me besó y me succionó todo el semen que había en mi boca y se lo tomó todo, cosa que no me gustó, pues, yo quería tomarme la leche de su novio aunque me sorprendió la actitud de Rebecca, toda una pervertida en el sexo.
Luego se quedó chupándole el pene a su novio, como desesperada por no dejar ningún rastro de semen.
Yo quedé como estorbando en la escena, pues, Rebecca se olvidó por un momento de mi para dedicarse a saborear el pene de su novio que jadeaba sufriendo la mamada.
Nos levantamos y nos vestimos. Enrique comentaba que le había encantado todo pero no decía nada sobre una segunda oportunidad, quizá temiendo a lo que pudiera pensar su novia.
Rebecca me pagó un taxi y en el camino me escribió diciéndome que me preparara para otra ocasión.
Cuando llegué al apartamento me duché y llamé a un amigo, pues, en el camino se me habían vuelto a alborotar las ganas de tener sexo y de tomar leche, pues a pesar de que disfruté del trío me gusta ser la protagonista y que no haya otra, tener toda la atención para mi sola.
Si, soy una puta sin remedio.
Mientras mi amigo me daba por el culo por segunda vez ya pasada la medianoche me quedé pensando por unos segundos en esa segunda oportunidad de la que hablaba Rebecca pero lo que ella ignoraba es que esa nueva oportunidad la planearía yo, no ella.