Descubro que mi marido no quiere saber nada con tener sexo conmigo porque se acuesta con otra y yo encuentro la mejor manera de vengarme
Miro el álbum, consciente de que ya nunca se lo daré.
Mi intento de volver a encender la chispa habría resultado inútil. Acabo de leer el chat que se ha dejado abierto al ir al baño. Se está tirando a otra.
Salgo de la habitación aguantándome las lágrimas. No es amor, sólo decepción y mucha rabia. Sigo sosteniendo entre mis manos el regalo. Está envuelto en raso negro, a juego con la encuadernación de terciopelo del álbum.
Recuerdo mis horas de gimnasio, la dieta, el dineral gastado en lencería y los quinientos euros que me ha costado la sesión. Todo tirado a la basura. Recuerdo también la mirada del fotógrafo, sus piropos. Lo caliente que me puso.
Tengo poco más de treinta años y sigo estando preciosa. Pero eso no es suficiente para mi marido, que por lo visto se ha liado con una compañera del bufete. Una lista a la que casi triplica en edad. Puto carcamal de mierda.
Se me pasa por la cabeza de Daniel habría sido mucho mejor para mí que su padre. El hijo de Luis es un encanto, pero yo siempre lo he tratado como si fuera su verdadera madre. Al menos hasta ahora. Es guapo, alto, musculoso…
Y lo que se adivina bajo su pantalón…
Siento una oleada de deseo alimentada por la rabia. Quiero follármelo…
Cojo una nota adhesiva y escribo. Rematándolo con un corazón y pegándolo al regalo: “Esto es para ti. Y si me quieres, también soy tuya. Mamá».
Soy consciente de lo perversa que resulta esa firma. Me ha puesto muy cachonda escribirla, y confío en que a Danny le resulte igual de excitante leerla. No se me escapan las miradas que me dedica cuando estoy en bikini.
Dejo el regalo bajo su almohada, sabiendo que volverá tarde.
Luis y yo cenamos y nos vamos a la cama. No consigo dormirme, pensando en lo que acabo de hacer y en la cara que pondrá Danny al abrir el álbum y ver mis fotos de Boudoire. Algunas son más que explícitas. Casi pornográficas.
Escucho abrirse la puerta de nuestro dormitorio. Muy despacio. Cierro los ojos pero escucho su respiración. Susurra mi nombre muy cerca. Jamás me ha llamado por él antes de esa noche. Abro los ojos y veo su rabo.
Se está masturbando lentamente. Me mira implorante y extiendo mi mano para agarrar su polla, que se estremece bajo mis dedos. Es monstruosa. Está claro que ha salido a la familia de su madre. Le acaricio con dulzura y gime.
Antes de darme cuenta me he sentado en la cama para metérmela en la boca. Le observo a ratos. Danny está guapísimo en la penumbra, pero quiero mirarle a los ojos mientras me folla, y hacerlo sin miedo de despertar a su padre.
Tras mamársela un rato y disfrutar de sus caricias en mi pelo, me levanto con cuidado y dejo caer mi camisón. Ambos estamos desnudos y su polla me llega a la altura de los pechos. Se la beso y le llevo de la mano a su cuarto.
Con ambas puertas cerradas es imposible que despertemos a Luis. Me pongo a cuatro patas y levanto el culo. Casi me la mete por detrás, pero se lo impido. Darme por el culo es algo que siempre han querido hacerme los hombres.
-Si te portas bien lo hacemos otro día, mi vida. Hoy sólo por el coño…
Escucharme hablar así le pone a mil, lo noto por cómo me agarra de las caderas mientras le sujeto el rabo, frotándolo contra mi vulva mojada. Gimo:
-Hazlo con cuidado… Eres mucho más grande que tu padre… Mucho más…
No puede contenerse y me la clava entera. Es la más grande que he tenido dentro. Más que las de aquellos soldados negros de la base de Torrejón. Aquella noche con dos chicos era lo más bestia que había hecho hasta ahora. Grito.
Por suerte ha tenido la precaución de amordazarme con los dedos y apenas se escucha. Mi niño no es nada tonto, y está lejos de ser virgen. A sus casi diecinueve ha debido de follar mucho más que yo a su edad. Gime:
-Joder… Joder, mamá… Oh, sí… Mami…
-Sí, llámame mamá… Oh, joder…
Me galopa con furia y cada embestida hace resonar mi culo por toda la habitación. Se acelera y tengo que buscar sus dedos para que me impida chillar. Me los meto en la boca y los lamo mientras me jode. Es el puto paraíso.
Se corre y yo con él. Siento cada latigazo de leche en mi interior y gozo como una zorra. En ese instante soy la tía más feliz del mundo. Estoy vengada.
Sale de mi interior y de mi coño brota una burrada de semen. Me mira con un poco de incomodidad y le cojo por la nuca, buscando sus labios. Nuestras lenguas borran todo rastro de vergüenza. Ya no nos queda pudor.
A la mañana siguiente siento que me abren la puerta de la ducha. Danny ha vuelto a casa nada más irse su padre. Abro la cortina y está allí.
-¿Tú no tenías clase a esta hora?
-Joder… Cómo me pone tu culo… Sal de ahí y vamos a la cama…
Al principio me duele, pero acaba gustándome follar por detrás. Ha empezado metiéndome los dedos y no he podido resistirme. Acabamos en la cama. La mantequilla resulta ser un buen lubricante. Me siento tan sucia…
Esa misma noche vuelve a nuestro cuarto. Me pongo de rodillas y se la mamo mientras mi marido duerme. Se corre en mi cara y me encanta.
Llevamos siete meses así. Verme preñada le calienta muchísimo. Entre sus libros destaca el lomo de terciopelo negro del álbum. Su padre nunca ha tenido curiosidad por la lectura. Los mayores tesoros están siempre a la vista.
Que nos lo digan a nosotros…