El chico del servicio de ambulancias viviendo una situación bastante especial
Tres de la madrugada, una ciudad cualquiera. En la base de ambulancias número 3 sale un aviso, una cría de poco menos de 18 ha sufrido una agresión. En pocos minutos puedo visualizar las destelleantes luces policiales que indican el lugar del incidente.
Nada más bajo de la ambulancia la veo, unos delicados ojos verdes bañados de lágrimas se ocultan bajo el sutil caer de los cabellos castaños. Apenas alcanza el metro sesenta y no pesa mas de cuarenta kilos. Al verme, su rostro se ilumina, nuestras miradas conectan, ambos nos quedamos petrificados. Tras unos segundos, me acerco interesándome por su estado, entre leves sollozos me explica como su ex pareja le ha golpeado varias veces en las costillas.
Apoyada en mi pecho, la acompaño a la ambulancia, noto su temblor, su miedo. Agarro su mano ayudándola a subir, y cierro la puerta tras su paso. La tranquilizo colocando mi mano encima de la suya, por primera vez sonríe. Necesito ver el estado de sus lesiones, evaluar la situación.
Tímidamente levanta su sudadera hasta poco más del ombligo, apenas veo nada. Con mi mano acompaño su sudadera unos centímetros más arriba, su respiración se acelera. Paso mi mano por sus costillas suavemente, su piel se eriza, levanta un poco mas la sudadera dejándo que contemple la parte inferior de su seno, no lleva sujetador. La miro a los ojos, rehuye mi mirada, enpieza a jadear delicadamente.
Mi mano no cesa en su recorrido, rozando en ocasiones su seno, suaves gemidos salen por su boca indicándome su disfrute.
Sin mediar palabra agarra su sudadera y la retira por completo, sus diminutos senos se mantienen erectos ante mis ojos, algo se mueve dentro de mí.
Nuestras miradas vuelven a cruzarse, tras unos segundos agacha su mirada, pongo mi mano en su rostro, lo acaricio y me acerco. Sin saber cómo, nuestros labios se juntan apasionadamente, estamos solos, nada importa.
Dos golpes a la puerta de la ambulancia rompen el momento, instintivamente agarro la sudadera y se la tiendo. Rápidamente se viste de nuevo y abro la ambulancia, debemos ir al hospital.
En Urgencias sólo hay silencio, mi mano en su hombro hace que no me aleje de su lado en ningún momento. Ella no levanta la vista del suelo. Debo dejarla, un cordial gesto en el hombro será suficiente para indicar que debo irme. Me da las gracias, y me sonríe de nuevo.
Tras unas horas me acerco a verla a urgencias, al verme, su rostro se ilumina. Lleva un fino camisón que deja entrever con claridad sus puntiagudos pezones. No pregunto, cierro la cortina y nos fundimos en un nuevo beso, sólo que esta vez, mi mano inconsciente va a su pierna subiendo despacio, ella jadea.
Con sus manos agarra mi cara, y abre sus piernas dejando paso a mi mano, que ya roza su ardiente intimidad.
Mi otra mano juguetea con uno de sus senos, ella me desabrocha el pantalón sacando mi miembro y moviéndolo sutilmente consiguendo que alcance su máximo esplendor.
Levanto su camisón y me dirijo a su entrada dejándome caer delicadamente, tapo su boca con mi mano evitando su gemido. Poco a poco empiezo a moverme, sus piernas ya rodean mis caderas haciendo presión para que entre aún mas dentro de ella. En tan sólo dos minutos consigue alcanzar el clímax.
Acelero el ritmo, no dejamos de besarnos, mi mano sostiene su rostro, nuestras miradas se penetran mutuamente, tras unos minutos termino dentro de ella mientras la beso, ahogando sus gemidos.
Intento recomponerme rápidamente, coloco mi pantalón y mi camiseta. Me acerco y la beso de nuevo durante unos segundos.
Seguramente no volvamos a vernos, pero algo de mí se queda con ella, y algo de ella se queda dentro de mí