El taxista se abusa de mí y honestamente ¡Me encanto!
Era sábado, cerca de las 20:00 hs. Estaba en lo de una de mis amigas, Agustina. Con mi grupo nos juntábamos en su casa, y de ahí nos íbamos a bailar. A mi me quedaba perfecto, porque podía llevar otra ropa en la cartera y cambiarme allí. Mi madre pensaba que iba a bailar con un jean y una remera, pero la realidad, era que me vestía muy provocativamente. Gracias a esto podía ir con lo que quisiera y me evitaba el discurso de mi madre. Por otro lado la madre de Agustina, quería sentirse mas joven, como si fuese una mas del grupo y nos cubría con nuestras madres.
La noche en la que sucedió lo que estoy por contarles, llevaba una falda, muy ajustada y que apenas llegaba a cubrir mi cola, el mínimo movimiento que hacía, se me levantaba y dejaba ver mis nalgas. Debajo de esta llevaba una pequeña tanga, bien metida en mi cola, para dar la sensación que no llevaba nada, y no se transparente a través de la falda. Un cinto de color negro y un top negro.
Bebimos unas cervezas y luego fuimos a bailar.
Una noche típica, medio boliche me manoseo la cola, bailamos, bebimos, me besé con dos chicos. Lo normal.
Agustina estuvo muy entretenida toda la noche. Conoció un chico de España y estuvieron juntos la mayor parte de la noche.
En un momento se me acerca Cecilia, otra de mis amigas, y me dice que se tenían que ir, que las pasaba a buscar el padre de una de ellas.
Me despedí y les dije que me volvía con Agustina.
Se habían hecho las 03:45 am, y ya estaba cansada, ese día había hecho natación turno doble y estaba realmente agotada.
Le mandé un mensaje de texto a Agustina, que me iba a mi casa que y que después me contaba lo de su noche.
Me respondió: “Besos”.
Ya fuera del boliche, pude disfrutar el aire puro, estaba fresco, una noche despejada. Me sentía muy relajada.
Caminé unas cuatro cuadras hasta la parada del colectivo. Tomé asiento y esperé y esperé. En media hora solo vi pasar un par de autos. Estaba desierta la noche. Me sentía muy incómoda como estaba vestida y sola.
Decidí ir a la avenida, que estaba a dos cuadras, a esperar un taxi.
Tuve suerte, o por lo vemos eso creí. Apenas llegué había un taxi detenido, esperando el semáforo.
Le hice una seña con la mano y asintió con su cabeza. Subí, lo saludé y le dije mi dirección.
Estaba sentada en el asiento trasero, detrás del acompañante del conductor. Incliné mi cabeza hacia atrás y cerré los ojos, relajada por estar “segura” en el taxi, mi única preocupación era meterme rápido a mi cuarto sin que me vea mi madre, rogando que no este despierta.
Me despertó el ruido de sentir una puerta cerrándose. Abrí lentamente mis ojos, miré hacia la derecha, vi un lugar que no conocía, estábamos debajo de un puente.
La puerta a mi izquierda se abrió y vi al taxista, parado junto a ella.
No entendía que sucedía, me lo quedé mirando unos segundos.
Metió su brazo derecho y sujetó mi pierna izquierda, en la zona de mi rodilla. Tenía una mano gigante que me sujetó sin dificultad.
Me jaló hacia afuera, con su otra mano, tomó mi otra pierna, y me dejó recostada sobre el asiento, mi cola para arriba estaba acostada, boca arriba y mis piernas colgando fuera del auto.
No dejaba de repetirme: – Que esta pasando. No entendía nada. Lo miraba aterrada al taxista.
Quería preguntar que sucedía, pero no me salían las palabras. Mi corazón estaba a punto de colapsar, comencé a lagrimear. Solo sabía que se venía algo desagradable.
En el fondo lo sabía, pero confirmé lo peor cuando desabrochó su pantalón y sacó su miembro completamente erecto.
Quería pensar en otra cosa, en como huir, si alguien me escucharía si gritaba, pero no reaccioné. Solo observaba al hombre que estaba ahí con su pene en la mano y masturbándose, sin dejar de ver mis piernas y tanga, que del movimiento, mi falda se subió dejando mi ropa interior a la vista.
Soltó su miembro y metió su mano dentro del taxi, sujetó mi tanga y con un movimiento brusco me la arrancó. Mi tanga salió con demasiada facilidad, era finita por todos lados. Vi como tiró hacia afuera mi tanga completamente desecha.
Con sus manos, me tomó por la cintura y me acomodó bien al borde del asiento, la mitad de mi cola estaba fuera del asiento.
Escupió su mano derecha y se espació la saliva por la cabeza de su pene. Su miembro era grande o quizás por la edad lo vi mas grande de lo que era, una cabeza bien diferenciada del tronco, grueso, unos huevos, que me parecieron pequeños en comparación a su pija.
Me miraba con cara de depravado.
Sabía lo que venía. Pensé en que hacer, si defenderme o dejar que pase. Lo medité unos instantes, y pensé en mis opciones. Una, que lo mejor sería dejarlo que acabe rápido, estábamos en la calle, y seguro que acabaría y me dejaría ir. La otra opción, podía defenderme, arañarlo, golpearlo, pero supuse que sería sin sentido, era demasiado pequeña y el taxista era un hombre corpulento, medía 1.80 o 1.85 metros y de contextura corpulenta. Era una pelea que no ganaría y si me resistía podía terminar seriamente golpeada o muerta. Recordé un caso de una chica del barrio que se defendió de una violación, logró evitarla, pero le habían roto su nariz y mentón de los golpes, cuando la vieron moribunda, la dejaron ahí tirada. La encontraron con su pantalón y tanga por la altura de sus rodillas. Evitó ser violada, pero le habían estropeado su cara. Recuerdo como algunos decían que tuvo suerte de que no la mataron.
No sabía de donde salían estos pensamientos, pero por lo menos me habían distraído unos instantes, hasta que sentí la cabeza de su pene contra mis labios vaginales.
Se fuerte, se fuerte, es solo sexo, vos podes, me decía una y otra vez.
Pero sentir su pene tratando de penetrarme, me hizo entrar en pánico, cerré los ojos, mi cuerpo temblaba.
– Puta, calienta pijas, te voy a llenar de leche. Me dijo furiosamente.
Seguí con mis ojos cerrados.
Quería decirle que pare, pero volvió a hablar:
– No podes andar así y esperar que no te revienten a pijazos, puta de mierda.
Quise pedirle perdón, pensando que lo calmaría, pero antes de poder decir algo su cabeza entró en mi vagina.
Grité: – Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Y me puse a llorar del dolor y del miedo. Lejos de detenerse, se acomodó y siguió penetrándome, su pene se abría paso, y se hundía profundamente, dentro de mi vagina.
Su pene era grande, y mi vagina estrecha, pero el dolor se potenciaba por la falta de lubricación.
El taxista comenzó a tomar ritmo y me penetraba constantemente. Cada vez que su pene entraba completamente dejaba caer su cuerpo sobre el mio y el asiento hacía ruido a resortes. Ese ruido me hacía saber que lo tenía completamente dentro.
El movimiento cada vez era más rápido, su cuerpo chocaba con fuerza con el mio.
Empecé a gritar cada vez con mas fuerza. Debí hacerlo fuerte, porque con su mano izquierda me tapó la boca, callando mis gritos.
Nunca había sentido un dolor tan fuerte en mi vagina, me estaba cogiendo muy fuerte y sin lubricación.
Sin dejar de tapar mi boca con su mano izquierda, con su otra mano apretó mi pecho izquierdo, con la intención de lastimarlo, lejos de una caricia, apretó lo mas fuerte que pudo, como si tratase de reventar una naranja con su mano, solo logró que grite mas fuerte, pero mis gritos eran sordos, nadie los escuchaba.
El dolor comenzó a dejar mi cuerpo relajado, anestesiado. Me deje ir, abrí mis ojos, miré hacia a la derecha y me quedé mirando un corte en el respaldo del asiento fijamente.
Se dio cuenta que ya no gritaba, solo emitía un pequeño gemido cada vez que me penetraba hasta el fondo.
Saco su manos de mi boca y pecho y me tomó fuerte por las caderas. Con sus manos levantó mi cola del asiento, y hundía mi cuerpo contra el suyo. Al principio eran movimiento, constantes y a media velocidad, parecía que estaba recuperando el aire. El sudor de su cara caía sobre mi cuerpo y se lo veía muy agitado. Pero nunca paró, solo bajo el ritmo.
En un momento escuchamos el ruido de bocinas, el taxista, sin sacar su pija de mi vagina se detuvo. Quedó petrificado.
Y escuchamos gritos:
– Así se hace hombre.
– Dale duro.
– Ehhhhhhhhhhhh.
Lo que podía ser una esperanza, solo eran adolescentes alentando a mi violador.
No cambió mucho en mi, ya estaba entregada a la situación, solo deseaba que acabe y me deje ir.
No perdió tiempo, y siguió dándome pija. Cada vez mas fuerte. Parecía que ese instante que se detuvo, le permitió recuperarse.
Ya sin parar me dio una y otra vez, con locura.
Me sorprendía, cuanto estaba durando. Aunque en realidad no sabía si el tiempo pasaba lentamente por lo que estaba viviendo, o realmente me estaba violando hace un rato.
De un momento a otro su respiración se aceleró. Su manos soltaron, mis caderas, y fueron hacia mi cuello, comenzó a ahorcarme.
Empecé a sacudir mis piernas, pateaba lo que sea, con mis manos trataba de sacarme sus manos de mi cuello, pero fue inútil.
La respiración se me iba, comencé a marearme.
Como si escuchase debajo del agua. Sentí al taxista gemir muy fuerte y estalló dentro de mi vagina. Su semen me inundó por dentro.
Sus manos fueron ejerciendo menos fuerza sobre mi cuello de a poco, hasta soltarlo.
Empecé a toser, me ardía la garganta, daba bocanadas, tratando de recuperar el aire. Mis ojos estaban llorosos.
Sentí sus manos sujetar mi cabeza por los lados, como apretando mis orejas, lo que pasó luego no me lo esperaba.
Su lengua empezó a lamer mi cara, desde el mentón hasta mi frente, me lamía de abajo hacia arriba, una y otra vez.
– Abrí la boca y saca la lengua. Me gritó.
Su lengua comenzó a lamer mi lengua, no la moví, el hizo todo el trabajo.
Finalmente dejó de lamerla y escupió dentro de mi boca.
Estuve a punto de escupirla, pero tragué su saliva, no quería darle alguna excusa para enojarlo.
Ya afuera del taxi, se acomodó su pantalón.
No sabía si moverme, o que, por lo que me quedé en la misma posición.
Sentí su mano, apretando mi tobillo y lo jaló. De un simple movimiento, sacó mi cuerpo del taxi. Mi cola revotó contra el suelo, di un pequeño grito.
Cerró la puerta abierta, tuve que moverme unos centímetros para que no me pegue.
Subí al taxi y se fue.
Quedé sentada en la calle. Lo vi irse aliviada.
Me levanté, realmente no fue fácil, tenía el cuerpo muy adolorido.
Ya parada, lo primero que sentí fue el semen del taxista que salía de mi vagina. Mis piernas estaban manchadas de leche aún tibia. Vi mi tanga a unos metros, la recogí, y me limpié, o al menos traté, era tan pequeña que no me sirvió para mucho. Me desparramé mas el semen de lo que me limpió.
No tenía idea de donde estaba. Caminé unas calles, sin cruzarme a nadie. Era lo mejor, no quería que nadie me vea. Caminaba como si tuviese una lesión. Cada paso que daba, me hacía doler la vagina, era una mezcla de dolor, ardor. En un momento, metí mi mano bajo la falda y toqué mi parte intima. Inspeccioné mi mano buscando sangre, pero no estaba sangrando.
Llegué a una avenida. Los autos pasaban, algunos me tocaban bocina. No presté atención.
Caminé por la avenida, varias cuadras, hasta que reconocí un supermercado que solía hacer compras con mi madre. Me alegré de poder ubicarme. Si bien no estaba cerca de casa, ya sabía donde estaba.
Caminé como pude, cada varias cuadras, tenía que parar y sentarme. Estaba exhausta, y encima tenía unos zapatos de taco, incómodos para caminar.
Tardé mas de una hora y media en hacer 30 o 32 cuadras. En todo el trayecto, me olvidé del trayecto, solo pensaba en llegar a casa, ducharme y dormir. Ya estaba amaneciendo, cuando llegué.
Entré a mi casa, con mucho cuidado, apenas haciendo ruido.
Estuve tentada de de ir al baño a bañarme, pero despertaría a mi madre, por lo que fui directamente a mi cuarto.
Apenas vi mi cama, me tiré sobre esta boca abajo.
Me despertó unos golpes. Era mi madre golpeando mi puerta.
– Ya esta puesta la mesa, no tardes. Dijo.
Me di cuenta que mi falda estaba completamente subida contra mi cintura, tenía la cola al aire. Sin acomodarla, me senté en la cama.
Me froté la cara con mis manos. Me tomó unos segundos, pero el recuerdo del taxista volvió a mi mente, detalle por detalle. No estaba asustada, quizás por estar en mi cuarto, libre de peligro, o no se, no fue tan traumática la experiencia. Recuerdo que tuve varios sueños eróticos mientras dormía, y mi vagina estaba completamente mojada, al principio pensé que era el semen del taxista, pero era imposible. Eran mis propios líquidos vaginales.
No pude dejar de pensar en esa madrugada. Pasaban los días, y decenas de preguntas se cruzaban por mi cabeza.
Lo único que se con certeza es que fue una de las mas grandes experiencias que pude vivir o me hicieron vivir, y que me definió de tal manera, que estudié para ser Psiquiatra. No para poder entender porque me pasó o superar el trauma, que no tuve. Pude tener una vida sexual plena, tengo una mentalidad muy abierta con la sexualidad, y disfruto el sexo constantemente y siempre estoy abierta a nuevas experiencias. Pero saber como piensan las personas, porque algunos se atreven a cruzar esa barrera y otros que lo fantasean no se animan. Mujeres que buscan esa situación y otras que lo sufrieron no se recuperan jamás, estas y tantas preguntas me atraparon desde ese momento.
Algunas pude responderlas, o por lo menos me conformé con la respuesta y otras aún busco respuestas.