Historias de matrimonios liberales

Rate this post

Antes de continuar con la loca historia que cambió la vida sexual de Bea, mi mujer y la mía, gracias a nuestro amigo Rafael, voy a ir contando otras historias que han sucedido desde entonces, esta es una de ellas:

Bea y yo nos hemos convertido en un matrimonio liberal después de aquella primera experiencia con Rafael y decidimos sumergirnos en el mundo de los matrimonios liberales, así que durante un tiempo, nos dedicamos a buscar otras parejas similares, en locales y a través de Internet, para gozar del sexo compartido.

La verdad es que no acabamos de congeniar demasiado con ninguna de las tres parejas con la que probamos, al principio, parecían encantadoras y seductoras, pero luego resultaban bastante vulgares y mediocres, y la la verdad, es que no gozamos mucho de aquellas relaciones.

Pero un día Bea conoció a un chico bastante joven, que decía llamarse Marcos, se paseaba por una red de contactos y en su perfil se ofrecía para realizar tríos con parejas de maridos sumisos. Era un tipo musculoso y muy atractivo, a Bea le gustó y francamente, a mí me puso a mil la idea de volver a verla disfrutar como una loca follando con otro hombre.

Sin darle más vueltas quedamos con él para el viernes siguiente, que era festivo, y así teníamos todo el fin de semana por delante, estábamos cansados de bares de copas y discotecas, así que lo invitamos a pasar ese fin de semana en un albergue rural y nos dirigimos allí bien equipados para sexo y la fiesta.

Llegamos bien temprano, a las ocho de la mañana, pero para nuestra sorpresa, Marcos, ya nos esperaba en la cafetería.

Era un chico de unos treinta años, de pelo castaño y ojos claros, bastante alto y muy fornido, de brazos muy musculosos y tatuado, con una voz grave y de mirada penetrante. Se levantó cortésmente, clavó sus ojos en Beatriz y la radiografió con la mirada, luego le dió dos besos y a mí me estrechó la mano con mucha fuerza y nos invitó a sentarnos.

No se insinuó, ni sacó a relucir nada de lo que veníamos a hacer allí, se mostró muy educado, pero seductor, y después de desayunar, llevamos los equipajes a la casa rural, los desempaquetamos y salimos a pasar el día; era necesario un preámbulo.

Aquello eran diez pequeñas casitas y una granja escuela, en la que había actividades, aprender a realizar trabajos de granja, labores de cocina tradicionales, entre risas. Nosotros nos apuntamos a montar a caballo, y así pasamos todo el día, fue una pasada.

Al llegar ocurrió el detonante.

Cuando estábamos desmontando, nos invitaron a ver un espectáculo que yo no me lo esperaba, estaban sacando un semental que en ése momento iba a cubrir a una yegua.

Aquel animal poderoso y musculoso tenía una enorme verga, poderosa, erguida. Relincho con furia y montó a la yegua por detrás, embistiendo con su poderoso físico, hasta que derramó su manantial de semen dentro de ella.

Bea miraba, pero entonces, Marcos, le susurró algo al oído y le guiñó, ella le besó y le dió muestras de cariño, se fueron cogidos de la mano a pasear. Yo tuve que disimular la erección que en ése momento se presentó en mis pantalones, había allí como treinta personas.

Me quedé sólo, así que me dispuse a tomar una cerveza, pero sonó una notificación de WhatsApp.

Hola cariño, Marcos y yo estamos intimando un poco en el bar del restaurante, por favor, no vengas Ok?

Ok Bea.

Prefiere que sea yo la que le cuente nuestros apetitos.

Me parece fantástico, ya me dices algo Bea, estoy paseando por aquí.

Dice Marcos que ya me da un beso por ti.

Me saqué una lata de cerveza de una máquina mientras mi mujer y Marcos se tomaban unas copas cómodamente en el bar y esperé, a ver qué pasaba. De nuevo sonó el WhatsApp, era Marcos.

Hola Samuel, creo que ya puedes venir a la cabaña, tu mujer y yo te estamos esperando.

Ok. voy para allí.

No tardes, no me gusta que me hagan esperar.

Llegué a la cabaña y estaban sentados, charlando en el sofá. Marcos me miró durante un rato y me dijo:

Mira Samuel, hemos decidido por tí, no tenemos ganas de cenar el restaurante, está bastante bien, pero lo dejaremos para mañana, esta noche hemos encargado que nos traigan la cena aquí, así que eso es lo que haremos ¿A que sí?

Hombre, podrías haberme preguntado.

Se levantó y me invitó a salir afuera, por un momento creí que aquello era una situación extraña, pero vi que Bea mantenía la calma.

Se dirigió a mí con exquisita educación y me dijo, mira, yo quise hablar con tu mujer primero porque sé que las damas saben expresar mejor que los hombres las apetencias sexuales y ella me ha explicado a la perfección todas tus fantasías en una hora, tú habría tardado mucho más.

Ahora vamos a jugar durante este fin de semana, si quieres que yo haga realidad tus fantasías y que tu mujer disfrute, sigue el juego, si no, puedo largarme.

Lógicamente le estreché la mano y le agradecí su explicación, aquello prometía, estaba claro, era el juego del macho dominante, el cortejaba a mi mujer delante de mí y yo sería un consentido sumiso que se dedicaba a mirar, un cornudo frente a un semental que le rompía el coño a su mujer en su misma cara.

Entramos de nuevo y ellos se acoplaron de nuevo en el sofá, Marcos me dijo que podía sentarme en una silla que había dejado en una esquina, ellos conversaban en voz baja y de vez en cuando se daban un beso en los labios y alguna caricia, poco a poco, rompían el hielo. Marcos le susurraba cosas al oído a Bea y ella, unas veces reía y otras, cerraba los ojos, yo no dejaba de pensar en aquel semental montando a la yegua y esa noche, Marcos era el semental y mi mujer la yegua.

Trajeron la cena, había pedido sólo para ellos dos, me miraron y se rieron, y Bea me dijo, cariño, cuando la pedimos estábamos hablando de ése caballo semental, y entre eso y con los chistes de cornudos que cuenta Marcos, se me olvidó pedir la tuya con la risa que me dió ¿Te importa cenar sólo en el bar?

Me largué al bar y me pedí una cerveza y un canapé, yo no tenía ganas de cenar, de lo que tenía ganas era de otra cosa.

Se hicieron de rogar más de una hora y media, hasta que me contestaron un mensaje y me invitaron a regresar.

Cuando llegué, Bea y Marcos se habían cambiado de ropa. Mi mujer tenía puesto un vestido de noche nego y Marcos un smoking y además estaban preparando unas rayitas de coca.

Marcos me invitó a esnifar y yo cómo no, saqué mis cigarritos de hachís, ésta vez los traía preparados y les ofrecí. Cogieron uno para ellos dos y Marcos descorchó una botella de cava, llenó tres copas y brindamos, le dió un beso a mi mujer, mientras le manoseaba el culo y me miró y me dijo sin recato: esta noche, esta yegua va ha saber lo que es un semental.

Luego vino hasta mí y me dijo: ahora te voy a vestir para la mejor noche de tu vida.

Sacó una de sus maletas y de ella un juego de cuerdas bondaje y entre él y mi mujer me desnudaron y me ataron a la silla que habían dejado junto a la cama del dormitorio. Nunca había experimentado tal cosa, atado con la manos atrás del respaldo, y con las piernas presas en las patas, era una silla fuerte y acolchada. Luego Marcos me puso en la boca una de esas bolas con cuerdas, pero le pedí antes que de vez en cuando me dejasen fumar para colocarme, me dijo que no me preocupase, que aquello era para disfrutar, todo estaba previsto.

Y cuando me ataron, se dedicaron a darse gusto, mi mujer y Marcos pusieron de fondo y en bucle esa vieja canción llamada Je t’aime… moi non plus, esa en la que suena un orgasmo y bailaron, mientras se besaban y se metían mano.

Marcos paseaba sus manos por su bonito y carnoso culo y ella acariciaba aquel musculoso cuerpo, a pesar de Bea se puso unos taconazos, él estaba unos quince centímetros por encima, era un jóven enórmemente vigoroso frente a una hembra ya madura y más blanda que él, sus generosas tetas se apretaban contra su cuerpo, apenas tocando la parte baja de aquel pecho de culturista.

Luego, ella agarró con su mano delicada y pequeña aquel enorme bulto que sobresalía de los pantalones de Marcos, lo palpó y cuando se dió cuenta de la dureza de su enorme pene, miró arriba, hasta encontrarse con los ojos claros de aquel joven apuesto, y se quedó extasiada de pensar que todavía era lo suficientemente atractiva y guapa como para poner una polla como aquella en aquel estado, y deseó que la penetrara, buscó sus labios, y aupándose, sacó su lengua para ofrecerle una recompensa.

Yo estaba mirando sin perder detalle y contemplando cómo mi mujer disfrutaba de aquel cuerpo jóven y musculoso, me excitó ver cómo se daban placer con la lengua mientras bailaban al son de ésa canción lasciva.

Marcos comenzó a desnudarla, poco a poco, se puso detrás de ella y sin dejar de bailar besaba su cuello y la desprendía de su vestido, mientras que con maestría también se quitaba la camisa al mismo compás. Dejó a la vista su torso desnudo, atlético, fibroso, voluminoso y tatuado, que se contorsionaba al ritmo de aquella música sensual, mientras que seguía desnudando a mi mujer.

Al los pocos minutos, Marcos le había quitado el vestido a Beatriz, y ella estaba con sus bragas y sostén negros y translúcidos, y sus medias, seguían fundiodos, bailando sensualmente, besándose con pasión, pero sin prisa, poco a poco.

Luego, las nudosas manos de Marcos desabrocharon el sostén de mi mujer y sus tetas quedaron liberadas, las acarició y las envolvió entre sus fuertes brazos mientras la besaba.

Luego ella le quitó el pantalón y después, poco a poco y bailando, Bea, le fue bajando los slips a Marcos y él a ella las braguitas, con suavidad.

Beatriz hizo un gesto de admiración cuando vió el tamaño y el grosor de aquel enorme pene, era musculoso y venoso, estaba perfectamente afeitado y erecto como una piedra. Tenía un glande carnoso y enorme, y los testículos y el perineo de Marcos eran también monumentales, la masa de músculo que seguía por debajo de sus huevos era enorme, y ella paseó sus uñas por allí con deseo, mientras que con la otra mano le agarraba la polla, no podía tocar su dedo pulgar e índice al intentar medirla.

Yo estaba extasiado, aquellas escenas me habían puesto la polla como una piedra, estaba atado no podía tocarme, pero estaba a punto de explotar y luchando por resistir para seguir disfrutando con mi libido plena.

Siguieron con su fiesta sexual y entonces caí en la cuenta de la desigualdad de la batalla, Marcos era musculoso y rocoso y mi mujer blandita y algo flácida, pero preciosa y muy bonita, pero en manos de aquel semental era una presa fácil, le partiría por la mitad, cuando le metiera esa polla tiesa, rocosa, gruesa y enorme por su delicado coño.

Siguieron bailando un rato, mientras se daban gusto con las manos, Bea, durante un largo rato, palpó con su delicada mano el musculoso períneo de Marcos, le encantó descubrir ése placer, y le besaba a lengua abierta mientras tanto, jadeando de gusto. Marcos le acariciaba el coño y le lamía las tetas.

Luego, él la cogió entre sus fuertes brazos y la llevó a la cama y se fundieron en un precioso 69, Marcos se tendió en la cama y Bea avanzó sobre él, besándole en la boca, avanzando sobre su pecho, lamiendo, mientras él mordía los pezones de ella, que ya gemía de gusto, Bea abrió su boca, deseosa de aquella polla enorme, y se la metió entre sus labios, agitando su lengua, mientras la de Marcos se paseaba por los labios del coño de mi mujer y se escuchaban gemidos de placer.

Después, Bea, paseó su lengua por los testículos de Marcos, y luego continuó por debajo de éstos, lamiendo el perineo, esa masa de polla que sigue hasta el culo, disfrutaba, intentó clavar sus dientes, pero aquello era tan duro y musculoso, tan ancho, que no podía, y siguió usando su lengua, para dar gusto en la vega a ese semental, que le seguía comiendo el coño, Marcos le metió la lengua hasta el fondo y ella gemía mientras seguía lamiendo.

No pude más, intenté morder la bola y tuve una corrida brutal viendo a mi mujer entregada a ese semental y lamiendo su enorme verga. Ya me había corrido y ese tipo no había ni calentado.

Me quedé relajado, mirando cómo continuaban con su orgía sexual, después de darse durante largo rato placer oral, Marcos giró a mi mujer y la puso debajo de él, se tumbó sobre ella, la besó, la acarició y luego la abrazó con fuerza y abrió después con sus fuertes brazos las piernas Bea, que gemía y lo miraba a los ojos, como pidiendo clemencia, sabiendo lo que estaba a punto de suceder.

Luego, jugó un rato con su enorme polla en la entrada del coño de mi mujer, que se retorcía de gusto y comenzaba gritar, luego la comenzó a penetrar, dejó su glande un ratito a medio meter en su dulce coño y la miró fijamente a los ojos, ella le correspondía, mientras le acariciaba los brazos y parecía maullar. Luego, Marcos, siguió metiéndosela y ella comenzó a gritar, mientras que aquella canción seguía sonando y se mezclaban sus gritos con los orgasmos musicales.

Aquella enorme polla inundaba todo el canal interior de su coño, que apenas podía contenerla y ella entraba en éxtasis, se convulsionaba y se corría, ponía los ojos en blanco y ya expulsaba el aire con boca abierta de par en par en par, estaba fuera de sí, tenía orgasmos continuados.

Marcos la besó y la cambió de postura, como un maestro, la puso de rodillas y le dió un poco de descanso, que ella agradeció, pero no mucho, apenas un par de minutos, luego le acarició las tetas, con una mano y el vientre con la otra y la penetró de nuevo por detrás, tenía ya la vagina más dilatada, pero le llenó por completo hasta el fondo con esa polla rocosa y ella se corrió otra vez, gritando como una loca.

Luego se la folló de pie, luego en el sofá, con ella con las piernas abiertas y él debajo, después se la folló en la silla, sin dejar que ella se moviera, agarrándola con fuerza, ella le pedía por favor un descanso, y él seguía.

La dejó descansar al final un ratito, sirvió unas copas, preparó unas rayas, me quitó la puta bola y me desató las manos para que pudiera fumar, Bea estaba desparramada en la cama, abierta de piernas y brazos. Esnifamos, bebimos y fumamos los tres para recuperarnos y pedía a Marcos que me atase de nuevo, me gustó.

Luego Marcos se fue derecho a Bea, y le dijo al oído, “ya queda poco por esta noche, preciosa”

La puso encima de él y con mucha dulzura la besó, yo los miré. Estaba preciosa, derrotada encima de aquél semental, le había destrozado el coño y todavía tenía que seguir follando. Su cuerpo carnoso, blandito y precioso se estaba viendo presa ya de aquellos brazos poderosos que le manoseaban la espalda y el culo. Marcos mordió y lamió sus tetas de nuevo, para calentarla y ella le besó y de nuevo unieron sus sexos, ella cabalgó un rato por fuera de aquel enorme pene y al cabo de un rato estaba de nuevo excitada, luego Marcos la penetró de nuevo, pero esta vez lo hizo muy, pero que muy despacio, y la beso profundamente, luego la abrazó y durante largo rato estuvieron haciendo el amor con dulzura.

Pero después Marcos subió el ritmo y de nuevo comenzaron los espasmos y los gritos, mi mujer suplicaba, ya no podía más y Marcos, al final, explotó, su polla se convulsionaba enviando riadas de semen al interior del coño de mi mujer, que gritaba como una loca, mientras sentía de nuevo un orgasmo brutal, al sentirse la yegua del semental.

Casi me desmayo de la corrida que tuve al verlo. Se durmieron y olvidaron desatarme, no me importó.

Y eso era sólo el primer día de tres, imagínate.