La madura caliente

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MADURA LUJURIOSA.

No sé por qué estoy tan dispuesta a coger. Algo ha surgido en mí a raíz de un relato que habla de una mujer madura con la que me sentí identificada. No me había visto como mujer madura hasta que una noche me lo soltó mi marido, con mucha guasa, diciéndome que ya era una MILF, hembra con una edad que la hace apetecible a mayores y a jovencitos. Eso dejaba claro que ya no era la mujer joven que yo me creía que era. El hecho cierto es que empecé a leer historias de maduras con otro interés y me encontré que a las mujeres de mi edad muchos las ven como muy apetecibles para una buena cogida. Y de pronto me di cuenta que quería jugar ese rol.

Acompaño a mi marido en un viaje corto de trabajo a Bilbao. Él sale del hotel a la mañana y vuelve a la tarde noche. Luego nos damos un paseo, una cena y una buena follada. Ya me he visitado los maravillosos museos de la ciudad , no sabía que hacer, así que he decido darme un día de relajo corporal. Había visto una propaganda de un hotel spa y voy a pasar unas horas cuidando mi cuerpo.

Tomo una habitación por horas y en seguida estoy en la pileta tomando el sol y nadando. Una sabe cuando la devoran con la mirada. Tengo esa sensación. La verdad es que llevo un bikini negro que apenas tapa los pezones y deja al aire los cachetes del culo. Es el que he metido en la maleta para ir a la playa con mi marido si se daba la ocasión. Que a una le miran como me están mirando nos gusta a todas, así que me muevo más y mas incitante mientras intento darme cuenta quien es la persona que esté haciendo que me caliente.

Creo que lo he descubierto. Es un hombre joven, lo que en estas tierras del norte de España, llaman un chicarrón: fuerte, alto y encima bastante guapo.

Me decido a jugar, a ver que ocurre, eso de ser una madura apetecible me pone mucho. Salgo de la pileta y me meto en el jacuzzi. Las burbujas del agua me dan un gusturrín tan agradable que me caliento un poco más. Solo eso puede justificar lo hago cuando el joven entra en el jacuzzi y se coloca a mi lado. Porque descarada muevo mi mano hasta tocar su bañador y busco lo que quiero encontrar: su polla.

La tiene dura, es gorda y grande. La acaricio disimuladamente, cada vez más caliente. Es una aventura insospechada que me surge y mi concha dice que no debo desaprovechar. Le miro los ojos, son pardos, con pestañas largas, como se está poniendo su verga. Me deja hacer, él no me toca y eso me pone mas y mas cachonda.

No quiero que se corra así que me levanto, me estiro para que vea que yo también estoy caliente. Tengo los pezones duros y erectos que se marcan en la ligera tela del bikini y voy despacio hacia la sauna. Me sigue.

He creído que iba a estar vacía pero hay otra pareja, de todos modos me apetece seguir jugando a calentarnos con el calor de la sauna. El juego mental de los dos tipos de calor me hace sonreír y el joven lo toma como una invitación. Se sienta pegado a mí. Me gusta, tiene un buen cuerpo y se le marca una buena pija. Me apoyo en su hombro, se da cuenta que acepto el juego del sexo sin conocernos. Me toma de las manos, hace que me levante, sé lo que quiere y lo hago: me siento sobre sus piernas.

Me voy moviendo sintiendo su tranca dura contra mi carne sudorosa, me coloco sobre ella, de forma disimulada pero de modo que mi concha cubierta por el bikini quede sobre su cipote cubierto por su traje de baño. Y empiezo a moverme como una serpiente culebreando lenta contra su verga pétrea. Estoy muy excitada, solo el sudor de la sauna puede disimular como tengo el coño empapado. No puedo seguir y creo que mi compañero tampoco.

Salimos, tiene la polla dura levantando el bañador, pasamos rápido a las duchas. No hay nadie. Nos metemos en una, abrimos el agua, y nos besamos. Es un beso largo, en el que siento su cuerpo contra el mío mientras su lengua explora mi boca. Nos separamos cuando nos falta el aire. Me quita el top, mis tetas quedan a su antojo. Mis pezones erectos como pequeñas falanges del meñique le asombran. Y los besa, los lame , los chupa, los mordisquea. Yo aprovecho para bajarle el bañador y sacar su pija enorme y dura. La acaricio, la estrujo, estoy salvaje.

– Si sigues me corro- me dice en un susurro.

Me gusta su voz de bajo, profunda, encelada.

– Déjame hacer.

Me arrodillo y me meto la verga en la boca, me apetece lamerla pero sé que no va poder aguanta mucho más. Así que juego con mis labios y mi lengua con su picha hasta que me larga el chorro de su leche.

Me levanto y le beso, quiero que sepa a que sabe su hombría. Él me separa y es el que se baja hasta llegar a mi concha. Me abro de piernas, siento su nariz en mi vientre, y tierno y hambriento comienza a lamerme el clítoris. Le aprieto la cabeza contra mí, estoy tan caliente que sé que me voy a venir en segundos. Y lo hago, temblando, en una enorme ola y terrible gemido.

Oigo que hay gente llegando.

– Vamos a la habitación- me dice y me toma de la mano. Nos cubrimos con los albornoces que hemos tomado al entrar en las duchas.

En el ascensor no paramos de besarnos , de sobarnos, de acariciarnos cegados por la lujuria y el deseo. Apenas entramos nos tiramos sobre la cama, nos arrancamos la escasa ropa y nos quedamos desnudos. Quiero verlo. Me gusta, está bueno y tiene una buena chorra que vuelve a estar en alto y dura. Me doy cuenta que a él también lo gusto y que mi chochito depilado le excita y le atrae como una flor a una abeja, porque se mueve para comerlo.

Me encanta que me coman la concha, pienso que las chicas solemos comernos mejor entre nosotras pero los tíos en el pilón tienen un encanto especial y lo estoy comprobando. Sabe devorar una almejita. Juega con la lengua por mis labios vaginales, ara la boca de mi sexo y lame, chupa mi clítoris inflamado. Lo hace bien el condenado. Yo debo ser agradecida y hacerle una mamada digna de su comida de coño. Y lo hago, mis dedos, mis labios ,mi lengua mis dientes y toda yo nos esforzamos es hacerle gozar. La verdad es que me encanta su sabor, no está circundado y lametear esa zona del cipote donde se recoge el pellejo es una delicia para mí y para él.

Me doy cuenta que me estamos poniendo al filo de volver a corrernos, y que me da tanto gusto que no me concentro en hacerle la mamada.

– Quiero sentirla dentro- le pido.

Deja su abrevadero y se pone de pie. Yo le imito, nos miramos. Estamos ansiosos. Le empujo, cae en la cama, quiero montarlo. Me subo, coloco un pie a cada costado de su cuerpo y voy bajando, agarro su verga y hago que su cabezón llame a la puerta de mi coño. Estoy tan mojada, que cuando lo suelto y voy haciendo que entre en mi vagina empapada, la enorme tranca se desliza hacía el fondo de mí. Me quedo clavada, quieta. Quiero que disfrute él y yo también del saber que estamos pegándonos un polvo maravilloso, insospechado y salvaje.

Comienzo a subir y bajar muy despacio, disfrutando del pedazo de polla que me taladra. Me muevo adelante y atrás, a un lado y a otro. Y jugo con mis músculos vaginales, quiero que disfrute de mi experiencia de fornicadora. Él está emocionado con mis tetas, las acaricia con las palmas, haciendo que mis pezones vibren bajo sus manos. Luego los pellizca , suave, haciéndome disfrutar. Yo acelero el ritmo, he logrado que su verga roce mi punto G y sé que me voy a ir en un momento. Parece que lo adivina y me aprieta los pezones , el pequeño dolor es el disparadero de mi orgasmo. Me vengo con todo. Me quedo tumbada sobre su pecho. Le muerdo los pezones y le ordeno.

– Quiero tu leche…¡ Rómpeme!

Me levanto y dejo su verga en alto como un enorme árbol y me pongo en cuatro. Él sonríe, se coloca tras mío, y de un golpe me mete la enorme pija de un golpe. Tiene ganas de mí, me agarra por las caderas y se convierte en una taladradora. Rápido, salvaje, me folla , haciendo que su arma me taladre. Estoy tan cachonda y me está cogiendo ta bien, que empiezo a chillar. Sé que eso le gusta y le excita . Su poronga llega casi a salirse y luego entra hasta el fondo. Una y otra vez. Se queda quieto, va a soltar la leche, soy yo la que le ordeño con mi coño que se mueve hasta que él vuelve a entrar en acción y me larga su semen.

Ha sido un delicia de follada. Nos quedamos tumbados en la cama. Él me pasa el brazo por el hombro, yo me reclino en su pecho.

– Me llamo Tomás, pero me llaman Tomy.

– Yo me llamo Elena. Ha sido estupendo, Muchas gracias.

– Sabías que íbamos a congeniar cuando aceptaste quedar conmigo acá.

– Yo no te conocía de nada, creo que hay un error. Un delicioso error. Has quedado con otra.

Empiezo a reírme , le doy un beso tierno y le digo:

– Ya te ayudo a buscarla.

A Tomy , que me regaló “Del relato a la fantasía con una madura” en el que yo era su musa.