La mamá de mi gran amigo

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Me quedé anonadado con su confesión, justamente aquel detalle y no otro fue el que quedó impresionado en su mente.

—¡Oh, mi lengua bajo tus bragas mojadas por el pipí! —añadí—. Pero no me importó que fuese así, te las hubiese comido igual de saberlo.

—¡Oh, Beltrán qué vergüenza! Te confieso que eso fue justamente lo que más me enervó, no me dio tiempo a limpiarme pues te oí llegar y al ver la puerta abierta me levanté y me las subí.

—Para mí fue la primera vez Ana Belén, pues como supondrás soy virgen —le confesé.

—Eso era algo de esperar Beltrán. El caso es que una no es de piedra, ¿sabes? Y verte allí, arrodillado, lamiéndome tan íntimamente, es algo que no se me va de la cabeza.

El silencio se abrió entre nosotros, yo sabía que ella quería algo, pero no me atrevía a dar ese primer paso. Estaba aterrorizado.

—¿Bueno y ahora qué? —dije soltando una risita nerviosa.

—Pues no sé Beltrán, yo tampoco soy muy lucha en estas situaciones sabes.

—¿Quieres que te lo coma? —dije casi sin pensar.

Ana se quedó mirándome, con su pelo recogido y sus dedos entrecruzados, con sus codos apoyados en las rodillas.

—¡Oh Beltrán! No se si me arrepentiré de esto, pero ven, ven conmigo —dijo.

Se levantó y me tendió su mano para que la acompañase. Obedecí, pues yo deseaba ser el chico más obediente del mundo en ese momento.

Me condujo al estrecho baño donde el otro día tuvimos nuestro fugaz encuentro. Mi corazón palpitaba a mil por hora, bien parecía que se me fuese a salir del pecho.

—No digas nada, tú solo haz lo que yo te diga, ¿vale?

Asentí y entonces ella bajó sus bragas por sus piernas flacuchas y se sentó en la taza del váter. El sitio no estaba muy iluminado por lo que apenas pude ver su sexo entre sus muslos. A continuación el pipí cayó a chorro en el agua mientras ella me miraba con inquietante mirada.

Luego se levantó y sin limpiarse se las volvió a subir.

—Ahora hazme lo del otro día, quiero recordarlo de nuevo, ¿te atreves? —me dijo mientras se levantaba el vestido y me ofrecía sus bragas.

E hincando mis rodillas ante ella, ésta me acercó sus bragas mojadas por su pipí y…

—¡Ahora cómetelo! ¡Cómetelo todo! —me ordenó

Y mi lengua se paseó por todo sus bragas, su mojadas bragas con sabor y olor a pipí. Una zafia sensación para un momento muy caliente y perturbador. Sus manos cogían mi pelo y paseaban mi cabeza por ahí abajo. Me agarré a su culo y lo apreté con ganas lo cual incrementó mi excitación.

—¡Oh, sí Beltrán! ¡Sigue! —insistió.

Y yo lamí hasta que ella apartó sus bragas blancas y ofreció su sexo abierto, entonces clavé mi lengua en sus raja y lamí todos sus jugos, sus calientes jugos y degusté su dulce sabor salado.

El sabor del pipí había desaparecido, ahora todo eran jugos que manaban abundantemente de su sexo mientras yo seguía lamiendo y bebiendo su dulce néctar.

Y ella gemía y se contorsionaba mientas apretaba mi cabeza contra su sexo. Hasta que estalló en un mar de placer, corriéndose en mi boca, mientras sus muslos comenzaron a temblar y temblar al ritmo de mis lamidas bajo su caliente sexo, mientras ella bufaba y se sofocaba en los estertores del orgasmo.

22
Cuando se hubo repuesto se limitó a limpiar su sexo con una gran bola de papel mientras yo me incorporaba y no dejaba de mirar curioso, aquel acto de intimidad femenina.

—¿Y ahora qué? —dije yo expectante.

—Ahora te vas Beltrán. Ya te dije que lo nuestro no puede ser, si te quedas me querrás follar y yo sé que me gustará Beltrán, pues llevado años follar. Pero esto ha estado bien, ¡y no sabes cuánto te lo agradezco! ¡Uy, qué tarde es, son casi las dos y aún no he hecho la comida! —añadió como excusa.

—¿Y yo, qué pasa conmigo?

—Vamos Beltrán, eres joven, conoce a otras chicas y fóllatelas. Yo recordaré este encuentro y me masturbaré pensando en tu polla, pensaré que me la metes muy adentro y me correré pensando en ti.

Entonces ella se acercó y me dio un morreo muy húmedo y tremendamente caliente que me desarmó por completo.

Como en estado de shock me acompañó a la puerta y me despidió de esa forma tan poco apropiada, a quien tanto placer le había dado hace apenas un momento.

Deambulé sin rumbo fijo, estaba ido, aún recordaba la tórrida escena en mi mente. Un vivido recuerdo que ahora me atormentaba y excitaba a partes iguales. Sentía el sabor de su sexo aún en mi lengua, su penetrante olor en mi pituitaria y sólo había una cosa que desear en ese momento: ¡follarla! Y una gran pregunta, ¿por qué no me dejó hacerlo?

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La madre de mi mejor amigo es una obra de sesenta y nueve capítulos «cortos», gracias a ello la acción se desarrolla de forma rápida, espero que os estéis disfrutando de sus primeros capítulos. Mientras vea que la serie tiene apoyo seguiré publicándola, aquí os dejo su sinopsis:

En esta vida hay cosas que no podemos elegir. Una de ellas es de quién nos enamoramos, pues cuando el amor llega, nos sorprende, nos supera, nos eleva, nos aplasta, nos zarandea como el viento al junco y en esos momentos sólo hay dos opciones: o nos plegamos como el junco y nos entregamos a él, o nos resistimos y la locura hace mella en nuestra alma.

Tal vez digo esto como justificación, pues yo terminé enamorándome de la madre de mi mejor amigo…