Mi prima me confía a su hijo, pero no para que me entre como lo hace

Rate this post

La Madrina

Mis lectores y amigos esta es mi más reciente aventura y espero les agrade. A mí me encanta compartirlas con ustedes y el correo electrónico que recibo de ustedes me empuja a seguir escribiendo y relatando mis experiencias. Como siempre, favor de leer las historias previas para que tengan una idea de cómo soy yo y quienes son los personajes de mis relatos.

~Junio 2, 2019~

Siempre he estado orgullosa de mi juventud. Algunos de ustedes que han recibido mis fotos pueden dar fe de eso. Intento mantenerme activa y seamos honestos, cuidar de una niña de 4 años es hacer ejercicio por sí solo. Además de cuidar de mi nieta, las tareas de la casa y las reuniones y almuerzos de mis proyectos de caridad me mantienen ocupada y moviéndome el día entero. Y, no olvidemos las frecuentes visitas al gimnasio. No voy a entrar en detalles de nuevo sobre mi apariencia, pero digamos que todavía los caballeros de todas edades se dan media vuelta cuando me ven caminar por su lado.

A la edad de 20 años, mi prima Miriam dio a luz a un hermoso bebé en el estado de Texas, haciendo que su esposo, un militar de carrera, sea un padre muy orgulloso y, por habernos criado muy juntas desde niñas, ella me nombro la madrina de su hijo. Desafortunadamente, su padre falleció en un accidente de entrenamiento militar cuando José mi ahijado tenía ocho años. Las cosas no eran tan malas para mi prima y su hijo. Tenían un seguro de vida que pago su casa, más la modesta cantidad de dinero que les daba el gobierno por ser viuda militar. Mi prima conocía a todos en su pequeña ciudad turística en el centro de Texas, lo que la ayudó a conseguir un trabajo en un lujoso hotel local. Miriam y su hijo se establecieron en una existencia tranquila pero cómoda.

Después del bautizo y mediante los años pasaban no tuve un contacto frecuente con mi prima ni con mi ahijado, una foto de la escuela de vez en cuando o un mensaje en el ‘Feis’ me dejaban ver el crecer de mi ahijado y las actividades que llevaba.

Ahora que saben un poco sobre el trasfondo de esta historia, contaré mi pequeño secreto a aquellos que no han leído mis historias anteriores. Me llamo Marlene, tengo 49 años de edad, y he estado en la relación íntima más increíble con mi hijo Gabriel durante los últimos 3 años y medio. Debo decirles que, como hijo, esposo y amante, él se ocupa de todas mis necesidades como mujer. Bueno, cuando él está en casa de todos modos. Él ha estado subiendo en la escala corporativa y eso significa más viajes, más compromisos y responsabilidades, lo que a su vez significa más oportunidades para que la zorra en mí quiera salir y jugar. Les digo que a veces ha sido difícil mantener mi relación sexual con Gabriel del resto de la familia. De cualquier manera, que mi hijo deje su hogar por largos períodos de tiempo ha sido una bendición, ya que soy libre de hacer lo que me plazca. Ante la posibilidad de que piensen mal de mí, debo decirles que lo respeto plenamente como esposo y compañero, pero si hay alguna mujer que esté leyendo esto, ustedes deben entender mi situación. Todas tenemos necesidades.

¡Ahora! Me distraje por un momento. Aquí está el secreto que he estado deseando contarles a ustedes durante meses. Miriam mi prima me envió un mensaje hace unos tres meses atrás rogándome que le de hospedaje a Jose por un tiempo ya que se había amistado de un grupo de chicos que no eran de su gusto, por lo visto ellos eran de mala vida y querían que Jose se incorporara a sus actividades maleantes. Miriam al ver el camino malo que esto podía producir decidió enviarlo a la Florida donde vivo con mi hijo Gabriel, para quizás con mis consejos cambie de esas costumbres feas.

José, mi ahijado, llegó, no inesperadamente, a mi puerta hace tres meses. Recibí una llamada de mi prima diciéndome que esperara a José el siguiente Sábado por la tarde. A los 20 años, después de un tiempo corto en la universidad, había decidido que no era algo que quisiera continuar, lo que llevó a que su madre finalmente dijera que ya era suficiente y me lo envió. Abrí la puerta ese Sábado por la tarde, para ver a un chico de 1.82 metros de alto, musculoso, de piel oscura, y una sonrisa media tímida y coqueta al mismo tiempo parado frente a mí. Era la pura imagen de su padre, de descendencia afro-americana. No lo había visto físicamente en más de 16 años y me asombro lo apuesto que era en persona.

«¡Hola madrina!»

«¡Hola Joselito como estas, pasa por favor y ponte cómodo!» Le conteste, recibiéndolo con un fuerte abrazo.

Después de cocinarle una deliciosa cena, nos sentamos hasta después de la medianoche para ponernos al día con todo lo que había sucedido en los últimos años. Él me dio la primicia sobre su madre y las cosas y los proyectos en los que ella estaba trabajando y las relaciones amorosas que ahora tenía con su novio.

«¿Cómo estuvo tu vuelo desde Texas cariño? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte conmigo?» Yo cuestioné

«El clima estuvo perfecto para el vuelo». Respondió. «Mamá dijo que estaba segura de que tenías muchas tareas en las que podrías usar mi ayuda ya que Gabriel no está en casa. Tengo que pagar por mi habitación y comida de alguna manera. ¿Es un mes demasiado tiempo?»

«No seas tonto». Yo lo regañé. «Tengo algunas cosas que hay que cuidar, pero de ninguna manera deberías considerarlo como pago para alojamiento y comida. Incluso yo te pagaría a ti. Te ayudaría en reunir un dinerito para tus gastos personales».

La siguiente semana y media su compañía me dio un renovado vigor y fuerza. Era, sí, intoxicante, tener a un hombre, así sea mi ahijado, cerca para cocinarle y hacer algunas de las tareas más extenuantes en ausencia de mi hijo. La mayoría de las veces, ignorábamos las tareas y nos dirigíamos a la ciudad para comer helado, visitar amigos y presentarles a mis amigas mi ahijado. Me sentí más viva que en algunos años.

Me desperté un sábado por la mañana y comencé a preparar el desayuno para mi nieta y Jose, mientras recogía la ropa para comenzar a lavarla.

Sin pensarlo, honestamente, abrí la puerta de la habitación de Jose y me estremecí con vergüenza, al verlo acostado en la cama masturbándose. Ya saben, tirando de su polla. Fue un momento muy vergonzoso para mí al no saber cómo iba a reaccionar al encontrarlo en esa situación.

«¡Lo siento mucho, cariño!» Tartamudeé, mientras me retiraba apresuradamente, cerrando la puerta.

Cuando el pobre chico bajó a desayunar, me fue difícil hacer contacto con él.

«Madrina, todo está bien». Me lo aseguró. «No debería haber estado haciendo eso aquí de todos modos».

«Debería haber golpeado primero». Respondí. «Simplemente no estaba pensando. Un hombre joven necesita liberar la tensión acumulada.

¿Y por qué no te sientes libre de hacer eso aquí?» Pregunte con consternación.

«Bueno, ¿vamos a fingir que no sucedió?» Él ofreció. «¿Nuestro pequeño secreto?»

«¿Qué? ¿Crees que saltaría al teléfono y hablaría con tu madre?» Bromeé

«¡No! ¡Madrina!» Él rió. «Aprecio tu actitud abierta sobre el tema».

Bueno, estoy interesada en mantener nuestro pequeño secreto, pero me cuesta mucho olvidar lo que sucedió y lo que vi. No podía dejar de pensar en esa polla negra, gruesa y brillosa entre sus manos. Repitiendo el evento en mi cabeza, el no parecía preocupado por cubrirse a sí mismo. ¿Estaría exagerando? Me quedé allí de 4 a 8 segundos y él se sorprendió tanto como yo. Él podría haber reaccionado, cubriéndose a sí mismo, o algo así.

Ahora, él no ha actuado de manera diferente. Y tampoco yo, abiertamente. Pero, estoy adolorida con toda la atención que le he estado dando a mi vagina, las últimas dos noches. Para ser más exacta, mi pequeño clítoris. Todo lo que puedo pensar es mi ahijado, está bien, confieso, su polla bastante grande. Lo sé, no la pude ver completamente, él la había agarrado casi toda, pero vi la cabeza y era lo suficientemente grande para hacerle competencia a una lata de cerveza.

Habían pasado dos semanas, y una mañana me sorprendió un poco cuando José bajó a desayunar. Caminó detrás de mí mientras yo fregaba unos platos en el lavabo de la cocina y puso sus brazos alrededor de mi cintura, dándome un enorme apretón, sacándome completamente fuera de guardia. No es que necesitara mi guardia arriba, fíjense. Yo llevaba puesto unos pantaloncitos cortos como usualmente uso en casa, una camiseta liviana y nada más. Por lo que pude sentir todo su cuerpo apretándose al mío.

«¿Sabes, madrina?» El empezó. «¿Tienes que decirme por qué nunca te casaste de nuevo? Eres una mujer muy guapa. Me casaría contigo si no fueras la prima de mi madre. Estaría durmiendo en el paso de tu puerta, de verdad lo haría.»

«¿Qué te hace pensar que necesito un hombre en mi vida? A pesar de que serías un buen candidato si las cosas fueran diferentes, me imagino.»

Mientras desayunábamos, le conté las razones por las que nunca me había vuelto a casar. Más o menos la misma historia que les he contado a mis lectores, sin mencionar las cosas más íntimas, por supuesto.

«Madrina, todavía no entiendo cómo una mujer como tu puede llevar una vida sin un hombre». Él dijo.

«Mamá y su novio siempre se pasan arrasando el uno al otro, ya sabes, en el dormitorio. ¿Nunca tienes anhelos en esa área?»

«¿Y cómo sabes esas cosas sobre lo que hacen tu mamá y su novio en el dormitorio, jovencito?»

«Los he estado escuchando a través de la pared durante meses». Respondió. «Pensé, si mi madre es así y las primas que crecen juntas suelen tener los mismos hábitos, me preguntaba por ti».

«¿Has estado pensando mucho?» Yo desafié. «Te sugiero que te concentres en las tareas de hoy para que se te vaya esa fuerza para estar pensando estas boberías».

«¡Oh! Tengo mucha fuerza, madrina». Respondió. «¿Si entiendes lo que digo?»

«¿Eres siempre tan abierto sobre tales asuntos?» Le pregunté a él. «Vas a hacer que tu madrina se sonroje con tantas tonterías».

«No te sonrojaste cuando entraste en mi habitación sin antes avisar». El desafió. «De hecho, ¿la mirada en tu cara parecía mostrar curiosidad?»

«¡Bastante ya muchacho!» Yo amenace «¡Será mejor que comas y vayas a hacer tus tareas antes de que te dé con la escoba!»

Ahora, no soy ingenua. Sabía cuáles eran los pensamientos de mi ahijado. Me veía como una mujer sola en el mundo, sin un hombre a su lado, lo que se traduce como una mujer con una necesidad desesperada de sexo. Si hubiera podido decirle lo buena que era mi vida sexual, podría haber tenido una actitud diferente. O eso creía en ese momento. Pero déjenme continuar. Más tarde esa noche, mientras regresábamos de la heladería, yo tenía mis propias preguntas.

«Supongo que cuando te fuiste de casa, ¿un joven guapo como tú debe haber dejado a una joven guapa llorando?» Yo pregunte.

«Para ser honesto, madrina, no he tenido mucha suerte con las chicas». Respondió. «He tenido algunas novias, pero las he perdido a otros muchachos. Ha sido francamente deprimente. Es una de las razones por las que accedí a mudarme contigo».

«¿Le estás diciendo a tu madrina que a tus 20 años nunca has tenido relaciones íntimas con una chica?» Pregunté, en tono preocupado.

«Mi única intimidad ha sido escuchar a mamá». Respondió.

No me gustó mi siguiente pregunta, pero su admisión, dos veces ahora, de tener conocimiento de los momentos íntimos de su madre me molestó desde la primera vez que lo mencionó.

«Alguna vez, y odio usar la palabra espía, así que lo pregunto directamente, ¿alguna vez has visto a tu madre………… teniendo sexo?»

«¡No! Pero para ser honesto, si lo he intentado». Respondió. «Pero sólo he visto algunas películas porno.

«La pregunta me había estado molestando. Lo siento». Me disculpé. «Supongo que la realidad de todo esto es que si estás viendo a tu madre o una película, se trata de lo mismo, si no participas de verdad, te sientes frustrado».

«Entonces, ¿estás diciendo que estás frustrada también?»

«No pongas palabras en mi boca, jovencito». Lo reprendí, sin mucho fan. «Estamos hablando de ti».

Admito libremente que sentí pena por mi ahijado. Yo misma he encontrado que la auto-gratificación es bastante placentera. Me desconcertó que los dos pudiéramos hablar de cosas tan íntimas tan abiertamente y sin vergüenza. Con humor incluso. Podía decirse claramente que él estaba más concentrado en que yo fuera una mujer, que su madrina, y en su evaluación, que yo necesitaba compañía sexual.

Nos despedimos y nos retiramos temprano, alrededor de las 11:30. Me desnudé y tomé mi baño habitual. Sentada en el agua tibia, reflexioné sobre lo que podría estar haciendo Jose. Después de la charla que tuvimos, yo sabía que él tenía ganas de hacer, así que estaba bastante segura de lo que lo estaba haciendo, o lo que haría antes de irse a dormir.

Salí del baño y me paré frente a mi espejo de cuerpo entero, estudiando mi cuerpo desnudo. Tuve que admitir que incluso con el paso de los años mis muslos estaban llenos, pero aun así tonificados. Mis piernas eran curvas pero no largas para mi altura de 1.52 metros. Mis pechos pequeños pero paraditos para mi edad. Mis pezones, rosaditos ​​y sensibles a todo, pensé, seguían siendo la envidia de cualquier chica universitaria. Torcí mis caderas para estudiar mis nalgas y yo, como siempre, pienso que son mis mejores atributos. Mi culo era un poco más grande de lo que preferiría, pero, en general, tengo que darle a mi culo una calificación de A+, ya que todo amante que he tenido se ha enloquecido por ellos. Vi mi vientre, ya no tan firme, pero afortunadamente no protuberante. ¡Ahora mi montículo! Eso si es algo hermoso, recién afeitadito es la kryptonita de los deseos de mi hijo. Para darme una verdadera evaluación de mi feminidad, debo admitir que no tenía nada de qué quejarme.

Entonces escuche un golpe ligero en la puerta de mi habitación.

«Adelante.» Dije, sin pensarlo, honestamente, me he acostumbrado tanto a caminar desnuda cuando Gabriel está en la casa que no me di cuenta de que era solo un impulso y quien estaba al otro lado de la puerta no era Gabriel sino mi ahijado. «¡NO! ¡NO! ¡Espera José! No………….”

Fue muy tarde. Mi ahijado estaba a unos buenos 2 metros ya dentro de la habitación. Agarré mi bata de baño, que estaba, desafortunadamente, a unos 4 metros de distancia.

«¡Cariño! ¡Lo siento mucho! ¡No estaba pensando!» Tartamudeé, disculpándome. «Estaba soñando despierta.»

«¿Mirándote en el espejo, desnuda?» El cuestiono «¿Lo haces a menudo?»

«Una mujer mayor necesita estudiar su cuerpo, de vez en cuando. Son buenas prácticas de salud. Pero bueno, ya estás aquí. ¿Qué puedo hacer por ti?» Contesté, atando el cinto de algodón alrededor de la bata de baño. Noté que el llevaba pantalones cortos de pijama y una camiseta blanca. Y apareció, recién bañado, con el pelo todavía un poco húmedo.

«Eres una hermosa mujer.» El elogio

No le di las gracias, quedándome callada.

Él continuó. «De todos modos, no tengo sueño en absoluto. Me preguntaba si todavía estarías despierta. ¿Pensé que tal vez podríamos hablar un poco más?»

Tuve la tentación de decirle que sí, que estaba cansada y con sueño, pero él me miró muy deprimido y simplemente no tuve el corazón para rechazarlo.

«Solo estoy un poco cansada, pero no tengo sueño. Ven, siéntate conmigo en la cama y podemos hablar un poco más». Sugerí. «Aquí, no muerdo. Recuéstate sobre las almohadas y siéntete cómodo. Y, justo en caso, si me quedo dormida, simplemente apaga la luz y cierra la puerta cuando te retires».

Escuché a mi ahijado hablar por más de una hora, inyectando una pregunta aquí o allá, y todavía no me entraba el sueño. Comenté ocasionalmente para darle la impresión de que me aferraba a cada palabra, pero mi mente seguía pensando en un solo pensamiento. ¿Debería darle a este niño, mi ahijado y el hijo de querida prima, una experiencia que él recordaría toda su vida? Llegué a una decisión, «por qué rayos no»

Los dos estábamos acostados de espaldas y yo tiré del cinturón de mi bata de baño para aflojarlo un poco, antes de girarme hacia mi lado derecho para verlo de frente.

«Amor, ¿sabes que se supone que una mujer debe chequear si se encuentran masas en sus senos ocasionalmente? Por eso me estaba mirando en el espejo». Dije, tan despreocupadamente como pude. «En el momento que entraste pensé que sentí algo. Me estaba preguntando. ¿Crees que podrías chequear aquí por mí, a ver si sientes algo?»

Abrí la bata para exponer una buena parte de mi seno izquierdo, apuntando con mi dedo índice a un área cerca de la parte inferior. Giró ligeramente a su izquierda y sostuvo su mano derecha a unos centímetros de mi seno.

«¿Qué es exactamente lo que estoy buscando?» El preguntó.

«Cualquier cosa que se sienta dura, como una masa. Tienes que apretar un poco fuerte». Contesté, tan seriamente como pude. «No te preocupes por hacerme daño».

Estudié su reacción buscando algo en su cara que indicara lo que podría estar sintiendo, o pensando, mientras apretaba mi pecho.

«¿Sientes algo cariño?» Yo pregunté.

«No. No puedo decir que sienta ninguna masa madrina». Él respondió, luego preguntó. «¿Qué tal el otro?»

«No, solo pensé que era esta». Respondí

«No hay masa. Eso es algo bueno, ¿verdad?»

«¡Sí! ¡Eso es algo realmente bueno!»

Intencionalmente no intenté alejarme de él y él continuó apretando mi pecho, pero de una manera más suave.

«¿Pareces estar disfrutando?» Dije suavemente, con un ligero tono burlón y algo sensual mordiéndome el labio inferior.

«Lo estoy, pero voy a dejarlo si quieres que lo haga, madrina» Comentó.

«Realmente no veo ninguna razón para que te detengas. ¡Se siente muy bien cariño!» Respondí. «Pero, ¿qué tal si empiezas a llamarme Marlene, en lugar de madrina? Llamarme Marlene sería un poco más informal y cómodo, ¿no te parece?»

«Sí, Marlene». El reconoció. «¡Mucho menos formal!»

«Exactamente.» Contesté, con ternura. «Masajear el seno de tu madrina, es mmm un ‘no no’. Masajear la teta de Marlene, es más aceptable. Sin embargo, debe ser nuestro pequeño secreto.

«Ciertamente.» Él fácilmente estuvo de acuerdo.

Lo dejé acariciar mis tetas por un buen rato, incluso girándome un poco para darle acceso a la otra. Al mirar hacia abajo, pude ver claramente el contorno del comienzo de su erección. Ahora fíjense amigos, no tenía un plan de juego aquí. Estaba solamente dejando que mi ahijado disfrutara de mi cuerpo.

«Bebe.» Dije sensualmente, y usando mi dedo índice de nuevo para señalar mi pezón endurecido. «Pon tus labios aquí mismo. Chúpalos ligeramente. ¡Así, amor, así!» Lo hizo con timidez pero con convicción.

Los pantalones de pijama de mi niño estaban lo suficientemente flojos alrededor de las piernas para permitir que me sorprendiera totalmente al sacar su polla muy erecta, con su mano derecha. Me quedé bastante sorprendida por la audacia de su movimiento y su acción. Mi sorpresa se disipó bastante rápido y me quedé mirando a mi ahijado acariciando su polla mientras chupaba mi pezón, con los ojos cerrados. Pude ver que él tenía bastante vello púbico, todo tan negro azabache como el cabello en su cabeza. Su cuerpo musculoso, sus brazos cubiertos de venas y su marco de hombre me resultaron omnipotentes.

No sé con certeza cuánto tiempo dejé que este niño continuara. Él no parecía estar llegando al orgasmo. Tal vez él había tomado un curso de acción tan atrevido para mi beneficio. Tengo que admitir que estaba contenta con el momento. Bueno, casi.

«Joselito mi amor, ¿puedo?» Pregunté, colocando mi mano izquierda sobre su mano y buscando desplazar su mano por completo.

Me permitió hacerlo, comencé a jalar su polla y el comenzó a chuparme un poco más el pezón usando su lengua y sus dientes para aumentar esa sensación tan rica. Ahora tenía una mano libre y descendió en mi cadera. Solté su polla y quité su mano, luego, volví a su polla. Tres veces lo hice. Cansada del juego, dejé que su mano permaneciera en mi cadera. Pronto, su mano vagó sobre mis caderas a mi culo, apretando mis nalgas casi en todas partes donde su mano acariciaba. Mis lectores estarían orgullosos de mí, y mi presencia mental para seguir manteniendo la calma. Cualquiera que fuera el plan de juego que tenía, ciertamente no iba a estar en una vía rápida. Iba a asegurarme de que este joven conociera a fondo el cuerpo de una mujer madura esta noche.

“Madrina que ricas nalgas tienes, me vuelven loco lo grandes que son” Dijo el entre chupones de mi pezón.

Como era de esperar, al menos así lo hizo, su mano errante finalmente intentó deslizarse debajo de mi bata. Cubrió todo mi culo de nuevo, apretando y acariciando con esas manos grandes que tiene haciéndome gemir. Sus dedos buscaron la grieta de mi culo, extendiéndose lo suficiente como para tocar un poco de mi labia. Nada serio. Estaba lista para capturar su mano. Pero, me dejó saber hacia dónde se dirigía su deseo. Pensé que ya era hora de darle al niño un vistazo al verdadero tesoro.

«Amor, baja, un poco». Yo persuadí «Suelta el pezón un ratito bebé. Puedes chuparlos un poco más tarde, si quieres».

Mientras el maniobraba hacia abajo, me aferré a su polla y básicamente me invertí en la posición 69. Mi inclinación era colocar mi concha en la posición correcta para que el la estudiara hasta enviciarse. Todo el tiempo, acariciando su polla, y pudiendo ver bastante bien su polla y sus bolas, finalmente, considerando que su polla era más que adecuada. Una serpiente negra y brillosa.

Al ver que mi otra mano estaba libre, solté su polla el tiempo suficiente para cambiar de manos y quitarle parcialmente su pijama.

Sentí sus manos subiendo y bajando, y rodeando mis piernas, es inexplicable lo que se siente cuando unas manos nuevas te acarician de esa forma. Lo sentí hurgar en el cinto de algodón, desatándolo y separando ambos lados para que me desnudara. Ahora lo observé mientras pasaba su mano y sus dedos por mi lisa y húmeda concha. Finalmente, moví mi pierna derecha para permitirle ver el tesoro que tanto anhelaba de su madrina.

“Es la cosita más hermosa que he visto en mi vida Marlene. Comento él.

«¡Debo decirte qué verga tan linda, grande y dura tienes bebe!» Regresé. «Y por favor, no seas tímido. Mi vagina está ahí para tu placer».

Sentí sus dedos sondeando y tengo que admitir que en este momento estaba empezando a dejarme llevar por todas las pasiones de esta locura. Les digo que más de unos pocos gemidos escaparon de mis labios y me tomó toda mi concentración mantener mi cuerpo inmóvil. Mi atención a su polla, acariciándola, aumentó considerablemente, mientras mi mano libre acariciaba sus bolas.

«Madrina…….. Quiero decir, Marlene, tu clítoris es casi tan grande como tus pezones». Me informó mientras lo tocaba ligeramente.

«¿De verdad bebe?» Murmuré a través de un gemido. «¿Es duro como mis pezones?»

«Sí, parece ser». Respondió. «¿Puedo chuparlo también?»

«Lo que quieras, mi niño». Respondí. «Pero besar o lamer es bueno también».

José tomó mi sugerencia y yo luché, realmente luché, para mantener mi compostura. Con avidez me llevé la polla de José a mi boca. Chupé la cabeza grande y morada muy ligeramente hasta que sentí su dedo penetrarme. Para calmar mi excitación, moví mi mano hacia abajo un poco para permitirme que me llevara la mitad de su gruesa polla a mi boca. Con mi dedo pulgar e índice, continué acariciando la parte inferior de su tronco mientras mi boca consumía la parte superior, chupando firmemente. Me pareció bastante agradable cuando escuché y sentí sus gemidos. Más agradable, debo confesar, que con mi hijo Gabriel.

Tuve que apartarme de él o me iba a correr. Maniobre mi cuerpo para quitar mi concha de la atención de José, el expresando su desagrado por supuesto. Yo continúe chupando su polla cuando me puse de rodillas y me senté a horcajadas sobre sus piernas. Ahora yo estaba completamente fuera de su alcance.

«¡Madrina! ¡Tráelo de vuelta! ¡Por favor, trae tu coño de vuelta aquí!» Me suplicó.

«Solo recuéstate y deja que tu madrina te mime». Dije, liberando su polla, mirándolo cálidamente, mientras continuaba acariciando su polla con convicción.

Comence la succión de vuelta a su polla sin pensar mucho en el inevitable resultado. Dios, sabía que si continuaba, él iba se iba a venir en mi boca, pero esta era la primera vez que tenía a mi ahijado en esta situación y pensé, qué tan malo podría ser, ya habíamos cruzado a un camino de no dar de vuelta. Mi ahijado me tenía desnuda en mi propia cama mamándole su tremenda polla negra. Amigos, yo no tengo remedio, la realidad soy una puta hambrienta de pollas duras.

Fue solo un minuto o dos antes de que explotara en mi boca. Trague lo más que pude, pero chorro más chorro la cabeza de esa serpiente negra escupía mas halla de mi garganta y lo que no me podía tragar de su leche, espesa y tibia emanaba de mi boca en todo un espectáculo morboso. Pase su polla por mis tetas dejando los últimos rasgos de semen en mis pezones, era algo completamente erótico. Escuché sus gemidos mientras su culo se estremecía con un orgasmo fantástico.

«Quédate ahí, bebé». Dije con un tono muy suave. «Deja que tu madrina consiga un paño tibio para limpiarte». Me levante de la cama y camine muy sinuosamente hacia el baño, sabiendo que él me observaba las nalgas mientras me retiraba, yo solo sonreía y saboreaba los últimos rastros de la leche de mi ahijado que quedaban en mi boca.

Reflexioné sobre el cambio de nuevo a «madrina» de «Marlene», y para ser sincera, ya no me importaba en lo absoluto.

Corrí una toalla bajo el agua caliente y volví a la cama, me arrodille a su lado y terminé de quitarle su pijama limpiando suavemente su polla mientras sus manos manoseaban mis tetas y apretaban mis pezones. Regresé mi boca a su polla flacida y comencé a chuparla con amor una vez más. No pasó mucho tiempo antes de que estuviera en atención otra vez.

Le di una última chupada saboreando su verga, y me levanté, indicándole a José que se levantara también.

«Eres un jovencito muy bueno mi amor». Arrullé, mientras le quitaba su camiseta y nos girábamos, colocándome de espalda en la cama. «¿Te gusto lo que hicimos mi amor?»

«¡Sí! Fue fantástico, madrina».

«Eres tan bueno con madrina Joselito. Quieres hacer feliz a madrina, ¿verdad, bebé?»

«Sí. Lo que tú quieras madrina, no te puedo resistir». Respondió acariciando mis tetas una vez más.

«¡Quiero que me folles, Joselito!» Ordené, tirando de él sobre la cama y recibiendo su delicioso cuerpo encima de mí. «¡Vamos, folla a madrina bebe que te quiero sentir adentro de mí!» Yo arrullé.

Abrí mis piernas mientras buscaba su polla; y en un movimiento fluido, puse su polla en mi concha. «¡Empuja, bebé! ¡Dale esa vergota negra a tu madrina!» Yo persuadí «¡Métemela cariño, si así…. que rico! ¡Sí, Joselito, folla a tu madrina mi amor!» Comencé a aullar y gritar como una zorra en celo.

La naturaleza tomo su curso cuando envolví mis piernas alrededor de mi ahijado hincando mis tobillos en sus duros glúteos. El comenzó la cogida más apasionada, incestuosa y lujuriosa que había tenido en mucho tiempo. La combinación de su cuerpo negro y mi piel blanca hacían que me pusiera más cachonda que nunca. Me imaginé con su reciente eyaculación que me esperaba una larga y buena follada. Estaba en lo correcto. Deje que mi jovencito se pierda en su primera experiencia de tener sexualmente a una mujer, y quien mejor que su madrina para enseñarle los placeres prohibidos.

«¿Te gusta la conchita de tu madrina mi amor?» Susurré. «¿Te gusta lo puta que soy?»

«¡Sí! ¡Me encanta tu concha! Me encanta follarte, madrina», exclamó entre gemidos de placer.

Mi niño estaba apoyado en sus codos, soportándome con sus manos debajo de mis hombros. Sin saberlo, era un amante muy atento. Su gruesa polla estaba comprimiendo mi clítoris con cada golpe. La longitud y el grosor de su polla eran algo que me estaba enviciando, volviéndome loca de placer y de repente recordé a su madre días atrás rogándome que lo cuidara y que lo aconsejara, si la pobre mujer me viera ahora, desnuda en mi cama con las piernas abiertas en toda su gloria, con su propio hijo ensartándome su tremenda polla y haciéndome gemir como una perra. De verdad me dio gracia toda esta situación y me entro más morbo todavía.

«¡Más duro, bebé! ¡Folla a tu madrina más fuerte!» Lo persuadí, queriendo perder el control y alcanzar ese objetivo mágico. «¡Sí! ¡Más fuerte! ¡Dame duro y hazme tu mujer papito!»

José ahora estaba martillando mi concha con esa verga descomunal. Mi culo se estaba levantando para cumplir con sus empujes, hundiendo su polla profundamente en mi vientre. «¡Me vas a hacer correr papi!» Gemí en voz alta. ¡Ya ya, ya! ¡Ahyyyyyyyyyyyy siiiiiiiii!

Mi cuerpo se sacudió salvajemente cuando el orgasmo me recorrió de pies a cabeza.

Cuando mi orgasmo se calmó, me di cuenta de que mi niño todavía me estaba follando con determinación. Sabía que no había riesgo de dejarlo terminar dentro de mí. Entonces seguí recibiendo sus embates y esperé lo inevitable.

«¡Vente para mí, mi amor!» Yo persuadí «¡Termina en mi conchita papi! ¡Llena el vientre de tu madrina con esa leche deliciosa! ¡Sí! ¡Vamos! ¡Dámela cariño!»

Y él lo hizo. Juraría que bombeó una buena cantidad de semen dentro de mí, después de haber bombeado una buena cantidad en mi boca, 15 minutos antes.

¡Ya se pueden dar cuenta! Todo esa incestuosa y lujuriosa follada tomó menos de una hora, desde él caminando por la puerta de mi habitación hasta que me llenó la concha de leche. ¡Lo sé! Tanto que quería tomarme mi tiempo, verdad. Bueno, todo lo que les pido a ustedes es que entiendan que ha sido un largo tiempo para mí sin estar con mi hijo Gabriel y era la primera vez para José.

Gabriel regreso a casa después de unos días para pasar un tiempo conmigo y con su hija, y esos días fueron una tortura para Joselito, pero al cabo de una semana Gabriel tuvo que marcharse otra vez. Debo decirles que no fue necesario convencer a mi ahijado para que se quede un tiempo más haciéndome compañía. Nos llegamos a conocer muy íntimamente y nuestra relación sexual duraría la mayor parte de la noche, de las muchas noches en que el paso en mi cama. ¡Y los muchos días también!

El chico maduró mucho en el tiempo que estuvo conmigo, tiene proyectos de estudio y de trabajo y ha dejado completamente atrás a todas esas malas mañas gracias a su madrina querida. De mi aprendió muchas cosas, entre ellas, como darle placer a una mujer. Ambos tenemos recuerdos para toda la vida, incluso si su madre nunca me vuelve a visitar; estoy segura de que mi ahijado pronto visitará a su madrina otra vez.

Hasta la próxima mis amigos.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *