Nunca había tenido sexo como mujer, esa tarde un hombre que me ayudo a cruzar la calle. Me hizo sentir una puta, me desvirgo y de la mejor manera
Cruzar la calle
Esta es una historia real, una historia que me sucedió la semana pasada. Antes debo decir que soy disminuido visual, por eso camino por la calle con un bastón verde. Mi visión es tubular y bastante escasa. Suele pasar, al llegar a las esquinas, alguien se acerca para ayudarme a cruzar la calle. Eso paso aquel día.
Me había bañado. Me había vestido, solo una tanga podría delatar mis deseos. Salí a la panadera para comprar un poco de pan.
Ya en la calle, con mi bastón en mano, comencé a caminar, era una tarde apacible de un otoño que se resistía a al eminente invierno.
Al llegar a la esquina me detengo porque siento la parecencia de una persona a mi izquierda. La voz de un hombre muy cerca de mi oído.
Antes de entender sus palabras, sentí su perfume.
Te ayudo a cruzar?
Su mano tomó mi mano y la posó sobre su hombro.
– Así está bien? Pregunto sin separar respuesta. Luego creí sentir que me tocaba las nalgas. Pensé que había sido un accidente, pero un par de pasos mas tarde su mano seguía allí. No supe que hacer, y traté de disimular lo in disimulable. Al llegar a la vereda, agradecí, como lo hago siempre, bajé mi mano de su hombro golpeando el brazo cuya mano sujetaba mis nalgas.
Nuevamente gracias. – agregué .
Fue un placer.
Caminé por la avenida con la cabeza girando a mil. Compré el pan y emprendí el camino a casa. Al llegar a la esquina, esperando a que el semáforo me de el paso, cuando él volvió a presentarse a mi lado. Sin hablarme, tomó mi mano,la apoyó en su hombro, puso su mano en mi culo y cruzamos la calle sin hablar, todo pareció dicho. Esta vez no me dejo en la esquina, seguimos caminando hasta la puerta de mi edificio.
Fu e un placer que me hayas acompañado hasta aquí. Muchas gracias.
El placer fue mio. Pero… no me invitas a pasar?
Me quedé paralizada. No supe que contestar. Allí estaba yo, en el portón de mi casa, frente a un hombre que deseaba estar conmigo. Mis piernas temblaban. Él era tan varonil y tan caballero…
– Ok. Pasa.- abrí la puerta y entramos.
Me llamo Juan. M e dijo de imprevisto y yo sin pensar …- Yo me llamo Sole.
Lo dije y mientras lo decía, sentí que me iba a desmayar. Nos miramos a los ojos, vi en su mirada un destello.
MMM entonces, vete a vestirte. – me ordenó mientras se sentaba len el sillón.
Fui a mi cuarto, busqué en el ropero algo bien sexy para mi amigo.
No tengo mucha experiencia con hombres, y ninguna como Sole y eso me excitaba pero a la vez, me daba nervios, y un poco de miedo.
Me vestí con medias negra, minifalda haciendo juego y una blusa roja traslucida.
Me mire al espejo y fui a la sala esperando que Juan no se ria de mi.
Él me vio llegar.
Que linda que estás, Sole, ven y siéntate a mi lado, mamita.
Me senté a su lado pensando en que lo le había ofrecido, nada de beber, cuando me tomó de la barbilla y me besó. Sentí sus labios, su lengua, gocé de su boca, de su beso.
Me dejé tocar e hice todo lo que me fue pidiendo. Me pidió que se la saque fuera del pantalón, estaba caliente ese tronco, su cabecita brillaba y ese aroma a sexo invadió la habitación. Pidió que se la chupe como a un helado, desde la base hasta llegar a su ya mojada cabeza. Lo estaba haciendo gozar.
Nerviosamente, se bajó los pantalones para dejarme la tarea mas accesible. Llegué a sus bolas totalmente depiladas.
Cometelos.-u me ordenó.
Nunca lo había hecho algo así, abrí bien la boca y con la ayuda de la mano, logre comérmelas. Juan parecía disfrutar de lo que yo le hacía.
Comeme ahora la verga.- saqué de mi boca sus huevos y fui introduciendo su polla poco a poco, y a él se le recortaba la respiración. L o miré a los ojos y eso le gustó, porque se empezó a mover dentro de mi boca. Se corrió, con un grito seco, sentí su leche, vaciarse en mi paladar. Dos o quizás tres oleadas de rico semen.
Muy bien, Bebé. La mamaste muy bien. Como una verdadera puta.- Sus palabras me llenaron de orgullo. Estaba excitada por haber saciado a ese hombre, y sin darme cuenta, él me metió la mano entre mis piernas y se puso a jugar con mi tanga.
Quiero tocarte.- Que quería tocarme? Me pregunté para mis adentros. No dije nada y él procedió. Su mano recorrieron mis piernas. Rosaba mi hoyo y me hacía volar.
Estás limpia?
No lo sé.- dije avergonzada. Pensé que todo había terminado…
sabes como hacerlo?
Creo que si
nada de creo, yo te lo limpiaré.- me ayudo a levantarme y me llevó al baño.
Tienes una de esas cosas para los enemas?
Si.- dije temerosa. Él abrió el grifo del agua caliente y limpió la pera de goma con dedicación. Enjabonó la punta y…
A ver… dejame que te acomode.- me hizo apoyar las manos en el inodoro, dejando frente a su cara. Me bajó la tanga hasta las rodillas. Me dio una fuerte nalgada.
Relajate ahora.- apuntó el aparato en mi ano y presiono. Me quejé, mas por vergüenza que por dolor. Sentí entrar el líquido caliente, me encantó la sensación. Pero me dieron muchas ganas de evacuar.
Ahora por favor dejame sola.- le rogué y él accedió y me dejó terminar de limpiarme sola.
Cuando volví a la sala, Juan ya estaba recuperado como para seguir.
Mmm ahora si, nena, ven aquí.- me acerque con un ligero vaivén de caderas y sintiendo que era , hermosa. Me puso en cuatro sobre el sofá, me dio un par de nalgadas fuertes. Dejó caer saliva el sobre la raya de mi culo y con un dedo untó mi ano.
Se puso un condón.
Ahora te voy a hacer mujer. Relajate.
Sé que lo intente, pero al intentar penetrarme, un dolor intenso y desgarrador, me partió eh dos.
Vamos, Bebe, a caso no quieres ser una putita?
Si quiero, pero me duele.
La volvió a acomodar su verga en mi culito y me la metió. Grite pero no se amedrento. Solo mes había metido la cabeza y él lo estaba gozando.
Volvió a hacer fuerza, haciéndola entrar hasta el fondo. Juan grito de placer, yo de dolor. Pero él sabía lo que hacia. Después de dejarla quieta dentro de mi por unos minutos, diciéndome chanchadas en mi oído, se empezó a mover a cogerme y a gozar de mi. Ya no era virgen y me sentía su puta.
Su verga explotó dentro, sin dejar de moverse y de llamarme perra, puta, golfa y cosas así, hasta quedar exhausto.
Cuando se recuperó, se vistió, fue al baño y se fue, dejándome sola.
Juan, verdaderamente, me hizo sentir una mujer,¿ y una puta.
Quizás me lo vuelva a encontrar y me ayude a cruzar otra calle.