Trío con una parejita

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Estando en el súper mercado haciendo la compra llamó mi atención una mujer morena de vestido y sandalias que, a pesar del cubre bocas me pareció atractiva. Estaba acompañada de quien supuse era su esposo. Ambos de unos treinta y tantos.

Soy un hombre maduro que aprecia la sensualidad en ciertas mujeres que es lo que para mí resulta importante.

Sus piernas bien formadas y unas nalgas regulares al igual que sus pechos. Confirmo, cuando hay sensualidad y un cuerpo evidentemente cuidado sin ser espectacular, el sexo puedo asegurar, es placentero.

Traté de no llamar su atención y estaban tan concentrados en sus compras que no percibieron mi interés en ellos. Aunque tal vez debería decir, en ella.

Los pies femeninos son mi debilidad así que me acerqué a ella lo más que pude para confirmar que sus sandalias de tiras delgadas dejaban apreciar unos pies muy femeninos y agradables. Sus uñas estaban de color natural.

Llegué a la zona de cajas a formarme guardando la sana distancia y después de pagar me entretuve para poder encontrarme con ellos. A los pocos minutos, mientras yo aparentaba revisar el ticket de compra aparecieron juntos y mirándolo a él con seguridad le solté: Tu esposa tiene unos pies muy lindos que me gustaría besar, claro, si tú no tienes inconveniente en que se lo pida a ella. Espero no molestarles, nada más lejano a mis intereses. Si su respuesta es no, le ofrezco mis disculpas.

Ellos cruzaron una mirada que interpreté como: ¿Y este viejo atrevido?

Ella se miró los pies y el marido le dijo: Bueno, son tus pies ¿qué piensas?

Interrumpí con mayor seguridad: No responda ahora por favor, entiendo que es algo inusual e inesperado por decir algo. Les dejo mi tarjeta con mi número, yo vivo en Xul Ha que como saben está a unos quince minutos de aquí.

Tengo unas habitaciones que aunque son rústicas son muy confortables. Tal vez un fin de semana quieran ir a disfrutar de la laguna y pueden quedarse en una de mis habitaciones sin compromiso. Es decir, me llaman y me dicen cuando es una buena fecha para ustedes, especialmente con tanto encierro que llevamos ya desde hace un año y yo les recibo con gusto. Las habitaciones son independientes y tan sólo me conformaría con mirar nuevamente sus pies hermosos, señora. Acoté dirigiéndome a ella.

Ninguno de los dos se atrevía a tomar mi tarjeta por lo que me despedí con mucha cortesía sin ofrecer mi mano pues eso no es posible ahora y dejé la tarjeta sobre la caja de galletas que coronaba los productos por ellos adquiridos. Tomé mi carrito y de dirigí a la puerta mientras alcancé a escuchar un titubeante “gracias”. Volteé a mirarles y les regalé la sonrisa de mis ojos que era la única visible.

Volví en mi auto al pequeño pueblo en donde tengo mi negocio de alojamiento, recreando a la señora morena de lindos pies. Estaba seguro de haber provocado algo de celos y a la vez de orgullo en ese afortunado marido que sin duda podría avivar la pasión de una pareja que empieza a caer en el aburrimiento, especialmente en tiempos de estrés e incertidumbre.

Los turistas que solían recorrer esta parte del caribe mexicano están tan encerrados como nosotros así que a falta de ellos, podría ofrecer mi lugarcito sin problema a unos posibles buenos compañeros de aventura.

Esa misma noche pasadas las diez sonó mi teléfono con una número desconocido, pero del área y respondí. ¿Si? Dígame. Era una voz de hombre y se identificó como Alejandro y dijo: Del súper de esta mañana, para saber si nos quieres recibir el sábado ¿es posible quedarnos dos noches?

Por supuesto. ¿A qué hora podrían llegar?

Sobre las cuatro si no te importa… pero…

Sí, dime

¿Sólo quieres mirarle los pies a Sandra verdad?

¿Sandra? Me gusta el nombre para ella.

Risa nerviosa. Bueno, no te conocemos y queremos proteger nuestra identidad. Te buscamos en internet y vimos las fotos del lugar, vamos a ir en nuestro auto porque tienes estacionamiento.

Mira Alejandro, porque debo llamarte de alguna manera. Mi nombre en la tarjeta es real pero entiendo que tengas tus reservas y no tengo problemas con ello. Llegan, inspeccionas el lugar y si te sientes con la confianza de quedarse, adelante. Me gustaría que si no es mucho pedir, una vez que te sientas seguro, Sandra me permita descalzarla y si es posible, que traiga puestas las mismas sandalias de esta mañana.

Los espero el sábado. Hasta entonces. Y corté la llamada.

El sábado preparé la habitación para mis invitados la cual se encuentra en la parte posterior a la mía y es totalmente independiente y rodeada de naturaleza.

A las cuatro recibí una llamada de quienes serán para efecto de esta historia, Alejandro y Sandra.

Estamos llegando a Xul Ha (para mis lectores, se pronuncia Shul Ja) ¿hay alguna referencia?

Les di la información y a los dos minutos vi un auto llegar a la propiedad. Eran ellos. Se estacionaron en donde les señalé desde mi corredor y provisto de mi cubre boca.

Bajó Alejandro y Sandra se quedó en el auto. Pasa por acá Alejandro, bienvenido. Que gusto que se decidieron a venir. Caminé delante y abrí la habitación que evidentemente le agradó.

Aquí tienes la llave, yo tengo copia como comprenderás pero ten la certeza de que únicamente entraré si soy invitado y si esta vez no se sienten en confianza, pues tal vez se decidan en otra ocasión.

Gracias Max. ¿Puedo llamarte Max?

Claro, respondí y me dándome la vuelta regresé al corredor para descubrir que Sandra ya estaba fuera del auto apreciando mis flores del jardín y la contemplé con una gran sonrisa oculta. Hola, me dijo al tiempo que sus ojos me devolvían una sonrisa. No pude evitar buscar sus sus pies.

Alejandro miraba la escena y se dirigió a su esposa: ¿Bajo las cosas?

Ella respondió que por supuesto, que ya lo habían platicado y se dirigió hacia mí.

Gracias Sandra, lo pasarás muy bien, te lo prometo pero ahora te sientas, dije con cierta autoridad, al tiempo que le mostraba los confortables sillones del corredor.

Se sentó y Alejandro se dirigió al auto a sacar la pequeña maleta mientras nos miraba.

Me senté en el suelo y sin mas retiré sus sandalias con delicadeza y besé amorosamente cada centímetro de femeninos dedos en su color moreno natural que me proporcionaron una inmediata erección.

Me levanté y mostrándole sus sandalias le dije. Bienvenida, éstas me las quedo yo mientras no las necesites. Vayan a su habitación y me dicen si les falta algo. Ella caminó descalza hacia su esposo y lo tomó de la mano mientras él la abrazaba del talle y se besaban. Al llegar a la habitación me acerqué a Sandra y le dije muy suave sin acercarme demasiado: Disfruta de tu hombre, hazle una deliciosa mamada de verga y cuando te haga sentir amada, grita por favor, sólo yo les estaré escuchando.

Hay hombres, dije mirando a Alejandro, que no saben apreciar lo que tienen hasta que otro se los hace evidente.

Aquí solo estamos los tres.

Regresé a mi habitación y intenté pasar el tiempo navegando en internet y con el oído pendiente. Pasó un rato largo y después empecé a escuchar a Alejandro jadear y decir algo. A ella no le escuchaba. Luego el alzó la voz y escuché que le gritaba: Puta, eres una puta y ella respondía: Si, si mi amor soy una puta porque así me lo has pedido. Los gritos y los jadeos continuaron durante una media hora y al final silencio. Y yo con una erección desperdiciada en la soledad de mi cuarto imaginando cómo disfrutaba Alejandro de su ardiente mujer confirmándome lo que pienso: No hay esposa más deseada y más desatendida que la ajena.

Eran casi las siete cuando escuché que cerraban la puerta y sentí sus voces. Salí al corredor para encontrarlos. Ella estaba radiante. No tenía cubre bocas así que podía apreciar la felicidad en todo su rostro. Caminaban abrazados y al verme, ella se lo colocó dejando sólo sus oscuros ojos a la vista

Espero que la cama haya pasado la prueba para mis huéspedes de honor. Gracias por hacer evidente su placer, mi imaginación ha volado alto.

Alejandro miró a Sandra y dijo: ¿Amor, qué le quieres decir a Max?

Sandra me miró y dijo: ¿Me puedes devolver mis sandalias? Y se rió traviesa. Noooo, no Max, estaré descalza mientras tú quieras. Quiero pedirte que nos visites esta noche en nuestra habitación. Te invitamos a una pijamada sin pijamas. Volvió su risa pícara y besó a su compañero largamente en la boca.

Vamos por unas cervezas. ¿Tomas cerveza o te traemos otra cosa?

Cervezas está perfecto, confirmé. Les voy a dar una hielera para que compren hielo pues con este calor se van a calentar en el camino.

Calientes ya estamos. Volvió a intervenir con picardía.

Espera, te calzo las sandalias. No quiero que te lastimes con las piedras.

La tomé de la mano, la senté a ella en el sillón y yo lo hice en el suelo y la calcé mientras llenaba de besos sus deditos y sus empeines y volteé a ver a Alejandro y le pregunté ¿le besas los pies a Sandra? Nunca lo he hecho, respondió. Ni me habría pasado por la mente que eso te gustara o le gustara a alguien. Me excitan sus tetas pero sus pies no, concluyó. Me excita verte adorando a Sandra, eso me gusta y hemos cogido como hace años no lo habíamos hecho. Bueno, desde el día de súper hemos estado platicando de ti y nos hemos excitado muchísimo. Hemos fantaseado algunas cosas, pero mejor vamos por las cervezas y lo ponemos en práctica. ¿Te parece?

Me levanté y los vi partir muy amorosos. Estoy mayorcito para cupido, pero me sale bien, pensé para mis adentros con una muy evidente erección.

Volvieron pronto y Alejandro cargó la hielera. Yo había puesto una mesa y sillas en el corredor y corté una sandía que tenía en el refrigerador, en rebanadas y tomando una me acerqué a Sandra y la puse en sus labios. Mhmmm está muy dulce y fresquita, anunció a lo cual Alejandro se abalanzó sobre el plato para refrescarse.

El agua de la sandía escurrió por la barbilla hacia el cuello de Sandra y luego a sus tetas. Los cubre bocas habían desaparecido así que diciendo ¿puedo? Sandra me ofreció su pecho levantándolo ligeramente y lamí entre su escote el nacimiento de sus tetas que si bien no son exuberantes, no están nada despreciables.

Alejandro sólo alcanzó a decir: Vas muy apurado Max.

Me retiré de su mujer y nos sentamos a la mesa tomando cada uno sendas cervezas de la hielera brindamos por las mujeres y el buen sexo.

Platicamos de todo, especialmente de la problemática del turismo en la pandemia. Cuando iban a tomar la tercera cerveza les propuse ir a su habitación porque el alcohol está bien para entonar, pero el sexo me gusta vivirlo y disfrutarlo y lo prefiero por sobre las cervezas.

Alejandro me dijo: Adelántense Max, yo me voy a terminar esta y los alcanzo.

Era evidente que ya lo habían acordado porque Sandra me tomó de la cintura y caminó a mi lado hasta su cuarto. La detuve en el corredor y la desnudé completamente e hice lo mismo.

Me miró un poco admirada y yo me sentí francamente halagado de que una mujer de casi la mitad de mi edad hiciera una referencia a mi virilidad con aprecio. Ella tenía la lata de cerveza en la mano con un poco del dorado líquido en ella y se lo vertió sobre el pecho a lo que yo reaccioné lamiendo el camino que éste iba marcando en su piel morena hasta quedar hincado frente a su sexo no depilado, pero cuidadosamente recortado. Aspiré su pubis e introduje mi lengua en su raja oscura sintiendo sus jugos abundantes empalagarme y la hice venirse en mi boca un par de veces mientras Alejandro nos contemplaba y ella pedía más. Así así, no pares por favor no pares… Alejandro se adelantó a la habitación, se desnudó y nosotros lo alcanzamos; Sandra caminaba delante y con la mano izquierda me llevaba cogido de la verga detrás de ella. Se acosto en el borde la la cama y se abrió de piernas. Tomé sus pies y los besé mientras acercaba mi verga a su rajita empapada que dejaba a la vista sus blancos jugos escurriendo. Se la metí de un solo empujón mientras gemía y volteando a ver a su hombre decía: ¿Así Alejandro? ¿Así quieres que me cojan otros?

Los ojos de Alejandro querían guardar cada detalle de lo que veía mientras yo le decía: Ten cuidado con lo que deseas Alejandro, porque se te está cumpliendo.

Me detuve y saqué mi instrumento de Sandra y le ordené. De culo, pronto ponte de culo. Ella obedeció y mi verga volvió a llenar ese delicioso agujero muy apretado seguramente por el poco uso reciente y porque no había parido hijos. Alejandro se colocó en la cama de tal forma que su verga quedó en la boca de su mujer para recibir leche por la raja y por la boca al mismo tiempo.

Yo azotaba sus nalgas con la palma de mi mano produciéndole dolor a lo que que ella respondía con poderosos movimientos hasta que toda mi leche quedó en ella. Casi al mismo tiempo Alejandro gritaba ahhggg estremeciéndose mientras su leche llenaba la boca de su ardiente mujer. Ella se abalanzó a sus brazos y se besaron apasionadamente mientras yo los contemplaba extasiado de placer y paladeando el sabor que Alejandra había dejado en mi boca.

La verga de Alejandro estaba recuperándose casi inmediatamente. Yo no puedo decir lo mismo.

¿Te la han dado por el culo, Sandra? pregunté.

Una vez lo intentamos, respondió Alejandro, pero le dolía tanto que no lo hemos vuelto a intentar.

Bueno, dije, esta vez estás tan caliente que aunque te duela vas a pedir más. Me puse el pantalón y fui a mi habitación por una botella de aceite de olivo. Ahora regreso pareja, sigan en lo suyo.

Cuando volví Sandra cabalgaba sobre la verga de Alejandro haciendo brincar sus tetas en un frenético sube y baja. Me coloqué detrás de ella y le pedí que se doblara más sobre su cabalgadura y mojando mis dedos en aceite empecé introduciendo primero el dedo medio por su estrecho agujero. La escuché quejarse y la reprendí: ¿De qué te quejas Sandra? disfruta la verga porque hoy la tendrás también por el culito.

Azoté sus nalgas con una de sus sandalias para confundirla con el dolor. Así mientras subía y bajaba en la montaña rusa del placer, su estrecho culo iba cediendo. Mis dedos índice y medio estaban dentro y su esfínter cooperaba hasta que permitió a mi dedo anular estar al lado de su compañeros. El aceite de olivo facilitaba la penetración y cuando consideré oportuno, retiré mis dedos y le dije: Cambio de agujero putita, salte y ensártatela en el culo.

Puse un chorro de aceite entre sus nalgas y la verga larga y delgada de Alejandro entró con dificultad en los primeros centímetros y poco a poco quedo desvirgada su mujercita por su preciado agujero.

Todo es cuestión de tiempo. Con paciencia y cariño todo se consigue. Sandra balbuceaba de placer pidiendo más. Alejandro, dámela toda mi amor, por favor métemela más, métemela toda por favor, rogaba.

Alejandro se había transformado en el semental potente que su juventud le permitía y mi verga empezaba a recuperarse ante tanta sexualidad.

Sandra le pidió a Alejando que yo se la metiera por la panocha mientras le llenaba el culo pero yo hubiera tenido que ser contorsionista para lograr tal proeza, así que por esta vez tuvo que conformarse con una sola verga.

Una vez que Alejandro se vació en el culo de su amada se tiraron en la cama agotados de placer. Buenas noches. Los dejo solos y espero que sus gritos me mantengan despierto, porque el primero de la mañana te lo daré yo.

Esta historia no ha terminado.