Mi primera vez visitando un club swinger

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Daniel me pasó una cerveza, recostado todavía en la cama de aquel motel barato. Nos habíamos estado viendo ya durante varias semanas, siempre en el mismo motel. Él pasaba por mí después de salir del trabajo, y le decía a su esposa que iba a salir tarde, así que teníamos un par de horas antes de que ella comenzara a sospechar algo. Era un hombre maduro, unos veinte años mayor que yo, y con mucha más experiencia en la cama que cualquiera de mis otros amantes pasajeros.

-Hay algo que me gustaría contarte, Sofi.

Yo bebí un sorbo de mi cerveza, y le acaricié el pecho, invitándolo a continuar.

– ¿Alguna vez has oído hablar de los swingers?- preguntó, mirándome a los ojos.

Yo me reí, y desvié un poco la mirada, mordiéndome el labio inferior.

-Claro, muchas veces. ¿A ti te gusta?

Él me miró, con incredulidad.

-Mucho, pero mi esposa nunca ha aceptado entrar en el ambiente. Dice que estoy loco. ¿Tú cómo te enteraste de eso?

-Por internet, por supuesto.- contesté.- Alguna vez vi que había un club aquí y quise ir para ver qué onda. Me gustó.

Noté cómo su pene comenzaba a ponerse un poco rígido de nuevo.

-Cuéntame todo.

Esa noche acababa de leer varios relatos en esta página, y llegué a la sección de intercambios. No era la primera vez que fantaseaba con ello, pero sí la primera que me entraba la curiosidad por saber si había más personas como yo en la ciudad en la que vivía. Así que hice una búsqueda rápida en Google y me topé con un club (que desgraciadamente hoy ya no existe), a unos veinte minutos de mi casa. Se anunciaban como un lugar swinger, en el que podías ir y participar en un intercambio, una orgía, ver a los otros, o simplemente ir a disfrutar de alguno de sus espectáculos previos a todo ello.

Un letrero en rojo, en uno de los costados, llamó mi atención. Decía que tenían una promoción para las mujeres que iban solas los sábados; si entrabas completamente desnuda, el cover y el trago eran gratis. Eso sí, había que reservar por teléfono. Después de pensarlo unos momentos, vi que todavía debía estar abierto el lugar y llamé. Me atendió una señorita con una voz seductora, y me dio un número de reservación para ese mismo sábado. Mientras me iba explicando las normas del lugar, y me daba la dirección, yo me tocaba con una mano y tomaba nota de los datos que me daba con la otra, poniendo el teléfono en altavoz.

Siguiendo sus instrucciones, llegué en taxi. Iba maquillada, pero vestida de forma bastante normal, y con una chamarra gruesa porque ya comenzaba a hacer frío. Mi ropa era completamente irrelevante. Al llegar al lugar, toqué el timbre de la puerta, y me contestaron por el interfon, preguntándome qué quería. Dije simplemente que tenía una reservación, y el tono de la voz cambió de uno cortante a uno muy amable, y me pidió el número. Se lo di, y escuché un sonido que indicaba que podía pasar.

En la planta baja había una recepción bastante sencilla. La iluminación era roja y contrastaba con las paredes. Detrás del escritorio, había una mujer con unas tetas espectaculares, vestida apenas con un vestido de malla, y unos tacones. Me saludó de beso, y yo me sonrojé. Estaba un poco nerviosa y ella lo notó.

-¿Es tu primera vez, cariño? Se ve que eres muy joven

-Sí, nunca había venido a un lugar así… se ve muy… interesante- contesté, torpemente, desviando la mirada de sus senos

-¿Vienes sola?

-Si, solo yo

-Supongo que sabrás de la promoción que tenemos los sábados

-Sí, gracias, ya me lo habían dicho.

-¿Quieres tomarla, o prefieres pagar tu entrada?

Yo me desabroché la chamarra, dejando al descubierto mi brasier.

-¿Hay algún lugar donde pueda dejar mi ropa?

-Claro, querida. Déjame ayudarte con eso. Salió de detrás del mostrador, y le fui pasando mi ropa, doblándola torpemente en el proceso.

-Muy bien, ya está listo. La voy a guardar aquí, y voy a escribir el número de la ficha en tu pulsera. Esta es la de la entrada, indica que estás soltera. Además, tenemos otra pulsera, como seguramente también te dijeron por teléfono, de acuerdo a qué tanto quieras participar…

-La verde está bien-dije, sin esperar a que terminara

-Muy bien, te llevaré hasta el piso del arriba, para empezar con el tour.

Subimos las escalares, para llegar a un piso donde había un bar y varias mesas, con un escenario en el centro. Ya había varias personas sentadas, la mayoría parejas. También había dos habitaciones, una bien iluminada y la otra a oscuras. Al entrar, había una mesita con condones en cada una. Estaban llenas de cojines y sillones.

-En el piso de arriba hay habitaciones más privadas, pero sólo se puede pasar con una reservación o invitación especial, cariño. Eso sería todo de mi parte, que lo disfrutes. Si necesitas ayuda, búscame a mí o alguien con el mismo uniforme.

Me dio otro beso en la mejilla, acercándose de forma que nuestros pechos se rozaron, y se alejó de allí. Yo la miré caminar, y noté que ya me había mojado. Me acerqué al bar a pedir una bebida, y una mujer que estaba allí también me sonrió.

-Hola, me llamo Carla, mucho gusto. ¿Es tu primera vez aquí?

-Hola, Carla, mucho gusto. Yo me llamo Sofía. Si, es la primera vez.

– ¡Qué emoción! ¿Quieres sentarte con nosotros? Somos clientes frecuentes, nos gustaría platicar contigo.

Acepté su invitación, y la seguí hasta su mesa. Había poca gente, y ella estaba sentada con su pareja y con otro hombre, y me los presentó. Mientras entraba una bailarina, seguimos con nuestros tragos, y me contaron que ellos iban allí casi todas las semanas, y que eso había revivido su relación de pareja. Después de que la espectacular bailarina se desnudó, invitó a uno de los hombres a pasar enfrente para un show “privado”, enfrente de todos, y yo observé cómo le bailaba, excitándolo, desabrochándole la camisa y el cinturón. Cuando vio la notable erección de su invitado, pidió alguna voluntaria, y Carla se levantó, con la complicidad de su marido. Comenzaron a bailar enfrente de él, acariciándose y provocándose mutuamente. El público las veía y las animaba. Ellas se besaron, y la bailarina invitó a todos a seguir con la fiesta, diciendo que esa noche ella sería su “reina de la orgía”, y vi que le susurraba algo en el oído a Carla, para después dirigirse a la barra a coquetear con los clientes.

La música siguió sonando, y Carla seguía bailando. Volteó a ver a su esposo, y él asintió con la cabeza. Se dirigió hacia el hombre que tenía enfrente, y comenzó a bailarle casi sentada sobre él, poniéndole las tetas casi en la cara y le susurró algo al oído. El sonrió y le chupó un pezón mientras le apretaba las nalgas. Ella seguía con su baile, y poco a poco fue bajando hasta quedar de rodillas frente a él, y comenzó una mamada espectacular enfrente de todos los presentes.

Su esposo nos miró a nosotros, sonriente.

-Esa es mi mujer, siempre tiene las mejores mamadas del club. Tengo que dejarlos un momento, me gustaría verla más de cerca. Por cierto, si los dos son nuevos y no vienen con nadie, deberían aprovechar para coger, o al menos para meterse en el cuarto oscuro.

Raúl le dio la gracias, y aprovechó para pedirle otro trago al único mesero que había.

Cuando el servicio es gratis, es porque tú eres la mercancía, pensé, mientras me terminaba lo último de mi trago. Me disculpé con Raúl y caminé hacia el baño de mujeres.

Miré mi reflejo en el espejo, un poco ya en medio de los efectos del alcohol y sobre todo de la embriaguez de las luces y el sexo. “Realmente está pasando”, pensé. Me lavé las manos, disfrutando del agua fría sobre mi piel ya bastante caliente. ¿En qué momento se había ocurrido la idea de ir a ese club? Claro que lo quería, es más, lo deseaba ardientemente. Pero me ponía muy nerviosa de pensarlo. Tomé aire, y di un par de respiraciones profundas. “Todo está bien”, me dije, y salí del baño. Me detuve en el bar y pedí un shot, para calmar mi nerviosismo.

Caminé observando a las personas a mi alrededor, y vi que ya había una pareja dirigiéndose hacia la sala oscura.

De vuelta a la mesa, vi que Raúl estaba solo, observando el show que continuaba en el escenario/pista de baile. Raúl me miró, sonriendo, y me dijo que si no quería sentarme más cerca. Yo acepté, y le conté que había visto a aquella pareja.

-Parece que ya comenzó la fiesta. ¿Tu quieres cogerme? -le dije, mirándolo a los ojos, envalentonada por el shot que me había tomado.

Él me besó bruscamente, sin ninguna delicadeza, sin rastro alguno de ternura. Su beso era agresivo, lujuria pura. Yo me senté en sus piernas, de frente a él, sin dejar de besarlo, y comenzamos a fajarnos. Podía sentir como algunas miradas se clavaban en nosotros, y eso me hiso mojarme todavía más. Noté su erección crecer, y froté mi vulva contra su boxer, para que él también pudiera percibir mi humedad.

-Vamos al cuarto oscuro.-me dijo

Nos terminamos las bebidas de un trago, y nos dirigimos hacia aquella habitación. Raúl tomó un par de condones de la mesita de la entrada, y yo lo jalé de la mano para que se diera prisa. Los gemidos de la mujer que estaba allí se escuchaban desde el pasillo, a pesar del volumen de la música. El cuarto estaba bastante oscuro, pero un foco rojo en el techo permitía ver a las personas que estaban allí.

Entramos, y los observamos un momento. Raúl se sentó en el sillón de enfrente, para ver mejor a la pareja, y yo me arrodillé para chupársela, mientras él disfrutaba de la escena. Poco a poco, comenzaban a llegar más personas, llenando lentamente la sala. Yo notaba cómo algunos pasaban deliberadamente junto a mí, rozándome, y comencé a tocarme mientras me metía la verga de Rául en la garganta. Noté un fuerte sabor salado, y seguí chupando. Él no tardo mucho en lograr una segunda erección, y en cuanto estuvo listo se puso un condón. Yo lo monté, clavándomela hasta el fondo de una sola vez, y comencé a cabalgarlo con fuerza, mientras él me chupaba las tetas. Noté una presencia masculina a mis espaldas, y volteé. Había otro hombre, tocándose.

-Puedes tocarme las tetas, si quieres. -le ofrecí, y él accedió en seguida, manoseándome.

Nunca había estado tan excitada en toda mi vida. Notaba cómo chorreaba, estaba fuera de mí. En eso, recordé una de mis más anheladas fantasías, y volteé de nuevo para ver al hombre desconocido.

-Ponte un condón, y métemela por atrás, al mismo tiempo que él me sigue cogiendo.

Él me miró, sorprendido, pero accedió. Disminuí el ritmo con el que montaba a Raúl. No era tan fácil como parecía. Primero, me metió un dedo, y poco a poco metiendo su pene, hasta el fondo. Lancé un fuerte gemido, de dolor y de placer: tenía los dos miembros bien metidos. Fueron ellos quienes comenzaron a moverse lentamente, llevándome hacia un orgasmo, seguido inmediatamente por otro. Mis gemidos se volvieron mucho más fuertes que los de la primera mujer, y cerré los ojos. Noté cómo el pene que tenía en el culo iba perdiendo potencia; se había corrido dentro de mi. Por un momento, lamenté que tuviera puesto un condón porque no podía sentir su semen, pero en seguida recapacité.

La noche por fin había comenzado.

-Esa fue la primera vez que tuve una doble penetración, y me encantó. -le dije a Daniel, que ya estaba bastante excitado con la historia. -Como ves, me gustó mucho el ambiente swinger.

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