Kristen quería volverse con su hijo, pero su cuñado la hizo cambiar de opinión. Juancito le dio tan duro que la convenció de quedarse

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Kristel llegara a la aldea con su marido Juan y su bebé en un día caluroso de 1976 y se encontrara en un mundo nuevo, un mundo de tranquilidad… Del

ruido de los autos al pasear por las calles londinenses de Chelsea y de la contaminación, pasara al aire puro, a los trinos de los pájaros, al gri gri de los

grillos, al arrullo de las palomas… Esta tranquilidad sólo se rompía de vez en cuando por el rebuzno de algún burro, que le recordaba a los conductores

que hacían sonar el claxon de sus autos por darse el gustazo de tocarlos.

kristel tenía 26 años, era rubia, alta, de ojos azules, cabello rubio y corto. Tenía buenas tetas y anchas caderas. Juan tenía 42 años, era alto y moreno.

Había enviudado en 1966 (año que se marchó a Inglaterra) y se casara com Kristel en mayo de 1975. Tenía un hijo y una hija que por edad podían ser

hermanos de su esposa ya que Laura tenía 23 años y Juanito 22.

Juan se habìa hecho construir una casa de dos plantas y se comprara unas tierras y un tractor. Era un hombre feliz, no así Kristel. Aquello no era para

ella y se lo hizo saber una noche que estaba cenando con Juan y con sus hijos.

-Vuelvo a Chelsea con mi hijo, Juan.

Juan se alarmó.

-¡No me digas eso! ¿Quién te molestó?

-Me molesta esta vida. Me aburro sola en en casa. No tengo con quien hablar.

-En las huertas no puedes trabajar. Tienes que atender al niño.

-Ni trabajaría. Soy enfermera, no campesina.

Laura, la hija de Juan, que era una morena, alta, de pelo negro y largo, recogido en dos trenzas, fuerte, con las manos grandes y callosas, de voz ruda, le

dijo a su padre:

-Puede quedar en casa alguien para acompañarla. Un día podía quedar yo y otra Juanito. Trabajo no hay mucho.

Juan le preguntó a su esposa:

-¿Qué te parece la idea, Kristrel?

-Te lo diré mañana.

A las siete de la mañana Juan y Laura se fueron en el tractor a trabajar. Juanito, acostumbrado a madrugar, se quedó en la cocina, sentado en una silla

pelaba las patatas para la comida del mediodia. Llegó Kristel en camisón con el bebé en brazos. Iba a calentar agua para hacer un té. Le dijo a su

hijastro:

-Madrugaste, Juanito.

Juanito era un joven moreno, muy tranquilo. Medía casi un metro ochenta, tenía anchas espaldas… era como un armario empotrado. Mirando al

suelo. le respondió:

-Sí.

Kristel puso a calentar el agua en la cocina de hierro para hacerse un té. Odiaba aquella cocina, ya que cada nada tenía que meterle leña en el fogón y

ella venía de cocinar en cocina de butano. Kristel le preguntó a su hijastro:

-¿Cuándo te vas a echar novia, Juanito?

-Solo hay tres mozas casaderas en la aldea y a cual más fea.

-Y te tienes que consolar con la hermana de la zurda. ¿A qué sí?

Juanito alzó la cabeza. ¿Cómo sabía Kristel que se follabas a la hermana se la Zurda?

-¡¿Quién te lo dijo?¡

-Las mujeres lo sabemos. Sabemos que los hombres se masturban.

-¿Así le llaman en Inglatera a meter los cuenos?

-¡Si supieras la de veces que se los metí yo a tu padre!

-¡Mejor que no lo sepa!

Se sintió un pitido. Lo hacia el vapor que salía de una especie de cafetera que habían traído de Inglaterra. El agua estaba hirviendio. Kristel le dijo a

Juanito:

-Coge un momento a tu hermano.

Juanito se limpió las manos y cogió al bebé, que le sonrió al tenerlo en los brazos. Kristel haciendo el té le dijo a su hijastro:

-No tiene nada de malo engañar con el pensamiento.

Juanito ató cabos, La hermana de la zurda era la derecha, no la mujer casada que se estaba tirando. Masturbarse era cascársela. ¿Pero por qué

empezara aquella conversación?

-Supongo que no. ¿No desayunas más que té?

-Después de darle de comer al niño desayunaré algo sólido.

Kristel acabó el té y se volvió para poner la taza en el fregadero, Juanito le miró para el culo. ¡Tenía un culazo!

-Dame el niño.

Juanito le dio el niño. Kristel se sentó en una silla y hizo lo que nunca haría si estuviese su marido delante, abrir el camisón y darle de mamár al hijo.

Juanito bajó la cabeza y puso las manos tapando el bulto que le hacía la polla en el pantalón. Kristel, que buscaba lo que buscaba, le preguntó:

-¿Te da vergüenza mirar, Juanito?

-No, es por otra cosa.

-Que estás empalmado, ya lo sé. ¿Quieres mamar un poquito de la otra teta?

No se lo tuvo que repetir dos veces. Fue a su lado, Kristel se levantó, y Juanito, junto a su hermano, que le tocaba la cara con su manita, mamaron de

aquellas tetas rebosantes de leche. Kristel le sacó con su mano los gordos 20 centímetros de verga de Juanito, se la meneó y con media docena de

sacudidas, chupando su teta con fuerza, y tragando leche, se corrió.

-Voy a poner el niño en la cuna. Ven.

Kristel, la muy zorra, ya había amamantado al niño antes de ir a la cocina y al ponerlo en la cuna, el bebé no tardaría en dormirse. Su plan iba viento en

popa, después de haber follado con su hijo, Juan la echaría de casa, y se iría con su bebé.

Cuando se quitó el camisón y las bragas, Juanito vio la belleza de su cuerpo desnudo. La cogió por las nalgas, en alto en peso. Kristel le rodeó el cuello

con los brazos y el culo con las piernas. Se besaron y Juanito la clavó con violencia. ¡¡¡¡Zaaaaaas zaaaaaaas zaaaaaaaas zaaaaas…!!! Al rato, del coño

de Kristel comenzaba a salir flujo que bajaba por sus muslos. El pecho de Juanito estaba empado de leche. Kristel, ardiendo, le dijo:

-¡I´m coming! ¡¡I´m coming!! ¡¡I a´m coming!! ¡¡¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah!!!!

Kristel se corrió sacudiéndose contra Juanito y devorando su lengua.

Al sentir su último gemido, Juanito, echó a Kristel sobre la cama sin quitar la verga de su coño…

Continuará.

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