Los médicos de la clínica no contaban con los instrumentos para conseguir óvulos de una mujer, emplearon métodos sexuales y casi nada científicos

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Hola a todos. Les voy a contar un relato que podría darse en cualquier lugar del mundo y que por extraño que parezca, es superado por la realidad casi a diario. Los hechos van a suceder en una clínica donde los médicos no son tales y carecen del instrumental adecuado para conseguir óvulos de una mujer, por lo que emplearan métodos nada científicos.

Nuestra protagonista es ficticia…o no. Se llama Pilar y es morena, pelo moreno liso que le llega a media espalda, ojos negros, mide 1.72, pesa 60 kilitos, piernas largas y bonitas y un culito de esos duritos y respingones propio de las chicas de 20 años a las que la naturaleza ha bendecido con un cuerpo que despierta admiración por donde sea que pase incluso entre las mujeres. Vientre perfecto ni musculado ni graso y unas tetas increíbles que aún tapadas por la ropa, hacen que involuntariamente desvíen hacia ellas los hombres sus miradas. Ni grandes ni pequeñas, perfectas Cuida bastante el físico visitando dos veces por semana un gimnasio, y el vivir en la costa y sus visitas con sus amigas a la playa una o dos veces por semana, hacen que siempre tenga un bonito bronceado.

Comencemos.

Pilar se dirigía con su coche hacia una clínica ginecológica interesada por un anuncio en el que se pagaban 600 € por óvulo, lo que la salvaría del pago de su hipoteca ese mes. Era un bonito día de octubre muy soleado y con una agradable temperatura, por lo que iba vestida con un vaquero, un jersey fino de lana y debajo ropa interior de diario. No le gustaba ir de médicos y llevar lencería atractiva, era muy tímida en ese sentido.

Eso no quiere decir que no fuese muy sensual. Sin ir más lejos el contacto de la lana sobre la piel de su vientre, caderas y pechos, le era tan agradable que a veces hasta se humedecía. Claro que a sus 20 años su cuerpo era tan sensible que reaccionaba de forma placentera ante casi cualquier contacto, lo que la llevaba a tener que cambiar de tanga un par de veces al día, siempre llevaba uno en el bolso.

El GPS de su coche la llevaba hacia las afueras de la ciudad, a una clínica sin apenas edificaciones a su alrededor a la que entró por una enorme cancela de hierro que llevaba a grandes espacios verdes cubiertos de árboles centenarios.

Aparcó su coche en un parking casi vacío en el que apenas habrían diez o doce coches seguramente del personal de la propia clínica.

La recibió una chica preciosa también de su edad. Lola ponía en su chaqueta gris de estas que ajustan mucho al pecho dando ganas a cualquier hombre de abrírsela y morder sus pechos incluso sobre la tela de la blusa y el sujetador.

-Si es tan amable espere aquí sentada, el Dr. González la atenderá en seguida.

Pilar se sentó algo inquieta pues no le hacían ni pízca de gracia los médicos. Su mirada reconocía el lugar y en especial un pasillo por el que de vez en cuando pasaban con algo de prisa hombres y mujeres con batas blancas o verdes según fuesen médicos, enfermeras o celadores.

-Pilar puede pasar a la puerta 9, le indicó Lola con una sonrisa. Siga el pasillo, gire a la izquierda y la tercera puerta es.

Pilar siguió sus instrucciones y entró en la mencionada habitación. La recibió una enfermera de unos 35 años llamada Carla, bastante guapa por cierto, que le indicó que se sentase delante de una mesa de despacho de maderas nobles y escritorio completamente de cuero.

Esperó y a los cinco minutos más o menos apareció un hombre de unos 45 años de aspecto atlético, alto, de facciones atractivas y pelo cano por las sienes.

-Bueno, señorita Pilar, ¿no?.

-Aja, Pilar.

El la miró y rápidamente bajó la mirada a un folio.

-20 años, sin enfermedades de riesgo, dice tener buena visión…¿es virgen?.

Pilar se quedó sin habla durante unos segundos, la pregunta le cogió completamente de improviso.

-¿Importa eso?, respondió ella ruborizada.

-Desde luego que si, ha venido usted a donar óvulos.

-No claro, no lo soy respondió Pilar.

-Pasemos a la habitación de al lado, vamos a comprobar su estado general.

El doctor se levantó indicándole que pasase delante de él, cosa que aprovechó para mirar al movimiento de sus glúteos al andar, la rotundidad de sus caderas y lo bien formados que estaban sus muslos a los que el pantalón se ajustaba como una segunda piel. Pasaron a una habitación completamente blanca en la que solo habían un sillón de auscultación en el centro, un foco quirúrgico encima, varias vitrinas, y un peso con medidor de altura.

-Señorita Pilar, quítese la ropa y quédese en ropa interior y descalza, vamos a pesarla y medirla.

Lo dijo con la frialdad y normalidad de un profesional, pero a Pilar le sentó como una bofetada en la cara.

-¿Perdón?, ¿qué me desnude?.

-Aja, debemos hacerle una exploración completa incluidas las mamas y genitales antes de extraer sus óvulos.

Pilar se quitó los zapatos y empezó a desabrocharse el cinturón y bajar los vaqueros. Poco a poco Carla y el doctor fueron viendo cómo ante si aparecía el vientre, la parte superior de unos pantys negros, las tirillas del tanga también negro, el monte de Venus que sobresalía entre la parte alta de sus muslos y por fin estos cubiertos ya solo por la lycra de los pantys. Pilar terminó de quitarse el vaquero dejándolos caer al suelo. Se bajó los pantys teniendo para ello que subir una de sus rodillas, lo que hizo que su muslo derecho fuese particularmente hermoso en esa postura.

Cogió el jersey por la parte baja y comenzó a subirlo dejando ver su ombligo hundidito, el estómago y el sujetador también negro pero como el tanga liso y sin encajes, muy de diario. Por unos segundos quedó con los brazos en alto y la cara tapada por el jersey, momento en el que el doctor y Carla cruzaron una mirada parecida a la que se tiene cuando se ve un plato de carne en salsa. La verdad es que sus pechos eran perfectos en esa postura. Ni grandes ni pequeños, firmes, redonditos y con unos pezones deliciosos que se marcaban bajo el sostén.

Ya solo en ropa interior, Pilar no sabía a dónde mirar. Se sentía completamente desnuda, desvalida. Su rostro ruborizado daba una clara imagen a Carla y el doctor de su estado de ánimo y la vergüenza que sentía. Una vez pesada y medida la indicaron que se quitase el sujetador y el tanga.

-¡Queeeeeee!, ni muerta, esto ya es pasarse, exclamó Pilar completamente indignada.

-A ver Pilar, el reconocimiento es completo, incluye exploración de mamas y vagina.

-No, ni loca.

-Bueno pues entonces hemos terminado. Vístase.

Pilar sintió como si la acabasen de despedir de su empleo. En su mente luchaban los deseos por conseguir los 600€ para pagar la hipoteca y la vergüenza y repugnancia que sentía. Finalmente empezó a quitarse el sujetador dejando caer por los hombros las tirillas y abriendo el cierre trasero con los dedos de una mano. Sus pechos quedaron libres pero no por eso cayeron apenas dada la firmeza de los mismos. Se sintió fatal pero hizo de tripas corazón, cogió el tanga por las tirillas de los lados, lo bajó rápidamente y se deshizo de el con los pies.

Su cuerpo escultural quedó expuesto por completo. Un pubis con pelo negro muy bien recortado quedó a la vista de González y Carla.

-Túmbese en el sillón de exploración.

Eso por llamarle algo porque si que tenía forma de sillón, pero era metálico forrado de cuero, articulado y con dos brazos extensibles a la altura de los hombros. Pilar nunca había visto un aparato semejante.

Apoyándose con las manos en los brazos, Pilar fue acomodándose en el aparato sintiendo el frio roce del cuero en su culo, sus muslos y su espalda. Quedó mirando a un foco de quirófano sujeto al techo y procuró pensar en lo que se compraría con los 600 € para evadirse de la situación.

Carla comenzó a tocarle las tetas con sus dedos desnudos y sin guantes pues Pilar notó la calidez de los mismos al tocar su piel. Lo hacía con mucha delicadeza o firmeza según le daba. Hundiendo suavemente los dedos en sus pechos, a veces más hondo hasta provocar que Pilar soltase un «hayyy» casi involuntario y rozando los pezones, cosa que a Pilar le extrañaba porque eso no tenía nada que ver con tumores y cosas así. Pero el hecho es que Carla los rozaba de vez en cuando y Pilar no podía evitar su endurecimiento, cosa que la fastidiaba.

Carla continuó con sus tetas no menos de tres o cuatro minutos provocando en Pilar un involuntario placer.

Seguidamente Carla abrió bien sus muslos suaves como el terciopelo y se colocó justo delante de la vulva de Pilar. Ella no podía verlo, pero Carla miraba esa vulva correctísimamente depilada por los lados con autentico deseo. Incluso llegó a acercar su nariz para olerla. Y no era la única, el doctor González no perdía detalle y si uno se fijaba, ya se apreciaba un bulto en su bragueta que no era precisamente un móvil.

Con dos dedos, separó los labios mayores y menores de la vulva para dejar al descubierto la entrada a la vagina de Pilar. Notó que esta estaba completamente cerrada, tanto que no le entraría ni un pelo. Con los cuatro dedos de una mano, golpeó varias veces la vulva de Pilar, lo que provocó que esta se moviese incómoda y preguntase qué demonios estaba haciendo, que eso no era una exploración. Carla le respondió que estaba muy seca y que necesitaba que se relajase para poder explorarla, lo que en parte calmó a Pilar porque tampoco sabía nada de ginecología.

Carla se puso un guante quirúrgico y, sin lubricante, comenzó a hundir la yema de un dedo dentro de la vagina de Pilar. Una vez entró parte del dedo, lo sacó y comenzó a frotarlo arriba y abajo entre los labios de la vulva de Pilar, que comenzó a recibir sensaciones muy placenteras desde su vulva y clítoris. Especialmente cuando la yema del dedo de Carla se paraba en el clítoris que ya era visible por su endurecimiento. Pilar ya no sabía en qué pensar, se estaba poniendo y no lo deseaba en absoluto pero sus genitales no la obedecían.

Carla dejó de hacerle eso para meter un dedo en la vagina y, haciendo gancho hacia arriba, buscar esa lentejita que hay dentro de la vagina a la entrada y que hace que cualquier mujer se corra en minutos. Una vez lo encontró, lo frotó con suavidad. Pilar ya no podía entender de ninguna forma lo que le estaban haciendo y apenas podía disimular los movimientos de su vientre y caderas cuando el dedo frotaba ese punto, ni que se estuviese humedeciendo y dilatando por momentos.

-Basta, esto ya pasa de castaño a oscuro, esto no es una exploración. Me voy.

Acto seguido Pilar se levantó y cogió sus ropas. No llegó muy lejos porque se topó con dos celadores a la salida de la habitación que le cerraron el paso, la cogieron como si de un saco de patatas se tratase y la volvieron a colocar en el sillón articulado cerrando unas esposas forradas de terciopelo que la inmovilizaron por completo tobillos y muñecas.

-Si lo prefieres así, así va a ser guapita de cara, dijo Carla.

Pilar gritaba, lloraba y se retorcía para intentar liberarse, pero por más que lo hacía más empeoraba la situación.

El doctor dijo a los celadores que se quedaran, se bajó los pantalones dejando ver un pene bastante bien desarrollado y se dirigió a Pilar. Separó sus piernas y flexionó las rodillas de ella lo suficiente como para poder follarla a gusto y eso es lo que empezó a hacer. Colocó el glande a la entrada de la vagina no sin dificultad porque Pilar movía mucho las caderas para evitar la penetración. Se retiró, cogió un cinto de cuero, rodeó con él el vientre de Pilar a la altura del ombligo y lo apretó todo lo fuerte que pudo. De esta forma Pilar ya no podía mover sus caderas con tanta facilidad, aunque si lo suficiente como para follarla si ella respondía.

-Ahora verás niña, te voy a romper el útero a pollazos, dijo González al tiempo que volvía a poner su glande contra la vagina de Pilar. Le bastó pasear la cabeza del pene entre los labios de la vulva de Pilar diez o quince veces para que esta volviese a dilatarse y humedecerse. Aún así tuvo que empujar con fuerza para que el glande entrase por completo en las entrañas de Pilar.

-Uffffffffffff…aaaaahhhhhhhh…pare por favoooor, fue todo lo que dijo ella mientras se contraía por la sensación de dolor que le produjo una penetración que no deseaba.

En lugar de hacerlo, González la fue follando metódicamente metiendo y sacando su pene a un ritmo que recordaba a los pistones de una máquina de vapor.

Ritmo que hacía que no solo las tetas sino todo el cuerpo de Pilar se moviesen adelante y atrás tanto al penetrarla como al retroceder el pene. El bajo vientre de Pilar (entre el ombligo y el monte de Venus) también subía perceptiblemente cuando el pene estaba completamente dentro y sus caderas trataban de acompasarse lo que le permitían sus ataduras, que no era mucho.

Entretanto Carla que había permanecido pasiva de pié al lado de Pilar observando embobada la carita de esta, el movimiento de sus tetas, su cuerpo y cómo el pene entraba y salía dentro de ella, cogió con una mano la cara de ella. La torció hacia si y le estampó un beso en la boca de esos que dejan bien claro el deseo de una mujer. Beso casi imposible porque Pilar abría la boca casi a tope para que llegase a sus pulmones al aire que le faltaba. No obstante, Carla besaba su labio inferior, su mentón, metía su lengua en la boca de ella y apretaba con suavidad y a veces firmeza los pechos de Pilar.

Carla nunca había tenido en sus manos unas tetas tan perfectas y empezó a dedicarse a ellas con esmero en tanto que González continuaba la follada que ya duraba quince minutos. El tío estaba en forma, se notaban sus dos partidos de tenis semanales.

Pilara aguantaba sin correrse pero cada vez le era más difícil no hacerlo. Quince minutos de bombeo continuo y las caricias y comidas de tetas que la hacía Carla, provocaban que las sensaciones que llegaban a su cerebro fuesen cada vez más placenteras.

-Echad una mano, dijo González a los celadores, no voy a aguantar más de diez minutos sin correrme. La niña esta tiene un coñito de oro, aprieta que lo flipáis.

Este comentario sentó particularmente mal a Pilar que si ya no dejaba escapar lágrimas sino gemidos, continuaba siendo la niña-mujer de 20 añitos sensible y tímida. Al instante notó como las duras manos de los celadores comenzaban a acariciar su cuerpo por todas partes. Particularmente duras por lo excitantes resultaron a Pilar las caricias en sus muslos, vientre, caderas, cintura y el pecho izquierdo. El derecho lo había tomado Carla para si y parecía de su propiedad. Lo acariciaba, apretaba, hundía sus dedos en su carne blandita pero firme, lamía el pezón, lo cogía entre sus dientes, lo apretaba y hundía en la carne del resto del pecho…flipaba con el.

A Pilar todo aquello terminó por vencerla. Tras veinticinco largos minutos de caderazos rítmicos en los que el pene de González no le dio ni un segundo de tregua y las continuadas caricias que desde hacían diez le proporcionaban por todo su cuerpo Carla y los dos celadores, no pudo evitar rendirse.

Comenzó a sentir las temidas en ese momento sensaciones de calor en la vagina y zona pélvica, las pequeñas descargas eléctricas que empezaban en el clítoris y se extendían por todo su cuerpo. Había comenzado a correrse.

De inmediato su mente se quedó en blanco por completo y empezaron las contracciones en la vagina, útero y ano que se fueron extendiendo a sus muslos y vientre. Estos espasmos fueron particularmente intensos al principio, llevándola a inspirar aire a tope y muy seguidamente, lo que hacía que sus pulmones se hincharan y vaciaran en décimas de segundo. Todos menos González se apartaron de ella para ver ese espectáculo tan hermoso. Una mujer de 20 años con ese cuerpazo y corriéndose es de esas cosas que uno no puede dejar de ver a lo largo de su vida.

Vista desde fuera, a Pilar se le fue ruborizando la cara ya unos minutos antes. Su respiración se volvió muy rápida y profunda y ver como se hinchaba su pecho a tope levantando sus pezones al infinito era increíble. Carla que por ser mujer sabía lo que estaba sintiendo Pilar en ese momento, contó no menos de siete espasmos que finalizaron en uno muy violento que hizo que Pilar tensase todo su cuerpo arqueándolo de forma que su vientre a poco rompe el cinturón que la apretaba a la altura del ombligo. Este, el cinturón, se hundió a tope en el vientre pareciendo que el cuerpo de Pilar se dividía en dos.

Tras ese último y bestial espasmo, Pilar continuó respirando agitadamente pero sintiendo ya que una profunda relajación invadía su cuerpo y su mente. Su corazón empezó a latir ya más lentamente y los espasmos cesaron del todo.

Estaba en la gloria a pesar de los caderazos que González aún le propinaba en busca de su orgasmo. Orgasmo que no tardó porque verla correrse unido a los espasmos vaginales de Pilar que casi ordeñan su polla llevaron al doctor al éxtasis.

Justo cuando vio que iba a correrse, González indicó a los celadores que sostuvieran la cara de Pilar y le abriesen a tope la boca. Acto seguido y entre las quejas de ella, metió su polla en la boca de ésta a tope provocándola violentas arcadas. No menos de cinco o seis chorros de semen fueron a parar directas al estómago de Pilar, quedando algo del mismo en su boca.

-Trágatelo todo y límpiame la polla.

Por el contrario Pilar trató de escupirlo. La reacción de González fue bastante violenta. Del bofetón que le dio a la chiquilla el semen de su boca fue a parar a su mejilla y el suelo. Después le cogió ambos pezones y tiró de ellos hacia si como si quisiera arrancarlos, lo que hizo que Pilar se tensase por completo, diese un grito desgarrador y se le volviesen a asomar las lágrimas.

-Guarra, ahora vas a saber lo que es tener el estómago lleno de esperma. En voz baja dijo al oído de Carla: «tráeme un bote de un litro de semen del que tiramos por baja calidad. Caliéntalo antes, que esté templado».

En apenas dos minutos el bote ya estaba listo. González cogió un vaso normal, lo llenó de semen y se acercó a Pilar. Esta había permanecido completamente ajena a lo que ocurría a su alrededor, así que pensó que le iban a dar algo de beber para reponerse del sudor que había perdido durante esos veinticinco largos minutos de follada.

Cogiéndola por la nuca, González le dijo: «bebe, te repondrás».

Pilar bebió un primer sorbo largo porque estaba muerta de sed, pero el segundo ya reconoció el sabor del semen y las arcadas volvieron a hacer que su vientre se tensase a tope.

-Sigue bebiéndotelo todo o sabrás lo que es el dolor, zorra.

Pilar trató de no pensar, de imaginar que era leche o cualquier otra cosa y dio un tercer trago conteniendo las arcadas. Siguió la pobre tragando sorbo a sorbo hasta que se terminó el vaso. Pilar sentía un asco tremendo y las ganas de vomitar no se le iban. Ganas que aumentaron al ver a González llenar un segundo vaso.

-No por favor por favor por favooooorrr, dejadme ya. Dijo entre lágrimas Pilar.

Ni caso. Tuvo en sus labios el segundo vaso de semen antes de terminar sus súplicas. Esta vez González se sentó en su vientre aplastándolo con el peso de su cuerpo, la volvió a coger por la nuca y le dijo lo mismo: «bebe».

Con todo el asco del mundo Pilar así lo hizo casi de golpe y sin poder evitar alguna que otra arcada tan fuerte que su vientre al tensarse levantó a González cinco o diez centímetros. El estómago de la chiquilla ya estaba completamente lleno de semen, pero Carla ya se aproximaba con un tercer vaso.

-Por Dios piedad, imposible que me trague otro. Dijo Pilar con su voz entrecortada por el llanto.

Fue decir esto y sentir un fuerte tortazo en uno de sus pechos. De lo fuerte que fue, casi chocó con el otro e inmediatamente su piel fue enrojeciéndose dejando ver la forma de la mano que la había golpeado.

Sin tener otra opción, Pilar bebió el tercer vaso de semen si bien esta vez tuvo que parar de vez en cuando para hacer sitio en su estómago.

El cuarto vaso que dejó vacía la botella de un litro, se lo trajo el supuesto doctor.

-¿Ves lo que te pasa por no haberme limpiado la polla, niñata?. Dijo González al tiempo que ponía el vaso en los labios de ella.

Esta vez si que le costó horrores tragarlo no solo porque ya estuviese completamente llena sino porque las arcadas eran más continuas y fuertes. Con todo no vomitó y en tres o cuatro minutos el semen ya estaba en su estómago.

Como un litro no se esconde ni desaparece por ningún lado, el vientre de Pilar a la altura del estómago aumentó de volumen y se podía apreciar claramente cómo subió un par de centímetros o tres. El tener el cinturón tan hundido en el vientre de Pilar a la altura del ombligo, aumentó considerablemente el volumen de la parte que correspondía al estómago.

Lo que siguió fue extraño pues Carla abrió los labios de su vagina con un forcep de acero cromado frio como el hielo, introdujo algo que llegó hasta el útero, aspiró y vertió el contenido del líquido extraido en un porta que colocó al microscopio.

-Un solo óvulo, dijo Carla en voz alta.

-Lástima, habrá que intentarlo de nuevo. Dicho esto una extraña sonrisa se dibujó en la boca del Dr. González.

La cara de terror de Pilar fue todo un poema al pensar en todo lo que se le venía encima y por todo lo que tendría que pasar hasta que la dejasen libre.