Después de mucho tiempo me encontré con mi ex, había pasado mucho tiempo sin verlo y se reavivo la chispa

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Hacía mucho que no hablábamos, mi novia y yo habíamos roto hacía meses y, desde entonces, no hubo contacto. Cada uno tenía su vida y no sabíamos mucho el uno del otro.

Todo había ido con normalidad hasta que un día nos encontramos de madrugada en un bar de copas. Hablamos un rato y compartimos un par de chupitos. Estábamos un poco borrachos y, en algunos momentos de la noche, rozamos los labios, aunque sin besarnos. Rozamos la comisura una y otra vez, hasta que llegó el momento de irse a casa y separarnos. Yo iba con un buen calentón, así que nada más llegar lo primero que hice fue masturbarme, esos roces durante toda la noche me habían dejado con un calentón importante y me alivié pensando en su cuerpo desnudo sobre mí.

Ella tenía 26 años en ese momento, de pelo oscuro y una mirada intensa. Tenía dos tetas pequeñas, pero muy duras y bien puestas. Un culo que me vuelve loco, grande, sin ser enorme, duro y que pide a gritos que lo comas.

A la mañana siguiente, al despertar, estaba pensando en escribirle cuando sonó mi móvil. Era ella y me daba la sensación que había tenido una experiencia parecida a la mía la noche anterior. Hablamos un poco de todo, sin entrar en detalles ni profundizando más de la cuenta.

Durante los días posteriores seguimos charlando y, a medida que pasaba el tiempo, nos íbamos metiendo en harina. Empezamos tirando alguna puya, algún comentario subido de tono y acabamos hablando de lo que nos gustaba en la cama y de nuevas experiencias que nos gustaría tener. Yo me la imaginaba con el móvil en la mano cachonda perdida, igual que me estaba pasando a mí. Y no me equivocaba.

Mientras que éramos pareja los dos vivíamos con compañeros en nuestras respectivas casas y eso nos cohibía a la hora de probar cosas nuevas o gritar a gusto cuando nos corríamos. Ahora la cosa había cambiado, yo me había ido a vivir solo y la oportunidad estaba a huevo. Los dos empezamos a dejar caer la posibilidad de que viniera a mi casa y, al final, no hubo más remedio y ella cogió la mochila con algo de ropa y algún juguete sexual y salió camino a mi nuevo hogar. Tardaría unos 15 minutos y yo estaba entre nervioso y cachondo. Algo nuevo había en nuestras conversaciones, parecía que el tiempo que pasamos separados había roto muchos tabús, daba la sensación que sería algo nuevo.

Cuando llegó no hubo tiempo para palabras. Se puso frente a mí con cara de salida y dejó caer la gabardina. Lo que vi me sorprendió y me puso aún más cachondo. Iba desnuda, sin sujetador ni braguitas, venía dispuesta a ser muy guarra conmigo y yo tenía unas ganas locas de probarlo. Estaba frente a mí, se acercó y empezamos a besarnos como nunca, apasionadamente, queriendo comernos el uno al otro.

Yo estaba en calzoncillos y con una camiseta, duraron poco. Rápidamente me desnudó y se puso de rodillas en el suelo. Se metió mi polla en la boca y empezó a mamarla como no había hecho antes, se la tragaba entera una y otra vez, yo notaba como mi capullo daba una y otra vez en su garganta y ella disfrutaba tragando sin parar. Yo la tenía dura como pocas veces, la notaba llena de sangre y como una piedra.

Al momento se levantó y volvió a besarme, yo bajé la mano y empecé a acariciar su coño, lo tenía pingando. Metí los dedos y ella se agarró a mí cuello, juntando su boca a mi oreja y soltando un enorme suspiro.

La empujé sobre el sillón de mi salón, bien abiertas las piernas, me puse de rodillas en el suelo y hundí mi cabeza en su coño. Lo tenía con un pequeña mata de pelo muy bien arreglada. Comencé por abrir los labios con dos dedos, lamiendo desde bien abajo hasta la arriba, donde me entretenía acariciando su clítoris con la punta de la lengua. La movía cada vez más rápido, alternando con lametones fuertes. Me encantaba saborear su coño mientras ella se doblaba de placer. Cuando me cansé le dije que se pusiera a cuatro patas, me agaché y volví a comerle el coño, esta vez desde atrás, alargando la lamida hasta el ano y acompañándome moviendo los dedos dentro de su conejo húmedo. Ella disfrutaba y gemía cada vez más fuerte hasta que me pidió, con voz de salida, que la follara. Me incorporé y junté la punta de mi polla a la entrada de su coño, jugué durante unos instantes, mojé el capullo con sus flujos y la metí de golpe. Noté como las paredes se cerraban alrededor de mi pene mientras ella gritaba de placer. Yo bombeaba una y otra vez, veía su culo rebotar contra mi pelvis, algo que me ponía aún más cachondo y agresivo. Ese culo me volvía loco, quería poseerlo entero, agarraba cada nalga con fuerza y las empujaba contra mis caderas con violencia. Quería metérsela aún más fuerte y más al fondo y ella empujaba con la misma intención. Me empezó a pedir algo nuevo, me pidió que le pegara y yo, cachondo perdido, empecé a azotar sus nalgas. Las veía temblar como un flan y no podía parar, aunque ella tampoco quería que lo hiciera, de hecho me pedía más y más fuerte y es lo que hice durante un buen rato hasta dejarle el culo lleno de marcas de los golpes. Después, puse mis brazos a su alrededor y pellizqué sus pezones duros, los pellizque fuerte sin dejar de bombear mi polla dentro de ella. Le chupaba la espalda, recorriendo la columna con mi lengua y seguía amasando sus tetas, pellizcando y amasando otra vez mientras metía me pene lo más adentro posible.

Luego, ella se movió y me sentó en el sillón, puso una pierna a cada lado y se la metió de una sola vez. Saltaba sobre mí una y otra vez, sin parar, mirándome con cara de guarra y excitación, con cara de dominación. Movía sus caderas en círculos con mi pene dentro de su coño. Era un momento de tal excitación que eché mano a la mochila que había dejado tirada en el suelo nada más llegar y saqué su dildo de goma, lo lubriqué y empecé a jugar con el en la entrada de su culo. Ella seguía moviéndose sin parar sobre mí y yo presionaba cada vez más. Era algo que nunca habíamos hecho cuando éramos novios, pero, a tenor de sus gemidos, parecía que le estaba gustando. Sin casi darse cuenta, estaba ensartada por dos pollas, la mía y la de goma que yo no dejaba de meter y sacar de su culo. Lo abrí una y otra vez mientras ella no dejaba de saltar sobre mi. Notaba como su cara de sorpresa al probar por primera vez a meterse algo por ese agujero. Era una sensación brutal, ella no dejaba de pedirme más a gritos, de pedirme ser aún más guarros y yo notaba sus dos agujeros taponados por sendos penes.

Nos sentíamos tan cachondos que follábamos con una violencia que no había notado antes. Ella me arañaba la espalda, me abrazaba y me mordía el cuello, yo le agarraba del pelo y tiraba de su cabeza hacia atrás mientras le lamía el pecho y el cuello. Saqué el dildo de su culo, la cogí en brazos y la puse en la mesa baja de mi salón sin sacar mi pene de su coño peludito y volví a bombear una y otra vez, ella pedía más y más, gritaba y me agarraba clavándome las uñas. Yo hundía mi cabeza en su pecho, absorbía las tetas y mordía con fuerza los pezones, ella, lejos de quejarse pedía más y más fuerte. Apoyé mis dedos sobre su clítoris y empecé a moverlos en círculos, estábamos muy cerca de corrernos, yo movía todo mi cuerpo sobre ella y ella me empezó a decir que le llenara el coño de leche caliente mientras empezaba a retorcerse. Seguimos unos segundos más y los dos estallamos. Empecé a sentir mi semen recorrer el tronco de mi pene, a sentir como salía disparado y como inundaba el interior de su coño. Ella, al notarlo, empezó a correrse y dio un alarido, su coño comenzó a tener espasmos y a mojarse aún más, me agarró fuerte sobre ella mientras jadeaba y se retorcía de placer.

Nos quedamos unos segundos más sobre la mesa, sintiendo como mi lefa empezaba a escurrirse fuera de su vagina, estábamos exhaustos, había sido el mejor reencuentro posible.