Una noche de fiesta que termino bien para un grupo de amigos y muy mal para una pareja de ladrones

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Que te abran la puerta de atrás del coche y que te quiten la cartera hoy en día no es nada nuevo. Esto es lo que nos paso a un grupo de colegas cuando regresábamos de una cena.

Una noche de septiembre, cinco colegas que trabajamos juntos en una importante discoteca de Barcelona,  decidimos salir a cenar. Era nuestra noche libre, así que primero fuimos a un buen restaurante y luego el plan era ir de marcha. Después de la cena y puesto que Oscar se tenía que marchar antes, decidió coger su coche mientras nosotros cuatro subíamos en la Voyager de Pedro. Cuando nos dirigíamos a las afueras de la ciudad, al local de un colega  para divertirnos un rato, en el último semáforo de la Meridiana, una pareja de estética okupa se acerco al BMW de nuestro compañero. Justo detrás de él se separaron. El chico se dirigió a nuestro amigo por la ventanilla del conductor y empezando a chillar como un loco, la chica abrió la puerta trasera y agarro el ordenador portátil que tenia Oscar en el asiento de atrás. Tras un segundo de confusión Oscar se dio cuenta de la treta,  salto del coche y empezó a correr detrás del maromo. Mis compañeros, sin mirarnos siquiera, saltamos de la furgoneta que estaba parada justo detrás de su coche y empezamos a correr también detrás de  chica.

No se puede ir a robar coches con botas militares y menos si estas están sin abrochar. No habían pasado ni veinte metros que la fulana nos vio y soltó el ordenador debajo de un coche que había parado para que dejásemos de perseguirla, pero éramos tres y mientras uno de nosotros se paro para recoger el portátil, Jaime y yo continuamos la persecución. No duro mucho. Cuando doblo una esquina y vio a unos doscientos metros la casa donde seguramente parasitaba a la sociedad, la  ladrona quiso ir mas rápido de lo que le permitía su calzado y una de sus botas se salio, provocando que se cayera al suelo. En un segundo estábamos encima, pero la muy zorra empezó a chillar, seguramente con la esperanza de que alguno de sus piojosos amigos viniera en su ayuda, así que no nos quedo mas remedio que pegarle un puñetazo que la dejo sin sentido.

La verdad es que no fue necesario darle muy fuerte, por que apenas media un metro cincuenta y pesaría unos cuarenta y cinco kilos. No tendría mas de 17 años, pelo rubio y con rastas e iba vestida con la ropa típica de esta tribu, es decir, con una camiseta ancha de color negro, mini tejana y unas medias de rejilla que tenían mas agujeros que un queso gruyere y cubierta por una chaqueta del ejercito alemán.  Así pues, acostumbrado a hacer levantamiento de pesas en el gimnasio, no me costo demasiado levantarla del suelo como si fuera un fardo y cargármela en la espalda para regresar al coche. Por el camino nos reunimos con Fernando que nos informo que el ordenador, aparentemente, estaba intacto.

Cuando lléganos a los coches, Pedro, que se había quedado allí, nos pregunto si habíamos pillado a la ladrona y le dijimos que si, que la traíamos como un saco para ver que es lo quería hacer Oscar con ella, si la iba a denunciar o la dejábamos ir con el escarmiento de la torta después de la carrera. Dos minutos después regreso nuestro amigo Oscar y por la pinta que traía el tío, nos pareció que no los soltaría precisamente. El okupa no era mucho mayor que su amiga y por la forma que tenia en la nariz y la sangre que le salía, nuestro amigo le acababa de hacer una rinoplastia a lo bestia. Caminaba delante de Oscar y cada vez que intentaba pararse o decir algo recibía una sonora colleja. Cuando llegaron a nuestra altura, le preguntamos que quería hacer.

– ¿Qué que quiero hacer con estos dos cabrones? – Pregunto casi chillando en medio de la calle – A estos les quito yo las ganas de robar nunca mas.

Girándose hacia su coche abrió el maletero y le dijo al chaval que subiera. El tío no lo vio del todo claro e intento volver a escapar, con lo que se gano un puñetazo en la boca del estomago por parte de Fernando que lo dejo sin aire. Con otro empujón le metieron entre los dos en el interior del maletero y cerraron. Oscar subió otra vez al volante mientras que Fernando entraba en el lugar del copiloto. Yo, todavía con la okupa a la espalda entre en la parte posterior del Voyager de Pedro junto a mi amigo Jaime y la estiramos en el suelo, mientras le poníamos los pies encima para que no se levantara puesto que empezaba a recobrar el conocimiento y al verse en el interior de un coche le asalto el pánico.

Mientras seguíamos el BMW de Oscar, que se adentraba cada vez más por carreteras secundarias hacia las afueras, el miedo que sentía la golfilla que teníamos bajo nuestros pies se incrementaba. Cuando se empezó a revolver no nos quedo otra opción de coger una de las bridas de plástico que usa Pedro para fijar los equipos y ponérsela en las muñecas a modo de esposas. Fue entonces, cuando vio que no tenia posibilidad de defensa que empezó a llorar a moco tendido mientras nos decía con un fuerte acento italiano que lo sentía mucho, que no lo haría mas, que no le hiciéramos daño y que por favor la dejáramos marchar.

Veinte minutos después de salir de Barcelona, el coche de oscar se paró en medio de un complejo de fábricas abandonado. Era el sitio ideal para hacer cualquier cosa que se le hubiera ocurrido a nuestro amigo, desde dejarlos allí en plena noche a… quien sabe.

Después de bajar de su coche, Oscar se acerco a la monovolumen, abrió la puerta y cogiendo a la chica por las rastas la saco del coche de un solo tirón de pelo. Esta, entre el susto que llevaba, su poca edad y el dolor que le producía que le tiraran con aquella brutalidad del pelo, lloro todavía con mas fuerza, resbalando las lagrimas por sus mejillas hasta la barbilla, donde se juntaban con los mocos que le caían de la nariz. Cuando llego delante de los faros de la furgoneta la dejo caer sobre el suelo de asfalto y cogiéndola por el cuello con la mano izquierda le soltó un sopapo que le dejo marcados los cinco dedos en la cara.

– ¿Te parecerá bonito, no? Ir robando a la gente en medio de la calle, ¿VERDAD? – le chillo Oscar a la tía mientras le soltaba un sopapo con la otra mano que la tumbaba en el suelo.

– Te vas a enterar de lo que pasa aquí cuando alguien intenta joderme –  Y dirigiéndose al coche abrió el maletero.

Inmediatamente apareció la sangrante cara del «ocupante» a quien apeo del coche con la misma finura que a su amiga e inmediatamente después, le pego una patada en el estomago que lo volvió a doblar sobre si mismo. En precaución de que el amigo pudiese causar más problemas decidí hacer lo mismo que con su amiga, es decir, ponerle una brida en las muñecas  y para mayor seguridad, le puse una en los tobillos, dejándolo con la misma movilidad que una salchicha. Cuando tuvo el maletero sin ocupantes, nuestro colega agarro un par de botellas de güisqui que llevaba para la fiesta y un cuchillo de monte que utiliza cuando vamos a cazar jabalís y se dirigió otra vez a la zorrita, que seguía estirada en el suelo sin moverse. Dejo las botellas en el suelo, al lado de la chica y la volvió a agarrar por las rastas.

– No te vayas a mover ahora, no quisiéramos que se cortara nadie, ¿Verdad? – le pregunto a la cría mientras le ponía el cuchillo a un palmo de la cara.

La ladrona se quedo horrorizada cuando vio aquella hoja de más de treinta centímetros a escasa distancia de su jeta. Sus ojos se abrieron como platos y seguro que por su mente pasaron un montón de imágenes la mar de desagradables. Con la experiencia que da haber desollado un montón de presas, Oscar introdujo el cuchillo por debajo del abrigo de la muchacha y casi sin hacer fuerza, gracias a lo afilado que estaba, lo corto de arriba abajo. Luego repitió la operación con las mangas y saco limpiamente el abrigo de la chica como si fuera una piel lista para curtir. Cuando el tres cuartos fue a parar al suelo, de uno de sus bolsillos salio disparada una pequeña cartera. Pedro se acerco hasta ella y la abrió. Tenía unos doscientos euros, las llaves de un candado y la documentación de la cría. Tras examinarla y guardarse el dinero en el bolsillo, dijo:

– La guarra esta se llama Sabrina, es italiana y tiene 17 años cumplidos hace dos días. Creo que la tendríamos que felicitar como dios manda.

Todos le reímos el chiste. Tan pendientes estábamos de cómo Oscar manejaba el cuchillo que nadie se dio cuenta que el pollo a quien creíamos atado había conseguido romper la brida de las piernas  y se había puesto en pie hasta que chillando intento cargar sobre Oscar. Afortunadamente, Jaime se dio cuenta y antes de que pudiera hacer algo lo paro con una patada en la rodilla. Luego se sentó sobre la espalda del piojoso y puesto que este no era gran cosa, lo inmovilizo bajo su peso. Pese a todo, no dejo de luchar y de chillar.

-¡Soltad a mi chica, hijos de puta! os matare, cabrones -chillaba el muy gilipollas – si le tocáis un solo pelo, os matare a todos.

Tenía gracia. Aquel pobre desgraciado estaba rodeado de cinco tíos que le sacaban cada uno de ellos un palmo de ancho y dos de alto, en un lugar perdido de la mano de Dios, atado y encima se atrevía a amenazarnos. Teníamos que reconocer que el tío tenía cojones. Mientras tanto, la chica seguía como hipnotizada mirando el cuchillo de Oscar que ya había cortado la camiseta, la minifalda tejana y el sujetador, dejando al aire dos tetas de una medida respetable para lo que era la chica. Con un último tajo libero a la chica de las medias sin hacerle mas daño que una ligera línea roja sobre la cara interior de los muslos. Se las arranco y se las tiro a Jaime.

– toma. Amordaza al imbécil este. Si ahora esta chillando que solo he desnudado a su golfa, cuando empiece la fiesta no quiero ni escucharlo. Lo podríamos dejar gritar, estamos en un polígono abandonado a veinte kilómetros del pueblo más cercano, pero es que no me gusta escuchar a un cerdo gruñir mientras follo.

Jaime cogió las medias y se las puso alrededor de la boca, procurando  que la entrepierna le quedara justo dentro de la boca para que pudiera oler el coño de su novia, puesto que la muy puta no llevaba bragas y apretó fuerte. A partir de aquel momento, el chaval solo pudo gemir.

– ¿Qué no le toquemos un pelo de la cabeza a tu novia? – pregunto Oscar mientras la agarraba nuevamente de las rastas – ¿o te refieres al pelo del coño? – le pregunto mientras daba un fuerte tirón al vello público de la cría, cosa que la hizo chillar de dolor. Luego, miro el montón de pelo público arrancado de la entrepierna de la okupa y mientras se lo restregaba por la cara al valiente, nos sonrió con malicia.

Si vestida no incitaba demasiado a la erótica, la cosa cambiaba si se veía a aquella italiana en pelotas. Tenía unas tetas medianas, cuyo pezón, duro por la tensión del momento y las temperaturas no tan altas de hacia un mes, miraba hacia arriba y con una aureola de un diámetro aproximado a una moneda de dos euros, bastante oscura. Su complexión era flaca, pero no pasaba hambre, ya que tenía una barriguita la mar de sexy que indicaba que su última comida todavía estaba dentro. Pese a sus rastas de color rubio, muy sucias como es normal en estos casos, el pelo de su coño, que se extendía por al entrepierna hasta su ojete, era totalmente negro y estoy seguro que no había visto una cuchilla en toda su vida puesto que tenían una crecida de unos tres dedos. Los labios mayores se le veían abultados y grandes, como pidiendo que se los estirases y el agujero del culo, pese a la poca luz que todavía llegaba allí, se veía prieto y se nos antojo difícil de abrir.

Cuando Oscar volvió a tocarle el higo, la cría se revolvió para ponerlo lejos del alcance de mi amigo, así que sin pensárselo dos veces, le soltó otra torta que la mando por tercera vez al suelo donde se quedo aturdida por al fuerza del impacto.

– Mira, niñata – le dijo mi colega a la golfita que estaba en el suelo – tu has intentado joderme al quitarme el ordenador. Ahora mis colegas y yo te joderemos a ti en el sentido literal, tanto, como y por donde nos de la gana hasta cansarnos. Si lo haces por las buenas incluso puede que te diviertas y todo. Si quieres hacerlo por las malas, solo has de mirar a tu alrededor para ver cuantas oportunidades tienes primero de escapar junto con ese piojoso de tu novio y segunda, cuantas hay de que cuando os encuentre la policía, las ratas hayan dejado suficientes restos como para que os identifiquen. Tu misma.

– Las reglas son muy sencillas – apunto Jaime mientras le soltaba una colleja al tío que tenia tumbado en el suelo que le hizo rebotar la cabeza contra el asfalto – si hacéis todo lo que os digamos, sin ningún tipo de resistencia, os dejaremos libres cuando nos cansemos de vosotros, sin ningún daño irreparable. Si hay resistencia, aunque sea la más mínima, cuando nos cansemos de haceros de todo, nos iremos del polígono, pero a vosotros no os volverá a ver nadie más. ¿Nos entendemos?

Los chavales se miraron entre ellos y asintieron a la vez. La chica no había parado de llorar desde que recobro el conocimiento en la furgoneta, pero ahora al chico le empezaba a caer alguna lágrima. Sabía a ciencia cierta que esta seria una noche muy larga para su novia.

– Muy bien – dijo Oscar mientras se acercaba a la espalda de la okupa. Empuño otra vez el cuchillo y tras pasárselo desde el tobillo al culo, corto la brida de plástico – empieza el juego.

La chica al verse libres las manos, intento taparse los pechos y el coño, pero con un movimiento enérgico, Fernando se las puso sobre la cabeza.

– Hasta que te digamos que las pongas en otro sitio, tus manitas de ladrona estarán sobre la cabeza. Si las bajas para algo… – dejo inacabada la frase y Fernando remato la escena balanceando el cuchillo de caza. La chica entendió a que se refería – además, me gusta la forma que te hacen las tetas así.

Sus ubres habían quedado tirantes hacia arriba, con el pezón mirando a la luna que empezaba a asomar por encima de los techos del antiguo polígono.

– huele a rayos la muy cerda – Dijo Pedro, que se había acercado a ver de cerca a la golfa en pelotas y estaba estrujando literalmente de una nalga como si quisiera sacar zumo de ella.

– Para eso esta el güisqui, amigo mío – le comente, adivinando los pensamientos de Oscar.

Acercándome a la putita, abrí una de las dos botellas de bebida y se le eché sin decirle nada por la cabeza. El alcohol bajo formando pequeños riachuelos desde su cabeza hasta sus tetas y por su espalda hasta llegar a su culo. Mientras vertía el contenido le dije que se frotara las peras, los sobacos y sobretodo el higo y el ojete. La chica empezó a frotarse sin demasiada convicción, pero un trallazo en las nalgas con cinturón de Fernando, que dejo una viva marca roja, hizo que lo hiciera con más brío, casi como si estuviera debajo de una ducha. Cuando la primera botella de escocés se vació sobre su cuerpo, la golfita presentaba un aspecto totalmente desamparado. Sus rastas estaban pegadas a la frente, el rimel de sus ojos caía en chorretones negros sobre su cara, sus pezones se habían puesto duros por el contraste de temperatura y el largo matojo de pelos de su coño chorreaba de licor.

– Bueno, no es que huela mucho mejor, pero al menos el alcohol habrá matado los gérmenes que tiene esta zorra en la entrepierna – comento Pedro mientras jugaba y daba tirones al bello público de la chica – ¿Algún voluntario para montarla el primero? ¿No? Bueno, eso es que no estáis todavía motivados. Veréis…

Y diciendo esto, la agarro por el cuello y la tiro al suelo de rodillas, justo entre las luces del coche y su novio, que todavía luchaba para liberarse de las medias que le impedían chillar. Una vez la tenia como quería, se bajo la cremallera y saco al aire una polla que tendría sus buenos 18 centímetros y tres dedos de ancho y se la acerco a la boca de la chica

– Si se te ocurre tan solo rozarme con los dientes la polla, de la ostia que te meto te los hago saltar todos ¿ha quedado claro, guarra? – La chica asintió mientras volvía a llorar a moco tendido – Muy bien, abre la boca, perra.

La chica empezó a abrir la bocaza, pero Pedro no espero a que la tuviera abierta del todo y justo cuando vio espacio suficiente se la metió de un solo golpe hasta que le toco la mismísima campanilla, dándole una arcada. Nuestro amigo, que ya le preveía esta reacción, la agarro de la nuca antes de que pudiera hacerse atrás y empezó a clavársela hasta las mismísimas, bombeando con ganas dentro del primer agujero que probaba aquella noche de la ladrona. Mas que una mamada, aquello era toda una follada bucal en toda regla. La velocidad de la follada impedía que la cría pudiera tragar toda la saliva que le provocaba aquello dentro de la boca y no tardo mucho en empezar a caer de su boca un hilo de saliva mezclado con liquido preseminal de nuestro amigo que empezó a mancharle las tetas y mas tarde resbalo hasta su mismísimo coño.

Aprovechando que estaba de rodillas, me puse detrás suyo y empecé a toquetearle el culo y el higo, que si no fuera por el alcohol vertido allí, estaría seco del todo. Así pues, destape la otra botella y le eché un buen chorro por la espalda hasta que resbalo por su columna y empezó a empapar la entrepierna. Con algo más de humedad, puede empezar a meter un dedo por aquel coño de grandes labios. La verdad es que no fue demasiado fácil, ya sabéis que si una mujer no esta bien lubricada, la penetración es complicada, así que me levante y me fui a ver que teníamos en los coches para solucionar el tema. No estaba todavía en pie cuando Oscar ocupo mi lugar en la parte posterior de la chica, sobándole el culo y metiéndole los dedos por el coño sin ningún tipo de compasión, cosa que provocaba que la chica profiriera exclamaciones ahogadas por el cipote que Pedro que cada vez la taladraba a un ritmo mas rápido, provocando mas babas y mas arcadas.

El maletero del coche no es que estuviera muy provisto de elementos para las folladas, si bien tenia una buena provisión de condones, tanto de los ultra finos como los gruesos, apropiados para las relaciones anales. Rebuscando entre las herramientas encontré lo que en principio podría ser una solución, pero era muy aparatoso. Ponerle aceite lubricante a la zorra me importaba un cojón, pero después es difícil de limpiar de la polla, así que continué buscando y por fortuna encontré vaselina, de la que se usa para poner en los bornes de la batería para que no se oxiden. Evidentemente, no era vaselina para sexo, pero al ser un elemento de alta viscosidad, serviría a mis propósitos.

Cuando regrese donde estaban mis amigos, vi que Oscar había conseguido meter dos dedos dentro del deshidratado higo de la okupa, Fernando se estaba poniendo las botas estrujando el pecho y tirándole con ganas de los pezones y Pedro, por la cara que ponía, no tardaría mucho en correrse dentro de su boca. Abriendo el pote y untándome los dedos en la viscosa sustancia le dije a mi amigo Oscar que me dejara hacer.

En cuanto empuje los dos dedos llenos de vaselina para introducirlos en su coño, el liquido elemento hizo su trabajo y me facilito la operación, chocando mis nudillos en apenas unos segundos con la entrada de su coño. De golpe, al notarse llena, la cría abrió los ojos desmesuradamente y soltó un alarido. La vibración de su voz y que había abierto la boca al limite de sus posibilidades hicieron que Pedro se la clavase hasta la misma campanilla cogiéndola por la nuca y empezara  a manar leche como una fuente inundándole la garganta de semen y haciendo que lo tragara directamente en gran parte. Lo que no entro en su garganta, se derramo por la comisura de sus labios hasta sus pechos e incluso  algún borbotón le llego a a salir por la nariz, mientras pedro la llamaba de todo menos guapa.

-¿Te gusta, eh? Golfa de mierda. Espero que no tengas intolerancia a la lactosa, porque hoy vas a tragar mucha leche, cerda.

Cuando terminó  de vaciar los cojones en la garganta de la mangante, Pedro le saco la polla de la boca y fue como destapar una botella de champagne: la niña agacho la cabeza y empezó a vomitar; primero salio una masa liquida de color blanco que fue seguida de inmediato por todo lo que había comido aquella italiana en las ultimas horas.

-¿Que pasa, no te gusta la leche de Pedrito? – pregunto Fernando – Seguro que la del mierdecilla de tu novio es la mitad de espesa. Vamos a preguntárselo. – Y cogiéndola de las rastas la arrastro hasta delante mismo del novio.

– Maricona. ¿Es tan espesa tu corrida? – El chaval solo podía mover la cabeza y gruñir, así que Nando recogió el semen que le caía a la okupa por las mamas con la mano y se la restregó por la cara – No te asustes. Es para que la veas de cerca y para que entiendas como se va a sentir tu perrita dentro de un rato.

Y sin más explicaciones, metiéndole dos dedos a la perra por la nariz, se la metió en la boca de un solo golpe. Nando no le follaba la boca a la cría, si no que hacia que se la chupara ella, tirándole  de la nariz mientras decía con sorna «hay que ver lo bien que se la traga esta perra».

Mientras tanto, yo ya había lubricado lo suficiente el higo de nuestra victima (haber esperado a que le entraran tres dedos hubiera sido una perdida de tiempo) y me disponía a ponerme un molesto condón cuando se me ocurrió una idea.

– Nando, colega. A ver si puedes hacer que esta puta pare de mamártela un rato y pregúntale si toma pastillas antibaby – le comente en voz alta a mi amigo.

– Ya has escuchado a Carlos, golfita ¿tomas la jodida pastilla? – pregunto Fernando mientras le soltaba la nariz, que usaba como asidero y se limpiaba los muchos mocos que tenia de la cría en su pelo.

– Non. Lo faccio sempre con condón. per favore, non esso hagais senza condón – respondio la italiana entre sollozos.

– Vale. Suficiente. Continua con la mamada que pierdes el ritmo – y se la volvió a meter hasta las pelotas.

De una okupa no se puede fiar uno, y menos si es italiana, así que me dirigí al pollo que tenia Jaime reducido en el suelo y tras registrarle los bolsillos encontré su cartera. Cuando leí el nombre de su documentación no pude contener una sonrisa.

– Así que el pollito que tenemos aquí es el hijo de uno de los abogados mas reputados de Barcelona. ¿Que diría tu papa si te viera robando? – le pregunte al niñato que tenia ante mi mientras le aflojaba la mordaza.

– Le importaría una mierda. El siempre dice que con dinero se soluciona todo. Gilipollas. -me contesto el desgraciado.

Tras soltarle una hostia que le abrió el labio, continué registrando su cartera. Mil euros, algo de marihuana, la tarjeta profesional de papa y una Visa platino pasaron a ser de mi propiedad en aquel mismo instante y junto a su DNI fue a parar a mi bolsillo. Sobra decir que los condones talla normal y con gusto a fresa fue lo único que permaneció en la cartera, por que incluso una foto de la perra que en aquel momento estaba humedeciendo el sable de mi compañero fue requisada.

Aquella perrita tenía razón: no tomaba la pastilla, ya que no le encontramos ninguna encima y follaba siempre con condón. Incluso las mamadas las hacia con protección, a juzgar por las gomas de sabores. Si el novio no era un consumado cornudo (después de aquella noche tendría mas cornamenta que el padre de Bamby) la putita estaba sana de enfermedades sexuales y por lo tanto no era necesaria la molesta goma en el rabo.

Así pues, me puse detrás suyo y aprovechando que Fernando la tenía a cuatro patas eche un chorro de güisqui en el culo.  Cuando este le resbalo hasta el higo, limpiando la vaselina que había usado para dilatarla, me la calce con un buen par de envestidas. En la primera solo entro la cabeza de mi polla y el efecto sobre la chica fue que mugiera como una vaca en celo, pero con la segunda clavada, mi polla se hundió de golpe hasta los cojones y la okupa profirió un grito que coincidió en el tiempo con el primer lechazo de Fernando. Al tener la traquea abierta, la corrida entro hasta adentro provocando que la chica, además de llorar y moquear, empezara a toser.

El agujero era bastante estrecho y gracias a la vaselina y al güisqui tenia la suficiente viscosidad para una follada en condiciones sin resultar demasiado molesto. Las toses hacían que se le contrajese el coño y que con ello se incrementara el roce hasta parecer que me estaba follando a una virgen.

– Que lastima no poder gravar como traga esta golfa – dijo Pedro, que empezaba a recuperar la trempera

– ¿Quien te ha dicho que no la este gravando? – contesto Oscar mientras dejaba de estrujarle las tetas a la ladrona y se ponía en pie, dirigiéndose a su coche.

Cuando regreso con el grupo llevaba una cámara de video en la mano y el piloto rojo indicaba que estaba grabando la escena.

– Antes de bajar del coche puse la cámara en funcionamiento y ha estado filmando desde la bandeja del coche – dijo con una sonrisa – para tener un recuerdo de esta noche. Toma, haz unos planos mientras me la chupa.

Le paso la cámara a Pedro y momentos después cogía a la cría por el cuello y empezaba a golpearle la cara con la picha morcillona mientras le decía que sonriera a cámara. Cuando la tuvo relativamente tiesa introdujo los dedos en los orificios de la nariz y le clavo la picha hasta los mismísimos cojones, produciendo una arcada en la perrita cuando el chipote le toco la campanilla

Un rato después, y tras coordinar instintivamente nuestras envestidas, la cerdita rebotaba de una polla a otra. Cuando el nabo de Oscar se le clavaba hasta la campanilla, mi polla estaba a punto de salírsele del coño y cuando yo tiraba con fuerza de sus caderas para metérsela hasta la cruz, la polla de oscar salía de la boca de Sabrina, momento que aprovechaba la cría para tomar aire antes de que empezara otra vez el ciclo.

Treinta minutos después, yo estaba a punto de correrme en el coñito de la ladrona mientras esta babeaba profusamente por los pollazos que recibía de Oscar, que no estaba muy lejos del orgasmo también. Mientras, Pedro había estado filmando desde casi todos los ángulos la doble follada a la niñata, poniendo especial atención en el ojete cuando le abría los cachetes para cogerla mejor. En esos momentos, gracias a las luces de los coches y a la antorcha que llevaba incorporada la cámara, se podía ver un agujero marrón, rodeado de pelos largos y negros y sin apenas dilatación. Cuando siguiendo la sugerencia de Pedro, le metí la primera falange del dedo gordo por el culo pego un chillido y tenso tanto la musculatura del culo y el higo que me corrí en su interior, llenándole el coño de leche abundante y caliente.

– Dios!! – suspire – ¿Pero como es capaz esta niñata de apretar tanto el coño?. Parece que se la hubiera metido a una virgen. Zorra de mierda, traga leche, puta.

Cuando la chica noto los chorros de leche golpeando contra el fondo de su coño, intento zafarse de mi, pero cociéndola con la mano izquierda, apreté hasta el fondo al tiempo que clavaba mas mi dedo gordo en su ojete virgen. El resultado fue que apretara aún más el coño y que prácticamente me exprimiera las últimas gotas de semen que me quedaban en la polla, cayendo todas dentro de su rebosante higo. Después de vaciar mis pelotas todavía deje un rato mi polla en aquel coño recién regado y finalmente retire el dedo de su ojete. Este salio con un ruido como si hubiera destapado una botella de cava y volvió a cerrarse inmediatamente. Había estado poco tiempo en su culo y todavía no se había dilatado lo suficiente como para que se viera. Cuando mire el dedo, pude observar como debajo de la uña, tenia un poco de mierda.

Cuando retire la polla de su coño, una cascada de semen empezó a brotar de su peludo higo y a deslizarse por los muslos, hasta las rodillas que permanecían separadas. Me incorpore, la cogi por el pelo, y tras sacarle la polla de Oscar, le metí el dedo en la boca, para que me lo dejara tan limpio como estaba cuando entro por primera vez en su culo. Al notar el gusto de su propia mierda, a la chica le dio otra arcada y su estomago intento echar algo, pero ya no quedaba nada en él y se quedo en unas arcadas.

Con la polla fuera de la boca y tan cerca de correrse, Oscar busco un agujero para descargar la presión de sus huevos y no le importo en absoluto clavársela de un solo golpe en el rebosante higo a la chica, que al notarse llena otra vez intento zafarse echándose hacia delante. Lamentablemente para ella, Oscar es un tío entrenado en el gimnasio y capaz de ejercer tanta fuerza que literalmente ensarto a la chica con la polla y la elevo en el aire cociéndola por las caderas. Con la boca libre de cipote, la chica empezó a chillar de forma aguda e histérica

–  Chilla, chilla, putita. Me encanta escuchar como te gusta que te la clave hasta los cojones – le decía Oscar mientras la ensartaba con la polla

Mientras, Pedro seguía gravando con la video cámara y se había puesto delante de la chica. En el visor se la podía ver con la cara desencajada y llena de lágrimas mientras Oscar la penetraba salvajemente. Puesto que con una sola mano se manejaba la maquina, la mano izquierda de mi amigo estaba apretando y abofeteando a gusto las tetas colgantes de la cría hasta ponérselas rojas. De tanto en tanto, también daba algún  tirón a sus pezones, como si los quisiera arrancar, lo que hacia ponerse la piel de tirante, tirante. Entre la presión que hacia aquella chica con el coño como respuesta a los tirones de mi amigo y que el ritmo que llevaba Oscar no era el oportuno para aguantar mucho, mi colega termino eyaculando en el higo hasta entonces inmaculado de aquella pequeña ladrona.

– Joder, que gustazo. Parece que la perra aprieta con ganas para que te vacíes a gusto. Seguro que es muy popular entre los indios de sus amigos si se los folla a todos de la misma manera – comento Oscar mientras se retiraba del inundado coño italiano.

– A mi me la ha puesto otra vez dura los chillidos que daba esta cerda – comento Pedro.

– Pues no te cortes – contesto Nando – que es gratis.

Riendo, me pasó la cámara a mí y se puso detrás de Sabrina, que permanecía a cuatro patas y con la mirada perdida. En ningún momento, desde que bajo de la furgoneta, había dejado de llorar si bien ahora lo hacia en silencio. Gruesos caudales de lágrimas bajaban por sus mejillas hasta su cuello y sus tetas, donde se unían a los restos de la primera corrida de Pedro. Su parte posterior tampoco estaba mucho mejor: su coño estaba rojo por la fricción con  nuestras pollas,  una buena parte del pelo publico había sido arrancada a tirones mientras era follada y de su ya dilatado higo brotaba la mezcla de las leches de Oscar y mía que caía por el interior de los muslos hasta sus rodillas. Sus nalgas eran ahora de color rojo por las palmadas recibidas mientras nos vaciaba los huevos.

Tras hacer una panorámica de todo el cuerpo de nuestra victima mientras seleccionaba los planos más morbosos con la filmadora, me coloque al lado de Pedrito con la clara intención de grabar como su polla entraba en el chocho de la niñata. Al meter el capullo por el coño y dilatársele otra vez la entrada, un chorreton de crema blanca broto de su interior y fue a estrellarse en el suelo, justo entre las patas.

-Joder, tíos! – se quejo Pedro – vaya pollotes tenéis, cabrones. La habéis dejado tope de abierta, perros.

– Si no te molesta un poco de mierda y quieres catar un agujero bien estrecho, prueba con su ojete – le comente en voz baja.

Pedro sonrió y al ver que me iba a hacer caso me puse delante de la niña y la llame por su nombre.

– Sabrina, Sabrina – La okupa, con el rimel totalmente corrido, los ojos rojos de tanto llorar y restos de leche en los labios, me miro con la vista perdida, como si mi voz fuera producto de su imaginación – sonríe a cámara, pequeña.

Y en aquel momento Pedro, aprovechando que su cipote estaba lubricado por nuestras corridas, se la clavo por el culo. Con la primera envestida solo logro meter el capullo, pero la cara de la chica se desencajo. Primero abrió los ojos de forma desmesurada, tanto que casi se le salieron de las orbitas. Luego, poco a poco, abrió la boca y lanzo un alarido que tubo que escucharse en un kilómetro a la redonda.

– ¿ha salido guapa? – Pregunto su enculador mientras la cogía fuertemente por las caderas- pues vamos a repetir la toma.

Y diciendo esto se la clavo de un solo golpe hasta que sus pelotas golpearon el joven coñito. La cara de dolor fue la misma, pero esta vez la comisura de los labios se curvo hacia abajo, lo que le concedía una mueca cómica a la cara.

– Muévete, monita – coreo Jaime, haciendo referencia al chiste del elefante que encula al mono en una isla desierta.

La verdad es que la comparación no podía ser más acertada. Una mona que no llegaba a los 50 kilos de peso estaba siendo enculada por un elefante de más de cien kilos y casi 20 centímetros de polla por su culo virgen y con una lubricación claramente insuficiente. Si lo hubiera intentado cualquier tío menos fuerte que Pedrito seguramente no hubiera podido penetrarla ya que la chica luchaba de una manera desesperada, pero contra un pollo que va todos los días al gimnasio tenia pocas oportunidades.

Así pues, tras una primera penetración animal, siguió una segunda envestida igual de enérgica y luego una tercera.

– Lucha, lucha. Cuanto mas aprietes el culo para que no te folle, mas me gusta – le decía Pedro a la ladrona.

Cuando mas concentrado estaba en el visor de la cámara, observando como se dilataba aquel diminuto agujero virgen para alojar toda el rabo  de Pedro, escuchamos un chillido proveniente de Jaime. El hijo de puta del mangi se había conseguido librar de los pantys sudados de su novia y con ellos todavía colgando del cuello le había pegado un mordisco  en la pierna a mi amigo.

Cuando recibió el primer puñetazo en la cara empezó a comprender que el mordisco no había sido una idea muy brillante, pero cuando realmente lo entendió fue cuando le salto el primer diente. A los perros, en mi pueblo, cuando muerden, se les explica a golpes que eso no se hace. Parecía que este no había entendido la lección. Después de descargar su justa furia sobre el pollo, Jaime le dijo algo que seguro que todavía recuerda:

– Te vas a enterar, maricon de mierda. Te voy a romper por la mitad. – y le pego dos patadas mas. – ahora veras como trato yo a los perros como tu.

Cociéndole del pelo lo lanzo sobre el capo del coche y tras agarrarlo otra vez, reboto su cabeza contra el mismo. Saco una navaja automática que siempre lleva consigo y de un solo tajo le corto el cinturón, rasgando también el pantalón y calzoncillo, dejando un surco rojo poco profundo en la espalda. Cuando el chaval se dio cuenta de las intenciones de Jaime intento oponer una débil resistencia pero un par de cabezazos mas le hicieron perder el mundo de vista el tiempo suficiente como para que su atacante se sacara el cipote, se pusiera una goma  y le partiera literalmente el culo. El mundo se había detenido y de repente recupero el ritmo con el berrido desgarrado del okupa

-¿Te gusta, cacho de cabrón? – le pregunto Jaime tras volver a rebotarle la cabeza contra el coche.

Cada vez que le golpeaba la cabeza contra la chapa del Audi le sacaba la polla del culo solo para volver a penetrarlo con más violencia. Las primeras veces le dolió muchísimo y contestaba a cada enculada con un chillido, pero cuando la sangre empezó a  lubricar su recién reventado ojete lo único que sentía el gilipollas era una insoportable escozor. Diez minutos de enculada con sus correspondientes cabezazos sobre el coche bastaron para que aquel bastardo perdiera el conocimiento para no recuperarlo más, junto con algunos dientes y un montón de sangre.

Cuando Jaime se canso de empujar en aquel desgarrado ojete la saco y cogiendo a su novia por el cuello (que hasta aquel momento había sido también enculada por Pedro hasta llenárselo con su corrida) se la metió en la boca hasta la misma campanilla. No sabemos muy bien si fue el impacto del rabo de nuestro en el fondo de su paladar, el gusto a látex, a sangre o a mierda lo que provocó en enésimo vomito de la chavala, pero de lo que si estamos seguros es de que fue el mas largo desde que empezó la lección. Una vez limpio de mierda el condón, Jaime se lo quito y pillando a la zorrita por las orejas le follo la boca con tanta violencia que llego a hacerle grande el piercin de la lengua hasta que se lo quito de la misma.

Poco antes de correrse se la saco de la boca, se tumbo en el suelo e hizo que ella se sentara sobre su miembro. A estas  alturas Sabrina tenía la misma voluntad que un trozo de carne y no ofrecía la menor resistencia a nada. Por su cabeza solo pasaba una idea: que aquello terminara cuanto antes, sin importar como.

La imagen de aquella muñeca rota saltando sobre Jaime gracias a sus envestidas me decidió a ceder la cámara a Pedro y ocupar el agujero rojo que por aquel entonces era el recto de la ladrona. Me puse detrás suyo y aprovechando la lubricación de crema de mi amigo empuje. Al principio aquel culito parecía querer rechazarme pero solo tuve que apretar un poco para que se abriera como una flor y se tragara toda mi polla. Mientras, Jaime seguía con su follada frenética, haciendo que de tanto en tanto se me saliera la polla del culo de Sabrina, viéndome obligado a penetrarla de un solo golpe de manera casi inmediata. Fue en una de esas reentradas que debido a la poca luz calcule mal y en lugar de entrar por su recto entre por un coñito que estaba ya ocupado, haciendo a un lado la otra minga pero sin sacarla de dentro. De manera casi instintiva mi amigo y yo coordinamos los movimientos para llegar hasta el fondo de la vagina de la chica y en pocos minutos la llenamos de leche de macho.

Cuando salimos de ella, una cascada de leche broto de su higo y resbalo por sus piernas en dirección al suelo.

– Joder que a gusto me he quedado – le comente a quien hasta hacia poco había compartido agujero conmigo.

– Yo también – contesto – pero me falta la guinda final

Y poniéndose de pie encima de Sabrina empezó a mearle en la cara. La verdad es que a todos nos hizo gracia la idea y uno a uno sumamos nuestros chorros de orina para regarle todo el cuerpo. Sabrina ya ni intentaba esquivar el calido liquido y una buena parte del mió le fue a para dentro de la boca.

-¿Que hacemos con ellos ahora? – pregunto Nando – ¿Los soltamos o los enterramos?

Tras comentar la jugada decidimos soltarlos y así se lo dijimos a ella, pero no se entero puesto que al parecer se había refugiado en su Mundo particular para huir de lo que le habíamos hecho. Estábamos seguros que jamás volvería a robar nada. En cuanto a el, todavía seguía desmayado en el suelo, con el culo sangrando como el de su novia y en una posición ideal que inspiro a Oscar para hacer su ultima travesura al vaciarle los tres dedos de güisqui que quedaban en la botella en su interior, metiéndole el cuello de esta por el recto, cosa que hizo que recuperara la consciencia, pese a que no se le veía muy feliz con ello.

Tras quitarles toda la ropa y jugar un poco más con las tetas de la ausente Sabrina, a las que finalmente pusimos un par de bridas bien apretadas en la base hasta que se le pusieron moradas, nos fuimos del viejo polígono.

Siete meses después, Nando y yo vimos a la chica haciendo malabares en un semáforo y luciendo una preciosa tripita de embarazo. Su cara no era muy alegre que dijéramos y por supuesto no había ni rastro del hijo del abogado. Cuando paso el platillo  le dimos diez euros y mientras nos alejábamos de la preñada, que por cierto empezó a llorar al reconocernos,  nos hicimos una pregunta ¿a quien de nosotros se parecería el bastardo que crecía en su interior?