Era reunirme con un desconocido para cumplir mi fantasía, ese hombre me hizo descubrir cosas nuevas y terminar esa noche llena de lechita
Anoche mientras emitía, alguien me preguntó si alguna vez se habían corrido varios hombres en mis tetas. Aquí está la respuesta.
Hace unos años, quedé con alguien a través de internet, era una de mis fantasía, quedar con alguien a quien conociese lo suficiente para no creer que no era un depravado y lo insuficiente como para crearme el morbo de que fuese un desconocido.
La fantasía era entrar en la habitación de un hotel, toda a oscuras y despacio, desnudarme sabiendo que alguien me espera en la cama, desnudo, escuchando mis movimientos por la habitación.
Así lo hicimos, subí a la habitación y me encontré la puerta medio abierta, la abrí y estaba toda la habitación a oscuras, con la luz que entraba del pasillo, vi una sobra sobre la cama, lo suficiente para hacerme una idea de la distribución de la habitación y no pegarme una hostia nada más entrar. A ver que se trata de fantasías no de deporte de riesgo y fracturas de dedos de los pies por golpes a las patas de la cama.
Al cerrar la puerta, la habitación quedó en la más pura oscuridad, y como ya sabéis, no me callo ni debajo del agua:
– Joder, ya verás tú que esto en lugar de cumplir una fantasía, acabo en urgencias, ¡que soy muy patosa!
Silencio absoluto.
La fantasía era desnudarme y follar, no hablar y él la quiso cumplir a rajatabla, no me dio ni opción a mi faceta cómica.
Poco a poco me fui desnudando, y acostumbrados mis ojos a la oscuridad, ya se veía algo más y fui subiendo a la cama, como si fuese una pantera, sigilosamente, mientras mi mano, iba acariciando al desconocido desde la punta del pie, a la punta de … su polla, ¡seamos claros!
Conforme fui notando su dureza, su líquido preseminal y su respiración, me di cuenta que era una fantasía para los dos, no sólo para mi, que estaba deseando tanto como yo este momento de excitación y que tenía prisa por notar su polla en mi boca.
No le hice esperar y la metí, poco a poco, primero jugando con mi lengua, dejando marcada su polla con la calidez de mi saliva, para después sin ningún miramiento metérmela entera dentro de mi boca y disfrutar tanto de mi excitación como de la suya. El calentamiento global no tiene nada que ver con el calentamiento que fue produciéndose en esa habitación.
Fui penetrada, follada, usada, lamida, por todas y cada una de las partes de mi cuerpo, no recuerdo bien cuantas veces me pude correr, pero sí recuerdo que al acabar el desconocido me dijo:
– Vamos a cenar que después vas a sentir lo que es ser una mujer deseada desde mi punto de vista. Desde el punto de vista de un hombre que lleva tiempo realizando fantasías.
Así fue, nos fuimos a cenar y ya de paso sirvió para conocernos algo más. Fuimos hablando de nuestras vidas y llegó un momento en el que mi curiosidad superaba cualquier conversación:
– Cuando has dicho que iba a sentir cómo se siente una mujer deseada, ¿a qué te referías?
– Es sencillo, vamos a ir a un local liberal y vas a hacer que todos los chicos que haya allí deseen tocarte.
– ¡no me jodas!
– Sí, eso después, pero antes vas a ir al baño, te vas a quitar las bragas y me las vas a dar. Esas bragas te las devolveré o no dependiendo de lo que pase esta noche.
– ¿cómo?
– Sencillo, si veo que es necesario tapar tu coño, te las devolveré. Ya lo entenderás cuando suceda, si te lo explico ahora vas a perder toda la excitación del detalle.
– Vale, vale.
Cogimos un taxi y en el asiento de atrás, el desconocido iba tocándome la pierna, acariciándome y subiendo cada vez más el vestido. Subió mi pierna encima de la suya y siguió acariciándome, pero había un detalle que no nos pasó a nadie desapercibido. El taxista iba mirando a través del retrovisor, porque con la luz de la calle y al parar en un semáforo, vió que no llevaba bragas.
Al llegar al destino, el desconocido fue a pagar la carrera y el taxista, se giró y dijo:
– Ésta carrera va a correr a cuenta de la corrida que me voy a dar esta noche a vuestra salud.
Lo miré y sonreí, bajé del coche y el desconocido se quedó hablando con él un par de minutos más.
La puerta del destino estaba cerrada, había un timbre y pulsamos. Directamente se abrió la puerta y pasamos a un, a ver, no sé como describirlo, un hall, cutre no, lo siguiente. Unas flores de esas de plástico, moqueta verde y unas escaleras de bajada al sótano. Me quedo mirando al desconocido y le suelto sin ningún miramiento:
– Ya puede mejorar esto, porque ahora mismo tienes muy complicado que yo me vaya a excitar y a sentirme la mujer más deseada del universo. ¡No veas qué cutre es el sitio!
– Vas a salir de aquí con los ojos como estrellas, vas a ver la vía láctica.
Bajamos por las escaleras y nos encontramos a una mujer, madurita y muy simpática que nos atendió, recogió los abrigos y nos puso un par de copas, lo que se viene llamando, mujer para todo.
Nos estuvo explicando que aún era pronto pero que siendo nuestra primera vez allí, nos vendría bien para explorarlo tranquilamente. Sí me fijé que aunque fuese pronto, era la única mujer quitando a la “camarera, taquillera, guardarropa”. Había varios hombres al fondo de la barra y en los sofás, tomando algunas consumiciones.
Sentados como estábamos en los taburetes de la barra, mi acompañante se acercó a mi oído y me susurró:
– Voy a cumplir la fantasía que todavía no habías tenido, pero que sé que algún día ibas a tener. Disfruta y confía, no dejaré que pase nada que tú no quieras.
Me separó las piernas y sin miramiento alguno se puso a acariciarme el coño. No me lo esperaba y por muy excitada que fuese con todo lo que me había estado contando, me resultó extraño, pero pudo más lo bien que me estaba acariciando. Separé más las piernas y le dejé hacer.
Se levantó y se puso detrás de mí. Abrió más mis piernas y empezó a acariciarme sin discreción alguna. Cerré los ojos y apoyé mi cabeza en su hombro. Estaba sintiendo, más manos. Abrí los ojos, me vi rodeada por todos los hombres que estaban antes tan tranquilos tomando una copa. Mi desconocido, me susurró-vamos a un sitio en el que todos estemos más cómodos, no pude menos que decirle que sí con la cabeza.
Pasamos varias habitaciones, pasillos oscuros, todo enmoquetado (lo que yo decía, cutre) y entramos en una habitación con una cama enorme. Era una procesión, ahora me río, “la virgen acompañada”.
Nos pusimos cómodos y mi desconocido particular dio la orden de salida empezando a desnudarme. Los demás observaban y se iban acariciando por encima de sus pantalones. Algunos más lanzados empezaron a acariciarme con más calentura que sensibilidad, pero me daba igual, estaba excitada, muy excitada. Sabía que me iba a dejar hacer y que esto ya no tenía vuelta atrás.
Fui manoseada, lamida, chupada, eran mis gemidos, mis movimientos de cadera, mis manos buscando pollas, mi boca atragantada. Uno a uno fuero comiéndome el coño y proporcionándome placeres diversos. Todos iban alargando sus orgasmos a mi placer y uno empezó a darme golpes con su polla en mi clítoris, uffffff mi cadera reaccionó como loca. Estaba más que excitada, estaba deseosa. De repente, mi desconocido pronuncia mi nombre:
– Ponte las bragas ahora.
– ¿Ahora?, ¡No me jodas!
– Sí, te dije que ibas a ver la vía láctea, no el agujero negro.
Me puse las bragas sin entender nada, pero no rebajó mi excitación. Y siguieron proporcionándome placer y orgasmos con las bragas puestas.
Uno a uno fue corriéndose encima de mis tetas, de mi tripa, uno a uno fue dándome su orgasmo mirándome a la cara, tocándome el coño por encima de las bragas. Uno a uno fue desapareciendo. Uno a uno salió de la habitación.
Ya a solas, mi desconocido, me dijo:
– Espero que hayas disfrutado de tu «teta láctica» y hayas visto la vía láctea con todas sus estrellas. A mí me has dado la noche más especial descubriendo cómo puedes llegar a excitarte y gemir de la manera que lo haces. Gracias.
– Gracias a ti.
Salimos del local y tras darnos el único beso que nos dimos en todo el día, cada uno se fue a su destino con la impresión de haber recorrido la vía láctea de la primera a la última estrella.