Danilo es un chico delgado de tan solo de 16 años que se junta con los de mala conducta y cree que se sabe todo, hasta que ocurre algo que le cambia la vida

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Ya eran cerca del mediodía y jubilarse del liceo ya se estaba haciendo costumbre en la vida Danilo. Llevaba días fastidiado porque el  fin de semana pasado no había conseguido entrar a la Disco con su identificación falsa. << El Tico me dijo que esta mierda era impelable, y el desgraciado del portero me dice que si vengo solo o con mi representante>> Pensamientos como ese le rondaban por la cabeza, mientras vagaba  por el centro de la ciudad. Había guardado la chemise del uniforme en su mochila sin certeza adónde ir ni qué hacer.

 

Siempre que se fugaba de clases lo hacía con sus inseparables colegas, Lentejas y Agustín, pero ellos, aquella fatidica noche, sí habrían logrado la entrada al antro. Así que en cierta forma se sentía resentido. A pesar de que en esa oportunidad se mostraron solidarios y se retiraron juntos a la casa de alguno de ellos, a compartir una botella, hablar de culos, de playa, de carros y fútbol, como otras tantas veces. Eran los chicos malos del salón, se les veía en los ojos, pero el rostro Danilo con su pequeña nariz respingada y sus finos labios, le daban un aire incluso menor de la edad que tenía.

 

Allí iba sólo y en plan zombie, cuando de repente se consigue frente a un cine, El Teatro Continental. “Nueve Semanas y media” están dando, es una película para mayores de 18. <<¿Será que ni aquí sirve esta vaina?>> Pensaba el chico mientras sacaba la copia de una cédula falsa que llevaba en su billetera de cierre mágico. Se detuvo frente a la taquilla y entre titubeos se animó a pedir una entrada, un imberbe de unos 3 años mayor que con el pelo lacio y la cara llena de pecas apenas se animó a levantar la mirada.

 

Cuando entró esperó un tiempo mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad de un auditorio que se notaba con muy poca gente, la película ya iba bien avanzada, era función continuada. La verdad no se había percatado de aquel detalle. Sin tomarle mayor importancia buscó un asiento a la mitad de la sala, se sentó y puso sus pies en el respaldo de la silla que tenía delante. No llevaba más de 15 minutos cuando advirtió un movimiento inusual en el cine. Siluetas que se paraban de un puesto a otro, como piezas que se mueven en un tablero de ajedrez.  En principio era curioso, sólo eso, pero después alguien se sentaba a dos puesto a su derecha. Era obeso, pudo denotar que también calvo. Trató de concentrarse el pantalla, pero sentía que una mirada fija lo quemaba como un láser. Se sintió muy incómodo. Y de repente fue parte del tablero. Disimuladamente se puso de pie y se sentó 3 filas más adelante, en una zona que estaba sola. A los 10 minutos, tenía una persona de cada lado y uno en la fila de adelante que giraba hacia donde él se encontraba. Volvió a cambiar de puesto, esta vez hacia las filas traseras. Mientras caminaba por el pasillo, pudo ver de qué iba todo aquello. Y luego en sus nueva posición lo detalló mejor. <<mierda… esta vaina es de puros maricos>>. Cuando volvió a sentir alguien cerca, se levantó, pero está vez salió del cine.

 

En principio estaba molesto, no lo comentó con los panas, no lo fuesen a chalequear por andar en cines  de gays. Pero asqueado o no, lo tuvo presente toda la semana. <<Cómo podría existir un sitio así, y los carajos pata e’bola les da igual que los vean>>, <>, <>. Hasta que se fueron disipando.

 

Habrían transcurrido unas 2 o 3 semanas cuando a eso de las 11 de la mañana deciden suspender las clases por una tubería de aguas negras que se rompió o se tapó, lo cierto que rápidamente el aire se impregnó de un olor nauseabundo. Esa semana los compinches de Dani se encontraban suspendidos junto con otro par, por estar involucrados en una pelea dentro de uno de los salones. Sólo la amigdalitis lo salvó de no ser el quinto en cuestión. Aún así, sabía dónde ubicarlos, pero a su mente volvieron las imágenes del cine y no precisamente de lo que proyectaba la pantalla. El instinto, eso que nos llama a lo prohibido, pudo más que cualquier otra cosa. Fue a su casa, se atavió con unos jeans gastados, no tan ajustados, (El chico era delgado, pero atlético, por lo que se le podía denotar un culo pequeño, que lograba formar un pequeño y duro redondel), una camiseta verde con el logo grande Adidas y sus Vans favoritos.

 

Estaban dando una de terror, eso no importó. Llegó, pagó y entró. Esta vez fue más detallista, se percató de lo descuidado y el olor a moho que impregnaba aquel lugar. Era una sensación rara la que sentía, una mezcla de curiosidad, ansiedad y ganas de salir huyendo. Pero para alguien tan ocioso como él, siempre ganó la curiosidad.

 

El rito comenzó igual que la primera vez, llegaban, se sentaban cerca, se hacía el indiferente, se levantaba y se posaba en otra butaca en la que no hubiese nadie. De vez en cuando se ponía cerca de donde veía acción, sólo para fisgonear, pero cuando sentía la presencia cercana de algún individuo, emigraba de puesto. Eso de por en sí lo divertía. Gordos, Calvos, Morenos, locas… hasta un tipo con uniforme de vigilante, fueron parte del cortejo que desfiló por ese día por presencia. Había sangre nueva en la arena y la horda lo sabía.

 

Pero llegó un momento en que ya estaba aburrido, a tal punto que se concentró en la película. No se percató del tiempo, cuando un sonido de yesquero encendiendo un cigarrillo lo sacó del trance. Giró la mirada y a unos cuatro estaba una figura de tez blanca, cabellos castaños muy claros, nariz aguileña, aunque no grande. En un principio pareció indiferente, luego le hizo señas de si quería uno de los suyos y Dani hizo un gesto de afirmación. El extraño se acercó y le tendió la caja. El chico sacó uno y cerró las manos en torno a su boca para recibir fuego.

 

–¿Aquí se puede fumar?– Preguntó el muchacho.

 

–Si no te pillan– Respondió con una amplia sonrisa –se puede hacer eso y mucho más–

 

Se cruzó de brazos, como si tuviese frío y se achicó en la butaca. Y se quedó como si le interesara lo que veía en la pantalla. Tendría unos 23 años, no más.

 

Le dijo al chico –Acabo de entrar, ¿de que trata esta peli?–

 

–De un carajo que se mete en un aparato para transportarse y se convierte en mosca, algo– Respondió.

 

–¿Ya se metió?–

 

–Si, ya se está transformando–

 

De repente la ansiedad se apoderó de Dani y no sabía porqué. Su momentáneo vecino lo tenía en cierta forma nervioso. Trataba de focalizar la pantalla, pero de a ratos volteaba disimuladamente para ver cómo este permanecía absorto en el filme. <<Creí que aquí venían puros raros, pero este tipo parece normal>> pensó, sin malicia.

 

Advirtió como tiraba la colilla en el piso y como trataba de pisarla, pero no vió venir  la mano que se posó en su pierna. Danilo se paralizó. No dió chance a mediar más palabras, el corazón comenzó a latir tan fuerte como los dedos del tipo cerrándose en torno al muslo. Las orejas estaban en ebullición. Se sintió incapaz de otra reacción a no ser que su miembro comenzó a despertar y a endurecer rápidamente. La mano seguía aferrada, pero comenzaba a subir. El osado desconocido con una brutal pericia cruzó la otra mano para agarrar su ya tieso mástil, mientras seguía seguía inmóvil <> era lo único que alcazaba a pensar, pero sus ojos estaban fijos en la pantalla, sin percatarse lo que allí pasaban. Cuando sintió que bajaban el cierre, puso su mano sobre la del casual amigo, pero este la retiró y cuando se vino a dar cuenta ya hasta le había desabrochado el pantalón. Todo iba muy rápido o al menos así lo percibía.

 

Ahora apretaba su falo firmemente sobre el interior, luego metió tres dedos de la liga, para rozar su lampiña ingle y luego agarrar su pene. Ya no lo apretujaba tanto, sino más bien con una sutileza, el chico estaba a reventar. sobretodo cuando comenzó a pajearlo suave y lentamente. No era muy grueso, de unos 17 cm, pero era firme y recto, el glande era más pequeño que el tronco, lindo pene. ahí sintió por primera vez como un hombre lo masturbaba,  primero lento, luego aumentaba el ritmo. Danilo estaba muy excitado, entreabrió la boca y cerró los ojos. aquellas expertas manos lo tenían al borde. Pero al rato pudo percatarse que se detuvo, para luego continuar, el chico estaba tan absorto, que posteriormente fue cuando percibió, que los movimientos habían cambiado y ahora más era cálido y húmedo. Abrió los ojos para ratificar que les estaban dando una mamada.

 

–Catire, ¿que haces?– Alcanzó a decir con voz entrecortada en medio de un pequeño gemido.

 

Aquello se sentía a gloria. Aunque cuando el extraño le agarró la mano, para llevarla a su miembro, Danilo se negó, retirandola rápidamente. El tipo se volvió a su su asiento, algo contrariado

 

–Ahora te toca– Le dijo, secamente.

 

–No que va… estás loco– Respondió, Intentando abrocharse el jean.

 

El hombre no lo dejó, lo calmó y se agachó nuevamente para seguir en su faena. El miembro de Danilo no dejó de responder, apretaba y aflojaba sus nalgas para crear un movimiento de sacar y meterlo en la boca, esto le hacía pensar que tenía cierto control. Una mano se colaba dentro de la franelilla para para agarrarle una tetilla. lo pellizcó, le dolió y dejó escapar un suave lamento, pero le gustó.

 

El extraño alzó la cabeza y le susurró al chico –Levanta un poquito el culo– a lo que accedió y este le bajó un poco los pantalones. Dani trató de subirlos.

 

–Tranquilo así está bien, no te los voy a quitar–

 

Ahora podía juguetear con su escroto, le manoseaba y besaba suavemente sus bolas y luego  seguía succionando su falo. Repentinamente Danilo siente como un dedo baja y se comienza a colar por su ano. trató de cerrar las piernas pero la excitación de la mamada  le venció. Su hoyo también era lampiño. El índice del catire era diestro y solo daba un suave masaje sin pretensiones de adentrarse. Una sensación nueva, estuvo a punto de eyacular y así lo advirtió su feroz amante. Así que se detuvo y se volvió a recostar en la butaca.

 

Agarrór la mano del chico y la posó en su mástil que estaba totalmente fuera, esta vez Dani accedió y lo agarró con tal timidez, como una colegiala que no quiere la cosa. Noto que era más grueso y grande que el de el. Incluso tenía vellos en la base.

 

Se estuvieron masturbando por rato, El carajo de le volvió a apretar la tetilla, pero cuando intentó besarlo, Danilo se rehusó, volteando la cara.

 

–Te falta mucho por conocer chamin– le dijo al oído.

 

Preguntó Camilo –¿De que?–

 

— Ya te enseño…. vamos al baño… yo voy primero luego te llegas– Respondió

 

Lo siguió primero con la mirada, el baño quedaba justo al lado de la pantalla, a la derecha, subiendo unas escaleras, Se acomodó el pantalón, hizo un amago para irse, pero todavía sentía esa sensación en el pecho y las ganas de saber que seguía, Así que se dirigió a los sanitarios.

 

Cuando entró observó que el aspecto era sucio y maloliente. Estaban dos tipos haciendo las veces que orinaban y un tercero que se lavaba las manos. Los 3 voltearon a verlo disimuladamente, pero Dani sólo buscaba a su cómplice sexual. En eso se abrió la portilla de una de los cubículos de las pocetas y lo vió haciéndole un gesto con la mano para que entrara. Él lo negó con la cara y señaló con el dedo lo que estaban ahí.

 

–No le pares esos están en lo mismo– pareció leer en los labios del extraño.

 

Dudó, pero entró, y cuando pasó frente a él pudo detallar sus ojos verdes, esa mirada inexpresiva. Era un tipo muy simpático, pero medio sobrado. Sin perder tiempo, el hombre se agachó, desabotonó y le bajó los pantalones. Tenía  bonito el pene, muy duro en ese momento, Danilo era muy lampiño. Entonces lo volvió a engullir. Estaba muy excitado, no sabía si por lo bien que trabajaba con la boca o por que era quizás la persona mas inesperada que pudiese estar en esas labores. No importó que le agarrara las nalgas y se las apretara mientras mamara tan rico, incluso eso lo excitaba aún más.

 

Percibió cuando le tomaron el talón del pie derecho y lo se lo jaló hacia delante. Luego metió el del en medio y con un rápido movimiento hizo que Dani perdiera momentáneamente el equilibrio mientras giraba en torno a sí,  quedando de cara al pared con las manos apoyadas en ella y con la poceta en medio.De tal menra que su culito quedó expuesto. Trató de girar a su posición inicial, pero una lengua estalló contra su ano y la cálida y suave sensación lo hizo, desistir y soltar un leve gemido, para entrecerrar  los ojos. Aquella lengua trabajaba de una manera voraz, de a ratos le daba suaves mordiscos en las nalgas, lo que hizo que llevó a quitar una mano de la pared tan solo para agarrar el cabello ensortijado de su amante. Este con la derecha le recorría su plano abdomen, de las tetillas a la ingle y la otra ayudaba a la boca de su ejecutor. Abriendo un poco el ano para penetrarlo con su lengua o simplemente dando masajes circulares. Era un orto muy rico, sin vellos, a pesar de su piel canela clara, este era más bien rosadito, al igual que su glande.

 

Cuando sintió que la otra mano le agarró su miembro, el volcán que estaba a punto de estallar y BUM! Hizo erupción. Su semén salió con tanta fuerza que no recordaba haber acabado así en su vida. A pesar que  había tenido ya experiencias, pero sólo con mujeres. Las piernas le temblaron y experimento como su ano se contraía. Se lo sacudió el pene ya no tan erecto para dejar el resto que goteaba en la poceta, por fin pudo girar para salir, pero el fulano no lo dejó.

 

–Ya voy a acabar– Le dijo, mientras se masturbaba –Aprietame la las tetillas–

 

Danilo accedió torpemente, pero lo suficiente para hacerlo eyacular. Pudo constartar que su pene era más grande que el del, pero el semen que brotó a diferencia, era escaso y aguado.El carajo abrió la puerta y salió, él esperó unos segundos y lo siguió. Al menos no había nadie, iba a salir del baño cuando el rubio le gritó.

 

–Al menos lávate las manos– Entonces se fue hacia el lavamanos a su izquierda.

 

–Me llamo luis y tu?– Le pregunto

 

A lo que respondió –Da… Daniel… ¿Siempre vienes?–

 

Eso le logró sacar una mueca –Te falta mucho por conocer chamin, vengo cada 15 o 30 días, vivo en la Guaira con mi mujer, tengo dos chamos–

 

Daniel abrió los ojos en señal de exclamación, pero no dijo nada.

 

Luis prosiguió –Hueles muy rico, te propongo algo, usa tu interior por una semana, no lo laves y la próxima vez me lo regalas… si va?–

 

Ahora la expresión fue de asco, solo dijo –Ok–

 

El hombre se fue y Danilo se quedó cavilando por un instante, luego volvió en sí y le invadió el remordimiento. Así que salió del baño y entró en la sala del teatro. Recorrió todo el pasillo hasta busca de  la salida. No miró a ver si aquel hombre aún estaba ahí o se habría marchado, solo quería salir de allí. Cuando se encontró en la calle, ya estaba oscureciendo y pesar de haber vivido algo nuevo y único en su vida, Danilo sólo tenía un pensamiento <>.

 

Pero a veces nuestros instintos pueden más que nuestros pensamientos.