Alicia y su abuelo se conocen en profundidad. Todo comienza con un poco de curiosidad de parte de ella

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Me acerqué al lado de mi abuelito y le dije al oído… “Me gustaría ver si es verdad lo que dices, voy a traer un metro y lo comprobamos, ¿Qué te parece?”. Cuando llegué con el metro posó su mano sobre mi culo por encima de mi pantalón malla corto… me acarició. No me importó que lo hiciera, sé que necesitaba excitarse para conseguir una buena erección y total ya me había visto desnuda con mi consolador azul clavado entre mis piernas. “Perdona hija si soy atrevido, pero necesito animarme para que puedas ver cómo se le pone la picha a tu abuelo…”, me dijo excusándose, le miré con ojos de gatita linda orgullosa de poder manejar a los hombres con tanta faciliad…. “Mira abuelo te voy a dar una mejor razón para que tu picha se ponga dura…” Me subí la camiseta descubriendo mis tetas, quedó hipnotizado, pero era todo lo que podía ofrecerle y luego las mayas las desplacé sobre mis muslos… sin bragas dejé relucir mi rajita lampiña también. No hizo falta que me pidiera que se la acariciara, metí la mano bajo su pantalón y la así con firmeza remangando el prepucio hacia abajo y volviendo a subir. La polla de mi abuelo comenzó a crecer abultando bajo su pantalón, se extendía hacia su muslo como una serpiente pitón. Me arrodillé y se lo desabroché pegando un tirón hacia abajo de la prenda. Quedó tan solo con su calzoncillo que apenas le cubría la mitad de la salvajada de verga, la otra mitad se le salía por la pata del bóxer, con el prepucio remangado.  “¡¡Madre mía abuelo, que polla más grande tienes, es casi tan gorda como mi brazo e igual de larga!!” Me quedé sorprendida ante tal fastuosidad de la naturaleza. Se la agarré y comencé a meneársela con las dos manos adquiriendo mayor dureza, hasta alcanzar la máxima consistencia que a su edad podía mantener. Fue entonces cuando tomando referencia desde los huevos, unos cojones colgandero ciclópeos todo hay que decirlo, hasta la punta de su capullo pude comprobar que le medía veinte y dos centímetros. “¡¡Madre de Dios, qué pollón tienes abuelo, con esto puedes reventar a pollazos a una vaca!!” “Mira que sois mal hablados los jóvenes de hoy, ¿Esa es la forma de hablar que os enseñan en el instituto?” “¡Perdona abuelo pero es un pollón, no me digas…!” El abuelo Sebastián, con la verga tiesa ante su nietecita se empezó a despendolar, soltándose la lengua y la libido porque sin cortarse mucho a la vista de mi desfachatez para con el sexo me dijo… “¿No te gustaría probar el sabor de la picha del abuelo…? Ya que estás puesta ahí tan cerca y ya has probado otras…”.

No me pude resistir a las palabras de mi abuelo cuando me invitó… “¡Como esta de gorda y larga nunca abuelo!” Aquel badajo no solo medía una barbaridad, su grosor era superior a mi muñeca. Un trozo de carne venoso entre las que destacaba una vena superior que irrigaba de sangre el furibundo glande en forma de champiñón, este poseía un borde de ala ancha donde los labios de la felatriz de turno pueden quedar con su boca, fielmente enganchada a contra pelo en modo arpón. El resto de tronco se veía casi deforme por las venas hinchadas que lo jalonaban… casi no rodeaba la raíz con los dedos de una mano y para más INRI,  le colgaban unos testículos dignos de un equino… tan frondosos como una pelota de tenis y colganderos, tanto que estiraban 10 cm hacia el suelo desde su base, en su lampiño escroto señalado de venas azuladas…. Me quedé un poco parada mirándole a los ojos tras escudriñar tamaña mole… “No tengas miedo, te aseguro que no te va a comer…” Se habían cruzado varias líneas rojas ya, poco importaba atravesar una más… “No pero yo sí que voy a hacerlo abuelito…”. No importaba  que fuera mi abuelo paterno, para mí en ese monumento solo era un macho más con la mayor de las vergas conocidas por mí… el cipote más recio que nunca tuve entre mis manos y ahora lo tendría dentro de mi boca al menos. Y sin pensarlo me introduje su glande redondo, duro y morado como una ciruela madura. Se la empecé a mamar pajeando su largo tallo hasta las pelotas, lamí su par de bolas pesadas colgadas en un escroto que parecían dos brevas maduras a punto de reventar de la leche que deberían acumular. El pobre hombre hacía tiempo que no follaba y su nieta se encargaría de todo su néctar espeso cargado de testosterona, si nada lo impedía.

En la turbulencia de lujuria a la que éramos arrastrados, ardí en deseos de acariciar sus pezones erectos, con una pizca de timidez movió su brazo y me dejó tocar sus hermosas tetitas. Noté que sus pezones estaban bastantes duros, los pellizqué no pudiendome resistir y ella hizo un respingo de dolor placentero… “¡¡Abuelo estoy muy cachonda…!!” Anotó a decir en una de sus liberadas de polla en su boca, después seguía saboreando el mástil principal de su abuelito. “Tienes unos pechos preciosos nena, son dignos de una Venus de Milo” Se ruborizó agradeciéndome el piropo. Le pedí que abriera las piernas y me dejara acceder al botoncito del interior de su rajita. Esta vez tardé más en conseguir su confianza y al final mi perseverancia fue premiada. Allí estaba bajo su capuchón el enervado clítoris de mi niña. Nunca me imaginé masajeando el coñito de mi nieta e introduciendo mi dedo anular a modo de polla donde estuvo el frío consolador azul. No me escandalicé, me sentí feliz y me llené de concupiscencia insolente. “¿Lo haces frecuentemente, lo de meterte cositas en el conejito?” Le pregunté en tanto se atiborraba de mi rabo… Su cara estaba totalmente colorada, exhaló un gemido contestándome descocadamente… Contó que lo hacía todos los días durante varios minutos hasta conseguir dos o tres orgasmos. Le sonreí alzándola de su posición en cuclillas y le sugerí que fuéramos a mi habitación donde ella podría contarme mejor las cosas que hacía a solas, las que realizaba con sus amigos y amigas…, me interesaba todo ese mundo tan libertino del adolescente de hoy en día. Le saqué el dedo de su húmeda raja que usaba como mini pene artificial. Cuando pasamos por el salón me sugirió que mejor nos quedábamos allí sobre el sofá. En todo el trayecto al salón no pude dejar de mirar cómo se movían sus nalgas cuando caminaba moviendo alternativamente cada cachete. ¡¡Me puso muy cachondo admirando la perfección de sus curvas de voluptuosas!!

Una vez allí, mi nieta me miró de arriba abajo y se subió sobre la mesa del comedor. Le dije “¡Así que te gusta meterse objetos en tu dulce chochito…!”. Ella se mordió su labio inferior y me dijo con voz zalamera… “Sí abuelo, pero mucho más me gustan las pollas duras y calientes… y una como la tuya tan recia, nunca he probado…”. Alicia abrió sus piernas y pude ver su coñito casi infantil. Tenía unos pocos vellos rubios transparentes como los de su larga melena, por lo que su rajita húmeda se hallaba diáfana, en donde era fácilmente visible todo su esplendor. Se llevó una mano a su pepita sin el menor recato, y se empezó a masturbar ostensiblemente mirándome a los ojos y a su coñito alternativamente a modo de invitación descarada. Su actitud garbosa me gustó, le aparté su mano y usé la mía para dar placer a su lindo conejito tan pelado cual si fuera de una muñeca chonchona. Dejó escapar unos cuantos jadeos al tiempo que movía sus caderas acompañando el ritmo de la paja que le hacía. Obviamente mi nieta disfrutaba. Paré y abrí los labios exteriores de su chocho comprobando que estaba rosado oscuro de lo caliente y mojado, preparado para la guerra. Alicia asió mis huevos con una mano y con la otra me mostró como se frotaba arriba y abajo los labios de su coño. Me instruyó en el arte de estimular el clítoris con la lengua, cosa que no realicé con mucha frecuencia en mi vida debido al recato de las damas con las que pacía… y así como cada mujer le gusta de una manera distinta, Alicia dándome dos indicaciones fui aprendiendo rápido. Mis lengüetazos le encorvan, me enzarcé comiéndome toda la vulva como si de una tajada de sandía se tratase, mordisqueé y mamé su clítoris hasta que conseguí provocarle su primer orgasmo. El sabor de su coñito es delicioso, dulce y salado con el aroma a hembra en celo más embriagador jamás suministrado a mis papilas gustativas. De pronto se sacudió como si se estuviera electrocutando, al principio me alarmé pero entonces me di cuenta que sus gemidos pedían más y me zambullí besando y comiéndome todo el coño de mi nieta, clavándole la lengua en su agujero vaginal en un pequeño mete saca…, al ver que le era insuficiente, finalmente le introduje mi dedo índice todo lo que pude en su estrecha gruta, sin dejar de trabajarle el clítoris con la punta de mi lengua. Sus músculos interiores apretaban y parecían absorbérmela, meneé la sin hueso dentro de su raja, a la par que sus caderas se alzaban sin control buscando mi boca, más lengua, más penetración. No paré de clavársela y la acompañé con un segundo dedo, deseaba joderla con todo hasta que conseguí que se corriera soltando un chorro de fluidos que me bañó la cara y parte me bebí gustosamente.

En esos momentos tenía una excitación, que no podía esperar más.  Mi nieta y su grupo de amigas se hallaban en un estatus Quo de madurez sexual poco habitual a sus quince años, las fotos de sexo explícito con penetración me desinhibía de toda responsabilidad ante ella y cualquier otra persnona de haberla arrastrado a la perversión y al morboso INCESTO, del mismo modo que Alicia ya se hubo desprendido del respeto que una nieta debe tener a su abuelo. Con su exposición, me daba permiso para fornicar con ella en un incesto del que no dejaría de deleitarme y nos marcarái con una huella indeleble. Ella me podía rechazar, pero si no intentaba follármela, percibiría haber perdido la oportunidad de mi vida de complacerme con la zorra de mi nieta, de poder follarme por primera vez en mi vida a una chiquilla de 15 años… probar los manjares de su tierna juventud en mí ya decadente senectud. ¡¡Esta chiquilla ofrecida a su abuelo un regalo de los dioses!! Saqué mis dedos fuera de su mojado coño, me coloqué entre sus piernas y friccioné el capullo tumescente de mi polla inhiesta contra los labios de su vagina. Mi nieta cerró sus ojos y dejó su pequeña boca un poco abierta formado una O… le pajeé el clítoris unos segundos pulsando con firmeza mi bálano, el cual se deslizó hacia la boca de su vagina, y finalmente la penetré con todas mis ganas. Noté lo caliente y mojado que se hallaba mi cetro dentro de su coñito, se sentía apretado pero no demasiado, ella puso sus brazos alrededor mí y comencé a follármela con pequeñas incursiones ganando centímetro a centímetro profundidada en su coñito ceñido. Percibía la presión de sus paredes contra mi rabo enervado, lo succionaba y expelía a la vez…. Ninguno dijo nada, de nosotros no salió una sola palabra en el transcurso de horadar tal preciosidad… sueño o realidad no era capaz de discernir notando el calor de mi nieta con toda mi verga arropada dentro de su vagina.

Con mi mejilla pegada a la suya, su aliento se sentía rápido en mi oreja, excitante e insólito para mí, dado que a todas las mujeres que me follaba y follé se mantenía a distancia, bien porque era la costumbre de antaño cuando estuve casado y de joven, o porque las que me follaba ahora de vez en cuando eran unas furcias. Cuando yo agitaba mis caderas, ella hacía su trabajo acompañando en perfecta sincronización de meter y sacar, consiguiendo un acople perfecto en el vaivén. Sin lugar a dudas las prácticas con sus folla-amigos se notaba, porque sin darnos cuenta estábamos follando a todo trapo en perfecta consonancia sin tener que explicarle como colocarse para una función fornicadora ideal. A esta altura de mi vida, había olvidado con la vejez cuan bueno era follarse a una chica joven, máxime a una casi preadolescente…. Nunca lo había hecho con una mujer tan joven, a lo sumo logré follar a Juanita y por entonces tendría 20 años cuando conseguí tirármela en la furgoneta de reparto de mi padre.

Su cuerpo era tan firme, sus músculos eran tan fuertes y ágiles, sus pezones eran tan duros apuntillándome contra mi pecho. Su coño  estrecho, mojado y palpitante presionaba mi gorda verga, procurando no excederme de meterle más de la mitad ¡Qué bien se enterraba tranquilamente sin producirle daño alguno! Le hacía el amor de manera lenta, cortés, y amorosa, dosificando el ritmo, al tiempo que mi sensible glande expandía la inhóspitas paredes de mi dulce nieta. Nos cambiamos de posición me senté en mi sillón favorito… ella vino a clavarse de espaldas a mí. Apenas tardó unos segundos en asirme la verga y encauzarla a su ajustada rajita en su agujero dilatado. Le entró más de la mitad en la primera inserción esta vez, procurando ahondar un poco más a cada sentón, hasta que en los siguientes logró desaparecer toda en su coñito, dejándome fuera solo las pelotas aplastadas contra su vulva. Tomó la iniciativa de la penetración, recreándome como su cuerpo entero se movía en cada embestida, se contorneaba y movía con soltura pasmosa. Pensaba en ella, a sus 15 años de edad con toda una vida de sexo por delante, lo generosa que estaba siendo conmigo, ¡Qué mujer más maravillosa al compartir algo tan hermoso como el acto íntimo de la procreación con su abuelo! Gradualmente aceleró la marcha, podía sentir su corazón con mi mano en su pecho izquierdo, como iba adquiriendo un mayor ritmo sus pulsaciones… mi corazón le acompañaba a la par. Me sentía acorralado por sus piernas y la lujuria de follarme un cuerpo tan tieno sin haber llegado a la madurez total.

Repentinamente, mi nieta expiró entre gritos se agitó con mayor contundencia y se estremeció corriéndose… sus músculos se contrajeron sobre mi polla insertada en su interior en tanto se convulsionaba en la corrida más larga que jamás viví en una mujer atravesándola. Agotada de dicha posición un tanto incómoda quizás para ella, me senté en el sofá, se volvió a montar sobre su abuelo de cara para ofrecerme sus tetas que mamé y me amamanté succionando sus pezones… En un alarde de viveza empuñó mi estoque que se lo zampó en su raja con una rapidez pasmosa, pegó un fuerte sentón y continuó follándome a todo lo largo de mi tranca subiendo y bajando con la agilidad que te da la juventud. Las penetraciones eran mucho más fáciles y profundas, recordar cómo se había corrido sobre mi polla y huevos… su coño se hallaba totalmente encharcado y lubricado, de ahí que mi endurecido rabo deslizara con tanta suavidad dentro de tan ajustado coñito. No tarde mucho en unirme a mi nieta en el orgasmo… suelo aguantar bastante pero los veinte y tantos minutos follándola eran suficientes para un viejo como yo…, no resistiría mucho más con mis huevos cansados de golpear una y otra vez en su vulva lampiña decidieron expulsar mi semilla. Noté el subidón de adrenalina, seguido de la lefa que recorrió el falo a toda velocidad siendo expulsada como un geiser en un primer chorro incontenible de leche, seguido de otros dos largos y gruesos chorros para ser depositada en su joven matriz más directos al cérvix de mi niña. Mi nieta se percató de la evidente eyaculación, de cómo se me endureció la polla y de los aldabonazos de lefa en su fondo uterino… “¡¡Así abuelo, dame tu leche, la quiero toda en mi coño… no te cortes en vaciar tus huevos dentro de mí!! ¡Así abuelito PRÉÑAME!”. Continué avanzando en ella como venía haciendo hasta ahora, mientras me convulsionaba en chorros de esperma acumulada durante meses. La sensación de estar inseminando a una criatura tan tierna me subliminó, de ninguna manera me recriminé la acción de follarme a mi querida nieta, porque ella consintió e incluso buscó el encuentro tórrido que realizábamos. Paré de eyacular y aún me se quedó unos segundos empalada en mi verga recreándose, al tiempo de recuperar el aliento… se desincrustó mi estaca decadente echando de menos su acogida. Sobre el sofá me quedé mirando el hoyito que se cerraba poco a poco, el mismo que mi falo había dilatado al follármelo…, su vagina bostezaba llena de semen como una boca pequeña que se había comido mi néctar recién descargado. No recordaba cuando expelí tal cantidad de lefa, su vagina lo expulsaba sin poder retenerlo en su interior… sin pensar lo lamí y me introduje en la boca parte de mi leche mezclado con sus jugos, para posteriormente acercarme a su boca y compartirlo con ella que sin asco alguno se tragó “ipso facto”. Con ello comprobé que esta chiquilla había tragado más de dos lechadas…

Me coloqué cómodamente sobre el sofá con mi nieta… la retuve tiernamente en mis brazos dejándose acurrucar alrededor de mi maduro cuerpo, ella puso su cabeza en mi hombro y jugó con los pelos de mi pecho manteniéndonos en silencio un buen rato, entonces ella me pregunto… “¿Te das cuenta que a partir de ahora las cosas van a cambiar entre nosotros abuelo?”. En cierta manera así era, lo admití… “No sé si podré dormir solo sabiendo que estás en casa…”. “ Entonces me gustaría dormir en tu cama de ahora en adelante, los días que estemos solos los dos”.  “Me parece una gran idea cariño”. Desde la muerte de mi esposa, hace diez años algunas mujeres pasaron por mi cama o las fui a buscar al club de alterne del kilómetro 5 de la nacional  30, pero ninguna es tan hermosa y excitante como mi nieta… al menos durante unos días seré el hombre más feliz del mundo.

Continúa…