Mi madre fue a una despedida de soltera, esos hechos me llevaron a que la viera follar con un stripper
Sonia, una amiga de mi madre desde la universidad, iba a casarse dentro de tres días, así que mi madre y dos amigas más le organizaron una fiesta de despedida que se realizaría en nuestra casa de campo a las afueras de Madrid cuatro días antes de la boda.
En cuanto a mi madre debo decir que era una mujer más baja que alta, pues apenas medía un metro cincuenta y seis, aunque su estricta dieta y su pelo rizado rojo y sus ojos azules de daban la impresión de una mujer de menor edad.
Llevaba casada con mi padre más de veinte años y en ningún momento tuvieron ningún tipo de crisis o de discusiones, aunque últimamente se habían distanciado un poco debido a que mi padre viajaba cada vez más a causa del trabajo. Era una mujer que siempre había sido muy educada y correcta; todo el mundo la consideraba un ejemplo de madurez y calma.
“Tenías que haberla visto en la facultad” me dijo Sonia una vez. “No tenía muchos reparos a la hora de follar con cualquiera, incluso con mujeres. No te preocupes, todo eso cambió cuando conoció a tu padre”.
Sonia, la novia, era de la misma estatura de mi madre, rubia y de ojos azules, aunque con una personalidad muy fuerte, que en parte le había impedido mantener relaciones estables duraderas, hasta ahora.
Para la fiesta, mi madre propuso realizarla en nuestra casa de campo, que normalmente usaba mi padre para las reuniones con sus amigos, (aunque él ahora estaba en Francia y no volvería hasta la semana siguiente), y contratar a varios strippers, que por lo que pude saber por el historial del ordenador rondaban los veintitantos años y todos ellos tenían penes enormes. Por un momento me sentí preocupado por el hecho de que mi madre y sus amigas fuesen a disfrutar de un baile erótico de hombres de mi edad, aunque preferí no pensar mucho en ello.
El acontecimiento en sí me importaba poco. Esa noche había planificado ir con mis amigos a una céntrica discoteca de Madrid, cerca de Gran Vía, pero oír la conversación telefónica que mi madre mantenía en ese momento con una de sus amigas me hizo cambiar de opinión drásticamente:
“Sí, claro que sí” decía mi madre, sin saber que yo le oía hablar al otro lado de la habitación. “Esa es la idea. Sonia se lo merece. Va a ser su última noche libre. El matrimonio es a veces una cárcel… No le cuentes el plan, quiero que sea algo espontáneo”.
Hasta ahí pude oír. La idea de lo que iban a hacer me excitaba bastante. ¿Mi madre había contratado a los strippers para que se follasen a Sonia o había yo malinterpretado la conversación? La duda fue lo que me hizo ir a la casa de campo.
Mi madre se fue en su coche y yo decidí usar el de mi padre, que estaba aparcado en el garaje ya que solían venir a buscarlo en un coche de empresa para llevarlo al aeropuerto.
Llegué poco después que ella y, para que ninguna me viese, me quedé escondido en el jardín, agachado tras los tiestos que bordeaban el porche.
Para mi suerte, nuestra casa de campo contaba con un amplio jardín con piscina, además de que la sala de estar principal contaba con cocina americana y con un enorme ventanal que permitía salir al jardín y que, en esta ocasión, me daba a mí una perfecta visión de todo lo que iba a ser la fiesta.
Cuando una de las amigas de mi madre llegó con un total de tres hombres, todos ellos muy musculosos y fornidos, me dio la sensación de que a lo mejor no iban a ser todos para Sonia, ya que serían demasiados. Así que se me ocurrió pensar que sólo uno o dos de ellos se follarían a Sonia y el resto simplemente bailarían para delicia de mi madre y sus otras amigas.
(¡Qué equivocado estaba yo tan inocentemente pensando eso! Seguramente, en mi interior sabía lo que iba a pasar, pero preferí no pensarlo).
Al parecer toda la fiesta se iba a desarrollar en la sala de estar en la que estaban ahora, pues pusieron la música y los hombres empezaron a bailar. Todos ellos bailaban de espaldas a mí, estando mi madre y sus amigas sentadas en un enorme sofá que me permitía verles las caras. Ellas estaban tan absortas en el espectáculo que ni siquiera repararon en mi presencia tras unos tiestos que había a la entrada del jardín.
Poco rato después de empezar, los hombres empezaron a despelotarse, al mismo tiempo que mi madre repartía copas de champán entre las mujeres.
Supongo que por la emoción, la excitación y la adrenalina que sentían ante la situación, Almudena y Natalia se emborracharon a la segunda copa, cuando los hombres todavía llevaban puesto un diminuto tanga rojo cada uno.
En ese momento ellos se acercaron a ellas, quedándose prácticamente piel con piel, balanceando sus penes contra las caras de cada una de las mujeres, salvo de mi madre, que se quedaba aplaudiendo desde un lateral del sofá.
Una de las amigas de mi madre que ya estaba borracha le bajó el tanga a uno de los strippers, y, aunque no pude verlo con claridad, se la empezó a chupar. Los movimientos del cuerpo de Almudena, acompañados de los aplausos de mi madre y sus amigas, me hicieron llegar a esa conclusión.
Al parecer, al ver a su amiga tan lanzada, la otra amiga de mi madre que ya estaba borracha (Natalia) decidió hacer lo mismo con el que tenía delante y, ante tal situación, fue cuando Sonia le dijo algo a mi madre, que no pude oírlo, pero supongo que le preguntó sobre si todo eso ya estaba planeado, a lo que mi madre pareció responder que sí, que era un regalo de sus amigas para ella y para todas.
Ahí fue cuando lo comprendí, entendí que mi madre también iba a follar con los strippers. Personalmente, no tengo ningún problema con ello, ya que entiendo que al estar mi padre viajando constantemente, ella tenga necesidades. Lo que realmente me decepcionó fue saber que mi madre acudiría a un stripper y no a un hombre al que ya conociese y con el que tuviese confianza.
Absorto en este pensamiento no me di cuenta de que Almudena se llevaba de la mano al stripper a una de las habitaciones del piso superior, seguramente la de la cama de matrimonio, donde se follaría al stripper.
Volví en mí al oír cómo se abría la puerta del jardín y cómo Natalia salía al mismo con su stripper. A causa de esto, me vi obligado a salir de allí para que no me viese. Corrí rápida y silenciosamente hasta la parte delantera de la casa, donde me quedé un rato.
La situación me había excitado mucho y sentía la imperiosa necesidad de masturbarme. Así que aproveché para ello. Al poco tiempo me di cuenta de que a lo mejor mi madre no se estaba follando al stripper; a lo mejor yo me había precipitado en mis pensamientos y sólo Sonia, Natalia y Almudena lo iban a hacer. Mi madre a lo mejor sólo iba a mirar.
Esa idea me hizo dejar de masturbarme y regresar sigilosamente hasta el jardín. Me escondí en el mismo sitio de antes, escuchando ahora mucho más la música debido a que Natalia se había dejado la puerta abierta al salir al jardín con el stripper.
Ahí fue cuando me acordé de ellos.
Ambos estaban desnudos, metidos en el interior de la piscina. Estaban el uno frente al otro, cara a cara, pero entonces el cuerpo de Natalia se hundió en el fondo de la piscina. A los pocos segundos, el stripper empezó a poner una enorme cara de placer ante la mamada subacuática que estaba recibiendo. Apenas un minuto después de sumergirse, Natalia emergió del agua e inhalando intensamente, se volvió a sumergir y el proceso se volvió a repetir.
Yo estaba maravillado ante lo que estaba viendo, de modo que me quedé un rato mirando tumbado sobre la hierba del jardín en un ángulo en el que no había luz.
Empezaron a follar dentro de la piscina, con ella subida a horcajadas sobre el stripper, quien se la estaba metiendo sin ningún tipo de protección, lo que pensé que podría derivar en un embarazo, que finalmente no pasó, así que seguramente todas ellas se habían tomado la píldora para poder follar sin preservativos.
Tras unos tres minutos así, el tipo pareció cansarse, por lo que ambos salieron de la piscina y se quedaron en el borde, donde Natalia se puso a cuatro patas permitiendo una mejor penetración, provocando unos enormes gemidos que hicieron que la imagen que tenía yo de ella de madre buena y responsable se esfumase de golpe, ¡¿qué diría su hijo si le viese?!, ya que él era uno de mis mejores amigos.
Pude ver cómo ella miraba hacia mi posición, sin poder verme por la poca luz y la borrachera, pero lo intentó forzando la vista, aunque no conseguía ver con claridad.
Llegué a contar unos treinta y tantos mete-saca, hasta que el tipo empezó a hacer pequeñas pausas antes de volver a penetrar con fuerza.
«¿Tienes ganas de terminar?» le preguntó Natalia.
«No, no, usted tiene que terminar antes que yo».
«No te preocupes, haz lo que tengas que hacer. Sólo espero que puedas continuar después».
«Por supuesto, estamos entrenados para hacerlo varias veces al día».
«Entonces no lo retengas más. Te dejo hacerlo donde tú quieras».
Tras decir esto, el stripper dejó de penetrarle, con lo que ella empezó a sentarse y el hombre le cogió la cara y se la llenó de esperma, soltando tanta cantidad que gran parte se le empezó a caer sobre los pechos.
Entonces otro de los strippers salió al jardín, igualmente desnudo y con el pene erecto, casi igual de grande que el del que acababa de eyacular.
Éste sí que me pudo haber visto, pero, afortunadamente, no reparó en mí, ya que salió directamente hacia los dos folladores.
Natalia pareció ruborizarse al ver cómo otro semental le estaba viendo cubierta de semen.
«Tu amiga me ha pedido que venga a ayudarte, con ella ya he terminado. Ella pensaba que igual necesitábais ayuda».
«Ya ves que tu compañero ha rendido muy bien… pero si quieres, también puedes participar. Ella te ha mandado porque sabe que me encantan los tríos».
El tipo no opuso resistencia cuando Natalia se le acercó gateando y le empezó a lamer la polla, mientras el otro recuperaba una nueva erección y empezaba a masturbarse.
Lo que dijo el otro stripper me hizo acordarme de mi madre. ¿Quién sabe lo que estaría haciendo?
Aproveché que ninguno de ellos miraba hacia mi dirección para entrar dentro de la sala de estar, que estaba desierta. Subí las escaleras cautelosamente, sin hacer ruido, para descubrir que había una única luz en el piso superior, procedente del dormitorio de mis padres.
Me acerqué allí, viendo cómo había alguien en la puerta mirando mientras se masturbaba. Era Almudena, quien acababa de follar con el stripper que había bajado a la piscina.
Tenía una mano apoyada en la pared, sin llegar a entrar a la habitación, mientras usaba los dedos de la otra mano para tocarse viendo cómo la gente follaba dentro de la habitación.
Me acerqué a ella por detrás, sin que reparase en mi presencia al acercarme.
Pero se giró ante el gemido de sorpresa que lancé al ver cómo el tercer stripper estaba de pie al borde la cama, follándose a Sonia, quien, tumbada boca arriba, recibía las embestidas al tiempo que mi madre estaba tumbada boca abajo, con los pies en la almohada, mirando a Sonia a los ojos mientras ésta gemía de placer.
Almudena pareció no reconocerme, ya que me miró con sus ojos marrones ebrios con el semen de un desconocido goteando del interior de su boca.
«Menos mal que has venido. Me alegro de que abajo no te necesiten, porque yo sigo teniendo muchas ganas».
Acto seguido, se arrodilló junto a mí y me bajó los pantalones y los calzoncillos.
«No deberías haberte vestido todavía» me dijo.
No tuve tiempo de detenerle antes de que ella le hiciese una mamada al mejor amigo de su hijo, mirándome a la cara mientras lo hacía y sin dejar de masturbarse.
El hecho de que ahora estuviese de rodillas hacía que yo pudiese ver con total claridad el interior de la habitación de mis padres, sin que ninguno de los que estaban dentro reparasen en mi presencia.
«Sabes que me estás dando mucha envidia, ¿no?» dijo mi madre.
«Si quieres puedes unirte, pero tendremos que ir por turnos» dijo Sonia.
Seguidamente, mi madre se puso boca abajo encima se Sonia, pegando el cuerpo de ambas, quedando totalmente pegadas del cuello a las caderas.
El stripper empezó a penetrar a ambas, entrando y saliendo una vez de cada una y repitiendo el proceso varias veces.
Esta visión hizo que mi excitación aumentase, hasta el punto de que no pude contenerme más y me corrí. Afortunadamente para mí, ella parecía notar que la descarga era inminente, por lo que se había sacado mi polla de su boca justo un segundo antes del disparo, que inundó su cara, pero no tanto como la eyaculación que había visto junto a la piscina.
«Me voy a correr» anunció el stripper.
Seguidamente, mi madre y Sonia se bajaron de la cama y se arrodillaron junto al stripper, recibiendo su carga a partes iguales en sendas caras.
Pude ver cómo mi madre y Sonia se besaban, casi como si no fuese la primera vez que lo hicieran.
Mi madre le dijo al stripper que podía ir con las dos amigas que estaban en algún lugar de la casa, que su papel ahí ya había terminado.
El tipo salió de la habitación, obligándome a esconderme en el cuarto de baño para que no me descubriese. Y al salir vio a Almudena en el suelo, de rodillas, con la cara y la boca llena de semen.
«Pues sí que te han tratado bien mis compañeros. ¿Quieres venir conmigo a ver qué están haciendo ahora?»
Ella no dijo que sí, sino que respondió afirmativamente con la cabeza, por lo que el stripper que acababa de follarse a mi madre le cogió de la cintura y cargó con ella hasta el jardín.
Yo pude ver desde la ventana del cuarto de baño cómo Natalia estaba en el jardín siendo penetrada por los dos strippers por la vagina y por el culo, ambas cosas al mismo tiempo.
Salí del cuarto de baño dispuesto a bajar al jardín para ver la superorgía que se iba a celebrar allí, pero tenía curiosidad por saber qué iba a hacer mi madre, por lo que fui silenciosamente hasta el dormitorio, para ver cómo ambas mujeres estaban tumbadas en la cama, completamente desnudas, mirándose la una a la otra, acariciándose la cara y arrastrando el semen que tenían sobre la piel.
«¿Sabes que el sexo no ha vuelto a ser lo mismo desde la universidad? Hacíamos muy buena pareja» decía la novia. «¿Tú sientes lo mismo?»
«Ya sabes que no habría funcionado. Además, tú te vas a casar y yo tengo un hijo que no sabe nada sobre cómo era yo a su edad. Creo que yo he estado con más mujeres que él. Me alegro de que sea tan inocente».
«Me ha gustado la sorpresa que me habéis preparado, pero tú ya sabes quién es la única persona con quien yo quiero tener sexo».
«¿Crees que sería conveniente?»
«Sólo te lo pido por esta vez… aún recuerdo nuestros cuerpos unidos como uno solo».
«Si quieres… pero ni Natalia ni Almudena deben saberlo nunca».
Acto seguido, mi madre extendió las piernas hasta formar una tijera con la que yo pensaba que siempre había sido únicamente su amiga. Empezaron la cópula lentamente, hasta que, casi por inercia, fueron incrementando el ritmo y sus gemidos.
Se pasaron así unos diez minutos sin parar, hasta que ambas se corrieron a la vez.
«Aún estamos compenetradas» dijo Sonia.
Mi madre se acercó a ella y empezó a besarle.
«Si pudiera te pediría que no te casases».
Las dos se abrazaron, quedándose calladas, en silencio.
Eso me hizo retirarme de allí, sin pasar por el jardín, donde pude ver de soslayo cómo una de las amigas de mi madre recibía una doble penetración estando ella en el aire, sujeta a los cuerpos de los strippers mientras la otra recibía sexo anal mirando a su amiga recibir la doble penetración.
Cogí el coche y me fui.
No vi a mi madre hasta la tarde del día siguiente, cuando volvió a casa con la cara sofocada. Me dijo que las cuatro amigas se habían ido de cena para celebrar la despedida de soltera de Sonia, pero la cena se había alargado y las cuatro habían bebido, por lo que decidieron no coger el coche y quedarse durmiendo en la casa de Almudena, que estaba cerca del restaurante.
Mi madre no supo que yo sabía la verdad, por eso desde entonces no notaba el escalofrío que me entraba cada vez que decía que había quedado con sus amigas en nuestra casa de campo para tomar café por la tarde.
«Sólo espero que no se nos haga largo y tengamos que quedarnos a dormir allí».