Los secretos íntimos de Mónica, una jovencita cachonda de 20 años

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Hola, mi nombre es Monica, tengo 20 años. Cómo éste es mi primer relato os describiré como soy, para que podáis imaginarme mejor…

Soy una chica de estatura baja, apenas alcanzo el metro sesenta (1´58), mi color natural del pelo es castaño aunque ahora lo llevo rojo, ondulado y largo, hasta media espalda. Tengo los ojos oscuros y pecas en la nariz, unos labios carnosos y una sonrisa cautivadora.

Aunque soy pequeña estoy bien formada, tengo un culo bien machacado en el gimnasio y unas tetas firmes y redondas dignas de una jovencita de mi edad.

Hechas las presentaciones, empezaré por contaros mi sábado noche.

Tenéis mi mail para poder poneros en contacto conmigo, podéis pedirme lo que deseeis.

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Actualmente busco trabajo, pero en mis anteriores y cortos períodos laborales he ahorrado suficiente como para vivir a mi antojo y disfrutar de la juventud.

El sábado pasado, cómo es habitual mis amigas se animaron a salir de fiesta por la gran capital. Yo llevaba ya unos dias sin sexo así que me preparé para darlo todo, esa noche no se me iba a escapar nadie. Me depilé, me alisé el pelo, me puse un maquillaje suave, que destacase mi mirada felina y me puse un vestido azul marino que realza mis voluminosos pechos y de falda de volante, que permite bailar, moverse y jugar sin ser vista.

Me calenté un poco en casa, bebiendo un poco y me puse la bala vibradora mientras me maquillaba, eso izo que me corriese un par de veces antes de salir de casa, asi que llevaba mi entrepierna bien mojada para mi festín nocturno…

Mis amigas y yo quedamos frente a un parque cerca de laa discoteca, aparcamos nuestros coches y nos retocamos en nuestros asientos.

-Hola chicas – dije energicamente al llegar al punto de reunión.

-Hola Monica, vaya, vestido nuevo – dijo Anna

-Siempre impecable, no cambiarás nunca. – reprochó Mireia

-Dejemos la charla para el lunes en la cafeteria, vayamos a cazar presas – rió entre dientes Clara, mi mejor amiga. Somos como dos gotas de agua, crecimos juntas y aunque ella es tres años mayor que yo, siempre hemos estado muy unidas, hasta tenemos sexo de vez en cuando, es una relación muy íntima.

A medida que nos acercabamos a la discoteca podíamos ver como el número de chicos crecía, todos siguiendo el mismo patrón, camisa abierta, camiseta interior negra y tejanos, peinados de los años 80, gomina… todo niños para mi gusto, Clara y yo tenemos debilidad por los maduros, son presas muy divertidas, juguetonas, sus frustaciones y sus fantasias provocan los mayores polvos que se puedan disfrutar.

En la entrada el portero me miró de arriba abajo, era nuevo y de mi tipo. No tendría mas de 35 años, fuerte, pero sin ser un cruasán, barba y mirada dura… un cosquilleo recorrió mi muñeca cuando me la agarro firmemente para ponerme el sello, que bajó rapidamente hasta mi entrepierna. Ya tenía a mi presa. Le sonreí dulcemente mientras le miraba a los ojos.

-Muchas gracias, espero que tengas una buena noche – le miré a los ojos y sonreí mientras desaparecía entre la multitud.

Dentro de las discotecas siempre ocurre lo mismo, los cazadores acechan en las barras mientras babean con las camareras y las chicas esperan en la pista de baile que alguno vaya y le agarre de la cadera para perrear hasta mojar sus ropas interiores y después si te he visto no te conozco.

Todas nos pedimos nuestro chupito de tequila para calentar motores y seguido un cubata bien cargado, Sandra la camarera nos conoce muy bien, sobre todo a Clara y a mi, así que nos garantiza siempre las mejores borracheras. Agarramos nuestras bebidas y nos fuimos hacia la pista, allí lo damos todo, Clara pendiente de un chico bastante guapo que habia en la barra, camisa negra, vaqueros ajustados y unas botas que le daban un aire a chulo, lo que más le pone a la muchacha, él bebía mirándola bailar y ella bailaba para él. Los dos ya sabían como acabaría la noche.

Salí a fumar sin mechero, con la excusa perfecta para pedirle fuego al hombre cuyo pantalon desvelaba un paquete que deseaba. Al salir allí estaba él, serio, frente a la multitud que fumaba y cantaba en la puerta de la discoteca. Me acerqué con cuidado y saqué el paquete de tabaco. Noté sus ojos puestos en mí, busque el mechero en la chaqueta y cuando vió que no lo encontraba se acerco y me ofreció el suyo, sin decir ni una palabra. Le invité a un cigarro y ahí, en el silencio fumamos los dos, sin que nadie se diese cuenta. Me miraba el culo de reojo y yo aprovechaba la musica que se escapaba al abrir y cerrar las puertas para bailar un poco y asi cautivarle más.

Toda la noche pasó igual, yo salía a fumar con él y de vez en cuando él se paseaba por la discoteca y me buscaba con los ojos.

Se acercaba su descanso y vi como hablaba con sus compañeros antes de irse al reservado. Me acerqué a la puerta.

-Hola, ¿te apetece hablar un poco ahora que puedes? – volví a usar la sonrisa como arma y él pez picó el anzuelo.

-Hola, si claro, pero aquí hay mucho ruido, ¿te apetece entrar conmigo al reservado? – Me miró como mira un lobo a un cordero, eso provocó un relámpago directo a mi entrepierna, me ponen demasiado los duros.

Entramos en silencio en el reservado y al cerrar la puerta escuché cómo cerraba con llave y la dejaba puesta. Me senté sobre el pequeño escritorio que habia en esa habitación, llena de percheros y zapatillas (seguramente de las pobres camareras que usan zancos). Se acercó lentamente mientras se desabrochaba los dos primeros botones de la camisa, dejano ver un poco de bello en su pectoral y yo me mordí el labio.

-Dime Monica, ¿sueles meterte en el reservado con todos los porteros? – Sonrió mientras se sentaba delante de mi en la única silla.

-¿Cómo sabes mi nombre?

-¿Seré nuevo, pero conozco muy bien a la clientela de aquí, además, Sandra es amiga mía, así que no te hagas la niña buena, que sé muy bien que no eres un angelito – su mirada se intensificó, el deseo en sus ojos cada vez se intensificaba más.

-¿Y de que conoces a Sandra? – le pregunté mientras me levantaba y me acercaba a él.

-Va a yoga con mi mujer – se aclaró la garganta, como si no quisera desvelar que estaba casado.

-Vaya vaya, ¿sueles jugar con niñas mientras tu mujer te espera en casa? – me senté en su regazo y pude sentir su pene apretando el pantalón.

Me comió la boca y, joder, que bien besaba… Me levantó como si fuese ligera como una pluma y me volvió a subir sobre la mesa. Sin decir nada le agarré del paquete y él gimió en mi boca.

-No corras tanto niña, ¿aquí mando yo sabes? – apartó mi mano y me quitó las bragas. – Joder qué mojada que estás.

Que bien que lo hacía, notaba como olía mi flujo mientras que con su lengua acariciaba mi clitoris con firmeza y metia sus dedos con rapidez en mi vagina, qué corrida…

Se separó de mi y me arrodillé ante él. Se bajó el pantalón y apretó mi cara contra sus calzonzillos con fuerza. -Mira como me tienes, joder. – Se sacó la polla y empezó a azotarme con ella en la cara. Era la polla más grande hasta la vista, con un capullo bien formado y venas alrededor de todo el tronco. Abrí mi boca y empezó a follarmela con fuerza. Las arcadas eran música para nuestros oidos, no podía dejar de chuparle la polla, era adictiva. En cuanto me dejó tomar el control le agarré firmemente el tronco mientras me metía los huevos en la boca y le masturbaba con cuidado, apretando el glande con cuidado. -Joder qué bien lo haces – gruñó entre dientes mientras me agarraba el pelo. Empecé a tragarmela poco apoco, esta vez más lento. lamia el tronco hasta el glande, lo chupaba y jugaba con el y luego me metia esa enorme polla en la boca, hasta que no pudo más y me apartó bruscamente.

Me agarro con fuerza y apoyandome en la pared me embistió de un golpe.

Grité con fuerza de placer, pero nadie nos escuchaba, ahí sólo estábamos nosotros.

Me folló como nunca había follado a su mujer.

-Ahhh si, dame más fuerte – gemia y gritaba sin parar.

-Voy a correrme dentro, así sabrás lo que es que te dominen pequeña. – su ritmo creció y sus embestidas cada vez eran más duras, fuertes. Mis gemidos tambien fueron creciendo. Me agarro el pelo desde atrás obligandome a mirar la puerta mientras me penetraba una y otra vez.

-Joder no pares, si siiiii – mis gemidos se camuflaban entre los gritos de placer…

Siguió follandome hasta correrse dentro, tan duro que en cuanto sentí el semen fluir en mi interior me corrí con él…

Sí, volveré a verle el sábado, sí, volverá a follarme, y sí, os esperan muchos relatos más.

¡Gracias por leerme!