Con manipulación y psicología puedo acostarme con cualquier chica que desee

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Internet es maravilloso. Hay chicas de todo tipo, pero las que más me gustan, son las acomplejadas, las fantasiosas, las que se hacen pajas en la oscuridad de sus cuartos viendo chicos que las dominan y no las tratan como a princesas, sino como putas, como cerdas… Esas son las que más me gustan, porque son las más fáciles de manipular y dominar.

Durante años, he estado en varios grupos de amistades y siempre se han caracterizado por lo mismo y siempre han acabado por lo mismo: Una sola chica, varios chicos y solo yo, era quien tenía a la única fémina del grupo, chorreando por mi, yo solo era el único al que querían. Siempre tenía que ser yo la persona que querían que fuera detrás de ellas… Salvo que siempre era al contrario, eran tras de mi de quienes venían… y no se daban cuenta. Al final, no había ninguna que se me resistiera: Encontraba sus complejos, sus puntos débiles y los usaba como camino para follarmelas sin cariño.

Antes siquiera de empezar la época del What´sApp y derivados, teníamos el «Messenger», los «Foros» y las redes sociales iban dando poco a poco sus primeras pinceladas. Ahí todo era más crudo, más «morboso», ahí había una pared muy grande que te separaba del exterior y eso hacía que muchas de estas chicas, acomplejadas, inocentes, como ya digo, se evalentonasen más de lo debido y trataran de vivir o comportarse, como si fueran otra persona. Ahí, hubo un tiempo en el que solo, en mi lista de agregados, solo tenía a chicas y no porque fuera yo detrás, sino porque les parecía interesante tenerme como conocido, porque mi personalidad era fuerte y atrayente.

Acabé en una red social, por llamarlo de algun modo, de gente que se dedicaba a todo lo relacionado con el arte. Allí, encontré a un chico, que era de mi misma ciudad, que me serviría como catapulta para conocer a todos los que estuvieran en ese foro y fueran del mismo sitio. El chico, era muy inocente, era un crío de 17 años, menor que yo, que vivía en su mundo de fantasía y pajas mentales. Me aseguró que estaba saliendo con una chica del foro, también de mi localidad y que llevaban un año juntos. Esto me sirvió para conocer a dos chicas. La primera, Cristina, una chica nada agraciada, que tenía novio y que dibujaba y otra, Alejandra, un poco más mona, pero también menor de edad (17 años), muy bajita, con el pelo largo negro y muy tímida, que era en principio, la novia de este chico. En cuanto a mi, en ese grupo, yo era el mayor, tenía 20 años y me veían como el hermano mayor. Me cuidaba, hacía deporte, iba con mi barba de 3 días, bien vestido, perfumado y buena presencia y actitud, por lo que llevarme al huerto a cualquier niñata de 17 años o 18, era tarea fácil.

Con el tiempo, fui adentrandome más en el grupo y conociendolos a todos, cogiendo confianza, quedando y saliendo con ellos, prácticamente todas las semanas, hasta que fui adaptando mi plan y haciendo migas con las chicas, buscando si efectivamente, tenían el perfil que estaba buscando. Cristina, era una aunténtica zorra, su novio era un pringado que solo estaba con ella porque era un aunténtico desesperado y era un cornudo consentido. Era una niña que estaba acostumbrada a follarse a todo aquel que se le presentara y se encaprichara de él. Alejandra por su parte, salía con este chico, pero lo dejaban día sí, día no, así que también era un blanco fácil, con el tiempo, me confesó que le encantaba follar y que era una verdadera viciosa entre otras tantas lindeces, que me enteraba por Cristina. Como véis, ambas, eran claros perfiles y objetivos, así que comencé a trabajar.

La primera, Cristina, era un verdadero desastre. su vida familiar era un caos y su novio no valía para nada, estaba con ella, pero era una planta humana. La chica solo quería ser una nini consentida por los padres, quería apuntarse a bellas artes y follar. Para poder contar con su confianza y admiración, en alguna ocasión, cuando tenía problemas con su familia, le invitaba a salir y dar un paseo por la ciudad. Al poco tiempo, encontró en mi un lugar donde refugiarse y poco a poco, fui haciendola mía para lo que quisiera… Aunque tenía un pero: Su novio. Entre charlas y «consejos», al final conseguí que lo dejara con su novio y se centrara y obsesionara por mi, hasta tal punto que llamaba «Maestro» y solo buscaba mi atención. El tener sexo con ella, no fue dificil, símplemente, tuve que pedirlo y ella accedió sin rechistar.

Como ya dije, la chica no era la más agraciada del grupo, así que solo la tenía para que no me faltara ninguna atención y en ocasiones, cuando a mi me apeteciera, viniera a mi casa a hacerme sexo oral y si la cosa se torcía, porque estuviera muy excitado, follarmela con asco, siempre de espaldas y a cuatro patas. Nunca follabamos en mi cama, siempre contra la pared o sobre la mesa y cuando terminaba de follarmela o terminaba de hacerme una mamada, siempre le pedía que se marchara y obedecía como una perrita obediente. Lo que más me encantaba de Cristina, era como me comía la polla, lo hacía como una perra en celo, no me paraba de mirar a los ojos fíjamente mientras lo hacía y me decía cosas como «¿Te gusta, Maestro?» «Me encanta tu polla, me encanta que te corras, correte por favor», «Dime que soy una putita, dime que soy tu putita, que siempre voy a ser tu putita», «Si lo hago bien hoy, ¿Me follaras como una perra?» Entre un sin fín de majaderías que soltaba la niña en plena lujuria.

También Cristina, era mi confidente y me contaba todo lo que necesitaba saber de Alejandra, que era mi próxima víctima. Por lo que sé, Cristina no le contaba nada sobre nuestra «relación», solo le contaba lo oficial: Que eramos solo buenos amigos. Con el tiempo, aprendí todo lo que necesitaba saber de Alejandra, supe cuales eran sus fantasías sexuales, qué postura le encantaba para follar, cómo le gustaba que la tratasen, como la llamasen… Era absolutamente perfecto, tenía en mi palma de la mano, todo lo que necesitaba saber para tener a Alejandra.

Alejandra quizás, costó más trabajo. Si bien era una chica con muchas inseguridades y bastante inestable, era dura y se hacía de rogar. Ella nunca quiso desde un principio salir a tomar un café conmigo, ni quedar a solas, ni nada. Con el tiempo y gracias a Cristina, terminé cayéndole en gracia y una de las veces que dejó a su novio, quedó conmigo para poder despejarse y soltar todo lo que tenía dentro: Su novio era un posesivo y muy celoso, no le gustaba que yo hablara con ella, ni tampoco con ningun amigo suyo, solo la quería para ella y a ella le encantaba ser libre, solo que seguía con él, porque él era atento con ella y nunca le faltaba de nada.

Es decir, un blanco fácil: Lo tenía claro, debía crear en ella una falsa imagen de que encontraría en mi, todo lo que buscaba en un chico: Atención, Sutileza, Detalles… Mientras quedaba con ella y trataba de hacerle creer que era el chico de su vida, Cristina, llena de celos, aun cuando seguía siendo mi perrita, explotó y empezó a contarle a Alejandra que me la follaba y que venía a mi casa a follar. Eso hizo, que Alejandra se fuera encaprichando por mi y que solo fuera suyo y no de Cristina, así que en parte, esos celos, me vinieron bien. Los meses pasaban, Cristina y Alejandra seguían hablando, Cristina, venía a casa, follabamos o me mamaba la polla y mientras tanto, Alejandra me convirtió en su confidente número 1, sabía que faltaba poco para que fuera mía.

Fue tanta la carga de Cristina de lo que hacíamos juntos, del sexo tan duro que teníamos sobre la mesa de mi cuarto, de como me comía la polla, de como me corría sobre su cara, que un día, Alejandra me confesó que tuvo un sueño en el que teníamos sexo y me describió como lo hacíamos: Estaba obsesionada por mi. Así que comencé el plan, que era follarmela, sin contemplaciones y hacerla mía de una vez.

El día menos pensado, los padres de Alejandra abandonaron la casa por temas de viajes de empresas, ya que tenían una empresa familiar y le hice ver que, una chica de 17 años sola en casa era un peligro y que necesitaba compañía, así que allí estaba, listo para follarmela duramente sobre el sofá de su casa en cuanto se me presentara ocasión. Detalles del día sobran, únicamente decir, que no paré de calentarla el resto del día, esperando señales de respuesta que vi en todo momento: desde mordidas de labio, hasta la ropa que llevó en todo momento, ancha con la que podía verle todos los pechos. La cosa se caldeó cuando llegó la noche y me dijo que era muy tarde, que si no me importaba que quedase allí con ella a pasar la noche, que tenía miedo. Ahí aproveche para decirle que no se preocupase, que en casa no me esperaba nadie hoy y que sería suyo al 100%.

Llegado el momento de dormir, sobre las 3 de la mañana, me dijo que dormiría sobre el sofa, a lo que me negué y comencé mi actitud dominatoria: Le dije que no dormiría en el sofá, que dormiría en su cama y que además, iba a follarmela, sin reparos ninguno. Alejandra se quedó con los ojos como platos y fue corriendo a su cuarto a prepararse, solo limitandose a contestarme «Sí». Cuando estuvimos en su cuarto, le pedí que se sentara y me senté con ella a su lado, piernas pegadas a la otra persona. Le retiré el pelo de su cuello, me acerqué y le dije…

«Quiero que te quites la ropa y te quedes desnuda, cuando acabes, quiero que me la quites a mi, en silencio y obedezcas todas mis instrucciones. ¿Te estás enterando, puta? Porque ahora eres mi putita y te voy a follar, niña, te voy a follar como no te han follado en tu puta vida».

Tal y como le ordené, se quitó la ropa. Primero se quitó la camisa ancha y se quedó con los pechos al descubierto. Lentamente y con mucho pudor, se quitó los pantalones de chandal y quedando solo en braguitas, unas de encaje negro que dejaba al descubierto casi su culito. En silencio, se acercó a mi para quitarme la ropa y le dije que no, que antes, se tenía que quitar toda la ropa, hasta quedar desnuda. Con mucha verguenza, se quitó las braguitas, que estaban empapadas y dejó al descubierto su coñito, bien grande, con un poco de bello púbico, se puso de rodillas y empezó a quitarme la ropa. Primero empezó con mis pantalones, luego los calcetines y por último, mis boxers.

Cuando descubrió mi polla, ya erecta y dura, se quedó mirando, en silencio, esperando mis instrucciones. Le dije que su amiga, Cristina, era una grandísima puta y que había perdido la cuenta de la de veces que había venido a mi casa a comermela, pero que estaba seguro que con lo excitada y perrísima que estaba ella, seguro que sabría hacer un mejor trabajo que su asquerosa amiga.

Sin pensarselo dos veces, se la metió en la boca. Al principio, no sabía si era porque no tenía ganas o es que no tenía ni idea, pero parecía que no le encantaba el sexo oral, pero a medida que pasó el tiempo, le cogió el gusto y consiguio hacerme una excelente mamada. Cuando ya estaba cansado de sus juegos bucales, le ordené que se levantara y se acostara en la cama. Ahí, empecé a recorrer todo su cuerpo, que si bien ya estaba bien desarrollado, parecía que todavía no había pasado un hombre de verdad por ahí. Empecé a besarle el cuello, besé sus pechos, y lamía sus pezones. Todo esto, hacía que Alejandra se retorciera del placer, únicamente diciendo «Ah», cada vez que hacía algo que le gustara. Poco a poco, para ir acostumbrando a su cuerpo, fue acercando mi mano a su vagina y empecé a acariciar su clítoris con mucho cuidado. Ya parecía que no tardaría mucho en correrse Alejandra… pero yo no tenía prisa, aun tenía noche por delante, así que seguí con mi trabajo… hasta que después de un rato de pleno éxtasis, se corrió, dejando la cama hecha un desastre.

Al dejarla descansar, me acerqué a la ventana y bajé la persiana, apagué las luces y dejé el cuarto a oscuras. Al estar el cuarto en completa oscuridad, lo único que se le ocurrió a Alejandra fue preguntarme «Qué iba a hacer»… la respuesta era clara… Penetrarla, hasta que me pidiera por favor clemencia.

Así transcurrió la noche, con sexo duro, sin ningun tipo de verguenza. Al final de la noche, Alejandra estaba en un estado de locura en la que gritaba y gemía sin parar, pidiendome por favor que no dejara de tratarla como una puta, que le encantaba y la volvía loca. Era imposible olvidarse de esa noche, en la que me sentía como un completo Dios… era mía, totalmente mía. Me encantó ver como pervertí a esa chica, más aun sabiendo que su antiguo novio, estaría seguramente comiendose la cabeza por ella, porque ahí estaría yo follandomela.

Los días siguientes… fueron del mismo estilo que con Cristina. Alejandra, se convirtió en mi nueva perrita, venía a mi casa a ser follada sin piedad. Con su exnovio, cortó definitivamente y yo me dejé de hablar con él. De vez en cuando, Cristina venía a ver si quedaban sobras para ella, pero renegué de ella, porque ahora Alejandra, era mía.