Acepte hacer un trío con mi esposo, pero con mis condiciones

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Mi marido llevaba un tiempo proponiendo que hiciésemos alguna locura. Desde que tuvimos a nuestra hija nuestra vida sexual es aburrida, y decía que necesitaba más. Insistía día tras día. Una noche, con ella acostada, ya desnudos en la cama y su polla creciendo despacio en mi mano, puso una película porno. Comenzaba con una pareja en una cama, pero al minuto invitaban a otra pareja a sumarse a ellos. Según se suben al colchón, se intercambian para liarse. Su mano fue a mi coño. Él ya estaba duro.

¿Te gustaría? – dijo. Una de ellas, la invitada, hundía su cabeza entre las piernas de la otra.

Me gustan los hombres, ya lo sabes – dije, bajando yo a su polla. La engullí completa sin dificultad. Gimió.

Seguí.

Para cuando levanté la cabeza y su verga se deslizó fuera de mis labios, en la televisión ellos intercambiaban a sus supuestas parejas. Lo monté, dándole la espalda para que ambos viésemos cómo lo hacían. Él me abrazó por detrás y me susurró preguntándome si eso ya me gustaba más. Vi sus gordas pollas follándolas, y le dije que sí. Sabía sus intenciones con ese vídeo.

¿Te quieres follar a otra delante de mi? – le pregunté directamente.

Sólo si tú quieres…

Dejé de mirar, y, girándome, lo abracé. Le noté, corto, gordo, dentro de mi. Cerré los ojos. Recordé otros amantes.

Tú también tendrías otro hombre… – me dijo.

Seguí follándolo. Lo notaba más excitado de lo normal, nervioso. Sin avisar, se corrió dentro de mi.

Justo en ese momento, la niña se despertó y comenzó a llorar. Fui a atenderla.

Cuando volví, desnuda y frustrada, él se había dormido. En la televisión seguían pasando vídeos porno. Lo miré, roncando. Me cagué en su puta madre y cogí mi consolador. Una rubia de tetas imposibles, tatuada, chupaba una polla gigantesca, arrodillada. La imité. No con el pequeño pene de mi marido, sino con el consolador. Lo chupé. Jamás lo había hecho más que para lubricarlo. Ahora lo estaba disfrutando. Había olvidado el extraño placer de notar la boca llena. Él se corrió sobre ella.

En el siguiente vídeo otra rubia, también tatuada, lamía el glande de un negro guapísimo mientras otros se turnaban para follarla. Me penetré con el consolador, a cuatro patas, viéndola. Comencé a gemir.

Mi primer orgasmo despertó a mi marido.

Me metí su polla en la boca mientras seguía masturbándome.

La niña se puso a llorar. Yo no iba a parar.

La idea de probar cosas nuevas comenzaba a ser más atractiva.

Vale – le dije cuando volvió de hacerla dormir.

¿Vale?

Me tumbé junto a él, sin sacarme el consolador. Le agarré la polla. Le lamí la oreja. Le susurré que probaríamos cosas nuevas, y que lo primero sería hacer un trío.

Vale – me dijo. Sonreí.

¿Estás seguro de que quieres ver la verga de otro dentro de mi?

Sí.

Lo noté duro como nunca. Le gustaba imaginarlo.

Ahora, fóllame tú.

Bajó de la cama y me puso contra la pared. Joder. Me folló como hacía mucho que no lo hacía, con rabia, con fuerza. Yo me dediqué a decirle lo que iba a hacer con dos pollas para mi. Él estaba a medio camino entre el enfado y la excitación. Me penetraba duro, sin preocuparse de mi orgasmo, pero esta vez eso me gustaba.

Cuando noté que iba a correrse me aparté de él y lo empujé sobre la cama. Lo agarré. Estaba bien duro.

¿Te excita pensar en verme follar con otro?

Me cogió con fuerza y me giró, poniéndome boca abajo. Noté su polla en la entrada de mi culo.

Sí, hostia, sí…

Me sodomizó hasta correrse en mi interior.

Ya con ella flácida, le pregunté si estaba seguro, y me dijo que sí. Que realmente le excitaba la idea.

Me masturbé con él con mi marido pegado a mi espalda, mojándose con el semen que salía de mi culo. Dos veces. Me susurraba lo que quería verme hacer. Tres.

Entré con el carrito en la cafetería. Casi no había nadie. Al fondo me esperaba Alex, un ex novio que resultó ser un cretino. Pero un cretino que tenía lo que iba buscando. Nos dimos dos besos y le hizo carantoñas a mi hija. Nos pusimos al día durante un buen rato, hasta que me preguntó que por qué me había llamado.

Quiero follar contigo. – espeté.

Casi vomita el café. Tras la sorpresa, se rió.

¿Cómo? ¿Quieres ponerle los cuernos a tu marido?

No, él estará.

¿Un trío?

Sí.

Él me miró serio, y luego se volvió a reír.

¿Por qué yo?

Lo sabes.

Se rió.

Dímelo.

Por tu polla. Es grande y sabes usarla.

¿Y si digo que no a quién te vas a follar?

Vas a decir que sí y lo sabes. Eres un cabrón pervertido. Seguro que ya estás empalmado.

Sonrió, y me miró, como retándome. Mi mano subió por su rodilla por debajo de la mesa. Estaba duro. Se la agarré.

Si no tuvieses aquí a tu hijita te diría que fuésemos al baño y me la comieses, como aquella vez.

Aquellas veces, dirás.

Lo masturbé sobre el pantalón mientras él me recordaba algunas de las cosas que habíamos hecho.

El cabrón me estaba poniendo cachonda, tenía que parar aquello.

Invitas tú – le dije, levantándome, dejándolo con su erección.

No te vayas todavía.

Es hora de darle de comer.

Hazlo aquí.

Miró mis tetas rebosantes. Cogí a mi hija para colocarla en posición, y me subí la blusa. Él no quitaba ojo, sonriendo.

Cuánto tiempo sin ver esos pezones. Espero que te pongas algo más bonito que ese sujetador cuando vaya a follarte.

Saqué mi pecho. Tuvo tiempo de sobra para ver mi pezón duro antes de que mi pequeña comenzase a mamar.

¿Te gusta?

Es agradable.

Discretamente coló su mano por debajo del cuerpo de la pequeña hasta mi entrepierna. El hijo de puta era hábil, y me quitó con facilidad los botones del pantalón para acceder a mi clítoris. No pude contener un gemido silencioso.

Me encantaba masturbarte mientras te comía los pezones, pero nunca pensé que haría un trío con tu hija.

Mi bebita siguió comiendo plácidamente hasta mi orgasmo.

Dentro de dieciocho años me la pienso follar y la contaré esto.

Gilipollas.

Ya saciadas, la dejé en el carrito de nuevo, recomponiendo mi blusa,

Ni te acerques a ella.

Ya veremos

Al levantarme, me dio un azote. Noté mi coño empapado.

Corrí a casa para terminar con mi consolador.

¿Sigues queriendo hacer un trío? – le solté a mi marido al terminar la cena.

Sí – contestó.

Acuesta a la peque y ven al dormitorio en cinco minutos.

Cuando llegó, me encontró con un conjunto nuevo, de liguero, y un consolador también nuevo. Le indiqué que se desnudase y sentase en la silla que había puesto frente a la cama. Ya tenía una buena erección.

Coloqué el juguete en vertical, en el suelo, sujeto con su ventosa, frente a él. Puse sus brazos a la espalda y lo esposé.

¿Quieres verme follar? – susurré.

Sí.

Me empalé en el juguete apartando las braguitas y comencé a acariciarme el clítoris sin dejar de mirarlo.

¿Te gusta?

Sí – contestó

Comencé el sube y baja. Tenía una erección mayúscula. Le di un lametón.

Es tu última oportunidad, ¿estás seguro de que quieres verme follar con otro hombre?

Sí.

Me la metí en la boca mientras me follaba con el consolador. Él, con las manos esposadas, sólo podía dejarse hacer. Lo hice despacio, muy despacio. No quería que se corriese, y tenía que ganar tiempo.

Tiempo hasta que sonase el timbre.

Me pilló con los labios en su pubis y su polla hasta la garganta.

Me levanté. Lo vi nervioso, con los ojos saliéndose de las órbitas. “Tú lo has querido”, le dije al pasar junto a él, camino a la puerta.

Cuando entré con Alex todavía mantenía la erección, que se le bajó completamente. No dijo nada. Alex sí. Se colocó detrás de él y se apoyó en sus hombros.

Tu mujercita me ha llamado porque quiere una polla de verdad.

Yo volví a empalarme en el juguete y a comerlo. Lo quería erecto. Mientras, Alex se fue desnudando.

Se quedó en calzoncillos. Cogiéndome del pelo me obligó a levantarme y me besó.

No hay nada como saborear la polla de un maridito en la boca de su mujer antes de follártela. – dijo.

Era un cretino, pero me excitaba como nadie. Llevó una mano a mi coño.

Está empapada – dijo antes de pasarle mis flujos por su cara. Le acercó dos dedos a los labios de mi marido. – Chupa – le ordenó.

Lo hizo. Después los introdujo en mi coño sin miramientos. Repitió la operación tres o cuatro veces más, llevándolos de mi vagina a su boca.

Tu mujer quería a un cabrón pervertido y lo va a tener.

Me cogió del pelo y me hizo arrodillarme, clavándome de nuevo el consolador. Después me guió para comerle la polla a mi marido.

Avisa cuando te vayas a correr, cornudo.

No aguantó ni treinta segundos antes de avisar. Álex me hizo parar.

Si tuvieses las manos libres te hacía quitarme los calzoncillos, pero estás bien así.

Se giró hacia mi.

Demuéstrame a qué he venido.

Miré por última vez a mi marido. Podía notar su excitación. Cuando le bajé la tela y liberé aquél pollón, habló.

Joder.

Agarré la base. La gorda base. La base que apenas abarcaba con mi pequeño puño. Miré a mi marido al acercarme la punta a la boca. Agarré con una segunda mano parte de su verga, y rodeé con mi boca lo que quedaba, un trozo de carne muy destacable. Comencé a generar saliva porque sabía lo que venía después y lo iba a necesitar. Era un ritual para nosotros, y todavía lo recordaba después de tantos años. Me quitó una de las manos, y mis labios llegaron hasta el puño de mi mano que rodeaba la base. Tomé aire y relajé el cuello. Me hizo quitar la otra mano y su polla comenzó a invadir el fondo de mi boca y tras ella, mi garganta. Lo hizo más delicadamente que antaño. Las dos primeras veces. Después me folló la boca con ganas, con violencia. Haciendo que le comiese por completo. Mi marido no es un reto. Mi ex, sí.

En todo momento seguí mirando a mi marido a los ojos.

Me di cuenta de que mi mano se había ido con vida propia a mi clítoris mientras me lo hacía. No me bastaba con el consolador, deseaba más.

Me corrí casi al instante.

Delante de mi marido, con la polla de mi ex en mi garganta, con un consolador en en suelo y mis manos en mi clítoris, me corrí.

Delante de mi marido, mi ex sacó su polla de mi garganta y se corrió sobre mi cara, mientras yo todavía gritaba por mi orgasmo.

Delante de mi ex y con mi cara cubierta de su semen, mi marido, sin poder tocarse, atado en una silla, eyaculó sobre su pecho.

Él me miró con la cara llena de soberbia, pero se agachó para besarme. Lo hizo despacio, pero con pasión. Largo y húmedo, mezclando nuestra saliva y su semen. No necesitaba preguntarme si me había gustado.

Se levantó. “He traído una cosa”, dijo acercándose a la televisión. Puso un pincho USB, la encendió y se tumbó en la cama.

No podía creerlo, lo había guardado.

“Tu mujer era bien guarra en la Universidad, lo pasamos bien”.

Me hizo tumbarme, con la cabeza en su regazo, de forma que pudiese lamerlo de nuevo mientras mi marido y yo veíamos el vídeo en el que, diez años atrás, le comía la polla en el sofá de nuestro piso de estudiantes.

“Los del equipo se la cascaban cuando les pasaba tus vídeos”. Le creí. Miré a mi marido. Su pene flácido descansaba sobre su muslo. Su pubis estaba lleno de semen, que resbalaba hacia la silla. Nuestros ojos se miraron. Lamí. No apartó la mirada. Agarré la verga de mi ex y me la introduje en la boca.

“Un día bromeamos con follarte entre todos, seguro que te habría gustado”.

Comencé a chupar. Ambas pollas comenzaron a ponerse duras. En la televisión ya me estaba follando. Sus manos fueron a mi coño y me sentí rejuvenecer.

“Vamos”, dijo, levantándome rudamente por el pelo para ponerme a cuatro patas mirando a mi marido. Colocó su verga sobre mi espalda. Noté sus huevos rozándome el culo.

Pídemelo – dijo.

Fóllame ya, cabrón – contesté, necesitada de él.

Tú no, él.

Lo miré con ojos suplicantes. Su polla estaba comenzando a endurecerse de nuevo. Serio, abrió la boca.

Fóllatela ya.

¿A quién?

Fóllate ya a mi mujer.

Gemí. Al notar su gordo glande separando mis labios de nuevo y su verga tensando mi piel tras tantos años, gemí, mirando a mi marido. La introdujo despacio, saboreando cada centímetro de mi coño. Llegó hasta el fondo. Llevé mi mano hasta su base. Me encantaba esto, rozar mi clítoris con mi antebrazo mientras con mis dedos rodeaba la parte de polla que todavía quedaba fuera de mi en los primeros envites, cuando todavía no había podido metérmela entera. Paró allí, llenándome por completo.

Fóllatela.

La sacó casi por completo ya la volvió a meter despacio.

Fóllatela.

Repitió. Dios. Mi clítoris iba a estallar.

¡Fóllatela! – gritó.

Rió. Cogió mis caderas. Una. Dos. Cien veces. Me folló como si quisiese quemarme el coño. O empalarme. Empalarme y atravesarme con su polla, y que saliese por mi boca y le llegase a mi marido. Dios. Cómo folla este hombre. Aún mejor que antes.

Grité. Grité y me corrí mil veces, y lo hice tan alto que nuestra bebita comenzó a llorar. Mierda.

Tuve que detenerme. Desaté a mi marido. Lo besé. Le dije que no pensaba parar ahora.

Cuando volvió yo lo montaba y me masturbaba. Lo miré. Desnudo, sucio, con nuestra hija en brazos mientras me follaba a mi exnovio, que se rió por la escena.

Cuando seas mayor te voy a follar como a tu madre, y lo grabaré para enseñárselo.

Le crucé la cara con mi mano empapada. Él siguió riendo y yo follándomelo.

Me toca – dijo mi marido al volver, ya sin la niña.

Se puso de pie en la cama y me la introdujo en la boca. Lo atraje hacia mi. Se lo merecía.

Cuánto tiempo sin verte comer la polla de otro – dijo mi ex. Le volví a cruzar la cara, y volvió a reír. Me volví a correr con un pezón en su boca.

Mi ex me atrajo hacia él para besarme. Mi marido se colocó a mi espalda. Su pene en mi ano.

Dos pollas dentro de mi otra vez. “Gracias”, le susurré a mi ex mientras me compartía con mi marido. Noté sus pollas moviéndose dentro de mi y estallé. Hice que la niña se despertase de nuevo, pero les dije que siguieran. Mi marido me levantó un poco para poderse agarrar a mis tetas mientras me sodomizaba. Mi ex apenas podía moverse bajo nuestro peso, pero su polla abría mi coño. Llevó su pulgar a mi clítoris y me corrí de nuevo.

Mi marido anunció que estaba a punto de terminar. Se salió. Me hizo tumbarme para acabar sobre mi cara.

Mi ex sonrió y me penetró de nuevo.

Para cuando mi marido volvió dando un biberón a la niña, yo también chupaba en busca de leche.

Trágatelo.

Vi la mirada perdida de mi niña mientras él se vaciaba en mi garganta.

Se vistió, cogió mis bragas, se las guardó en el bolso, me besó, dio una palmada en la espalda a mi marido, y se fue.

En la televisión mi ex me follaba a cuatro patas mientras su mejor amigo disfrutaba de mi boca.

Mi marido me besó. Olíamos a sudor y semen.

¿Te ha gustado? – le pregunté.

Llevó mi mano a su polla. Después se sentó y me hizo que se la comiese mientras él veía el vídeo. Se corrió sin dejarme sacarla.

Me besó.

Llámale cuando quieras. Pero si yo no estoy, grábalo.

Me tumbé. Me masturbé para él. Una, dos, tres veces.