Francisco un hombre maduro, me convierte en su puta

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Mi vida cambio bruscamente cuando conocí a Francisco. Recuerdo que fue con ocasión de un asado por el cumpleaños de una tía, en el que había cualquier cantidad de gente de todas las edades, conocí a Francisco.

El era amigo de los dueños de casa, estaba separado y entonces tenia unos 30 años, tenia una pinta sensacional, ojos verdes, rubio, un trasero muy abultado, su pecho cubierto de pelos, piernas gruesas muy atléticas, y sus hombros muy anchos y fuertes, y andaba muy bien vestido. Estaba para comérselo vivo, tenia un cuerazo y era muy amable y simpático.

En un momento él me invito a bailar, y mientras lo hacíamos yo me le acercaba lo más posible, rozándolo con mis pechos, y tocando su cara con mi mejilla. Durante el baile pude notar que él me apretaba contra su cintura cada vez más, hasta que de pronto comencé a sentir en mi vientre, su incipiente erección. Pensé que si me apartaba en ese instante, después de haberlo estado provocando, Francisco no se me acercaría para invitarme a bailar de nuevo, así que lo deje que refregara su protuberancia contra mi cuerpo.

Al poco rato, él se me acerco y me invito a bailar nuevamente, curiosamente el disco otra vez era para bailar abrazados. Sin duda que a Francisco le había gustado mi disposición anterior, y yo estaba simplemente fascinada por la oportunidad de estar con un hombre como él. Así que sin pensarlo mucho, nuevamente comencé a coquetear sensualmente mientras bailábamos, claro que ahora mientras lo hacia, él me decía lo bonita y estupenda que yo estaba y lo encendido que se sentía conmigo. Yo le sonreía y le hacia gestos sensuales.

De pronto me dijo que era una pena que hubiera tanta gente conocida, porque le encantaría estar a solas conmigo, yo también me había calentado mucho y de todas maneras quería darme una agarrada con él, así que le respondí que no había problema, y que si el quería yo lo esperaría en el baño del segundo piso.

Instantes después mientras él bebía y conversaba con algunos amigos, subí por la escalera y desde el pasillo le hice un guiño cómplice. Por la mirada que me dio, no dude ni un instante que me seguiría y partí en dirección al baño.

No tuve que esperar mucho rato, ya que a los pocos minutos senti que alguien golpeaba la puerta del baño, pregunte quien era y él se identifico. Apenas entró al baño, me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme y a correrme mano, yo me dejaba hacer y cooperaba, me empezó a besar el cuello, hasta que se acercó a mis tetitas, cuando quiso sacármelas fuera del sostén, yo me asusté un poquito y traté de tomar sus manos, él me agarró una mano y me la puso encima de su órgano genital.

Al palpar su miembro totalmente endurecido y erecto, yo me engolosiné y comencé a apretárselo y a sobárselo, dejé el campo libre hacia mis tetas, Francisco empezó a tocar mis senos, me desabotono la blusa, y deslizó su mano dentro de mi sostén, yo acariciaba la protuberancia de sus pantalones, mientras trataba de desabrochar su cinturón de cuero. El aprovecho para chuparme las tetas, era tanto la excitación que me producía que yo gemía y jadeaba descontrolada.

Sus inquietos labios llenos de deseos recorrían incansables, el promontorio de mis senos, escalando alternada y reiteradamente cada uno de mis pechos.

Mis pequeños y suaves senos, fueron inflamándose, a medida que él succionaba mis pezones rosados, excitándome al de tal manera que no podía evitar revolverme bajo las atenciones de sus los labios, que ardientes se paseaban desde mis excitados senos hasta mi cuello, estimulando y haciendo estallar todos mis centros de placer.

Notando que ya tenia el control, metió sus manos por debajo de mi vestido y comenzó a acariciar mis nalgas, cuando sintió el contacto con mi carne dura y tersa, se puso recaliente y trató de meter sus dedos en mi vagina, nuevamente yo me resistí y me puse difícil, así que él opto por la misma técnica anterior, de calentarme y entusiasmarme, se saco el pene hinchado y me lo mostró en todo su esplendor.

Quede fascinada ante las dimensiones del miembro que Francisco me ofrecía, él me pidió que se lo tocara, dude un instante, pero la verdad es que realmente estaba excitada y deseaba continuar con el juego, así que no solo se la agarré sino que comencé a pajeársela.

Un extraño y ahogado gemido salió de su garganta, mientras con su boca me mordía suavemente los labios y con sus manos apretaba fuertemente mis nalgas. Yo sentía una agradable sensación, había tal poderío en esas manos y sin embargo no me hacían daño, pues al mismo tiempo tenían una especie de ternura.

Una de sus manos se desplazó por entre mis muslos, hasta encontrar mi excitada vulva, comenzó a accionar sus dedos incitantemente. Su mano estaba posada sobre mi pequeño calzón, y rozaba mi sexo a través de la tela, yo abrí más mis muslos, para que él accediera a mi sexo caliente.

Alejandro me besó y recorrió con sus manos hambrientas toda la piel de mi vientre, mi cuerpo se arqueo empujando mi húmeda vagina hacia sus dedos. El los movía meneándolos sobre mi entrada, torturando mi sexo con sus manoseos, junto con refregarme mi cosita intentaba penetrar en mi conchita a través del calzón lentamente arrancándome gemidos de placer.

Debido a mi excitación no tenía conciencia, ni voluntad para oponerse, solo opté por echar mi cabeza hacia atrás, y dejarme hacer. Por lo demás sus caricias me producían unas sensaciones exquisitas, aunque me provocaban un cierto nerviosismo.

Perdí entonces la noción de todo lo que me rodeaba y una loca sensación de gozar, de ser perforada por su voluptuoso miembro se apoderó de mí. No dije nada cuando él comenzó a desplazar el borde de mis cuadros, instintivamente separe un poco mis piernas y Francisco tuvo vía libre a mi cosita.

Aparto el elastico de mis cuadros hacia un lado y comenzó a rozarme el clítoris, poco a poco mi vagina se fue humedeciendo, sentía correr mis juguitos por entre sus ardientes dedos. De pronto me giró contra el lavamanos y me levantó el vestido, cuando vio mi trasero, dio un suspiro de placer y trató de bajarme los calzones, mientras con ojos golosos miraba la frondosidad que se estremecía frente a sus ojos. Yo no deje que lo hiciera, porque aún no estaba convencida de querer que me penetrara, así que me abrazó con fuerza y corrió hacia un lado el calzón, mientras me pasaba la cabeza del pene por mi húmeda hendidura.

Yo me comencé a desesperar y a asustarme, él me pidió que lo dejara penetrarme, entonces le dije lo mucho que él me gustaba, pero que no deseaba tener relaciones sexuales, también le dije que podíamos hacer de todo pero sin penetrarme. Francisco me bajo los cuadros, hasta dejar totalmente a la vista mi trasero, acomodo su inflamado pene entre mis piernas y con su mano empezó a refregármelo entre los pliegues de mi vagina y sobre mi clítoris, mientras con la otra mano comenzó a pajearme, este tratamiento me calentó tanto, que comencé a mover las caderas mientras él se movía entre mis nalgas con los movimientos del coito.

Después de unos minutos, empezó a jadear más fuerte y a gemir agitado, me di cuenta que se correría prontamente, en ese instante él puso su pene entre el canal que separa mis nalgas, y tomándome de las caderas con ambas manos comenzó a dar fuertes empujones, frotando toda la extensión de su miembro entre mis nalgas, yo sentía un inmenso el placer, cuando me rozaba con el tronco de su pene los pliegues de mi ano.

Su acabada fue intensa, se le doblaron las piernas, puso sus manos en el lavamanos para no caerse, en ese momento sentí correr su semen por sobre mi trasero y deslizarse entre mis nalgas inundando mi ano. Yo sentía que este palpitaba como queriendo beber el semen que lo recorría. El calor ardiente que irradiaba su moco traspasaba mi piel, y en ese momento deseé con toda mi alma haberlo tenido dentro mío. Francisco se recupero lentamente y fuimos acomodando nuestras ropas entre besos y abrazos, entonces él me dijo que había sido una experiencia maravillosa y que deseaba salir conmigo en otra oportunidad.

Volvimos a la fiesta, estuvimos conversando y bailando el resto de la noche, antes de que yo y mis padres nos retiráramos, le di mi numero de teléfono y él me prometio llamarme para encontrarnos.

Al día siguiente me llamo, deseaba verme y queria pasar a buscarme a mi casa, pero yo le explique que a mis padres no me daban permiso para pololear y que me era muy difícil salir de la casa, así que mejor nos encontráramos a la salida del colegio, en alguna parte cercana.

Nos encontramos y fuimos a servirnos algo. Después me propuso que fuésemos a alguna parte para estar tranquilos. La verdad que desde la noche anterior, yo no había podido apartar mis pensamientos de los acontecimientos que habían sucedido. Había estado tan cerca de ser penetrada por Francisco, y sentir su eyaculación entre mis nalgas me había excitado tanto, que me había masturbado dos veces durante el día pensando en que él me penetraba.

Fuimos a pasear en su auto a Parque de la Naturaleza, como eran las dos de la tarde y día de semana, el lugar estaba muy solitario. Francisco encontró un solitario lugar, debajo de unos frondosos arboles y se estaciono. Apenas estuvimos solos y tranquilos en el auto, comenzamos a atracar muy calentonamente. Yo con toda intención me había vestido con el jumper y una blusa blanca abotonada, en vez de los acostumbrados pantalones, a fin de facilitar las caricias y manoseos.

De pronto subió su mano y metiéndola por entre mis muslos, acarició mi hinchada y golosa vagina. Yo en tanto poco a poco iba moviendo mis caderas arriba y abajo, mientras él manoseaba mi hendidura con sus dedos. Cuando alcanzó los húmedos labios vaginales, sus dedos conquistaron el anhelado territorio sin tener ningún impedimento, al contrario lo halló húmedo, resbaladizo, y totalmente dispuesto a recibir placer.

Mi sexo se hincho de pasión, sentí endurecerse mi clítoris, inflamado por la excitación. A esas alturas yo ya estaba desesperada de tanta calentura en mi cuerpo, mi boca pedía a gritos un pene potente, activo y muy bien dotado, que quisiera dejarse gozar de manera insaciable, por mis labios. Al mismo tiempo que elogiaba mi cuerpo, Antonio se acariciaba descaradamente su miembro por sobre el pantalón de manera muy lasciva.

Entre caricias y besuqueos, él se bajo sus pantalones hasta las rodillas, alzo su camisa y exhibió a mi vista, su miembro tremendamente erecto, con la luz del día podía observarlo en todo detalle, tenia la cabeza ancha como ciruela, muy roja y gruesa, pero de un tamaño bastante normal. Se le encorvaba considerablemente hacia arriba, mostrando el increíble grosor del tronco y lo hinchado de su conducto central.

Sin esperar ni un momento, comencé a masturbar su miembro que estaba absolutamente rígido, con su cabeza hinchada y brillante, y a través de su torso se podían apreciar como sus venas hinchadas lo surcaban. Entonces sentí el inmenso deseo de mantener su grueso miembro en mi boca, lo hice durante largos minutos, hasta casi sentir que su glande copaba por completo mi cavidad bucal, él estaba casi que explotaba de satisfacción.

Francisco deslizo su mano hasta mis nalgas, abriéndolas y separándolas como si quisiera partir en dos mi trasero. Enseguida comenzó a tocar mi vestíbulo posterior, tocando mi ano y empujando suavemente un dedo hacia mi interior.

Estos juegos despertaron mi curiosidad ya que sentía un agradable cosquilleo en mis interiores, comencé a pensar cual, seria la sensación de sentir su pene en mi trasero. Para comunicarle mis deseos a Francisco, comencé a exagerar mis quejidos y suspiros, mientras empujaba mi trasero hacia sus dedos, que a estas alturas se habían introducido suavemente en mi ano, ya que estaban empapados con mis jugos vaginales.

Francisco comprendió el mensaje y me invito a que nos acomodáramos en el asiento posterior. Me recostó boca abajo, y con las dos manos continuo acariciando mis nalgas, luego acerco su lengua y empezó a pasármela alternativamente entre mi vagina y mi ano, cuando mi ano estuvo muy mojado, comenzó a introducir y a sacar su lengua en mi orificio anal.

Luego subió suavemente pasando siempre su lengua por mi espalda, hasta que se recostó sobre mi. Cuando note su pene inflamado entre mis nalgas, yo levante mis caderas lo que más pude; para facilitarle la penetración, él empezó con suaves movimientos de vaivén entre mis nalgas, tocando mi ano con la hinchada cabeza de su pene, pero aún sin intentar introducirlo. De pronto se arrodillo entre mis piernas, y tomando con una mano su miembro lo dirigió hacia mi vagina.

Yo lo retuve y le explique que aunque deseaba que él me penetrara, tenía mucho miedo de quedar embarazada. Lo primero era cierto, ya que desde que mi primo Roberto me había culeado yo había estado loca de ganas de repetir la experiencia pero hasta ahora, no había dejado que nadie me penetrara.

Cuando me masturbaba acostumbraba a introducir objetos que asemejaran un pene en mi vagina, en cuanto a lo segundo eso si era absolutamente cierto, pues a pesar de las ganas que había tenido en ocasiones, de dejar que me la metieran, el pánico a quedar embarazada había sido más fuerte.

Francisco me miro dulcemente, y junto con besarme me dijo que no me preocupara de nada, y que él me haría el amor de tal manera que me penetraría y yo no correría ningún riesgo de embarazarme. Entonces reanudo sus preparativos, toco mis pliegues íntimos, y comenzó a pasar la cabeza del pene con movimientos en redondo y dando cada vez más presión a mi vagina, empujando un poquito más fuerte cada vez.

Sentí el contacto del órgano masculino con los rosados labios de mi entrada intima y me sentí inundada por una excitación que me consumía, lo tomé con mi mano y apoyé el extremo enrojecido en el lugar deseado. Inserto la cabeza, la dejo así, un momento, la verdad sentí una pequeña molestia, pero estaba ansiosa de que me lo metiera todo, así que me aguante. Me parecía increíble que ese aparato, cuyo volumen aumentaba a medida que iba logrando encajarlo, pudiera ser disimulado en toda su longitud por mi angosto pasadizo.

Yo advertía extasiada como el magnifico ariete iba hundiéndose sin compasión entre mis piernas, a pesar del grosor de su herramienta, y tomando en cuenta que era solo mi segunda penetración, el dolor que sentí fue insignificante.

Francisco comenzó entonces a moverse, gozando de la gradual penetración de su pene en mi vagina. Poco a poco, con deliberada lentitud, lo hacia avanzar un poco y luego retrocedía, para volver a empujar y avanzar otro tanto, hasta que supe que me lo había metido todo, ya que sentí el roce de sus pelos en mi trasero.

El comenzó a moverse dentro mío con mucha suavidad, primero lo retiraba hasta casi sacarlo, para enseguida volver a penetrarme hasta el fondo, luego fue acelerando el movimiento y yo lo acompañaba con mi propio ritmo, levantándole mis caderas, cada vez que él me lo enterraba. De pronto él me la sacó porque estaba a punto de derramarse y deseaba aprovechar al máximo la situación antes de hacerlo. Yo seguía recostada boca abajo con mi trasero levantado, él comenzó a pasar su pene por mi culo y por mis nalgas, provocándome intensas sensaciones.

Luego mojo con mis jugos la cabeza del miembro e hizo lo mismo con mi ano, fue en ese instante cuando sentí la cabeza acomodándose en medio de mi orificio y comenzó a empujar. Yo no podía definir exactamente que me sucedía, ya que por un lado su miembro me hacia sentir irritantes sensaciones, pero a la vez por momentos, también sentía una indefinible mezcla de gustito y cierto placer, por el movimiento que su duro aparato realizaba en mi trasero.

Al mismo tiempo él me besaba y acariciaba apasionadamente, pero todos mis sentidos estaban alertas al dolor que sentía en mi ano, mientras él empujaba decididamente su garrote dentro de mi culo, tratando de forzar la resistencia de mi esfínter con su vigoroso instrumento.

Intensas puntadas en mi orificio trasero me anunciaron que finalmente había logrado encajar algo más que la cabeza de su grueso aparato, venciendo la resistencia de mis ajustadas paredes anales. Adivinando lo que venía cerré los ojos y esperé, esperé valientemente la estocada a mi trasero, que suponía que iba a ser dolorosa.

Empujó lentamente hasta lograr meter todo su enorme miembro, en mi estrecho y recién inaugurado culito. Al comienzo me dolió espantosamente, pero al poco rato comencé a sentir un gustito más agradable. No sé cuanto rato pasó, solo me di cuenta que me lo había metido entero, enterrándomela hasta lo más profundo.

Luego de algunas profundas embestidas, donde yo notaba que por cada empuje, su miembro se metía cada vez más adentro, mi dolor fue disminuyendo y mi excitación fue creciendo. Recién entonces comencé a disfrutar de esta magnifica experiencia.

Mientras metía y sacaba sostenidamente su pene de mi interior, dirigió una de sus manos hasta mi vulva y comenzó a estimular mi clítoris, aunque aún no dejaba de sentir el quemante padecimiento de mi trasero, las enloquecedoras caricias de Francisco lograban hacer que me olvidara de todo.

Sus dedos me estimulaban, transportándome a todo un mundo nuevo de sensaciones y exquisiteces, que me enardecían al máximo, mientras él me sodomizaba y me masturbaba. Francisco empezó a darme por el culo con toda el alma, perforo mi ano sin cesar, hasta que de pronto mientras me masturbaba aceleradamente, se enterró con una profunda estocada y me mordió en la nuca, yo sentí que su verga se agrandaba y endurecía aún más, dilatando placenteramente mi estrecho recinto posterior, y sentí nítidamente como su pene escupía dentro de mi, expulsando intensos chorros de su moco caliente en sucesivas descargas. Eyaculó rociando mis intestinos con una lluvia de semen espeso y ardiente.

Y podía notar como mis intestinos se inundaron con sus espesos fluidos. Lo más rico fue que mientras él eyaculaba me seguía masturbando mi clítoris, solo instantes después le entregue mis ardientes jugos, bañando sus dedos con mi espeso elixir intimo que brotaba con fuerza, haciéndome acabar intensamente en su mano. El dejo su pene enterrado entre mis nalgas, logrando que mi orgasmo fuera muy intenso y duradero.

Finalmente poco a poco, su estaca fue perdiendo consistencia, aliviando de paso un poco el dolor agudo que sentía en mi trasero. Finalmente me la sacó suavemente, mientras me besaba y me acariciaba me decía que era maravillosa y que no me preocupara porque pronto se me pasaría el dolor. A pesar del dolor y la irritación que sentía en mi ano, había disfrutado como nunca en mi vida, y aunque recién había obtenido un tremendo orgasmo, estaba deseosa de probar nuevamente esta deliciosa sensación, y solo podía pensar en sentir mi ano nuevamente dilatado al máximo por su pene mientras que con sus dedos traviesos me hacia la paja.

Francisco mientras me acariciaba tiernamente, me decía que no me preocupara, ya que de esta manera habíamos gozado los dos y además se había evitado cualquier consecuencia no deseada. A mí me daba un poco de vergüenza, decirle que no solo no estaba preocupada, sino que quería que lo hiciéramos de nuevo.

Fue tan impactante el placer que obtuve, que desde esa oportunidad se desarrollo en mi, una intensa inclinación al sexo, en especial me dejó para siempre una gran afición por el sexo anal.

Hasta antes de Francisco, yo solo había obtenido orgasmos provocados por la masturbación o por alguna rica lamida a mi clítoris. Pero fue con él que conseguí por primera vez orgasmo manteniendo relaciones sexuales.

Claro esta que yo partí al revés de las cristianas, ya que fue mi culo el primero en iniciarme al maravilloso placer del orgasmo con penetración. Mi primer orgasmo vaginal no llegó en la primera vez que Francisco me desvirgo. Aunque esa experiencia fue super rica, no pude obtener mi clímax, a lo mejor influyo el hecho que me lo hizo usando un preservativo, y siempre que se usa esos «asuntos», como que se pierde algo de la magia y de la excitación.

Tuvieron que pasar varios polvos antes de que yo consiguiera mi primer orgasmo como «Dios manda». Yo diría que casi fue producto de una casualidad, como logré conseguir el tan ansiado orgasmo mientras Francisco me penetraba.

Ese día estabamos agarrando con Francisco en el auto, como de costumbre nos fuimos calentando de tal manera, que Francisco por supuesto quiso metérmelo. En esta ocasión sin pasarnos al asiento de atrás, nos acomodamos ahí mismo donde estabamos. Francisco se puso el preservativo y yo me gire hacia un lado dejándole mi trasero a disposición, para que él desde el asiento del chofer, me lo metiera desde atrás.

El procedió a guiar su miembro a mi vagina. Debido a la posición en que nos encontrábamos y a la separación que nos obligaba, la caja de cambio del vehículo, él solo pudo introducirme la cabeza del miembro.

Apenas comenzó a moverse intentando profundizar, note que desde esa posición realmente el miembro se sentía delicioso, Francisco se acercó aún más para intentar profundizar en mi vulva, pero yo me corrí un poquito hacia adelante y nuevamente quede solo con el protuberante glande metido en mi vulva.

En segundos estaba toda mojada y realmente estaba gozando del polvo. Me di cuenta que si él seguía culeandome de esta manera. Yo lograría correrme en pocos instantes, ya que sentía las mismas sensaciones de éxtasis que cuando me masturbaba.

Cada vez me era más claro que lograría acabar, él intentaba profundizar, acercándose hacia mi trasero, pero yo volvía a separarme, consiguiendo mantener el contacto, que tanto placer me producía, para terminar con esta lucha de acércate y aléjate, le dije:

·¡Por favor sigue metiéndome así solo con la puntita!

·¡Estoy que me corro!

·¡Despues te dejo que me lo metas entero!

Seguramente mi estado de éxtasis era tan obvio, que él comprendió de inmediato mi mensaje y secó en sus intentos de profundizar. Comenzó a moverse rápidamente entrando y saliendo de mi concha solo con su cabecita.

A los pocos segundos me invadió la dulce sensación del orgasmo y me corrí maravillosamente. En ese momento en plena acabada, yo misma retrocedí mi culo, y su miembro profundizo en mi concha. Nunca había estado tan encendida, él comenzó a penetrar con su miembro cada vez más adentro.

Cuando sentí que se derramaba, llenando el condón con su caliente liquido, comencé a jadear desesperadamente sintiendo que otra vez me corría, él apuró sus estocadas en mi vulva. Me hizo gozar de manera fantástica, logrando que mi segundo orgasmo explotara voluptuosamente, acabe cimbreándome de manera descontrolada, con apasionados estremecimientos, dejando sobre la superficie del preservativo las húmedas pruebas de mi infinito placer.

Por fin había encontrado un verdadero método para gozar junto al macho, nos habíamos corrido casi al unísono y era la primera vez que lo lograba, ya que siempre antes habíamos tenido que gozar por separado, tomando cada uno su turno. Fue sencillamente insuperable.

Seguí viendo a Francisco durante mucho tiempo, y él me enseñó cosas maravillosas, con él me transforme en una adicta al sexo anal, además hicimos montones de locuras y experimentamos unas aventuras sensacionales.

Desde que comencé con Francisco, para gozar con toda intensidad para mí es imprescindible que el hombre después de un prolongado y adecuado juego previo, use solo el glande durante el coito, en otras palabras que me inserte solo la cabeza del miembro, la sensibilidad de mi clítoris aumenta de manera considerable, si es solo la cabeza la que penetra mi vulva, es casi lo mismo que cuando me masturbo.

Cuando ha puesto todo la protuberancia de su glande en mi conchita, él debe comenzar a fornicarme sin profundizar. Solo cuando consigo correrme, él me puede penetrar hasta el fondo y moverse todo lo que quiera hasta que consiga correrse.

Una pequeña variante que también me hace lograr mi clímax con facilidad, es que en vez de metérmelo, él me ponga su miembro justo sobre mi clítoris y me permita que yo agarrándoselo con la mano me masturbe. La superficie del glande es mucho mayor y más suave que mis dedos, por lo que cuando recurro a esta practica, me corro fácilmente.

Stefa Mxico DF