La chica de la carretera
La suerte suele ser ese ente que no elige día ni persona. Lo que iba a ser otro viaje de vuelta a casa después de una agotadora jornada de trabajo, se convirtió en algo que ni siquiera mi desbordante imaginación podía concebir. Justo al pasar la decimoquinta curva, ya las contaba por puro aburrimiento, la misma curva que había tomado un millón de veces antes, el destino me estaba esperando en forma de un reventón. La curva no era muy cerrada así que pude ver con tiempo las marcas del frenazo y el trompo en la carretera. El coche se hallaba con todo el lateral izquierdo dañado mirando hacia mí en la cuneta. Ella salió de detrás del coche aún humeante haciéndome señas desesperada. Paré el coche inmediatamente y poniéndome el chaleco reflectante, salí para ver en que podía ayudarle. Hasta que no estuve a un par de metros de distancia no la reconocí. A pesar de no llevar ningún maquillaje estaba preciosa y esas piernas largas y esos ojos azul cielo eran inconfundibles. Por un momento no supe cómo reaccionar pero me repuse rápidamente y antes de que ella pudiese decir nada desempolvé mi inglés y le pregunté…
– What can I help you? Are you OK?
– Oh my God! ¡Thank!Pude entenderle a duras penas… – I well, thank you,but…
– Lo siento señorita pero por favor hábleme un poco más despacio para poder entenderla, mi inglés deja bastante que desear. Logré interrumpirle antes de que cogiese carrerilla.
– ¡Oh! Volvió a exclamar ella… – Lo siento estoy un poco nerviosa todavía.
– Me lo imagino, has tenido suerte. ¿Te encuentras bien?
– Perfectamente, gracias. Dijo ella de forma exageradamente lenta.
– Estupendo eso es lo importante. Ahora, cuéntame qué ha pasado y dime en que puedo ayudarte, dije yo mientras cogía los triángulos de peligro del maletero del coche accidentado para señalar el siniestro.
– Realmente no lo sé muy bien, estoy de vacaciones y alquilé este coche en el aeropuerto y… eso fue lo único que salió bien. A las tres horas me di cuenta que el navegador no funcionaba correctamente y no me llevaba a mi destino y cuando intenté volver a modificar el destino se apagó.
– ¿A dónde ibas? Pregunté intrigado dada la dirección de aquella carretera a ningún sitio.
– A Sevilla.
– Pues creo que llevas horas circulando en dirección contraria, dije esperando que Abigail no se ofendiera al verme intentando contener las carcajadas.
– Me salí de la autovía en cuanto me di cuenta para preguntar y acabé en un pueblo pequeñito, con gente muy amable. Me dieron muy bien de comer en el restaurante del lugar pero nadie hablaba más que unas pocas palabras de inglés. Les debí entender mal, al intentar volver a coger la autovía me equivoqué de nuevo y cuando me di cuenta estaba en el medio de ninguna parte.
– Al sur de Murcia más concretamente, puntualicé yo
– ¡¿Murcia?!Preguntó Abigail.
– Sí como el reino de los ladrones de Conan, respondí ¿Cómo te la pegaste?
– Eso fue lo más raro. Iba despacio, intentado buscar un indicio de hacia dónde iba, cuando oí un “pop”. Un instante después estaba dando vueltas en medio de la curva y acabé en la cuneta. Afortunadamente choqué con la parte del pasajero y no me pasó nada.
– Coches de alquiler, observando los neumáticos peligrosamente desgastados. – Hay que inspeccionarlos siempre antes de recogerlos. En fin, ahora ya no tiene remedio. ¿Has llamado a la grúa?
– Ese es el otro problema, no tengo cobertura con el móvil. El tipo que me lo vendió, muy simpático por cierto, me dijo que Livinn era la empresa que más cobertura tenía…– Y te mintió como un bellaco, dije sonriendo y tendiéndole mi móvil.
Abigail lo cogió agradecida y marcó el número de la empresa de alquiler. Después de un par de minutos de espera empezó a hablar y se interrumpió a media frase…, le habían vuelto a poner en espera. Abigail se apoyó en el maletero del coche accidentado y yo no pude evitar echarle un vistazo muy detenido. Tenía la misma espectacular figura que mostraba en sus películas, aunque no iba vestida como una zorra quinceañera. Llevaba una falda corta que mostraba una buena porción de unas piernas blancas y delicadamente torneadas y una blusa blanca traslucida que dejaba entrever su ropa interior. Un cinturón ancho, cerrado con corchetes entorno a su talle realzaba su esplendida figura de reloj de arena. La joven sacudió su larga melena rubia para apartarla a un lado llamando mi atención sobre su cara de tez pálida y suave, sus ojos grandes de un azul limpio, casi glaciar, su nariz pequeña y ligeramente ancha, sus labios gruesos y jugosos pintados de un rojo discreto…
– ¿Perdona? Pregunté yo abstraído en la contemplación al ver a la joven tapar el móvil y dirigirse a mí.
– Ahora que he hablado con el tipo del teléfono me he dado cuenta de que no nos hemos presentado y tú me has hablado en inglés desde el primer momento…
– Bien yo… He visto alguna de tus… películas. Respondí yo un poco avergonzado temiendo muy bien no se qué.
– ¿De veras? ¡Qué bien!Dijo ella con una mezcla de orgullo y alegría. – Aún así creo que deberíamos presentarnos, al menos para que yo no esté en inferioridad.
– Me parece justo. Soy Juan Olmos, tendiéndole la mano a Abigail con timidez.
– Encantada, como ya sabes yo soy Abigail Johnson, respondió asiendo mi mano con sus dedos largos y finos y dándome dos besos que me pusieron casi en órbita.
Iba a decir alguna tontería más pero una voz en el teléfono nos interrumpió salvándome del ridículo. La sonrisa de alivio de Abigail se vio sustituida por una expresión de confusión para luego pasarme airada el teléfono. – Lo sentimos mucho, decía una voz enlatada en inglés. — pero ahora mismo no disponemos de operadoras que hablen su idioma. Le rogamos que lo intente de nuevo un poco más tarde.
– Déjame, le espeté colgando el teléfono y volviendo a llamar.
– Coches de alquiler La Ardilla. ¿En qué puedo ayudarle? Respondió una voz cansada de mujer al otro lado.
– Buenas noches, señorita, estoy aquí con una de sus clientas que desgraciadamente no habla su idioma. Ha tenido un accidente porque alquilan coches con los neumáticos en los alambres. Afortunadamente ha resultado ilesa… Pero cuando ha intentado conectar con ustedes para que le ayuden nadie se ha dignado a sacar de la cama a algún empleado que hable inglés.
– Lo siento señor, enseguida le paso con el servicio de ayuda en carretera…
– De eso nada, lo que va a hacer es enviar una grúa al kilometro treinta y tres de la comarcal MU-232 para que recoja el coche. Yo me llevo a su cliente hasta el Valle de Ricote y les dejo las llaves del coche debajo de la rueda delantera izquierda.
– Pero no puede dejar el coche así. Intentó protestar la operadora.
– Tampoco ustedes pueden dejar tirada a una persona en medio de la huerta murciana, dije yo levantando la voz ante la diversión de Abigail. – Además no creo que vaya a escapar nadie con su coche en ese estado. Es más, sin no quieren que está mujer les envíe un ejército de abogados se encargaran de tener un coche preparado para ella mañana en la plaza del pueblo. ¿Me he explicado con claridad?
– Sí señor, dijo la telefonista intentando ocultar su cabreo.
– Sé que usted no tiene la culpa de que esta empresa sea un asco, pero lo mínimo que se debe hacer es tratar de solucionar las cosas y no pasarle la patata caliente a otro. Buenas noches señorita, dije cortando la línea antes de que la voz del otro lado pudiera replicar. – Cómo ya nos conocemos espero que no te parezca mal que te lleve hasta un pueblo cercano donde hay una casa rural en la que podrás descansar. Lo he arreglado para que mañana tengas un coche esperándote a la puerta, le dije a Abigail.
– ¿Y el coche? Preguntó Abigail confundida.
– Que le den por el culo, igual que te dieron ellos a ti al pedirle ayuda. Respondí abriendo el maletero y sacando el equipaje de la actriz.
– Muchas gracias, no sé que hubiera sido de mí si no hubieses aparecido.
– Habría aparecido otro, supongo, dije encogiéndome de hombros y abriéndole la puerta a Abigail.
Arranqué el coche deseando que una banda de delincuentes pasase por allí y les desmontase el coche a esa pandilla de imbéciles. A los diez minutos la joven se relajó y se quedó dormida. Yo no puede evitar echar una mirada de reojo a la falda ligeramente remangada que dejaba ver aquellas piernas espectaculares en todo su esplendor y no pude evitar rememorar la última escena que había protagonizado. La historia podía ser la de cualquier culebrón. El personaje de Abigail era la enamorada esposa de un tal Nigel, un tipo guapo y genial pero que tenía el inconveniente de que no podía tener hijos. Tras intentarlo todo fracasa y no tienen más remedio que recurrir al hermano de Nigel para que se folle a la joven hasta dejarla preñada. A pesar de que la capacidad de interpretación no es el principal atributo en estas producciones, los protagonistas reflejaban con bastante eficacia el momento de tensión y vergüenza en el que los tres se presentan. Abigail se ha vestido de manera sexy con un vestido negro de tirantes y falda ajustada por medio muslo y unos tacones de aguja mientras que Johnny lleva unos sencillos pantalones de pinzas y un polo de manga larga que no puede ocultar sus abultados músculos. Nigel hace el amago de retirarse para dejarles solos pero Jan insiste en que participe en la sesión de sexo para hacerlo más íntimo.
– No sé. Creo que si te viese follarte a mi mujer, me volvería loco de celos, dice Nigel a su hermano.
– No lo hago por eso hermano, quiero que le hagas el amor a tu mujer conmigo, no quiero que sea un acto puramente mecánico. Un hijo debe ser creado con un acto de amor.
– Además, si ambos os corréis dentro de mí, siempre habrá una pequeña probabilidad de que tú seas el padre real de nuestro hijo, interviene ella acercándose a su esposo y besándole el cuello con suavidad.
Incapaz de rebatir los razonamientos de los otros dos Nigel accede dejándose desnudar por su mujer. Jan no se hace de rogar a su vez y se desnuda. Abigail, aún vestida se separa y observa a los dos hermanos…, ambos son altos, fuertes y musculosos. Se parecen bastante, aunque Jan se diferencia por tener un tatuaje de una serpiente en el omoplato y por tener una polla más grande que la de Nigel. Con una sonrisa tranquilizadora Nigel se acerca a su hermano y le da un abrazo fraterno que le proporciona tranquilidad a Jan y emociona a la joven Abigail que les observa de pie. Finalmente los hermanos se pasan los brazos sobre los hombros mutuamente y se vuelven hacia ella. Abigail sonríe y agita sus largas pestañas con coquetería mientras se acaricia los muslos arremangándose poco a poco la falda de su vestido.
Al principio fija su vista en su marido para disminuir un poco la sensación de vergüenza de desnudarse frente a alguien tan conocido, pero con el tiempo empieza desviar la mirada hacia su cuñado admirando su cuerpo casi tan perfecto como el de Nigel y la polla enorme y erecta oscilando, excitado al ver el tanga semitransparente de Abigail tapando levemente su sexo rasurado. La joven comienza a contonearse ante la visión ansiosa de sus amantes y se va quitando el vestido poco a poco por la cabeza mostrando su cuerpo delgado y elástico, su culo respingón y sus pechos redondos con unos pezones grandes que apenas se distinguen de la areola. Ambos hermanos resoplan aunque se mantienen firmes esperando que sea ella la que tome la iniciativa. Abigail se acerca a ellos y se arrodilla cogiendo sus vergas, cada una con una mano. Las sopesa comparándolas. La de Nigel era más corta y gruesa con venas protuberantes que le dan el tacto algo rugoso que tanto le gusta cuando está dentro de ella.
La de Jan en cambio es más larga y lisa, como un bruñido misil, coronada por un glande grueso y rosado que llama poderosamente su atención. Después de sacudirlas con suavidad, mirando a su marido, se acerca la polla de Jan a la boca y le da un sonoro chupetón, su hermano se revuelve incómodo… Abigail excitada lo ignora. La polla de Jan es larga y apenas puede meter un tercio de ella en la boca sin atragantarse. Pronto la polla de su cuñado está cubierta por una espesa y resbaladiza capa de saliva. Con una sonrisa malévola deja a Jan temblando y a punto de correrse y se concentra en la polla de su marido. Abigail la lame y la mordisquea consciente de que a su marido le encanta. Nigel coge a su esposa por la melena y metiéndole la polla en la boca comienza a follarla con suavidad disfrutando del calor y la humedad unos segundos antes de cogerla en brazos y llevársela al dormitorio. En cuanto Nigel la deposita en la cama, los dos hombres se lanzan sobre ella como dos lobos hambrientos. Nigel la besa en la boca y el cuello mientras que Jan maravillado juega con sus tetas observando como todo el conjunto de pezón y areola se hincha mientras Abigail suspira excitada.
Dirige la cabeza de su esposo hacia sus ingles. Nigel no se molesta en apartar el tanga cuando acaricia el hinchado sexo de la joven. Abigail gime y se retuerce asediada por dos pares de labios y dos pares de manos que le acarician, le mordisquean le estrujan y le aprietan. Abigail intenta quitarse el tanga pero su cuñado se adelanta y se lo arranca de un tirón golpeando su vulva con su polla caliente y dura como una piedra. Jan no se lo piensa más y entra en el delicioso coño de la joven. Abigail gime y se estremece al ser penetrada mientras Nigel se queda mirando un instante antes de inclinarse sobre su esposa y volver a besarla. Jan mira a su hermano y con una seña dan la vuelta a la joven poniéndola a cuatro patas. Abigail siente como Jan le mete toda la polla de un solo golpe y abre la boca para gritar. Su marido de rodillas frente a ella aprovecha y le mete la polla en la boca. La joven es empujada alternativamente por las pollas de sus dos amantes de forma que el empujón de uno hace más profunda la penetración del otro. Abigail quiere gemir y gritar loca de placer pero la polla de su marido se lo impide.
Tras unos minutos de asalto continuado, Jan hinca los dedos en el culo de la joven y con dos salvajes empujones, comienza a eyacular dentro de su cuñada en medio de broncos gemidos. Los chorros de leche deben de ser tremendos porque los huevos del cuñado son como dos pelotas de golf, y eso acumula una buena cantidad de esperma… Jan se aparta tras haber depositado su ardiente leche en las entrañas de la joven y Nigel dando la vuelta a su esposa la toma a continuación. El sexo entre los esposos no es tan violento. Nigel penetra a Abigail con suavidad en el chorreante y aún hambriento coño de su esposa mientras la besa con ternura. Jan observa relajado con el deber cumplido y la complicidad los amantes esposos. Observa como los movimientos de su hermano se van volviendo más urgentes a petición de su esposa que se corre con un largo gemido. Nigel sigue follando el cuerpo tembloroso de su esposa hasta que con un último empujón eyacula en su interior. El rugido es similar al de su hermano, algo que les caracteriza aminorando la diferencia entre los machos…dos, tres y hasta cuatro convulsiones dejando la verga clavada en el fondo asegurando el vaciado total de sus pelotas. A continuación Nigel invita a su hermano a que se una a ellos y la escena termina con los tres amantes dormidos en un abrazo, con la joven esposa durmiendo satisfecha entre ellos.
Las luces del pueblo le sacaron de su ensoñación y con un oportuno carraspeo despertó a la actriz. – ¿Ya hemos llegado? Pregunto Abigail. – Lo siento me he quedado dormida.
– En efecto, dije yo aparcando el coche frente a la casa rural. – Y en unos minutos podrás volver a estarlo.
Dejando a la joven desperezarse salí del coche y llamé a la puerta de la casa. Tuve que insistir unas cuantas veces porque el matrimonio que la regentaba era ya un poco mayor y si no tenía gente se acostaban temprano.
– Hola Juan, dijo una mujer de rostro arrugado por la intemperie y con los ojos aun entrecerrados por el sueño… – ¿Qué diablos quieres a estas horas?
– Alegra esa cara que te traigo una clienta. Me la encontré en la carretera, la ha dejado tirada el coche, dije intentando no entrar en demasiadas explicaciones.
– ¡Oh, estupendo! Dijo la matrona cambiándole la cara inmediatamente. – ¿Os ayudo con las maletas?
– No te molestes Tina ya me encargo yo…Justina, esta es Abigail. Es Checa y no entiende absolutamente nada de castellano, pero habla inglés.
– Ah, perfecto, porque yo hablo el inglispitinglis de fábula, dijo Justina con una sonrisa. – Adelante, milady, adelante. ¿Tienes hambre, hija? ¿Quieres comer algo?
Dijo la casera con un gesto inconfundible. – ¡Oh! Sí grasias,exhibiendo las dos únicas palabras que dominaba del castellano. Tras ayudarle a subir las maletas a una enorme habitación con chimenea que Justina le había adjudicado, me despedí de Abigail diciéndole que me pasaría al día siguiente para ayudarla a salir de allí… iríamos a la empresa de alquiler para posteriormente guiarla hasta la salida de la autovía de Andalucía. Me despedí de Justina haciendo bromas sobre pedir comisiones y dejé a las dos mujeres manteniendo una animada conversación cada una en su idioma. El día siguiente sería una sorpresa…
Mi ángel caído. Abigail era ese tipo de chica rubia que parecía haber salido de una revista de lencería, con una cara angelical llegando a ser provocativa, con unos labios finos sin ser carnosos y unas curvas que derretirían a cualquiera, y para deleite de mis ojos se sentó enfrente de mí, la adrenalina inundaba mis venas produciendo que mi corazón se acelerara tremendamente…, esos ojos azules haciendo contraste con ese pelo rubio cubierto de algunos bucles dorados rozando esa piel blanca y tersa, con esa sonrisa sensual, atractiva que decía… ven, cómeme. La miré de reojo mientras se terminaba el desayuno de Justina, esa mañana parecía que la veía por primera vez.
Con esa cintura, esas curvas, que te hacían fantasear… mirábamos por la ventana con una cara de melancolía enfundada con su chaqueta negra una camisa ajustada blanca y unos pantalones de tela negros… empecé a fantasear con imágenes de sus películas. Ayer me sentía un héroe, sin embargo hoy no reunía el valor para hablarle, solo deseaba que incomprensiblemente cayera bajo mis encantos, dejándose llevar por mi seducción para terminar misteriosamente en la cama desnuda bajo mi tenso y preparado cuerpo. La voz de Justina me zarandeó mi cabeza interrumpiendo mi fantasía, la miré, sabía que era imposible que se realizaran mis fantasías, era una estrella fuera de mi alcance, ni pagando una millonada se lo haría conmigo… ¿Pero….? ¿Y si me atrevía? ¿Qué podía perder? Tras auto cuestionarme regresé a mi realidad. ¡¿Cómo la abarco, cómo iniciar la conversación para alcanzar mis pretensiones?! Ahora sabía lo imposible que me era, soy un mindundi oportuno y nunca reuniría la voluntad, ni el valor de caminar por ese alambre sin herir sus sentimientos tratándola como un producto de la libido de cualquier hombre heterosexual.
De pronto observé sus ojos, me estaban mirando pero no con deseo, como en mis fantasías sólo pasaba sobre mí barriendo el entorno, observándome como algo más del decorado. Clavé descaradamente mis ojos en los suyos, zambulléndome en sus azuladas pupilas, para mi asombro ella mantuvo la mirada, desafiándome o retándome, en ese momento sentí que mi corazón latía a mil por hora, casi haciéndome daño contra mis costillas. La adrenalina se podía sentir fluyendo por el torrente, en ese momento el tiempo comenzó a ralentizarse, mi cerebro procesaba mejor aún sin poder contenerme, incapaz de controlarme cual títere de mis hormonas. Al igual que cuando propuse mi punto de vista de mejora ante la junta de dirección siendo el último mono, mi subconsciente aliado con mis más bajos instintos animales solté lo que mi corazón sentía…
– Abigail, si me permites preguntarte, qué te sucede, ¿Por qué estás triste? Sí crees que no es demasiado descaro. Guardó silencio y continuó con la mirada perdida fuera de allí…, – Me gustaría decirte que nunca hombre alguno había visto mujer tan bella desde que Helena por voluntad propia cruzara las puertas de Troya…
Seguro de mí mismo iba pronunciando esas palabras que salían de mi boca, si bien eran hermosas, no dejaban de ser un tanto cursis impropias de mí. Abigail me miró sonriente y sorprendida, unas lágrimas brotaron de sus ojos conmovidos por alguna razón…. Había dado en el clavo…
– Sabes aunque no te conozco nada, esas palabras me han llegado profundas. Eres el primer hombre que se fija más allá de mi superficie…, todos dicen lo bonita que soy, pero nadie se interesa por lo que siento…,Se acercó a diez centímetros de mi boca para decirme… – ¿Quién eres y a qué te dedicas…?
Con una voz que sonaba a un coro de ángeles. Embobado, no sabía cómo reaccionar, la adrenalina se esparcía por mi torrente sanguíneo, dejando al poeta en retiraba escondiéndose en mis entrañas dejándome solo, solo ante esa belleza, que derrochaba sensualidad por cada poro. – Quien sea yo es irrelevante frente a la importancia de la causa de tu tristeza, dije tranquilamente.
Mi adrenalina no me había olvidado, todavía estaba latente en mis venas. Ella me observó, su mirada recorrió todo mi cuerpo alargando su mano acarició mi brazo. Sin dejar de mirarnos a los ojos cual dos imanes de polos opuestos, la así de la mano para marcharnos a la empresa de alquiler, después de eso todo fluyó sin ningún contratiempo ni problema. Nos montamos en mi coche dirección a la resolución de su percance con el coche. Ella se olvidó sus problemas poniéndolo todo en mis manos… al aparecer nuestra conversación era suficientemente interesante para hacerla olvidarse de todo. Conseguí la devolución y una gratificación por el altercado a fin de no ir a una demanda por imprudencia temeraria con posibilidad de muerte. Me disculpé y me despedí, ofreciéndole que si quería la llevaría yo mismo a Sevilla en mi moto, siempre que ella pagara la gasolina. Sonrió como si fuera un día de primavera despejado con el sol radiante, I like this idea, I like it.
Así que de la nada nos vimos subiendo a mi apartamento a buscar las llaves de la moto, que estaba guardada en el garaje de la urbanización. Como es la costumbre le ofrezco agua, un refresco o una copita, no iba a ser descortés o menos que nadie…, me dice que le gustaría un té de jazmín. – Es algo relajante y aromático me sentaría bien… Claro está, no tenía eso, así que le ofrezco té negro, normal y corriente, ella lo acepta y se quita la chaqueta colocándola en el perchero cerca de la puerta y cerrando la misma, en ese momento tuve la erección espontánea al ver esas tetas que sobresalían por la camiseta esa cintura asemejándose a una diosa griega, ese cuerpo sacado del Olimpo de los Dioses puso todo mi mecanismo en acción. Sudaba testosterona, inundaba el ambiente con hormonas invitándola al sexo. Rápidamente me giré ocultando la inoportuna erección de mi amiguito para que ella no lo viera que se encontraba en el salón. Sin duda su voz como el canto de las sirenas de Ulises me encadenaba. Me hubiera parecido una afrenta verme levantando el pantalón…. La miré, mi cabeza daba vueltas y no sabía cómo llegar a la siguiente fase, me sentía un novato con la chica que estaba en mi sillón, una mujer de otro nivel sin lugar a dudas una mujer de ensueño.
Preparé el té, se lo serví colocándola en la mesilla, acomodándome antes la camisa por fuera para disimular en lo posible la tremenda erección imposible de rebajar. Como un idiota adolescente incapaz de controlar sus hormonas, me senté junto a ella y entonces ocurrió… – Bueno Juan la realidad es que dos adultos casi desconocidos no suben a su apartamento sin que le pase una idea en mente… No supe que contestar, en mi cabeza solo pasaba una sola idea y era indigna de un héroe… No iba a ser yo quien se aprovechara de su posición de debilidad. – Te he observado desde que salimos del hostal, estás mucho más nervioso que ayer, quizás sea que me estás viendo a la luz del día y te parezco otra…
– No es por ti Abigail, es que hoy me he levantado diferente. Trabajo mucho durante la semana y al llegar el fin de semana sin nada que hacer me siento desubicado…
– Claro, hay que trabajar menos y disfrutar un poco más de la vida y eso tal vez tú no lo sabes pero el amiguito que tienes en tu entrepierna sí….Alargó la mano y hablándole a mi polla… – ¡Sé lo que tú quieres y te lo puedo dar encantada…! ¡¿TE GUSTARÍA FOLLARME?! ¡A mí me encantaría que me follara mi HÉROE! Dijo ella con toda soltura, la calentura me atenazó hirviéndome la sangre sugestionando mi cara delatándome.
Era verdad que era un alivio que ella diera el primer paso, porque así me libraba de todos los problemas mentales que eso acarreaba, pero que lo dijera tan abiertamente me sorprendía en cierto modo produciéndome vértigo, pero por otro lado es una estrella del porno y el sexo es para ella como beber agua para mí. Sin mediar media palabra más se quitó la camisa, sobre sus hermosas y redondas tetas un sostén rojo burdeos resaltaba contra su piel tersa y blanca contrastando, ofreciéndoseme para que yo las tomara. Tembloroso de excitación, ni siquiera el mejor pantalón jean hubiera podido disimular la tremenda erección que tenía entre las piernas, esas tetas como naranjas, perfectas redondas, se veían tan turgentes.Rápidamente reaccioné, no debía ser tan desconsiderado, no podía quedarme embobado mirándole las tetas, miré sus ojos que me invitaban a desvestirme, mis manos se prestaban inseguras, así que respiré profundamente. Eso me tranquilizó bastante, me desabroché el pantalón cayendo al suelo de una pieza sacándomelo de mis pies con delicadeza sin prisa. Luego me empecé a desajustar los botones de la camisa siguiendo su estela en dirección a mi cama…, en mi mente daba gracias a la decisión que había tomado hacía ocho meses de empezar a ir al gimnasio dos veces por semana, era verdad que mi físico no era el de un modelo, pero por lo menos estaba en forma.
Cuando me encontraba solo en calzoncillos, me abalancé delicadamente sobre ella, sintiendo la temperatura y le textura de su piel, comprimiendo sus tetas sobre mis pectorales. Metí la manó por debajo del pantalón de tela negro, tenía depilado su coñito como ya imaginaba, era delicado con labios finos y suaves, introduje un poco el dedo. Ella se mordió los labios cuando la gatillé un poco. Cerré los ojos observando sólo con el tacto la vulva de mis fantasías… ya no tendría porque imaginar estaba allí y no me defraudaría, al igual que sus pezones erectos que eran pequeñitos y rosados. Le desabroché el pantalón, y con las dos manos se lo saqué. Su cuerpo quedó semidesnudo cubierto por una tanga y un sujetador burdeos… era una belleza que rozaba la locura, sentía mi excitación a punto del infarto, nunca había percibido a mi amigo tan grande, duro y predispuesto. De igual manera ella ya estaba lista para recibirme, lo notaba por la humedad que brotaba de su conejito, me agaché poniendo mis rodillas en el suelo, y colocándome a la altura perfecta para que su chocho quedara a la altura de mi cara sentado en el sofá, suavemente le arranqué la tanga con los dientes, ahora su sexo era mío, estaba indefenso abierto como una flor para que yo incursionara en el, con los labios rosados iguales a los imaginados, depilado y suave, todo humedecido oliendo a hembra en celo. Solo el sabor y el olor de su feminidad me ponían en el centro de la realidad, pues todo lo demás podría ser un sueño elaborado en mi mente. Me detuve, no tenía ningún condón a mano, ella me miró y dijo…
– No te preocupes macho erecto, tomo pastillas y llevo diú, no hay problema con ello… quiero que te corras dentro de MÍ ¡No imaginas como deseo ser sembrada por el esperma de mi HEROE!
En ese momento reventé por dentro, con un subidón de pensar que me podría correr dentro de la majestuosa diosa Abigail Johnson, disimule mis ganas controlando los movimientos sumergiéndome entre sus suaves piernas, era justamente lo que necesitaba. Me quité el bóxer y lo tiré bajo la mesa del salón, encontraba tan bien y seguro de mi mismo que aguataría lo suficiente para no quedar en ridículo corriéndome a los pocos minutos ante semejante diosa. Habilidosa y apasionadamente me dediqué a besuquear, mordisquear, el delicioso coño que tenía enfrente, me encantaba tener un dedo metido dentro de ella mientras mi lengua golpeaba su clítoris, mi compañero ariete, completamente animado estaba en su máxima expresión. Ella gozaba dejando escapar pequeños gemidos entre sus dientes blancos, que yo interpretaba por eso así volvía a hacerlo con pundonor. Mi instinto no me fallaba en estas situaciones, siempre les hacía aquello que más la excitaba, esa es la clave del amante…Saber interpretar los gestos y reacciones de tu pareja para así no cometer errores y superarte a ti mismo. Se sentía como en el cielo con mi legua penetrándola y mis dedos dentro de ella, el placer la inundaba. Mis papilas se copaban de su sabor único e inconfundible.
En un gesto acompasado y decidido me levanté…, ella interpretó que era su turno de comerme a mí. En verdad no lo había pensado pues pienso más en darles placer a ella con mi boca, que ellas a mí con la suya. Sin embargo se posicionó a cuatro patas sobre la cama y me comenzó a dar la mamada del siglo. Me agarró de los huevos y se fue metiendo la verga acoplando perfectamente sus labios a mi tallo cual niña obediente, ni una palabra, inclino su cuerpo hacia mí y al hacerlo, la blusa dejo entrever aún más su tetas perfectas, el canalillo en el escote era una bella visión. Así inclinada, la parte baja de su espalda y sus anchas caderas, quedaban expuestas para el que extendiendo su mano pudiera acariciar su culo, su raja y su ano. Las bellas nalgas de la diosa que sujetaba con poderoso agarre su miembro musculado me alucinaba desde esa perspectiva. Abigail emanaba un enorme calor desde su entrepierna, sobo, apretó, provocando gemiditos ahogados al tener mi cipote en su boca. Degustaba cada centímetro para llegar de vez en cuando a posar sus labios en el capullo del miembro enardecido. Lo puso completo en su boca, uso su lengua para lamer alrededor del frenillo del glande, saco coqueta la lengua y procedió a limpiar con ella el orificio de la verga que brillaba y producía abundante líquido seminal, ella no reparo en el sabor o el olor, quería tenerlo en la boca y nada más, movió su cabeza hacia abajo y trato de introducir lo que más podía e su boca, la realidad es que para ella, mamar era una de sus especialidades, lo había dicho varias veces en foros y en su Twiter…
Siempre había sido su parte favorita en el sexo, inclusive se la había chupado a uno de sus hermanos con diez años… algo que era un secreto hasta para su ex marido, por entonces la experiencia no fue del todo placentera. La lengua de Abigail serpenteaba por la cabeza y el tallo de mi endurecido pollón haciéndome resoplar sin dejar de tocar el trasero de mi ocasional amante. Por momentos Abigail engullía lo más que podía del rabo que le ofrecía, sin dejar que la lengua cesara en moverse, lamer y acariciar, la mano derecha de la mujer jugaba también con mi escroto haciéndome sentir en el séptimo cielo. Sin duda era toda una experta, aún sin saber que realmente era la tremenda lujuria de la chica y no la dilatada experiencia la que hacían que ella se prodigara una felación de campeonato. Apremiándola a no continuar, la giré y la puse a cuatro patas sobre la mullida alfombra, mientras ella se dejaba hacer en una danza de perfecta compenetración. Pasé la mano por su espalda y con un gesto rápido desabroché su sostén, sus preciosas tetas reclamadas por la gravedad, soltaron quedando firmes apuntado hacia abajo. Aproveché para tocarlas, duras, redondas, la experiencia mejor que he conocido, totalmente excitante.
Seguidamente muy delicadamente pasé la mano por su columna, bajando hasta la base de su espalda tomando medidas de su culo y deslizándome por el canal que formaban sus nalgas turgentes y duras, deteniéndome en su ano con mi pulgar, acariciándolo, presionándolo con la yema del dedo. Inesperadamente obtuve una respuesta de máxima excitación por parte de ella, descendí hundiendo el dedo por labios inferiores, saqué mi dedo de su vagina empapada. Como llegada la hora de la ejecución, me agarré la polla y la puse en la entrada de la gloria. Percibía la presión de su estrecho coñito, lo que me llamó la atención sugestivamente, pues por allí habían pasado pollas de un tamaño descomunal que doblaban la mía. Sin dudarlo un instante con un glorioso y simple empujón la inserté. Gimió de placer al tiempo que yo sentí una oleada de placer que llegó hasta mi cerebelo en el momento que noté mi tallo envuelto en semejante calzado húmedo y caliente, suave. Comencé a moverme despacio, acelerando poco a poco sin dejar de bombear con más potencia dentro de ella. Trataba de no dejar en evidencia su excitación, intentando controlar sus gemidos, pero de todas formas luchaba contra lo inevitable, las oleadas de placer y escalofríos la sacudían arrancándole de sus labios gemidos de gozo. Con cada empuje sus tetas se movían balanceándose al compás de un ritmo afrodisíaco implacable…, bellezas confeccionadas de gelatina natural.
Con mis manos tocaba sus ubres hechas de hermosura, masajeándolos y apretando sus pezones duros y excitantes, produciéndole que su espalda se arquera de placer. Me sentía un caballo montado por la mejor amazona del mundo.Deslicé mis manos a sus nalgas para poder embestir con mayor fuerza atrayéndola hacia mí mientras mi cipote se calaba entero en aquella raja de ensueño. Luego con una sola mano acariciaba su espalda de arriba a abajo, era increíble la belleza de su cuerpo, esa desnudez nívea y su generosidad en curvas. Aún no creía estar follando con semejante ejemplar, a pelo sabiendo que se llevaría mi semen dentro de su vagina. Bajé con mis manos hasta sus nalgas sin dejar de follarla moviendo mi cadera de modo automático en un mete saca cadencioso y más bien rápido a cada minuto. Mi capullo recorría sus paredes electrificando mis terminaciones nerviosas…, procuraba sacarla hasta el glande y de vuelta al fondo de su coño haciendo recorrer todo el conducto con mi tallo haciendo tope en su pared vaginal… Mis huevos se golpeteaban en un martilleo maravilloso. Por su cuenta mi mano en sus tetas sobándolas, mientras la derecha descendió más, palpando el coñito que me estaba follando, procurando concentrarme en su clítoris, excitándolo, apretándolo con mis dedos y frotándolo en su dureza. Había abandonado sus pezones y ahora la izquierda le tocaba el canal que creaban de sus imponentes nalgas, acercándome y alejándome de su ano, en un juego como el que no quiere la cosa, mientras mi mástil le penetraba rellenándole su agujero. Sin previo aviso metí mi dedo pulgar en su trasero al mismo tiempo mi verga jalonaba su vagina, sin olvidar de masajear el clítoris. Con todas aquellas sensaciones explotó, su vagina se comenzó a contraer y convulsionarse, acabando en un largo gemido de placer absoluto en el que se corrió.
En la clavada se desplazaron sus jugos al exterior al no caber dentro, estos chorearon saliendo en largos chorros de fluido. Era una belleza satisfecha y con las misma saqué mi dedo de su culo…, ella había quedando exhausta, pero yo no tenía intención de dejarla ir tan fácilmente. Así que le di la vuelta subiéndola al sofá en el filo del sillón posicioné su culo y bien despatarrada teniéndome enfrente de rodillas la polla se deslizó como un misil en el mar hacia las profundidades de su conejito otra vez. Emprendí de nuevo el bombeo, ella comenzó a gemir de nuevo, me miraba con sus sutiles ojos turquesa, pidiéndome más, más, más, y yo la complacía con acelerones y clavadas lentas, pero siempre con fuerza y dedicación. Ahora tenía mis manos libres, estaban para amasar sus tetas falta de amor. Mis dedos comenzaron dedicarse a ellos, mientras mi verga invadía su sublime coño, arrancándole deliciosos gemidos, puse mis dos manos, una para cada teta, y comencé a tocarlos rítmicamente, al compás de mis arremetidas, ella soltaba suspiros, y me miraba queriendo adivinar el momento justo de mi gran corrida.
Bajé mi cabeza y sin dejar de producirle placer en sus pezones y en su útero, la comencé a besar, esos labios me sujetaban con fuerza, sus brazos me rodearon el cuello en un intento de no dejarme escapar, pero esa era una postura poco cómoda y me deshice de su abrazo para enderezarme y continúe con mis tareas de penetración, amasar tetas y de vez en cuando bajar la cabeza para besarla, en el cuello, en las orejas o en la boca. El cuello me molestaba por mi bajadas a besar, así que lo troné, para aliviarlo sin dejar de masajear y mamar esas montañas blancas coronadas por dos rosetones color rosa, y esos pezones que daban ganas de mordisquearlos eternamente, en eso estaba cuando volvía pensar en la doble penetración y si previo aviso se lo introduje por el ano un tanto dilatado como “el que no quiera la cosa”. Gimió, soltándose por completo, dejando de controlarse, liberándose a experimentar y dejarse penetrar y sentir mi polla, luego por su excitación y ganas de follar comenzó a moverse a mi compas, acompañándome, gimiendo de placer y excitación, mi falo reaccionó a esta excitación ensanchándome y tomando más vigor. Me encontraba fuera de mí, cómo era posible que fuera tan grande, dura e implacable con más de veinte minutos jodiendo con la diosa de mi paraíso.
Tenía miedo que alguna vena se reventara, pero mi amigo respondía de maravilla…, ella a su vez respondió a mi expansión enérgica de cipote con más excitación y más movimientos, yo no podría creer que fuera posible tanta excitación en una mujer, introduje el dedo todavía más, moviéndolo delicadamente, ella parecía enloquecer, sus pezones eran piedras de dureza suave, y su vagina se contraía de puro gusto, soltando jugos que solo hacían deslizar más y prolongar lo inevitable. Yo sólo quería penetrarla con toda mi fuerza, levanté sus piernas y me las puse en los hombros (todos sabrán que esta postura del Yunque te permite llegar más a fondo). Mis arremetidas la hacían suspirar y gemir de placer, ya no trataba de controlarme…, extendía sus brazos y me agarraba por la cintura, pidiéndome más, su voz era increíble…
– I want your cum in my pusy… me quedaba poco tiempo para correrme, así que dije…
– Aguanta que me corro, me corro ya cariño, gritándolo sin importar que mis vecinos me oyeran o cualquier persona
Ella reaccionó a mis palabras gritando que ella también se corría, y era verdad su respiración era rápida, agitada y entrecortada llena de grititos de placer. Gotas de sudor perlaban su cara y lubricaba su cuerpo concediéndole una imagen salvaje. Era una diosa follada por un mortal, un chocho de ensueño relleno por mi rabo, que lo llenaba rozando su interior con su punta, cada vez que arremetía con fuerza tocando el fondo de su coño ella se volvía loca. Era sin dudas una diosa y mi desempeño era increíble, más de media hora frotando mi mástil en su mar de la locura. Ella empezó a gemir anunciando un orgasmo gigante, yo me excité más y mi polla terminó por explotar. Percibí como se expandía la salida de mi capullo para dejar salir el primer borbotón de leche, mantuve el bombeo para que el resto de chorros de esperma se descargaran en el fondo uterino de mi diosa nívea que convulsionaba de placer al sentir los aldabonazos lechosos copando su entrada matricial. Me quedé entre exhausto y derrotado con mi verga hundida hasta las pelotas, expeliendo hasta la última gota de semen. Mis huevos descansaban sobre su mullida vulva acariciados por sus largos dedos a modo de tranquilizante. Llegado el momento todo se fue calmando yo me eché encima de ella sin retirar del todo mi nabo embutido en el mejor coño que he follado y follaré, y con mis manos sobre sus tetas como tenazas… me abrazó sudorosa y yo le repliqué en un abrazo que apretujaba nuestros pechos henchidos.
Mi masculinidad se hallaba en todo lo alto, saboreando el sabor de una hembra tan espectacular, mientras su respiración iba regresando a la normalidad. Me miró, se levantó con delicadeza extrayendo mi verga de su interior y sin más se metió a la ducha a darse una mojada relajante. Observé su hermoso trasero camino del aseo dejándome sentado en la cama… me despidió con un beso en la boca acariciando fuertemente mi ya flácida polla susurrándome en el oído… – You have been sunny my baby,mi ego se creció. A la salida se puso su ropa y finalmente nos pusimos camino de Sevilla, nos esperaba un trayecto de más de cuatro horas…. Antes de subir a la moto me tomé la libertad de abrazarla por los hombros y posar mi mano derecha sobre su pecho masajeándolo en círculos, ella se dejó hacer.
Me cogió de la cintura sobre la moto y nos hicimos la ruta de la autovía 92 que cruza toda Andalucía. Cuando llegamos a Sevilla teníamos toda la noche por delante y la dedicamos a recorrer las mejores tascas, y algún tablao flamenco con sus amigos americanos que la esperaban desde hacía dos días. Peter se le veía trabajando a Abigail desde el primer instante,un cámara al que no auguraba mucho éxito con las chicas. Cuando el individuo la tentaba ella lo rechazaba con una sonrisa que pronto dirigía hacia mí solicitando mi ayuda. Me levanté para sacarla a bailar flamenco intentando imitar a los bailarines que nos rodeaban… su mirada me lo agradeció. En resto de la noche procuró ir de mi brazo huyendo del sujeto, finalmente lo entendió dejándola en paz. Pasarían de las cuatro de la madrugada cuando llegamos al hotel riendo como imbéciles de lo borrachos que estaban, menos yo, que no solo sé beber sino que casi no bebí nada…
– Estos americanos no saben divertirse sin emborracharse… le dije al recepcionista del turno de noche. Cuando me di cuenta yo no había reservado habitación y Abigail…
– No te hace falta, este fin de semana vas a dormir conmigo si te apetece…
Me invitó a subir a su habitación, nos encaminamos al ascensor y esperamos a que llegase, entre tanto se pegó a mí susurrándome al oído todo aquello que pensaba hacerme y que deseaba le hiciese…
Las anchas manos de Juan se posaron alrededor de las redondas nalgas de ella, uno de sus largos dedos estaba en contacto con la piel de sus piernas, y ese dedo se metió debajo de la prenda levantándola y hurgando hacia abajo. Toco primero el ano respingando y gimió involuntariamente. El dedo siguió el recorrido hacia abajo tocando su humedad que resbalaba profusamente por toda la raja, quien en parte se sentía un poco pudorosa por la cantidad evidente de flujo. El dedo encontró su objetivo y entró en la cavidad, hurgó en el sexo de Abigail que gimió deliciosamente, el beso y el dedeo borraron de tajo cualquier duda, abrió un poco las piernas aún recargada dejándose llevar, beso furiosamente a Juan quien continuo con el apriete bajando a besar su cuello y a extraer la blusa de ella de debajo de la falda, desatándola y metiéndose por abajo hasta llegar a sus pechos aún cubiertos por la fina blusa. Apretó fuerte, sus manos eran como ya había mencionado muy grandes, un detalle que a Abigail le encantaba de un amante, el dedo de él estaba metido hasta más allá de la segunda falange y ella sentía la caricia abrasadora pujando y meneando su trasero, el beso siguió, el dedo se movía ahora más rápido, y ella rompió el contacto diciendo…
– ¿Vamos arriba? O me quieres follar en el hall cuando arriba hay una cama cómoda donde me desnudaré para entregarme a ti…, dijo sonriendo maliciosamente dando un paso lejos del alcance del macho.
Caminaron rumbo a la escalera, ella delante de él que devoraba las nalgas y cintura con la mirada. Estaba sorprendido de la sensualidad de ella al momento de emprender actos sexuales por lo natural que le resultaba algo tremendamente erótico. No existía al menos un ápice de inhibición alguna, ella se dejaría hacer ¡todo lo que él quisiera! Es una profesional del sexo, le encanta la verga… continuó detrás de ella superado la entrada de la habitación. Abigail caminó hacia un costado de la cama donde puso su bolso, y se sentó a la orilla del lecho, cruzando una pierna sobre la otra ofreciéndole una vista sensual a su amante. Lejos de hacer algo consecuente, solo oteo brevemente las piernas de ella, y caminó al lado de ella, se sentó y se quitó bruscamente el calzado, se levantó y ella le retiró el pantalón con celeridad, mientras él se ocupaba de la camisa, y finalmente el bóxer.
Totalmente en pelotas ante su amante, parecía que llevaban prisa. A partir de ahí el momento se fue cargando de sensualidad, él se acostó en el lecho, y haló su enhiesto rabo para templarlo. Todo eso cruzó la mente de Abigail quien procedió a levantarse, tomó la blusa por los ribetes que colgaban, y la retiró lentamente por encima de su cabeza donde su melena leonada se movió sensualmente al pasar la prenda por su cuello. Ahí estaba con su mini falda vaquera delante del hombre desnudo tendido en la cama masturbándose suavemente contemplando el striptease. Abigail dio un paso hacia atrás provocando a su amante, deseaba vehementemente que el macho regresara a ser el romántico galán que había conseguido hacerla cometer la locura hispana, paso sus largos y elegantes brazos detrás de la espalda, y con esa habilidad única que tienen las mujeres bajó la cremallera de la faldita, se bajó la prenda, y tomando la falda por ambos lados se inclinó hacia adelante retirándola lentamente. En bragas y con sus pechos al descubierto para el macho, él seguía acariciando su miembro viéndola quitarse la ropa. Los duros pezones de ella eran una invitación permanente al pecado, las aureolas no eran grandes, sino delicadas, los senos desafiantes a la gravedad, muy atractivos y de forma ligeramente alargada…
– ¡Qué ricas tetas, me muero de ganas de mamarte los pezones! Le infirió con los dientes desafiantes totalmente transformado. Ella arrojó la prenda al alcance de su mano, la asió aspirando el delicioso perfume impregnado en la íntima prenda de ella. Ella retomó el ritmo de su improvisado espectáculo, se giró dándole la espalda para volver a inclinarse y ofrecerle la visión de su coñito y su culo.
La delgada tela del tanga en el nacimiento de su enorme y bien formado trasero y el hilo en medio de sus poderosas nalgas hicieron que Juan silbara, y gritara… – ¡Qué ricas nalgas mami! Ella de espaldas a él sonrió.
La prenda termino su viaje hacia abajo con Abigail inclinada ofreciendo todo el panorama de su trasero devorando el hilo del tanga brasileño. Giró hacia el macho con tan solo el tanga puesto con los zapatos de tacón alto, se sentía bella, deseada, atractiva, sensual, y sexual. Ella le estaba haciendo el espectáculo en agradecimiento a su atención desde el primer minuto que lo conoció. Caminó hacia el lecho, se subió sobre él y se posó al lado del hombre quien se giró hacia ella… la beso tiernamente, el suspiraba y jadeaba como una locomotora, parecía que el corazón se le saldría por el pecho, estaba descompuesto y sudaba, el beso más que una caricia era un recordatorio de que ella estaba ahí para su placer y nada más. Abigail respondió al beso y trató de dejarse llevar, las manos de él ya habían soltado su inhiesto miembro y ahora manoseaban toda la humanidad de ella, los muslos, el abdomen marcado por el ejercicio y que tanto trabajo le costaba mantener en interminables horas de gimnasio, para su enorme orgullo. Magreaba sus tetas con descaro y cierta violencia, pellizcó sus pezones, los lamió, los mordió haciendo que la mujer soltara un gritito de gozo y dolor. Se dio cuenta del rechazo enmendando con una mayor ternura… volvió a meterse entre sus pechos lamiéndolos como un gatito a su plato de leche, a la par que una de sus manos se metió en medio de sus piernas donde, todavía por encima de la ropa interior masajeaba el monte de Venus de la hembra que comenzó a responder a su amante. Se advirtió cuan mojada estaba la prenda íntima, corroborando el estar haciéndolo correctamente, la hembra estaba empapada y deseándolo…
– Me estás poniendo como una perra de caliente y cachonda que estoy… ¡¿Me darás tu polla Ya?!
Tras solo cinco minutos de juegos sexuales previos, él tomo el tanga de Abigail y se deshizo de él por los tobillos, metió el dedo índice en la raja lubricada de ella, quien prorrumpió una vez más en un gemido como muestra de placer, una vez más le gustaban la forma de revolverse en los juegos preliminares. El tanga de la rubia checa paso por sus delgados tobillos, y abrió las piernas completamente para dejar que su amante la tocara sin ningún obstáculo, tal vez si ella cooperaba, él no aminoraría el ritmo frenético que había iniciado dedicando a darle más placer con caricias más sensuales y estudiadas. La visión del hermoso cuerpo de Abigail ahí en el lecho, completamente abierta de piernas, con el mullido coñito depilado minuciosamente, sus senos expuestos y sus pezones relucientes, era algo como para fotografiarlo. Metió dos dedos en el sexo de la mujer, quien gimió otra vez, el comenzó un mete y saca a un ritmo desenfrenado como lo había visto hacer en alguna de las películas donde ella era la protagonista. Pensó que eso le daría un placer único, quien a pesar de su jadeos mostraba no se mostraba totalmente cómoda reflejado en su hermoso rostro, sin embargo logró el orgasmo cuando él se puso a comerle todo el coño de arriba abajo, recorriendo su raja e introduciendo la lengua a modo de polla.
De pronto subía a su clítoris y lo lamía, mordisqueaba y succionaba para volver a su gruta del placer una y otra vez hasta conseguir que expulsara un chorro de fluido acompañado de un largo gemido al alcanzar el clímax del orgasmo. Sin reparar en más procedió a subirse en el cuerpo de Abigail en la posición del misionero tradicional, y sin avisarle, la penetró de un solo golpe. Ella estaba tan lubricada que el grueso miembro entró sin mucha dificultad, rozando todos puntos sensibles de sus paredes, lo que le provocó un subidón al sentirse penetrada… aquella inserción partiendo el coño en dos hizo que fuera sentida y gozada. De la misma manera que él gozó al roce se su glande en los pliegues vaginales, tanto que aulló al sentir su miembro dentro de ella, iniciando un frenético ritmo entrando y saliendo de la mujer sin miramiento alguno. Aceleró sus caderas y cintura, exhalaba aire por la boca y gritaba en inglés…
– ¡Oh my God!!! Oh my God!, tras solo cinco minutos, el hombre arqueo la espalda, profirió una maldición justo en el momento que sintió como se vaciaba dentro de la vagina sin poder controlarlo.
En un último intento de prolongarlo aprisionó su falo dentro del útero de la deidad rubia. Sorprendida por la rapidez de su amante, tan diferente a la última vez. Expectante contemplaba, desfalleciendo y terminando en un poderoso orgasmo, al que ella asumía sería su amante perfecto. Los profusos fluidos vaginales de Abigail y el pollón de Juan fueron suficientes para llenarla, sintiendo que la gran excitación contribuyera a que el varón tremendamente impulsivo hubiera terminado con una rapidez pasmosa. Él estaba terriblemente avergonzado y ella sorprendida… tras un leve respiro, se dirigió a él comprensivamente…
– No te preocupes, es normal estábamos muy excitados. Te entiendo y no te reprocho nada… ¡Me has dado placer!Sus palabras reconfortaron la virilidad de Juan acostumbrado a aguantar más de media hora jodiendo…, claro ninguna de esas chicas era la diosa Abigail Johnson… – Es más me halaga que te haya puesto tan cachondo.
– La verdad no sé qué me ha pasado, esto solo me había sucedido en mi adolescencia. Abigail recordó las anécdotas de sus amigas, en donde habían contado entre risas de casos similares a este…
Muchos hombres son unos verdaderos expertos en seducir a la chica, pero al momento del acto, terminaban siendo unos verdaderos chascos. Ambos dejaron pasar un tiempo, diez minutos aproximadamente donde se dedicó a calmar y a consolar a su amante con la esperanza de que se recuperara y cumpliera con lo que ambos habían pensado sería una noche deliciosa de actividad sexual. Sin decir una palabra, Abigail se metió al baño a darse una ducha reconfortante, deseosa de volver a ser follada. A la vuelta ella retomó sus caricias en el falo un tanto flácido… lo tomó una vez más en su boca y tras estar así dándole una mamada dedicada y minuciosa, el miembro viril tomó vida musculándose de nuevo. Se abrió de piernas sobre él enfilando su capullo, lo introdujo entre sus labios vaginales encontrando el camino hacia su fondo uterino. Ahora sería ella la que se follaría a su amante, moviendo la cadera pivotando su culo de manera magistral. El coño de Abigail envolvía el cipote como un guante de seda saliendo y entrando a un ritmo brutal. Bajó hasta sus labios en un beso húmedo donde las lenguas se encontraron revoloteando dentro de sus paladares. En nombre de todos los santos se le puso la verga como si fuese a explotar….
Le pasé a mi amante mis pezones por su boca y se me pusieron durísimos. Me di media vuelta poniendo mi chocho sobre sus labios mientras se la mamaba deliciosamente agarrando sus huevos. En cierto momento llegué a sentir su lengua rozando el clítoris en una exaltación de mi calentura. Le dije… – Cariño te voy a hacer el amor… deseo que guardes un agradable recuerdo de mí en tu memoria.
Me puse de nuevo encima de semejante cohete, lo puse a frotarse con mi vagina y poco a poco empecé a metérmelo viendo la cara de mi amante, con la esperanza gozar del mejor polvo español. Sentí que ya no me cabía mas verga adentro de aquel macho ibérico y aún le quedaba un buen trozo sin meter de lo grande que era. Empecé a moverme de arriba a abajo acompañado por los vaivenes de su cadera, reflejos de los míos, con lo cual se hacía sentir más dentro. Ahora sí que aguantó como un cosaco una media hora follándome, hasta que le di alcance con otro orgasmo. En el momento de percibir como mi amante se vaciaba dentro de mí… noté su semen caliente en un largo chorro de leche y otros más en cada estremecimiento de su polla. Palpitaba al mismo ritmo que mi coño buscando un punto de equilibrio. Cuando los jadeos se reposaron y el corazón recobró su pulsación normal me bajé de esa verga inmensa aún tiesa y más rosada que nunca. Con mi boca la limpié, la besé y lejos de sentir pena de no seguir con ella dentro de mí, me invadió una alegría enorme de haber gozado de su cariñoso amor. Quedé dormida repleta de leche.
Eran las doce de la mañana cuando salió de la ducha, en silencio sepulcral procedió a vestirse alejando la mirada del cuerpo tentadoramente desnudo de ella que yacía desnuda frente a él en el lecho. Terminó de vestirse… – Me tengo que ir debo seguir con mi vida…, su tono era seco, amargo, impersonal y triste.
La mujer se levantó, poniéndose toda la ropa sin sujetador, prácticamente innecesario para unas tetas tan firmes. Percibió su cuerpo completamente impregnado de los olores del líquido seminal del hombre que la había hecho feliz durante tres días. Después de retocar un poco su maquillaje y su pelo revuelto por los escarceos amatorios y la breve acción, bajaron al salón comedor. Durante el trayecto al ascensor ni una palabra que rompiera el encanto de sentirse cómplices de esa aventura.Durante el desayuno ella quiso hacer conversación alejándose del tema y tratando otros tópicos diferentes pero él respondía solo con monosílabos. Parados en el hall del hotel el silencio se rompió con…
– No me gustan las despedidas, especialmente cuando todo ha sido tan bonito.
El adiós parco y sin el menor contacto físico, se convirtió en un abrazo con un largo beso en la mejilla por parte de ella… – Thak you my baby.
Se alejó en su moto a sabiendas que nunca más la volvería a ver en vivo, sentir su calor, su olor, su perfume y la textura de su piel. Llego a casa cuatro horas más tarde, se metió a bañar directamente. Ella se reunió con sus amigos en el aeropuerto camino de Budapest… alejó de si los pensamientos de esos momentos que había pasado amando a un casi desconocido hasta el orgasmo, y llevándose una excepcional follada tras otra. Por la noche, tres horas después llegaron a su destino donde le esperaba su actual “novio…” Abigail se metió en la cama hablando de trivialidades… ella lo besó, y él respondió acariciándola deliciosamente y después haciéndole el amor con furor salvaje, disolviendo en el olvido a su amante ocasional. Daniel la follo como un toro en brama, y le provoco varios orgasmos, uno con la boca, dos más con ella cabalgándolo y el último como a una perra… para venirse dentro apisonando sus nalgas sobre la espalda de ella. Abrazados cariñosamente y le dijo… – Nada como hacer el amor con tanta pasión a mi amor.
La palabra amor le revolvió el estomago a Abigail, quien beso cariñosamente a su novio. Se dio media vuelta para ocultar una lágrima que rodaba cuesta debajo empapando su mejilla, se secó con la sabana. Juan y Abigail jamás se pusieron en contacto, pese a que el Twiter de ella era bien conocido. Lo que había empezado de manera espontánea, divertida, y sensual terminó de la forma más abrupta. Abigail tenía muy claro su necesitaba compulsiva de sexo, de ahí su profesión, por eso una aventura de vez en cuando avivaba sus ganas de disfrutar de la vida y de sus profesión, porque follar con deseo no es lo mismo que ser follada de modo automático. Muy dentro de ella, y a pesar del amor y devoción que sentía por su hombre siempre afloraba su lado oscuro…, era una mujer, joven, bella y excepcionalmente activa sexualmente. Un hombre solía ser poco para ella por la incesante necesidad de sentirse hembra con un hombre diferente cada día, sentirse follada y usada de verdad en una sesión de sexo sin amor donde se difuminen los sentimientos, pudores o culpabilidad de follar sintiéndose deseada…sin dejarla preñada. Pero al volver a casa necesitaba de las caricias y la ternura de su pareja como todo el mundo.
FIN