Mi hijo necesitaba ayuda y evidentemente tenía que ofrecerme

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Me había divorciado unos meses atrás…, no obstante nuestras relaciones maritales ya eran nulas dos años y medio antes…, esa agónica demora del final subsistió con la esperanza de darle una nueva oportunidad al exiguo cariño labrado tras más de 25 años de matrimonio, con la intención de reavivar el fuego extinto…tuve años felices, no tantos como deseé. En el momento presente del final del contrato matrimonial había pasado ya el tiempo suficiente como para tenerlo casi superado, dado el poco apego a mi marido por la dejadez de su parte, de no cumplir con las obligaciones de un esposo en los últimos tres años. Lo llevaba bien, aunque era aún reacia a iniciar alguna relación seria tras un fracaso tan arrasante en un enlace por la que lo di todo. Tampoco me apetecía tener aventuras ocasionales de amigos solo para follar, de follamigos, tienen un riesgo mucho mayor que el beneficio de satisfacerte. Los hombres van a metértela y luego si te he visto no me acuerdo, en el caso de encontrar a alguno que valga la pena sin ninguna enfermedad venérea o de otro tipo, así como no comprometerse en el tiempo, porque a mi edad los buenos están bien cazados por sus mujeres y los sueltos son simplemente unos pichas bravas, puteros o vividores. Por todo ello descarté ambas opciones dado que anímicamente me sentía equilibrada, realizaba ejercicios de yoga y salía de vez en cuando con alguna amiga. Después de vuelta a casa el silencio perturbador de vivir sola.

Mi único hijo, Iván, llevaba dos años casado con una chica que nunca me gustó, y a la que no me opuse cuando mi retoño la eligió recién encontrado un puesto de trabajo bien remunerado que lo emancipó a sus 22 años, se enamoró o se encoñó de ella…, en tres meses se casaron por lo civil. ¡Ellos saben que no me gustaba Paula! Siempre pensé que la relación de mi hijo con ella no dudaría demasiado, por eso, cuando hablé con él y me dijo que pensaban dejarlo, supe que ella había conocido a alguien, y el buenazo de Iván lo iba a pasar mal. Cuando a una mujer le gustan demasiado los hombres, el matrimonio casi nunca suele paliar esa tendencia, y tarde o temprano cae en las garras del adulterio con el fin de desprenderse del abrazo agobiante de la monogamia. Por suerte Iván y yo siempre estuvimos muy unidos, y sé que mi ex marido, su padre, tuvo celos de él desde el día que vino al mundo. En realidad, era normal que los tuviera, porque nadie se podía interponer a lo que sentía por mi hijo, ni siguiera su propio progenitor por algo que quizás fuera algo más que un amor de madre…, mi hijo estaba por encima de cualquier cosa entre el universo y yo. Cuando aquel día me llamó para decirme que lo había dejado con Paula, me sentí ciertamente aliviada, satisfecha y feliz aunque por otro lado también apenada por él…sabía que se sentiría muy afectado durante meses… ¡Un buen coño follador como debía de ser el de Paula no debe ser fácil de olvidar para un hombre!, pero mi hijo no ha nacido para ser un castigador, un canalla malote de los que le gustan tanto a la zorra de su pareja, sino un chico formal que sabe hacerse cargo de su familia. Aunque tenía su propia casa, le ofrecí venirse a la mía para que se sintiera más acompañado. No aceptó, pero empezó a visitarme con frecuencia e incluso nuestro contacto se intensificó, hablando por teléfono y sobre todo a través de WhatsApp.

Todo ello hizo que aumentásemos la confianza…, sobre todo a través de los mensajes que dan esa complicidad sin llegar a ser una careo de tú a tú. Le gastaba bromas relacionando que los dos estábamos ahora sin pareja, intercambiábamos memes graciosos e incluso subidos de tono con clara intención sexual visto desde el punto de vista irónico, naturalmente. A veces al principio, y luego con más frecuencia, olvidábamos que éramos madre e hijo por estos motivos, pareciéndonos más a una pareja tonteando, pelando la pava, que una madre y su hijo. Regularmente los mensajes se subían de tono, y el negro del WhatsApp o las tetas de chicas despampanantes eran intercambios cotidianos, convirtiéndose en mensajes sibilinos deseando abrirnos una vía de comunicación siempre cerrada por los tabúes, y ahora que ya era un adulto se explicitaba con mayor naturalidad entre iguales. También nos auto flagelábamos para explicar que no nos merecíamos esta situación sin pareja, esperando siempre que el otro le subiera la moral…. – ¡Ya verás lo afortunada que será tu próxima novia!, solo tienes que buscarla ahí afuera…, él me respondía que no sabía lo que había perdido su padre y que si no estaba con ningún hombre era porque yo no quería…, era guapa, atractiva, simpática, una buena ama de casa y sobre todo lo que más me llamó la atención, es que yo era una mujer cariñosa y excelente amante, en el sentido que sabía amar a las personas que tenía a mi alrededor, aclaró después, ¡Me impresionó! Esto último era cierto, y tampoco nunca me faltaron oportunidades, aunque siempre fui fiel a mi esposo, ¡Nunca hubiera sabido serle infiel! A pesar de estar a punto de los 45 años, me conservaba estupendamente, y probablemente aparentase al menos de los que tenía, especialmente si me arreglaba un poco.

Desde mi divorció cambié mi look, comencé a pintarme los labios con “Red Rusian” y las uñas del mismo color rojo intenso, con una ligera sombra de ojos turquesa, así es como le gustaba verme a Iván según me dijo en la boda de una sobrina. Después de mi separación, tan sólo había tenido un par de relaciones esporádicas que me habían dejado muy insatisfecha con el coño caliente y ellos deslechados ¡Menudos eyaculadores precoces egoístas! He de mencionar que estas relaciones que eran una continuidad de las del trabajo, tal vez por eso no tenía fortaleza de supervivencia en la vida cotidiana y sentimental…, un par de palurdos…. Era martes, y ese día los WhatsApp se tornaron un poco más eróticos, casi explícitos en sus intenciones, pese a que yo quise pasar por alto todo ese contenido sexual intrínseco. Él se refirió en esta ocasión al tamaño de mis pechos… – ¡Mamá tu pechos son maravillosos! Siempre me han encantado, decía que cuando de adolescente me los veía casi desnudos en casa o en la playa los días de vacaciones, les parecían hermosos y muy atractivos como no ha visto otros en la vida. Me recordó a Pablo, su inseparable amigo de la infancia, que en plena adolescencia fue quien llegó a decirle que yo estaba muy buena…, era la madre más llamativa de entre todas las madres de sus amigos y conocidos…. – Hijo. Eso fue hace mil años. Tal vez, en aquellos momentos yo estuviese buena, hoy ya soy vieja.– Mamá, estás mejor que nunca, te lo puedo asegurar como hombre…, solo hace falta ver que aún te pones faldas cortas para ir a trabajar. Pocas mujeres de tu edad pueden decir lo mismo, y desde luego, yo no conozca a ninguna más guapa que tú. Tus tetas son el sueño de cualquier hombre… y tu cuerpo en general es un escándalo.

Me sentía brumada y mi subconsciente respondió por mí… – Paula tendría que sentirse satisfecha…. ¡¿Ya sabes?! Recuerdo que era proporcionalmente mucho más grande que la de tu padre. ¡Nada común para tu edad…! Mi respuesta me dejó, al instante de pronunciarlo, bastante avergonzada al hacer referencia al tamaño de sus genitales, en concreto de su polla. Siempre la había tenido grande, y aunque ya hacía muchos años que no le había visto desnudo, no hacía falta imaginárselo por el paquete que marcaba con calzoncillos o en bañador…, la última vez que se la vi fue por casualidad en la ducha, por entonces rondaba los 16 años y el badajo sin erección rondaba los 15 cm, (Recuerdo que no se cortó en exhibírmela) interpolando dada mi experiencia, mi hijo debía de llegar a tener un cipote de no menos de 22 cm o más. Todo aquello, hizo que por la noche me sintiera ridícula y avergonzada, ya que esos comentarios no eran propios de mí, ni de una madre por muy falta de sexo que tuviese…, (ya iba por dos años que no me comía una polla en condiciones). El miércoles, a primera hora de la tarde, me llamó. Estaba mal, se le entrecortaba la voz de angustia, de impotencia y de rabia. Me contó que Paula había conocido a otro hombre, más bien que se estaba tirando a otro…, algo que yo ya suponía desde que la conocí, porque ya siendo novia de mi hijo, la vi manoseando con uno de los amigos de Iván en la fiesta que se montaron en la piscina de casa el verano antes de casarse. Él esperaba que la ruptura fuera temporal, tan sólo una crisis, pero las razones de su esposa significaba que la relación había terminado, mi hijo no era suficiente para una zorra que necesita un par de pollas disponibles para alternarlas según el día.

Decidió tomarse unos días de libres y venirse a mi casa para no estar solo durante toda esa semana. La casa donde vivía con su mujer era de ella, o más bien de los padres de ella, él tenía un pequeño apartamento de soltero de 28 metros cuadrados, que compramos en una subasta en plena crisis inmobiliaria por tan solo 20.000 €. Gracias a Dios la había conservado, pero ahora no era el momento de estar solo. Le dije que se viniese para mi casa, que me esperase allí y se instalara en el tiempo que yo llegase, intentaría salir lo antes posible del despacho donde trabajaba. Cuando llegué él ya había llegado, estaba en el salón sentado en el sofá. Le notaba abatido y muy triste…. – ¿Has comido?Le pregunté. – No tengo hambre. Le preparé un sándwich y me senté a su lado. Intenté animarle pero creo que no me escuchaba. Intentaba romper el hielo a pesar de mi timidez, lanzarle mensajes como esos días con el móvil, tomando como referencia mi experiencia con su padre. Le decía que no se preocupara, que pronto lo superaría y encontraría otra mujer mucho mejor que ella, de eso no tenía la menor de las dudas, chicas decentes las hay, solo hay que buscarlas en el lugar apropiado. Le animaba adulándole con piropos, algo que jamás había hecho en ningún momento de mi vida con él…, era extraño en mi comportamiento, pero salía de manera natural entre adultos, mi crío ya no era tal, sino un hombre hecho y derecho con responsabilidades en el trabajo y en su fallido matrimonio. ¡Me movía con talante voluptuoso, mostrándome sensual haciendo acopio del valor que sus mensajes de WhatsApp me daban!

Procuraba no dispersar la mirada procurando encontrar sus ojos con los míos, manteniendo la mirada con el solo deseo de tenerle a mi lado. Procuraba entremezclar el papel de madre con el de mujer febril que salía por sí sola. Crucé mis piernas e hizo que mi vestido se subiera un poco más y las enseñase hasta la mitad de los muslos. Aquel día llevaba un vestido vaquero, más bien corto. No me había llegado a cambiar después del trabajo, aunque antes de sentarme a su lado, me desabroché el primer botón de mi escote como quien tiene que mostrar su mercancía sin dar a conocerla en su totalidad. Sibilinamente pretendí parecer más cercana, más comprensiva empatizando con él. Aunque Iván tenía su mirada perdida, curiosamente me miraba con pequeños flashes a mi cara y escote, pero donde se centraba era dirigiendo sus ojos a mis piernas. Sin duda, aquellas armas de mujer que tantos años hacía que no utilizaba comenzaban a dar sus frutos, porque por mucho que fuese mi hijo era HOMBRE y yo MUJER…, y el instinto es superior a las imposiciones sociales. Noté que sus ojos se dirigían a mis a mis tetas con una frecuencia mayor, el pobre disimulaba bastante mal, se notaba el interés por mi cuerpo oteando con miradas rápidas. El tamaño de una copa 110C ayuda a perder la mirada en ellas.

Presenciaba su animación mirándome las partes más susceptibles para provocar a un macho…, por lo que aquello, unido a mi carestía turbadora, me dio alas. Empecé a mover las piernas, a agacharme y levantarme, deseando que se fijase en mi cuerpo sin tener que disimular…, enchufar la música, conectar el ventilador de techo o acercarle más la bebida del sándwich, eran algunas de inclinaciones que hacía exponiendo mi cuerpo a su lasciva mirada, algo que sin duda conseguía llamando su atención…, aunque bajo de moral, sus ojos reaccionaban, del mismo modo que reaccionaba su propensión animal de macho, el único de la manada con derechos adquiridos sobre la hembra solicita. – Mi vida ya verás cómo pronto los dos encontraremos otra pareja, y una salida a nuestro desamor.– ¡¿Y si no es así…?! – Pues si no sucede…, siempre nos tendremos el uno al otro.Pronto se fueron haciendo más evidentes mis coqueteos, él lo debía de estar notando…, me estaba poniendo cachonda por momentos faldeando como una buscona mostrando mis encantos, acariciando su cuerpo con el menor de los motivos, a los que Iván no era indiferente. Me separé un poco más mi escote, fingiendo tener ese calor en casa pese al ventilador que refrescaba un tanto, en verdad así lo sentía, pero no por la temperatura ambiental sino por lo caliente que me empezaba a apreciar fantaseando con tener un affaire filio-materno. En realidad yo sentía un poco de sofoco y movía la parte delantera del vestido, intentando darme aire a la vez que mostraba las copas de mis pechos. Sin darme cuenta como quien no quiere la cosa, me fui acercando cada vez más a mi hijo percibiendo en su mirada la presencia del macho alfa… ¡Me gustaba que me mirase como mujer! A mí siempre me había parecido muy guapo, de cuerpo bien formado sin ser atlético, muy refrendado por mis amigas, muchas de ellas divorciadas, que me decían la rabia que sentían porque no tuviese veinte años más, o ellas veinte menos…, y eso que no conocían el secreto que escondía entre sus piernas, si mis amigas lo supiera se morirían por probarlo. ¡Ando muy segura que ninguna había tenido en su interior más de 22 cm de hombría dura y palpitante sazonada de venas inflamadas bombeando…!

Bueno, no sé en qué momento cambié el papel de madre a mujer, de amiga a hembra en celo, lo que sí sé es que fue una transición natural e irreflexiva. Absorta por las circunstancias, cuando me quise dar cuenta estaba pegado a Iván, hombro con hombro con mi pezón izquierdo punteando el su pecho sin ser consciente de la atracción hacia su masculinidad y mi necesidad fisiológica de estar poseía por mi hombre, pero allí estábamos con nuestros vehementes cuerpos pegados bajo la brisa del ventilador…, y era yo quien se había movido tomando la iniciativa de colmar una carencia afectiva, más carnal que anímica. Lo siguiente fue abrazarle, darle un beso en la mejilla más duradero de lo normal, acariciarle percibiendo el aroma a macho que se desprendía de su piel, emanando testosterona por cada poro de su cuerpo varonil embriagando mí raciocinio. ¡Me puse un poco perra! Ya no había vuelta atrás en ese momento me sentí madre acogedora solapada con hembra precisada de apagar su ardor…, y con todo en uno di el último paso, que ya resultaría definitivo… – ¡Ya verás qué poco tardas en usar esta maravilla dentro de una mujer…! Solté apoyando mis dedos en su abultada entrepierna alcanzando vida propia. Se ruborizó, me sonrió sin hacer el más mínimo gesto de desagrado o de apartarse de mí. Eso me hizo electrificar mi cuerpo para continuar con el ataque subversivo a saco sobre mi amor…, me sentía tranquila y cálida, cercana a la par que febril sin saber cuál sería el resultado final, pero no podría ser malo, en todo caso nulo o favorable a ambos. El candor de mi chumino se elevaba contagiando al resto del cuerpo, ordenando al cerebro ser una PUTA. Para continuar leyendo el relato accede al blog del autor desde mi perfil (esto solo un recurso para eludir la censura)

Comenzaba a sentirme más mujer que madre desde hacía media hora, en realidad creo que ya no consideraba a aquel joven que estaba a mi lado como a un familiar, sino el perfecto amante que nunca tuve y siempre quise en mis horas bajas, por ello me envalentoné un poco más, creo que ya no había marcha atrás. Poco a poco me arrimé a él, riendo y bromeando, dado que el tonteo permitiría acercarme más a él sin espantarlo. Volví a besarle en la mejilla, sólo que esta vez, el primer beso vino seguido de otros muchos más pequeños y sensuales, hasta que nuestros labios se juntaron irremediablemente en un principio por las comisuras, después el labio inferior…. Para mi sorpresa y agrado mi retoño respondió de inmediato llevando su mano a mis botones, desabrochando el primero del vestido que llevaba, para pasar su mano por debajo de él hasta llegar a mi teta derecha…, esas tetas que tanto apreciaba desde que tuvo consciencia de la sexualidad femenina. La situación se desplomaba a su ámbito puramente carnal, animal…, mis ubres no son más que eso…, carne que envejecerá y desaparecerá el día de mi muerte, que sin ser aprovechada para nada más servirá, pues no creo en el más allá. Bien mirado mis tetas solo han servido para dos cosas…, una para amamantarle y otra para gozar con las caricias de mi hombre excitándome y excitándolo, por tanto, con Iván se unían ambas razones ahora.

Él era ahora el sustituto por derecho de mi marido, sin dejar de ser el bebé hecho hombre, que se alimentó de ellas ¡Nadie en el mundo posee más derecho de propiedad sobre mis tetas que él! Continuó desabrochando un segundo botón, mientras sus dedos se colaban entre mi sujetador, pellizcando directamente mi enorme pezón expandido desde su embarazo. Para esos instantes me sentía ya muy caliente, casi fuera de mí como una perra en celo necesitada de ser montada por mi macho. ¡Anhelaba estar acoplada a su formidable mostrenco…INSERTADA! Quería avanzar hacia la luz sin mirar atrás, sin mirar quien éramos, solo el destino nos indultaría de cualquier amoralidad. Procedí a desabrochar por completo mi vestido, y a quitarme el cinturón ancho que lo amarraba a modo de faja. Iván no dudo sobre su paso siguiente…, poco le importaba que fuera su madre, más bien le daba todo el morbo del mundo poder deleitarse con los beneficios de nuestra complicidad y del cuerpo materno que tanto aspiraba a poseer desde bien adolescente. Se puso de pie sobre la alfombra y también hizo lo mismo, quedando exclusivamente con el bóxer puesto y los calcetines. Cuando intentó quitárselos se lo impedí… – Cariño los calcetines son algo que me gusta que lleves puestos, pero esto no…, le dije dirigiéndome a sus calzoncillos. – De estos me encargo yo.Mi fetiche era que me follaran y follar con calcetines, tal vez porque quedaba como algo infantil o me recodaban a mis polvos adolescentes presurosos divertidos que me quitaban años de encima. Quedé mirándole al escandaloso bulto de su paquete, debía de estar empalmado ya, porque la manga se extendía casi fuera de la prenda…, así que me dirigí con mis manos a liberar su gran rabo de tan ceñida prisión.

Al bajarle el bóxer el gran cipote de mi hijo salió como un resorte, casi me da en la cara. Me sorprendió el tamaño de su polla, aun estando advertida de su descomunal envergadura…, hacía muchos años que no lo veía tan cerca, prácticamente desde que era un niño. En todos esos más de diez años mi hijo se había convertido en todo un semental, con la maquinaria perfecta…. Se lo acaricié brevemente, con cariño mirándole a la cara, quería ver cuál era su reacción a mis caricias, lo pajeé unas cuantas veces subiendo y bajando el prepucio con mi mano asiendo con firmeza el mazo tieso y duro de Iván. Su gesto era de complacencia, le gustaba lo que estaba recibiendo y sin duda esperaba mucho más, así que apliqué mi otra mano en sus gónadas, unos huevos espléndidos de un tamaño espectacular, le colgaban enormes bajo aquel mástil en bella proporción al conjunto de su hombría. No esperé mucho en darle lo que tal vez esperaba previo a la cópula, así casi de inmediato acerqué mi boca a su glande y comencé a lamer su cabeza liberada del prepucio. Sabía a macho, a dulce hombre joven embadurnado de líquido pre seminal del cual no dejé nada en su capullo, y tras pasar mi lengua por su frenillo con la punta de la misma y el agujero por donde saldría la leche revitalizadora de mi vida, me engullí su gordo cabezón con una rica mamada sin dejar de pajearle. Acompañé la mamada con una paja hasta la raíz de su tronco con mi mano derecha. Mi vestido estaba abierto disponiendo la visibilidad de mis gordas y caídas mamas ¡Me sentía mujer! Deseaba tener sexo con el hombre que tenía enfrente y ser satisfecha con una inmisericorde follada, mi cuerpo me lo exigía a cada segundo un poco más, aunque ese hombre hubiera sido parido por mí. Succionaba su falo con auténtico deseo lascivo, retorciendo mi lujuria sobre el gran cipote de mi hijo…, nos había atrapado a ambos en un torbellino de pasión, necesidad de amor y generosidad de ayuda mutua.