Alumna agradece las clases particulares con un poco de sexo

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Instituto de Educación Secundaria, clase B de 4º curso, Silvia acude con paso ligero a su clase de matemáticas, a la cual, una vez más, llega tarde.

Silvia tiene 18 años, mide 1,65 por lo cual sus compañeros de forma despectiva la llaman enana, es delgadita y apenas tiene pecho, pero su culo lo compensa ya que destaca bastante sobre todo lo demás, aunque su trabajo le cuesta todos los días en el gimnasio. Su pelo es castaño claro y ligeramente rizado, lo cual apenas se aprecia bajo la coleta que usa para ir a clase. No destaca mucho sobre las demás chicas, usa un tipo de ropa muy sobria, llegando a parecer a veces una beata, aunque dentro esconde un gran potencial.

No le gusta llegar tarde a clase, pero se ha entretenido discutiendo con su hermano menor que tiene como hobbie principal molestarla.

­- Encima llego tarde a matemáticas, con lo bien que se me dan… – Pensó irónicamente.

Llama tres veces a la puerta de la clase tras lo cual escucha un molesto “adelante” que provenía del profesor de matemáticas, el cual al verla entrar cambió por completo la actitud, normalmente hubiera reprochado de forma exasperante a la alumna, pero no, a Silvia no.

– Lo siento, me he descuidado, no volverá a pasar – Dijo tímidamente la adolescente.

– No pasa nada, ocupa tu asiento y comencemos la clase – Respondió Mikel ante el asombro del resto de alumnos que esperaban ansiosos una cruel reprimenda.

Mikel es un profesor vocacional, de los que no se suelen ver, no le sirve que sus alumnos aprueben, quiere que aprendan y que disfruten con ello. Tiene 28 años y lleva 3 en el instituto. Tiene un ligero tupé de pelo castaño que cuidadosamente se hace todas las mañanas. Sus ojos son marrones verdosos, los cuales llaman la atención de muchas compañeras y de alguna que otra alumna. Todos los días cuando termina de dar sus clases va al gimnasio, por eso tiene unos abdominales tan marcados y unos bíceps que apenas entran en las camisas. Sus manos son delicadamente varoniles y fuertes.

Al terminar la clase y salir corriendo todos los alumnos, Silvia comienza a recoger su mesa cuando una angustia le presiona la boca del estómago y le entran ganas de llorar, las matemáticas van a acabar con ella, no consigue entenderlas y va camino de suspender. Aunque quiere evitarlo, cae por su mejilla una lágrima que no pasa desapercibida para Mikel y se levanta hacia su mesa ya casi vacía.

– Silvia, ¿te encuentras bien? – Le preguntó Mikel con tono amigable.

– S,sí, es solo que… – balbuceó tímidamente Silvia.

– Vamos tranquila, puedes contármelo, estoy para ayudarte – dijo Mikel mientras posa una mano sobre el hombro de ella.

– Verá, es que su asignatura me está costando mucho, y por más que me esfuerzo no consigo aprobar, y cómo siga así voy a tener que repetir curso y… – dijo la chica comenzando a llorar desconsoladamente.

Mikel estaba atónito, pasó la mano por el hombro de su alumna y la abrazó cariñosamente.

– Tranquila Silvia, hay gente a la que las matemáticas les cuestan mucho, solo necesitas entenderlas, y yo te voy a ayudar­ – Le dijo el profesor mientras acariciaba su espalda.

– ¿C… cómo va a…? – balbuceaba Silvia aun llorando.

– Te daré unas clases particulares en mi casa, y poco a poco mejorarás – dijo Mikel.

– ¿Haría eso… por mí? – Preguntó separándose de él.

– Pues claro, eres mi alumna y mi obligación es ayudarte – Dijo Mikel.

– Ponte algo elegante, ésta noche cenamos juntos y acordamos un horario apropiado para los dos, y así sales y te despejas un poco, que veo que lo necesitas – Dijo sonriente mientras acariciaba la mejilla de la inocente adolescente.

– ¿Quedar? ¿U… usted y yo? – Preguntó sorprendida al sentir la caricia de su profesor.

– Pues claro, si tú quieres por supuesto… – Respondió retirando su mano.

– Bueno… vale, está bien… – Dijo Silvia sin levantar la vista del suelo.

Esa tarde Silvia estaba más nerviosa de lo que había estado en toda su vida. Mikel era su profesor, pero hacía muchos meses que le gustaba, y escuchaba a sus amigas hablar de lo bueno que estaba y de lo que le harían en el supuesto de salir con él. Silvia no era así, se había pasado todo el verano escuchando como sus amigas se contaban entre sí sus primeras experiencias sexuales, lo que habían hecho, y cómo se habían sentido. Pero ella no había hecho nada, nunca había visto a ningún chico desnudo aparte de a su hermano pequeño.

En su clase todos lo habían hecho por lo menos una vez y ella no, para todos era la rarita de clase. Pero a ella le importaban más los estudios, esa cena era muy importante para ella.

Se duchó y se maquilló como si fuera a una fiesta, rímel en los ojos, algo de colorete y los labios en rojo carmín. Se puso el vestido que le regalo su padrino y que nunca estrenó, un precioso vestido negro con tirantes anchos y una correa que rodea el cuello. El escote que se abre ligeramente desde el cuello hasta el ombligo y dos tiras de gasa con bordado que caen por la espalda para encontrarse con el cinturón dorado que rodea el vestido. Termina con una falda holgada que supera cómodamente la rodilla dejando ver parte de sus muslos.

Se dirigió a casa de Mikel pensando en si se trataba realmente de una reunión convencional, o se trataba de una cita. Está claro que Mikel le gusta, pero, ¿Le gustará ella a él?

Llama a la puerta varias veces, hasta que Mikel abre la puerta con una seductora sonrisa en la cara. Inconscientemente Silvia se queda paralizada al verle. Lleva un traje blanco con un chaleco del mismo color y una camisa negra. La corbata alterna líneas iguales negras y blancas transversalmente. Silvia no puede evitar fijarse en el reloj que lleva y por consecuencia en sus manos. Un leve hormigueo recorre su intimidad sin entender nada de lo que le está pasando.

– ¡Vaya!, estás preciosa Silvia, por fin sacas a relucir todo tu potencial – Dijo Mikel sin borrar su sonrisa.

– Muchas gracias Mikel, usted tampoco está nada mal – Respondió Silvia sin casi poder mirarle a los ojos.

Mikel su cogió mano y dijo:

­- Será mejor que dejes de tratarme de usted, o vamos a estar muy incómodos. ¿No te parece? –

– Tiene razón, perdone… Perdona Mikel – Dijo esbozando una leve sonrisa.

– Ven conmigo preciosa – Dijo acompañándola hasta la mesa sin soltar su mano.

Le separó la silla para que se sentase y al cruzarse por delante cruzaron sus miradas acompañándolas de una sonrisa cómplice.

– La verdad estoy muy sorprendida – Dijo Silvia con ánimo de romper el hielo.

– Puedo saber a qué se debe – Preguntó él.

– Nada, es sólo que no esperaba que mi profesor de matemáticas fuera todo un caballero – Respondió riendo tímidamente.

­- Hay muchas cosas de mí que no sabes cielo, pero pronto eso cambiará – Dijo guiñándole el ojo.

El guiño provocó que Silvia se pusiera roja. Mikel había preparado esa cena cuidando hasta el más mínimo detalle. El comedor estaba completamente a oscuras, únicamente se encontraba iluminado por las crepitantes llamas de la chimenea y dos velas que presidían la mesa al lado de una rosa roja.

Silvia comenzó a cenar con una sensación que no se había quitado desde que vio a Mikel. Tenía mariposas en el estómago, el corazón le iba a mil por hora y un delicado hormigueo recorría su entrepierna.

– Bebe – Ordenó Mikel a su alumna mientras le servía vino tinto en su copa.

– N… No debería Mikel – Le dijo ella tímidamente.

– No te he preguntado cielo, bebe – Dijo cogiendo la copa y poniéndosela prácticamente en la boca.

Ella bebe el amargo sabor del vino mientras Mikel la mira fijamente, sus ojos conectan y ella no pudo evitar excitarse. Tras la cena, el profesor saca un cigarro, lo enciende y dando dos caladas dice:

– Desde que te vi el primer día supe que algún día estarías aquí, conmigo – Dice ante la atónita mirada de su alumna.

– ¿A qué te refieres? – Preguntó mordiéndose el labio inferior.

– A que quiero que seas mía, y tú también lo quieres, por eso has venido – Dijo Mikel mientras se levantaba.

Rodeó la mesa y se puso detrás de Silvia separando su pelo ligeramente, arrimó su rostro al cuello de la chica, le dio un beso y le susurró al oído:

– Quiero follarte Silvia –

A Silvia se le erizó la piel al escuchar esto acompañado del cálido aliento de su profesor en el cuello. Estaba muy cachonda. Giró su rostro para encontrarse con el de Mikel, que la besó apasionadamente. Éste se dirigió a la cadena musical y dio al play, haciendo que comenzara a sonar una música muy sensual que provocó un fuerte escalofrío en Silvia. Volvió hasta ella y agarrándole la mano la llevó al dormitorio. Sin mediar palabra le quitó lentamente el vestido pudiendo contemplando sus pequeñas tetas que se mostraban erizadas al igual que sus pezones.

Al retirar el vestido del todo pudo comprobar que llevaba una preciosa braguita de encaje azul marino transparente con un pequeño lazo adornando el pubis, se quedó absorto mirándolas.

– Mikel yo… soy virgen… – Confesó Silvia cabizbaja.

Mikel le bajó las braguitas bruscamente y las tiró lejos, le dió la vuelta a Silvia y comenzó a tocar su pelo lentamente. Le hizo una trenza delicadamente mientras que acercándose a su oreja derecha y le susurró:

– No por mucho tiempo… –

Le mordió el lóbulo de oreja y continuó haciendo la trenza, al terminar empujó a Silvia suavemente contra la cama haciendo que cayera boca abajo, se separó y comenzó a quitarse la americana y el chaleco, sin dejar de mirar a Silvia se quitó la corbata y la dejó en la mesilla. Silvia estaba muy excitada contemplando como su profesor se desnudaba frente a ella, aunque tímidamente se tapaba las tetas.

– No quiero que te tapes, eres preciosa, y eres mía ¿de acuerdo? – Dijo el profesor.

– S… Sí… – Susurró ella mientras quitaba las manos de sus tetas.

– A partir de ahora me llamarás amo y me deberás sumisión, si te portas bien es posible que sea benévolo contigo – Ordenó el profesor completamente serio

-Vale… Vale amo – Respondió ella obedientemente.

– Así me gusta – Dijo caminando hacía la cómoda que tenía al lado de la cama, abriéndola bajo la expectante mirada de Silvia, cogió varios objetos y se dirigió hacia ella.

– Quiero explorar tus límites – Le dijo.

La colocó bruscamente a cuatro patas y cogió unos grilletes, colocó en él una de las manos de la chica, pasando después la cadena alrededor del cabecero de la cama y colocando la otra mano en el grillete restante. Después cogió un antifaz y se lo puso a Silvia privándola de la visión, volvió hacia la cómoda y sacó una fusta de cuero y tras mirarla unos segundos volvió hacia la cama en la que estaba ella a cuatro patas con su culo a merced del profesor.

Alzó la fusta y le dió un fuerte golpe en la nalga derecha, tras lo cual ella pegó un grito y se inclinó hacia adelante.

– ¿Te gusta perra? – Preguntó el profesor.

– Mucho, amo – Respondió mientras se recuperaba del golpe.

– Así me gusta, eres una perra sumisa, mi perra – Sonrió.

Alzó la fusta y una vez más golpeó a Silvia, aunque aumentó ligeramente la fuerza provocando un grito mayor en la chica, que comenzó a gemir aumentando la respiración. Mikel pudo comprobar como el coño de su alumna comenzaba a lubricar. Alzó de nuevo la fusta y golpeó su culo con todas sus fuerzas, a lo que ella respondió con un tercer grito.

– Has conseguido excitarme perra – Dijo mientras se acercaba a ella que continuaba con el antifaz.

Sin que ella lo notase se acercó a su culo en cuatro patas y metió la lengua en su húmedo coño haciendo que Silvia se estremeciera y comenzase a gemir cada vez más. El profesor sacó su lengua y le soltó un tremendo azote en la nalga, haciendo que Silvia cayese hacia adelante.

– No quiero que hagas ruido, mis perras no hacen ruido – dijo volviendo a colocarla a cuatro patas.

Cogió la corbata que tenía en la mesilla y la pasó alrededor del cuello de Silvia que aún se recuperaba del azote.

– Voy a follarte y cada vez que gimas te castigaré ¿lo has entendido? – preguntó.

-Sí… – respondió entrecortadamente.

– Sí ¿qué? Perra – insistió Mikel.

– Sí amo – dijo Silvia.

Mikel baja su pantalón y saca su polla erecta, se dirige nuevamente a la mesilla y saca un condón, se lo coloca cuidadosamente. Coloca su polla en la entrada del coño de su alumna y le da una fuerte embestida que hace que ésta pegue un fuerte grito.

– ¿Acaso no me has entendido? Me obligas a castigarte… – Dijo el profesor soltando un fuerte azote en la nalga de Silvia que ahogó el grito de dolor.

– Así me gusta, no es tan difícil perra – Alegó Mikel.

Agarró la corbata apretándole el cuello haciendo que le costase respirar y comenzó a dar embestidas secas al coño de Silvia que estaba muy cachonda. Sus fluidos caían por sus muslos haciendo que cada embestida emitiera un fuerte sonido.

– Veo que aguantas bien, eres una buena sumisa, pero como te dije antes, quiero explorar tus límites – Dijo Mikel sacando su polla del coño de la chica.

Le dio la vuelta dejándola boca arriba, Silvia no paraba de jadear, el coño le palpitaba y sus fluidos recorrían sus muslos sin parar. El profesor sacó del cajón una barra de metal con abrazaderas en sus extremos, colocó una en el tobillo izquierdo de la joven y otro en el derecho. Al pulsar un botón la barra de metal se extendió provocando que las piernas de Silvia se abrieran de golpe haciendo gemir a la chica asustada por el brusco movimiento.

Volvió a la cómoda y sacó un látigo con tiras de cuero, se acercó al desnudo e indefenso cuerpo de Silvia y le dio un latigazo haciendo que ésta arqueara su espalda y tuviera que reprimir un grito. Mikel pudo observar como una lágrima recorría el rostro de su alumna, pero al pasar la mano por su coño comprobó que estaba caliente y empapado, señal de la evidente excitación de la joven.

Alzó una vez más el látigo y golpeó de nuevo el abdomen de la joven provocando que volviera arquear la espalda y comenzara a gemir y a jadear rápidamente. Tras 20 latigazos, Mikel retiró la barra telescópica de los tobillos de la chica y la liberó de los grilletes, así como del antifaz.

– Bienvenida a mi mundo cielo – le dijo el profesor.

Colocó su polla en la entrada del coño de Silvia y comenzó a follársela rítmicamente mientras Silvia gemía arañando la espalda de su profesor, haciendo que éste aumentara el ritmo.

– Oh dios, joder, me encantaaaaaa – gritó Silvia justo antes de correrse con espasmos de placer.

El profesor relajó el ritmo dejando que la joven se recuperara del intenso orgasmo mientras le chupa las tetas.

– Quiero que cabalgues sobre mi polla – susurró al oído de su alumna.

Silvia haciendo caso su profesor, se levantó y se colocó encima de él, dejando la entrada de su coño expuesta ante su polla. Se dejó caer lentamente sobre su polla notando como poco a poco su coño se abría ante la polla de su amante, haciendo incuso más fuerza que antes. Una vez abajo, comenzó a cabalgar rítmicamente, echando la cabeza hacia atrás y poniendo los ojos en blanco.

– Jodeeer, Mikel, oh diooooos – gritaba la joven en cada cabalgada.

El profesor que notaba como el coño de su joven amante palpitaba, se dejó caer contra la cama para que le siguiera cabalgando. Podía ver como sus pequeñas tetas botaban rítmicamente al ritmo de los movimientos. Poco a poco se había liberado, no quedaba ni un ápice de la tímida chica que suspendía matemáticas.

Mikel que notaba como se acercaba su clímax, agarró los hombros de Silvia y la empujó hacia su pecho, le azotó con fuerza y comenzó a envestirla rápidamente desde abajo haciendo que gritara en cada embestida. Las acompañaba con azotes que provocaban en Silvia una fuerte excitación que hizo que se corriese una vez más.

Mientras Mikel observaba como su amante se corría encima de él, puso los ojos en blanco y comenzó a eyacular dentro del coño de la joven alumna que, extasiada tras el orgasmo, cayó rendida sobre el pecho de su profesor.

Tras unos minutos en los que sus cuerpos sudorosos y desnudos se abrazaban extasiados, Silvia se atrevió a dar un apasionado beso a su profesor.

– Gracias por enseñarme tu mundo… Amo – Dijo sonriendo la joven.

– Cielo, esto no ha hecho más que empezar – Respondió el profesor.

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