Adriana le enseña a su hija Jessy como hacerlo

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Un día estaba en la oficina en medio de una reunión cuando me empezó a vibrar el teléfono. Miré por curiosidad para saber quién era, aunque no pensaba cogerlo, pero al no conocer el número, y ante la posibilidad de que fuese algún cliente con alguna propuesta importante, lo cogí allí mismo excusándome con los otros asistentes a la reunión.

Al descolgar sonó la voz dulce de Jessy

J – Hola Víctor, soy Jessy. Perdona que te llame al trabajo, pero es que quería hablar contigo y le he pedido tu número a Lucía. ¿Tienes un momento o te llamo más tarde?

Y – Hola. No te preocupes, pero, ¿Pasa algo? ¿Es urgente?

J – No, no, no pasa nada. Es solo que desde el otro día, no he parado de pensar cosas, y quería hablar contigo cuando tengas un rato. En persona si puede ser…

Y – Claro, faltaría más, pero ahora mismo no puedo. Si quieres te llamo luego, o te pasas esta tarde por casa y charlamos.

J – Ah, sí, claro, cuando puedas. Bueno, si me pillas en clase a lo mejor no te lo puedo coger yo, pero si quieres llámame luego, o sino esta tarde cuando vea tu coche por el barrio, me acerco a tu casa.

Habían pasado dos días desde el trío con ella y su hermana en mi casa, y aún no había vuelto a hablar con ninguna de las dos, pero Jessy era tan dulce, que ahora tras su llamada, me preocupaba que no se sintiera bien por lo que pasó. Decidí no pensarlo de momento para centrarme en el trabajo, y luego la llamaría a ver si averiguaba qué era lo que le pasaba.

Tan pronto terminó la reunión, la llamé. Apenas había dado tres tonos y descolgó.

Y – ¿Qué pasa Jessy? ¿Todo bien?

J – Sí, sí, no te preocupes, no pasa nada. Es que… bueno, lo del otro día, ya viste que para mí fue mi primera vez, y… bueno, verás, no quiero molestarte, pero es que me trataste tan bien, que quería darte las gracias. – hizo una pequeña pausa y continuó – Bueno, y que me apetece verte… Si puedes y te apetece a ti, claro.

La verdad es que la dulzura de esta niña me derretía. Evidentemente a mí también me apetecía, así que le dije que me guardaba en la agenda su número y luego cuando llegase a casa la llamaba para que se pasase.

Pasé el resto del día mirando el reloj deseando que llegase la hora de irme. Pensar en esa familia me excitaba. Incluso pensar en Gus me excitaba. Su nuevo papel de cornudo, no solo consentidor, sino incitador, me parecía de lo más morboso. Seguía dándole vueltas para ver cómo hacía para volver a follarme a Adriana y a alguna de sus hijas juntas, pero esta vez delante de Gus, y probar sus reacciones ante alguna humillación, porque si no me equivocaba, Gus iba a ser un un buen sumiso.

Poco antes de las 6 de la tarde me fui para casa. De camino paré en un centro comercial a comprar provisiones, y antes de llegar al supermercado, pasé por delante de una tienda de Victoria’s Secret. No pude resistir la tentación, y entré a echar un vistazo. Estuve mirando, y todo lo que veía, lo imaginaba puesto en el cuerpo menudo de Jessy, así que seleccioné un conjunto de tanga y sujetador negro con transparencias, que me pareció a la vez elegante y muy sensual, y le pedí a la dependienta que me lo envolviese para regalo.

La dependienta lo envolvió y me lo puso en una bolsa, entregándomela con una sonrisa de esas que sabes que lleva mensaje. Era una mujer de raza negra de unos 30 o 35 años, realmente guapa, vestida muy elegante, como es habitual en las dependientas de Victoria’s Secret. Le di mi tarjeta de crédito para que se cobrase, y tras pasarla por el terminal, me pidió que firmase repitiendo mi nombre y apellido sin perder la sonrisa y con un cierto tono provocador. Sonreí y tras firmar, al recibir la copia, le pedí un momento la copia de la tienda, la que se quedaba ella, y sacando un bolígrafo de mi chaqueta, le apunté mi número de teléfono.

Era un atrevimiento, pero tampoco tenía nada que perder, así que lo apunté y le devolví tu ticket con mi número en el reverso. Lo miró un tanto sorprendida y con una sonrisa me despidió con esa frase tan americana “have a nice day Mr. …..”.

Al llegar a casa, aparqué y le envié un SMS a Jessy desde el coche y salí. Al llegar a la puerta, mientras estaba abriendo, ya la vi venir por la acera. Entré y dejé la puerta abierta mientras llevaba la compra a la cocina. Empecé a sacar algunas cosas de las bolsas y saqué un envase de dulces de gominolas bañadas en chocolate, que me encantaban, con la idea de ofrecerle a Jessy algo dulce.

Entró y vino directa a la cocina. Venía seria. Al principio pensé que a lo mejor estaba algo enfadada por lo del otro día, pero le ofrecí una golosina y me regaló una sonrisa de las que ilumina la estancia. Mi idea de relajar la situación con algo dulce había funcionado, y enseguida se sintió más cómoda, y sonreía y gesticulaba mientras hablábamos. Llevaba puestos unos jeans ajustados y una sudadera blanca que escondía a la perfección su delicioso cuerpo, y se metía las manos en los bolsillos mientras hablábamos. Sin duda estaba nerviosa. Carecía del descaro y el atrevimiento de su hermana y de su madre, pero eso casi la hacía aún más deseable.

Tras unos minutos de conversación intrascendente, le pregunté directamente.

Y – Bueno cuéntame… ¿qué me querías decir? ¿Estás preocupada por algo o hay algo que te hiciera sentir incómoda el otro día? ¿Algo que no te gustase?

J – Noooo, no, de verdad que no. Al contrario, me lo pasé muy bien. Bueno, mi hermana es un poco pájara, y aunque tengo que agradecerle que ella facilitase que tú y yo lo hayamos hecho, sé que ella quería participar más, pero tú controlaste la situación tan bien, que para mí fue todo perfecto. Es por eso que me siento tan agradecida. Supiste cómo darme tanto placer, y hacerme sentir tranquila pese a mis nervios, y me guiaste todo el tiempo… Conseguiste que incluso me gustase besar luego a mi hermana. No me gustan las chicas, y aunque Lucía me contó lo suyo con mi madre aquí en tu casa, nunca me habría imaginado que yo también haría algo así, y sin embargo, contigo todo parecía tan natural, que en vez de pensar, lo único que hice fue dejarme llevar y disfrutar, como tú me dijiste.

Y – Bueno Jessy, esa era exactamente la intención. Pero dime una cosa… en el coche dijisteis que había algo que no me habíais contado… ¿Qué era? ¿Se puede saber o te da vergüenza contármelo?

J – Jajaja, no, no me da vergüenza ya. Bueno, en realidad ya te lo dijo también mi hermana. Que me gustabas mucho. Bueno, que me gustas mucho, ahora me gustas muchísimo más. Y que yo quería que fueses tú mi primer hombre. Aunque la verdad es que, pese a que el otro día estuvo súper bien, supongo que me habría gustado que estuviésemos solos. Pero bueno, que estuvo muy bien, ¿eh? Lo hiciste perfecto.

Y – Solos, ¿cómo ahora por ejemplo?

Se quedó callada mirándome a los ojos, sin contestar. Se notaban los nervios en su mirada. Estaba como paralizada. Le extendí la mano invitándola a acercarse a mí. Sonrió y caminó hasta agarrar mi mano. La acerqué a mí, y la pegué a mi cuerpo. Su respiración era agitada, bajó sus ojos a mi pecho.

Y – Mírame

Y cuando lo hizo, acerqué mi cara y nos besamos. Al principio muy suave, y poco a poco fuimos aumentando el contacto, mezclando nuestras lenguas, cada vez con más ganas, con más deseo, con más pasión. Era un beso de enamorados. La dulzura de Jessy me derretía. La abrazaba y la apretaba contra mí y ella subió sus brazos y me rodeó el cuello, colgándose de mí y besándome como si hiciera años que deseaba ese beso.

Debimos de estar más de 10 minutos así. Yo tenía la polla más dura que nunca, y ella no paraba de apretarse contra mí, pero sus manos seguían entrelazadas alrededor de mi cuello. Me separé un momento y cogí la bolsita de Victoria’s Secret con su regalo, y se lo di.

Al principio se quedó sorprendida, pero luego reaccionó con la alegría natural de una niña de 17 años. Puso una sonrisa enorme y empezó a abrirlo. Se separó para verlo bien y mordiéndose los labios me miró y me dijo

J – Voy a ponérmelo…

Y – No, guárdalo para el próximo día. Hoy quiero disfrutar de tu naturalidad, de ti tal y como eres, sin adornos. Porque aunque eso te va a hacer aún más preciosa de lo que eres, tú ya eres una preciosidad.

Se abalanzó de nuevo sobre mí y me volvió a besar, ahora sin ninguna timidez. Lo hacía con pasión pero también con deseo. Empezaba a soltarse. La cogí del culo y la levanté, haciendo que me rodease con sus piernas, y me la llevé a la habitación.

Ahora estábamos los dos desbocados. Nos besábamos casi con violencia. Éramos deseo y pasión sin control. La apoyé en la cama y me empezó a desabrochar la camisa y a quitarme la corbata. Mientras yo me quitaba la chaqueta, ella ya me había desabotonado toda la camisa. Me la quité y me incorporé para quitarme los pantalones mientras ella de un solo tirón, se quitó la sudadera y la camiseta que llevaba debajo. Inmediatamente se desabrochó los pantalones y se los quitó llevándose con ellos el tanga, mostrándome por primera vez hoy su coñito depilado y ya brillante. Mientras yo me terminaba de quitar los calzoncillos y los calcetines, ella se quitó el sujetador y las zapatillas, quedando completamente desnuda.

Me paré un momento a mirarla, tendida en mi cama, sin ropa, su piel blanca. Ella me miraba con deseo. Abrió sus piernas y me habló.

J – Ven aquí por favor, y fóllame.

Me tiré sin pensármelo a por su boca. Nos volvimos a besar y empecé a acariciar todo su cuerpo al mismo tiempo. Ella estaba fuera de sí, no paraba de subir su pubis buscando el contacto con mi polla. Gemía, me abrazaba y me pedía que la follase.

Habría querido disfrutar más tiempo de su cuerpo, pero me lo pedía con tanta insistencia que no podía seguir retrasándolo. Me acerqué a su oído y le dije

Y – Cógela tú misma y póntela en el coñito.

No se lo pensó. Bajó su mano derecha, agarró mi polla y al notarla tan dura, la masturbó unas cuantas veces, pero enseguida se la llevó a su coñito. Se lo restregó con el glande desde atrás hasta adelante, jugó un poquito sobre su clítoris, y la dirigió a la entrada. Volví a empujar con mucho cuidado, igual que hacía dos días, pero esta vez no había nada que impidiese la penetración. Entré hasta el fondo y me quedé quieto apretando mi pubis contra el suyo.

Ella emitió un gemido profundo. Apretaba también fuerte contra mí, queriendo hacer más profunda la penetración, y más intenso el ronce de su clítoris contra mi pubis al tocar fondo. Entonces empecé a bombear, despacio, saliendo poco y entrando de nuevo fuerte hasta el fondo, y poco a poco fui aumentando el recorrido de mis movimientos, casi sacándola entera, y cada vez golpeando más fuerte.

Aún no la estaba follando con mucha fuerza cuando empezó a gemir más fuerte indicándome que se corría. Su cuerpo convulsionó y ella emitió todo tipo de ruidos ahogados para expresar su placer. Al correrse noté como su coñito se contraía fuerte en su interior, y entre eso y verla disfrutar de esa manera, me puso tan cachondo que tuve la sensación de que si le seguía follando como ahora, dándole fuerte, no iba a durar mucho, así que reduje un poco el ritmo mientras la besaba. Pero ella no me dejó.

J – No pares, no pares, sigue follándome

Y – No cielo, tengo que parar, que estoy a punto y no me he puesto condón.

J – Córrete amor mío, córrete dentro. Déjame que te sienta y córrete dentro de mí. Dámelo todo, soy tuya.

Ufff, sus palabras me terminaron de rematar, y ahora ya sí que notaba que me corría, pero antes de hacerlo dentro, un último rayo de sentido común me ayudó a salirme a tiempo, y me la agarré con la mano derecha para terminar sobre su tripa. Entonces ella me quitó la mano y me la agarró con sus dos manos, masturbándome muy de prisa.

Y – No cariño, despacio, despacio, que lo siento mucho mejor. Dale cielo, dale así. Ahhhhh, me corrooooo, siiiiiiiiiiiii

Y empecé a eyacular sobre su vientre mientras pegaba mi cara a la suya para sentirla más cerca

J – Sí amor mío, dámelo todo. Córrete sobre mí, córrete y disfruta mi amor.

Al terminar mi orgasmo me dejé caer sobre ella y nos estuvimos besando y acariciándonos un buen rato, susurrándonos cosas dulces al oído a un volumen apenas perceptible.

Entonces la voz de Adriana interrumpió el momento mágico.

Adriana – Eres un cabrón de primera. No tienes suficiente con follarnos a Lucía y a mí, que tienes que follarte también a mi niña pequeña…..

Y – Joder Adriana, ¿cómo coño has entrado?

A – Pues por la puerta, que con las prisas os la habéis dejado abierta.

J – Joder mamá, ¿y nos ves aquí y no te podías haber ido?

A – Cariño, ha sido el polvo más bonito que he visto en toda mi vida. No podía dejar de mirar. A mí no me folla así este cabrón. A mí me folla, a ti te ha hecho el amor. Ten cuidado no te vayas a enamorar de Víctor, que es 20 años mayor que tú, y ya ves lo dulce que es, y lo bien que folla el cabrón. ¿Ha sido tu primera vez?

Yo me quité de encima de Jessy y me tumbé en la cama a su lado, quedando entre Jessy y Adriana.

J – No mamá. Es la segunda. Pero la primera vez también fue con él. Y no te preocupes porque lo hizo todo tan perfecto que ni siquiera me dolió.

Yo estaba mirando a Adriana mientras hablaban ellas. Llevaba un vestido negro ajustado y unas botas de tacón alto, que la hacían muy atractiva. Me empecé a acariciar la polla mirándola. No hacía ni cinco minutos que me había corrido, así que no esperaba que reaccionase, pero me daba un morbo tremendo tener en la habitación Adriana con su hija desnuda en mi cama.

Entonces Adriana me miró y al verme, sonrió y se agachó. Se puso de rodillas y agarrando mi polla con sus manos, flácida y con restos de semen y flujos de su hija, se la llevó a la boca y me la empezó a chupar. Descubrió el glande y empezó a jugar con su lengua con él. Se lo metía en la boca y absorbía con fuerza. Le daba sentido a la palabra “mamada”. Miré a Jessy que se había quedado inmóvil mirando a su madre. Pasé mi brazo bajo su cabeza y la abracé atrayéndola hacia mí, y nos volvimos a besar.

Mientras nos besábamos y Adriana seguía chupándomela, yo bajé mi mano y empecé a masturbarla. En apenas dos minutos Jessy estaba corriéndose de nuevo entre gritos y convulsiones de su cuerpo incontroladas. Adriana había parado de chupármela para mirar a su hija correrse, y al terminar su orgasmo, empezó a acariciarle las piernas mientras Jessy terminaba de normalizar su respiración.

A – Ven Jessy, ven a chupar de este caramelito. Te voy a enseñar a devolverle a este hombre algo del placer que él nos da a nosotras.

Y sin pensárselo, Jessy se puso de rodillas en la cama, junto a mi polla, que tras la mamada de Adriana, había empezado a recobrar algo de vigor. No estaba dura aún, pero se me estaba empezando a poner morcillona. El glande ya aparecía un poco más hinchado.

A – métetela en la boca y la cierras en torno al glande, y absorbe de él al tiempo que lo metes y lo sacas, verás que rápido empieza a crecer.

Empezó a hacer exactamente lo que le había dicho su madre, y yo al verlas a las dos allí juntas, estaba en la gloria. Estiré mi mano y saqué la cámara de fotos del cajón de la mesilla, y empecé a hacerles fotos a las dos. Jessy siguió con lo que estaba sin inmutarse, pero Adriana hacía poses sacando la lengua y poniendo unas caras de zorra que me ponían todavía más cachondo. Me comía los huevos mientras Jessy seguía a lo suyo. Finalmente Adriana subió, y me quitó la cámara para empezar a besarme con vicio.

Se levantó y se quitó toda la ropa mientras Jessy con su mamada había conseguido ponerme la polla dura otra vez. Entonces Adriana, una vez desnuda, apartó la cabeza de su hija y subiéndose sobre mí, le dijo a Jessy,

A – Déjame hija, que me he puesto muy cachonda viendo cómo te follaba, y necesito este pollón bien dentro.

Y se sentó sin miramientos sobre mí, metiéndose mi polla de un solo golpe hasta el fondo. Emitió un gemido bronco y muy sonoro y se quedó quieta. Enseguida empezó a moverse adelante y atrás. Sus manos apoyadas en mi pecho y ella follándome con movimiento rítmico. Yo ya me había corrido una vez, así que esta no iba a ser tan rápida.

Me di cuenta que Jessy se estaba haciendo un dedo mientras miraba a su madre follarme y con la otra mano se tocaba las tetas. Le cogí la esa mano y se la llevé a las tetas de su madre.

Y – tócale las tetas cariño. Tócaselas como te gusta a ti. Juega con sus pezones, pellízcaselos, verás como le gusta, que tu madre es una zorra de primera.

Jessy sin dejar de masturbarse, empezó a hacer lo que le decía, y Adriana empezó a gemir más fuerte. Le estaba encantando la doble sensación de placer en su coñito y en sus tetas.

A – Ahhh, sí, sí, joder, qué coño me hacéis los dos, que me voy a correr. Sí, sí, ya me corro, me corro

Y empezó a correrse pegando unos culetazos bien fuertes que me estaban encantando y abrazándose a su hija mientras se corría, que al ver correrse a su madre, empezó a correrse también ella, nuevamente entre fuertes contracciones de su cuerpo.

En un momento se quedaron quietas las dos, abrazadas, jadeando. Adriana aún tenía mi polla dura dentro. Yo aún no me había corrido, así que quité a Adriana de encima, y sin decir nada, agarré a Jessy y la puse a cuatro patas al borde de la cama. Me acerqué a su oído y le dije

Y – Cariño, ahora no voy a ser tan delicado como antes. Te voy a follar bien duro. Si te hago daño, dímelo, ¿vale?

J – No te preocupes, fóllame como quieras. Soy tuya.

Aquello me puso todavía más cachondo. Ensalivé bien toda la polla, la apunté a la entrada de su coñito, y se la metí de un solo golpe.

Jessy dio un grito, pero no se movió. La agarré de las caderas y empecé a bombear golpeando fuerte al hacer fondo. Ella gemía y gemía a cada golpe de mi cuerpo contra el suyo, y Adriana se puso delante de su hija a hacerse un dedo mirándonos con cara de vicio. Yo estaba follando a Jessy con ganas, pero la visión de lo que tenía delante me tenía fuera de mis casillas, así que le cogí del pelo a Jessy y le empujé su cabeza hacia el coño de su madre. Quería verla comérselo. Jessy al principio se resistió, pero le solté un buen azote en el culo y le ordené

Y – Cómele el coño a tu madre ahora mismo, y haz que se corra.

Al oírme decirlo, Adriana aceleró el ritmo de su dejo, y en cuanto Jessy posó su lengua en su clítoris, estalló en un nuevo orgasmo que dejó la cara de Jessy empapada de sus flujos, y cuando Jessy volvía a retirar la cara, se giró para mirarme y me habló a mí.

J – Vamos fóllame, no pares ahora cariño, que me corro

Y ella también empezó con otro orgasmo, ahora ya gritando abiertamente y apoyando su cara contra las piernas de su madre, que le abrazaba la cabeza en un gesto de verdadera ternura.

Cada vez que Jessy se corría, su coñito se contraía de un modo tan intenso, que mi polla no podía aguantar, así que al notar que me iba a correr, me salí, y me fui directo a por Adriana. Me puse entre sus piernas y se la metí de un solo golpe. Empecé a follarla en la postura del misionero, pero dándole duro. Enseguida volví a notar que me corría, pero esta vez sí que me dejé llevar y descargué dentro de ella.

Al terminar, me quedé tumbado sobre Adriana, sin sacarla de dentro, y con Jessy a nuestro lado, acariciándonos y besándolas a las dos.

Cuando se empezaron a vestir para irse, le dije a Adriana que no le contase a Gus lo de Jessy, que ya me encargaría yo de preparar un día todo para que Gus también lo disfrute. Jessy se sorprendió al saber que su padre estaba al tanto de que su madre follaba conmigo, pero Adriana la tranquilizó.

A – Sí cariño, papá lo sabe. A él le gusta que yo disfrute, y le excita que se lo cuente luego. Así que aquí nadie está haciendo nada malo. No te preocupes y disfruta todo lo que puedas.

Las acompañé hasta la puerta, y al salir Jessy me dio un beso dulce, como todos los suyos, y me volvió a decir muy bajito.

J – Gracias.

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