Mi profesor particular se somete y cumple mis deseos
Os dejo para vuestro disfrute la primera parte de otro antiguo relato encargado por uno de mis sumisos. Si tenéis algún comentario o petición sentiros libres de escribirme a [email protected]
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Disfrutad!
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I. Inicio
Jamás pensé que tendría que estar malgastando mi tiempo de esta manera. Acabo de salir de la universidad y me dirijo lo más rápido que puedo a dar clases particulares a Raúl. Pasada la treintena, palurdo como él sólo, ni con cuatro horas de repaso semanal es capaz de aprobar nada de lo que trabajamos juntos. Me saca de mis casillas con sus preguntas estúpidas, más incluso cuando no atiende y tengo que hacerle bajar de las nubes.
– ¿No eres algo mayor para que un chaval como yo te esté dando toques de atención constantemente? Molaría que te implicases y atendieras, a lo mejor ambos sacaríamos provecho de estas horas que estamos aquí… – En realidad a mí me la suda, mientras me siga pagando como si se echa la siesta aquí mismo, pero que al menos sea claro. No estoy como para ir perdiendo el tiempo preparándome estas clases mientras podría estar follando.
– Perdona, estoy cansado del trabajo y todo esto me supera, no me entra nada en la cabeza…
– Pues si quieres pasar de curso este año vas a tener que trabajar duro, ya llevas unas cuantas suspendidas y remontar te va a costar lo tuyo…
Siempre he tenido un carácter fuerte, muy dominante, por eso pensé que dar clases particulares estaría chupado. Los tendría a todos callados, obedientes, jamás tendría que dar dos veces el mismo tema. Erré al pensar en eso. La mayoría necesitan que les acompañes, que les lleves en voladas como si fueran bebés. Los bebés al menos tienen una puñetera razón para ser imbéciles, pero este no. Sólo quiero escupirle en la cara y darle un bofetón, de vez en cuando, a ver si así espabila. No sería demasiado ético por mi parte pero la frustración la canalizaría, que es el objetivo. Quizás podría probar de otra manera…
– Dices que no te entra nada en la cabeza, pero por el culo y la boca esa que me gastas sí que tragas bien a gusto eh Raulito….
– P…perdona?
– No te lo tomes a malas, es tan sólo una broma – Me levanto de la silla, cierro el libro y me sitúo a su lado, de pie. Llevo mis manos a sus hombros. – El otro día coincidimos. En la sauna de hecho. Por eso lo digo. No te preocupes que esto va a quedar aquí. Pero tendrías que prestarle tanto interés a los deberes como a los rabos que te ibas comiendo, uno tras otro. Me fijé en que ni tan siquiera les mirabas a los ojos, ellos te ponían el rabo delante y ya estabas con la boquita abierta preparado para tragar hahahaha
– Joder, tío, ¿qué cojones? No se lo habrás dicho a nadie, ¿verdad? Cómo se enteren mis padres me matan…
– No, no he dicho nada. Tú sabrás que haces. De hecho confieso que me puso bastante caliente verte de rodillas. Recibiendo rabo por todos lados…. Volviendo al tema de tus padres, creo que deberías considerar no preocuparte tanto por ser maricón y el qué dirán y más por aprobar. Tu madre es abogada, ¿verdad? Y tu padre un buen médico, tradición familiar…
Ya lo tenía. Ahora sí que me estaba prestando atención. Fue más fácil de lo que creía. Empecé a apretar sus hombros mientras me acercaba a su espalda, rozando mi paquete contra su ella.
– Tienes que prometerme que no dirás nada, esto podría destrozarme la vida. No era mi intención, sólo fui a curiosear, nada más…
– Para estar sólo curioseando se te veía muy versado en el arte de dilatar el culo.
– Te…te… te estás pasando un poco, ¿no crees?
– Para estar pasándome bien que estás intentando ocultar que se te está poniendo morcillona…
En ese momento Raúl se levanto de golpe, balbuceaba, estaba rojo y temblando. Se quedó justo delante de mí.
– ¡CALLA! Júrame que no vas a decir nada, júramelo, por favor… no puedes contárselo a nadie…
– Creo que vamos a tener que buscar alguna manera de tenerme calladito, no crees…?
– Te pagaré, te duplico la tarifa, te la triplico, pero pero pero…
Fue justo antes de terminar ese último “pero” cuando por fin, sin dejar de mirarle a los ojos le crucé la cara de un bofetón. Fue todo muy rápido. Bofetón, silencio. Le agarré la cara con una mano, desde la mandíbula, dejándosela abierta. Con la otra lo rodee por la cintura, apretándolo contra mi cuerpo.
– El que por el momento se va a callar eres tú. ¿Quieres que te guarde el secreto, cerda? ¿Quieres que tus papis no se enteren de todo lo que hace su hijito cuando sale los fines de semana a los rincones más oscuros de los locales para maricas? Con quienes, cuantos, qué…. Te vi tragar muchas corridas. Ni tan siquiera debes saber cuántas fueron y podemos comprobar ahora mismo que no es algo que te disguste tremendamente por lo que dice tu cuerpo, ¿verdad?
Raúl estaba petrificado. En ese momento supe que era mío, que no iba a salir corriendo. Su mirada era de terror. Un terror obsceno. No podía hablar por cómo lo tenía agarrado, pero tampoco se resistía, no huyó. Sus ojos pedían más. Su cuerpo lo quería todo.
– Respóndeme a una pregunta muy sencilla, ¿te gusta tragar?
– S…s…sí – dijo babeándome la mano.
– No te he entendido bien – segunda bofetada. – Te he preguntado si te gusta tragar. No hagas que me repita.
– Sí.
Aprovechando que tenía la boca abierta le escupí dos veces. La primera directa fue perfecta al fondo de la garganta, lo que le hizo toser. El segundo en la cara. Recogí toda la saliva con la mano y la dirigí a su boca.
– Muy bien, si quieres que yo mantenga la boca cerrada vas a tener que pagar un precio. A partir de ahora vas a ser mi sumiso. Vas a obedecer siempre. Vas a tener que responder cuando te pregunte. Jamás hablar si no te he preguntado. Voy a hacer de ti mi juguete. Si quiero azotarte porque no te enteras de nada te azotaré – rápido le azoté el culo y después lo agarré con fuerza – si quiero un masaje, me lo darás y si quiero atarte en una silla y destrozarte los pezones, dejarás que lo haga.
En ese momento retiré mi mano de su culo, agarré su paquete para comprobar que efectivamente ya estaba duro como una piedra. Subí la mano lentamente por su entrepierna, rozando su abdomen, hasta llegar al pecho. Empecé a jugar con su pezón suave, mirándole a los ojos. Se le estremecían las piernas, le temblaba todo el cuerpo. De su boca sólo salían babas y más babas, hasta que por fin, gimió como una perra en celo. Tercer bofetón.
– ¿Lo has entendido, perra? Y ahora sí quiero una respuesta.
– Sí…
– Así lo quieres, ¿verdad?
– S…sí…
– “Sí, amo” – Le corregí castigándole por primera vez. Aproveché que tenía ya los dedos agarrando su pezón y apreté hasta que gritó. Como si le arrancaran una pinza.
– ¡JODER! S…s…sí, amo.
– Muy bien, a partir de ahora cada vez que nos veamos, nada más llegar quiero que te pongas un collar de perro. Quiero que vayas a una tienda de mascotas, elijas uno negro, simple y que te lo pruebes ahí mismo, delante de cualquier persona que pase. Envíame una foto, quiero cerciorarme de que lo has hecho. Ese collar va a ser el que va a marcar la diferencia. Cuando te lo pongas sólo recibirás órdenes mías, cosa que no debería serte muy complicado con lo corto que eres.
– Pero tengo que…
Esta bofetada última resonó en toda la casa. No hay réplicas aquí.
– Discúlpate ahora mismo.
– Lo…lo siento, amo.
– Veo que esto no te ha costado tanto entenderlo…. Muy bien, ahora quiero que te desvistas, y te pongas a cuatro patas.
En ese momento lo solté, me giré por completo recolocándome el rabazo de 20cm que gasto, para dejárselo bien a la vista. Me dirigí lentamente al otro lado de la mesa a por un permanente. Raúl empezó a desvestirse lentamente, inseguro, no quería que viese que no solo estaba empalmado, sino que tenía la carita roja y el rabo salivando. Atravesé de mientras el cuarto, a por un gran espejo que descansaba sobre el suelo. Me volví a acercar a él y antes de que se arrodillase, dejé el espejo en el suelo, recostado sobre la mesa, le acaricié aquellas zonas de la cara que tenía más rojo, comprobando que en cuestión de horas esas marcas iban a desaparecer. En el pecho, con el permanente escribí en mayúsculas “PROPIEDAD DE MR. RED”. Me aparté y dejé que lo contemplara. Me puse detrás de él. Lo arrodillé agarrándole por el pelo. Saqué el teléfono y tomé un par de fotos. Con un par no me bastaba así que me puse delante de él y en un par de movimientos me saqué el rabo y se lo metí en la boca. De esa sola estocada inesperada se ahogó, tosiendo y salivando hasta por la nariz, los ojos llorosos. Aguantó sin decir nada. Tomé una última. Mi favorita.
– Muy bien… terminó la clase por hoy. Queda terminantemente prohibido que te pajees si no te lo he dicho yo. Así que ya puedes ir a darte una ducha fría mientras recojo mis cosas y me largo. No quiero verte hasta el próximo día. Y en relación a mi tarifa… vas a tener que pagar no doble sino cuádruple. Se te acabó ir a saunas y bares el único tío al que vas a atender es a mí. ¿Qué pensaría tu madre si viese estas fotos? En fin…nos vemos el jueves. Traeré mi arsenal, más te vale estar preparado.