Ayudando a la mejor amiga de mi esposa ¡Mi intención era buena!
Todos tenemos algún amigo o amiga, con quien en nuestra juventud manteníamos una buena amistad, o con quien coincidíamos normalmente de fiesta, y que con el paso de los años, al iniciar relaciones o trabajos, que inevitablemente nos hace cambiar nuestras costumbres, hemos ido viendo cada vez menos y con quienes inevitablemente hemos ido perdiendo el contacto.
Mi mujer siempre me ha hablado de sus salidas de adolescente con su grupo de amigas, y evidentemente me he llegado a familiarizar con los nombres de casi todas ellas. A algunas, las he ido conociendo a lo largo de estos años, pero a algunas otras solo las conozco por pocas fotos de aquellas que se hacían cuando alguna de ellas salía con una cámara. Ahora todos llevamos una cámara fantástica en nuestros teléfonos, pero en aquella época, que alguien sacase una cámara de fiesta, no era lo normal, y además las fotos realmente costaban dinero, literalmente, pues había que pagar el revelado del carrete, así que entre unas cosas y otras, no es normal que tengamos muchas fotos de aquellos tiempos.
El caso es que de todas esas amigas, había una con la que ella siempre ha tenido una buena afinidad, pero con la que hacía ya mucho tiempo que había perdido el contacto. Bien, pues en estos tiempos de Facebook, twitter, Instagram y demás, ocurrió lo que parece casi inevitable; que alguien propuso una reunión. Tras esa reunión, mi mujer y su amiga Carmen se dieron los teléfonos, y se despidieron con la promesa de tomarse pronto un café y seguir charlando.
Carmen es una mujer de 50 años, abogada, morena de ojos oscuros pero llamativos, muy guapa de cara, y bastante atractiva. Es de esas mujeres que tras toda la vida siendo ancha de caderas, decidió tras separarse, tomar el toro por los cuernos y poner su cuerpo a tono. Empezó a correr, a ir al gimnasio, y el caso es que ahora está estupenda. Y eso sumado a que es una mujer que por su trabajo suele vestir elegante y femenina, a la que nunca le faltan unos zapatos de tacón, la convierte en alguien muy atractiva. Al menos para mí lo es.
Tras varios de esos cafés que se tomaban ellas, un día me dijo de invitar a cenar en casa a Carmen y a otra amiga que vendría con el marido. Les recibimos y tuvimos una cena y posterior velada muy agradable. Carmen era incluso más atractiva en persona que en las fotos que había visto, y resultó tener un punto atrevido y morboso, que si bien ella se esforzaba por disimular, a mí no me pasó desapercibido. Casi sin querer y seguramente más por el efecto del alcohol que por su propia voluntad, contó alguna anécdota de sus salidas post-divorcio, que dejaban claro que había estado en locales liberales, aunque una vez que se dio cuenta, enseguida zanjó el asunto, diciendo que era una opción más que a alguna gente le gustaba, y que ella respetaba pero que por supuesto no compartía. Sin embargo, sus miradas durante toda la noche y cómo contaba ciertas anécdotas de sus últimas citas, a mí me decían otra cosa bien distinta.
De todas formas, era una amiga de mi mujer, y por supuesto yo me comporté correctamente y no la quise tirar más de la lengua. Sin embargo, tras aquel día, y en los sucesivos encuentros que fuimos teniendo con ese reducido grupo, su actitud se fue relajando, y al ganar confianza, yo tenía la sensación de que la atracción con ella era mutua, así que la incorporé a mis fantasías, y en mi imaginación ya habíamos tenido sexo muchas veces y en distintas situaciones. Pero evidentemente todo se quedaba ahí, en mi imaginación.
Un día, recuerdo que era fin de semana porque era media mañana y estábamos desayunando mi mujer y yo con los niños en la cocina, sonó el teléfono móvil de mi mujer. Era Carmen, y estuvieron hablando un poco, y al final mi mujer le dijo que sí, que no se preocupara que, le mandase la dirección por WhatsApp y que ahora en un rato me acercaba yo. Me quedé extrañado y al preguntarle me explicó que al parecer estaba teniendo algún problema eléctrico en casa y que no paraban de saltarle el automático y se quedaba sin luz.
Ser un poco manitas tiene sus beneficios, pero también sus inconvenientes. Y es que cuando algún familiar o conocido tiene algún problema casero, te acaba tocando acudir al rescate. No es algo que me moleste, pero hay días que no te apetece nada salir de casa, y ese era uno de ellos, así que no le puse muy buena cara a mi mujer, pero insistió con la promesa de compensarme luego… así que no me pude negar.
Me reenvió la dirección y el contacto de Carmen, que yo aún no lo tenía, así que le envié un mensaje y le dije que iba de camino. No vive muy lejos, así que no tardé mucho en llegar. Su casa no tiene nada que ver con la nuestra, y al llegar, me abrió la puerta de paso de vehículos y metí el coche dentro del garaje que lo tenía abierto. La vida no le ha ido mal en lo económico, y vive en un chalet con piscina y un jardín generoso con barbacoa.
Al bajar del coche ella había salido a recibirme. Iba con unas chancas y una bata corta de estar por casa, y debajo debía llevar un pijama corto, porque llevaba las piernas al aire. Estaba realmente sexy, y mi imaginación empezó a volar, pero evidentemente me comporté. Nos dimos dos besos y me guio hacia el interior de la casa.
Fuimos a la cocina y me ofreció un café, pero lo rechacé amablemente y le dije que quizás después, si le conseguía solucionar el problema me dejaba invitar a una cerveza. Me contó cuál era el problema y me puse manos a la obra, a buscar la avería. Tenía toda la pinta de que algo le estaba haciendo un cortocircuito en algún lugar de la casa, así que le pregunté si había revisado los enchufes para ver si alguno estaba quemado o había algún electrodoméstico que pudiera ser el causante del corto. Me dijo que me moviese libremente por la casa, que revisara lo que fuera necesario, que no había problema, así que recorrí la casa de abajo a arriba buscando el foco del problema y desenchufando todo lo que estuviese conectado para poder aislar el problema, mientras ellas se quedaba en la cocina preparando algo de comer.
Al llegar a su habitación, me sorprendió encontrarme en un enchufe junto a la mesilla, enchufado un transformador y éste, conectado a un pequeño vibrador, de esos que son como un pene pequeño con la punta curvada para estimular también el punto G al introducirlo. Aquello me excitó repentinamente, y no puede evitar olerlo. Definitivamente olía a sexo. No le dije nada, sencillamente lo desenchufé como todo lo demás y lo dejé donde estaba.
Tras terminar de desenchufarlo todo, fui enchufando de nuevo todo lo que había desenchufado por la casa, y al llegar al vibrador y enchufarlo, saltó la luz. Así que aquel pequeño trasformador de corriente, era el culpable… Al saltar la luz, ella subió buscándome para averiguar dónde estaba el problema, y al entrar en la habitación, me encontró con el transformador y el aparatito en la mano.
Carmen – No me lo puedo creer…. Por dios que vergüenza….. No me digas que es eso lo que hace saltar la luz. No me había acordado que lo tenía enchufado.
Yo – Jajajajaja, este es. El hombre de la casa… jajajaja.
C – Ay por dios no te rías, que me muero de vergüenza
Y – Jajajajaja, joer Carmen, como para no reírme, jajaja.
Ella estaba roja como un tomate, pero no se atrevía ni a acercarse para quitármelo de la mano.
Y – Así que este pequeñín es tan potente, que es capaz hasta de saltar la luz….?
C – Jajajaja, bueno, que hace saltar la luz ya está demostrado, pero bueno, tan potente no es, no creas. Es muy apañadito para una urgencia, pero no es tampoco para tirar cohetes.
Y – Jajajaja, bueno, tú al menos tienes con qué solucionarte las urgencias… yo las urgencias me las tengo que solucionar solo, y a mano, sin aparatito, jajajaja.
C – Bueno pero tú tienes a tu mujer en casa, que es mejor que cualquier aparato, no?
Y – Que ella esté en casa, no es garantía de que quiera solucionar mi necesidad… ya sabes como son las relaciones de tantos años… Caemos en la rutina, y al final, disfrutamos más una buena paja, que un mal polvo.
C – Pues yo estoy de pajas ya hasta las narices, jajaja. Lo que me apetece es un buen polvo.
Y – Joder Carmen, pues con lo buena que tú estás, no me digas que tienes tú algún problema para encontrar quien te lo eche.
C – Ya, claro, a ver si te crees tú que yo me acuesto con cualquiera. Los tíos es que sois la leche. Mi problema es que no soy de sexo fácil. A mí me gusta conocer al hombre, y sentirme cómoda con él. Los machitos de gimnasio y los desconocidos no me interesan en absoluto.
Me senté en la cama con el vibrador aún en la mano.
Y – Y qué tipo de hombres son los que te interesan entonces? Porque se supone que los tíos de gimnasio son más atractivos.
Carmen se sentó en la cama y me quitó el vibrador de las manos.
C- Los tíos de gimnasio suelen ser unos chulos de personalidad nada atractiva, y luego en la cama están más pendientes de mirarse al espejo, que de darnos placer a nosotras.
Me acerqué a ella, y sin hablar, puse mi mano sobre su pierna derecha y empecé a acariciársela. Ella miraba a mi mano sin levantar la cara y sin decir nada. Apoyé mi mano izquierda por detrás en la cama para apoyarme y me acerqué a ella. Giró su cara y nos miramos durante unos segundos mientras mi mano seguía acariciando su pierna. En ese momento nos besamos. Al principio fueron solo piquitos, pero enseguida los dos fuimos abriendo la boca, y acabamos por juntar nuestras lenguas.
Iniciamos un beso muy apasionado y morboso allí sentados en su cama. Mientras tanto, yo le pasé mi mano por la cintura, y se la acariciaba sobre la bata. Ella empezó a respirar más fuerte, y subí mi mano y le toqué los pechos. En ese momento ella emitió un gemido y se separó.
C – Víctor, por dios, qué estamos haciendo? Esto no puede ser
Entonces le tomé la cara con las dos manos y le volví a besar, metiendo mi lengua dentro de su boca, que me recibía con rabia, y empezó a gemir y a respirar fuerte mientras nos besábamos. Su resistencia terminó ahí.
Me abrazó y yo aproveché para meter mis manos dentro de su bata. Al abrirla me encontré con un pijama de pantaloncito corto y una camiseta de tirantes. Metí mi mano dentro de la camiseta y le acaricié el pecho izquierdo primero, y el derecho después. Ella no paraba de gemir ante mis caricias. Nos tumbamos en la cama y terminé de abrirle la bata y le subí la camiseta dejando sus pechos al aire. Se los lamí, jugué con mi lengua en los pezones, y enseguida se le pusieron duros como garbanzos.
Ella se incorporó de rodillas en la cama, se quitó la bata y se empezó a quitar el pijama también. Yo me quedé quieto admirándola. Tenía un cuerpo muy bonito para su edad. Se conservaba bien. Sus pechos estaban algo caídos, pero los pezones aún apuntaban hacia delante, desafiantes. Se paró y se quedó mirándome.
C – No te quedes así mirándome, que al final me vas a cortar. No te gusto?
No le contesté. Me puse de pie junto a la cama y me empecé a desabrochar el pantalón. Me lo bajé hasta abajo y me lo saqué. Mi polla ya marcaba un buen bulto en el calzoncillo, y una mancha de humedad. Ella la miró con deseo, pero seguía quieta. Me quité también la camiseta que llevaba y la tiré al suelo. Ella me miraba todo el cuerpo, pero su mirada se detenía en el bulto. Se acercó al borde de la cama y ella misma cogió el calzoncillo y tiró de él para abajo, liberando mi polla, que salió disparada hacia delante, totalmente dura. Los calzoncillos cayeron al suelo y con un rápido movimiento de mis pies los aparté a un lado. Finalmente me subí a la cama de rodillas como estaba ella, me acerqué y nos fundimos en un nuevo beso, estaba vez más cargado aún de deseo que los anteriores.
Yo acariciaba su espalda mientras nos besábamos y le tocaba el culo sobre su pantaloncito de pijama. Empecé a meter las manos por dentro y noté que llevaba un tanguita. Aquello, como siempre me pasa con los tangas, me aceleró. Le empecé a bajar el pantalón. Quería verle el culo solo con el tanga. Me dejó que se lo sacase, y la puse a cuatro patas y empecé a acariciarle todo el cuerpo. Desde los pies, hasta la cabeza, le recorría el cuerpo entero con mis manos, y con mi boca.
Ella se estaba quieta ante mis caricias. Respiraba agitadamente y gemía excitada, pero no se movía. Estuve disfrutando de ese espectáculo de mujer durante un buen rato, acariciándola y besando sus partes más íntimas. Al pasar por su culo, notaba el tanga muy mojado en la parte pegada a su coñito, pero no se lo tocaba. Y ella solo movía el culo pidiendo que lo hiciera.
Finalmente le cogí el tanga y se lo saqué también. Desde atrás metí mi boca en su culo y lamí su ano. Abría su culo y lo lamía, dejando que mi lengua bajase hasta su coñito, que estaba chorreando flujos por el exterior. Busqué su clítoris y ella no pudo reprimir un gemido. Abrió bien sus piernas en esa postura para dejarme que llegase bien, y se lo estuve comiendo así un rato, pero no era muy cómodo, así que le di la vuelta y se tumbó boca arriba, con sus piernas bien abiertas.
Me tiré a su coñito como un león que devora a su presa. Jugué con su clítoris, lo mordisqueé, lo recorrí, lo succioné. Al cabo del rato ella estallaba en un orgasmo intenso que no reprimió. Gimió bien alto y apretó mi cara con sus piernas cuando ya no podía aguantar más el placer y la intensidad.
C – Para cabrón, que me vas a matar, que no puedo aguantarlo cuando se pone tan intenso. Ven aquí y fóllame, que hace mucho que no me follan.
Y – No tengo condones. Tienes tú alguno?
C – Joder, no tengo, pero tengo hecha la ligadura de trompas, y tú estando casado, imagino que no andas por ahí follándote todo lo que se mueve, así que no nos vamos a pegar nada, no?
Me turbé sobre ella y nos fundimos en otro beso súper apasionado. Apretaba mi polla contra su cuerpo y ella subía su pubis buscando el roce de su clítoris. Entonces ella bajó la mano y cogió mi polla para dirigirla a su entrada, pero yo aún no empujé, y ella empezó a jugar con ella, recorriendo toda su rajita, mojando bien el glande con sus jugos. La llevó a su clítoris y se empezó a masturbar con mi polla. Todo aquello sin dejar de besarnos como leones.
Finalmente la dirigió de nuevo a su entrada y de un empujón se la metí entera.
C – Ahhhhh, cabronazo, que me destrozas, que te he dicho que hace mucho que no me follan.
Y debía ser verdad, porque noté su coñito abrirse bien apretado ante la entrada de mi polla. Al llegar al fondo me quedé quiero y esperé a que ella se acostumbrase a tenerla dentro. Contuvo la respiración un momento, y enseguida empezó a subir su pubis contra mí.
C – Vamos, fóllame, despacio al principio, pero fóllame ya.
Empecé a moverme, saliendo casi del todo y volviendo a entrar hasta el fondo. Al principio despacio, pero estaba tan estrechito y ella gemía de tal manera que me excitaba demasiado como para aguantar a un ritmo lento, y pronto empecé a acelerar, y a darle duro cuando llegaba al fondo. Ella cada vez gemía más fuerte.
Me rodeó con sus piernas y las cruzó detrás de mi culo, y me agarró el culo con sus manos y tiraba fuerte de mí. Estaba como loca, gritaba y tiraba de mí pidiendo más
C – Sí, sí sí, sí, dame duro joder, empótrame con ese pollón que tienes, cabrón!!!
Y de repente empezó a correrse y a gritar como si le pasara algo. Temí que me clavase las uñas en el culo y me dejase marcas, pero en ese momento no podía empezar con remilgos ante una mujer en su estado. Terminó de correrse y se quedó como adormecida, con los ojos cerrados, jadeando, abrazándome y apretándome con sus piernas.
Yo la besaba la cara, los ojos, la nariz, el cuello… le lamía el cuello, las orejas, se las mordía, le seguía besando, y ella empezó de nuevo a mover su pubis contra mí. Mi polla seguía dura como una piedra dentro de ella.
C – Déjame que te folle yo. Ponte abajo.
Me tumbé boca arriba y ahora ella, sin sacársela en ningún momento, se puso sobre mí. Sentada vertical, abierta de piernas a horcajadas. Apoyó sus manos en mi pecho, me lo acariciaba, y empezó a mover su cuerpo adelante y atrás. Hacía círculos con mi polla dentro, aceleraba el ritmo, volvía a hacerlo despacio. Estaba disfrutando de su posición para su propio placer. Yo estaba encantado con el espectáculo que me estaba regalando. Le acariciaba las tetas mientras ella seguía follándome y bajé mi mano hasta su clítoris, y se lo empecé a masturbar mientras ella me follaba.
Abrió los ojos como platos, y me miró de nuevo
C – Pero que cabrón eres!!! Sabes cómo volverme loca, verdad? Tú sabes las veces que me he masturbado con mi juguete pensando que eras tú el que me lo hacía?
Y – No me jodas Carmen, en serio?
C – Totalmente en serio. Los tíos vivís en vuestro mundo y no os enteráis de nada, pero tú me pones desde el mismo día que te conocí.
Y – Pues ya me tienes dentro de ti, así que venga, fóllame zorra, que menuda zorra estás hecha, follándote al marido de tu amiga
C – Te vas a enterar tú de lo zorra que soy….
Y empezó a follarme con movimientos de adelanta a atrás, violentamente, muy deprisa. La sensación era súper intensa y si seguía así no iba a durar mucho. Empecé a gemir yo también en alto, y a llamarla de todo
Y – Ahhhh, sí, joder, fóllame zorra. Menuda hija de puta eres, qué manera de follarme
Y le di un azote en el culo. No le quise dar muy fuerte por si no le gustaba, pero aquello la hizo gritar de placer.
C – Síiiiiii, cabrón, eso es, dame más fuerte que estoy siendo muy mala, castiga a tu puta como se merece.
Y le di de nuevo, esta vez bastante más fuerte. Ella se terminó de desbocar del todo y se empezó a correr de nuevo. Gritaba y se contraía sobre mí. Sus movimientos se redujeron a apenas un pequeño vaivén y notaba todos sus músculos interiores apretar mi polla, que no pudo aguantar más y empecé a descargar yo también dentro de ella. El orgasmo me vino como una explosión, y me incorporé y me abracé a ella bien fuerte al tiempo que seguía empujando contra su interior.
Cuando terminamos de corrernos, nos dejamos caer en la cama de nuevo, ella sobre mí. Estuvimos sin hablar un rato, ella tendida sobre mí, como dormida, y yo acariciándola hasta donde me llegaban las manos. Toda su espalda, sus brazos, sus piernas aún flexionadas. Las estiró se quedó sobre mí, con mi polla aún dentro, perdiendo vigor, casi saliéndose. Apoyó sus codos en la cama y nos estuvimos besando y charlando muy relajados.
Al terminar, me di una ducha rápida para quitarme el olor a sexo y bajamos a la cocina. Ahora ya la luz no saltaba, así que el problema estaba solucionado. Acordamos decirle a mi mujer que el problema había sido el cargador del teléfono, para evitar sospechas, y nos despedimos con un beso, quedando en repetir pronto.
C – No te olvides que no puedo cargar el vibrador, así que no tardes en llamar…
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