Me calenté y terminé enamorando del padre de una alumna
Pasaron varias semanas desde nuestro último encuentro. Yo me dediqué a seguir trabajando impartiendo asesorías y a buscar trabajo de lo que fuera. Para este entonces, como ya había dicho en mi relato anterior ya vivía como mujer en la sociedad y en mi familia.
A mis 26 años, y a casi un año de haber abandonado mi trabajo como hombre, mi pelo ya lo traía largo, y me lo cambié a pelirroja. Mis facciones y cuerpo gracias a mi tratamiento hormonal ya muy femeninos, después de tres años y de haber removido mis testículos desde el principio. No muy alta, pero no muy baja. Delgada, piel clara, ojos castaños claros y lo más importante, una cintura muy apretadita, unos pechos que no dejaban de crecer, de copa C ahora eran copa D, y una cadera y nalgas que estaban super gigantes.
Ya que obtuve mis papeles con mi nombre de mujer, y mi acta de nacimiento que decía que había nacido hembra, fui a varias entrevistas de trabajo, pero me ofrecían muy poco dinero. Básicamente busque de toda clase de oportunidades, ya que mis asesorías no me daban suficiente dinero. Pensé que mi vida iba a ser más fácil ya una vez siendo mujer, pero me di cuenta que no.
Mi círculo de amistades que dijo que ya me habían advertido de eso, que vivir como mujer es mucho más difícil que de hombre. Además el encontrar pareja es sumamente difícil, pues la mayoría de los hombres que valen la pena, o son casados o tienen pareja o son gays. Eso, sin embargo, no cambió en lo más mínimo mi decisión de ser mujer.
También noté, que en un principio cuando salía muy de vez en cuando de mujer a la calle, me gustaba que los hombres me viera y me dijeran cosas. Luego cuando empecé a vivir como mujer medio tiempo, me seguía gustando que en lugares públicos los hombres se me quedaran viendo. Pero ya una vez siendo mujer al 100%, el simple hecho de andar en la calle o en un lugar público me hace sentir insegura y cansada de escuchar a hombres decirme cosas, de seguirme, de buscarme plática y cosas del estilo. Y claro que mis medidas y atributos de mujer no ayudaban mucho a evitar ser notada. No podía ir al gym, o andar en transporte público sin que alguien me dijera algo. Después de mucho, me resultó muy cansado y fastidioso. Es parte del precio de ser mujer.
Mi amor imposible, el papá casado de mi ex-alumna, me pedía fotos por el teléfono y que lo siguiera viendo. Yo de nuevo, me hacía la difícil, pues como dije antes, aunque él me gustaba y me parecía muy atractivo, estaba casado y no me convenía meterme en una relación así. Estuvieron bien los encuentros que tuvimos, pero creo que era la mejor dejarlo así. Él, sin embargo, insistía que nos viéramos en un lugar privado o motel, pero solo le daba largas. Ya no estaba impartiendo asesorías en la casa de él, por lo cual era más complicado que nos encontráramos.
Un día fui a una entrevista de trabajo, siempre a cada una de mis entrevistas iba vestida de ejecutiva, con saco, blusa, falda arriba de las rodillas, zapatos de tacón alto, maquillaje discreto y sencillo y pocos accesorios. Cansada ya de esa fórmula, ese día fui con un vestido casual strapless largo (sin mangas, sin tirantes) se sostenía con un cordón que se amarraba atrás y dejaba ver mi cuello, y toda la parte superior de mi pecho. Tacones alto, algo de accesorios y bien arreglada. Quería verme como modelo, pero a la vez profesional. El puesto era para una empresa hotelera, en la sección de recursos humanos. La entrevista fue con otras mujeres y la entrevistadora era mujer también. Mi osadía en ser diferente ¡funcionó! pues salí de la entrevista con el trabajo. Ese día me sentí muy feliz y quería ir a celebrar.
En el momento que salía de la entrevista, me llegó un mensaje de él, diciendo que iba a estar solo en su casa y si quería ir a darle una «asesoría». Como andaba de muy buen humor y queriendo celebrar, le dije que sí, y que ya iba en camino para allá. No me respondió nada sino con un solo: «dejaré la puerta abierta para que entres hasta la recámara principal».
Llegué a la casa. No vi a nadie. Entré y llegué hasta la recámara grande. No se veía él por ningún lado. Solo un babydoll rojo sobre la cama y una nota que decía: «pontelo, es mi esposa, regreso en unos minutos». El babydoll estaba hermoso, de encaje de buen gusto, transparente de casi todos lados, de tirantes finos, con una pequeña faldita y una micro tanga que apenas era un triángulito que cubría mi micro pene. Ese día, por azares del destino no había usado mi adaptador escroto-vagina, como en mis experiencias sexuales anteriores. En ese día y en ese momento no me importó. Pensé que él ya sabía que era una mujer que había nacido como hombre. Sin embargo, dicen que el uso de hormonas no disminuye el tamaño del pene, pero en mi caso sí lo hizo, este era muy pero muy pequeño. Además, sin mis testículos, la piel que me colgó alguna vez se empezó a retraer y a hacer compacta. Así que, a pesar de no traer el adaptador, mi cosita era casi totalmente plana y aunque lejos de aparentar ser una vagina, no parecía para nada un pene y una bolsa de testículos. Sin ponerme o quitarme nada más, solo me desvestí dejando mi vestido y brassiere strapless, mi tanga y mis zapatos a un lado. Me lavé muy bien mi anito, y quede solo con el babydoll y su micro tanguita puestos en mí. Mi pelo largo rojo suelto, mis labios rosas y mi sed de macho sobre la misma cama de él y su esposa.
Al minuto llegó él. Como siempre, encantador. Alto, hombros anchos, de barba, mirada tierna. Solo vestía unos boxers encima y ya se notaba su erección tan pronto y me vio. Traía en una mano una botella de vino y en la otra un consolador, un pene de látex de unos 20cm o más y muy grueso. Y me dijo sonriendo, -«traigo unos juguetes para divertirnos»-. Enseguida, tomé el consolador de sus manos y me lo metí en la boca, mientras él se sentó en un sillón, abrió la botella de vino y comenzó a beberla. Yo me puse a jugar con el juguetote. Viéndolo a él a los ojos, lo saboreaba como caramelo sobre la cama de su esposa, me lo metía todo y lo lamía con mi lengua, mientras lo usaba para acariciar mi cuerpo. El solo hecho que me viera me excitaba, el hecho de que lo estaba haciendo en la cama de su esposa con su ropa me excitaba más. Me tocaba mis pechos mientras lo pasaba sobre mí, lo volvía meter en mi boca mientras con mis manos masajeaba mis nalgas, mi cintura y mi gran clítoris. Me mordía mis labios mientras me lo pasaba por entre mis piernas y mis pompas. Él se volvía loco pero no se estaba tocando, solo me veía y lo disfrutaba.
Me seguía tocando y acariciando, mientras me pasaba en todo el cuerpo el juguete. Lo volvía a meter a mi boca y lo llenaba con saliva. Me quité los tirantes frente a él, dejando saltar a mis pechos D, que ahora eran mucho más grandes que la primera vez que nos vimos. Él lo notó, pero siguió admirándome, no dijo nada. Me puse el juguete en medio de mis pechos haciéndoles una rusa, y después de tallarlos con fuerza en mi gran busto, me lo metí todo a la boca de un bocado. Él estaba ya explotando en chispas y sudando de tanta excitación, mientras me veía jugar a la niña fogosa con ese accesorio tamaño diablo.
Llegó el momento, me retiré el babydoll en un suave streap tease, lanzándolo sobre él, y dejándome solamente la micro tanga. Tan pronto, se lo lancé, me volteé de espaldas, mostrándole mis nalgas de balón de baloncesto, agarré el miembro falso y lo presenté en mi entrada anal -«Ayyy, ahí me gusta»- gemí con voz dulce y delicada. Él seguía sentado sin tocarse, yo por mi parte me tomé de la cama con una mano, y estando de pie me recliné un poco para enseñarle mis nalgotas, mientras con la otra mano empujaba poco a poco el miembro de juguete.
-Ay papi, no quiere entrar.- Le dije con voz juguetona.
Me puse solo la puntita del juguete en mi ano.
-Mira nene, aquí esta en la puertita, ya listo para darle- le seguí diciendo golosamente.
Como no tenía lubricante me la pasaba lamiendo todo el miembro de juguete y chupando mis dedos que usaba enseguida para acariciar mi anito apretado y darle de mi saliva. Al principio me dolía mucho.
-¡Papi, papi! Me duele mucho, no estoy lista todavía, mírame, ¿te gusta?- le comentaba mientras a penas metía un centímetro del super miembro en mí.
El seguía solo disfrutando la vista. Sin tocarse ni hacer nada.
-¡Ay, ay, ay! me duele mucho, gritaba de dolor mientras seguía masajeando con saliva mi ano y chupando fervorosamente el pene grueso y largo.
Poco a poco iba entrando, pero con mucho trabajo y dolor. Me dolía, pero no me rendía, me gustaba estar a la vista de él, sabía que estaba super excitado, sus ojos lo delataban. Pero seguía sin hacer nada.
-¡Ay, ay mi amor! Me duele papi- Le dije con gemidos y gritos.
Me estaba a penas entrando un poco, dilatando un poco mi ano, cuando tempestivamente, él se levantó de su lugar sin darme yo cuenta, y con gran fuerza y sin decir nada se acercó de un movimiento detrás de mí, tomó con su mano la parte de abajo del miembro de juguete ¡y de súbito me lo encajó todo y hasta el fondo!
Yo quedé sin palabras, no pude ni siquiera gritar. Sentí como si me hubieran enterrado una varilla de metal y me hubiese perforado todas mis entrañas. Cuando finalmente entraron todos los 20+ centímetros de esa gruesa pieza de plástico, me sacó lágrimas de dolor. Después de unos instantes y de tanta fuerza aplicada, comencé a llorar de dolor y pidiendo que se detuviera y me lo sacara. Él, todo lo contrario, lo sacaba un poco y lo volvía a meter con mucha fuerza, cada vez más violentamente. Como si fuera un asesino y me estuviera apuñalando varias veces, pero sin sacar el arma. Yo seguía llorando y gritando de dolor, empecé hasta pedir ayuda a que alguien me rescatara de tanto dolor que sentía.
Después de unos pocos minutos de dolor, lo empecé a disfrutar. Mi ano ya estaba muy dilatado y esa cosota entraba totalmente y salía sin problema ya. Inclusive noté que tuve una eyaculación, con mi pene sin estar erecto, cual pensaba a estas alturas ya no podía tener. Ese líquido transparente salío cuando me dio la primera embestida.
Al estar ya caliente, le empecé a pedir que lo hiciera más rápido y más rápido, él se concentró ahora en darme placer y escuchar mi voz y lo hacía según mi orden. Lo dejaba adentro hasta el fondo, lo sacaba un poco, de repente todo y lo metía, luego lo metía un poco y lo movía rico, cambiaba de ritmos y movimientos para mi entera satisfacción.
Él se desvistió, y quedando desnudo, tiró el gran juguete a un lado, y sin lubricante y a un solo movimiento me metió su herramienta de carne y hueso. -¡Ni siquiera mi esposa puede con esto, pero tú sí, me encantas primor!- me decía mientras me nalgeaba y bombeaba dentro de mí. Lo hacía cada vez más rápido y más duro y rico, cuando estaba a punto de terminar, me pidió que me arrodillara frente a él, y estando yo ahí me lo metió en la boca terminando dentro de mí, y mientras explotaba hasta mi garganta, me tomaba toda su leche de macho fuerte, y seguía metiéndola y sacándola de mi boca, hasta dejarlo seco y pedirme que parara.
Él me ayudó a ponerme de pie, me dio un hermoso beso, no le importó probar el sabor de su semen. Y mientras buscaba su ropa para vestirse, me dio cuenta que había dejado una mancha de mi líquido sobre la cama, me dio mucha pena y le pedí que me trajera unas toallas húmedas para secarme y limpiarme. Mientras iba por eso, recuperé mi ropa y me volví a vestir escondiendo mis partes pequeñas de hombre. Limpié mis rastros de líquido sobre la cama con mi misma ropa, esta no se quitaba, estaba muy pegajosa, así que cuando me trajó la toalla sin que se diera cuenta la terminé de asear.
Cuando me pusé la ropa y él también, me reclamó que se suponía nos ibamos a bañar juntos. A lo que respondí que en efecto, en eso habíamos quedado, pero tendríamos que dejarlo pendiente otra vez. Me terminé de arreglar y antes de irme, me dio una cajita de regalo. Me dijo que lo abriera hasta estar en mi casa.
Nos dimos muchos besos y me fui. Al llegar a mi casa, abrí el regalo, y vi que era un boleto para un crucero, el mismo que había ganado en aquella noche que nos conocimos. ¿Qué seguirá para nosotros?