Comenzó como un juego y termine seduciendo a mi tía

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-Una vez me corrí en tu batido –confesé.

-¿Que hiciste qué?

-Me masturbé en tu batido de proteínas, después lo agité y a continuación volví a meterlo en la nevera –le expliqué-. Me dio un morbo terrible hacerlo.

La tía Irene abrió los ojos como platos y después se echó a reír sin ser capaz de sostenerme la mirada. Cuando lo hizo estaba roja como un semáforo.

-¡Serás cerdo! ¡De modo que me tragué tu leche sin saberlo!

-Bueno, ahora lo sabes.

-Vaya con el juego… esto no me lo habrías confesado delante de tu tío, ¿verdad?

-No, te lo confieso porque estamos solos.

Se sonrojó aún más y le indiqué con un gesto que era su turno.

-Atrevimiento.

-Vale –respondí, mirándola a aquellos ojazos verdes que me enloquecían desde la adolescencia-. Quiero que finjas un orgasmo en voz alta.

-Aquí ni de coña, cielo… es un bar lleno de gente.

-En donde no te conoce nadie, tía. No estás en el barrio… venga, cobardica.

-Podría grabarme alguien con el móvil… si tus primos llegaran a verlo… no, no puedo –respondió a pesar de la leve borrachera-. Tú ganas.

-No seas tan egocéntrica. Estás muy buena, pero dudo que nadie lo subiera.

-Eso no podemos saberlo y podría costarme el divorcio.

-¡Anda ya, exagerada! Te creía más valiente, mira… igual resulta que no eras tan fiestera como decían siempre la abuela y mi madre. En esta época se habrían reído de ti, que lo sepas. Cualquier cría de estas lo haría sin pensárselo, corazón.

-No me llames así, tenme un respeto. Soy familia tuya y mayor que tú.

-Corazón, preciosa, bombonazo.

-Te estás pasando, Dani –replicó sin dejar de sonreír-. Para ya, venga.

-Te gusta que te lo diga.

-Sí que me gusta –susurró con voz ronca-. Por eso quiero que pares.

-Además de correrme sobre tu batido metí la polla dentro. Estaba muy fresquito, y me sentí un poco como si te estuviera violando. Fue la mejor paja de mi vida, tía. Cuando pienso en mi lefa bajándote por la garganta. Uff.

-Ok, cielo. Tú lo has querido. Ohhhh. Mmmmmm.

Por increíble que pueda parecer, dado el nivel de dureza que ya tenía mi erección, al ver que conseguía mi objetivo sentí que mi polla casi duplicaba su tamaño y se arqueaba bajo la mesa, como buscándola.

-Ohhhh –gimió-. Oh, joder.

Extendí mi mano hacia la suya y me la agarró con fuerza, entrelazando sus dedos con los míos, mientras me miraba con los ojos entrecerrados y ¿simulaba? un movimiento circular más y más rápido con la otra. Se mordió los labios y pedí al cielo que aquello fuera lo que parecía: la tía Irene acariciándose para mí.

-¡OH, NENE! –Gritó, ya sin pudor-. ¡OH, DIOS, NENE! ¡DIOSSSS! ¡AHHHH!

Todos la miraban hipnotizados y yo más que nadie. Al menos siete de los chicos y un par de chicas la grababan con sus móviles sin creerse el espectáculo.

Sacó la mano oculta bajo la mesa y se llevo los dedos a la boca con una expresión lasciva que provocó reacciones encendidas entre varios de los chicos, que soltaban obscenidades rayanas en la agresión. La música del bar había dejado de sonar hacía rato. La clientela estaba tan caliente que casi temí por ella.

-Anda, Dani –dijo ella, adivinando mis pensamientos-. Vámonos de aquí.

Me acerqué a pagar sintiendo las miradas de envidia de los clientes. La tía Irene me esperaba en la calle con cara de enfado y en cuanto me vio salir hizo una señal a un taxi para que se detuviera y subimos a bordo sin pronunciar una sola palabra. Yo estaba confuso por su reacción y me tranquilizó con una sonrisa.

-No es por ti, cariño –me susurró con dulzura tras darle la dirección de mi casa al taxista-. Mientras salía un tío me ha agarrado el culo… puto cerdo…

-Sí, te miraban de una manera.

-Me mirabais, Dani. Pero a ti no te culpo, he sido yo quien te ha puesto así.

-Yo te lo había pedido. Y aún estoy alucinando.

-¿He estado a la altura de mi leyenda? –preguntó, volviendo a sonreír.

-Ya lo creo –dije, aliviado. Luego me di cuenta de una cosa-: ¿Me llevas a casa?

-Sí, ha estado muy divertida la noche, pero es mejor parar.

-¿Por qué? Podríamos tomarnos la última.

-Cariño –replicó-. Me ha encantado la peli y flirtear contigo. Pero es suficiente.

-Vale –respondí sin conseguir disimular mi decepción.

-Pero no te enfades. Pare, es aquí mismo… ¿Te puedo preguntar una cosa?

-Sí, claro –respondí, agradecido por pasar un par de segundos más junto a ella.

-¿Qué es lo que dice de mí tu madre?

-A mí nada. Pero siempre te critica hablando de ti con sus amigas. Sobre cómo eras antes de casarte. La abuela no se queda atrás tampoco, la verdad.

-Dos putas beatas, es lo que son… ¿Y tú qué piensas?

-Yo estoy loco por ti desde que era un crío. Hasta violé tu batido, ¿recuerdas?

Soltó una carcajada cristalina y no me costó adivinar tras la máscara de madre y esposa la joven alegre y desinhibida que había sido quince años antes. Nos miramos largamente, el chico de diecinueve y la diosa de treinta y cinco y me sorprendió acercándome los dedos de la mano izquierda a la nariz.

-Si no me corrí fue porque estábamos rodeados de gente –explicó, entornando los ojos tal y como lo había hecho en el bar. Los cerró para sentir mi lengua acariciando sus yemas y supe que estaba evaluando mi habilidad para cuando la tuviera sobre su vulva. Si su coño sabía tan bien como sus dedos…

-Vale –gimió por fin, con los ojos todavía cerrados-. Tu madre no sabe que estás conmigo y tu tío no vuelve de Murcia hasta el lunes. Igual tienes que salir mañana un ratito por la tarde, porque Isabel tiene que volver para recoger algo de ropa, pero se irá enseguida. Luis también pasará el finde fuera.

-Lo sé. Por eso elegí esta semana para invitarte al cine.

-Cabronazo –respondió con picardía-. Pedazo de cabrón… Te voy a dejar seco…

Escuché la dulce ronquera de la excitación en su voz mientras la daba al taxista la dirección de su casa y me recreé con la manera en que el vestido negro se ceñía a su cuerpo mientras se inclinaba hacia delante, delgado y firme. Acerqué mi mano a su cabello rubio y liso y le deshice el recogido con los dedos.

Una veinteañera hambrienta de sexo se giró para comerme la boca con ansia, despojada por fin del aburrido disfraz de madre y esposa. No pude sino imaginarme lo que aquella bestia me iba a hacer al llegar a su casa, tras quince años de impulsos reprimidos. Por fortuna no imaginé demasiado tiempo.

La mirada de envidia del retrovisor dejaba en ridículo a las del bar mientras mis dedos se metían bajo las braguitas negras y le buscaban el agujero del culo. Supe lo mucho que le gustaba aquella invasión cuando levantó las caderas para que se lo metiera aún más, mientras su cabeza subía y bajaba rápidamente.

El espectáculo duró lo justo y no nos importó que el taxista sacara su móvil para grabarlo una vez llegamos a nuestro destino. Le di una tarjeta para que nos enviara el vídeo a mi móvil y no nos cobró nada. Al día siguiente, tía Irene y yo lo vimos mientras desayunábamos en la cama huevos con bacon.

Ella lleva el vestido recogido en la cintura mientras me hace la primera mamada de mujer adulta de la que disfruto en mi vida. Sus pechos están sobre un asiento que dista mucho de estar limpio y sus pies (tan pequeños) se balancean descalzos salvo por las medias negras. Su pubis se frota contra la tapicería.

Mientras mi dedo medio se hunde en sus entrañas gracias a la gentileza lubricante de un coño empapado que perfuma el interior del coche, el suyo lo hace en las mías, acariciando un punto desconocido para mis anteriores amantes, lo que me provoca a la vez una urgencia de eyacular y un profundo agradecimiento a su experiencia. Sé que no lo ha aprendido de mi tío.

Mis huevos arden literalmente desde dentro, acumulando más y más semen mientras son acariciados por su mano (tan pequeña, tan bonita, tan…) izquierda. La derecha sigue accionando el misterioso botón de mi culo, pero no tarda el abandonarlo para ir al encuentro de su clítoris. Gime más fuerte.

-Cielo, córrete conmigo –susurra un segundo antes de volver a recibirme en su garganta de terciopelo. Su culo (tan precioso…) apresa más fuerte mi dedo medio mientras se da caña al clítoris con dos de los suyos y no tarda en perder el control de esa mano. La otra me aprieta los huevos con la presión exacta.

Su cabeza no deja de moverse arriba y abajo con avidez y la precisión de un metrónomo, succionando cada vez que se retira. La saliva me empapa los huevos doloridos y a punto de estallar. Grita con la garganta llena y le retuerzo el cabello porque el orgasmo que se avecina es tan violento que asusta.

Y cuando al fin llega, mi tía se traga hasta la última gota de leche, acompasando cada eyaculación con una contracción hambrienta de su garganta.

Levanta su cabeza despeinada y me recreo con la manera en que se relame. Está bellísima, provocándome con ese gesto. Tiene el rímel corrido (en todos los sentidos) y parece una chiquilla gótica tras un concierto. Se sube los tirantes del vestido y se baja la falda. Me pide que le de mi tarjeta al taxista y lo hago.

Poco después finaliza ese vídeo que disfrutaremos a la mañana siguiente. Pero antes le da las gracias a nuestro público por la atención prestada y elogia al taxista por su pulso firme al grabar y su profesionalidad al no habérsela cascado durante la filmación. Le lanza un beso con malicia y luego me señala:

-Os presento a mi sobrino Daniel, que hace algunos años se pajeó como estáis haciendo vosotros ahora. Pero él lo hizo sobre el batido de proteínas que desayuno antes de ir a spinning. Esta noche mi chico favorito me ha invitado a cenar y ha tenido el valor de confesármelo jugando. Es todo un hombre.

Sonríe seduciendo a la cámara y continúa con voz lasciva:

-Ahora vamos a mi casa, donde aprovechando la ausencia de mi marido y mis dos hijos este cabronazo me va a follar como solo podría hacerlo un crío de diecinueve. Mis hijos tienen catorce y dieciséis. Mi marido cincuenta y ocho, así que no sé si podré sentarme a comer con él cuando regrese de viaje.

Otro breve silencio conquistando a la cámara. Después se despide:

-Os lo digo porque me muero por sentirle también en mi culo y le voy a dar eso que llevo mucho tiempo sin darle a nadie. Sin reservas. Mi hermana está convencida de que soy una puta y desde luego que voy a serlo. La puta de este bomboncito que hace un momento casi me toca el corazón con su rabo… ¿Y sabéis otra cosa? Que prefiero su leche sin mezclarla con nada, y bien calentita.

Lo mejor de jugar con Irene es que siempre dice la verdad.

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