Convencí a mi mujer para hacer un trío con mi mejor amigo

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Trio pactado con mi mujer

Voy a compartir con todas las lectoras y lectores la última experiencia que vivimos mi esposa Mara, mi amigo Pedro y yo, que si bien no fue un trio físicamente hablando, si lo fue en la preparación del encuentro y en el posterior relato de los hechos acontecidos que me hizo mi mujer con todo lujo de detalles.

Si habéis leído mis dos relatos anteriores seréis buenos conocedores de las aventuras que en nuestra larga vida matrimonial hemos llegado a experimentar en el mundo de los tríos.

Y también seréis conocedoras de lo que nos costó convencer a Mara para que hiciese realidad mi fantasía sexual que no era otra que verla yacer en la cama con otro hombre.

Al principio me preocupaba, en mis deliberaciones internas llegaba a reprocharme la idoneidad de esos pensamientos obscenos y antinaturales, cuestionaba mi raciocinio y mi ética personal, llegué a pensar que quizás sufría de algún tipo de patología. Sin duda, el lastre de una educación cristiano-conservadora en una época en la que lo correcto era esperar al sí quiero para poder tener relaciones sexuales con tu pareja, pesaba mucho en mi subconsciente y condicionaba mis elucubraciones al respecto claramente.

¿Cómo podía ser que me excitara esa fantasía de tal manera? Desde luego (pensaba en aquel tiempo) que no era normal. Pero la curiosidad me llevó a buscar información sobre el tema, leí muchos artículos y reportajes en libros y revistas con mucha discreción, no podía permitir que mi querida esposa a la que adoraba y de la que estaba perdidamente enamorado descubriese mis fantasiosos anhelos sembrando con ello dudas sobre mi honestidad, no podía permitir que supiese que me excitaba hasta el punto de llegar a masturbarme imaginándola follando con un tercero. ¿Qué pensaría? Seguramente que yo no estaba en mis cabales.

Descubrí con esas lecturas clandestinas que mi caso no era tan extraño como a mí me parecía, había un extenso abanico de personas con unos gustos sexuales amplios y diversos, algunos incluso más raros que los míos (por ejemplo la zoofilia o la necrofilia). Descubrí con cierto grado de entusiasmo que lo que me pasaba a mí era mucho más común de lo que pensaba y que introducir un tercer personaje, hombre o mujer, en las relaciones íntimas de una pareja consolidada, era la fantasía más recurrente en el 60 por ciento de las mismas.

Animado y envalentonado con aquella información, en un momento de intimidad y relajación post-coital, decidí preguntarle a Mara cuál era su fantasía sexual, la respuesta fue vaga y desalentadora, ella no tenía fantasías, estaba realizada sexualmente y no necesitaba nada más que añadir a su vida de alcoba, pero mi sucesiva insistencia en diferentes momentos en los que la situación propiciaba una conversación desinhibida para volver al tema que a mí me interesaba me hizo alcanzar dos puntos clave, el primero fue conseguir que se sincerase y confesara que alguna vez había pensado en hacer el amor atada a la cama con los ojos vendados y a merced de los deseos y acciones de su amante sin posibilidad de negarse a ninguno de ellos, y que la excitaba pensarlo, ya teníamos allí una fantasía sexual. Pero lo que más me gustó fue que me preguntó sobre las mías.

Por supuesto la puse al corriente, y como era de esperar se escandalizó, o al menos se hizo la escandalizada. No entendía que si yo la quería pensase esas cosas, no entendía que me pudiese gustar eso, pero conseguí que al final pudiésemos hablar del tema con tranquilidad y sin histerias. Ya había dado un paso importante, el siguiente vino sin buscarlo.

Mi amigo Pedro, íntimos desde el parvulario, compañeros de correrías de juventud, nos casamos el mismo año y desde entonces llevamos una estrecha relación las dos parejas siendo habituales las cenas o comidas mensuales en las que hemos desarrollado una profunda y sincera amistad. En una noche de borrachera que nos quedamos los dos solos apurando la madrugada le comenté que su mujer me ponía mucho y que me daba morbo, su reacción me sorprendió y entornó un poco la puerta de nuestros secretos que a pesar de la confianza no habíamos intentado abrir nunca.

-Ojalá te la tirases y yo pudiese verlo, me dijo. –es una de mis fantasías más deseadas. – ¿Pero tú quieres a tu mujer, no? –Más que a mi vida, ¿Pero, eso que tiene que ver con follar? Hablamos y hablamos del tema una y otra vez, compartimos nuestros deseos y llegamos a disfrutar con las experiencias que vivimos y que podéis leer en mi primer relato TRIO DESEADO CON MI MUJER.

Diez años más tarde, continuábamos casados con nuestras mujeres y en mi caso, a pesar de haber cumplido mi fantasía por dos veces, enamorado de mi esposa como el primer día. Quedaba comprobado en primera persona que aquellos miedos y angustias que me provocaban mis gustos sexuales, una vez realizados con el consentimiento de ambos sirvieron para fortalecer y afianzar nuestro amor. Con medio siglo a cuestas nuestros cuerpos acusaban el paso del tiempo y por desgracia el ritmo de las relaciones íntimas se espaciaba en el calendario sin remedio, se había perdido la pasión, la lujuria y el ansia de disfrutar de nuestros cuerpos, habíamos entrado en un estado de apatía sexual en el que el peligro era que parecía que los dos lo aceptábamos con resignación. Conservaba las cintas de nuestras aventuras secretas y de tarde en tarde las visualizábamos juntos, nos excitábamos y hacíamos el amor, yo le comentaba a Mara que deberíamos buscar una última aventura antes que nuestros deseos se apagaran definitivamente, pero ella decía que ya no tenía el cuerpo para esas movidas, que a nadie que no fuese yo mismo le gustaría estar con ella porque estaba vieja y su cuerpo ya no era atractivo, al verla tan convencida de sus razones siempre acababa cediendo y cambiando de tema.

En nuestras últimas vacaciones decidimos ir a pasar el día a una playa nudista cercana a nuestra residencia, Mara, a pesar de no estar muy contenta con su cuerpo, nada más dejar los bártulos e instalar las hamacas se desnudó por completo y fue a nadar, no había mucha gente, dos chicas jóvenes que se hacían carantoñas a nuestra derecha y otra pareja de nuestra misma edad a nuestra izquierda, cuando salió del agua me quedé contemplando su cuerpo mojado y al plantarse delante de mi escurriéndose el pelo se me ocurrió hacerle una foto con el móvil teniendo la precaución de sacar su cara del encuadre, ella al verme con el teléfono se estiró para buscar una mejor pose y verse así más favorecida, la verdad es que quedó muy bien, al tener levantados los brazos sus generosos pechos apuntaban alto, el sol la iluminaba de costado haciendo brillar su vello púbico y el juego de sombras le dibujaba una silueta perfecta.

Pasamos la mañana nadando y leyendo, después de comer Mara se acostó sobre la pequeña hamaca que quedaba casi en posición horizontal y se durmió, al estar enfrascado en mi lectura no me di cuenta que a unos 4 metros delante de nosotros se había instalado un chico solo. Se puso a tomar el sol durante un buen rato y después de tomar un baño se tumbó boca abajo con un libro y sus gafas de sol de manera que no podías saber si leía o miraba a mi mujer, como aquello despertó mis recuerdos y mi lado más morboso decidí probar suerte, cuando noté que Mara empezaba a despertarse me puse detrás de ella para no tapar su cuerpo al espectador y le susurré al oído. – Hola cariño, no abras los ojos, no levantes la cabeza y relájate. -¿qué pasa? –Nada mi amor, simplemente que tienes un mirón disimulando tumbado delante de ti, ¿recuerdas aquel día en que disfrutaste exhibiéndote con aquellos chicos? –Eso fue hace muchos años- dijo intentando incorporarse, yo la sujeté con suavidad para impedírselo e insistí, -te está mirando, hace como que lee pero te está mirando, vamos a recordar viejos tiempos, vamos a darle un poco de gusto, que se sienta un hombre afortunado. – No cambiaras nunca, ¿quién va a estar mirando a una vieja como yo? – Pues vamos a jugar un poco, como no hay nadie, vas a hacer lo que yo te diga sin abrir los ojos ni levantar la cabeza, ¿jugamos? – Está bien.., como sé que no hay nadie y que no me vas a dejar tranquila si te digo que no, juguemos. – Te quiero cariño, vas a abrir un poco las piernas, pero solo un poco. Ella así lo hizo, esperé un poco observando detrás de mis cristales de espejo a nuestro vecino hasta que vi que hacía un movimiento recomponiendo su postura para que su cabeza quedara un poco más alta y poder ver así a mi esposa sin ningún impedimento. – Ahora ábrelas un poco más, ya has captado su atención. Mara lo hizo sin hacer comentario alguno. –Ahora me gustaría que te acariciases los pechos. – ¿Qué pensará la gente? Dijo enseguida, -Sabes que no me gusta hacer estos numeritos. -Te juro que nadie salvo nuestro vecino, que tú dices que no existe, te puede ver. – Está bien, pero si abro los ojos y descubro que me mientes me las pagarás. Acto seguido sin decir nada más empezó a acariciarse las tetas con suavidad, en pocos segundos noté que empezaba a excitarse, sus pezones se endurecieron y sin darse cuenta abrió un poco más sus piernas, sin dejar de acariciarse y apretando cada vez con más fuerza me dijo. – ¿Seguro que no hay nadie mirando? – Solo tú amigo imaginario, que por cierto se lo está pasando muy bien, pero me da la impresión que quiere que abras un poco más las piernas. Con un movimiento lento bajó ambas piernas poniendo los pies en la arena quedando totalmente expuesta al mirón al tiempo que decía. – Vamos a darle gusto a nuestro amigo imaginario pues… sin que yo le dijera nada más deslizó una de sus manos hasta su sexo y empezó a acariciárselo con suavidad, conforme iban pasando los segundos notaba que presionaba cada vez con más fuerza y que iniciaba un suave movimiento pélvico que delataba su nivel de excitación, noté que nuestro mirón, al que echaba un ojo de vez en cuando. También movía un poco sus caderas restregando así su pene sobre su toalla en una clara masturbación sin manos. –Se lo comenté a Mara al oído.- Tu amigo imaginario se está poniendo las botas. –Que disfrute. – me dijo. Y acto seguido vi cómo se introducía los dedos en la vagina y empezaba a tener pequeñas contracciones. Yo estaba por detrás de ella con una toalla tapando mi erección, observando cómo se masturbaba mi mujer para un afortunado desconocido que cada vez disimulaba menos sus movimientos y se entregaba sin recato a su propio placer. Mara aumentó progresivamente el ritmo de sus caricias hasta que alcanzo un orgasmo contenido apretando los labios para no gritar y echando la cabeza hacia atrás liberando así toda la tensión de su cuerpo.

Cuando acabó, se quedó de nuevo relajada y quieta como si se hubiese dormido, al tiempo que nuestro amigo cerraba el libro y apoyaba la cabeza en el suelo buscando también su propio relax, yo le susurré al oído. – Gracias, has estado genial, tu amigo imaginario va a flipar cuando se lo cuente a sus colegas, todavía eres atractiva para más gente aparte de tu marido. Ella se incorporó un poco y echó una mirada a su alrededor, cuando vio que el único que la podía haber visto parecía dormido preguntó. -¿Ese chico ha estado todo el rato ahí dormido? -Todo el rato ha estado, pero dormido no -¿Cómo? ¿Es en serio que ha estado mirando todo el rato? –Claro, yo te lo decía pero no me creías, pero estate tranquila, le has hecho feliz. -Seguro que es mentira.-Dijo auto-animándose, pero cuando nos íbamos cargados con nuestros bártulos al pasar cerca de él yo le dije.-Buenas tardes, a lo que el chico respondió con un. –Buenas tardes y gracias. Lo que provocó que Mara se me quedara mirando con cara de haber resuelto todas sus dudas respecto a la verdad de lo que había pasado.

Durante el trayecto de vuelta a casa aproveché que estaba receptiva para volver a insistirle en mi propuesta de intentar de nuevo un último trio antes que se nos pasase el arroz, ella insistía en que no se encontraba atractiva. Pero no me dijo que no de primeras, como solía ser habitual. – ¿Cómo vamos a hacer un trio? ¿Quién aparte de ti se atrevería a acostarse conmigo? Me siento vieja y los hombres ya no me miran de esa manera, te sería muy difícil encontrar un candidato esta vez, déjalo que ya estamos fuera de onda. – ¿Porque hemos de buscar otro candidato? Podríamos repetir con Pedro, siempre dices que de todos mis amigos es el que mejor se conserva y creo que no guardas un mal recuerdo suyo… -¿Qué me dices? Mara se revolvió un poco en el asiento y dijo. -¿Pedro? Seguro que si se lo propones te dará alguna excusa, no creo que le atraiga mucho la idea, ¿no ves cómo estoy? Tengo más de cincuenta años, soy una señora mayor. –Te propongo una cosa, déjame que le mande a Pedro la foto que te he hecho esta mañana en la playa, a ver que le pareces. –Déjame verla, dijo a la vez que alcanzaba el teléfono. La buscó, estuvo un rato mirándola y me confesó. –Pues no me veo tan mal, pero seguro que si se la mandas no hace ni fu ni fa. – ¿Pero me das tu permiso? -Adelante, contestó volviendo a dejar el móvil en el salpicadero.

En cuanto tuve las manos libres le mandé un whatsapp a Pedro con la foto de Mara, como no se le veía la cara me contestó. – ¿Quién es? Está buena. ¿Dónde estás? Se lo enseñe a Mara enseguida. –Mira que dice Pedro, voy a contestarle. – ¿no la conoces? Es Mara, venimos de la playa nudista. –Ostia que buena está, que suerte tienes de tener una mujer así cabrón., si hace años que no la veía desnuda. Mara leía a mi lado todo lo que iba escribiendo mi amigo. –Pues si amigo, no me puedo quejar, – En confianza, dile que si está necesitada de algo que aquí tenéis un amigo, ja ja ja ja. –Tranquilo, se lo diré, nos vemos. –Ves amor, todavía le das morbo.

Desde ese momento se convirtió en mi obsesión, tenía que conseguir de nuevo realizar mi fantasía por última vez, siempre que podía le dejaba caer el tema a mi esposa en la que no encontraba demasiada resistencia, por eso en el primer encuentro que tuve con mi amigo, después de unas cuantas cañas se lo propuse. Le conté todo lo que habíamos hablado, le dije que Mara estaba de acuerdo en repetir la experiencia de hace unos años y que sabía que nos quedaba poco tiempo, pero también le dije que ella pensaba que a él ya no le causaría ningún morbo. Pedro se lo pensó un poco y me dijo. – ¿Qué no me da morbo tu mujer? Si ella supiera la cantidad de pajas que me he hecho recordando nuestro encuentro no hablaría así, sin ir más lejos con la foto del teléfono me he masturbado ya un par de veces- Dijo con una sonrisa. Hubo unos segundos de silencio y lo que me dijo a continuación me descolocó. -Perdona que te lo diga así pero lo hago porque te conozco y sé que no te va a molestar, me encantaría follarme otra vez a tu mujer pero esta vez quiero estar solo con ella. –No seas cabrón- le dije. –Sabes que igual que a ti, lo que más me excita es verlo con mis ojos. – I lo verás, pero no vas a estar con nosotros. – Explícate – le dije un poco molesto. – Verás- me confesó acercándose para evitar que nadie pudiese oírnos. –Yo sé que a ti te encantaría estar allí, pero recuerdo la experiencia que tuvimos y yo no me encontraba a gusto, pienso que si no hubieses estado presente habríamos disfrutado más. – Pues Mara tiene muy buen recuerdo de aquello. – Sí, pero yo estaba un poco cortado, ¡joder! Te conozco de toda la vida, eres mi mejor amigo, te quiero como a un hermano, y allí estaba, follándome a tu mujer, ella gimiendo y tú con la cámara filmando, no me digas que la situación no es embarazosa, recuerdo que no me llenó del todo la experiencia por culpa de ese mal rollo que me daba. Esta vez no quiero que sea así. – I qué propones amigo, ¿cómo puedo tener mi fantasía si no estoy allí? – Pues verás, si tu mujer accede tendremos que estar los dos solos, tendrás que conformarte con alguna foto i con lo que te cuente tu mujer. -¿Alguna foto? ¿Qué quieres decir? – Pues que al ritmo que vayamos avanzando, yo iré haciendo alguna foto sin que se le vea la cara y te las voy enviando por whatsapp y cuando veas a tu mujer que te cuente los detalles.

No podía negar que me daba mucho morbo la cosa, Mara siempre ha sido negada para contar sus fantasías, si conseguía convencerla tendría algo que contarme, no sería una fantasía pero al menos me excitaría escuchándola relatarme su experiencia.

A mi esposa le pareció una idea descabellada, su primera reacción fue de enfado, le molestó siquiera que me atreviese a proponérselo.- ¿Pero tú crees que soy una fulana? Que me traes el cliente a casa y ¡Hala! ¡Ahí la tienes, échale un polvo y cuando acabes pasa por caja! No, No y cien veces No. –Pero mujer no ves que se trata solo de buscar el placer, no van a torturarte, lo que va a intentar es que disfrutes de unos cuantos orgasmos. Sabes que el reloj corre, y sabes que esto puede ser un último revulsivo para nuestras relaciones. –Lo sé, pero también sé que me moriría de vergüenza estando solo con él, me agarrotaría y no podría disfrutar, va a ser que no, es superior a mis fuerzas, o los tres o nada.

En mi diccionario particular no existe la palabra rendición, por eso, en vez de bajar los brazos y claudicar decidí buscar la forma de revertir la situación. Empecé a darle vueltas al asunto para ver de qué manera podía convencer a mi esposa para que se quedara a solas con nuestro amigo Pedro con el propósito de ponerme unos cuernos consentidos y que pudiésemos disfrutar todas las partes. Estuve semanas enteras barajando distintas posibilidades, intentando convencer a Mara para que aceptara hacerlo sin mi participación y a Pedro de lo contrario, pero ambos estaban convencidos y no cedían en sus condiciones.

La solución me vino como una inspiración espontanea hablando con mi mujer después de haber apurado una botella de verdejo y con la primera copa de Pesquera entre los dedos. La conversación, como siempre que nos pasábamos un poco con el vino, se había decantado hacia el tema que más me gustaba, recordando nuestras aventuras nos excitábamos y entonces era cuando a Mara se le soltaba la lengua y se atrevía a hablar de sexo sin ataduras ni complejos, en esa tesitura soltó la frase que me encendió la chispa. –Tú has tenido mucha suerte con tu mujercita- dijo –No te creas que hay muchas mujeres que se hubiesen dejado follar para darle gusto a su marido y cumplir sus fantasías, pero ¿y las mías? ¿Para cuándo vas a cumplirlas? – Sabes que nada me gustaría más amor mío, el problema es que no sé cuáles son las tuyas. – Pues el otro día te conté una, lo que pasa es que nunca me haces caso. En ese momento me acordé y en un instante mi mente empezó a elaborar el plan definitivo.

Es verdad cielo, tienes toda la razón, pero ahora que lo dices voy a proponerte un reto y así ambos cumplimos nuestro deseo.- ¿Qué estás tramando bribón? Seguro que es algo obsceno. Yo iba pensando y hablando a la vez.- Se me ocurre que podríamos invitar un día a nuestro amigo Pedro que tiene unas ganas locas de hacerte cosas – en sus labios se le dibujó una sonrisa pícara – Yo te ato las manos a la cama y te voy a vendar los ojos de manera que no puedas ver absolutamente nada, entonces hago entrar a Pedro y sin hablar ni hacer ningún comentario vamos a hacer contigo todo lo que nos apetezca para darte placer, ¿Qué te parece? – Mmmmmmm, ¿y no podré negarme a nada de lo que me hagáis? – Estarás atada y cegada, pero amordazada no por si necesitamos tu boquita ¿Qué me dices? – Que Pedro no querrá estando tu presente, es lo que me dices siempre, pero a mí me gustaría… Esto último no sabía si lo decía sinceramente o se estaba marcando un farol porque sabía que Pedro no aceptaría. – Podemos hacer una cosa, si Pedro se pone pesado, en un momento dado yo me salgo de la habitación y os dejo a solas, tú no sabrás siquiera quién es el que está contigo y si es el caso ya tendrás algo para contarme cuando hablemos de nuestras cositas para calentarnos. ¿Te atreves?

Convencida Mara, era el turno de mi amigo, cuando se lo propuse me escuchó con atención y cuando acabé me dijo. – Si le has dicho que lo haríamos todo sin hablar, me la vas a dejar atada y con los ojos vendados, con ropa interior y un vestido ligero puesto, y cuando la tengas preparada me llamas, cuando yo entre tú te irás de casa y hasta que no te llame no vas a volver a entrar. – Serás cabrón, Mara así no querrá jugar. –Mara no tiene porqué saber si tú estás o no en la habitación, yo si veo que la cosa se tuerce te mando un whatsapp y vienes enseguida. Quiero estar seguro que no estarás por detrás de nosotros espiando, esas son mis condiciones.

No me atreví a contarle a Mara la verdad, por miedo a que se echara atrás dejé que creyera que yo siempre estaría con ellos, a pesar de esa carga en mi conciencia el ansia y el morbo pudieron más y empezamos a preparar el encuentro, tras barajar varias posibilidades decidimos hacerlo un sábado por la mañana que coincidía que los tres teníamos el día libre, ni que decir tiene que contaba las horas esperando el momento con nerviosismo, pero también notaba que mi esposa estaba más predispuesta de lo habitual a hacer el amor, lo que me indicaba que también a ella le despertaba su parte más morbosa la tensa espera.

Por fin llegó el ansiado día, sin Mara sospechar nada yo tenía preparado todo lo que me había pedido nuestro amigo, que no era otra cosa que un consolador, un pequeño lápiz vibrador, unas bolas chinas y un aceite corporal aromatizado, Se peinó, se maquilló, se depiló y se perfumó a conciencia mientras yo le iba pasando el parte a nuestro invitado, se puso un conjunto sexy de ropa interior negro con unos ligueros y unas medias que cubrió con un corto vestido camisero vaporoso y abotonado por delante que le daba un toque de frescura muy sensual, estaba preciosa. A esas alturas yo ya tena una erección incipiente, no dejaba de pensar en que toda aquella preparación que hacía con tanto cuidado y esmero era para otro, en el fondo de mis entrañas sentía unas punzadas que no pude evitar relacionar con los celos. ¿Sería verdad? ¿Estaría celoso? Me obligué a apartar esos pensamientos de mi mente, no habíamos llegado hasta aquí para rajarnos a última hora. La voz de Mara me devolvió en seguida a la realidad. –Ya estoy a punto cariño, cuando queráis… Le mandé un mensaje a Pedro. – Cinco minutos. Que contestó casi al instante. – Estoy abajo en el coche.

Mara se sentó en la cama y le puse un vendaje negro con una gasa alrededor de la cabeza cubriéndole los ojos hasta que nos aseguramos que no veía nada, se echó un poco para atrás, se recostó apoyando la cabeza en la almohada y acto seguido extendió los brazos para que se los atara. Mientras lo hacía con unos pareos playeros para no dañar sus muñecas le dije -No voy a apretar mucho los nudos, si en algún momento te sientes angustiada y quieres liberarte podrás hacerlo tirando fuerte, ¿entendido? – Entendido – contestó – Pero en mi fantasía no opongo resistencia, podréis hacerme lo que queráis. Contestó en un susurro. En ese momento sonó el timbre de la puerta y noté que daba un respingo. – No te pongas nerviosa, voy a abrir, relájate y prepárate para disfrutar, hoy eres la protagonista, ¡Ah! Y recuerda, no se permite hablar, solo gemir. Dejé todos los accesorios en la mesita de noche y salí de la habitación.

Abrí la puerta y al ver a mi amigo decidí hacer un último intento y le dije en voz baja si me podía quedar, negó con la cabeza y me dijo, -Estate atento al teléfono. Asentí enseñándole el móvil que llevaba en la mano, entró y me dijo. –Hasta luego amigo, ya te aviso cuando acabemos. No pude más que asentir mientras cerraba la puerta lentamente delante de mis narices y me quedaba de pie en la escalera. Bajé al bar de abajo a tomar un té para hacer tiempo y nada más sentarme en una mesa con un periódico para disimular oigo el sonido del whatsapp entrante, miro la pantalla y leo. Mensaje de Pedro. Foto. Al pinchar y abrir la foto veo a mi mujer tal y como la dejé en la cama pero con la cabeza fuera del foco como habíamos quedado para no correr riesgos. Pasaron los minutos, cinco, diez, otro mensaje, otra foto. La misma que la anterior pero esta vez el vestido completamente desabrochado, veo a mi mujer con las medias y la ropa interior. Nervios, morbo, diez minutos más pasan hasta la siguiente foto. Esta vez está con las medias puestas pero sin ropa interior, su cuerpo aparece brillante por una capa de aceite que lo cubre por completo. Decidí quitar el volumen al terminal. Empecé a notar un vacío en el estómago que se contagió por todo mi cuerpo creando una sensación de ansiedad y nerviosismo que pocas veces recordaba haber sentido, cada veinte segundos miraba el reloj, regresaban a mi mente los pensamientos encontrados, como era una experiencia totalmente diferente a nuestros escarceos anteriores, no acababa de estar convencido de estar actuando bien, estaba seguro que mi mujer disfrutaría, pero estaba sola con él. Si llegaba a descubrirlo el enfado sería monumental, ese pensamiento me torturaba el alma cuando vibró el teléfono. Otra foto, en esta ocasión el encuadre era diferente. Aparecía un primer plano del sexo de mi mujer con la piel de alrededor reluciente de aceite y con un hilo blanco que sobresalía entre los labios vaginales. Las bolas chinas pensé. También pensé en mi amigo, como se estaba poniendo las botas con mi mujer, a pesar de intentar apartar esos pensamientos de mi mente no lo podía evitar. ¿I si mara lo descubre y como venganza se pone de acuerdo con Pedro en no contarme nada de lo que estén haciendo? Entonces sí que sería un cornudo. ¿Y si encima disfruta y decide quedar con él en otra ocasión a mis espaldas? Cornudo de verdad. No, imposible, nosotros siempre hemos sido sinceros en esos temas, no sería capaz. Intentando olvidar esos razonamientos estaba cuando volvió a vibrar el teléfono.

Una nueva foto aparecía en la pantalla. Era el mismo encuadre que la anterior y seguía el hilo sobresaliendo de su vagina, pero esta vez se veía también un pequeño consolador azul un poco más grueso que el pulgar y de unos doce o trece centímetros de largo completamente metido en el ano. Ya llevaban una hora, el camarero al que conocía, me preguntó si quería tomar algo más, le pedí un agua con gas mientras pensaba, si este supiese que estoy aquí haciendo tiempo mientras se follan a mi mujer ¿qué pensaría?

Empezaba a impacientarme porque llevaban hora y media y hacia un poco más de media desde el último mensaje, nueva vibración, esta vez no había foto, solo texto “hemos acabado, ven” salí raudo de la cafetería y entré en el portal, cuando subía las escaleras otro mensaje, esta vez sí había foto, similar a las dos últimas, todavía tenía metido el consolador azul pero en vez del cordón de las bolas lo que se veía fluir entre sus carnosos y colorados labios vaginales deslizándose hasta el ano era un chorro blanco de semen de mi amigo, aquella imagen acabó de encenderme y entré silenciosamente en casa con una tremenda erección. En el pasillo me encontré a Pedro a medio vestir con sus cosas en las manos, me hizo la señal de silencio con el dedo sobre los labios y cuando nos cruzamos me dijo al oído, toda tuya. Asomé la cabeza en la habitación y allí estaba Mara tal como la dejé, tendida en la cama atada de manos y abierta de piernas, la vagina roja y húmeda y con el consolador en el ano, no me pude reprimir, quería masturbarme pero al final me desnudé en silencio, me acerqué a ella y empecé a penetrarla con suavidad, ella, con un hilo de voz dijo, -¿Otra vez? sois terribles…no aguanté mucho, me corrí en pocos segundos, mi excitación era tal que me hubiese corrido casi sin tocarla, le saqué el consolador, dejé transcurrir un par de minutos y le dije. –Se acabó el juego amor mío, voy a desatarte. Cuando liberé sus brazos y sus ojos, parpadeó buscando acomodo en la luz y cuando fijó su vista en mí dijo, – Ha sido brutal, la mejor experiencia de mi vida. Gracias.

Ese día hablamos poco, como si estuviésemos dejando deliberadamente el tema para poder digerirlo con tranquilidad, durante la cena decidí romper el hielo y le comenté. – ¿No vas a contarme nada? -¿Qué te voy a contar que no sepas? Tú estabas allí. – ¿Estás segura que estuve todo el rato allí? Igual estuvisteis solos un rato, ¿Qué piensas? – Como si hubiese estado sola con él, como no veía ni oía nada me da exactamente igual, lo que sé es que me habéis hecho disfrutar como nunca, Si queréis repetir, por mí, adelante- dijo pintando una sonrisa en su cara. -Pues como te veo tan contenta me gustaría que me lo contases todo, lo que recuerdes que has hecho, las sensaciones que has tenido, lo que has sentido… -Yo no he hecho nada, lo habéis hecho todo vosotros, bueno sí, algo he hecho, cuando se la he mamado todo el rato a él, sé que no eras tú porque la tiene más gorda, lo siento. –Ves, ya me gusta lo que me dices, cuéntame desde el principio, sabes que siempre te he pedido que me confesaras tus fantasías, ahora lo tienes fácil y reciente, solo dime la verdad, hazme una narración de los hechos desde tu punto de vista.

-Desde que sonó el timbre se me aceleró el corazón, empezó Mara a decir, me sentía de verdad en una fantasía de las que tanto me hablas, pensaba…, voy a ser un juguete sexual para dos hombres, estaba muy nerviosa, pero al mismo tiempo ansiosa, deseaba de verdad ser vuestra esclava, deseaba que me sorprendieseis haciendo lo que os diese la gana conmigo. Cuando te oí salir de la habitación y abrirle la puerta a Pedro empecé a relajarme y pensé, aquí me tienen. No tardé mucho en sentir vuestra presencia alrededor de la cama, escuché el sonido del teléfono al hacer una foto – después me las enseñarás, espero que no se vea la cara- Noté el dorso de una mano sobre mi rostro, acariciando mi nariz, labios y barbilla. Bajó despacio entre mis senos y se paró en mi abdomen, continuó por mis piernas hasta llegar a los pies donde me quitó los zapatos con parsimonia, volvió a mi cara y empezó a soltarme los botones del vestido poco a poco, cuando llegó al último me lo abrió y sentí de nuevo las caricias pero esta vez sobre mi piel, volví a escuchar el sonido de la foto. ¡Quiero verlas!

Saqué mi teléfono y le mostré las dos primeras que me pasó y le dije, -No hicimos muchas fotos, las iremos viendo al ritmo del relato. Ella asintió con la cabeza y yo la insté a continuar. -En ese momento recuerdo que ni siquiera me habíais rozado ni los pechos ni mi sexo. Tomó un sorbo de vino y continuó. -Noté dos manos en los costados que se abrían camino bajo mi espalda para desabrochar y quitarme el sujetador, después las bragas, me las sacasteis despacio, ya me teníais desnuda a vuestra disposición, empezaba a excitarme con esa sensación de exhibirme totalmente ante vosotros, sobre todo ante él. Recordé los sucesos de la playa, me gustaba. No pude evitar soltar un grito cuando noté el frescor del aceite, no me lo esperaba, sentí el chorro sobre mis senos, abdomen y piernas y enseguida las manos por todo mi cuerpo deslizándose con suavidad, esta vez sí me acariciabais los pechos apretando de vez en cuando los pezones, me estaba gustando mucho, no quería que acabase, disfrutaba con cada caricia y por momentos me encontraba más relajada. Cuando masajeabais mis piernas llegabais a rozar mi vagina pero sin atacarla en serio, empecé a sentirme húmeda. Esas manos en la ingle deslizándose con paciencia y esos dedos que cada vez se acercaban más a mi vulva y que al fin, sentía como la recorrían en cada pasada me provocaban espasmos de placer. De repente parasteis y volví a escuchar la cámara.

Busqué de nuevo en el móvil y le mostré la foto, la miró unos instantes y dijo. –Después me besó en los labios. Se detuvo y levantó la mirada esperando mi reacción, yo le hice un gesto para que continuase. –Sabía que no eras tú… siguió, pero como no pusiste ningún reparo yo me deje besar, abrí la boca y nuestras lenguas empezaron a jugar con avaricia al tiempo que sentía tu mano sobre mi vagina, o era la de él, no sé. Es curioso, disfruté mucho con el morreo, más de lo que podía imaginar, me puse a cien con esos besos interminables. Cuando se despegaron nuestras bocas me quede un instante buscando su lengua, quería más. No hubo tregua, mientras esa mano anónima continuaba entretenida en mi entrepierna noté algo metálico y esférico sobre mis labios, eran unas bolas, me las metí en la boca y las fui chupando durante un rato con la misma ansia que momentos antes lo hacía con su lengua, después me las deslizasteis por encima de mis pezones y las acercasteis a mi vagina, noté como jugabais con ellas sobre mi vulva presionando sobre ella hasta que sentí como me entraba una y después otra, fue una sensación extraña pero agradable. Con las bolas en mi interior sentí que me separabais las piernas y volví a notar unos labios y una lengua, pero esta vez sobre mi coño, empezó recorriendo mi vagina poco a poco recreándose y elevando la tensión cada vez que llegaba al clítoris, después de un buen rato así, cuando ya estaba a punto de romper mi silencio para pedir que se concentrase en ese punto, al sentir las primeras contracciones orgásmicas. Como si me adivinase el pensamiento, fijó todo su esfuerzo aumentando el ritmo de succión de una manera increíble, a los pocos segundos estaba sintiendo los latigazos del mejor orgasmo que he tenido nunca con un cuníngulis. No sé quién de los dos ha sido el culpable pero esa manera de succionar y mover la lengua me ha provocado la primera explosión de placer, si eras tú, lo quiero siempre así ¡Diosss qué bueno!

Como podréis comprender estaba muy excitado escuchando el relato de mi mujer con tanto énfasis y detalle, pero no dejaba de cruzarse en mi pensamiento la idea que el cabrón de mi amigo me estaba poniendo el listón muy alto con mi esposa.

-Al cabo de unos segundos vuelvo a notar un chorro de aceite directo a mi entrepierna y unas manos masajeando toda la zona acercándose con suavidad hacia el ano, he notado un dedo luchando por entrar hasta que lo ha conseguido, he notado más aceite y después de mucho insistir por ahí he sentido algo más grande que un dedo entrar poco a poco en mi interior hasta que me ha llenado del todo. De nuevo esa sensación extraña pero agradable al mismo tiempo, me sentía muy bien.

Busqué de nuevo en la pantalla del móvil para que viese la foto de ese momento. –ahí se te ven todos los agujeros ocupados… Le dije con lascivia. –Ahí no, pero después sí, porque ha sido cuando Pedro me ha puesto su verga en la cara, no me acordaba lo gorda que la tiene, lo siento pero hay diferencia -me dijo con gesto de resignación- me daba golpecitos en la cara con ella una y otra vez, me ha puesto los testículos en la boca y se los chupado con mucho mimo, también me ha gustado, era la primera vez que hacía una cosa así. Tenía unas ganas irresistibles de tocársela con las manos pero como no podía he empezado por fin a hacerle una mamada, hemos estado un buen rato así, casi no me cabía en la boca, iba lamiendo desde los huevos hasta el glande y después me la metía hasta la garganta y vuelta a empezar. He disfrutado un montón, sabes que me gusta hacerlo y me he esforzado al máximo para hacerle una mamada espectacular y que tú disfrutases mirando. Ahí sí que he pensado que tenía todos los agujeros llenos. Aún la tenía en la boca cuando he escuchado el sonido del vibrador y en seguida lo he notado sobre mis tetas, me ha dado un escalofrío por todo el cuerpo y me he sentido mojada de nuevo, iba dando vueltas alrededor de los pezones provocando un cosquilleo irresistible, bajaba hasta el ombligo y otra vez arriba, os habéis concentrado un rato en el cuello y debajo de las orejas, qué gusto he sentido, hoy he descubierto un sinfín de sensaciones nuevas, después ha viajado lentamente hasta a mi vagina y habéis empezado a estimular el clítoris con la vibración casi me vuelvo loca, ¿pero qué te voy a contar?

Yo, imaginando todo aquello, la escuchaba excitadísimo con una tremenda erección y reprimiendo las ganas de abalanzarme sobre ella y follar como adolescentes allí mismo,

pero necesitaba que me lo contase todo ahora que lo tenía reciente y la animé a seguir con la historia.

-Con la polla de Pedro en la boca, con la vagina y el culo ocupados y el vibrador dándome sacudidas tuve un orgasmo brutal, ya sabes que me saqué la verga de la boca para poder gritar, no lo he podido evitar. Después de un momento de recuperación he agradecido esos minutos de masaje corporal que me han sentado divinamente para aligerar la tensión acumulada, cuando después de pasearse otra vez por todos los recovecos de mi cuerpo esas sabias manos han llegado a mi sexo, noté que dabais pequeños tirones a las bolas hasta que me las habéis sacado con suavidad creando una sensación de vacío en mí, en ese momento me sentía cansada, me dolían un poco los brazos por el efecto de la postura pero en mi cabeza solo había un pensamiento y no era otro que… tenía unas ganas locas de follar y quería hacerlo ¡ya! Quería más.

Se detuvo un momento para humedecerse la boca con un poco de vino y continuó con su narración. – No tuve que esperar mucho, como todavía sentía el consolador metido en mi culo, al abrirme de nuevo las piernas y notar como se colocaba alguien sobre mí buscando una buena posición para penetrarme, me asusté un poco al pensar que si el que me follaba primero era Pedro, con la gorda que la tiene me podía hacer daño, pero me reprimí y decidí esperar acontecimientos. Enseguida supe que era tu amigo el que me restregaba la polla por la vagina, noté un nuevo chorro de aceite en mi vulva, su mano esparciéndolo por todo el coño y enseguida su gordo y caliente glande que antes me venía justo meterme en la boca, dibujando círculos entre mis labios vaginales como si estuviese buscando el agujero y no lo encontrase. Estuvo así unos minutos que se me hicieron eternos, lo subía, lo bajaba, me masajeaba el clítoris con la punta y volvía a repetir la acción una y otra vez, mi nivel de excitación iba aumentando, empezaba a notar de nuevo ese cosquilleo por todo mi ser y llegué a pensar que me iba a correr otra vez sin que me la metiera, a punto estuve de gritarle ¡Fóllame ya, ostia!

I lo hizo, en una de tantas vueltas se paró en mi entrada, presionó un poco y en un segundo me sentí completamente empalada, dios que placer… empezó a entrar y salir de mí a cámara lenta y en menos de un minuto estaba corriéndome como una adolescente que se masturba por primera vez, no pude soltar unos reprimidos gritos mordiéndome los labios para no resultar demasiado escandalosa, era mi tercer orgasmo, notaba mis ojos temblar bajo el antifaz y mi cuerpo abandonarse otra vez quedando en un estado de semi-inconsciencia momentánea. Pero Pedro no había modificado para nada su ritmo de bombeo, a pesar de mi sonado clímax, no había abandonado su cadencia, sentía como su polla entraba y salía de mí, sentía como mi ano estaba lleno con el pequeño juguetito y sentía como ambos se rozaban en mi interior provocándome una sensación agradablemente desconocida, todo era nuevo para mí, pensaba que tú también estarías gozando de verme y me entregaba cada vez con más pasión a disfrutar y hacerte disfrutar del momento. Me parecía increíble que después de tres o cuatro minutos continuase bombeando sin parar, de pronto paró, me levantó un poco más las piernas, recompuso su postura y empezó la penetración con más brío, al principio no sentía gran cosa, llegué a pensar que mi cuerpo ya lo había dado todo ¡Qué equivocada estaba! Un par de minutos más a ese ritmo creciente y empecé a notar de nuevo el cosquilleo en mis entrañas, las sacudidas iban en aumento, golpeaba de forma cada vez más salvaje su cuerpo sobre el mío y la cama comenzó a quejarse, pequeñas corrientes eléctricas se extendían por mi ser y empezó a darme como un espasmo epiléptico, pensaba que me destrozaba por dentro pero aquel espasmo fue conquistando cada centímetro de mi cuerpo que se movía como un pelele al ritmo de sus embestidas hasta que acabó en tal explosión y latigazos de placer que por unos instantes me dio la sensación de estar levitando, fue la percepción más placentera que he vivido nunca. En ese momento noté también sus espasmos y sentí la presión del cálido chorro de semen derramándose en mi interior, su ritmo fue decreciendo hasta parar definitivamente, descansó su cuerpo sobre mí sin salir de mis entrañas y después de unos pocos segundos retiró su miembro, salió de entre mis piernas y noté que bajaba de la cama en ese momento me asusté al notar algo viscoso que salía de mi vagina y chorreaba por mi entrepierna, escuché el sonido de la cámara por última vez y me tranquilice cuando pensé que lo que salía de mí debía de ser su semen.

-Pasaron unos minutos hasta que volví a notar movimiento sobre la cama, de nuevo un cuerpo entre mis piernas, volví a sentir otra verga hurgando en mi cueva que, esta vez sin prolegómenos, penetró rápidamente en mí interior, sabía que esta vez eras tú porque estaba segura que tu amigo ya lo había dado todo y por el tamaño, que también se apreciaba diferente. Aún notaba el consolador en mi ano cuando empezaste el movimiento rítmico del acto, tenías muchas ganas porque desde el principio impusiste un ritmo fuerte, me parecía imposible pero en pocos segundos volví a percibir ese agradable hormigueo que fue creciendo sin pausa al compás de tus sacudidas y me llevó sin remedio a un quinto orgasmo al sentir otro chorro caliente dentro de mí. Con el último espasmo que daba tu cuerpo al vaciarse en mí interior te acercaste lentamente a mi boca y me diste uno de los besos más dulces que me has dado jamás. He de decirte que ha sido uno de los mejores momentos que he vivido desde que estamos juntos y quiero darte las gracias por ello.

Después de esa última experiencia, retomamos nuestra vida sexual con más ganas y también con más asiduidad, Mara no se cansa de darme las gracias por haberla convencido a dar ese paso final que la hizo gozar tanto del sexo cuando creía que “eso” ya no era para ella. Ahora cada vez que coincidimos con Pedro en alguna cena con amigos y sale algún tema picante en la conversación, noto como se cruzan las miradas con complicidad al escuchar comentarios sobre lo que está bien o está mal en la cama. Ella mejor que nadie sabe que todo lo que sea de mutuo acuerdo con tu pareja está bien. En cuanto a mí, no puedo dejar de evitar cuando en esos momentos de intimidad regados con buen vino sacamos el tema a relucir y me cuenta algún detalle que se le había pasado por alto o se atreve a descubrirme alguna de sus fantasías nuevas, muchas de ellas con la participación de mi amigo “íntimo”. Sentir esas punzadas de celos que contribuyen a dar más morbo si cabe a estas aventuras vividas con mi amada esposa.

Comprendo que es un relato largo que para algunos puede resultar pesado y tedioso, pero lo he escrito como lo siento y agradecería que hicieseis algún comentario tanto si os ha gustado como si no, por mi parte, gracias por leer hasta el final.

Ganyata.

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