Demasiado caliente me masturbo frente al espejo
Había tenido un largo día en el trabajo y luego estuve toda la tarde fuera haciendo compras y pagos que estaba postergando. Cuando llegue a casa, puse un poco de música y fui derecho a mi habitación a descambiarme, me apetecía una ducha.
Tengo un baño privado en mi habitación, y en la pared que está junto a la puerta, un espejo de cuerpo entero, bastante grande. Lo tengo frente a mi armario y debo admitir que me encanta mirarme cada vez que me visto y desvisto. Y ese día no iba a ser la excepción.
Primero me quité las zapatillas por supuesto, y luego la remera. Me observé allí, con un corpiño negro en el que apenas entran mis tetas, uno de mis pezones se estaba asomando. Con mucha delicadeza desprendí mi jean y lo fui bajando. Al quedarme en ropa interior, abrí el agua de la ducha y volví al espejo. Me quite el corpiño, y luego mi tanga blanca. Y al verme completamente desnuda, comencé a acariciar mi cuerpo sutilmente. Luego de unos segundos ya podía sentir la excitación apoderarse de mí.
Durante mi ducha continúe acariciando todo mi cuerpo, enjabonándolo por completo. A pesar de que el agua estaba caliente, mis pezones estaban muy duros y parados, imposible no toquetearlos. Debo admitir que también pase mis dedos por dentro de mi vagina un par de veces.
Cerré el agua y mientras secaba un poco mi cuerpo pensaba en como continuar mi excitación. Asique tome una de mis cremas humectantes y me puse frente al espejo otra vez. Comencé por mi cuello y mis pechos. Que bien se sentía! Me sentía muy sensual. Estaba mirándome fijamente a los ojos mientras masajeaba mis tetas. Seguí por mi abdomen, mi cintura y finalmente mis nalgas. Me puse de perfil, para poder verme mejor. No paraba de tocarlas, apretarlas y de manera casi inconsciente me di una nalgada. De inmediato sonreí. Sentir el ruido que hizo mi mano al golpear mi culo y lo bien que sintió me hizo excitar. Lo volví a hacer, una vez más, y otra. Dios mío! Esas caricias repletas de crema y esos chirlos ya me habían puesto muy caliente.
Durante el fin de semana estuve viendo muchos videos de mujeres dándose placer y noté que eso me hacía mojarme demasiado. Asique pensé, si ver mujeres sensuales tocarse su conchita me excita, debería aprovechar este espejo y masturbarme frente a él.
Coloqué una silla frente al espejo, me senté y empecé a tocarme, aunque ahora lo hacía un poco más brusco. Abrí bien mis piernas, apoyándolas sobre la mesita en la que está el espejo, dejando ver mi concha depilada bien abierta, y mojada.
Sin dudarlo pase mis dedos por toda mi vagina. Quería sentir mi humedad, los pase un rato por mis labios internos mientras me miraba como embobada. Me imaginaba que era otra persona quien me estaba tocando, asique eso me calentaba más, me estaba haciendo desear. Con mi dedo índice y anular, separé aún mas mis labios dejando ver perfectamente mi clítoris, que estaba tan deseoso como yo de ser tocado. Y con mi dedo medio lo hice, primero lo presioné fuerte y empecé a jugar mucho con él. Mi primer gemido se escapó. Seguí tocándome y los gemidos no paraban. Mi pelvis se movía constantemente. Seguí, seguí, me gritaba a mi misma.
Mi concha se contraía y mi cuerpo se retorcía de placer. Cerré mis ojos y metí dos de mis dedos. En ese momento, me obligue a abrirlos y mirarme. Mis piernas estaban tan abiertas como me era posible, mis dedos entraban y salían de mi concha. Dios mío! Que excitante que era ver cómo me estaba dando placer. Seguí! Dale! Dale! Gritaba. Comencé a golpear mi clítoris con mi mano libre, cada vez más fuerte. Tenía todos mis sentidos excitados, me estaba viendo, ya había probado mis fluidos hacia unos instantes, podía sentir y ver la humedad de mi sexo y los golpes que me daban se escuchaban y sentían muy bien. Mantuve el ritmo de manoseo y calentura hasta que mi cuerpo se entregó al orgasmo. Y por supuesto grité de placer en cuanto ocurrió.
Me quedé sentada unos minutos más mientras intentaba recuperar el aliento. Y por el reflejo del espejo vi mi desodorante (con el que ya había jugado) sobre la mesa de luz. De inmediato me puse a buscar un preservativo y encontré. Asique sin pensarlo demasiado, volví a sentarme frente al espejo y me toqué, aún seguía húmeda.
Una vez más, imaginaba a alguien haciéndolo. Cerré mis ojos, con una mano apretaba mi teta y mi pezón y con la otra recorría toda mi zona intima. Le coloque el preservativo a mi desodorante y empecé a pasarlo por toda mi vagina, quería mojarme más y también lubricar un poco el juguete que acababa de improvisar. Hice esto unos minutos y lo posicione justo en mi agujero y mi pelvis se movió, permitiendo que lo meta solo un poco.
Abrí mis ojos, me mire detenidamente y muy despacio lo fui metiendo. No podía creer lo que estaba haciendo. Me estaba metiendo mi desodorante por la concha y se sentía muy bien! Casi con la misma delicadeza que lo metí, lo saqué, solo hasta la mitad. Y volví a introducirlo. Repetidamente. Empecé a gemir, primero despacio, como tímida. Luego aumente el ritmo y mis gemidos fueron más fuertes.
Estaba muy agitada, respiraba con dificultad y no paraba de gemir. Quité mi desodorante, me pare y lo apoyé sobre la silla. Lo tomé de la base y me arrodillé sobre él. Comencé a bajar lentamente, y cuando por fin lo senti tocar mi pelvis, empecé a mover en círculos mi cadera, haciéndolo pasar por todo mi sexo. Tomé una de mis nalgas, haciendo que se separen y lo pase por el medio. Me estaba mojando cada vez más, ya sentía como resbalaba por mi zanja.
Seguí moviéndose hasta que finalmente comencé a bajar lento, haciendo que el desodorante entre en mi. Sin dudas se sentía mucho mejor en esta posición. Era algo muy duro y recto sobre lo que me estaba montando. Por Dios! Que placer! “Ayy si, así si” dije en voz alta mientras veía en el espejo como ya lo tenía casi todo adentro.
Al igual que antes empecé despacio y fui aumentando el ritmo. Se sentía cada vez mejor. Estaba agitada otra vez, gimiendo como loca. Viendo cómo el desodorante entraba y salía de mi vagina. Me di una nalgada fuerte y grite SI! Podía imaginarme cogiendo con cualquier tipo, podía moverme y excitarme tanto como si tuviera una enorme verga dentro mío. Seguí dándome nalgadas, y cogiéndome el desodorante hasta que me quedé sentada sobre él mientras mi cuerpo explotaba de placer. Mis fluidos bajaban hasta la silla y mi concha se contraía para poder hacerlos correr.
Poco a poco me levanté. El preservativo estaba repleto de mis fluidos y lleve mi desodorante cubierto de él a la boca, lo chupe cómo si fuese la verga de ese tipo que me acababa de coger. Y solo cuando deje de sentir mis flujos, me lo quité de la boca.
Al final, estaba tan acalorada. Que volví a meterme a la ducha.