Una presentadora del clima pronostica una noche caliente con humedad
Mi nombre, bueno, mi nombre es muy conocido en el medio del espectáculo, ¿actriz?, no… ¿cantante?, tampoco, ¿famosa?, se podría decir. Soy reportera y conductora de televisión por las mañanas en Televisa, ¿Quién soy?, dejen que les cuente esta pequeña historia, y al final si aún no lo han adivinado, de todas formas les diré quién soy.
Soy una mujer de 44 años, alta 1,70, de tez blanca, buena figura, con una sensualidad discreta, pero que aún levanto algunas miradas. Trabajo en una importante televisora en mi ciudad, “Televisa”, salgo a cuadro por las mañanas. En fin, soy una mujer extrovertida, pero muy seria y profesional a la hora de hablar de mí trabajo. Casada, nunca creí ponerle los cuernos a mi esposo, pero, el destino no está escrito, y tan caprichoso como es, puede cambiar, así lo comprobé una vez no hace mucho tiempo, tendrá a lo sumo un par de meses.
¿En verdad había pasado?, ¿no había sido un sueño?, estaba en mi habitación, metida en la cama, completamente desnuda debajo de las sábanas, ¿mi marido?, a sí, en la cocina preparando el desayuno, no había querido levantarme en parte, porque no tenía ganas, y en parte, porque estaba segura que mis piernas no me sostendrían debido a la excitación que me recorre por completo. No aguanto más, la sábana roza mi cuerpo, y mis pezones enhiestos se ponen aún más duros, haciéndome gemir, me destapo, y siento la frescura de la brisa que se cuela por mi ventana.
Mi mente recuerda, y mis manos vuelven a acariciar mi cuerpo, sintiendo mi piel, recorriendo centímetro a centímetro, dibujando con la punta de los dedos cada curva sinuosa, delineando la redondez de mis tetas y, gimiendo cuando aquellos dedos traviesos juegan con mis pezones endurecidos por la excitación, siento como entre mis piernas mi vagina reclama mis atenciones, humedeciéndose y palpitando, una de mis manos baja por la meseta de mi vientre, rodeando mi ombligo, dándome un poco de escalofríos, hasta llegar a mi monte de venus.
Me estremezco al contacto de mis dedos con mis depilados y húmedos labios vaginales, y mis piernas se abren de par en par, cual entrada de un palacio sexual, gimiendo cuando dos de ellos deciden darse un chapuzón en ese lago caliente de mis jugos en el que se a convertido mi rajita, comenzando a chapotear, enviando oleadas de placer que recorren todo mi cuerpo desde ese punto. Aquellos clavadistas entran y salen una y otra vez, llevándome a un éxtasis que me hace olvidarme de mi esposo que continúa en la cocina, y a mi mente viene él, y lo que viví con él.
Recordé cuando llegó a trabajar conmigo como camarógrafo. Era un hombre de 1,70 de altura, algo gordito, no mucho pero si se le hacía su pancita, y moreno claro. Bien peinado, vestido de pantalón negro y camisa blanca, el mejor arreglado de todos los camarógrafos. No le di más importancia, por lo regular, no ponía mucha atención a los cámaras, pero al tenerlos en frente, tenía que ver constantemente a ese tal Francisco, que así me dijeron que se llamaba.
Pasó el tiempo y ese cámara siempre era el que me hacia las tomas. No sé qué fue lo que ocurrió, pero entre él y yo había una cierta conexión, no necesitaba decirle nada para que hiciera exactamente lo que yo quería, siempre me tomaba de mi mejor ángulo, y eso me gustaba, al fin de cuentas, soy mujer, y como toda fémina, algo vanidosa. Dos semanas después de que entró a trabajar, empezamos a cruzar un par de palabras, saludos en su mayoría, por ser profesional, o ser algo payasa, solo me relacionaba y platicaba más con mis compañeros de foro y otros camarógrafos con más antigüedad, pero cuando no estaba frente a la cámara, empecé a notar como el nuevo no me quitaba la mirada de encima, y un par de veces lo descubrí mirándome intensamente, al darse cuenta de que lo miraba, solo enrojecía y volteaba rápidamente para otro lado.
Así pasaron los meses, entre ese camarógrafo y yo seguía creciendo aquel entendimiento sin palabras, y en mi, crecía la vanidad. Por ese tiempo comencé a tener un poco de problemas con mi esposo, y entre él y yo no había intimidad, y cada día me sentía más ansiosa y con ganas, pero, mujeres, ustedes saben que cuando una se enoja, puede más el orgullo, en fin, no iba a ser yo quien diera el primer paso ni la que abriera las piernas para arreglar algo que yo no inicié.
Un día después de que terminó el programa, nos avisaron de que a otro día, por la noche habría una pequeña reunión de la empresa para festejar no recuerdo bien que fue, solo nosotros, conductores y camarógrafos, y claro, altos cargos de la empresa, la verdad no me importaba, de todas formas, había que ir bien vestida, y fui lo mejor y más elegante que pude.
Acudí con un elegante conjunto, una mini falda a media pierna y un saco ambos de corte sastre y de color rojo, una blusa rosa con un escote discreto pero sexi, zapatos de tacón alto y de aguja, también en un tono rojizo, mi cabello suelto y poco maquillaje. Debajo, un delicado conjunto ideal con el que me sentía sensual sin renunciar a mi estilo sofisticado y a la dulzura, de un color rojo pasión y que se ajustaba perfectamente a mi cuerpo. No es que fuera buscando algo, solo me quería sentir especial, aunque incluso no tuviera sexo con mi marido.
Quien me sorprendió fue Francisco, iba muy elegante, de frac y camisa blanca y corbata muy llamativa. Me saludó con propiedad, y respondí apenas con un hilo de voz, estaba impactada, nunca creí que un hombre como él pudiera verse tan bien. Era increíble, yo estaba nerviosa, y no dejaba de ver como se llevaba con los demás, secretamente, sentía un poco de celos al ver como les hablaba a mis demás compañeras y como se reía con ellas, así que me acerqué y me uní a su conversación, me acogieron bien al ser yo, pero observé que Paco no me quitaba la mirada de encima.
Poco a poco el ambiente fue siendo más festivo, el alcohol corría como agua y las formalidades fueron perdiéndose. Los jefes y los empleados se mezclaban, platicaban y reían como si fueran los mejores amigos y se conocieran de toda la vida, todos se comportaban como iguales, tanto así, que Francisco comenzó a hablarnos de tu a las personas con las que platicaba, yo incluida. Me sentía algo achispada por la bebida, además, era un día festivo, así que lo permití y también perdí las formalidades, ¿quien me diría que más tarde perdería algo más que eso?
La música cambió de algo aburrido y monótono, a canciones más movidas. Nadie perdió la oportunidad y empezaron a bailar unos con otros, claro, Paco no fue la excepción y comenzó a sacar a bailar a mis compañeras, a medida que pasaban las canciones y los bailes con Diana, o con Odalis Ramírez, incluso a Paola Rojas, yo me iba molestando un poco porque a mí no me invitaba a bailar. Por supuesto, mis demás compañeros me sacaban a bailar, pero yo quería bailar con Paco, no sé porque, pero parecía quinceañera obsesionada, se veía a leguas que él sabía bailar, hasta que en un descanso, al ir por una bebida, otro caballito de tequila, se me acercó por detrás.
-¿Bailas conmigo Raquel?-, me dijo mientras me tomaba de la cintura y recargaba su entrepierna contra mis nalgas.
-¿Estás muy cerca no crees?-, le dije en un susurro, – además, estás muy contento con Odalis, Paola y Diana-, repuse con algo de reproche en la voz.
Más que sentirme agredida por su atrevimiento, me sentí alagada, además, se notaba que estaba muy bien armado, así que a pesar de mi escena de celos, inmediatamente acepté. Bailamos varias canciones, el rose entre nuestros cuerpos era inevitable, y cuando él me daba la vuelta, podía percibir su miembro rosando mi trasero, me excitaba algo, entre el frotamiento, el alcohol, y aquel baile tan candente, tuve que pedirle un descanso porque sentía como mi rajita se mojaba por todo aquello.
-Te mueves muy bien Raquel-, me dijo Paco desde atrás, acorralándome de nuevo contra la mesa.
-Gracias Paco, tú también bailas bien-, le dije recargando mi trasero contra él sintiendo su paquete.
Aquella situación me estaba excitando un poco, ustedes entenderán, era una mujer que estaba siendo alagada, además, el alcohol formaba un parte de aquella excitación, y aunado a eso, hacía semanas que no tenía sexo, pero era una mujer casada y nunca le había puesto el cuerno a mi marido. Mi temperatura corporal comenzó a aumentar, y mi vagina era recorrida por una pequeña gran comezón sexual, y mis pezones comenzaban a despertar, marcándose en la blusa, ya que el saco me lo había quitado nada más empezar a bailar con Paco.
-Yo no me refería a bailar-, me dijo al oído mientras sus manos rodeaban mi cintura y me pegaba más a él.
-Yo… Paco… soy una mujer casada-, le dije con un hilo de voz, -además, nos están viendo-.
-En ese caso, el foro está vacío, allí nadie nos verá-, me dijo rosando discreta y levemente mis tetas por debajo, -te espero allí en 5 minutos-.
-Paco…-, dije deteniendo una mano curiosa que subía a una de mis tetas.
-Los dos sabemos que lo quieres Raquel, lo deseas-, me dijo oprimiendo más su verga en mi trasero, -sino fuera así, ¿por qué tienes duros los pezones?-, te espero-.
Y entonces se fue, dejándome allí con un tremendo calentón. Discretamente y como si fuera un accidente, pasé mi mano por mi pecho para comprobar lo que ya sabía y Paco también, mis pezones duros a más no poder. No sabía qué hacer, él tenía razón, deseaba tener sexo, lo pedía a gritos, pero, mi marido, pensaba en ´el, y al hacerlo, mi enojo me hizo decidirme, y discretamente me salí con dirección al sanitario. Ya ahí, me refresqué un poco, y me adecenté la ropa, me desabotoné la blusa hasta que se viera el principio de mi canalillo, y ya así, salí de allí con rumbo al foro, antes de arrepentirme.
Cuando llegué al foro, todo estaba a oscuras, por un momento creí que Paco me había jugado una broma, y cuando me iba a dar la media vuelta para regresar a la fiesta, las luces se encendieron y él apareció en medio de aquel lugar con el saco desabotonado, una sonrisa pícara en el rostro, y una copa de vino en la mano. Estuve a punto de irme, pero al verlo, atravesé lentamente la distancia que nos separaba.
-Creí que no vendrías-, dijo Paco ofreciéndome la copa.
-Estuve a punto-, dije tomando la copa, -además, no sé ni siquiera porque vine-, y bebí.
Paco me veía de pies a cabeza, cosa que me estremeció, porque sus ojos trasmitían lujuria, deseo, pasión. Sin decir más, se acercó a mí, me quitó la copa de las manos, poniéndola en el escritorio, y con sus grandes manos me tomó de la cintura apretándome contra su cuerpo, dejándome sentir su enorme erección, y su caliente aliento jugando en mi cuello, provocando el deseo en mí, pero al mismo tiempo, que empezara a pensar en mi marido, y en que nunca le había sido infiel.
-¿Sabes desde cuando quiero hacer esto?-, me dijo con su rostro enterrado en mi cuello, y provocándome cierto cosquilleo en mi cuerpo.
-Paco-, dije con un hilo de voz, -creo que estamos haciendo mal-, repuse empezando a sentir remordimientos.
Y entonces el pegó su boca a la mía, uniendo nuestros labios, sorbiendo con ello, no solo mi saliva y mi lengua, sino que también mis remordimientos, mis dudas y mis negativas, dejando tan solo el deseo, la lujuria, la necesidad de que me acariciara, de tenerlo dentro de mí. Mis pezones que para un segundo antes de eso estaban ya en reposo, despertaron al instante, rosando la tela de mi brasier, provocando un escalofrío de deseo en mi cuerpo, y mi rajita, reaccionó humedeciéndose más que antes, más que con mi marido, más que nunca.
Mis brazos rodearon el cuello de Paco, entrelazando mis manos en su nuca, para no dejarlo ir, y menos para que culminara aquel beso que tanto me estaba excitando. Mientras tanto, sus manos recorrían mi cuerpo frenéticamente, acariciando mi espalda, mis piernas y mi cintura, para después separarlas, y con una sobar mis nalgas, y con la otra sobar mis tetas, lo que me hizo lanzar un gemido que quedo ahogado en la boca de mi macho, del hombre que sin aun penetrarme, me estaba haciendo gozar tanto.
Unos minutos más tarde, y ya segura de que ese beso no se terminaría, separé mis manos, acariciando con una de ellas el cabello de Paco, y la otra, la fui bajando lentamente por el cuello, hasta llegar a su pecho, en donde, botón a botón, lo fui desabrochando uno a uno hasta que abrí por fin la camisa, afortunadamente ya no traía la corbata, sino que complicado hubiera sido. Acaricié lentamente aquel fornido pecho, siguiendo la forma de ese cuerpo, por primera vez, la pancita que tenía no me causó más que excitación.
El movimiento de una sombra en la periferia de mi campo de visión, me hizo quitar mi mirada de los ojos lujuriosos de Paco, pero al mirar bien, no había cosa alguna, la excitación me jugaba malas pasadas haciéndome ver cosas donde no. Las manos de él inmediatamente dejaron el sobeteo constante en mi cuerpo, y se dirigieron raudas a desabotonarme la blusa botón a botón, y a zafarla de la cinturilla de mi falda, que para ese momento, ya me estorbaba porque quería abrir las piernas, quería entregarme a él y que me hiciera suya, nada importaba ya a esas alturas.
Cuando terminó con los botones, finalizó aquel ardiente beso que nos dábamos, y separándose un poco de mí, bajó su mirada de mis ojos a mis tetas, aprisionadas en mi brasier, y noté en sus ojos aún más lujuria, al ver mi sexi lencería. Paco me sonrió y yo hice lo mismo, sus manos se fueron directamente a mis voluptuosas tetas, y al contacto, sentí como mis pezones se endurecieron más, y como mi rajita dejaba salir un abundante flujo de mis jugos, estaba segura de que a esas alturas, mi tanguita ya se encontraba más que empapada, y con mi respiración más que alterada, mandé al diablo todo, marido, moral, ¡TODO!
Él volvió a juntar sus labios con los míos sin soltar mis tetas, sobándolas y apretujándolas, el beso fue más intenso que el anterior, de pronto, abandonó mis labios, y sus besos cayeron como tobogán por mi cuello, haciéndome suspirar de placer, y cuando sus labios tomaron dirección a mi canalillo, pude ver algo que me sorprendió y me excitó al mismo tiempo, de pie a lado de la puerta, estaba Paola Rojas sonriéndome, y con sus manos sobando sus propias tetas, se notaba excitada, con los ojos llenos de deseo y de querer participar.
Paco lamía mi canalillo, y la parte de mis tetas que mi diminuto brasier no cubría, haciéndome gemir de placer, creí que abriría el broche para liberarlas, pero no, se dedicó a mordisquear mis pezones aún por encima de la tela, poniendo un estímulo extra al ser encaje. Mientras tanto, mi mano bajaba tratando de liberar aquel bulto que se notaba en sus pantalones, y al mismo tiempo, no me perdía detalle de Paola, la cual se veía espectacular enfundada en un pequeño vestido straples negro, muy corto, y hecho de esa tela que se pegaba a cada curva de su sinuoso cuerpo, como si solamente estuviese pintado.
La perdí de vista un segundo cuando Paco por fin se decidió a abrir el broche frontal de mi sostén, y dejó libre mis tetas, lo que le agradecí con un largo suspiro de gozo, a lo que inmediatamente se dedicó a mamar con fuerza, al ser de piel clara, las marcas de sus chupetones comenzaron a notarse con zonas rojizas, y en mis pezones podía sentir como su lengua jugaba con ellos, pasando la punta muy lentamente alrededor de la areola, volviéndome loca de placer, haciéndome gemir, sin dejar de pedirle que no dejara de hacerlo.
Cuando abrí los ojos, y volví a dirigir mi mirada a donde Paola, ya se encontraba recargada en la pared, con las tetas al aire, con los pezones tanto o más erectos que los míos, y con ambas manos se arremangaba la parte de abajo del vestido, que al ser muy corto, no tuvo que hacer mucho, quedando enrollado en su cintura, reduciéndose a un mero cinturón negro, dejando ver una tanga aún más diminuta y sexi que la que yo traía, la cual no tardó en desaparecer, y entonces, con una mano, comenzó a apretujarse las tetas, y con la otra, a meterse un dedo en su depilada rajita, mientras que Paco también empezaba a subir mi faldita.
Cuando por obra y gracia de las manos de mi querido Paco, mi mini falda cumplió las mismas funciones de un cinturón, le agradecí abriendo las piernas y aprisionándolo entre ellas, lo acerqué a mí lo más que pude, olvidándome de la tarea de sacar su verga de los pantalones. Paco dejó mis tetas y mis pezones y volvió a besarme, tapándome la vista de Paola Rojas masturbándose, y deseando participar con nosotros. Ese beso fue más caliente que los anteriores, pues ambos ya sabíamos que la cogida era inminente, y claro, yo estaba más que entregada.
Los dedos de sus manos, comenzaron a formar un camino de suaves caricias apenas perceptibles para la piel a lo largo de mis piernas, provocando en mi un escalofrío en todo mi cuerpo, y cuando se acercó a mi rajita, me empezó a tocar por encima de la tela de mi tanguita, provocando un gemido que le indicaba que era toda suya. Acarició de arriba abajo, y simuló meter un dedo, lo que hizo que salieran más jugos de mi raja, entonces, atrapó mi clítoris entre dos dedos con el encaje de mi tanga, llevándome al cielo, y perdiendo el piso, ya que al instante tuve mi primer orgasmo de la noche, empapando sus dedos y mi tanguita.
-Por favor Paco-, le dije al oído cuando volvió a besarme en el cuello, -te necesito-
-Aún no Raquel-, me dijo igual al oído, -antes de eso, necesito tus labios en otro lugar-
Se separó de mí, y él mismo se desabrochó el pantalón, bajándolo junto con los calzoncillos, dejándome ver una buena verga, no muy larga, pero si ancha, con las venas resaltando, y ya chorreando líquido de la punta, con un par de huevos grandes y peludos. Lo miré a los ojos y solo le sonreí, quería que le hiciera una mamada, ese camarógrafo quería una mamada mía, cuando ni siquiera a mi marido le había hecho una en el tiempo que llevábamos de casados, pero la calentura que bullía en mi cuerpo, solo se había incrementado con mi primer orgasmo, así que estaba decidida a hacer lo que Paco quisiera, y le regalaría mi primera mamada, aunque él no lo supiera, me esforzaría al máximo.
Aquel sería el día en el que probaría el semen caliente por primera vez. Volteé rápidamente a donde Paola, y delante de su atenta mirada, rodeé el pene con mis labios y me supo un poco mal, pero no podía ni quería echarme atrás, toqué su punta con mi lengua y Paco lanzó un gemido, la noté rugosa, interesante, tenté la entrada del agujerito por el cual iba a venirse en mí, después, decidida, comencé a rodearlo con la lengua causando gemidos incontrolados, hundí aquella lanza de carne más en mi boca y lo saqué, repetí el movimiento y comencé por fin a succionar.
Notaba su calor, sus venas, los surcos de su glande, notaba el vello púbico tocando mis labios cuando me lo tragaba del todo, llegando su punta hasta casi mi campanilla, y comencé a gemir, me sentía una puta, y me gustaba, me gustaba, para mi asombro, comer vergas de otros hombres que no fueran mi marido. Dejé de chupar y miré a Paco, el cual me miraba con la cara desencajada de placer, noté su mano en la nuca y como me empujaba hacia su miembro caliente, lo devoré de nuevo con más ansia si cabía.
No tardé en notar como la verga se hinchaba dentro de mi boca, la bañé con mi lengua y tembló, de su punto salió un líquido dulzón y supe que el semen no tardaría en llegar. De repente noté un chorro que llegó hasta el fondo de mi boca, caliente y muy dulce, era su leche, abrí la boca y saqué un poco la verga y un chorro chocó contra mis labios, Paola Rojas presenció como mi boca y mi barbilla era bañada de esperma, y entonces Francisco dio un largo gemido.
Lo masturbé deprisa y un chorro nuevo bañó mis pechos desnudos, me encantó su tacto caliente, gemí, Paola no me había apartado la vista ni un instante, viendo, sin saber, como su compañera de trabajo hacía su primera mamada. Paco se apartó con la verga aún dura y bañada por mis babas, yo me limpiaba un poco y recogía el semen de mis pechos con los dedos para llevármelo a la boca como si fuera maná sagrado. ¡Qué rico estaba! De haberlo sabido antes hubiera comido vergas no solo de mi marido, si no de cualquier tipo que quisiera venirse en mi boca.
-Sabes mamarla muy rico Raquel-, me dijo mientras se agachaba y me besaba en la frente, -con esos sensuales labios no podía ser de otra manera, pero ahora-, agregó mientras suavemente me ayudaba a levantarme del piso y me recargaba en el escritorio, -ahora, sigo excitado y con la verga dura, y de aquí no nos vamos hasta que cumpla mi sueño de cogerte, pero antes, te devolveré el favor-
-Yo me muero por…-, conseguí decir antes de que Paco me volviera a besar en la boca y se metiera entre mis piernas abriéndomelas.
Podía sentir la punta de su verga picando en mi rajita como queriéndome coger, pero la tela de mi tanga nos estorbaba, quise meter una mano entre ambos cuerpos para retirar aquel obstáculo, pero él no me dejo, mientras que sus manos volvían a juguetear con mis tetas, acariciándolas, y pellizcando mis pezones, haciéndome gemir a pesar de seguirme besando. Poco a poco fue abandonando mis pechos, acariciando con la punta de los dedos mi vientre, mi cintura, pasándolos suavemente por mis nalgas hasta que puso las manos enteras en ellas, apretándolas y sobándolas.
Se quedó un buen rato sobando y apretando mis nalgas y con cada sobeteo me acercaba más a su cuerpo, haciéndome sentir su dureza, luego abriéndomelas pasando sus dedos por el canalillo que forman. Después, una de sus manos se dirigió acariciando mi pierna, a mi rajita, creí que por fin me cogería, que por fin retiraría mi tanga y me la metería hasta el fondo, era lo que ambos deseábamos, pero cuando sus dedos alcanzaron su objetivo, solamente se limitó a jugar con mi rajita por encima.
-Por favor Paco-, le dije cuando dirigió sus labios a mi cuello, -ya no aguanto-
-Ni yo-, me dijo mientras separaba la empapada tela de mi rajita, -pero quiero probar tu sabor Raquel-
Tuve un pequeño orgasmo sorpresivo cuando sus dedos hicieron contacto con mis labios vaginales, hasta ese momento me había olvidado completamente de Paola, y mientras él jugaba en mi rajita y volvía a besarme en el cuello, abrí los ojos para ver a donde mi compañera. Allí estaba ella, con los ojos cerrados, aún con las piernas bien abiertas, y con tres dedos entrando y saliendo rítmicamente y con velocidad de su depilada rajita, dejando salir algunos gemidos que llegaban hasta mis oídos.
-Por cierto, tenemos público-, me dijo Paco de nuevo al oído, -es Paola, ¿no te importa, verdad?-
-No, lo que verdaderamente me importa está entre tus piernas-, le contesté ya excitadísima.
Poco a poco Paco fue bajando desde mi cuello hasta mis tetas, en donde me chupó y mordió los pezones haciéndome gemir y entrecerrar los ojos por el placer que sentí, mientras tanto, sus dedos seguían acariciando mi rajita, al tiempo que con la otra mano bajaba lentamente mi tanga. Paola Rojas metía y sacaba sus dedos de su rajita, y la otra mano apretujaba sus tetas y pellizcaba sus pezones, haciendo caras de infinito placer, por un segundo me imaginé que sus manos eran las mías, la excitación jugaba con mi mente y mis deseos.
De pronto, en el quicio de la puerta, ¡mi jefe! Carlos Loret, con la corbata en la mano, la camisa mal fajada y con algunos botones abiertos, y lo que más me dejó de piedra, más que verlo allí, y más que se me quedara viendo con deseo a los ojos, fue que iba con la verga fuera del pantalón, aún erecta y se veía húmeda. Al ver mi situación, él me sonrió y comenzó a masturbarse, a los pocos segundos, detrás de Carlos, una Diana Vucetich, se hizo presente, desnuda y con su vestido blanco colgando de un brazo, su cabello revuelto, y una sonrisa que denotaba que recientemente había tenido sexo, y por algún motivo, sospechaba que había sido con Carlos.
Gemí cuando los dedos de Paco se introdujeron de golpe en mi vagina, y cerré los ojos por un par de segundos, cuando los entreabrí, Diana y Paola estaban de rodillas frente a Carlos, mamando aquella verga, que a decir verdad, no era nada despreciable, buen tamaño y buen grosor, también, las manos de Paola en su rajita, fueron sustituidas por las de Diana, y en la rajita de Diana, se veían las de Paola. Mientras que Paola engullía aquella verga, Diana lamía y se metía a la boca los testículos de Carlos, a lo que él respondía con una cara de placer inmenso, y acariciando las cabezas de ambas mujeres.
Carlos me miró a los ojos, el deseo y la lujuria bullían en su interior, a pesar de la distancia, podía ver en ellos la escena de la que yo era protagonista en el escritorio, y el verme en aquella situación me excitó aún más. Paola dejó en paz aquella verga, siendo sustituida por Diana, que al instante la engulló por completo, hasta que la punta de su nariz chocó con el pubis de Carlos, entonces Paola dedicó sus atenciones linguales a los testículos, introduciéndose uno a la vez a la boca. Y cuando las dos dejaron un instante su labor, ambas mujeres comenzaron a besarse apasionadamente.
La lengua y los labios de Paco en ningún momento dejaron de comerme las tetas, lo que me tenía gimiendo de placer, mientras me excitaba más viendo aquella escena, y sus manos bajaron mi tanga lo suficiente como para que me la pudiera quitar de un solo movimiento, permitiéndome abrir más las piernas. Él abandonó mis pechos sin dejar de estimularlos con sus manos, bajando por mi vientre, succionando un poco en mi ombligo, sin entretenerse mucho tiempo, y siguió bajando hasta quedar con su cabeza entre mis piernas.
El aliento de Paco a milímetros de mi vulva, me encendió más de lo que ya estaba, obviamente mi marido había intentado hacerme sexo oral antes, pero no era tan bueno porque nunca me había dado un solo orgasmo de esa forma, sin embargo, en ese momento estaba tan excitada que no me importaba que él lo hiciera. Cuando por fin pegó sus labios a mi vagina, abrí mucho los ojos y lancé un suspiro que por supuesto no paso desapercibido a Carlos que aún permanecía en la puerta.
Notar su boca en mis labios vaginales fue un alivio extraordinario. Nunca había sentido algo así, agarraba a Paco por el pelo para que no parase. Sus manos recorrían todo mi cuerpo. Pronto comencé a realizar pequeños movimientos circulares con mi pelvis en busca de mi orgasmo. Contemplar la cara de él inmersa entre mis piernas mientras me comía la vulva me provocaba un morbo indescriptible. De vez en cuando miraba a la puerta a mi jefe Carlos y a mis compañeras que no dejaban de chupar aquel miembro tan varonil, que con solo su visión, hizo que le llenara a Paco la cara con mis jugos ya que había llegado al orgasmo, uno de intensidad media, pero que me hizo gritar y cerrarlos ojos, recreándome en el éxtasis y en la lengua de Paco que aún hurgaba en mi rajita, ya no me importaba que me vieran.
La calentura no cedió, el orgasmo había estado bien, pero mi objetivo desde que había visto aquella verga, era que Paco me hiciera suya, ni con mi marido había estado tan excitada, ni cuando me masturbaba me sentía tan ansiosa, y mi rajita seguía palpitando y soltando mis líquidos. Paco abandonó mi vulva, y fue subiendo besando mi pubis, mi vientre, hasta llegar de nuevo a mis tetas, donde chupó y lamió mis enhiestos y sensibles pezones, con lo que me hizo gemir sin control, mi vagina seguía manando mis líquidos, y sentía como lentamente se deslizaban por mis piernas, abandonó su trabajo, dejándome más excitada y deseosa, y subió a mi cuello, y mordió suavemente el lóbulo de mi oreja, lo abracé, pegándolo a mi cuerpo, con lo que su verga entro en contacto con mi vagina, a lo que me estremecí, y él me tomó de las nalgas.
-Ya no aguanto más Paco-, dije al oído de él, -por favor-
-yo tampoco guapa-, me dijo.
me jaló pegándome más a su cuerpo, haciendo que toda esa verga entrara lentamente en mí, era una sensación muy deliciosa, que nos hizo soltar al unísono un gemido de placer, volvió a chupar mis pezones, y con sus dos manos en mis nalgas, me jalaba una y otra vez, sintiendo como entraba y salía una y otra vez, entre abrí los ojos, apenas lo suficiente como para ver entre mis pestañas, era excitante percibir esa mezcla del blanco de mi piel, y moreno de la suya, era un contraste como se fusionaban, solo lo podría haber comparado con una pieza de porcelana abrazada por una piedra, con todo aquello, Paco pasaba de ser un simple camarógrafo, a ser mi amante en la privacidad de aquel foro.
Tenía miedo de que en cualquier momento él se saliera de mí y me dejara ahí con ganas de más, así que subí mis piernas, rodeando su cintura con ellas, y poder moverme al mismo ritmo de sus embestidas, de nuevo comencé a gemir casi gritar, Paco también emitía gemidos de fuerza cada vez que irrumpía en mi vagina, el placer me hizo cerrar los ojos, logrando sentir su verga entrar y salir de mí, nuestros gemidos llenaban todo el foro, me había olvidado por completo de que Carlos, Diana y Paola nos observaban, y abriendo mis ojos, miré por encima del hombro de Paco, y o sorpresa, ya no estaban, dejando como únicos testigos de que nos estaban viendo, el vestido negro de Paola Rojas, y el blanco de Diana Vucetich.
Aquello estaba perfecto, ya no me observaban, por lo que me podía relajar y soltarme por completo. Volví a cerrar mis ojos, puesto que nuestros cuerpos seguían fusionados y el sonido de carne mojada golpeándose acompañaban nuestros gemidos de placer, de repente Paco detuvo por un momento su vaivén, quedándose dentro de mí, apreté mis unas en su espalda a modo de que continuara. Luego de algunos segundos, retomó la cogida que me estaba dando, y los dos nos empezamos a mover acompasadamente, hasta que sentí como en mi interior comenzaba a nacer otro orgasmo, el tercero de aquella noche, lancé un grito cuando aquel placer me hizo perder las fuerzas, empezaron a salir mis líquidos abundantemente, lo que permitió que Paco acelerara sus envestidas, en ningún momento dejé de mover mis caderas, quería más, necesitaba más.
Se volvió a detener unos segundos más, y me besó en la boca, un beso candente, lleno de lujuria, pasión y deseo, en eso estábamos, cuando sin sacar su gran verga de mi interior, me cargó a pulso, me aferré con más fuerza de Paco, y claro abrí los ojos, lenta y suavemente se sentó en el suelo, estaba claro lo que quería, lo había hecho en múltiples ocasiones con mi marido, y era cuando menos aguantaba. Al recostarse en el suelo, puse mis manos en su pecho desnudo, y lo miré a los ojos, me podía ver reflejada, completamente desnuda, tan solo con un cinturón rojo, que era a lo que había sido reducida mi mini falda, con las tetas al aire, mis pezones brotados y una carita de puta, que nunca me había visto, y le sonreí lascivamente, estaba a punto de enterarse de lo que yo era capaz en mi calentura.
Posé mis manos en el pecho de Paco, y lentamente y sin dejar de mirarlo a los ojos, fui subiendo mis caderas, sintiendo como se deslizaba aquella verga, me distraje y bajé mi mirada, el tronco de aquel falo fue apareciendo lleno de mis jugos, me detuve cuando sentí que estaba a punto de salirse, dejando solo la cabeza gorda dentro de mí, y nuevamente, fui bajando muy despacio, ahora si lo miré a los ojos, él sonreía, y su verga entraba en mi vagina, hasta que sentí como sus huevos tocaban mis nalgas. Seguí haciendo eso al mismo ritmo, con la diferencia de que cada vez que aquel pedazo de carne regresaba a mi interior, yo apretaba mis músculos vaginales para incrementar el placer que le hacía sentir, y de paso, el que yo sentía.
Volví a cerrar mis ojos, el placer estaba al máximo, en esa posición me sentía llena como nunca antes y muy adentro, las manos de Paco me tomaron por las nalgas, sobándolas, y apretujándolas, siguiendo mi ritmo cadencioso, hasta que con ambas palmas, me azotó, no fue muy fuerte, pero me gustó, y aceleré un poco, lo que lo hizo gemir, y lentamente fui incrementando mi velocidad, sus manos se dirigieron a mis tetas dándoles el mismo tratamiento que a mi trasero, pero dedicándose especialmente a mis pezones, que estaban demasiado sensibles, con lo que mi cabalgata se aceleró y mis gemidos se convirtieron en gritos del placer que aquello me estaba dando.
Paco también comenzó a hacer movimientos con sus caderas, arremetiendo contra mi vagina, en algún momento, sin dejar de movernos, él se incorporó llevando su boca a mis pezones, y luego a mi boca, donde nuestras lenguas se entrelazaron en una danza frenética queriéndose imponer una a la otra para someterse mutuamente, los movimientos de caderas se tornaron frenéticos, volviéndome loca, sintiendo como en mi interior empezaba a nacer un orgasmo que se anunciaba arrollador, como una ola en el mar que al chocar con la playa arrasa con todo a su paso.
Cuando nos separamos, me agarró de la cintura para, sin sacar la verga de mi interior, voltearme colocándome tumbada de espaldas en el suelo mientras me aferraba con las manos al amplio cuello de Paco, me quedé con las piernas abiertas y dobladas hacia atrás con lo que él me agarró los muslos justo por detrás de las rodillas empujando hasta levantarme ligeramente el trasero, momento en el que comenzó sus fuertes embestidas.
Con cada sacudida de Paco, sentía como me llenaba por completo, golpeando los testículos contra mi culo levantado, de esa forma me robaba un gemido ahogado. Cuando cambió el ritmo y me penetró a una velocidad endiablada sacando y metiendo la verga con frenesí, llegó a mí el tan ansiado y arrollador orgasmo, y entonces, la verga por fin eyaculó, sentí un chorro caliente llenarme por dentro y juro que casi me deshago de placer.
Todo mi cuerpo temblaba sintiendo los remanentes de aquel último orgasmo, la verga seguía entrando y saliendo a una velocidad endiablada, y a cada golpe escupía semen dentro de mí. Después sus embestidas bajaron y estuvo casi un minuto cogiéndome despacio mientras nos besábamos, su miembro todavía soltaba gotitas de semen dentro de mi vagina, después nos separamos gustosos, y cuando la verga de paco salió, debido a que perdió firmeza, se recostó a un lado mío, abrazándome y pegando mi cuerpo al suyo.
-¿Te gustó?-, le dije con la cabeza en su pecho.
-Fue mejor de lo que creí-, me dijo acariciando mi cabello, -eres una mujer excepcional, y que mujer, tu marido debe de estar encantado contigo-
-no hablemos de él-, le dije mientras me incorporaba para darle un beso en los labios y callar su comentario.
Nos enredamos en otro beso apasionado, lujurioso, tratando de imponernos con los labios, sus manos volvieron a recorrer mi cuerpo, y este desobediente de mi razón, volvió a excitarse, mi vagina otra vez palpitaba de excitación, y mis pezones se pusieron erectos, Paco lo notó, y se dedicó a estimularlos, cosa que agradecí sobando su verga que estaba con media erección, llena de mis jugos y su semen, rápidamente al contacto, se endureció al máximo.
-¿De qué te ríes?-, le pregunté dejándolo de besar.
-de que por lo general, después de sacar mi leche una vez, tardo bastante en volver a estar duro-, me dijo besándome en los labios, -pero ahora, no han pasado ni cinco minutos, y ya estoy listo para otra cogida-
-¿Y quién te dijo que te dejaré?-, le pregunté poniéndome de rodillas para levantarme.
-¿Y a ti quien te dijo que sería contigo?-, me replicó parándose y ayudándome a levantarme.
-Cabrón-, le dije buscando mi ropa.
-Tu cuerpo es el que me dice que aun deseas continuar-, me dijo tomándome de la cintura, besándome.
-De acuerdo-, le dije terminando el beso, -pero no aquí, no soy una vil puta-
Nos vestimos, al menos él, quedamos en que Paco regresaría a la fiesta en lo que me vestía y me adecentaba un poco, no me podía dar una ducha, pero al menos me podía limpiar, Paco, tomó mi brasier y mi tanguita, y se los guardó en la bolsa del pantalón. Salió del foro, dejándome ahí desnuda, pero antes de salir, miró los vestidos tirados en la entrada, con un par de tangas, y volteó a mirarme, con una burla en la mirada, y como diciendo, “Tuvimos un buen público”, y desapareció.
Me quedé sola, y me senté en la silla del presentador, o sea mi jefe Carlos, necesitaba pensar, o más bien, necesitaba no pensar en lo que acababa de hacer, y en lo que estaba a punto de hacer, nunca había sido infiel a mi marido, pero en esa ocasión, mi cuerpo me pedía continuar, el enfado con él, y mis ganas de sexo, fueron las que hablaron por mí, estaba a punto de irme a un hotel con Francisco, un camarógrafo que apenas conocía, pero que me había dado un placer indescriptible, ¿o tal vez me llevaría a su casa?, no sé, pero sí que me iría con él.
Me levanté de la silla, y sentí como todo el semen salía de mi vagina y bajaba por mis piernas, no podía salir así de ahí, y de mi bolso saqué toallitas húmedas para limpiarme lo mejor que pudiese. Tuve que quitarme la falda, para acomodármela, ya no traía ropa interior pues Paco se la había llevado, me abotoné la blusa, y con la cabeza bien en alto, me dirigí resuelta a lo que quedaba de fiesta, recogiendo los vestidos de Paola y Diana cuando pasé por la entrada, en algún lado las tendría que encontrar.
Mi orgasmo llega al recordar todo ello, muerdo mi almohada para que mi marido no se dé cuenta, en estos momentos o quiero estar con él, lo amo y todo eso, pero estos instantes son míos, solo míos, y con la tela entre mis dientes, mi cuerpo se convulsiona, y un grito queda ahogado en el cojín. Pero necesito más, mi cuerpo pide más, y claro que le daré más, mis dedos deportistas, continúan nadando entre mis jugos calientes que ahora se desbordan y siento como llegan hasta mi ano, haciéndome estremecer.
El sol entra a raudales por la ventana de mi habitación, bañando la cama matrimonial, y por consiguiente mi cuerpo desnudo que chispea gracias a las perlas de sudor que se sobreponen por toda mi piel, mi respiración continúa agitada, y mi pecho sube y baja rápidamente, mi cabello está revuelto, y mi vagina sigue palpitando insaciable. Vuelvo a aquella noche, la noche en que fui infiel por primera vez, aquella noche de primeras veces en todos sentidos, mis pensamientos volvieron al momento inmediato de estar con Paco, y cuando empecé a buscar a las dos putas de mis compañeras.
Caminé por el pasillo desierto, sumida en mis pensamientos, hasta el área de camerinos, a fuerzas tenía que pasar por ahí para regresar a la fiesta, cuando a lo lejos empecé a escuchar gemidos, me acerqué sigilosamente hasta una puerta abierta de par en par, era el camerino de Diana, y dentro, una escena puramente pornográfica, en donde mi jefe, Carlos, se cogía a Paola completamente desnuda, a cuatro en el piso, mientras Diana debajo de ella, con las piernas abiertas, recibía un oral de nuestra compañera.
Me quedé de piedra en el quicio de la puerta, aquello era demasiado, y mi cuerpo aún caliente por la resiente cogida, empezó a reaccionar, mis pezones se endurecieron, y mi vagina segregó mis líquidos. En su éxtasis por recibir la lengua de Paola, Diana alcanzó a verme, y haciendo un esfuerzo monumental, se separó de la boca de nuestra compañera, y gateando lentamente, se acercó a mí, mirándome con lujuria, deseo, y una gran excitación.
Me hice a un lado, creyendo ingenuamente, que pasaría de largo por la puerta, pero sin darme cuenta, yo había dado un paso dentro del camerino, por lo que al apartarme, quedé recargada en la pared, lo que Diana aprovechó, y cuando llegó a mí, sus manos treparon por mis piernas hasta perderse debajo de mi falda, sentí como sus dedos exploraban por mi piel, y cuando llegaron a mi rajita, ella abrió mucho los ojos, al comprobar que no llevaba nada debajo.
Gemí, no pude ni quise evitarlo, cuando sus dedos comenzaron a hurgar en mi húmeda rajita, masturbándome con una mano, y acariciando mi clítoris con la otra, con mis propias manos bajé la cremallera de mi falda, y por un momento, Diana abandonó mi vagina, para que mi prenda se deslizara hasta el suelo, donde ella la apartó, y reemplazó sus manos con su boca, sabía hacerlo, y su lengua se movía por todos lados, haciéndome llegar a un sorpresivo orgasmo antes de cinco minutos, que me dejó sin fuerzas en las piernas.
Me fui deslizando poco a poco por la pared, hasta tocar el suelo, quedando Diana entre mis piernas abiertas, se acercó, nunca antes había besado a otra mujer, mucho menos había tenido sexo, pero cuando sus labios se unieron a los míos, me dejé llevar por el deseo que nació en mi interior, la abracé sintiendo su piel caliente y sudorosa, pegándola a mi cuerpo, mientras nos seguíamos besando, sus manos desabotonaron mi blusa, y extrañamente, le ayudé para que fuera más rápido, hasta quedar desnuda, frotando piel contra piel.
Sus manos comenzaron a acariciar mi cuerpo, desde mis piernas, pasando por mis caderas, pero al sentirlas en mis nalgas, extrañamente mi excitación se incrementó, yo también recorrí su cuerpo desnudo, su piel estaba caliente y sudorosa, y cuando ella llegó a mis tetas, yo también tomé las suyas y ambas, al mismo tiempo, las masajeamos, pellizcando los pezones, haciéndonos gemir de placer. De pronto, una mano abandonó mi pecho, y rauda fue a mi rajita, metiendo un dedo y empezando a masturbarme tan deliciosamente que me abandoné a aquello.
En mi carrera había escuchado entrevistas a lesbianas, que decían lo mismo que amigas muy cercanas que experimentaban con aquello, y era que ningún hombre, por muy versado en las artes amatorias que fuera, nunca te podría acariciar, besar ni hacer sentir en el sexo lo que otra mujer te hacía sentir, y lo estaba comprobando en carne propia. Diana me masturbaba y me acariciaba de forma que ni mi marido, ni los novios anteriores, ni Paco que era el más reciente amante me habían tocado.
Tanto era el placer que me provocaba con sus caricias, que estaba a punto de llegar a otro orgasmo, el segundo provocado por alguien de mi mismo sexo, y ni siquiera los orgasmos que Paco me había dado, se comparaban con el primer orgasmo que Diana me había provocado, y mucho menos con el que estaba a punto de llegar. Y entonces llegó, intenso, potente, y arrasador, aunque no pude gritarlo como hubiera querido porque nuestras bocas aún permanecían unidas en un beso que se intensificó con mi orgasmo.
Aún podía sentir los dedos de Diana dentro de mi vagina, y su otra mano en mi espalda, y cuando me dejó de besar y se separó de mí lo suficiente, pude ver deseo y lujuria en su mirada, y a pesar de todo, pude verme en ellos, desnuda, agitada, y sobre todo, con una cara en la que cualquiera podía ver que todavía quería más. Mis manos seguían en sus tetas aunque inmóviles, e hice lo que ella, una la llevé a su espalda, y la otra a su rajita.
Para tener mejor acceso a su sexo, pasó una de sus piernas por encima de la mía, quedando entre ellas, con lo que pude sentir en mi pierna el calor y la humedad de su sexo, y lo comprobé al tocar sus labios vaginales, sus tetas se apretujaron con las mías, frotando pezones, con lo que ambas gemimos de placer, sus dedos volvieron a jugar en mi interior, y como venganza, introduje dos de mis dedos en su rajita, haciéndola gemir por el placer.
-Dios, que bien lo haces Raquel-, me dijo al oído cuando me dejó de besar para después besarme en el cuello.
Hasta ese momento, debido al placer y mis orgasmos, y a que Diana permanecía frente a mí, me había olvidado por completo de la otra pareja, la de mi jefe y Paola, solo que ahora, al verlos por encima del hombro de mi compañera, porque su boca comenzaba a bajar con dirección a mis tetas, y sus dedos no habían dejado de entrar y salir de mi vagina, la escena de ellos dos había cambiado por completo.
Cuando los encontré, Paola estaba a cuatro, y Carlos se la cogía desde atrás, ahora, mi compañera estaba de espaldas en la alfombra, con las piernas abiertas pero en los hombros de mi/nuestro jefe, y él hundía una y otra vez su verga en la vagina de ella, mientras con sus manos se sobaba las tetas y pellizcaba sus pezones, haciéndola gritar y gemir de placer, al ver aquella escena, supe que era inexorable que aquel miembro, que ya se había cogido a mis dos compañeras, también entraría en lo más profundo de mi ser.
Diana llegó por fin a mis pezones, y los succionó con gran gula, excitándome más, deseando que no parase, sus dedos no dejaban de hurgar en mi vagina, y con aquel acto, los míos la masturbaron con mayor velocidad, haciéndola gemir, al tiempo que Paola comenzaba a gritar más fuerte y a retorcerse, signo inequívoco de que su orgasmo estaba por llegar, dos o tres arremetidas más de Carlos a su vagina, y gritó anunciando que llegaba al orgasmo, apretándose más fuerte las tetas, y moviendo sus caderas con un ritmo espasmódico.
-¿Por qué paraste?-, me preguntó Diana al oído dejando de mamar mis tetas.
-Porque Carlos viene para acá-, le contesté volviendo a masturbarla con mis dedos.
Y es que era cierto, cuando Paola había dejado de gritar por su orgasmo, Carlos había sacado su verga de su vagina, y se dirigía con paso lento a donde estábamos nosotras dos con aquel miembro duro, apuntándonos, y escurriendo por los jugos orgásmicos de Paola que yacía en la alfombra despatarrada, con una sonrisa de satisfacción en su cara, con la mirada perdida por el placer que había experimentado, y con sus manos aun sobando sus tetas.
A Diana no le importó aquella información, y volvió a mamar mis pezones, y a meter sus dedos en lo más profundo de mi más que húmeda rajita, con lo que gemí de gusto y placer. Cuando Carlos llego a donde estábamos, se quedó de pie mirando el espectáculo que Diana y yo montábamos, y entonces acercó su verga a mi cara, no lo dudé, y abrí mi boca para que aquel pedazo de carne entrara, probé el sabor de Paola, y no me desagradó, a pesar de que nunca había probado a otra mujer, pero emplee la misma forma de mamar con la que había vuelto loco a Paco pocos minutos antes.
Mis dedos aceleraron en la vagina de Diana, con lo que comenzó a gemir más fuerte, y a los pocos segundos gritaba por el orgasmo que la había provocado, Carlos la apartó suavemente de nosotros y ella no dijo nada, fue y se abrazó a Paola, besándola y acariciándola, eché de menos sentir sus dedos en mi rajita, pero tenía que poner atención a la mamada que hacía, y con mi mano llena de los jugos de Diana, comencé a masturbarme frenéticamente, con lo que apresuré los movimientos que hacía con mi boca y mi lengua en aquella verga.
-Espera-, me dijo Carlos sacando su verga de mi boca, -estoy a punto de venirme, y el caso es que no quiero terminar en tu boca, túmbate en el suelo a lado de esas dos-
Como pude me coloqué a cuatro y gateé lentamente, moviendo exageradamente mis caderas, ¿Por qué lo hice?, no sé, pero en ese momento creí que estaba bien, cuando Diana me vio acercándome en esa posición, de inmediato dejó a Paola Rojas que empezaba a regresar en sí, y miraba la escena desde su lugar en el que permanecía acostada de lado, mi compañera se sentó en sus talones, y con una sonrisa lasciva abrió sus piernas.
A pesar de haber tocado la rajita de Diana, no la había visto, y ahora que la tenía en frente, me pareció algo muy delicioso, completamente depilada, y brillante debido a sus jugos, no sé porque, pero fui directa a ella y hundí mi cara entre sus piernas, llevando mi boca hasta ese apetecible lugar, como dije, nunca antes había estado con mujeres, pero hasta esa noche, nunca había hecho una mamada, y ya llevaba dos, comerle la rajita a una mujer, no creía que fuera cosa de otro mundo, además, regresaba lo que ella me había hecho.
Carlos por fin tomó parte en aquella escena lésbica, se puso de cuclillas detrás de mí, y empezó a acariciar mis nalgas, al sentir las manos de mi jefe, paré más mi culo, sin dejar de mamar la rajita, y es que nunca había mamado una rajita, y menos tan rica, me deleitaba manteniendo el clítoris entre mis labios, para después acariciarlo juguetonamente con la lengua, hasta hacer estremecer de placer a Diana, solo entonces volví a mamarla con fruición.
sentí deslizar una mano por mi vientre hasta llegar a mis tetas, los dedos buscaron ávidamente uno de mis pezones, y empezó primero a pellizcarlo, y después a tirarlo para abajo, hasta que estuvo completamente duro, creí que era Diana, pero cuando volteé a ver quién era, o sorpresa, se trataba de una Paola recuperada al 100%, excitada y con ganas de más, su otra mano se deslizó por el vientre, y realizó la misma operación con el otro pezón, sin abandonar mis tetas, se tiró en el suelo, y se metió debajo de mí, y apretando con sus manos ambas tetas comenzó a lamerlas y a chuparlas, yendo y viniendo de una a otra, mamando con avidez.
Carlos por lo tanto, colocó su verga cerca de mi rajita, utilizaba la cabeza de su verga a modo de cuchara sobre los labios de mi vagina empapada, subía y bajaba por toda la longitud de mi rajita rosada y mojada deteniéndose especialmente en mi clítoris, con cada pasada todo mi cuerpo vibraba de placer, pidiendo ya ser cogida, sin embargo, él retardaba tal deseo, mi vagina, en aquel instante, había comenzado a dejar caer algunas gotitas de mis líquidos al suelo. Me estaba volviendo loca sintiendo como jugaba la punta de aquella verga en mi rajita sin cogerme, porque a esas alturas, que me cogieran era lo único que quería.
No aguanté más tal agonía, y dejando de chupar la rajita de Diana, volteé a atrás, vi a los ojos a mi jefe, y con un movimiento de cabeza, le indiqué que ya me cogiera. Apoyó la verga en mi rajita ardiente, y de una sola envestida me penetró, lancé un agudísimo grito de placer cuando sentí los huevos de Carlos golpear furiosamente mi clítoris, mientras que mis uñas se clavaban con fuerza en las caderas de Diana, gritando mi placer, mientras él sacaba y volvía a meter aquel pedazo de carne de mi interior.
Sentí el dolor del vacío en mi vagina cuando Carlos se salió de mi, pero al momento remplazó su miembro con su lengua, lo que me estremeció de sobremanera, me lamió durante algunos minutos, hasta el punto de casi hacerme llegar al orgasmo, se detuvo, y una vez en posición, colocó su verga, y la primera arremetida me hizo estremecer entera de placer, a causa de lo larga y gruesa que era, sin embargo, no tuve oportunidad de gritar, dado que en ese momento Diana volvió a acercar mi boca a su rajita, las arremetidas de aquella maravillosa verga eran realmente salvajes, pensé por unos segundos que en una u otra iba a desfallecer, puesto que sentía que me penetraba hasta lo más hondo de mi ser, a pesar de todo, gozaba como loca, estaba fuera de mí.
Carlos introducía su verga violentamente en mi vagina, y embestía, se diría, que con inusual furia que me hacía gemir de dolor y placer a un tiempo, Paola, mientras tanto, disfrutaba frotándome el clítoris con la yema del dedo mayor, sin embargo, fue un poco más lejos, y despacio, mientras nuestro jefe se sacudía dentro de mí, metió el dedo, todo lo que pudo, pensé que era encantador, ambos actuaban coordinados y un dedo más, pensándolo bien, no era tanto.
Mi compañera era realmente fantástica: mientras gemía quedamente puesto que no apartaba la lengua de la rajita de Diana, sentí como otro dedo me era introducido en el mismo lugar; y luego un tercer dedo que se movía rítmicamente con la verga de Carlos, el dolor ahora si comenzaba a ser un poquito más intenso, creo que mi jefe logró percibirlo, y se retiró seguido por los dedos de Paola Rojas. Luego vi como nuestro jefe se acostaba en el suelo a nuestro lado, y nos miraba a las tres, como evaluando cual de nosotras era digna de meterse su verga.
Diana se ubicó de rodillas a lado de Carlos, a la altura de su verga, provocando que Paola la imitara pero del otro lado, y sin más, se inclinó, comenzó a sobarle con una mano el miembro mientras que jugueteaba con la punta de su lengua sobre el único ojo de aquella cabeza gorda y colorada, harían lo que las vi hacer antes de que Paco me cogiera, con la diferencia de que ahora yo sería participe, porque me acerqué, e inclinándome, comencé a lamer aquel par de huevos que mi jefe tenía, mientras mis compañeras se disputaban la verga para metérsela a la boca y mamarla, aunque en el proceso, también se besaban entre ellas.
Después de un rato peleándonos las tres la verga y los huevos, lo que en mi vida pensé hacer, aunque esa noche, había hecho más cosas que nunca creí realizar, vi como suavemente Carlos apartaba a Diana y a Paola, y me hacía señas para que lo montara, lo dude 2 segundos, pero terminé aceptando. Lo miré a los ojos, se veía el deseo que sentía por mí, volteé a mirar a mis compañeras, que me sonreían a cada lado como una especie de guardia de honor, animándome con la cabeza a hacer lo que Carlos me pedía.
Gateé unos pasos adelante, con mis piernas a cada lado de su cuerpo, y una vez tuve el rostro a la altura del de Carlos, y sus ojos miraron fijamente a los míos, llevé una mano atrás, y con habilidad consumada introduje la verga de mi jefe dentro de mi vagina, ya a estas alturas bastante lubricada por cierto, y entonces comencé una cabalgata furiosa en la cual, el pedazo de carne erecta entraba y salía en toda su longitud, sabía y estaba consciente de que ni a mi marido lo cabalgaba de esa manera, de hecho, con el nunca había hecho nada de lo que estaba haciendo, ni lo que haría, dos vergas diferentes esa noche, y me estaba comportando como toda una puta viciosa de verga, porque así me sentía, y nadie me podía, ni yo quería parar.
Carlos me tocaba las nalgas, las tetas y me pellizcaba los pezones aumentando mi placer, y que a cada segundo me acercase peligrosamente a un orgasmo tan intenso como nunca había sentido. En algún momento de mi cabalgata, miré como Diana, sentada en sus talones y con las piernas abiertas, se masturbaba furiosamente, sin dejar de ver la escena, y Paola, aprovechando la posición de nuestro jefe, se sentó en su cara, poniendo a la altura de su boca su chorreante vagina, la cual Carlos se apresuró a lamer, los tres gozábamos con todo aquello, pero más Paola con la lengua de nuestro jefe dentro de ella, mientras se sobaba las tetas.
Suspendí un momento mi cabalgata, e hice algo que solo podría hacer en esa situación, ya que en mis 5 sentidos, no lo haría por iniciativa propia, aparté las manos de Paola de sus tetas, y me incliné para mamar de sus henchidos pezones con lo que lanzó un gemido prolongado y me tomó de la cabeza para que no dejara de hacerlo, mientras que empezaba de nuevo a mover mis caderas haciendo que la verga de mi jefe, volviera a entrar y a salir de mi interior, al otro lado, Diana no paraba de masturbarse furiosamente viendo lo que hacíamos.
-que puta- la escuché susurrar entre gemido y gemido.
No me importó, yo seguí mamando las tetas de Paola, la cual gemía cada vez más fuerte, no sabía si por lo que yo hacía, o por la lengua de Carlos en su vagina, o tal vez por ambas, después de un par de minutos, me tomó suavemente de la cabeza, y me levantó, volví a mi cabalgata, que solo se había convertido en movimientos de cadera circulares, y Paola se fue sobre de mis tetas, haciéndome gemir cada vez que su lengua rosaba mis pezones, mientras que me metía y sacaba la verga de Carlos, acercándome peligrosamente a otro orgasmo, ambos estímulos me excitaban de sobremanera, en ese momento entendí los gemidos cada vez más fuertes que Paola daba cuando yo le mamaba sus pezones.
Carlos como pudo, porque aún tenía la vagina de Paola en la boca, nos anuncio que ya estaba a punto de llegar al orgasmo, e intentó sacarnos de encima de él, tal vez con la intención de no llenarme de su leche, pero aceleré mis movimientos de cadera, y a los pocos segundos, sentí en mi interior un chorro de abundante semen caliente salió de su verga y me llenó por dentro, mientras yo lanzaba un largo grito de placer, llegó un orgasmo medianamente fuerte, que de no haber estado Paola agarrándome por la espalda al mamar de mis tetas, me habría caído.
Paola me ayudó a sacarme un poco la verga y a volvérmela a meter de golpe para sentir un nuevo chorro de leche, recuperé rápidamente mi cabalgata y no dejé de votar sobre él, dándome más chorros de semen, cada vez eran más pequeños, y su miembro menos erecto. Cuando perdió toda dureza, con ayuda de Paola lo descabalgué, y sin perder tiempo, mi compañera me tumbó en la alfombra y siguió besándome y tocándome las tetas, en pocas palabras, acariciándome toda, excitándome y excitándonos.
Ella llevó su boca hacia mis tetas y comenzó a comerlas, a succionarlas, haciendo que casi tuviera otro orgasmo allí mismo, en ese instante, Diana se unió a nosotras, rebuscó por entre nuestras piernas, y hundió sin pensárselo su boca en la primer rajita que encontró, ¡la mía!, aquello me excitó aún más, Me movía como si tuviera calambres mientras Paola me besaba y me acariciaba y Diana hundía su lengua en el interior de mi rajita, ya no gemía, sino gritaba de placer.
Alcancé un orgasmo que me entrecortó la voz, Paola llevó mi cabeza hacia sus tetas, y yo comencé a comerlas, eran grandes, blandas y suaves, sus pezones me gustaban en mi boca, los rodeaba con la lengua, los lamía como queriendo borrarlos, estaban erectos, juguetones al sentir mi lengua empapándolos de saliva salada.
Diana dejó de comerme mi vagina, tenía toda la boca manchada de mi orgasmo, reptó hasta nosotras y besó a Paola, fue un beso con lengua, apasionado, estaba fuera de mi, por eso decidí incorporarme y comerle la rajita a Paola, aunque el primero y el único que había comido era el de Diana, en ese momento pensaba que necesitaba saborear un sexo ajeno, necesitaba saber que se sentía al tener en la boca otra buena raja como la de Paola.
Al verlo frente a mi me resultó extraño, depilado y abierto, chorreaba, como si supiera que iba a venirse en mi boca, era rosado y de aspecto blandito, en ese instante no sé porque pero me resultó apetecible, lo lamí despacio, más que nada para ver a que sabía, para tantear el terreno, y mi compañera gimió al sentir mi lengua en ella, El sabor era dulce, sabía al semen que había recibido de Carlos, y seguramente al líquido que chorreaba cuando su dueña había alcanzado el orgasmo, decidí ir a por todas y comencé a comerlo.
Hundía mi lengua entre sus labios rosados, movía la cabeza, lo besaba, rodeaba el clítoris con mis labios provocando en Paola Rojas auténticos gritos de placer, estaba claro, se me daba muy bien eso del oral a mujeres, y encima me estaba encantando, Diana devoraba las tetas de Paola y se acariciaban mutuamente, masturbándose, besándose, Carlos nos miraba con su verga nuevamente dura, se masturbaba frenéticamente, sin perderse ningún detalle de aquella orgía lésbica tan increíble de la que estaba siendo testigo y protagonista.
De repente noté como aquella rajita se calentaba y la saboreé con más fuerza, iba a venirse y no quería perdérmelo, lo que más me excitó en ese instante fue que mi boca, mi propia boca, iba a hacer que una vagina eyaculara en mi cara, mi boca se llenó de líquido caliente mientras Paola gritaba su orgasmo. Mi boca, mi cuello y mis tetas se mancharon de líquido, era dulzón, de un sabor agradable, volví al lado de las dos féminas y comenzamos las tres a tocarnos y besarnos, hundí mi boca en las tetas de Diana, tan turgentes y blandas, tan calientes, abrí la boca tratando de meterme una dentro, pero no podía con aquella teta, mordí el pezón con mis labios mientras apretaba la otra con mi mano.
Paola fue apartada de nosotras de repente, se notaba que Carlos no aguantaba más, la alzó y ella se abrazó a él gimiendo, y casi temblando mientras su líquido todavía goteaba por sus muslos desnudos, con sus manos sobando su trasero, la alzó más, Paola gritó todavía más y Carlos dejó caer a mi compañera en su verga dura y la penetró de golpe, Paola se aferró a nuestro jefe, y este empezó a subirla y a bajarla, cogiéndosela a gran velocidad, mientras ella no paraba de gritar a cada embestida
Frente a mi estaba Diana, aprovechó y se colocó de modo que su rajita quedó a pocos centímetros de mi boca, yo sabía que ya me había tardado, y que Paco me estaría esperando, pero sentía que no podía parar, mi vagina me cosquilleaba y mi boca quería probar el sexo mojado de Diana, ella ya había probado el mío, acerqué la boca hacia ella y la lamí con fervor, restregando mi lengua por toda aquella sonrisa vertical, a lo cual, mi compañera lanzó un largo gemido de placer.
Aquello me hizo excitar de sobre manera, saber que Diana disfrutaba con mi lengua en su rajita mojada me hizo temblar, me comía aquella vagina como si no hubiera un mañana, Paola comenzó a gritar debido al orgasmo que la asalto por la cogida que Carlos le daba, pero no me importó, estaba concentrada en el placer que le brindaba a Diana, ella me tomó suavemente de la cabeza, y me separó de su raja, la miré con reproche, pero Diana me sonrió, y me tumbó en la alfombra de manera que quedó encima de mí.
De nuevo, volvíamos al principio, Carlos y Paola cogiendo furiosamente, al menos ella encima de él, y Diana y yo juntas besándonos, acariciándonos y volviéndonos locas la una a la otra, solo que ahora yo tumbada completamente en el suelo, con ella arriba de mí, nuestros cuerpos en contacto, nuestras pieles calientes y excitadas, nuestros labios unidos y nuestras tetas aplastadas por las de la otra. Ella me hizo abrir las piernas, colocándose entre ellas, y acomodándose, pegó su vagina a la mía, lo que me hizo estremecer.
Era una sensación algo inusual, sentir otra vagina mojada pegada a la mía, otros labios, otro clítoris, mientras su dueña y yo nos besábamos con pasión, deseo y lujuria. Estuvimos así un par de minutos, cuando vi en los ojos de Diana que estaba a punto de llegar al clímax, y no era la única, yo también, así que redoblamos nuestros esfuerzos y después de otro par de minutos, las dos gritábamos como locas nuestros respectivos orgasmos. Al amainar la fuerza de nuestro éxtasis, nos besamos apasionadamente, enredando nuestras lenguas en una danza feroz llena de lujuria la una por la otra.
Nos habíamos concentrado tanto en nosotras Diana y yo, que nos olvidamos por completo del lugar en el que nos encontrábamos, y de la otra pareja que también cogía a lado de donde estábamos, hasta que escuchamos gritos y ambas dejamos lo que estábamos haciendo para voltear a ver. El orgasmo sorprendió a Paola Rojas que estaba siendo penetrada por su vagina, gritaba pidiendo más y que nuestro jefe no se detuviera, Un chorro de su líquido salió de su rajita como si estuviera orinando, jamás en mi vida había visto nada igual.
Carlos soltó a Paola y cayó al suelo de rodillas, vio ante ella la verga de nuestro jefe que a pesar de aquello, no había terminado, y la empezó a chupar con ansia. Diana me besó, esta vez fue tierna y delicada, y me sonrió, yo correspondí y le acaricié una de sus tetas, volteamos a ver a nuestra compañera, ella seguía comiendo aquel pedazo de carne, y lo hacía con devoción, entonces Carlos empezó a gemir, y una riada de leche caliente y blancuzca manchó toda la cara, cuello y tetas de Paola, la cual se mostró complacida saboreando aquel manjar, incluso, puedo decir que la vi sonreír.
Diana y yo nos miramos y sonreímos, y como un acuerdo tácito, nos levantamos y fuimos hasta donde Paola, empezando a quitarle el semen de su cuerpo, usando nuestras bocas y lenguas, comenzando con el que tenía en la cara, besándonos irremediablemente, su beso conmigo fue apasionado, totalmente diferente del último que Diana me había dado, y mientras se besaba con ella, bajé a su cuello, y de ahí a sus tetas, Diana hizo lo mismo, y en segundos las dos estábamos prendidas a los pezones de Paola, que gemía sin control.
De reojo vi como Carlos se vestía y salía del camerino, dejándonos a las tres solas, Diana llevó una de sus manos a la rajita de Paola, y estaba tan sensible, que no tardó mucho en hacer que tuviera un orgasmo. La dejamos limpia de cualquier rastro de semen, y nos sentamos en el suelo, mirándonos pícaramente, Diana empezó de nuevo a estimular uno de los pezones de nuestra compañera que yacía en el suelo sin fuerzas más que para sonreír por el placer recibido.
-Sabes Raquel-, me dijo Diana, -nunca pensé que tú fueras así-
-¿Así como?-, le pregunté mientras distraída me tocaba un pezón también.
-Así de puta-, me dijo como si tal cosa, -Paola también empezó como tú, y mírala ahora, disfruta al máximo de su sexualidad-
-No te preocupes Raquel-, dijo Paola, -es bueno comportarse como una puta de vez en vez, siempre y cuando, solo tú lo sepas-
-Paola, Carlos y yo seguiremos en mi departamento-, me dijo Diana, -¿vienes con nosotros, o prefieres ir a seguir cogiéndote a Paquito?-
¡Paco!, me había entregado tanto al placer orgiástico con mis compañeras y mi jefe, que me olvidé por completo de Paco, le había dicho que no tardaba, ¿todavía me estaría esperando?, yo esperaba que sí, me levanté como impulsada por resortes, Diana hizo lo mismo pero con más gracilidad y sensualidad, empecé a buscar mi ropa, y la encontré junto a los vestidos de Diana y Paola, todo estaba hecho un revoltijo de telas y tacones.
-bueno, por lo visto elijes ir con Paco-, me dijo Diana abrazándome desde atrás, -no importa, pero ¿en serio irás con esa ropa que traías?-
-no le veo nada de malo-, le respondí viendo mi blusa y mi falda, -Paco ya me la quitó y…-
-precisamente por eso-, me interrumpió diciéndome al oído, -mi vestido o el de Paola te quedarían de infarto, el chiste es que te vea con más deseo del que ya te demostró-
Pensé en lo que Diana me decía, y después de un par de minutos en los que ella aprovechó para acariciarme, me decidí, elegí el vestido que ella había traído, me ayudo a ponérmelo, me quedaba ajustadísimo, también era straples, y por debajo me llegaba un par de centímetros por debajo de las nalgas, me acomodó el cabello y también me dio sus zapatos de tacón alto blancos, me quedaron a la perfección, ella me sonrió y me beso en los labios de piquito.
-Te ves espectacular-, me dijo mirándome de arriba abajo y viceversa.
-Ni a la misma Diana le queda tan bien-, dijo Paola que ya estaba de pié con su vestido en la mano, -nada más que te vea Paco, te va a querer coger allí mismo-
-Gracias- les dije sonriendo, la noche estaba a punto de empezar realmente para mí.