Desde aquel momento en que me viste, sabía que tu polla sería mía

Rate this post

Continuación de mi anterior relato “Verdes como el trigo verde, y el verde, verde limón.”

Paseé arriba y abajo por la calle frente al Hotel Paraíso sin decidirme a entrar. ¿Que estaba a punto de hacer?¿De verdad me creía que solo íbamos a hablar? ¿Que no me entregaría a él nada más que me lo pidiera?

Y si eso ocurría ¿Qué pasaría después?. De nuevo la vergüenza, el propio desprecio por mi debilidad. El convertirme en eso que tanto me asqueaba, un puto maricón de mierda.

Además si finalmente lo aceptaba, si me convertía en su hembra, si le entregaba mi cuerpo.¿Luego que? Dos familias destruidas, el oprobio si lo nuestro se descubría, la humillación de ser su puta, tal vez el desdén y el abandono una vez me hubiese poseído.

Por otra parte estaba el temor, el miedo a que me enculara con aquel cipote que a duras penas había alojado en mi boca. Aterrorizado por el dolor que podría causarme. Me veía desgarrado por aquella tranca poderosa, herido en mis entrañas. Sufriendo mientras me desfloraba y rompía mi culo virgen.

Decidí marcharme pero solo había recorrido unos metros cuando recordé el brillo de faca de sus ojos verdes cuando le dejé, abandonado en la ducha del club, desnudo y entristecido. Y me volví.

Crucé la calle dirigiéndome hacia el hotel. Los coches hacían sonar su claxon a mi paso pero yo no los oia.

Hablaremos, solo hablaremos – me decía sabiendo que era una patraña.

El hotel estaba en un lujoso edificio decimonónico. Y nada más entrar me di cuenta que se trataba de un exclusivo “meublé” Me sonrojé pensando que me iba a convertir en la querida del jefe. O tal vez solo en una aventura pasajera de mi superior.

¿Cuantas zorras se habrá traído antes aquí? – pensé

¿Se habrá follado tambien algun tio? Lo dudaba era muy macho para ello. El maricón era yo que tras chuparle la polla ahora corría a su encuentro – continué cavilando

Hablaremos, solo hablaremos – me repetí ingenuamente.

Me dirigí al ascensor pulsé el botón del segundo piso. Cuando las puertas se volvieron abrir intenté orientarme en los pasillos en semi penumbra. No eran muchas las habitaciones y pronto encontré la 212. Golpeé la puerta con los nudillos

Adelante – le oí decir.

Abrí la puerta. Juan estaba en medio de la habitación casi oscuras, solo una tenue luminosidad se colaba a través de las lamas casi cerradas de las venecianas. Toda la estancia estaba barrada por la luz que entraba. Había estado fumando porque en el aire todavía flotaba el humo de tabaco.

Hola Luis. Has venido. – me dijo con voz neutra.

Si. Querías hablar conmigo¿No? – le respondí fríamente.

Quedamos de pie, inmóviles, mirándonos retadoramente. De dos zancadas se aproximó hacia mí, me atrajo contra su cuerpo e intentó besarme. Le aparté con mis brazos.

Solo he venido a hablar- le dije con dureza.

Esta bien ¿De que quieres hablar? – me preguntó.

Tu diras. Tu me has llamado – le dije hiriente.

Se aproximó a mi. No me tocó pero estaba tan cerca que sentía el calor de su cuerpo, el olor de su perfume embriagador. Una estrecha franja de luz iluminaban sus ojos verdes haciéndolos fulgurar como el brillo acerado de una navaja. Y sabía que cuando me miraba como ahora lo estaba haciendo todo estaba perdido. Más reprimiendo las ganas de comerlo a besos le miré sin pestañear. Y el mundo desapareció y solo quedaron sus ojos.

De lo nuestro. De lo que pasó ayer- me dijo al fin.

¿Lo nuestro? ¿Qué es lo nuestro? Un momento de locura, una estupidez – le contesté retador.

Sabes que no fue solo eso. Desde que entré el primer dia en tu despacho se que te gusté. No lo niegues.

Me caiste bien eso es todo – le dije despreocupadamente

Acaso me crees imbécil. Piensas que no me daba cuenta cuando tu mirada golosa me desnudaba, cuando me mirabas el paquete de soslayo, cuando te abrazaba y tu polla se empinaba contra mi cuerpo, cuando temblabas si mis manos te rozaban. Vi como dia a dia tu interés por mí crecía, como se gestaba tu deseo, como estallaba tu pasión. Durante meses te he visto azorado, encendido, arrebatado, arrebolado por mi presencia. Tu lo tenias claro. El que dudaba era yo. No me decidía a dar el paso. Nunca había experimentado con el sexo entre hombres y me asustaba cruzar esa línea. Pero fuistes seduciendome, buscandome, despertando mi deseo, mientras esperabas mi asalto dia a dia, hora a hora, en cada momento que estábamos juntos. Y ayer no pude soportarlo mas y me abalancé sobre ti.

Eso no es cierto. Te lo imaginas. Solo fue un arrebato, un momento de locura y nada más. – le contesté azorado.

Mientes. Te mientes a ti mismo. Pero no mentían tus ojos cuando me miraban con mi verga en tu boca y no mentían los míos cuando me derramé en ella. Hubo pasión, hubo deseo y sobre todo fue algo más profundo que un arrebato pasajero. Quiero que seas mio, te deseo con locura y estoy seguro que tu tambien a mi.

Pude ver cómo sus ojos se empañaban y supe que eran el fin de las mentiras. Me abracé a su cuello lo atraje y lo besé apasionadamente. Sus manos bajaron acariciando mis espalda y se detuvieron en mi trasero que apretó con fuerza para pegar su sexo contra mi sexo. Sentí como su verga crecía rozando la mía que también lo hacía. Y permanecimos abrazados durante minutos mientras nuestras lenguas se entrelazaban en nuestras bocas y nuestros sexos se frotaban con denuedo.

Tras tan prolongado beso se separó de mi. Jadeantes intentamos recuperar la respiración y una vez conseguido empezó a desnudarme. Con parsimonia fue desabrochando botón a botón mi camisa y cada vez que descubría un trozo de mi piel la besaba tiernamente. Yo suspiraba con cada beso. Cuando me mordió los erectos pezones un quejido de profundo gozo brotó de mi garganta.

Nos acercamos al lecho y me empujó. Caí de espaldas sobre la cama. Me quitó los zapatos y los calcetines, luego abrió mis piernas. Sus manos nerviosas desabrocharon el cinturón y bajaron mi bragueta, después agarrandolos por las perneras me despojó de ellos. Yo le miraba tembloroso, expectante. Lentamente se inclinó sobre mi sexo y beso mi polla enhiesta a través de la fina tela de mi calzoncillo. Era la primera vez que sus labios tocaban mi sexo y fue tal el placer que creí derramarme. Con lentitud me quitó la prenda. Me apoyé sobre mis codos y vi como cogiendome la verga la levantaba mientras su boca se aproximaban a ella.

Un beso en la punta y un escalofrío. Su húmeda lengua lamió en todo su recorrido hasta llegar a mis huevos que engulló con apetito. Luego se entretuvo lamiendo y chupando mi tronco con calma, sin prisas, centimetro a centimetro.

Abrió la boca y se tragó de un bocado el glande para luego oprimirlo con sus fauces.¡Que delicia su humedad en mi piel! Luego empezó a mamarmela con tino. Su lengua me acariciaba los bordes del capullo y me frotaba el frenillo. Lamía, chupaba, me la estrujaba y yo moría de gusto con mi polla en su boca. Se la metía y sacaba velozmente hasta llevarme al borde del orgasmo y cuando presentía que me iba a correr se detenía y me miraba a los ojos.

Con aquellos ojos verdes que me volvían loco de pasión.

Juan me matas de gusto – le decía jadeante.

Cuando me veía más calmado reanudaba la mamada. Hubo un momento que ahueco la garganta y mi verga entró en ella. Se la sacó entre arcadas.

Juan mirame. Mirame. Chùpame el capullo es lo que me vuelve loco. Pero no dejes de mirarme te lo ruego. – le supliqué.

Se amorró mi glande como un lactante a una teta y me lo chupó durante minutos sin tregua. Yo extasiado me sumergía en el verde de sus ojos mientras me la mamaba si apartar la vista de los míos. Era tan excitante el tener aquel hermoso macho dándome gusto, comiendome como se come a una hembra antes de poseerla. Y más aún sabiendo que era su primera vez, la primera que se la mamaba a otro hombre.

Su mano recorrió el escroto y se metió en terreno inexplorado. Cuando sus dedos se deslizaron entre mis piernas solo pude exclamar

Ay Dios mio

Me palpó el interior de mis muslos y entre las piernas. Cuando se aproximó allí donde yo más lo ansiaba apreté los muslos aprisionando su mano como un estúpido. Temía lo que sabía inevitable. Mas poco duró mi recatado recelo. Ansioso de que me tocara abrí las piernas dejándole el camino expedito. Sus dedos buscaron mi entrada y me acariciaron el ano. Intento entrar pero estaba demasiado cerrado y no pudo. Le agarré ansioso la mano y le ensalivé los dedos.

Ahora. Hazlo ahora – le dije ansioso

La yema de su dedo se puso en mi agujero y lentamente fue entrando en mi mientras sus ojos se clavaban en los mios. Empezó a follarme con él y sentí la primera sacudida de un inminente terremoto. No se donde me tocaba allí dentro que hacia que todo mi ser trepidara.

Ay Juan, Ay Juan. No pares. Ahora no te detengas – le imploraba entre gemidos.

Aceleró el ritmo de la felación.Y entonces, en un épico estallido, mi culo se contrajo apretando su dedo y me empecé a correr en su boca. Mi leche inundaba la húmeda y cálida cavidad en que se alojaba mi polla. Juan chupaba y tragaba mi lechada sin apartar sus verdes ojos de los míos. Convulsioné e incapaz de controlar mi cuerpo, mis brazos desfallecieron y me desplomé sobre el lecho. Con los ojos en blanco, la boca desencajada en un gemido sin fin y mi esfínter latiendo desaforadamente estrujando su dedo, me sumergí tras el culmen del placer en un orgasmo continuo, prolongado, inacabable.

Cerré los ojos.

No se el tiempo que duró este extasis orgasmico durante el cual estallidos de luz recorrían mi cerebro. Juan continuó chupando suavemente mi verga, mientras esta menguaba, para acabar liberándola a la vez que su dedo abandonaba mi interior.

Se echó sobre mi cuerpo y entonces abrí los ojos.

Y allí estaban sus ojos, sus bellos ojos verdes, aquellos ojos que me hechizaron, aquellos amados ojos.

Me miraba embelesado. De sus labios se escurría un blanco goterón que cual cálido espelma se deslizaba por su barbilla. Goloso lo lamí con la lengua y luego busqué mi sabor en su boca.

Y tras la culminación llegó una fase mansa pero no por ello menos gozosa de besos y caricias en la que nos entregamos con dulzura.

Su polla enhiesta ardiente sobre mi cuerpo humedecía mi vientre y deseoso de satisfacerlo le obligué recostarse de espaldas sobre la cama. Me situé a horcajadas sobre su pecho y le agarré la polla dura como una roca y antes de meterla en la boca le dije.

Comeme el culo. Prepárame para tu polla. Quiero que me folles. Quiero que me hagas tuyo de una vez y para siempre. – le dije con exaltada obscenidad.

Hambriento me engullí el rabo mientras sus labios besaban los pliegues de mi agujero. Su lengua punteó sobre la entrada y poco a poco mórbida entró en mis entrañas. Imposibilitado de decirle con palabras el goce que me causaba, gruñí como una bestia en celo mientras ensalivaba bien su cipote.

Con su lengua y sus dedos fue dilatandome la ardiente flor. Y cuando me creí preparado , incapaz de prolongar más la espera, me saqué el rabo de la boca, me coloqué a su lado a cuatro patas y le supliqué impaciente.

Montame Juan. Hazme tuyo . Fóllame te lo ruego.

¿Estás seguro de ello? – me pregunto solicitó.

Si Juan. Si. Fóllame. Fóllame Juan, fóllame – bramé enloquecido.

Se colocó de rodillas tras mi grupa. Con las manos me abrí las nalgas ofreciéndole el culo. Mi agujero boqueaba llamándole a gritos. Yo ansioso aguardaba temeroso de la primera estocada que rompiera mi virgo. Sentí la piel de su bálano en la piel de mi ano. Presionó más fue incapaz de penetrar en la estrechez de mi hueco. Gemi zaherido. De un caderazo me acometió y logró clavar la mitad del capullo. Grité dolorido. Antes que lo pudiera detener de un nuevo empellón su glande traspasó el orificio. Aullé despavorido.

Dios detente Juan. Detente. – le dije entre sollozos.

Puse la mano en su vientre para refrenarle. Sentía los latidos de su polla en mi descerrajado culo que también palpitaba descontroladamente pugnando por expulsar la pica que me empalaba. Pero mi esfínter tozudo se cerraba estrujando su rabo mientras lo aprisionaba.

Dos lagrimones resbalaron por mis mejillas. Que dolor tan enorme. Martirizado por aquel ardiente cipote que con seguridad me había roto el culo mientras se llevaba por delante mi virginidad. Con la vergüenza renaciendo de tener a un macho dandome por el culo, sabiendo que yo me lo había buscado y yo se lo había pedido. Que yo y solo yo se lo había ofrecido en bandeja de plata.

Sacala, sacala – le dije arrepentido.

¿Seguro?

Si ostias, seguro.

Tiró hacia atrás de su polla y aumentó el suplicio. Eche una mano a sus posaderas y refrené su salida temiendo me destripara su rabo embolado al salir de mi trasero.

Espera. Aguarda. Me estas matando. – lloré desconsolado.

Juan para tranquilizarme empezó a acariciar mi espalda, besó mis hombros para calmarme y permanecía quieto con su verga clavada en mi lacerado orificio. Al fin dejé de llorar.

Es que es muy grande. Demasiado grande Juan. Eso no va a entrar. Es imposible que ese pollon que tienes me entre por el culo.

Si hombre si. Ya veras como entra. Tu relajate.

¡Que no que no entra!- le grité histérico.

¡No seas maricón y portate como un hombre! – me dijo entre risas para darme después unas palmadas en el culo que me calentaron las posaderas.

Encabronado por sus burlas me impulsé hacia atrás con fuerza clavándome media verga. Mala idea.

Huaaaaaaaaaaaaaaaaaa – grite destrozado por el intenso dolor.

Era como si me hubieran rajado el ojete con una navaja. Fue un auténtico suplicio. Notaba arder mi ano con la piel estirada al máximo. Y empecé a verrequear como un cerdo en la matanza.

Luis me tapó la boca para acallar mis alaridos.

No grites van a pensar que te están matando.

Y es que me estas matando cabrón – le escupí rabioso tras quitar su mano de la boca

Serenate ya ha pasado lo peor.

Eché una mano atrás tanteando mi culo y su rabo.

¡Lo peor, lo peor!. ¡Si tienes mas de media polla fuera!.

Eso tiene arreglo.

Y tirando de mis caderas de una tremenda estocada me la clavó hasta la empuñadura. Sentí su cuerpo pegado a mi cuerpo y sus cojones golpeando los míos. Mis brazos fallaron y pegué la cara a la almohada. La mordí con saña para no gritar de nuevo.

Ya está. Ya la tienes toda dentro. No ves como cabía- me dijo ufano.

Una vez me hubo empalado con su monumental cipote, tras unos segundos, empezó a moverse con lentitud. La metia y la sacaba milímetro a milímetro. Poco a poco fue aumentando el ritmo. Lloré en silencio traspuesto por el aguijoneante dolor y por la humillación que sentía por haber permitido que aquel macho me diese por el culo. Allí estaba yo con el trasero en pompa enculado por mi jefe, sodomizado sin piedad por aquella tranca poderosa. Y solo quedó el dolor y la vergüenza, cualquier atisbo de placer había desaparecido. Se me encogió el rabo y padecí mientras me follaba como a una perra.

Pero dicen que todo pasa y así ocurrió. El roce de su polla allí dentro me empezó a quemar las entrañas con un fuego abrasador. Y mis sollozos se convirtieron en penosos lamentos, y estos en suspiros profundos, para transformarse finalmente en gemidos de placer. Sentí cómo de nuevo mi polla se ponía tiesa. El fuego abrasador se transformó en ardor apasionado y apasionante y el lacerante dolor en extasiante goce.

Si, ahora si Juan. Fóllame. me muero de gusto- le dije babeando.

Lo sabía, este culito estaba sin estrenar y muy estrechito pero por lo visto solo necesitaba a alguien que supiera abrirlo para que se convirtiera en un culazo tragón.

Si dale fuerte dale. Rompeme el culo si es preciso.

Te gusta tener una polla bien enterrada en el culo. ¿Verdad?

Si me encanta tener tu polla dentro de mi. Que seas mi macho y que yo sea tu hembra.

Te estas convirtiendo en un auténtico mariconcete -me dijo divertido mientras me taladraba sin tregua.

¿Mariconcete? MARICONAZO. Un maricón como la copa de un pino pero me importa una mierda. Tu móntame como el semental caliente que eres que me estas volviendo loco con ese puto rabo que tienes entre las piernas, cabrón..

Y entonces se desencadenó el apocalipsis. Me agarró por las caderas y empezó a encularme con saña.¡Joder como follaba el cabrón! Me penetraba frenético durante unos instantes para luego lentamente mover en todas las direcciones su verga en mis entrañas. Mi polla empezó a babear copiosamente y notaba como mis jugos se desprendían goteando sobre el lecho. La cama se zarandeaba y el cabecero golpeaba violentamente contra la pared aportando una tam-tam salvaje a la monta. Sentí como si toda la habitación fuera sacudida por un terremoto y con ella el mundo entero.

Y en aquel seísmo mi culo se convirtió en un coño. Todo mi ser se concentró en el estrenado agujero, y una sensibilidad nueva nació a través de él en mi persona. Y en este sensitivo chocho que se abrió entre mis patas notaba cada pliegue de su polla, la tersura de su piel sedosa y la humedad que destilaba su rabo.

Ay qué gusto. Asi, asi..Muevete,muevete.

Me alcé de nuevo sobre mis brazos y comencé a mover el culo como una ramera para darme gusto. Y durante un buen rato estuvimos dándole a la chocolatera, disfrutando del chocolate y de cómo aquel macho bravío movía el batidor en mi recién estrenada jarra.

En una de estas debido a mi ímpetu su cipote se me salio del chocho. Me torné furioso.

¡Pero que coño haces! – le reprendí sintiéndome vacío.

Joder es que tienes el culo encabritado. Es como montar a una potranca en celo. Menuda puta estas hecha.

Y tu menuda mierda de enculador que se sale en lo mejor. – le dije encabronado

Esta caliente la muy zorra. ¿Tanto gusto te da que te den por el culo?

Sí mucho. Así que metemela de una puta vez y sigue dandole al taladro que para eso he venido. – le dije, ahora divertido

Me recosté sobre la almohada y con las manos me separé bien las nalgas ofreciendole obscenamente el culo.

Venga clavamela no se vaya a cerrar la taquilla – le reté ufano.

¡Jodeer menudo boquete se te ha quedado! ¡Eso no se va a cerrar en un mes! – exclamó sorprendido al mirarme el ojete.

Yo no lo veía pero lo sentía como dilatado boqueaba como llamando a su polla a gritos.

Obra de tu puto nabo, cabron. Porque antes ahí había un agujerillo. Así que métela de una puta vez y tápame el pozo no se vaya a caer alguien dentro.

Me dio tal puntazo que mi cabeza se estrelló contra el cabecero.

Huaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. ¡Cabrón! – le grité dolorido.

Mas el quebrantó fue en la testuz porque para mi culo fue un auténtico gustazo.

Joder que gusto – exclame entre gemidos

Así que te gusta que te den duro ¿Eh?. Pues toma polla.

Y empezó a repetir la jugada. La sacaba de tirón para enterrarla con furia hasta el fondo golpeando con sus huevos en los mios. Una vez y otra se salía raudo y me la enterraba de una tremenda estocada. Una sinfonía dodecafónica se inició en la sala.

Sus gruñidos. Mis gemidos. El violento choque de la cama contra la pared. Mi cabeza golpeando el cabecero. Su cuerpo aplaudiendo con mi cuerpo.Y sus huevos chocando con mis huevos.

Grrrrr. Huaaaaa. Plumplum. Clok. Plas plas. Pluf pluf.

Grrrrr. Huaaaaa. Plumplum. Clok. Plas plas. Pluf pluf.

Grrrrr. Huaaaaa. Plumplum. Clok. Plas plas. Pluf pluf.

Grrrrr. Huaaaaa. Plumplum. Clok. Plas plas. Pluf pluf.

Me estaba destrozando con los tremendos puntazos que se clavaban violentamente hasta lo más profundo pero a la vez me daba tanto gusto la violencia con la que me cubría que gemía enloquecido. Tenía el mojino escocido y ardiente como una fragua, su descomunal tolete como un hierro ardiente quemaba mis entrañas y de mi polla a punto de reventar manaba sin cesar el jugo que destilaba.

¡Joder! Para ya de taladrame que el agujero ya está hecho. Y follame con tino que me tienes destrozado.

Dejó su glande en la entrada presionando la próstata y empezó a frotar con suavidad en el botón del gustillo. Lo punteaba con maestría y con su mano lo removía rozandome esa parte tan sensible de mi chocho.

Ahí. Ahí. Ay que gusto me das ahí .-

Mi cuerpo empezó a temblar y desde mi culo se desató un fogonazo de placer infinito que se expandió por todo mi cuerpo. Por mi espina dorsal subió por mi espalda hasta incendiar mi cerebro y cuando la ardiente llamarada llegó a mi rabo comencé a derramarme mansa pero continuamente. Juan sintiéndome convulsionar en pleno orgasmo me cogió el glande con la mano y recibió el cálido néctar que manaba sin tregua. En un último espasmo todo mi cuerpo se desbocó e incapaz de sostenerme caí desfallecido sobre el lecho arrastrando a Juan tras de mí, mientras su polla iba clavándose profundamente en mi culo. Y trepidé aplastado bajo su cuerpo en un orgasmo interminable que había alcanzado sin siquiera tocarme el rabo.

Juan se salió de mi y se recostó a mi lado. Me giré y me deleité mirando aquellos ojos verdes que me sulibellaban. Luego besé todo su cuerpo y cuando llegué a su mano que aún contenía mis mieles la lamí y chupé goloso mientras se la limpiaba. Aun relamiendome bajé hasta su polla que indomita permanecía tiesa. Me recree con ella.

La acaricié, la besé y la lamí toda ella para luego acabar comiéndole con gula el enrojecido bálano. Durante minutos se la estuve chupando con furia intentando todos los trucos para hacer que se corriera pero no había manera de doblegar aquel cipote..

El muy cabrón me había llevado dos veces al orgasmo y alli seguia con los huevos cargados de leche y sin mucha prisa por soltarla. Y yo la quería toda para mi. Y aunque pareciera extraño a pesar de haberme derramado en su boca y más tarde correrme solo con el roce de su polla en mi ardiente y mágica gruta, no estaba satisfecho, seguía caliente, quería tenerlo de nuevo dentro de mi, que me siguiera follando sin descanso.

Me saqué la polla de la boca y me tendí sobre la espalda.

Me pica – dije de repente

¿Donde? – me preguntó extrañado

Aquí – le dije.

Le agarré la mano y me la metí entre las piernas obligándole a que me tocara el ojete. Me acarició el dilatado agujero durante unos instantes, luego un dedo se deslizó dentro de mi. Y empezó a follarme con el.

Joder que caliente esta aquí dentro- dijo resoplando

Ya te digo. Está la cosa que arde.

Ya lo veo, ya

¿Y no podrías sofocar el fuego con tu manguera ?- le dije meloso

Me miró sorprendido

¿Pero aun quieres mas?

Si lo quiero todo dentro. Preñame. Mojame bien por dentro.

Agarré la almohada y me la coloque bajo el trasero, levanté bien las piernas y cogiéndole por la polla le obligue a ponerse entre ellas. Con mi propia mano le pusé el capullo en la entrada.

Se dejó caer con todo su peso sobre mi a la vez que me clavaba la tranca hasta atrás

Yiauuuuuuuuuuuuuuuuuu – grité pletórico de gusto

Joder menudo chichi insaciable tienes entre las patas.

Y ya con todo el rabo clavado me acarició la cara mientras me taladraba con aquellos ojos verdes que se me clavaban hasta el corazón.

Besame Juan. – le supliqué anhelante de su boca,

Me empezó a besar tiernamente pero poco a poco inflamados por la pasión se convirtió en un morreo lascivo, libidinoso, salvaje. Mientras literalmente me devoraba la boca empezó a follarme lentamente, con un delicioso ritmo que me volvía loco. Sentía como la tersa piel de su cipote frotaba las paredes de mi interior y conseguia mantenerme en un perpetuo estado semiorgasmico. Su vello púbico acariciaba mi perineo y sus bolas golpeaban mis nalgas con cada arremetida. Dulcemente puse mis manos en su cara y le aparté de mi boca.

Quiero ver tus ojos mientras me follas.

Se apoyó sobre sus manos y sin dejar de mirarme incrementó el ritmo de la cópula. Yo disfrutaba viendo el placer y el deseo chispear en aquellos verdes ojos.

Entonces empecé a disfrutar el placer de la entrega. Cuando me enculaba a cuatro patas experimente el sexo lujurioso y obsceno. En cambio ahora era la amorosa entrega a mi hombre, el ansia de darle placer y con su placer alcanzar el mio. Antes me había montado como a una zorra ahora me hacía el amor como a su hembra. No solo me estaba poseyendo mi cuerpo sino que con con aquellos ojos amados se metia en mi alma y la hacía suya. Una sutil feminidad brotó en mi espíritu mientras mi macho me cubría.

Y mis manos acariciaron su cuerpo y mis piernas se enlazaron en su espalda.

Juan te amo – le dije tiernamente entre suspiros

Lo sé – fue su lacónica respuesta mientras una sonrisa torcida se dibujaba en su cara.

Desplegó todas sus artes amatorias y me hizo el amor de una manera que jamas crei poder experimentar. Su polla se movía en mi culo en círculos o aumentaba el ritmo y me enculaba con furor , para luego apaciguarse y frotarme con delicadeza.

A veces un chispazo en mi cuerpo me hacía alcanzar una especie de orgasmo pero una vez se desplazaba como un relámpago por todo mi cuerpo, volvía a apaciguarse y disfrutaba mansamente del goce continuo que me daba.

Yo suspiraba y gemía, él gruñía y jadeaba.

Lo vi llegar a través de sus ojos que me miraron con tal ansia, tal deseo, que supe que se acercaba al clímax. Inició una frenética monta mientras su polla se hinchaba en mi interior y palpitaba desaforada.

Y entonces con una profunda estocada alcanzó la cima. Su verga clavada en lo más profundo soltó la primera andanada. Y tras ella en inacabables descargas fue inundando con su leche caliente mis entrañas. ¡Que hermosa sensación que te llene con su esencia el macho que amas!. Nuestros cuerpos trepidaron y yo estrujando su rabo estalle pletórico en un orgasmo celestial, mágico; mientras miraba como el suyo se pintaba en aquellos hechiceros ojos verdes. Mi verga mansamente se derramó mientras sentía los trallazos de su corrida muy dentro de mi. Y de un último pollazo me dio la muerte pequeña y caí desfallecido.

Se echó sobre mi cuerpo.

Poco a poco aquel cipote que me había llevado hasta las estrellas se fue deshinchando y saliendo lentamente de mi. Noté entonces cómo manaban las primeras gotas de su néctar pero avaro apreté con fuerza el trasero para atesorarlo dentro de mi. Quería prolongar su caliente presencia.

……………………………………

Durante cuatro años fuimos amantes en secreto. Bigamos de doble bigamia. Compañeros en el trabajo. Amigos inseparables ante nuestras familias. Y el amado y la amada en los ardientes encuentros en la habitación 212..

Pero un mal dia con su familia abandonó España.

Desde ese dia ni una palabra, ni una letra, ni una llamada.

Lloré desconsolado su ausencia durante meses, y a veces aun lo hago.

No se si tan siquiera alguna vez me quiso. Solo se que yo le amo con locura incluso en la distancia.. Y que fue, es y será para siempre mi hombre, mi macho.

Cuando la angustia me oprime el corazón, solo, me dirigo al hotel Paraiso, Habitacion 212, y mientras recuerdo el ayer y esos ojos que mi vida son, escucho esta vieja tonadilla.

Apoyá en el quicio de la mansebía,

miraba encenderse la noche de mayo

pasaban los hombres y yo sonreía,

hasta que en mi puerta paraste el caballo.

¡Serrana! ¿me das candela?

y yo te dije: Gaché

ven y tómala en mis labios

y yo fuego te daré

Dejaste el caballo y lumbre te di

y fueron dos verdes luceros de mayo

tus ojos pa mí.

Ojos verdes,

Verdes como l’arbahaca,

verdes como er trigo verde,

y el verde, verde limón.

Ojos verde, verdes

con brillo de facas

que s’han clavaíto en mi corazón

Pa mi ya no hay soles, luseros ni luna,

no hay más que unos ojos que mi vía son.

Ojos verdes,

verdes como l’arbahaca,

verdes como er trigo verde,

y el verde, verde limón.

Vimos desde el cuarto despertar er día,

y SONAR el alba la torre la vela

dejaste mi brazo cuando amanecía,

y en mi boca un gusto de menta y canela.

¡Serrana! para un vestío

yo te quiero regalá

y yo te dije: ¡estas cumplío!

No me tienes que dar ná.

Subiste al caballo, te fuiste de mi

y nunca otra noche más bella de mayo

he güerto a viví.

Ojos verdes,

verdes como l’arbahaca,

verdes como er trigo verde,

y el verde, verde limón.

Ojos verde verdes, con brillo de facas

que s’han clavaíto en mi corazón

Pa mi ya no hay soles, luseros ni luna,

no hay más que unos ojos que mi vía son.

Ojos verdes,

verdes como l’arbahaca,

verdes como er trigo verde,

y el verde, verde limón.