Valeria, una chica transgénero que se aprovecha de su prima

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Mi prima, mi mejor amiga

Mi nombre es Valeria, tengo veinte años y soy una chica transgénero. Desde pequeña siempre me sentí más cómoda con todo lo femenino, si no fuera por esa polla que me colgaba entre las piernas nadie podría siquiera pensar que no era mujer biológica. Era alta, de piel blanca y ojos claros. Tenía un par de enormes pechos que me habían salido gracias a las hormonas, y me sentía bastante orgullosa de ellos, todos los hombres los miraban, regodeándose con mis pezones. Estoy segura que muchos desearían solo meterme sus pollas en mis grandes tetas, y la verdad es que los dejaría de buena gana, pero siempre estaba el dilema de mi polla. Los hombres siempre se asustaban cuando al veían, y no era de extrañar puesto que era bien grande. Me daba un poco de pena que mi cuerpo fuera así, pero no había nada que hacer al respecto, seguía diciéndome que algún día encontraría a alguien que me amara así como soy.

Lo bueno es que siempre tuve a mi prima a mi lado. Ángela era la joven más linda del mundo, era blanquita como yo, de ojos grises, pequeña. Hasta sus pechos eran enormes, casi tanto como los míos, cuando me habían empezado a crecer recuerdo que siempre bromeábamos sobre quién las iba a tener más grandes.

Al final fui la ganadora.

Ángela y yo siempre fuimos muy activas sexualmente. Nos gustaban las pollas y no nos negábamos ante una nueva oportunidad para seguir explorando ese placer, quizá algunas nos digan que somos unas sueltas, pero yo prefiero vernos como libres para hacer lo que queramos cuando se nos dé la gana.

Siempre nos contábamos nuestras experiencias, y terminábamos abrazadas llorando si la situación no había acabado bien. El punto era que siempre estuvimos allí la una para la otra. Existía una especie de línea invisible entre nosotras de la que nunca hablábamos hasta que un día, empezó a desaparecer.

Estábamos desayunando en el comedor de la universidad, lejos de todos en una mesa a parte de la chusma.

-Vale –pude percibir en su voz que se encontraba algo nerviosa. –Hay algo de lo que quería hablar contigo.

-Tú dirás.

-Tú sabes que me gusta experimentar cosas.

-Lo tengo más que claro, linda –se me vinieron a la mente todas las proezas sexuales de las que me contaba cuando se iba en sus aventuras con distintos chicos.

-Bueno, hay algo que me gustaría intentar, pero me da miedo ir sola…

Eso me llamó la atención, ¿a qué se podía estar refiriendo? La cuestioné con mi mirada.

-Sabes lo que es un ¿Gloryhole?

-Oh…

Por supuesto que sabía, eran esos lugares donde por un agujero los hombres podían poner la polla para que algunas chicas (o chicos) les chuparan la verga hasta que se corrieran.

-Tengo cierta noción –sonreí. – ¿Así que quieres hacer eso?

-Quiero que me acompañes –se amarró el pelo, decidida. –Mira, me gusta la verga y no sé, me da morbo poder chupárselo a alguien sin saber quién es y tragarme esa corrida y que venga el siguiente y el siguiente. Nunca lo he hecho y no querría ir sola.

A modo de respuesta le di una sonrisa, pero ella entendió el mensaje. Más tarde ese día fuimos a unas cabinas privadas donde se hacían Gloryholes, entramos por la parte de las trabajadoras (¡hasta nos iban a pagar!) y entramos al mismo cubículo. Un agujero se encontraba en el lado derecho del lugar, pero todavía no había nadie.

-Muchas gracias por acompañarme, linda –me dijo Ángela dándome un abrazo muy fuerte. –Siempre había querido hacer esto.

-No te preocupes, preciosa –murmuré en voz baja. –Bueno, yo me iré a mi cubículo ahora. Ya veremos a quién le toca más polla hoy.

-Será mejor que no me ganes, maldita.

Cerré la puerta detrás de mí con una sonrisa, giré por el corredor y vi el agujero de la cabina. Un pensamiento oscuro comenzó a rondar mi cerebro, pero no podía llevarlo a cabo, ¡era mi prima! Mi mejor amiga en todo el mundo, no podía hacer que me chupara la polla y menos sin que lo supiera.

Estuve en esa lucha mental hasta que mi lado más perverso se apoderó de mí, ¿Ángela quería polla? pues hoy iba a tenerla. Me puse del otro lado de la cabina, con una enorme sonrisa en mi rostro, tenía que tener cuidado de no decir ni una palabra o de lo contrario me descubriría y seguro se armaba la grande. Ya sentía a mi enorme pene apretándome mis pequeños shorts, así que con mucho cuidado me lo quité y le di espacio a mi verga para respirar. La verdad es que sí era muy grande.

La metí dentro del agujero sin decir nada y solo esperé. Tuve mucho miedo de que se arrepintiera, pero entonces sentí un tierno besito en la punta, me dieron ganas de ponerme a gemir al instante, pero me cubrí la boca con las manos.

-Qué grande lo tienes

Esa voz que ponía la maldita perra. Me estaba volviendo loca, sentía su lengua acariciar toda mi verga de arriba abajo, y entonces se la metió completamente en su boca. No era la primera vez que me la chupaban, pero nunca nadie lo había hecho con tantas ganas, me sentía en la gloria misma. Pero en la mejor parte fue cuando comencé a sentir que me venía, traté de resistir todo lo que pude pero terminé descargando mi corrida en toda la boca de mi prima. No podía verla, pero por todo el semen que me salió seguro le deje la boca llena.

Y fue en ese momento que cometí un error. Suspiré. Como siempre lo hacía, de la misma forma que lo hacía hace años. Y Ángela se dio cuenta.

-¡Valeria!

Abrió la puerta de un tirón y me encontró pegada a la pared con la polla metida en el agujero.

-¿Pero cómo pudiste hacerme esto? –dijo con lágrimas en los ojos. –Yo confiaba en ti.

-Ángela –me sentía tan avergonzada. –Lo siento, te juro que no quería lastimarte.

-¡Aléjate de mí!

Y sin más me dejó sola con no más compañía que mis pensamientos. Me sentí como una verdadera mierda durante toda la semana que ella me quitó la palabra, pero no podía culparla, prácticamente la engañé para que me chupara la polla. En el fondo de mi corazón sabía que ella no lo había pasado mal, pero claro, nunca se imaginó que la polla que tenía en la boca era la de su prima. Y yo, sí estaba enojada conmigo, pero mentiría s dijera que no me gustó lo que pasó. Me encontré de repente mirando a mi prima con otros ojos, desde lejos, ver su lindo culito moverse por el pasillo de la universidad. No dejaba de preguntarme cómo sería enterrarme dentro de ella.

Al octavo día de silencio no di más con la situación y la enfrenté. Después de clase fui a su casa, me subí por la parte de atrás y golpeé la ventana, como había hecho en cientos de ocasiones, pero nadie me abrió. Empujé un poco la ventana y descubrí que estaba abierta así que entré.

En su mueble estaban todas nuestras fotos con recuerdos de nuestras travesuras. La verdad había sido una idiota por arriesgar nuestra amistad por una chupada. ¿Qué clase de prima era?

-¿Ángela…?

Mi tío Emilio entró a la habitación. -¡Valeria! No sabía que estabas aquí, parece que pasó una eternidad desde tu última visita.

-Sí, es que, he estado ocupada.

Noté que Emilio estaba algo borracho. Se movía de manera extraña y el olor a Brandy llenó la habitación apenas entró. Él se sentó en la cama de Ángela y me hizo una señal para que la imitara. Estuvimos hablando un poco sobre por qué no venía ya tan seguido y al final terminé derramando un par de lágrimas. Me consoló haciéndome cariño en la espalda, pero sus manos se fueron yendo más y más hacia mis pechos. En un momento de debilidad me los agarró con fuerza.

-¡Tío! –dije, sin poder creer lo que pasaba.

-Vamos, sabes que te gusta…

Removió mi pequeña blusita dejando mis pezones al aire (nunca me gustó usar sostén) y se los llevó directamente a la boca. Me los chupó tan rico que casi me vengó ahí mismo, pero logré resistir. Mientras hacía eso yo le acariciaba ese enorme bulto que tenía atrapado en el pantalón, estiré mi mano y le bajé lo suficiente para que su amiguito pudiera salir a tomar un poco de aire. Lo estuve pajeando un rato hasta que la situación se volvió muy real, tenía que detener esto.

-Tío, creo que lo mejor sería…

Pero ni siquiera me dejó terminar, tiró mi cabeza directamente hacia su polla y como estaba hablando justo tenía la boca abierta así que me la enterró en toda la garganta. En ese momento ya no podía combatir, el morbo me volvió a ganar así que comencé a chupárselo con fuerza. Levantaba y bajaba mi cabeza para tragarme toda su polla, se sentía muy rico dentro de mí, siempre había sido mi parte favorita. De pronto escuché unos gemidos y supe que se iba a venir, traté de moverme, pero ejerció mucha fuerza impidiéndome alejarme así que me terminó disparando su semen en toda mi garganta. Le salió tanto que me llenó las mejillas, seguro debía parecer un hámster con la boca llena, pero no me pensaba tragar la corrida de mi propio tío.

En ese momento la puerta volvió a abrirse y quién más entraría a la habitación más que mi querida prima Ángela. Se quedó de piedra ante la imagen, su papá con la polla al aire y llena de saliva, yo con la boca llena de semen y un par de gotitas que se me escapaban por la comisura de mis labios.

Sin decir nada más cerró la puerta de un portazo.

Traté de llamarla, pero el semen no me dejaba. Al final cerré los ojos y me lo tragué todo tan rápido como pude. -¡Angie!

Corrí hacia abajo y la encontré en el comedor. Ella se posaba las manos sobre la cabeza como sin poder creer la situación.

-¡Maldita, enferma! –me gritó. –No te bastó con engañarme para que te la chupara sino que tenías que venir y meterte con mi papá.

-Yo no quería –me defendí-, te juro que no fue así como pasó. Tu papá se me acercó y empezó la situación.

-Ah, claro –ironizó ella-, y tú inocentemente terminaste tragándote todo su semen, ¿no es cierto?

-Por favor escúchame, yo… vine para disculparme.

-Bueno esto es una pésima forma de hacerlo. Valeria… será mejor que te vayas.

Me sentía horrible, pero supe que no había nada que pudiera hacer. Me fui de la casa, cabizbaja. Había querido ir para mejorar la situación y terminé empeorando todo, ¿por qué no me podía controlar cada vez que alguien me ponía un pene frente a mi cara?

Lloré toda la noche hasta que se me acabaron las lágrimas. Al día siguiente me sentía igual de mal, pero me sorprendí como nunca al ver a Ángela en mi cuarto.

-Angie…

Ella solo me abrazó y se puso a llorar. La consolé todo lo que pude hasta que las palabras acudieron a ella. –Vale… lo siento tanto…

-¿Por qué te disculpas?

-Mi papá me dijo la verdad. Dijo que él empezó todo y que incluso te obligó a chuparle la polla. No lo sabía, lo siento.

-Yo también lo siento, Angie –susurré. –También me aproveché de ti.

Estuvimos abrazadas un rato hasta que ella levantó la mirada, extrañada. –Vale.

-¿Qué, linda?

-La tienes dura.

Miré hacia abajo y efectivamente mi pene estaba duro como una roca. Me sentí un poco avergonzada, la vedad es que siempre estaba así por las mañanas. Me quise disculpar, pero vi en sus ojos que no era necesario.

-Sabes –me dijo con una sonrisa-, lo que más me molestó de nuestra ida al Gloryhole fue que no me dijeras la verdad en el momento. Lo que hicimos… eso no me desagradó.

Al escuchar esas palabras mi pene se endureció tanto que me estaba empezando a doler. Mi pantalón de pijama estaba aguantando todo lo que podía, pero ya veía que se le hacía un hoyo.

-Creo que alguien necesita salir a jugar –Ángela tenía una mirada hipnotizada hacia mi polla. –Vaya, es más grande ahora que la veo así.

Le di un beso a modo de gracias, luego ella me quitó mi pijama dejando al aire mi polla. La rodeó con su tierna manito y comenzó a pajearme tan rico que casi me vine ahí mismo, pro suerte ya me estaba aprendiendo a controlar más así que conseguí no venirme de inmediato. Ella se quitó su polera dejando escapar sus grandes tetas, puso mi verga entre medio y me hizo una rusa, sus pechos se manchaban de mi líquido pre seminal lo que hizo más fácil la fricción. Era como si mi polla fuera a explotar en cualquier minuto, pero usé toda mi fuerza mental para evitar que eso sucediese, quería seguir disfrutando.

A continuación volví a sentir su linda boquita envolviendo mi verga. Sus labios rosados se veían tan preciosos mientras me daba besitos en la punta de la polla que me hacía latir el corazón como loco. Yo tomé mi pene y se lo pasé por toda la cara, mejillas, labios, el cuello, quería dejarla llena de mi esencia. Fue un instinto casi animal. De pronto ella posó su boca en mis bolas, chupando todo lo que podía, nunca nadie me había hecho eso, pero se sentía tan rico que no protesté. En un momento se metió ambas bolas en la boca quedando, al igual que yo ayer, como un hámster, solo que ella estaba repleta de mí.

Cuando me dejó libre me miró con una inmensa sonrisa. – ¿Quién diría que la mejor verga que he probado sería la de mi propia prima?

-Y esto aún no termina –dije, queriendo sonar sexy.

-Créeme que no.

Entonces, con una fuerza que no le creía capaz me dio vuelta en la cama dejando mi culito al aire. Un instante después su lengua se acercó a mi pequeño agujero. Ella me dio unos besitos y luego me metió la lengua todo lo que pudo, casi me vuelvo loca de placer, comencé a gemir descaradamente, sin esconderme nada. Pero entonces sentí que me iba a venir así que la detuve.

-¿Qué pasa, mi amor?

-Nada, linda, me encanta lo que haces, pero hoy sí o sí terminaré dentro de ti.

Ahora fue mi turno para darla vuelta sobre la cama. Me tiré sobre ella y sin más preámbulos le enteré toda mi verga en su apretada vagina. Ella gritó de dolor y placer ante mis embestidas lo que me calentaba aún más.

-Eres la mejor perrita de todas, Angie –gruñí entre cada embestida. –La. Mejor. Perra.

-Sí… soy tu perra, lléname por favor.

Me sentía tan a gusto dentro de ella que era casi bizarro. Era como si su vagina fuera el lugar predilecto para mi verga, o como si un viejo amigo volviera al fin a su hogar. Quería que durara para siempre, pero en un momento ya no pude controlar más a mi cuerpo y con una última embestida terminé corriéndome en toda su vagina. Me salió tanto semen que se le empezó a escurrir por las piernas y a manchar mis sábanas, pero no me importaba. Ella me abrazó con sus piernas para que no me moviera y ambas nos quedamos así, tendidas sobre la cama disfrutando del momento después del orgasmo. Había sido por lejos la mejor corrida de toda mi vida.

-Parece que estabas un poco acumulada –bromeó ella.

Ambas nos reímos tiernamente. Seguro había muchas cosas que decir, sobre nosotras, o de lo que pasó con su padre, pero en ese breve momento fuimos más felices de lo que habíamos sido durante mucho tiempo. Ella no se lo cuestionó, y yo tampoco así que la abracé hasta que ambas nos quedamos dormidas, una sobre la otra, felices de volver a estar juntas.