Celos con un miembro de mi familia
Amor de familia, celos de mujer.
Después de aquella masturbación tan placentera, mi sexo se volvió a despertar. Durante unos meses me dedicaba a hacerme pajas por las noches, en la soledad de mi habitación. En el trabajo, las compañeras que llevaban más tiempo trabajando conmigo y con las que tenía más confianza, empezaron a preguntarme si tenía un amante, pues me veían más alegre. La verdad era que no, pero aquello era señal que tenía que buscarme uno, o por lo menos tener algo de sexo real con cualquier hombre.
Tampoco pasó desapercibido para mi familia. Un día visité a mi madre, en menos de media hora de estar con ella, ya notó que algo en mi vida había cambiado. Intentó descubrir si había algún hombre en mi vida, y no lo había, pero desde luego lo que no le iba a decir es que me masturbaba todas las noches. Aquel día, Enrique estaba trabajando hasta la mañana siguiente en la farmacia, mientras que Jesús estudiaba en casa aprovechando que estaría solo mientras yo visitaba a su abuela. Pensé en quedarme hasta bastante tarde con mi madre, pero llegó un momento que se puso demasiado pesada por saber la razón por la que estaba distinta, así que harta del acoso de mi madre, decidí irme a casa dos horas antes de lo previsto.
Por el camino, iba pensando en la masturbación que me haría. Aquella mañana había llegado mi primer consolador, un hermoso falo negro de treinta centímetros de largo y bastante gordo, con vibración graduable, y me moría por acostarme y sentirlo entre mis piernas, hundido en lo más profundo de mi coño… “¡Ya se me moja el coño!” Pensé mientras aparcaba el coche. Jesús estaría estudiando y no quería molestarlo, así que entré sin hacer ruido y me dirigí a mi habitación para cambiarme de ropa. Subía por la escalera y empecé a escuchar unos golpes en la habitación de mi hijo. Me preocupé y aceleré la subida por si le ocurría algo. Estaba cerca de su puerta y además de los golpes, empecé a escuchar los gemidos de una mujer. “¡Joder, estará follando con una compañera de clase!” Pensar en eso me obligaba a darle intimidad a mi hijo, pero además me sentía excitada por la situación.
Sabía que lo que iba a hacer estaba mal. Espiar a un hijo mientras tiene sexo con una chica no estaba bien, pero mi sexo vibraba al pensar en verlos. Me acerqué a la puerta que estaba entreabierta. La empujé levemente para intentar verlos. Todo el cuerpo me temblaba por la excitación. ¿Cómo sería la chica que le gustaba follar a mi hijo? ¿En cuál postura estarían follando? ¿Vería la polla de mi hijo? Sin duda tantas pajas en solitario me habían convertido en una pervertida que se excitaba pensando en ver a su hijo follar. Si el consolador que me había comprado me tenía caliente, la posibilidad de ver sexo en vivo me volvía loca de lujuria, una guarra total.
Metí ligeramente la cabeza para ver la habitación. La puerta está a los pies de su cama, y sobre ella podía ver a los dos amantes agitándose y gozando. El cabecero de la cama golpeaba la pared por la pasión que mi hijo ponía al clavar su polla en ella. Los podía ver de medio lado. Me fijé en el blanco culo de Jesús. Se tensaba con cada penetración que le daba y mi coño se mojaba excitado por el cuerpo de mi hijo. Sus manos agarradas a las caderas de aquella chica…
¡No, no puede ser! Estaba agarrado a un enorme culo cuyas carnes se agitaban con las furiosas embestidas de mi hijo. Ella estaba a cuatro patas y entre sus brazos se agitaban sus tetas. Jesús gruñía y gemía mientras su polla se incrustaba en su amante. ¡No, no puede ser!
– ¡Sí hijo! – dijo aquella mujer y mis sospechas se hicieron realidad – ¡Clava tu enorme polla en la guarra de tu vecina! ¡Fóllame! ¡Dame más fuerte!
Mi hijo la penetró todo lo fuerte que pudo y los gemidos de ella se convirtieron en gritos de placer. Jesús clavó por completo su polla en Toñi, nuestra vecina que lo había visto nacer y crecer, y descargó todo su semen en su pervertida y asquerosa vagina. Las piernas de la puta de Toñi se agitaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Él le clavó dos o tres veces más su polla y después se la sacó. Quedé petrificada al ver la enorme polla que tenía mi hijo menor. No pude apreciar bien su medida, pero mi coño se sintió demasiado excitado al ver aquella enormidad. Él le ofreció la polla y ella se encargó de limpiarla con su boca hasta que estuvo sin ningún resto del semen que había lanzado en su puta vagina.
Con prisa, pero sin hacer ruido, abandoné la casa y me marché en mi coche sin saber bien a dónde ir. Deambulé por la ciudad por unos minutos hasta que decidí parar en un centro comercial y tomar algo para calmar mis nervios. Me senté y pedí una bebida. Estaba furiosa con la guarra de mi vecina. ¿Cómo podía follarse a mi hijo? Lo había visto nacer y crecer, más de una vez dejé a mis hijos a su cuidado… ¿Y así me lo paga? Estaba nerviosa y confundida, no por el hecho de que aquella mujer follara a mi niño, sino que todo mi cuerpo se agitaba excitado por la visión de la enorme polla de Jesús. Acabé de tomarme el refresco y decidí ir a hablar con mi hijo mayor a su trabajo. Caminé hasta el coche y cuando me senté dentro, me di cuenta de lo que me pasaba. ¡Tenía celos de no ser yo la que recibiera sexo de mi hijo! Me sentí asquerosa por mi pensamiento y me puse a llorar, no tuve fuerzas para ir a hablar con mi hijo.
Pasé unos días raros, estaba distante con Jesús, aunque intentaba disimular. Creo que ellos lo notaron, aunque nunca llegamos a hablarlo. Por las noches, me sentía muy excitada por la presencia de Jesús y utilizaba mi consolador para darme placer mientras pensaba en él follándome con su enorme polla. El día que mis hijos me dijeron que pasarían una semana con su padre, sentí alivio al pensar que dejaría de sentirme excitada al no ver a mi hijo. Así, un domingo los dos se marcharon y me dejaron sola en casa.
Para mi desgracia, la separación momentánea de mis hijos no consiguió que mi lujuria bajara. Así, la primera noche que pasé sola, me acosté en la cama de Jesús. Las sábanas olían a él y mi calentura empezó a subir. La imagen de la polla de mi hijo invadió mi mente y no podía pensar en otra cosa. Cogí el consolador y me lo clavaba en el coño mientras olía su cama. No tardé en tener dos maravillosos orgasmos. Después de descansar un poco, aún no era muy tarde, empecé a registrar por sus cajones. No buscaba nada en concreto, pero quería saber sus perversiones más privadas, aquello me excitaba. Pasé un buen rato buscando por toda la habitación hasta qué, en el ropero, muy oculto, encontré una carpeta. Esperanzada la abrí. Había varias revistas porno, la mayoría de mujeres maduras en distintas poses, nada especial. Al colocar la carpeta sobre la cama, cayó al suelo algo. Lo cogí, era un pendrive. Seguramente eran películas porno, quería saber qué le excitaba a mi hijo… Quería saber cómo excitar a mi hijo.
Me fui rápido a mi habitación con el pendrive. Encendí mi ordenador y enchufé el pen. Había muchos archivos de fotografías. Cliqué en una foto y la copié de inmediato a mi ordenador. Era una foto de mi hijo en el espejo con una enorme erección. Mi coño empezó a humedecerse al pensar que ya no tendría que imaginar su polla, cuando quisiera podría verla. En la siguiente foto aparecía un culo en primer plano, visto desde arriba mientras una polla le entraba en el coño dilatando sus labios vaginales. No se veían a los amantes, pero aquella polla pertenecía a mi hijo pues en las dos fotos que había visto por el momento, aparecía por encima de los pelos de su pubis, un pequeño tatuaje. El culo era grande y pensé que sería de Toñi. Seguí abriendo más fotos y muchas eran de coños de mujeres abriéndose los labios vaginales para mostrarle el interior, parecían que todas eran de la misma mujer. Otras eran fotos de la polla de Jesús desde distintas vistas. Y después había más en las que aquella polla estaba medio hundida en el coño. No llegué a verlas todas, Las seleccioné todas y las copié en mi ordenador.
Volví a la habitación de mi hijo. Guardé su carpeta de nuevo en el armario y quité la ropa de la cama pues la había dejado mojada con mi corrida. Volví a mi habitación y deseaba ver todas las fotos que le había robado a Jesús. Disfrutaba de la visión de la hermosa polla mientras mi mano me acariciaba suavemente el coño. Las fotos de Toñi las iba borrando, quedándome sólo con las que aparecía mi hijo, bien la polla sola o hundida en el coño de nuestra vecina.
Y entre todas las fotos, apareció un vídeo. La posibilidad de volver a ver a mi hijo en acción me calentó. Le di para reproducirlo y esperé a ver que aparecía.
En la imagen, que se notaba que estaba grabado con el móvil, aparecía Toñi a cuatro patas. Tras su enorme culo se podía ver algunas veces la polla de mi hijo, semi erecta. Escuché lo que decían.
– ¿Estás grabando ya? – dijo Toñi mirando hacia mi hijo.
– Sí… ¿Estás preparada? – le contestó Jesús – ¿Seguro que quieres que lo grabe? – su mano libre empezó a agitar su polla que poco a poco parecía tomar volumen.
– ¡Sí hijo! – contestó Toñi mientras ponía su pecho contra la cama y sus manos separaban las nalgas para ofrecer una visión total del redondo ano y los peludos labios vaginales – ¡Sé que me dolerá, pero quiero guardar en vídeo la primera vez que me den por el culo!
Jesús echó aceite en el culo de su amante y lo restregó con su mano empapando su ano y su coño. Otro poco más de aceite justo en el círculo del ano y un dedo empezó a empujarlo para forzarlo a que se abriera un poco.
– ¡¿Te gusta?! – Preguntó Jesús cuando había metido la primera falange del dedo y lo movía suavemente hacia dentro y hacia fuera.
– ¡De momento sí! – Toñi agitaba su cuerpo ligeramente.
– ¡Relájate putita! – mi hijo empezó a hablar de forma sucia – Te estoy metiendo el dedo y siento como tu culito se agita cómo si lo masticara… ¡Te estás poniendo caliente!
– ¡Sí hijo! – La voz de Toñi indicaba que las caricias de Jesús la ponían caliente – ¡Sí, por qué no pruebas con dos!
– ¡Por supuesto! – Jesús echó más aceite y empezó a jugar con dos dedos en el ano de la puta de nuestra vecina. Su esfínter fue cediendo y en poco tiempo tenía los dos dedos totalmente clavados en el culo. Toñi se agitaba y empezaba a lanzar sonidos de placer – ¡Voy a empezar a jugar con mi dedo gordo en tu culo!
Sacó los dos dedos y se subió en la cama. Puso una pierna a cada lado del culo de Toñi. Ella seguía separando los cachetes de su culo, su ano redondo y brillante por el aceite se agitaba suavemente a la espera del ariete invasor. Jesús tenía su mano totalmente impregnada de aceite y lo extendió por toda la longitud de su gran polla. Se agachó, agarrando su polla para llevar su grueso y turgente glande hasta la misma entrada de Toñi.
– ¡Despacito! – dijo ella al sentir la polla presionar levemente su ano – Es la primera vez que entrego mi culo y tu polla es muy grande…
– ¡Pues lubriquémosla bien! – movió la polla y la llevó hasta la entrada de la vagina. De un sólo empujón se la clavó casi por completo en el coño.
– ¡Cabrón! – protestó Toñi.
– ¿No te gusta? – dijo él mientras la follaba suavemente y se podía ver como aquella enorme polla se perdía entre los dilatados labios vaginales.
– ¡Sí, hijo de puta! – movió la cámara para mostrar la cara de placer que tenía Toñi mientras él la clavaba – ¡Sabes que me vuelvo loca con tu polla! ¡Por eso te dejo que me des por el culo!
– ¡Pues ya es hora de recibir tu regalo!
Jesús sacó la polla y con la mano la dirigió al ano de su amante. Presionó y noto cómo su glande se introdujo hasta la mitad, dilatando el esfínter.
– ¡Uf, cabrón! – protestó Toñi al sentir el estiramiento, su cuerpo se tensó – ¡Qué gorda la tienes!
Él empujó un poco más y todo el glande se perdió tras la oscura entrada del ano de Toñi. Ella resoplaba al sentir su culo invadido por su joven amante.
– ¡Espera! – suplicó ella – ¡No la muevas, deja que mi culo se acostumbre a su grosor!
Jesús movió la cámara para buscar la cara de Toñi, quería grabar sus gestos cuando entrara completamente en su culo.
– ¡Cariño, mira hacia acá! – le dijo y ella lo miró con una sonrisa rota por las sensaciones contradictorias que le producía. Por un lado, le excitaba que le dieran por el culo, cosa que nunca había probado, por otro, el dolor iniciar le hacía dudar si aguantaría que le metiera más polla – ¡Ahí va un poco más!
– ¡Cabrón!
Toñi dio un leve grito cuando Jesús empujó su polla y su glande se introducía apenas unos milímetros dentro de ella. Su cara mostraba dolor, pero quería hacerlo y se resignaba a aquella dolorosa sensación en pro de un futuro placer.
Jesús volvió a enfocar el ano que engullía su glande. Retrocedió y sacó su polla por completo. Se escuchó el suspiro de alivio de Toñi cuando dejó de sentir aquella terrible presión. Él echó más aceite en el redondo ano que mostraba una dilatación considerable, después embadurnó su polla y volvió al ataque.
– ¡Mira a la cámara! – le dijo a Toñi que le obedeció intentando sonreír – ¿Quieres que te clave mi gorda polla en tu enorme culo?
– ¡Sí cariño, clávamela por completo! – ella intentaba no parecer preocupada por lo que le iba a ocurrir a su culo – ¡Rómpele el culo a tu puta!
La cara de Toñi se descompuso al sentir su recto invadido por la enorme polla de mi hijo. Quería gritar, pero no podía. Un intenso dolor se clavaba en su culo mientras sentía que cada vez le entraba más polla en su cuerpo. Sus manos se aferraban a los tobillos de Jesús que incansable se movía sobre su redondo culo, clavando un poco más de polla con cada movimiento que hacía.
– ¡Dios, ya la has metido entera! – por fin consiguió gritar Toñi.
– ¡No! – le gruño Jesús, excitado por partirle el culo. Empujó con fuerza – ¡Ahora está completamente dentro! – la cara de Toñi mostraba el inmenso dolor que le produjo la penetración.
– ¡Para, para! – suplicó ella con un grito – ¡No te muevas!
Jesús intentó grabar su polla totalmente perdida dentro del ano de Toñi. Las manos de aquella mujer se aferraban desesperada a los tobillos de su amante, que, sin ningún tipo de piedad, había hundido toda su enorme polla.
– ¡Muévete despacio, por favor! – Jesús la obedeció y comenzó un suave vaivén – ¡Sí, despacio! – su esfínter se iba acostumbrando al grosor de aquella polla – ¡Bien, un poco más! – los movimientos se fueron incrementando y ella empezó a sentir placer – ¡Sigue, sigue!
Durante los dos minutos restantes de la grabación, pude ver como mi vecina tenía un orgasmo mientras le daban por el culo. Mi hijo Jesús, cuando ella gimió y se retorció de placer, sacó de golpe la polla y lanzó todo su semen sobre la espalda de Toñi. En ese momento conseguí tener un orgasmo mientras mis dedos hurgaban dentro de mi vagina. Fue tanta la leche que brotó, tan fuertes los chorros que lanzaba mi hijo, que si hubiera estado en casa en ese momento le hubiera pedido que se masturbara delante de mí y me bañara con su semen.
Aquellos días que pasé sola, apenas salía de mi habitación cuando volvía a casa. Estaba obsesionada con la polla de mi hijo y me volvía loca de deseos por ser poseída por él. Memoricé la forma y el tamaño de su polla, de sus huevos, de su redondo y terso glande. Me imaginaba con ella en la mano, besando su glande, rozando su piel con mi lengua, lamiendo el agujero por el que brotaba con fuerza su semen… sintiendo sobre mí su blanca corrida.
Los días pasaban y las noches las gastaba en masturbaciones en las que me imaginaba a mi hijo Jesús poseyendo mi cuerpo, todos mis agujeros. Los niños vendrían el domingo por la tarde, así que ese viernes por la noche aproveché para desatar mi imaginación en masturbaciones que me dejaran satisfecha frente a la cruda realidad de no poder tener sexo con mi hijo. Disfruté hasta que el sueño me venció…
– ¡Mamá, mamá! – empecé a escuchar la voz de mi hijo Enrique – ¡Qué ha pasado! – hasta ese momento nunca había tenido un sueño erótico con mi hijo mayor – ¡Qué has estado haciendo!
– ¡Anda, ven y échate con mami! – le dije para que se acostara junto a mí.
– ¡Mamá, déjate de tonterías! ¡Ese es Jesús con la polla al aire! – mi corazón se aceleró por completo.
Miré al lado. Me había quedado dormida después del último orgasmo y en la pantalla de mi ordenador había una foto de Jesús completamente desnudo y con su polla bien dura. No era un sueño. Enrique me había pillado medio desnuda y con las fotos de su hermando junto a mí.
– ¡Hijo… hijo! – dije nerviosa y me desperté de golpe con aquella situación – ¡Esto no es lo que parece! – no sabía que decir ni hacer y lo único que se me ocurrió fue cerrar el portátil de golpe.
– ¡Vamos mamá! – me dijo con cara de enfado mientras se volvía hacia la puerta para salir de mi habitación – Vístete y baja, hablaremos en la cocina.
Obedecí a mi hijo, con más miedo que vergüenza. Si le contaba a su padre lo que había visto se podía liar algo muy grande. La vergüenza para mi familia sería tremenda. Me puse una bata y caminé temblorosa hasta llegar a la cocina. Allí estaba él, mi hijo mayor, sentado, mirando el vaso con el café que se había preparado.
– ¿Quieres uno? – me dijo mirando a su vaso.
– No, gracias… – le contesté y me senté en la mesa frente a él.
– Mamá… – comenzó a hablar – He venido antes a casa porque estoy harto de que Jesús sea el favorito de papá… – lo miré y estaba casi llorando – Todo lo que hace él lo halaga como si fuera lo más maravilloso del mundo… – se puso las manos en la cara – ¡Por mucho que haga yo, no tiene ninguna importancia! – yo no sabía bien que hacer en aquella situación – ¡Y encima tú haces esas guarradas con las fotos de mi hermano! – me sentí triste por él y avergonzada por lo último que dijo – ¡Iros a la mierda!
Enrique se levantó de la silla y salió corriendo de la cocina hacia su habitación. Quedé paralizada, no sabía que debía hacer o decir, pero tenía que ayudar a mi hijo con aquel sentimiento que lo tenía destrozado. Me levanté y, sin saber bien qué hacer, subí para buscarlo en su habitación.
– ¡Hijo! – golpeé la puerta de su habitación – ¿Puedo entrar?
– Haz lo que quieras… – estaba tumbado bocabajo en su cama. Entré y me senté junto a él para intentar consolarlo.
– Hijo, perdona lo que has visto. – tragué saliva para seguir hablando – Últimamente se ha despertado mi deseo de tener sexo… – me sentí extraña al hablar con mi hijo de aquello – El otro día pillé a tu hermano teniendo sexo… – no quise decirle con quién – Eso hizo que me encendiera más y al encontrar esas fotos pues…
– ¡Ya lo sé mamá! – quedé atónita – Sé que llevas un tiempo masturbándote, te he visto. – se giró hacia mí y mi cuerpo temblaba por lo que me decía mi hijo – También sé que Jesús se folla a Toñi… – no podía creer lo que escuchaba – ¡Mamá, yo también soy un pervertido! – me agarró las manos y lo miré – Yo también me he masturbado mirando cómo lo hacías tú…
– Pero… Pero…
– Sí mamá. Desde hace unos años me siento atraído por ti. – me sentía como en un sueño al escuchar las palabras de Enrique, pero no era un sueño – Llevo mucho tiempo escondiendo este sentimiento, controlando este deseo de tenerte, ahogando este amor…
Se abrazó a mí y lo escuché sollozar. Estábamos abrazados y acariciaba su espalda como muestra de cariño. No hablábamos, sólo permanecimos abrazados por unos minutos.
– ¡Perdóname mamá! – me susurró al oído – ¡Perdona que te quiera de esta forma tan sucia!
– ¡No hijo! – le dije – No te preocupes. Tal vez mi necesidad te ha confundido y ha provocado este sentimiento en ti… – se separó un poco de mí y nos miramos.
– No mamá, hace varios años que te amo…
Me cogió por sorpresa cuando Enrique me besó. Sus brazos me rodearon con fuerza y su boca se unió a la mía. Mi cuerpo empezó a temblar de excitación. Por fin un hombre me besaba, aunque fuera uno de mis hijos. Mi coño empezó a mojarse y sentí en mi boca la dulce lengua de mi hijo. Sin pensarlo me dejé llevar, no podía frenar aquella sensación de sentirme de nuevo entre los brazos de un hombre. Nuestras lenguas jugaban de una boca a la otra, mientras nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos. Me separé de él un poco y hablé sin pensar.
– ¡Ven conmigo y duchémonos!
Me puse en pie y le tendí la mano para que la agarrara. Así lo hizo y me siguió hasta el baño. No estaba segura de lo que hacía, pero ese día tendría a un hombre para mí, a mi Enrique. Entramos en el baño y nos pusimos frente a frente, mirándonos como si nos preguntáramos si estaba bien aquello. No dijimos nada, nos abalanzamos el uno contra el otro y nos besamos con pasión. Casi nos arrancamos las ropas y en poco tiempo estábamos los dos desnudos, besándonos y sintiendo nuestros cuerpos juntos. Sentí sobre mi vientre la dureza de su polla. Deslicé una de mis manos por su cuerpo para buscarla. Llegué y la acaricié suavemente. Tal vez no era tan grande como la de su hermano, pero en mi mano podía sentir el palpitar de su polla que parecía de piedra.
– ¡uf, no, no! – murmuró.
Su polla botaba y sentí sobre mi barriga lo fuertes y calientes golpes de su semen. No pudo aguantar las cariñosas caricias que su madre le daba y me dio el mejor regalo que hubiera deseado para ese día. Mi coño lanzó más flujos y los sentí recorrer el interior de mis muslos. Deseé clavármela por completo y recibir el resto de semen en mi vagina, pero seguí acariciándolo suavemente mientras veía en su dulce cara el placer que estaba sintiendo.
– ¡Per… Perdona! – me dijo con la voz entrecortada – ¡No he podido resistirlo!
– ¡No importa cariño! – le susurré al oído – Ahora estamos los dos sucios y tenemos que limpiarnos…
Le agarré con mi mano limpia la polla mientras la otra la acercaba a mi nariz para oler su semen. Me sentí enloquecer y, tirando de su polla, nos metimos en la ducha. Él me miraba mientras cogí la ducha y preparé el agua, me movía de forma que ponía mi culo bien en pompa para provocarlo más, si es que eso era posible. Se había corrido sólo con tocarlo… ¿Qué pasará cuando le haga todo lo que se me pasa por mi pervertida imaginación? Me arrodillé delante de él y lo miré a los ojos desde abajo, viendo su polla delante de mi cara y aún más dura que antes.
– ¡¿Quieres que mamá te la limpie?! – le dije mientras con una mano le echaba agua en la polla y la otra acariciaba sus endurecidos testículos.
– ¡Sí! – fue lo único que pudo decir.
Puse mi mano en su polla y la sentía agitarse de placer. La agité un poco y lo escuché gimotear. Moví mi mano y desnudé su glande, asomando poco a poco por la piel que lo cubría. Lo miré a los ojos y le sonreí, su cara mostraba un enorme placer. Liberé por completo el terso glande y acerqué mi boca. El aroma de su polla hizo brotar más flujos de mi vagina. Besé suavemente su suave piel y eché agua para limpiarla.
– ¡Vaya! – le dije mientras con una mano aguantaba la ducha y con la otra agarraba su polla – ¡Ahora no tengo mano para limpiarla! – lo miré con una sonrisa malévola – ¡Utilizaré lo único que tengo libre!
Saqué mi lengua y acaricié su glande. Primero alrededor, disfrutando de su volumen, después busqué su frenillo y lo acaricié provocándole temblor en sus piernas. Puse la punta de mi lengua sobre el orificio por el que debía salir su deseado líquido blando y lo escuché gemir de placer. Sabía que se iba a correr de nuevo. Su polla se tensó más que nunca, ya estaba a punto, sus testículos se retrajeron todo lo posible… “¡Ahora viene!” Pensé y mi boca envolvió todo su glande para recibirlo.
– ¡Mamá, no puedo más!
Fueron sus últimas palabras. Sus manos se aferraron a mi cabeza y un fuerte chorro de semen me golpeó en lo más profundo de mi garganta, lo tragué con dificultad. Cada chorro de su leche que me daba, lo acompañaba de una embestida de sus caderas, metiéndome más de media polla en mi boca. Como pude, interpuse mi lengua para parar los chorros de semen. Me agarré a sus piernas mientras me follaba y eyaculaba en mi boca, las sentía temblar por el enorme placer que estaba sintiendo. Aquello era mejor que las pajas que me hacía pensando en mi otro hijo, estaba recibiendo el semen de mi hijo mayor. Subí mis manos y agarré su prieto culo. Estaba a punto de correrme sólo de sentir a mi hijo, de sentir su semen en mi boca y como su culo se endurecía con cada penetración que me daba en mi boca. Paró de eyacular y se separó de mí. Se sentó en el filo de la bañera y permanecí de rodillas viendo como su polla botaba de placer. Me miró, abrí la boca y le mostré el semen que había podido retener en mi boca. La cerré y lo hice desaparecer mientras le sonreía.
Estaba exhausto. Se había corrido dos veces y parecía que su polla aún no menguaba por completo. Era joven y yo estaba muy caliente, así que decidí excitarlo de nuevo. Me puse en pie y coloqué la ducha en su soporte. De la forma más sensual que podía, me iba enjabonando y limpiándome para él, para que se excitara al verme y para que mi cuerpo estuviera limpio cuando lo tomara. Mientras me lavaba, él se agitaba la polla, masturbándose delante de su madre, como los pervertidos que éramos. Me giré y puse mi culo en pompa mientras me restregaba con jabón, girando mi cabeza para mirarlo. Me volví a girar y puse un pie sobre el filo de la bañera. Le mostré mi peludo coño por completo. Lo enjaboné y después lo enjuagué con agua mientras dos dedos separaban mis labios vaginales y le mostraba la piel rosada de mi vagina.
– ¡Espera! – dijo y salió de la bañera rápido, dejándome esperando con mis piernas abiertas.
Volvió con lo necesario para hacerme algo que yo había pensado alguna vez. Extendió crema de afeitar y, sintiendo las caricias de sus dedos en mis labios vaginales, quitó todos los pelos que cubrían mi coño.
– ¡Ahora sí! – movió mi cuerpo para que cayera más agua sobre mi sexo y retiró todos los restos de jabón.
Sin mediar palabra, hundió su boca en mi coño y una descarga de placer recorrió todo mi cuerpo al sentir su lengua acariciando mi clítoris. Mis manos lo agarraron por el pelo y empujé su cabeza contra mi coño. Su lengua recorría todo mi lampiño coño, por fuera, por dentro… con sus labios apresaba mis labios vaginales y los estiraba. Su lengua recorría toda la longitud de mi raja, de arriba abajo, se detenía en la entrada de mi vagina y su lengua intentaba follarme. Subía hasta llegar a mi erecto clítoris y sus labios lo rodeaban para mamarlo como si fuera un micropene. Yo gemía mientras sentía su boca jugar en mi coño, acariciando su cabeza para que no parara de darme placer. No sé cuánto tiempo estaría mi hijo comiéndome el coño, pero mis piernas empezaron a temblar y sentí que me vaciaba cuando empecé a correrme lanzando un gran chorro por mi coño. Lo miré y me excité más al verlo disfrutar lamiendo y sorbiendo lo que mi coño le regalaba.
De repente se levantó, no me dijo nada. Sus ojos mostraban una gran lujuria y agarró con una mano el muslo de la pierna que apoyaba en la bañera, mientras la otra mano agarraba su polla como si de un cuchillo se tratara, dispuesto a clavármelo por completo y matarme de placer. Puse mis manos en sus hombros para sostenerme en el momento que sentí su glande restregándose contra la mojada raja de mi coño que lo esperaba ansioso. Frotó mi clítoris por un segundo y un calambre de placer me recorrió el cuerpo. Se deslizó entre mis labios vaginales y sentí su endurecida polla en la palpitante entrada de mi vagina. Nos miramos por un momento a los ojos. Sentí entre mis piernas el golpe de caderas que hizo para que su polla entrara por completo hasta lo más hondo de mi vagina. Nuestros cuerpos estaban juntos, nuestros sexos unidos en un abrazo incestuoso. Por un momento quedamos quietos, mirándonos a los ojos, sintiendo a mi hijo en lo más profundo de mí. Nos besamos con pasión y sentí como su polla empezaba a follarme entrando y saliendo de mí. No tardé en tener un nuevo orgasmo mientras mi vagina se inundaba con su poderosa y endurecida polla. Gemíamos sin separar nuestras bocas, mostrándonos el placer y la pasión que sentíamos. Todo me daba vueltas, no podía creerlo, me follaban después de tanto tiempo y era mi hijo, mi adorado hijo Enrique.
Yo no podía más, me iba a desvanecer de placer. En poco tiempo había tenido tres orgasmos sintiendo su polla en mi vagina, él seguía bombeando más placer a mi cuerpo, esforzándose por contener su corrida para que yo siguiera gimiendo y gritando de placer.
– ¡No puedo más! – empecé a gemir – ¡Me desmayo de gusto!
Sus caderas aceleraron las tremendas penetraciones que me daba y mis piernas empezaron a temblar. Si seguía follándome, me desmayaría. Lancé un grito de placer que se tuvo que escuchar en todo el barrio en el momento que Enrique clavó por completo su polla en mi vagina, lanzando contra ella un gran chorro de semen que pude sentir cómo quemaba mis entrañas. Otro empujón y más semen brotó de su amada polla, gruñendo y mordiendo suavemente mi cuello. Intentamos mantenernos abrazados, pero los dos estábamos agotados por el placer y caímos sentados en la bañera, saliendo su polla de mi coño.
Nos miramos y nos sonreímos. Alargué la mano y él la cogió. No nos podíamos mover y nuestras piernas se entrecruzaban en el fondo de la bañera. Con dificultad, nos acercamos el uno al otro y nos dimos suaves besos en la boca. No abrazamos y estuvimos un buen rato reposando para recuperar las fuerzas.
– ¡Te quiero mamá!
– ¡Y yo a ti, hijo!
No sé cuánto tiempo permanecimos descansando, pero una vez recuperados, nos lavabos los dos entre juegos y, tras secarnos, nos fuimos desnudos cada uno a su habitación para ponernos algo de ropa para pasar las veinticuatro horas que teníamos hasta la llegada de Jesús. No sabía bien que haría ahora que Enrique y yo habíamos tenido sexo, cómo se lo diríamos a su hermano para tener cierta libertad mientras él estuviera allí con nosotros. Tal vez si lo dejáramos follar con la puta de Toñi, él nos dejaría tranquilos follar todas las noches. ¡Ya pensaríamos en ello cuando llegara Jesús! Ahora tocaba disfrutar de esas veinticuatro horas en las que podíamos ser nosotros mismos con nuestros pervertidos deseos.