Madre, esposa y sobre todo puta

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ESPOSA , MADRE Y PUTA.

Ayer escribí lo que me había pasado la noche del sábado, era también un pedido de ayuda para tener satisfecho a mi marido durante el nuevo encierro que nos viene en Argentina. Lo acabo de enviar. Me doy cuenta que he errado el título: Esposa yputa , en vez de Esposa y puta. Es por estar un poco nerviosa pensando en como debo esforzarme en alegrarle la vida y el sexo a mi marido, algo muy importante en estos momentos de crisis.

Ayer salimos a pasear, hacía fresco,había dejado de llover y los seis fuimos a andar por el barrio. Dos parejas , mis padres y nosotros, con dos perros de caravana, mis hijos que iban de unos a otros. Todos con camperas y barbijos.

Era triste ver todo cerrado, prácticamente nadie en la calle. Pasamos por un par de restaurantes que suelen estar llenas las terrazas y estaban cerrados, era como una bomba de neutrones hubiera caído en la ciudad.

Es difícil estar animado en estas circunstancias pensaba mirando a mi marido, fuera de su país y teniendo que hacer esta travesía de pandemia.

Almorzamos en nuestro departamento, Lalo cocinó la paella que había dejado preparada antes de salir durante el período que yo había aprovechado para escribir mi relato de putita pidiendo ayuda.

Mis padres bajaron a cambiarse y ponerse más cómodos. Los chicos me ayudaron a poner la mesa. Después de comer, tomar café y una copa de grapa se fueron para descansar dijeron. Me di cuenta que iba a coger. Mi madre tiene 67 y mi padre 73, ella sigue siendo atractiva, mi marido dice que conocerla cuando empezamos a salir le había animado, pues pensó que yo me parecía e iba a estar guapa de más mayor. Y mi padre está también bien y además está bien dotado. Tiene una polla grande y gorda, que imagina debe satisfacer a mi madre.

La familia vio una película repetida a petición de mi hija, que se siente identificada con la protagonista: La princesa Laia. Mi hijo la miraba al tiempo que andaba con el celular comunicándose con sus amigos. La niña acurrucada en los brazos de su padre, como si fuera un jedi, y yo dándole vueltas cómo ponía alegre a mi marido. Sabiendo que el sexo es muy muy importante. La verdad es que me daba cuenta que tenía la mente cerrada.

Jugamos una partida de canasta, hija y padre contra hijo y madre. Nos dejamos ganar. Mi hijo me dio un beso mientras me decía al oído:

– Lo feliz que es la niña cuando gana.

Sabía que a la noche va ir a dormir a casa de sus abuelos, dice que para cuidarlos. Mi marido descubrió la autentica razón: desde la ventana de su dormitorio se ve una mujer que anda ligera de ropa.

Empezaron a preparar la cena, yo me fui al estudio a hacer que hacía. De verdad iba a masturbarme mientras fantaseaba como poner cachondo a mi esposo. El tocarme la concha me ayudó a volver a la batalla. No acabé, era un poco incómodo pajearme con el jean abierto, muy sexy para pasear pero no la mejor ropa para llegar con los dedos al clítoris. Me vino la idea y decidí cambiarme. Me puse un vestido camisero azulón, unas medias negras gruesas a medio muslo, debajo sin bragas ni corpiño, encima un jersey holgado para que no se notara que iba desnuda bajo la tela de algodón. Me miré en el espejo, con el pelo suelto, parecía una italiana de película antigua.

Fui a la cocina. Mi hijo estaba preparando una ensalada, mi hija y mi marido un par de tortillas de papas. Besé a mi marido en la mejilla, pero pegándome para que notara que no llevaba sostén y le agarré la mano llevándola a la cadera para que tampoco iba con braga. El mensaje estaba enviado.

– Yo voy poniendo la mesa antes de que suban los abuelos.

Acabamos nuestras tareas cuando entraron mis padres sonrientes. Enseguida estábamos comiendo, mi esposo me miraba entre curioso y divertido. Mi madre con cara preocupada, lo entendí cuando al levantarnos para llevar los platos a la cocina me dijo en un susurro:

– Cuida un poco cómo vas vestida. Me recuerdas a tu abuela.

– Mamá, me apetece estar cómoda en casa.

– Hija, tienes un marido que seguro que no le parece bien que no te arregles.

Yo recordé los ojos lujuriosos de mi macho y sonreí al contestar.

– ¡ Mamá …que cosas tienes!

Y se fueron y nos quedamos la niña, mi esposo y yo. Plan ver una película los tres antes de ir a la cama. Petición infantil, la de karate Kid con prota femenina. Pensé que mi hija tenía vocación de guerrera.

– Mis chicas, una a cada lado del señor de la casa.

Creo que las dos quedamos encantadas con la propuesta. Empezó la peli. Yo me quité el jersey y me pegué para que notara mis tetas sueltas. Mi hija emocionada con el film, mientras la mano de mi marido se apoyaba en mi muslo y hábil me abría un botón del vestido para llegar a mi carne desnuda. Y empezó un dulce martirio. Mi hombre me sobaba el muslo, tranquilo, jugando con los dedos en la zona que las medias dejaban sin cubrir. Cuando tuvo la mano entre ellos, los cerré para dejarla presa y me apoyé más en su brazo y me restregué.

Mi hija miraba embobada la tele. Mi marido le comentaba y le animaba diciendo lo valiente que era la chica, cómo se parecía a ella, al tiempo que subía la mano camino de mi concha. Me solté un par de botones para que pudiera ver el canal de mis tetas. Lo hacía de vez en cuando, de forma disimulada, y a mi me ponía más y más cachonda.

Yo quería más. Me levanté por una manta de avión para taparnos las piernas. Fue hacerlo y sus dedos entraron en contacto con mi coño. Me empezó a pajear mientas hablaba con la niña. Su capacidad de control me hacía gracia y me excitaba. Mi hija no tenía ojos más para la película que encima su padre le animaba a vivir como una aventura. A mí me apetecía tocarle la verga, pero no podía porque la niña estaba muy pegada a él y podía darse cuenta de la situación.

La película avanzaba y yo estaba cada vez más mojada. Disimulada me pellizqué los pezones. Mi macho se dio cuenta y me metió un dedo en la vagina. Estaba deseando que se acabara la historia, pero al tiempo no quería que eso ocurriera porque el morbo de la situación era delicioso. Y el cabrón de mi marido sacó el dedo empapado de mi sexo, se lo llevó a los labios, lo chupó y dijo muy alegre.

– Está buenísimo.

Mi hija le añadió:

– Sí, sobre todo ahora que ella les atiza una paliza. Lo malo que se está acabando. ¿ Podemos ver otra?Me encantan.

Hay que dormir que es tarde. Mañana elegimos otra que te apetezca.

Y por fin el señor Miyagui y Julie Pierce pudieron con todos y nos levantamos del sofá. Mi hija emocionada no se daba cuenta que yo llevaba mas de un botón desabrochado.

– Ahora a la cama- dijo sonriente mi marido- Mamá te lleva… si quieres.

– Sí. Me encanta.

La agarré de la mano y fuimos para su dormitorio. Se puso el pijama en un momento, yo le di el libro que tenía en la mesilla.

-¿ Quieres que me quede o prefieres estar sola?

– Mamá, si no te importa me apeteces que te quedes un poquito.

Me senté en el suelo contemplando orgullosa como mi hija leía mientras se iba durmiendo. Estaba cansada. No tardó en caer en el sueño. Sin hacer ruido salí camino de la habitación conyugal. Me miré en el espejo del salón, estaba excitante con la tela que se me pegaba al cuerpo. Me desabroché unos botones más , quedé con solo dos a la altura del ombligo. Me vi poderosa, un pedazo de hembra y seguí camino de mi macho.

Entré en la habitación y allí estaba, tumbado en la cama, desnudo, con la polla dura en el aire y en la mano.

– ¡ Que puta eres!

– Es lo que a vos te gusta.

Y abrí mas el vestido para quedar con las tetas al aire, me acerqué a la cama, moví la cabeza para que mis cabellos ondularan como bandera al viento. Le quité la mano de la pija, la tomé yo y me agaché para darle una larga lamida de verga.

Iba a metérmela en la boca cuando mi hombre me ordenó.

– No sigas, móntate. Y déjate el vestido.

Me subí a la cama, me coloqué entre sus piernas y me dejé caer despacio hasta que entré en contacto con su cipote . Lo sujeté y me empalé de un golpe. Me quedé quieta. Con toda la polla dentro mi vagina chorreante, me moví bien clavada adelante y atrás.

– ¿ Como quieras que suba y baje? – le pregunté, al tiempo que usaba mis músculos vaginales pare un aprieta y afloja y le miraba con ojos de gata en celo.

Despacio para que sientas bien dentro la polla, pedazo de puta- sus manos habían buscado mis tetas y las sobaba con las palmas. Mis pezones erectos vibraban de placer.

Me incliné hacia delante, su mano derecha comenzó a acariciarme las nalgas. Me gustaba sentir la pija bien dentro, una mano tocando mis senos, la otra recorriendo mis nalgas y recorriendo el canal entre ellas. Noté como tanteaba mi esfínter, me dejé hacer, es más, me incliné un poco más para que pudiera hacer lo que iba a hacer: meterme el dedo en el culo. Lo hizo y di un pequeño brinco.

Yo subía y bajaba despacio, él me pellizcaba los pezones y jugaba con el dedo dentro de mi ano. Me estaba costando aguantar. Notaba como el orgasmo me iba llegando como un maremoto.

– No puedo más..me voy a venir.

– Dale rápido…putita.- me dijo sacando el dedo y dándome un azote para que yo pudiera empezar una cabalgada salvaje.

– ¡AAAAAAAAHHHHH!- grité en el estallido de mi placer.

Seguí moviéndome hasta acabar. Mi macho no había soltado su leche. Loca de lujuria me levanté, agarré y me arrojé sobre su verga dura y llena de flujos. Me la metí en la boca, moví el puño para masturbarle al tiempo que mis labios procuraban ceñirse a aquella poronga maravillosa.

– ¡Así..puta!… ¡ saca toda la leche!- me sujetó la cabeza mientras largaba todo su semen en mi boca.