Después de tanto tiempo, me comí a Adela
Me llamo Adnan, soy un tipo de lo más normal, 1.77, fofisano, moreno de ojos verdes. Durante buena parte de mi vida he sido un poco pringadete con las mujeres, más bien cortado y poco aventurero. Estoy casado.
Mi mujer recibió una severa formación católica, lo que incluye cierto trauma con el sexo y el disfrute en general. Al poco de casarnos fuimos a la terapia de una psicóloga especializada porque lo cierto es que su rechazo de las mínimas prácticas sexuales afectaba a nuestra relación: nada de sexo anal, ni oral, ni posturitas ni juegos… un poco coñazo la verdad. Total, que de aquella terapia y del diálogo convenimos que alguna cana al aire podía echar si ella no se enteraba; o era eso o nuestro matrimonio acabaría peligrando -nos dijo la terapeuta- y los dos estuvimos de acuerdo.
Durante unos años yo no hice uso de esa prerrogativa ni ella me pregunto nunca. Lo que hice durante un tiempo fue a las masturbación y no me iba mal, la verdad, me desahogaba bastante bien y bastante a menudo. Pero cuando tenía unos 30 años, un artículo que llegó a mis manos -consumía mucha literatura sexual para ver de mejorar algo lo nuestro- me puso en la pista de algo que cambiaría mi vida: los humanos generamos hormonas -testosterona y estrógenos- y cuando estás están en abundancia nuestro cerebro las llega a percibir por el olfato, generando deseo en el sexo opuesto. Es decir, si rezumas testosterona hace falta una mujer también hábida para que su cerebro la perciba y su subconsciente se disponga al sexo.
La clave está en que no generamos testosterona si nos mastubamos. Por decirlo en roman paladino, tenemos que ir salidos como monos, cuanto más, mejor. La clave está en gestionar nuestra necesidad, orientarla bien y no ir buscando mujeres que estén sexualmente satisfechas. Pero nos facilitará mucho las cosas cuando nos encontremos con algunas féminas bien receptivas.
A mi de toda la vida me han gustado las mujeres maduras, cuando tenía 20 años me gustaban de 40, con 30 de 50 y ahora que ya tengo yo los 40 me muevo en un rango de edad ideal de entre 45-60 años. Todas mis experiencias han sido con mujeres de este perfil salvo un par de ocasiones que ya contaré (y que desde luego no fueron mis mejores encuentros)
Que te gusten las mujeres de 50-60 tiene varias ventajas. La principal es que hay muchísimas mujeres insatisfechas en su matrimonio con relaciones aburridas y cada vez más espaciadas, maridos fuera de forma, bebedores, demasiado implicados en su trabajo… hay miles de motivos por los cuales el sexo en el matrimonio se resiente. Además, a esto le sumamos que por la religiosidad de mi mujer tememos vínculos con parejas muy, muy conservadoras a las que un mínimo estímulo hace saltar.
La historia que traigo hoy está relacionada con una pareja de mi vecindario. Los dos regentan un pequeño comercio local y, sabiendo que me dedico a la informática, Juan -el marido- me pidió si le podía ayudar a manejarse con su ordenador, que apenas sabía hacer facturas y que todo lo demás miedo hacerlo. Somos vecinos, voy andando desde mi casa, así que le dije a Juan que sin problema, que me acercaría una vez ya estén cerrados – su negocio está anexo a su vivienda- y le daría unas clases. No le cobraría.
La mujer de Juan se llama Adela. Hasta ese momento yo no sabía si era o no una mujer insatisfecha, lo que sabía es que era muy apetecible. Ronda los 55 años, 1,70 de altura, una lucha incansable contra la báscula que le hace estar un poco en forma,pero lo mejor que tiene no es su pecho abundante -ha amamantado tres hijos- ni su culo generoso… es su boca. Adela tiene una boca que sólo imaginarme poniendo morritos que vengo arriba. No es una mujer 10, como yo tampoco soy un hombre 10, pero esa boca me volvía loco.
El caso es que fui una vez a su casa, y le di a Juan unas nociones básicas conceptuales de Internet e informática. Estuvimos dos horas dale que te pego, desde las 20 que cierran hasta las 22. Al terminar quedamos emplazados para el lunes siguiente.
Yo estaba puntual a las 20 horas entrando por la puerta del negocio. Adela me hizo pasar a la oficina porque Juan había salido a tomar algo con unos amigos… a las 20.15 lo llamó por teléfono para ver por dónde andaba y sonó a mi lado, así que no podría contactar con el fácilmente. Ella empezó a ponerse incómoda pero le dije que no pasaba nada, que yo usaría su ordenador para hacer unas gestiones que tenía pendientes mientras esperaba mientras ella acondicionaba su negocio para abrir al día siguiente.
A eso de las 20.45 ya había acabado y Adela también por lo que ya no pintábamos mucho allí. Ella estaba visiblemente molesta, y preocupada, pero yo le hice ver que por mi no habría problema, que volvería otro día y que seguro que tenía una buena razón, así que recogí y me dispuse a salir. Entre unas cosas y otras ya serían las 21.
Justo cuando abríamos la puerta, llegó Juan borracho como una cuba, balbuceaba no se qué del bar, de que algo le sentó mal pero lo cierto es que el hombre no se tenia en pie, tanto es así que al abrir la puerta lo tuve que agarrar o se caía. Adela no sabía donde meterse, su cara cambio de color y ahora estaba roja pero sus ojos decían que no era de vergüenza sino de ira. Con Juan en aquel estado dos cosas pasaron por mi mente: si aquello pasaba a menudo Adela sería el prototipo de mujer insatisfecha – a nadie le gusta follar con un tipo que llega borracho a casa- y pensé que podría explorar algún acercamiento. Dicho y hecho me ofrecí para llevarlo a la cama. Lógicamente mi propuesta fue rechazada pero yo insistí y al final me salí con la mía.
Generalmente siempre había visto a Adela con su bata blanca pero ahora ya no la llevaba puesta y vestía una blusa oscura, con todo el jaleo del marido pudo ver entre los botones un sujetador negro que me pareció bastante sensual, muy transparente para lo que cabía esperar. Yo me esforzaba por ver sus pezones pero la verdad que era todo muy rápido y no pudo ser. Llevaba puesta una falta hasta un poco debajo de las rodillas sin medias. Yo ya iba bastante entonado.
Atravesamos su negocio, subimos un piso y accedimos a la vivienda, en la que nunca había estado por cierto. La habitación de matrimonio estaba al fondo así que allí que fuimos los tres con Juan casi en volandas porque estaba medio dormido. Lo colocamos en la cama y ya vi en una silla varias piezas de ropa de Adela y entre ellas dos sujetadores que me parecieron más grandes de lo que sus pechos requerirían. Ciertamente siempre vestía con blusas sueltas y además, a mi lo que me perdía era su boca.
Dejamos a aquel hombre en la cama durmiendo la mona y salimos de allí. Adela no hacía más que disculparse, la cogí de las manos y le dije que no pasaba nada, que eran cosas que a veces hacíamos todos y que todos habíamos perdido el control alguna vez… ella se hechó a llorar desconsolada y la abracé.
Mi verga, que no es una gran verga, ya se puso a 100 cuando noté el contacto de sus tetas -tetazas-, en mi pecho. Su sujetador negro nubló mi mente y me imagina los pezones que aún no había visto con su gran aureola y botón generoso. No tengo ni la más mínima idea de cuanto tiempo estuvimos abrazados, notaba su aliento en mi cuello y ella notaría el mío también. La cogí por las mejillas y separé su cara y le sequé con mis labios las lágrimas que le caían, es lo único que se me ocurrió. Ella me agarro mis muñecas pero no noté rechazo, realmente necesitaba consuelo, mucho consuelo. Besé sus lagrima bajando desde lo ojos hasta la comisura de sus labios y entonces llegó la hora: junté mis labios con aquella boca que tan loquito me traía. Ella estaba inmobilizada, no hizo ni dijo nada, solo se dejaba hacer
-Adnan, soy una vieja
-Será que me gustan las viejas.
Poco a poco lla empezó a devolverme los besos, primero tímidamente y después con más fuerza y pasión. Primero fueron piquitos y acabaron con nuestras lenguas entrelazadas bailando juntas un vals. Al tiempo acerqué mi erección a su bajo vientre y le fuí dando golpecitos y movimientos para asegurarme de que ella lo notaba.
Le solté la cara y empecé a desabrochar los primeros botonos de su blusa, ella respiraba agitadamente -esta mujer estaba muy necesitada pensé – y enseguida llegué a sus pechos. Efectivamente eran grandes, aún con el bonito sujetador puesto podía aplicar a cada uno de ellos mis dos manos: los estrujé y amasé con fuerza y determinación al tiempo que ella me agarraba por la cintura y me apretaba mi dura verga contra ella.
Sin soltar el sujetador, metí mis manos entre la tela y el pecho y acaricié sus pezones que reaccionaron poniéndose más duros y salidos al momento. Eran dos pezones que adiviné enormes. Para tenerlo más fácil quise soltarle el sujetador y ante mi falta de pericia ella sonrió mientras se echaba las manos a la espalda. Aún estábamos de pié en su salón así que también me dijo de ir a otro sitio para estar más cómodos y bajamos la escalera para volver a su bajo y acceder a un pequeño office con un sofá cama.
Para bajar hasta allí se había abotonado la blusa, no así el sujetador que estaba suelto, asi que se la volví a abrir esta vez desde atrás, apretando mi polla contra su culo y mientras besaba su cuello. Ella estaba fuera de si aunque me dijo alguna vez que aquello era una locura.
– Si quieres paramos le dije – aunque sabía que no lo haría fácilmente –
– si paras me acordaré de ti toda la vida. Anda ven – y me empujó al sofá
Y me agarró por la camisa empujándome a su lado. Agarré una de sus tetas con las dos manos y fui bajando la cabeza mientras vi por primera vez aquel pezón grande, oscuro y totalmente erecto. Me volvió loco su sola visión y me lo comí con pasión, unas veces lo chupaba como un bebé, otras vlo lamía y otras le daba pequeños mordiscos que la hacían gemir de placer. Sus manos estaban en mi nuca apretándome contra sus tetas.
Con una de mis manos cogí una suya y me la llevé al paquete. Una de las cosas que te puede pasar es que estas mujeres no están acostumbradas a tener iniciativa y disfrutan y lo pasan bien pero apenas van a hacer nada que se salga de su guión, hay que mostrarles el camino. Con su mano ya frotando mi polla por encima del pantalón, la dejé hacer y empecé a acariciar su su muslo por dentro de la falta.
Apretando y acariciando sus muslos, comiéndolo a veces las tetas y otras veces la boca, al lado de una mujer que volvería loco a cualquier hombre, y mientras me frotaba la polla aún por encima del pantalón, llegué a su rajita -o raja- . Ella dió un respingo, aceleró su respiración y aunque apenas había tocado por encima de sus bragas ya se notaba la humedad lógica con el lote que nos estábamos dando.
Subí y bajé mi mano varias veces por toda su raja casi hasta el culo y metí mi mano por dentro… lo primero que puedo decir es que era un “coñazo” abiertísimo, peludo – casi todas las mujeres insatisfechas lo tienen peludo- y empapado. No me costó nada meter el dedo corazón -yo creo que ni lo notó – y aquello ardía. Le metí otro dedo que parece que tuvo más éxito que el primero y empecé un excitante mete saca.
Ella tenía ya las piernas espatarradas, su falda levantada y sus bragas se había movido a un lado – no era braga tanga precisamente-
La puse de pié enfrente de mi, yo seguía sentado, y le quité lo que le quedaba de ropa, que era casi todo: la falta y las bragas y ella se desprendió de la blusa y el sujetador. Yo aún tenía mi polla en el pantalón pero no aguantaba más, me acomodé y sin levantarme del todo me bajé el pantalón y calzoncillos al mismo tiempo. Ella tiró de mi camisa hacía arriba, me recosté y mi polla quedó a su vista por primera vez.
Adela estaba paralizada, yo le besé el pubis y el bajo vientre al tiempo que olía sus flujos, abrí sus piernas y metí mi cabeza, quería saborearla entera. Ella enloquecía por momentos, me agarraba la cabeza y me apretaba dejándome casi sin aire, gemía y jadeaba, me hablaba pero yo tampoco retenía lo que decía, la verdad. Sus piernas abiertas, un poco dobladas por la rodilla, me dejaban ver sus labios humedos y mojados por mi lengua, quise darle el mejor sexo oral pero la postura no era para eso.
La hice sentar con las piernas abiertas encima de mi y su coñito excitadísimo atrapó mi polla contra mi vientre y sin penetración, empezó a moverse arriba y abajo frotando su clítoris de vez en cuando. Yo notaba sus labios y sus pelos contra mi y también me enloquecía. Al mismo tiempo nos besábamos y agarraba sus tetas. En esta posición ella tuvo un fuerte orgasmo que la hizo gritar -aunque apagué sus gritos con un beso-, y de su vagina salieron cantidades ingentes de flujos que me empaparon y empaparon el sofá cama pero lo mejor era que se apretaba contra mi polla con todas sus fuerzas del mundo al tiempo que apretaba las piernas haciendome totalmente prisionaro de su propio sexo… fue todo un gusto.
Depués del orgasmos ella se quedó más relajada, con su raja en mi polla eso sí, pero más relajada.
– Dios, que gusto! ha sido increíble –
Es lo único que acertó a decir, mientras seguiamos con nuestros besos y caricias.
Mi polla aún estaba tiesa como un palo así que ella se separó un poco y en la misma posición en la que estábamos empezó a pajearme, más bien empezó a jugar con mi polla en sus manos, como si fuese la primera vez que tenía entre sus manos. Yo me recosté hacía atrás y cerré los ojos dejándome hacer. Ella disfrutaba con una polla entre sus manos pero lo cierto es que yo necesitaba algo más.
Cuando llevábamos un rato, con lo que ella hacía no me correría nunca, le dije que quería penetrarla y ella me dijo que le encantaría. Yo sabía que tenía que volver a estimularla así que le pedí que se tumbara en el sofá y ella me hizo caso y con las piernas bien abiertas, su sexo brillaba en medio de una mata de pelo negro canoso. Era la vez en la que mejor aprecié su labios mayores y menores, abiertísimos, brillantes, húmedos, olorosos y sabrosos.
No fue mi polla lo que recibió aquel sexo. Yo no había dejado de estar sentado y con sus piernas abiertas, cogí uno de sus pies y se lo besé y chupé. Ella, como había echo yo antes, cerró los ojos y relajada se dejó hacer… con mi boca fui bajando por su pantorrilla y sus muslos. Su sexo desprendía muchísimo olor y yo me sentía embriagado, poco a poco llegué a su raja no sin antes pararme bien en sus inglés, y comencé a lamer sus labios. Ella se estremecía de placer y gemía ruidosamente -no tenía mi boca para tapar sus gemidos-, subía y bajaba mi lengua. En un principio yo no quería que se corriera, solamente que se pusiera a punto para la follada, pero la verdad es que no me aguanté: busqué su clítoris y lo succione, noté como aumentó su tamaño y como se retorcía de puro placer, con una de mis manos le tapé la boca porque sino vendrían los vecinos y con la otra la follé con un dedo. Si le comes el clítoris bien a una mujer no creo que hay ninguna que se resista así que el orgamos no tardó en llegar. Esta vez sus flujos encontraron mi boca y los recibí y bebí con gusto muerto de excitación también…. Así estuvimos un rato hasta que de nuevo quedó relajada con sus manos aprentándome y acariciándome la cabeza contra su sexo.
En aquella posición yo me incorporé un poco y me puse a su altura. Adela me dió las gracias y me dijo que su marido nunca le había hecho aquello
– pero seguro que tu le haces buenas mamadas- le dije
– Una vez que llegó bastante borracho quiso que le hiciera una pero me dió asco y tuve que parar. Cuando le pasó la borrachera menos mal que no se acordaba.
Nos reímos, besamos y me dijo lo siguiente:
-Tu estás aún sin correrte y sigues con eso como un palo y yo ya lo he hecho dos veces. Ahora mismo no puedo follar aún pero si a ti te gusta, si que puedo intentar hacerte una mamada.
-No quiero que te sientas forzada aunque si te digo la verdad me encantaría.
-Vas a tener que enseñarme
Se puso en cuclillas a mi lado en el sofá, yo me eché para atrás para que mi polla luciera en el máximo esplendor posible, la agarró por la base y con timidez acercó su boca, primero le dío un beso en el glande y luego fue recorriendo con esos labios que me hacen enloquecer, el tronco. Al subir se la metió en la boca y poco a poco movió abajo-arriba su cabeza. En algún momento me clavó los dientes pero procuré no hacérselo notar. Lo que sí que hice fue agarrarle la cabeza para acompasar nuestros ritmos.
La verdad es que a pesar de la falta de experiencia estaba siendo una buena mamada y no tardaría en correrme, la estaba disfrutando de verdad. Yo movía mi pelvis hacia arriba también aumentando la penetración en su boca, provocando alguna pequeña arcada y mejorando todavía la experiencia.
Me preguntó si lo hacía bien y me dijo que ella se estaba calentando muchísimo, alargué mi mano para acariciarle su raja por detrás del culo pero de un manotazo me paró y me dijo que la desconcentraba…Adelita lo estaba dando todo…
Cuando me hacen una mamada por primera vez nunca sé si es mejor avisar o no, -cuando la mujer tiene ya experiencia es más fácil que ella misma te lo diga o incluso que note cuando te vas a correr pero la primera vez nunca sé que es mejor- . Para un hombre – al menos para mi – hay pocas cosas más placenteras en el sexo que correrse en la boca de una mujer. Aquel día llevaba varias semanas sin sexo y después de una experiencia tan intensa las ganas que tenía de descargar pudieron más que la debida cortesía, así que sin decir nada empecé a convulsionar y solté el primer chorro de lefa en su boca. Reaccionó con una fuerte arcada de ahogamiento y dejando salir el semen abriendo la boca todo los posible. Desde luego no creo que le gustara y hasta pensé en apartarla pero sólo pude decir
– Por Dios, me matas del gusto, tragátela.- reconozco que fue egoista por mi parte…
ella apretó la boca sobre el tronco de mi falo y el segundo, tercer chorro de semen se lo tragó sin protestar y, aparentemente, con gusto. Cuando nos quedamos más tranquilos ella hizo una cosa que me sorprendió y es que lamió mi vientre y mis huevos limpiando todo lo que había salido fuera. Aquella lamida de huevos me hizo pensar en el gusto que sería que se comiese mi culo pero ya me pareció mucho pedir.
Ella se incoporó a darme un beso muy, muy sensual con un sabor a semen que tiraba para atrás pero que me encantó.
-Veo que te ha gustado, gracias por enseñarme,
– No me des las gracias, ha sido una de las mejores mamadas de mi vida – un poco exagerado pero había que mantener alto el ánimo- lo has hecho genial y sólo espero no haber sido brusco en algún momento.
-No has sido brusco y la verdad es que ahora si que estoy caliente como una perra en celo, quiero que me folles. Más que querer es que lo necesito, necesito que folles, que me penetres entera.
Nos besamos y empezamos el folleteo en el sofá con un misionero. Ella agarró la base de la polla y la puso a la entrada de su vagina que la recibió con gusto y nuevamente húmeda. Aquella mujer hacía mucho tiempo que no follaba en condiciones pero llevaba varios orgasmos y estaba más que receptiva.
En aquella postura yo tardaría en correrme otra vez porque acababa de hacerlo así que me incorporé y levanté sus piernas para apoyarlas en mis hombros.
-Parezco una actriz porno – dijo divertida.
Mis penetraciones en esa posición eran más profundas y sabrosas. Al tiempo que la follaba le apretaba las dos tetas y ella lo hacía también por encima de mis manos. Podía ver su cara de placer y me gustaba.
Por cambiar de postura, le pedí que se pusiera a cuatro patas y no protestó, tenía sus nalgas justo enfrente de mi, antes de seguir con las penetraciones, no puede evitar restregar por su culo mi cara y darle algunos besos y mordiscos, le di un lametazo a su rajita subiendo hasta el culo que saboree ligeramente, ella dio un respingo. Si hubiera seguido, creo que no le hubiera importado pero estábamos a otra cosa…
froté el glande por su raja estimulando los labios agarrándola por la base y de un golpe, el más violente hasta el momento, le metí toda la polla en su chocho. Podía ver sus flujos resbalando por los muslos y por mis propios huevos que golpeaban su culo con fuerza…ella genía mordiendo el respaldo del sofá, le apretaba las tetas con fuerza para hacer más presión en mis embestidas. Me daba miedo hacerle daño y no sabía cuando le gustaría o desagradarían un poco de dolor pero todo lo que le hacía le iba gustado. Después de un buen rato follándola le dije que me correría enseguida y ella me pidió que aguantara un poco,… bajé en ritmo y pensé en facturas hasta que ella no pudo más y tuvo su tercera corrida, nuevamente lo llenó todo de sus jugos que ahora me parecieron que salían a borbotones de su sexo. Yo no aguanté más y me corrí también soltando todo el semen que me quedaba. Nos quedamos quietos, sudorosos y con la respiración agitada. Al salir de ella lamí también sus muslos para saborearla por última vez.
Nos sentamos y nos quedamos abrazados. Adela me dio las gracias nuevamente, aunque no hacía falta que lo hiciera, y me dijo que no sabía si deberíamos repetir aquello pero que sea como sea lo había disfrutado como nunca.
A partir de aquel día nos hicimos buenos amigos. Follamos algunas veces , sobre todo al principio, pero ningún polvo fue como el primero. Ella quería a su marido y se esforzó porque su relación en la cama fuera mejor y lo fue consiguiendo, hasta que su marido dejó de ir tanto al bar por las noches.