Un amigo de papá me usa el culo

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Carlos era el mejor amigo de papá, Ambos se conocían desde hacía muchos años, cuando coincidieron estudiando en la facultad de derecho. Desde entonces, habían sido inseparables, y aunque Carlos nunca ejerció como abogado, ya que heredó un próspero negocio familiar que lo convirtieron en un exitoso empresario. Los dos fueron socios en algún tipo de inversión inmobiliaria, de tipo especulativo.

Por lo tanto, conozco a Carlos y a su familia desde que tengo memoria. Su mujer se llama Laura, y es de esa clase de señoras que no aceptan el paso del tiempo, y piensan que el dinero, y sobre todo las operaciones quirúrgicas, pueden mantener a una mujer eternamente joven.

Mi madre me reñía, cuando me escuchaba decir que su amiga Laura parecía una figura del museo de cera. El matrimonio tenía una hija un año mayor que yo, que se llamaba Sara.

Entonces yo estaba terminando el instituto, y también estaba saliendo con un chico, Alex, desde que tenía quince años. En esa época mi vida consistía prácticamente en dos cosas, jugar a vóleibol, y estar con mi novio.

Yo era una chica bastante llamativa: era rubia, tenía los ojos claros, media más de metro setenta de estatura, tenían un pecho bastante generoso y, sobre todo, lo que más llamaba la atención algunos chicos, era mi culo. Tengo que decir, que algunos de mis rasgos físicos, vienen heredados por la familia de mi madre, ya que mi abuela era de origen escandinavo.

Cuando era jovencita siempre me llamaban la atención los hombres maduros, pero sin duda Carlos, era para mí una especie de amor platónico.

Antes de seguir, me gustaría aclarar que Carlos era un hombre guapo y muy atractivo. Además, siempre iba muy bien vestido, siendo de esa clase de hombres que resultan muy varoniles y seguros de sí mismos. Tengo que reconocer, que alguna vez que otra, ya me había masturbado pensando en él.

Carlos siempre que podía me miraba de forma lasciva. Me encantaba sentir sus ojos pegados a mi escote. Incluso alguna vez, se le había ido la mano, disimulando inocentemente un pequeño roce.

El día anterior a lo que quiero contar, él había estado en casa de mis padres. Carlos no paraba de mirarme, y yo estaba encantada de que un hombre como él, se fijara en mí de esa forma. Ya que me hacía sentir como una verdadera mujer.

Recuerdo que un par de veces cruzamos la mirada, yo le sonreía, como diciéndole: «Sé que te gusto, y también noto como me miras, y la verdad es que estoy encantada».

Lo que no me esperaba es que al día siguiente me fuera a buscar al instituto cuando salí de clase.

Lo vi de frente, no me lo podía creer. Tenía su coche aparcado en doble fila frente a la entrada.

—Buenos días Olivia, ¿Quieres que te lleve? —, me preguntó de forma segura y decidida.

Yo me quedé pensando unos segundos, había quedado con mi novio para ir a dar una vuelta.

—¿Qué haces aquí?… —, lo interrogué dudando.

—Vamos, no seas cría. Monta. Te invito a tomar algo —, dijo con ese tono tan varonil que tiene, el que está acostumbrado a mandar, dando por hecho que los demás le obedecen.

—Había quedado con Alex, el pobre me estará esperando. Pero venga, vale… —, dije subiéndome decidida al coche.

—Estás preciosa ¿Entonces sigues saliendo con el novio ese que tenías? —, me preguntó.

—Si, vamos hacer pronto tres años —, respondí inocentemente.

—Como lo envidio. Ya me hubiera gustado a su edad, tener una novia tan guapa como tú — contestó poniendo una mano, mientras conducía sobre mi rodilla.

Yo me quedé un poco cortada, no dije nada, pero él me lo debió de notar,

—Olivia, si te molesta mi mano en tu pierna, solo tienes que decírmelo. No quiero hacer ni decir nada, que te pueda hacer sentir violenta. ¿Me entiendes? —, preguntó.

Yo moví con un gesto afirmativo la cabeza, como dándole a entender que lo comprendía. Luego tragué saliva, y me atreví a decir.

—Tranquilo, no me molesta, simplemente se me hace raro. Eres el padre de Sara —, dejé caer como una pesada losa.

—¿Raro? ¿Qué hay de raro que un hombre quiera tocarle la pierna de una mujer? —, dijo levantando un poco más mi falda, y apartando al mismo tiempo unos segundos los ojos del volante. —Tienes unos muslos de escándalo.

—Gracias —, respondí tímidamente.

Entonces aparcó el coche en un parking del centro. Me cogió por la cintura como si fuéramos una pareja de novios, y me dijo:

—Déjame que presuma de ir con una mujer como tú.

Yo me agarré también a él. La verdad es que gustaba ir así caminado con él por la calle. Carlos al notar mi abrazo se giró, entonces se me quedó mirando a la cara.

—¡Que labios tienes! ¡Estás para comerte! —, me piropeó justo antes de juntar su boca a la mía.

Ese fue el momento en el que nos dimos el primer beso. Noté como su lengua conquistaba hábilmente mi boca. Puedo constatar ahora, viendo todo con los ojos de hoy en día, que Carlos era todo un experto en las artes amatorias. Hasta ese día, nunca nadie nunca me había besado de esa forma.

—Que boca más rica tienes, cielo —, me dijo al despegarse de mí.

—A mi también me ha gustado mucho besarte —, me sinceré.

—Verás Olivia, como tú sabes yo soy un hombre casado y a la vez muy conocido. Además, tu eres una chica muy joven, y a la vista está que preciosa, y si alguien nos viera, va a ir con el cuento a mi mujer y a tus padres. Fíjate el escándalo que se armaría. Sé que ya no eres una niña, y tengo que decirte, que tengo un apartamento aquí al lado.

—¿Me estás invitando a tener una cita contigo? —le interrumpí nerviosa.

—Eso es. Pero no quiero que te asustes, te juro que no ocurrirá nada que tú no quieras que pase. La verdad es que estoy loco por ti, Olivia. No consigo quitarte de la cabeza, me gustas demasiado.

—Tú también me gustas. Pero te recuerdo que tú eres un hombre casado, y yo tengo novio. Además, eres el mejor amigo de mi padre —, le recordé.

—He visto como te estremecías cuando nos hemos dado el beso al salir del parking. Sé que te has puesto cachonda, y a mi mira como me has puesto a mí—, dijo apuntando el bulto de su pantalón. —¿Me vas a dejar con este calentón? No pensé que fueras así… —, dijo como si yo le hubiera decepcionado.

—Vale, si quieres vamos a tu apartamento. Pero solo a besarnos, y como mucho te hago una paja —, le dije algo avergonzada.

—Seguro que sabrás hacerme correr muy bien ¿Te gustaría ver cómo me corro en tu mano? —, me preguntó morbosamente.

—Si, creo que sí. ¿Llevas a muchas mujeres al apartamento donde me vas a llevar? —, quise saber.

—La verdad que muchas no. Solo llevo a las más guapas, y ninguna lo es tanto como tú —, dijo agarrándome por la cintura.

Cuando subimos al ultimo piso y entramos al apartamento, tengo que reconocer que me quedé impresionada. Sin duda era un lujoso picadero en todo el centro de la ciudad.

«¿Qué chica se iba a resistir a estar con un hombre como Carlos en aquel escenario?» Hasta ese momento, yo solo había estado con Alex en su coche, y antes de que se sacara el carnet, en un parque que hay cerca de mi casa.

—¿Te gusta? —, quiso saber.

Pero no me dejó contestar. Carlos me agarró por detrás y comenzó a besarme el cuello. Sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo por encima de la ropa.

—¡Que buena estás Olivia! —, dijo rozándome el lóbulo de la oreja, mientras restregaba su entrepierna contra mi culo. En ese momento sus manos comenzaron a desabrocharme la camisa. Pude notar como sus expertos dedos apartaban el sostén, y rozaban de forma sutil mis pezones, que llegaron a dolerme de los duros y turgentes que se pusieron.

—Ven, date la vuelta. Quiero ver esas tetas que tantas veces he tratado de imaginarme.

Obedecí, me giré lentamente.

—¿Te gustan? ¿te gustan mis tetitas? —dije provocándolo conscientemente, poniendo cara de niña inocente.

Él se tiró a devorarlas, como un hombre hambriento que no ha comido en varios días. Yo en ese momento puse mi mano sobre su entrepierna. Me encantó sentir el bulto que se dibujaba debajo de sus pantalones. Entonces bajé su cremallera y metí mi mano decidida dentro. Pude notar el calor de su entrepierna. Me hizo sentir peligrosamente cachonda, cuando la saqué para afuera, y toqué por primera vez su erecta polla.

Me pareció enorme en mis frágiles manos. Estaba deseando comenzar a masturbarlo, tal y como muchas veces le había hecho a mi novio. Quería que él viera que ya no era una niña, que tenía experiencia, aunque solo hubiera estado con un solo chico.

—Quítate la camisa y vámonos a la cama, allí me harás la paja más cómoda —, dijo sin ningún tipo de cortapisas.

Entonces fuimos al único dormitorio que tenía el lujoso apartamento. Él aprovechó mis dudas, para quitarse toda la ropa.

Después nos metimos en la cama, yo desnuda de cintura para arriba. Verlo así junto a mí, totalmente desnudo, me impresionó. No tenía los músculos hercúleos y perfectos de Alex. Pero su cuerpo, me pareció mucho más de hombre que el de mi novio. Toqué su tórax, lo besé. Me encantó su olor y su tacto. Carlos comenzó a besarme de nuevo, mientras yo lo masturbaba.

—¿Te la estoy haciendo bien? —, le pregunté dudando, ya que Alex se corría enseguida. Me agarraba la muñeca y el mismo marcaba el ritmo. Pero Carlos parecía más relajado.

—¿Has hecho muchas pajas? —, me preguntó.

—Unas cuantas ya —, sonreí —Ya te he dicho que llevo tres años saliendo con mi novio.

—¿Y qué otras cosas haces con tu novio? —, me preguntó burlonamente.

A mi lejos de molestarme, hablar de sexo con él me encendía aún más.

—También follamos, y se la chupo algunas veces —, dije haciéndome la interesante.

—¡Qué zorrita estás hecha! —, dijo riéndose.

Nadie nunca me había llamado así, pero el improperio lejos de molestarme, me excitó aún más.

—¿Quieres que te la chupe? —, le pregunté sorprendiéndome a mi misma.

—Me encantaría —, respondió él sonriendo.

—La tuya es más gorda. Pero voy a probar si me entra en la boca —, dije dudando.

—No te preocupes. Te entrará. Solo tienes que abrir más la boquita de zorra que tienes.

«Otra vez me ha llamado zorra», pensé.

Pero Carlos tenía razón, porque abrí la boca todo lo que pude y me la fui metiendo toda dentro. Me desenvolví como pude con ella.

En ese momento, Carlos aprovechó para intentar acariciar mi sexo por encima de las bragas, pero yo le aparté la mano. «Una felación era a lo máximo que yo estaba dispuesta a llegar».

—Déjame que te vea el tesoro que debes de tener ahí guardado —, me dijo intentando tocar nuevamente mi sexo.

Yo me saqué su verga de la boca. Respiré agitada, y le pregunté:

—¿Quieres verme la rajita?

—Me muero por verla, cariño —, me dijo Carlos dulcemente.

—¡Pero solo verla! Te advierto que no voy hacer nada más. Recuerda que me dijiste que no harías nada que yo no quisiera —, le recordé.

—Lo sé preciosa. Te prometo que no pasará nada que tu no desees —, dijo guiñándome un ojo.

Entonces me pues de rodillas sobre el colchón de la cama, levanté mi falda, y le enseñé mis bragas de color blanco. Recuerdo que maldije por no haberme puesto una ropa interior más sexys, tal como me ponía los fines de semana que sabía que iba a estar con mi novio. Quizá ese fue el detonante por lo que siempre me ha gustado llevar ropa interior, que considero bastante erótica.

—Que rico conejito tienes que tener. ¿Sabes que tienes las braguitas mojadas? —, me preguntó Carlos, sin apartar la mirada.

Yo me incliné para ver a que se refería. Efectivamente, justo frente de mi sexo, se veía claramente un circulo oscurecido en el tejido de mis bragas, debido indudablemente a mis fluidos vaginales.

—Creo que estoy cachonda —, dije riéndome.

Entonces retiré la tela de la braga hacia un lado, y le enseñé directamente mi sexo.

—¿Te gusta mi chochito? ¿quieres tocarlo? —, pregunté muerta de ganas, de que me metiera mano.

Carlos no contestó, directamente sentí sus dedos acariciándome la entrada de mi vagina, luego se los llevó directamente a la boca y los chupó, como si quisiera absorber todo el sabor de mi coño.

—Mira Olivia, no te voy a mentir. Me tienes loco, no sabes cuanto te deseo…

—Carlos, quiero que me folles. —, dije pasudamente. Sabiendo perfectamente que entraba en un punto de no retorno. Sentí un deseo a hombre que no pude reprimir. No pensé en Alex, ni en mis padres, ni en Sara. Solo estábamos él y yo.

Entonces él se tiró hacia mí como un depredador que sabe cuándo es el momento justo de atacar a su presa.

Me empujó sobre el colchón, arrancándome prácticamente las bragas. Sin duda ese fue el primer día que llegué sin ropa interior a casa. Luego parece que le cogí el gusto.

Carlos metió su cabeza entre mis muslos. Su lengua comenzó a lamer mi clítoris, mientras jugaba con sus dedos a la entrada de mi caliente y hambrienta vagina.

Yo comencé a gemir. Alex, mi novio, nunca me había hecho sentir nada parecido. Los dedos de Carlos comenzaron a entrar y salir frenéticamente de mi coñito, como si me estuviera follando con ellos.

El ruido del chapoteo que hacían al entrar y salir, era el único ruido que recorría la estancia.

—Carlossssss…. Me corrooooo… ahhh… me gustaaaaaaaa… me gustaaaaaaa…. Me gustaaaaa…muchooooooo ahhhh…

Llegados aquí tengo que reconocer, que a pesar de que ya no era virgen, la comida de coño que me regaló el mejor amigo de mi padre, fue mi verdadero despertar sexual.

Hasta ese día, yo siempre había pensado que el sexo estaba sobrevalorado. Pero en un momento él me hizo sentir, que el sexo era mucho más placentero, de lo que nunca me hubiera imaginado.

Carlos no me daba tregua, siguió lamiendo mi húmedo chochito, hasta que me volvió a tener a punto de llegar al clímax de nuevo.

—Fóllame —, le pedí fuera de mí —Necesito que me la metas. Quiero sentirte dentro —, casi le supliqué.

No se lo tuve que volver a repetir, se puso enfrente de mi y comenzó a rozar la punta de su verga, por toda mi rajita.

—Ponte un condón —, le pedí

—¿Tomas la píldora? —, me preguntó.

—No, Alex siempre se pone condón y se corre fuera —, le expliqué.

—No te preocupes cielo. Me correré en tus tetas. No tengo intención de preñarte, te lo aseguro —, dijo justo en el momento que me la metió de un solo movimiento.

Yo chillé. Fue algo instintivo debido a esa exquisita y exacta mezcla entre el placer y el dolor. Sentí una fuerte punzada en el centro de mi sexo. Mi coño, no estaba acostumbrado a una polla como la de Carlos. Pero poco a poco se fue adaptando a su grosor, y comencé a gozar. Haciéndome disfrutar como nunca, sintiéndome muy mujer, muy hembra…

—¿Te gusta puta? —, me insultó.

Siendo esa la primera vez que alguien me llamaba así, nunca hubiera imaginado que esa palabra, y sobre todo sentirme así, me excitara tanto.

A partir de ese momento, la palabra puta me persiguió y me excitó durante toda la vida. Busqué en ese momento, tensar aún más la cuerda de mi propia excitación.

—Me encanta Carlos. Me gusta que me llames puta —, reconocí sincerándome.

—Lo sé cariño. Sé cómo te sientes. Por eso te voy a follar, como se folla a una verdadera puta —, dijo sacando su gorda y dura verga de mi interior. —Ponte como si fueras una perra a cuatro patas —, me indicó.

Yo obedecí poniéndome a cuatro, ofreciendo a Carlos mis cuartos traseros. Pero era un día de nuevas experiencias para mí, los descubrimientos sobre mis gustos sexuales siguieron desarrollándose.

En ese momento Carlos me dio un fuerte azote en una de mis nalgas. Estoy segura que en otros momentos, ese cachete me hubiera hecho llorar. No sé porque, pero en ese momento pensé en su hija, «Seguro que el muy cabrón, no le ha dado un cachete así de fuerte a Sara, en toda su vida»

—Dame más —, le pedí totalmente ya fuera de mí.

El azote no se hizo esperar.

—Te va la caña ¿eh zorra? —, dijo propinándome uno aún más fuerte, que dejó mis blancas nalgas enrojecidas.

—Siiiií —, grité.

—Que pedazo de culo tienes, guarra. ¿Te ha follado tu novio el culo? —, me preguntó.

—No, nunca. No quiero eso. Dicen que duele —, le respondí.

—¿Me dejas que te meta un dedo en el culo? —, preguntó de forma soez.

—No, por favor Carlos. No insistas —, casi le supliqué

Pero Carlos no estaba dispuesto hacerme caso. Mi culo era demasiado goloso para un hombre con tanta experiencia y tan ardiente como él.

Me sacó la polla, y en ese momento comenzó a comerme el culo. Jamás había oído nada parecido. Nunca me hubiera imaginado que alguien me hiciera eso.

Sentí primero una especie de cosquillas, luego cesaron y comencé a sentir verdadero placer. Notar su lengua ahí, hacía tensar mi ano. Una especie de contracciones, que solo se saben explicar, cuando has sentido algo parecido

—Ahhhh…. Ahhhh —, no podía evitar quedarme callada.

Entonces pude sentir como escupía directamente en medio de mi culo, Pude notar como su saliva iba resbalando hacia abajo.

—Verás cariño, para que no te duela haz lo que te digo. Si se te escapa un aire o algo, no te apures, es algo normal. ¿Entiendes lo que te digo, Olivia?

—Creo que si —, respondí nerviosa y a la vez cada vez más excitada.

—Empuja hacia afuera, vas a sentir mi dedo tocándote el esfínter, tú empuja como si quisieras expulsarlo.

Le hice caso, tomé aire y apreté el esfínter hacia afuera, entonces noté el dedo de Carlos presionando contra mi ano.

—Ahora relaja el culo no empujes, déjalo pasar dentro—, susurró Carlos.

Prácticamente mi propio esfínter tragó hacia dentro el dedo de Carlos. Él lo dejó quieto un rato, y poco a poco, cuando él notó que mis molestias cesaban, comenzó a moverlo. Con su otra mano me introdujo la polla nuevamente en la vagina, y siguió follándome intensamente.

Sentir su verga nuevamente trabajándome el coño, mientras su dedo permanecía aclimatando mi ano, me encantó.

Quería que me follara el culo, deseaba regalárselo, que fuera el primer hombre de este mundo en probarlo. Me apetecía demostrarle que era una verdadera hembra.

—¿Quieres follarte mi culito? —, le pregunté, más como una invitación. Aprovechando ese momento, parar girar mi cuello para encontrarme con su viciosa mirada.

—Es el mejor regalo de este mundo —, dijo exagerando. —Túmbate boca arriba. Te entrará mejor así. Solo te dolerá si estás nerviosa, en cambio si te relajas, te juro que lo vas a disfrutar —, me aconsejó Carlos.

Entonces abrió un cajón de la mesilla que había a un lado de la cama, y cogió un bote de lubricante. Pensé a cuantas mujeres le habría follado en esa misma cama el culo. Este insano pensamiento, lejos de hacerme sentir celosa, me excitó aún más.

Me echó lubricante y volvió a introducir el dedo. Ahora resbalaba, entrando y saliendo con suma facilidad.

—¿Te acuerdas como lo hicimos antes? —, me preguntó —Pues vamos a repetirlo, pero esta vez va a costarnos un poquito más. Ya que te voy a meter la polla, en tu precioso culo.

Como siempre Carlos tubo razón, Pude notar centímetro a centímetro como la polla de Carlos iba penetrando mi culo. Sentí como si me quemara, pensé que me iba a reventar el culo.

—Despacioooo… por favorrrrrrrr…me dueleeeee…. Ayyyyyyy —, me quejé

Pero poco a poco la polla de Carlos quedó clavada en el interior de mi ser. Se quedó quieto, y espero que fuera yo, la que me fuera moviendo. Primero lo hice con movimientos sutiles en circulo. Luego, poco a poco fui cogiendo confianza, hasta que el propio Carlos comenzó a follarme por fin a buen ritmo el culo. Cuando me tuvo un rato así, me dijo:

—Te la voy a sacar y te vas a volver a poner a cuatro —, me indicó.

—Pero si me la sacas me volverá doler cuando me la metas —, protesté.

—No te preocupes, ya no te dolerá — me aseguró.

Un minuto después me follaba el culo desde atrás, con todas sus ganas. Yo hinqué la cabeza en el colchón, alargando una mano hasta mi coño. Entonces comencé a tocar con verdadera ansia mi clítoris. Mis jadeos, no se hicieron esperar.

—Como te gusta guarra, como te gusta que te follen el culo —, dijo sin parar de penetrarme.

—Me encanta —, le aseguré casi a punto de correrme.

—Llevaba un par de años deseando este pedazo de culo que tienes. Pero ni en mis mejores sueños me imaginé que fueras tan puta.

—Soy tu puta —, no sé aún la razón, por lo que dije eso.

—Sí, así es. Eres mi puta, y voy a ser el primero que se va a correr dentro de tu delicioso culo.

—Yo también me corroooooo —, le anuncie

Entonces pude notar su semen caliente dentro de mis entrañas, y juro, que nunca he sentido nada parecido.

Nos quedamos los dos tumbados en la cama, abrazados un rato, riéndonos, hablando, tocándonos…

Sin duda siempre estaré agradecida a Carlos, pues fue el hombre que me hizo descubrir lo placentero que es el sexo, cuando se da con el hombre indicado.

Ha pasado mucho tiempo ya de todo aquello, y hace muchos años que no tengo nada ya nada con Carlos. Pero a veces, cuando voy a ver a mis padres a su casa, él está allí hablando con mi padre. Cuando me ven entrar, ambos no pueden evitar compartir una cómplice sonrisa. Juro que nunca he querido saber, que se esconde detrás de esa morbosa sonrisa.