Una psicóloga juguetona

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Lo malo de acudir a una psicóloga en busca de ayuda es que no sabes cómo va a acabar la cosa, y más si la psicóloga es tu sobrina.

Severiano… Para no liarnos digamos que era yo con sesenta años, pues bien, la llamé por teléfono para concertar una cita y me la dio su recepcionista. Llegó el día y fui a su consulta, la puerta estaba entreabierta, al asomar la cabeza por la puerta y verme se llevó tal susto que dio un bote en la silla, luego dijo:

-Ya es muy tarde, tío, vuelve otro día.

-Si me voy ya no vuelvo, me costó mucho venir, Mercedes.

Mercedes era una treintañera, morena, guapa y muy risueña. Estaba sentada detrás de una mesa y sin levantarse me dijo:

-Llegas una hora tarde. No puedo atenderte.

Entré en la consulta y le dije:

-El tráfico.

-Tú no tienes coche, tío.

-El tráfico de pensamientos cruzados en mi cabeza. Voy, no voy, voy, no voy…

Me senté en una silla enfrente de su mesa, mesa que tenía paneles por delante y por los lados. Mercedes me dijo:

-Y pudo voy. Levántate y vete, tío. No puedo atenderte. ¿Cuántas veces tengo que repetírtelo?

Mi sobrina parecía tener mucha prisa por deshacerme de mí, pero yo no tenía ganas de irme sin que me aconsejara.

-No me hagas esto, mujer, no me hagas esto.

Mi sobrina se resignó y me preguntó:

-Veo que no te vas a ir. A ver si acabamos pronto. ¿Para qué has venido?

Fui al grano.

-Pillé a tu tía haciendo una paja y estoy preocupado.

Sonrió, metió un brazo debajo de la mesa cómo si fuera a rascar algo y cuando lo quitó me dijo:

-No te debías preocupar, tío, las mujeres fantaseamos desde una edad muy temprana. Empiezan siendo fantasías románticas y a medida que el cuerpo cambia se convierten en sexuales. Es normal que después de casadas volvamos a fantasear con amigos, desconocidos, con familiares, e incluso con mujeres, eso no quiere decir que no amemos a nuestros maridos.

-Pero tu tía tiene cincuenta y tres años.

Puso una mano delante de a boca y carraspeó, era cómo si estuviera a punto de coger un catarro.

-Sé la edad que tiene. ¿Tú no te masturbas?

Me había dejado a cuadros y encima me lanzaba la indirecta.

-Si, a veces, por eso estoy preocupado.

-No debías, las fantasías, fantasías son -volvió a poner la mano delante de la boca y carraspeó-. Cierto que a la hora de profundizar en el contenido nosotras imaginamos de forma más detallista, más visual y por lo tanto de forma más intensa -volvió a carraspear-, pero no es cómo para preocuparse.

Lo que os dije al principio, acabas jodido y muy preocupado, pero la curiosidad es una puta que nunca se da por satisfecha y ya metido en harina quise saber en qué podría pensar mi mujer cuando se hacía un dedo. Le pregunté:

-¿Y qué fantasías son las más habituales a su edad?

-Eso solo lo sabe la tía, pero te diré las más recurrentes… Una es hacer un trío con dos hombres y no necesariamente debes ser el novio o el marido uno de ellos.

-¿Crees que se hace pajas pensando en que la follan dos hombres?!

-No sé, pero muchas mujeres lo hacemos -carraspeó de nuevo.

Me extrañó que fuera tan abierta.

-¡¿Tú también?!

-Sí, antes y después de hacer el trío y no lo hice con mi marido.

-¡Joder cómo está el patio!

-¿Quieres que siga o no? -volvió a poner la mano delante de la boca y a carraspear.

-Estás cogiendo algo…

-Estoy cogiendo, sí, pero me gusta empezar lo que termino.

-En ese caso sigue.

-Otra es ver a dos hombres follar entre ellos mientras nos damos dedo.

-¿Qué más?

-Otra es masturbarse imaginando que estamos follando en un sitio público.

-¿Conmigo?

-Es una fantasía.

Madre que la parió, no se cortaba un pelo.

-Ya.

-Otro es tener sexo con un conocido.

-¿Con un amigo mío podía ser?

-¿Te echaste últimamente algún amigo joven que esté bueno?

-Sí, uno.

-Pues con ese.

-¡Qué puta!

-Para qué me voy.

-Lo siento, no le llamo puta otra vez

-A ver si estamos a lo que estamos, tío. Son fantasías que la tía puede tener o no. Yo las tenía… ¡Joder, me voy!

-¿Adónde?

– A donde el río me lleve.

-No te entiendo.

Comenzó a gemir y a temblar y los ojos se le pusieron en blanco. Anonadado, solo pude decir:

-¡Vaya corrida!

Al acabar de correrse echó la otra mano debajo de la mesa y levantó con las dos manos la cabeza de una joven rubia que estaba cómo un queso, la joven la besó y después le preguntó:

-¿Desea algo más, jefa?

-No, ya puedes volver a tu casa, Paloma.

Reconocí la voz de la joven, era la misma que oyera por teléfono al pedir la cita. Le dije a Mercedes:

-Pudiste haberme dicho que estabas ocupada.

Mirando cómo se iba su secretaria, me dijo:

-Si ya te lo dije…

-No, no me dijiste que también eras una chochologa.

Sonriendo y arreglando la falda me respondió:

-Tú sí que eres un chochólogo.

-Algo de eso tengo, pero volvamos a lo mío. ¿Qué crees que le pasa a tu tía?

-Creo que mi tía pasó y pasa mucha hambre por tu culpa.

-¿Y de dónde sacas esa conclusión?

-De que llevas toda la vida de coño en coño.

-¿Y tú cómo sabes eso?

-Me lo acabas de decir, e intuyo que también hubo hombres, sé franco conmigo si quieres que te ayude.

Mercedes parecía una adivina, así que fui franco.

-Has intuido bien, probé polla, probé coño, probé culo de mujer y de hombre. Se corrieron en mi boca mujeres y hombres y yo me corrí en las suyas.

-¿Quién fue la última?

-Una amiga de un amigo que quería follar con seis hombres maduros.

A mi sobrina le picó la curiosidad.

-¿Hubo dobles penetraciones, comidas de coño y comidas de culo?

La miré con lujuria y le respondí:

-Hubo de todo.

-¡Qué suerte tuvo la muy puta!

-¿Tú lo harías con seis hombres?

-Es otra de mis fantasías. ¿Y con la tía cuándo fue la última vez que follaste?

-Hace tres meses. Ya no me desea.

-¿Quieres que vuelva a desearte cómo me estás deseando tú ahora a mí?

No se le escapaba una.

-¿Y tú cómo sabes qué me deseaba?

-¿Quieres o no quieres?

-Sí, a eso vine, pero no me has dicho cómo sabes que me deseaba.

-Te diré por qué lo sé. La primera vez que me masturbé cómo no me corría le pedí a la tía que me enseñase a hacerlo.

Me dejó con la boca abierta.

-¡¿Y te enseñó?!

-Sí, se masturbó delante de mí para que yo hiciese lo mismo que ella. ¿Sabes en quién pensó?

-¿En quién pensó?

-En ti.

-¿Y tú?

-También y me corrí imaginando que estaba contigo.

-¿Y eso?

-Fue porque mientras la tía Beatriz se tocaba describía tan bien tu polla, cómo le comías las tetas, cómo le comías el culo…

-¿Y cuándo ocurrió eso?

-Cuando mis padres se fueron quince días a Nepal y me dejaron en vuestra casa.

-Si eras una…

-Sí, era jovencita, ya te dije que fue mi primera paja.

-Entonces lo de mi mujer con las pajas ya no es de ahora.

-Las pajas de las mujeres y de los hombres son tan viejas cómo el barro, tío, y la tía no iba a ser una excepción.

Se lo tenía que preguntar.

-¿Folló contigo después de la paja?

-No.

Se levantó de su silla giratoria y subió las bragas. Aquel día vestía un traje de falda de color beis y calzaba unos zapatos de tacón de aguja del mismo color. Le dije:

-Lo que daría por comer ese coño corrido.

-Se te nota en la cara que darías lo que fuera.

-Es que llevo mucho tiempo sin follar. ¿Echamos un polvo?

Mercedes se acaba de correr, pero le vinieron a la mente las pajas que había hecho pensado en mí y quiso hacer realidad aquella vieja fantasía.

-Vale, pero lo haremos a mi manera.

Se puso al lado de la mesa, se quitó las bragas mojadas, hizo que me las daba y cuando las iba a coger las dejó caer al piso y me dijo:

-Huélelas a ver si te gusta el olor de mi coño.

Me agaché y las cogí. Estaban mojadas. Lamí la humedad. Mercedes se apoyó con una mano en la mesa, con la otra cogió mi cabeza, la llevó a su culo, se abrió de piernas y me dijo:

-Cómeme el culo.

Tiré con las bragas, le abrí las nalgas con las dos manos y mi lengua lamió y folló su ojete hasta que me dijo:

-Dame duro.

-¿Por dónde?

-Por dónde quieras, pero dame duro.

De un chupinazo se la clavé hasta el fondo del coño, después la saqué y engrasada se la clavé en el culo. Al ratito Mercedes comenzó a jadear cómo una perra. Sonó el teléfono, lo cogió y oímos una voz que decía:

-«Estoy en el bar de enfrente. Reservé una mesa en tu restaurante favorito. ¿Te falta mucho?»

Era el marido. Paré de follarla y dejé la polla en la entrada del culo. Mercedes la cogió, la puso en la entrada de la vagina, empujó con el culo, la metió hasta el fondo y le dijo a su marido:

-Enseguida acabo. ¿Qué tal el día?

-«Petado de trabajo. Tienes voz de cansada.»

Yo ya había desabotonado su blusa, levantado las copas del sujetador, le follaba el coño y le magreaba las tetas. A mi sobrina se ve que le iba el morbo, ya que prolongó la conversación con su marido mientras la follaba.

-Es que estoy fregando.

-«¡¿Fregando tú?!»

-Cómo lo oyes

-«Ese ruido que se siente no parece de fregar.»

-No te dije lo que estoy fregando.

-«¿Qué estás fregando?»

-Estoy fregando el coño.

-«¡¿Te estás masturbando?!»

-Sí, y tengo el coño encharcado.

-«¿Subo?»

-No, me apetece hacer una paja. ¿Quieres sentir el chapoteo de mis dedos dentro del coño?

-«Sí.»

Puso el teléfono cerca del coño y el marido sintió el chapoteo que hacía mi polla al llegar al fondo, después le preguntó:

-¿Te gusta que me dé placer?

-«Sí, voy al servicio, espera por mí.»

-¡No puedo esperar!

A marido supo que no había vuelta atrás.

-«¿Ya te vas a correr?»

La voz entrecortada de Mercedes anunciaba el inminente orgasmo.

-Sí, me viene, la siento venir.

El marido le dijo:

-¡Qué malo me acabas de poner, cielo!

El marido estaba malo, pero Mercedes echó por fuera.

-¡Me corro!

Mercedes se corrió cómo un río. Unos segundos después de comenzar a correrse le llené el coño de leche.

Después de correrse y de apagar el teléfono, me dijo:

-Te ayudaré a volver a avivar la llama.

-¿Cómo lo harás?

-Ese es un secreto profesional.

-¿Cuánto te debo, Mercedes?

-Ya me pagaste.

Un sábado por la noche que me acababa de meterme en cama me sonó el teléfono móvil, lo cogí y oí la voz juvenil y muy dulce, que hablando spanglish dijo:

-Guess donde tengo two fingers de mi mano derecha.

-No estoy para sexo telefónico, golfa. ¿Quién le dio mi número?

-¿Importa eso?

-Mira, bonita, mi esposa está en el cuarto de baño y en nada se mete conmigo en cama.

-Mi boy friend is enfrente de mi masturbating conmigo. Cuando vuelva tu wife que te encuentre touching yourself y lo pasaremos bien.

-Si mi mujer me encuentra hablando contigo me mata.

-No te va a matar. Don´t forget de poner el teléfono en hands off.

La verdad es que me había puesto caliente. Saqué mi polla morcillona y le dije:

-Me la pusiste gorda, golfa.

Mi esposa entró en la habitación, me vio hablando por teléfono y con la polla en la mano, con cara de pocos amigos, me dijo:

-¡¿Quién te la puso gorda?!

Tapé el teléfono con una mano y le dije:

-Una que se equivocó de número.

Puse el manos libres. Mi mujer venía vestida con un camisón largo, en vez de decirme que apagara el teléfono me dijo:

-¡Cuelga ese teléfono!

Del teléfono salió de nuevo la juvenil y dulce voz:

-Colgar te colgaba yo a ti, te colgaba atada de hands and feet y te lo comía todo, fingers, pussy, tits, asshole.

Mi mujer entendía el inglés, de aquella manera, pero lo entendía y al hablarle cómo le habló aún la entendió mejor. Se metió en la cama y me dijo:

-Cuelga de una puta vez.

-Para un día que podemos variar…

Se volvió a oír la voz.

-Yes, deja que le diga a mi boyfriend cómo comerme el pussy para que tu husband te lo coma así a ti.

-¿Qué dice esa del novio?

-Se está masturbando con su novio enfrente? Bueno, se están masturbando los dos.

-No dijo eso.

-No, eso me lo dijo a mí antes, ahora lo que quiere es que te coma yo el coño del mismo modo que se lo come su novio a ella

-¡¿De dónde sale esta loca?!

Le respondió la golfa.

-De tus fantasies.

-¡Anda y que te den!

La golfa fue a que le dieran.

-Pon tu head entre mis legs, Bobby.

Se oyó la voz del novio de la golfa.

-Yes, dear.

Mi esposa exclamó:

-¡Coñoooo! Está con el novio.

-Ya te lo había dicho. ¿Meto mi cabeza entre tus piernas?

Se puso de uñas.

-¡Ni se te ocurra!

Se volvió a oír la voz de la golfa, esta vez hablaba en ingles y casi susurrando.

-Put a pillow under my ass and slowly lick mi asshole.

A mi esposa ya le había entrado la curiosidad.

-¿Qué dijo?

-Que le pusiera una almohada debajo del culo y que le lamiese el ojete.

-Fuck it with you tongue while you touch my tits.

Mi esposa se perdió entre tanto inglés.

-¿Y ahora que dice?

Traduje.

-Dice que se lo folle con la lengua y que le meta mano en las tetas.

La golfa comenzó a gemir y mi mujer ya entregó el equipo. Se quitó el camisón y las bragas y se puso la almohada debajo del culo. Al abrirse de piernas y meter mi cabeza entre ellas su coño se abrió y una gota de jugo bajó de su coño hasta su ojete. Se lo lamí y se lo follé.

Al rato oímos a la golfa decir:

-Stick it in my pussy.

-Dice que se la meta en el coño.

Mi mujer ya iba lanzada.

-Ya sé lo que dijo. ¿A qué esperas para follarme?

Sintiendo los gemidos de placer de la golfa levanté a mi mujer cogiéndola por la cintura, ella con las piernas abiertas arqueó el cuerpo y al tenerla a tiro se la clavé hasta el fondo. Mientras la polla entraba y salía de su coño mi mujer también comenzó a gemir. Follándola tuve que parar un par de veces, pues si no lo hago me corro. La verdad es que tardaban una barbaridad en correrse, todo se les iba en gemidos, era cómo si estuvieran esperando a que se corriera una de ellas para correrse la otra, y lo estaban, la golfa dijo:

-¡¡I cum!!

Ni tres segundos tardo mi mujer decir:

-¡Me corro!

Mi mujer se corrió cómo hacía tiempo que no se corría.

Después de los gemidos de placer de una y le la otra la golfa volvió a la carga.

-Now lick my tits and fuck my pusy whith two fingers, Bobby.

Lamí y chupé las tetas de mi mujer, le metí dos dedos dentro del coño y la masturbé con ellos.

-Kiss me and fuck me hard.

Besé a mi mujer con lengua y la masturbé duro. Antes de que la golfa dijera nada, dijo ella:

-¡Me voy a correr!

La muchacha tenía otros planes.

-Stop, bitch!

Paré de masturbarla y sentí cómo su coño apretaba mis dedos. Mi mujer quería correrse.

-Sigue, cabrón, no le hagas caso a esa puta.

A la golfa no le gustó que le llamara puta.

-Puta eres tú, mamona.

– ¿Puta yo? ¡Cómo te pille delante…!

-You lick my ass?

-¡El culo me lo comes tú a mí, zorra!

-I will be happy to do it.

Mi mujer me preguntó:

-¿Qué dijo?

Le respondió la muchacha.

-Que me encantaría hacerlo.

-Tú eres tan inglesa cómo yo, cabrona.

-Fuck off, bitch. Stick ii in my ass, Bobby, and fack again my pussy with two fingers.

Mi mujer me volvió a preguntar.

-¿Aparte de mandarme a tomar por culo y de llamarme cabrona qué más dijo?

-Le dijo a su novio que le meta la polla en el culo y dos dedos dentro del coño.

-O sea, que me manda a mí a tomar por culo y va ella.

-Pues sí.

-Pues no. ¿A qué esperas?

-¿Para qué?

-Para meterme la polla en el culo y los dedos en el coño.

Se la clavé en el culo y la masturbé con dos dedos, al rato mi mujer frotando el clítoris con tres dedos, con la polla dentro del culo y con dos dedos dentro del coño se corrió cómo una loba y la golfa por sus gemidos se corrió cómo una cerda.

Acababan de correrse cuando mi teléfono móvil se quedó sin batería. A mi mujer no le sentó nada bien.

-No das una, coño, no das una, para una noche que lo podíamos pasar bien…

-Podemos seguir tú y yo. ¿Qué te parece si empezamos haciendo un 69?

-Me parece una buena idea.

Se había anotado al momento, la verdad es que esa noche la golfa la pusiera tan cachonda que se anotaría hasta a un bombardeo.

¿Quién sería lo golfa que nos llamó? Yo diría que fue alguna amiga de la sobrina de mi mujer, o no, nunca sabré quien fue.

Quique.