Un trío en la fiesta de graduación
Me llamo Carmen y soy profesora en un instituto. Esto que os voy a contar me pasó hace algunos años. Fue una de las mejores noches de mi vida.
Como ya os he dicho, soy profesora de lenguas, tengo 42 años y estoy felizmente casada y tengo un hijo maravilloso. Siempre me he considerado una mujer del montón, mido 1,74 e intento cuidarme para que los años no se noten demasiado. Siempre he pensado que tenía unas buenas piernas, aunque ahora la celulitis las haya estropeado un poco. Mis tetas no son muy grandes, pero sé sacarles partido con unos buenos escotes que hacen que mi marido no pueda evitar que se le vayan los ojos. A mi marido y algún que otro hombre. Aunque suelo ir vestida de forma sencilla confieso que siempre me ha gustado que alguno que otro me haya dado un buen repaso con la mirada. Que os puedo decir, a una le gusta saber que todavía puede “levantar pasiones”.
La noche que ocurrió lo que os voy a relatar era muy especial para mí. Era la fiesta de fin de curso de “mis chicos”. Así llamaba yo a mi grupo de segundo de bachillerato. Los había tenido desde que empezaron la ESO y se había convertido en el mejor grupo con el que haya trabajado nunca. Eran listos, aplicado y les gustaba participar en clase, sin excepciones. Con el paso de los años, y al ser su tutora, fui consiguiendo convertirme en muchas ocasiones en confidente y amiga para ayudarles en ese camino tan complicado que es el paso por la adolescencia. Y sobre todo eran “mis chicos” porque en ese grupo estaban mis dos alumnos más brillantes, Pablo y Carlos. No solo eran estudiante de matrícula, también eran educados, divertidos y brillantes a todos lo niveles. Tanto académicos como personales. Eran, pues eso “mis chicos”.
Para esa noche me pude un vestido negro que un amplio escote y una falda por encima de las rodillas. No suelo llevar tacones, pero sé que sirven para realzar mi culo no pude evitar la tentación de ir algo más provocativa de lo normal para intentar resaltar sobre mis compañeras. Tras la ceremonia de despedida y entrega de premios, donde “mis chicos” me dedicaron un discurso que casi consigue que me ponga a llorar, teníamos una cena en un salón de bodas cerca del instituto. Para allá me dirigí con mi coche para disfrutar de la última noche con mi grupo de alumnos favorito. Cuando llegué todavía no había venido el autobús que traía a los que no tenían coche, así que hice tiempo tomándome una cerveza. Al poco rato empezaron a llegar compañeros profesores y alumnos y el salón se fue llenando de caras alegres, abrazos y risas.
Cuando entraron por la puerta Pablo y Carlos me fui corriendo a darles un abrazo y agradecerles el discurso que me habían dedicado.
– Gracias chicos. -dije- Casi me hacéis llorar con vuestro discurso.
– No dijimos nada que no fuese cierta. -dijo Pablo- Has sido más que una profesora para nosotros.
Y los dos me volvieron a dar un abrazo. Por el olor de su aliento puede notar que habían empezado la fiesta por su cuenta y al hablar se les notaba ya algo achispados. En fin, es normal. Para ellos es un día muy especial.
– Una foto, una foto – Reclamaba Pablo al fotógrafo que habíamos contratado.
El fotógrafo se acercó a nosotros y pegándonos los tres a la pared se pusieron Pablo y Carlos uno a cada lado. Yo paso mis brazos por su cintura para que se acercaran y ellos pusieron sus manos en mi espalda.
– Sonreíd
Pero mi sonrisa se quedó congelada cuando note que, primero una y luego otra, las manos de Pablo y Carlos bajaban hasta mi culo. Me quedé de piedra, solo pude aguantar la sonrisa mientras el fotógrafo nos sacaba varias fotos para asegurarse de que quedábamos bien. Mientras tanto, los dos apretaban mis nalgas como si no pasase nada.
– Bien, esto.. vamos, a pasarlo bien. – conseguí decir.
– Si, claro. Vamos a seguir saludando a la gente – dijo Carlos un poco nervioso a darse cuente de lo que había pasado.
– Si, eso. Vamos a saludar -añadió Pablo tan nervioso o más que Carlos.
Yo estaba helada. No sabía como reaccionar a lo que había pasado. Me puse tan nerviosa que cometí mi gran error, o no, de esta noche. Me dediqué a beber para intentar calmar los nervios. Durante la cena bebí más vino de lo que suele ser normal en mí. “No te pongas así”, me decía. “Habían bebido un poco antes y se les ha ido la mano, no pasa nada. No hay que darle importancia”. Y ya no era solo que yo estuviese nerviosa. Me había dado cuenta de que Carlos y Pablo me estaban evitando. “Encima eso, yo que estaba deseando disfrutar de esta noche con ellos. Que a saber cuando me los vuelvo a cruzar”. Apuré la copa de vino que tenía llena de un trago y me dirigí decidida hacia donde estaban charlando ellos con otros compañeros.
– Vosotros dos, tenemos que hablar un momento – les dije con mi voz de profesora más autoritaria.
Los compañeros se quedaron extrañados y Pablo y Carlos no tuvieron más remedio que seguirme.
– A ver. – empecé – Me he dado cuenta de que lleváis media noche evitándome. Supongo que por lo que ha pasado con la foto. ¿No?
Sus caras eran un poema. No sabían dónde meterse.
– Venga chicos, no pasa nada. Se os ido un poco la mano y ya está. No hay que darle tanta importancia, creo yo. – les dije con una sonrisa intentando calmarlos – Después de todo solo ha sido un roce. Y que queréis que os diga, a una también le gusta que dos jovencitos como vosotros quieran meterle mano.
En el mismo momento que dije eso me arrepentí. Solo estaba intentado arreglar las cosas creía que había metido la pata dando a entender que me había gustado. Dios, que van a pensar ahora de mí.
– Perdona Carmen, no queríamos molestarte. -dijo Carlos – Pensábamos que te habías enfadado con nosotros y que preferías que te dejásemos tranquila esta noche. Gracias por venir a hablar con nosotros y aclararlo.
– Si, gracias Carmen. Eres la mejor. – dijo Pablo con una gran sonrisa.
– Pues ala, vamos a seguir pasándolo bien y nada de evitarme, que quiero disfrutar de esta noche. – les dije animada – Además, seguro que no os cuenta trabajo encontrar por aquí un culo mejor que el mío. -añadí guiñándoles un ojo.
– Puff, pues no te creas Carmen – me sorprendió Carlos, que siempre era el más lanzado de los dos- Yo diría que tienes el mejor culo de la fiesta.
– Y no solo eso – Añadió Pablo pegando un repaso a mi escote mientras sonería-
– Vaya par de dos. -Me reí, tomándomelo a broma – Anda, id a divertiros.
Mientras se alejaban no pude evitar pensar como habían cambiado mis chicos. Cuando los conocí era unos niños que intentaban adaptarse al gran cambio que supone llegar a un instituto y ahora eran dos hombres. Ambos superaban con creces el 1,80 de alto y, como deportistas que eran, se notaban sus músculos a través de la camisa. Carlos tenía el pelo rubio y unos ojos verdes que yo sabía que traían por la calle de la amargura a más de una. Pablo era castaño y tenía la sonrisa más dulce que he visto en mi vida Cuando quise darme cuenta estaba disfrutando de la vista de sus culos con esos pantalones tan ajustados que llevan los jóvenes de ahora. “Joder Carmen, deja de mirarlos así que se te está cayendo la baba”, pensé.
El resto de la cena la pasamos contando anécdotas y escuchando las bromas de siempre. Como era todavía temprano para que los chavales se fuesen a la discoteca que tenían contratada para terminar la fiesta, alargamos la sobremesa tomando algunas copas en el propio salón. Carlos y Pablo, más relajados tras nuestra charla, venían para contarme algún cotilleo y hacerme alguna broma. Eso sí, cada vez que venían me ponían una copa llena en la mano.
– No estaréis intentando emborracharme, ¿no? – les decía medio en broma medio en serio – Que con un par de copas de más no respondo.
– Bueno Carmen, la noche en joven. – decía Pablo.
– Y nos lo estamos pasando muy bien. ¿no? – dijo Carlos.
Es cierto, me lo estaba pasando mejor de lo que me había imaginado. Mis chicos estaban siempre atentos a mí y me entretenían con sus historias. De vez en cuando, alguna mirada se les escapaba a mi escote y yo me sentía cada vez más desinhibida.
– ¿Una foto?
De nuevo el fotógrafo estaba frente a nosotros.
– Venga vamos, poneos conmigo – les dije a mis chicos.
De nuevo Pablo a un lado y Carlos al otro. Mis brazos en su cintura y sus brazos rodeándome.
– Así quietos. – dijo el fotógrafo.
De nuevo noté como sus manos bajaban por mi espalda y se quedaban en mi culo. Pero esta vez, en lugar de quedarme quieta, no sé si por el alcohol o por el deseo que llevaba tiempo incrementándose dentro de mí, mis manos también bajaron para disfrutar al sentir ese par de culos. Joder, que sensación tan placentera sentir esos glúteos jóvenes y firmes en mis manos. Carlos y Pablo reaccionaron a mi gesto apretando sus manos en mi culo. Sentí como una oleada de excitación recorría mi cuerpo. Aún converso una copia de esa foto y confieso que me sigue poniendo caliente revivir ese momento.
– Muy bien, gracias. – nos dijo el fotógrafo.
Carlos y Pablo me miraban expectantes. No tenían esa mirada de miedo como la vez anterior. Al ver como había reaccionado a sus caricias y supongo que también debido al alcohol, no había arrepentimiento en sus gestos
– Vamos a buscar un lugar más discreto para charlar los tres. -les dije con la poca calma que pude reunir en ese momento.
Nos alejamos un poco buscando un rincón en el salón y entramos en una sala anexa, que en ese momento estaba vacía y a oscuras. La poca luz que entraba del salón de al lado nos permitía ver las mesas tapadas por manteles y una barra vacía al fondo.
– ¿Se puede saber que os pasa esta noche a los dos? – les pregunté con tranquilidad.
No quería que pensasen que estaba de nuevo enfadada. En realidad, lo que estaba era muy cachonda e intentaba que no se me notase.
– Joder Carmen. Creo que está claro ¿no? – dijo Carlos- Hace tiempo que nos gustas.
– ¿Cómo que os gusto? – pregunté.
– Pues eso. -dijo Pablo- Hace tiempo que estamos obsesionados contigo. Te vemos todos lo días en el instituto y.. ya sabes.
– ¿El qué sé? – dije yo que no salía de mi asombro-
– Pues.. que eres el centro de nuestras fantasías – dijo Carlos acercándose un poco más a mi.
– Venga va, chicos. Me estáis tomando el pelo – dije yo con una sonrisa nerviosa- No me creo que tengáis fantasías conmigo. Si podría ser vuestra madre.
– ¿No nos crees? – Dijo Carlos mirándome fijamente – ¿Y esto?
No sé de donde reunió el valor para hacerlo, pero cogiéndome la mano la puso sobre su entrepierna y la apretó contra ella. Pude notar que la tenía dura y palpitando debajo del pantalón. Pablo no perdió el tiempo y cogiendo mi otra mano la puso a su vez en su entrepierna. También la tenía dura y pude notar que era algo más grande que la de Carlos. No puede saber cuanto tiempo estuvimos así, cuando quise darme cuenta estaba acariciando con mis manos ese par de bultos. Mis manos se movían suavemente por encima de sus pantalones y yo estaba disfrutando de la sensación de notar como reaccionaban a mis caricias palpitando dentro de esos pantalones ajustados. Cuando pude levantar la mirada me encontré con la sonrisa de Carlos. Este se inclino sobre mi y me beso tímidamente en la boca. Yo respondí a su beso rozando suavemente sus labios con mi lengua. Noté como Pablo se aproximaba y le ofrecí mi boca para que también me besara.
Un ruido en el salón de al lado me sacó de ese trance y conseguir separar mis manos de sus pantalones. Respiré hondo e intenté calmarme. No sé como pude hacerlo porque mi corazón iba a mil por hora.
– No podemos hacer esto aquí, chicos. Si nos pillan se va a montar un espectáculo y a mí me tiran del instituto -conseguí articular.
– Podemos ir a otro sitio si tu quiere – dijo Carlos no impaciencia.
– No, vamos a ver. Esto no está bien, soy vuestra profesora. – dije.
– Ya no, hemos terminado el curso y ya somo mayores de edad. Eso no deberá preocuparte. -dijo Pablo tan sagaz como siempre.
Vieron que dudaba y no quisieron perder la oportunidad.
– Mis padres tienen un chalet aquí cerca. -dijo Pablo-. Está vacío, solo lo usamos en vacaciones o algún fin de semana.
– Allí podríamos estar más tranquilos y nadie se enterará. – Añadió Carlos- Podemos ir en tu coche.
– No podéis subiros los dos en mi coche y desaparecer los tres de la fiesta. Seguro que la gente se pondría a cotillear – dije yo.
“Joder Carmen, no me puedo creer que estés entrando en su juego”. Mi cabeza no dejaba de mandarme señales de alarma, pero la humedad que sentía en mi sexo no dejaba que mi cabeza tomase el control.
– Puedes esperarnos dos calles más abajo. Hay un parque que seguro que a estas horas está vacío – dijo Pablo de nuevo. Tenía la capacidad de razonar y buscar soluciones a los problemas más rápido que nadie que yo hubiese conocido.
– Nos vemos allí en 10 minutos. El tiempo de esfumarnos por separado sin que nadie sospeche. -dijo Carlos antes de desaparecer sin darme tiempo a réplica.
Pablo me lanzó una de sus sonrisas antes de irse también. Me quedé allí solar, en la oscuridad intentando ordenar mis pensamientos. “No puedes ni plantearte hacer eso”. “Piensa en tu marido”. “Que diría la gente”. Mis pasos de dirigían hacia el coche. “Es mejor que arranques y te vayas a casa”. Arranqué el coche y salí lentamente del aparcamiento. ” Eso es, te vas a casa, te metes en la ducha y te masturbas”. Pasé de largo el desvío que me llevaba al parque. “Muy bien, lo estás consiguiendo. Tu no pienses en ese par de pollas”. Doy la vuelta en la siguiente rotonda y me dirijo hacia al parque. “Joder Carmen, no lo hagas. Por muy cachonda que estés no puedes hacer esto”. Quizá si hubiesen tardado un minuto más hubiese conseguido volver a arrancar. Pero antes de conseguirlo Carlos se subió al asiento de atrás y Pablo se sentó a mi lado.
– Yo te guío – dijo Pablo indicándome el camino.
Mientras nos dirigíamos a nuestro destino, Pablo aprovechó para meter su mano por debajo de mi falda y acariciaba mis muslos suavemente. Carlos no quería perder la oportunidad y desde atrás deslizó un mano por dentro de mi escote y agarraba uno de mis pechos por encima del sujetador. Me estaban volviendo loca de gusto. Nunca antes había estado tan excitada. Por un momento mi cabeza volvió a funcionar y reacciones antes de que pasase lo peor.
– A ver, chicos. -dije con mi voz de profesora acostumbrada a tener que poner firme a una treintena de adolescentes- Si seguís así vamos a tener un accidente. Así que las manitas quietas hasta que yo os lo diga. ¿Vale?
Estaban demasiado acostumbrados a obedecerme para reaccionar de otra forma que no fuese hacer exactamente lo que les pedía. Así llegamos al chalet de los padres de Pablo. Este se bajó para abrir la verja y que pudiese meter el coche dentro, a resguardo de miradas inoportunas. Eso momento en los que había conseguido mantener el control sobre mis chicos me permitieron despejar un poco y cabeza. “Vale, aquí estamos. Está claro que te los vas a follar. Así que mejor hacerlo bien. Tienes que tomas el control para sacarle todo el partido a esto. Ya que vamos a hacerlo, vamos a hacerlo bien”.
En cuanto bajamos del coche Carlos empezó de nuevo a meterme mano. Así que lo paré en seco.
– Pero bueno, ¿es que no me explico bien? -le dije en tono autoritario- He dicho que las manos quietas hasta que yo lo diga.
Se quedaron los dos muy desconcertados. Supongo que en ese momento no sabían si la cosa se les estaba torciendo y no iba a terminar la noche como ellos estaban imaginando. Entramos al chalet, que era bastante espacioso. Se notaba que lo habían reformado recientemente y el salón era muy acogedor, con un enorme sofá y dos sillones enfrente.
– Muy bien, podéis sentaros en el sofá. – dije con el tono con el que suelo empezar las clases.
Sus caras eran un poema. Estaba disfrutando de este giro de la situación, había tomado el control sin renunciar a pasar una noche de sexo salvaje con estos dos bombones.
– Así que mis chicos llevan tiempo suspirando por su profesora. ¿No? – dije en tono picarón- A ver, a ver. ¿Cuánto hace que os hacéis pajas pensando en mi?
– Yo empecé hace tres años, Carmen. -dijo Carlos que había pillado el juego.
– Yo hace mucho que me la casco pensando en ti. – Aclaró Pablo.
– Vaya, vaya. Pues bien guardadito que os lo teníais. -dije mientras me ponía frente a ellos con las piernas ligeramente abiertas-. Y yo todos los días cruzándome con este par de admiradores sin saberlo. ¿Y donde teníamos nuestros encuentros en vuestras fantasías?.
– A mi me daba mucho morbo imaginar que te follaba en la clase. – dijo Carlos.
– A mi también. Y también me masturbaba imaginando que te follaba aquí en mi casa. -dijo Pablo muy excitado.
– Uhmmm, muy bien Pablito. Creo que hoy vamos a poder hace realidad tu fantasía. -dije muy despacio mientras comenzaba a desabrocharme el vestido- ¿Os gustaría verme sin el vestido, chicos?
No podían decir nada, simplemente asintieron excitado mientras yo me desnudaba muy despacio dejando caer mi vestido y quedándome en ropa interior frente a ellos.
– A ver. ¿Qué parte te pone más cachondo de mi cuerpo, Carlos? -dije
– Siempre me ha vuelto loco tus tetas, Carmen. – dijo emocionado.
Muy despacio me di la vuelta, me quité el sujetador y tapándome con las manos me volví hacia ellos. Bajé los brazos para que pudieran disfrutar de una buena vista de mis tetas.
– Y a ti, Pablo. ¿Qué es lo que te la pone más dura? – dije muy excitada
– Uff, me vuelve loco tu culito, Carmen. Siempre me corro imaginando que te lo follo. -dijo Pablo relamiendose
– Ufff, Pablo. Como me pone que me digas esas cosas – dije, mientras me acercaba a el y girándome, bajaba mis braguitas para que pudiera disfrutar de una buena vista de mi culo.
No pudo resistir la tentación de acariciarlo. Pero le pare recordándole que todavía no les había dado permiso para tocarme. Tranquilamente me senté en el sofá solo con los tacones puestos.
– Ahora me toca a mí disfrutar de las vistas. – dije relamiéndome- Quitaos la ropa, pero despacio. Quiero disfrutarlo.
Poco a poco se fueron desnudando para mí. Uhmmm, esos brazos y piernas musculados, esos pechos altéticos. En cuanto se bajaron los pantalones, sus pollas saltaron de los calzoncillos, que no podían contener más ese par de rabos.
– Uhmmm, mis chicos están muy bien dotados por lo que veo. -dije relamiéndome como una perra en celo
Mientras de desvestían yo acariciaba mi coño, que estaba desbordado de flujo. Cuando se quedaron completamente desnudos me puse en pie y me acerqué para besarles. Mi lengua jugaba con sus bocas mientras sus manos recorrían mi cuerpo buscando mi culo y mis tetas. Sus pollas eran muy grandes, la de Pablo era más larga. Sobre unos 20 cm, pero la de Carlos era muy gorda con una venas muy marcadas.
– Joder Carmen, vamos a follarte ya. – dijo Carlos- no aguantamos más.
– Tranquilos. Veis como necesitáis a vuestra profesora. -dije despacio- Si me la metéis ahora os correréis en seguida. Y yo no quiero eso, quiero que me deis mucho placer.
Les sonreí mientras cogía un cojín y lo ponía en el suelo para poder ponerme de rodillas más cómodamente. Agarré una polla con cada mano y poco a poco comencé a masturbarlos muy despacio. Estaban tan excitados que con cada caricia notaba como si fuesen a corrererse de un momento a otro. Nunca antes había estado tan excitada y no creo que pueda volver a estarlo así. Notar esas dos pollas tan duras, tan suaves y tan jóvenes en mis manos me puso a mil. Antes de que se pudiesen correr me metí la polla de Carlos en la boca y comencé a hacerle una mamada mientras con mi mano seguía acariciando a Pablo. La chupaba con auténtico deseo. Siempre he disfrutado haciendo una mamada a mi marido. Pero esa polla me la estaba comiendo con auténtica gula. Un rato después cambié de polla y así fui alternando entre uno y otro sin parar de pajearlos.
– Joder Carmen, me voy a correr. -dijo Pablo mientras se la chupaba.
Dejé que se corriese dentro de mi boca. Sentir como su leche me llenaba la boca, pensar que había llevado a ese chico a ese punto de excitación me hizo sentirme poderosa. Relamí su polla para no dejar escapar ni una gota y me volví hacia la de Carlos deseando sentir como se corría a su vez en mi boca. No tuve que esperar mucho antes de sentir su descarga en mi garganta. Y en ese momento tuve el primer orgasmo de la noche. Nunca me había corrido de pura excitación y disfruté de la sensación de correrme mientras seguía acariciando esas dos dulces pollas.
– Ahora os toca a vosotros. -dije entre jadeos- A ver si os gusta el sabor de mi coño.
Pablo no se lo pensó dos veces. Se había corrido un poco antes que Carlos y se había repuesto antes del momento. Su lengua recorría mi coño bebiendo mis jugos y acariciando mi clítoris. Carlos no perdía el tiempo y lamía mis tetas y me comía la boca mientras yo le acariciaba suavemente los huevos. Me encantaba sentirlos tan firmes y suave.
– Pablo, no seas egoísta. Quiero que Carlos también me coma el coño. -dije juguetona.
Cambiaron posiciones y Carlos comenzó a meterme los dedos mientras succionaba mi clítoris. Pablo me besaba con lujuria y me dio morbo notar el olor de mi coño en él. “Joder, de verdad que te estás follando a tus alumnos”. El morbo que me produjo ese pensamiento hizo que me corriese por segunda vez. Para entonces, maravillas de la juventud, mis chicos volvían a tener sus pollas duras y listas para la siguiente lección.
– Uhmmm. Como me gusta ver a mis chicos tan dispuestos. -dije divertida-. Carlos, como me has regalado ese orgasmos tan delicioso vas a ser el primero. Siéntate. ¿Supongo que habréis traído condones?
Carlos se sentó en el sofá mientras Pablo bajaba de su cuarto con una caja de condones. Cogí uno y se lo pude suavemente a Carlos mientras le besaba. Me puse encima de él y poco a poco dejé que su polla me penetrara. Ufff, que placer sentir como se iba introduciendo poco a poco. Yo iba acelerando el ritmo mientras sus manos apretaban mis tetas. Pablo se puso de pie a mi lado y pude disfrutar del placer de meterme su polla en la boca mientras cabalgaba sobre Carlos. Los jadeos de los dos me estaban poniendo otra vez a mil y ese momento sentí la necesidad de sentir esas dos pollas dentro de mi al mismo tiempo.
– Entonces, ¿te da morbo pensar en follarme el culo?. – dije a Pablo entre jadeos mientras me miraba sorprendido- ¡Venga, joder!. ¡Fóllame por el culo!. ¡Rómpemelo con tu enorme polla!.¡Fóllame como a una perra!. ¡Fóllate a tu profesora!
Había perdido el control de mi misma. Pablo no se lo pensó dos veces. Se puso un condón y se puso detrás de mí. Apretando el culo contra la polla de Carlos me inmovilizó y comenzó a lamerme el ano para lubricarlo. Ufff, eso me dio tanto morbo que tuve otro orgasmo antes de que llegase a clavármela. Pensar que un alumno me estaba comiendo el culo mientras tenía la polla de otro dentro de mi coño me hizo estallar en un fuerte orgasmos. Pablo no quiso perder la oportunidad y, antes de darme tiempo de recuperarme, empujo su capullo rosado dentro de mi culo. Al principio note un dolor me que partía. Había practicado el sexo anal con mi marido alguna vez pero siempre había ido despacio para que pudiese ir acostumbrándome a su polla por ahí. Pero Pablo carecía de la experiencia y le pudo el ansia de follarme. Por suerte, mi grado de excitación no había bajado y el place comenzó a superar con creces el dolo de tener ese rabo dentro de mi estrecho culo. Carlos recuperó el ritmo y poco a poco me fueron llevando a un grado de placer que nunca antes había sentido. A cualquier mujer lea esto le recomiendo que alguna vez pruebe una doble penetración porque es la sensación más increíble en el sexo que he sentido jamás.
– ¡¡¡¡ Así, joder. Que bien lo hacéis. No paréis de follarme. Seguid así. Dadme más. Joder, me estáis matando de gusto cabrones!!!
Con mi marido nunca hablo así, pero en ese momento necesitaba soltar toda esa energía y al estar empalada entre dos pollas solo me quedaba la boca para expresar mi placer. Supongo que oírme hablar de esa forma fue demasiado para Carlos, que se corrió con fuerza dentro de mi coño. Le estaba besando con la lengua mientras se le pasaban los espasmos del orgasmo cuando Pablo aumentó el ritmo de sus embestidas contra mi culo.
– ¡¡¡ Así, Pablo, así. Dame duro joder, quiero notar como te corres. Lléname el culo con tu leche, joder!!!!
Noté como Pablo metía su polla todo lo profundo que mi culo le permitía y descargaba su leche dentro de mi culito. Carlos me pellizcaba los pezones y metía su lengua en mi boca. Otro orgasmo inundo mi cuerpo dejándome con un momento aturdida. Reacciones al sentir como la polla de Pablo salía de mi culo. Me deslice de encima de Carlos y nos quedamos los tres desnudos sentando en el sofá. Cualquier pensaría que con la de veces que me había corrido ya habría tenido suficiente. Pero mi cuerpo aún me pedía más. Miré a mis chicos y comencé a acariciarles la polla suavemente.
– Joder Carmen -dijo Carlos – ¿Todavía te has quedado con ganas de más después de la follada que te hemos dado?
– ¿A ti que te parece? – le dije mientras le guiñaba un ojo- ¿Qué pasa, que a los 18 años no sois capaces de echar más de un polvo por noche? ¿No me lo creo?
– Mujer, claro que sí- dijo Pablo- Pero necesitamos un momento para recuperarnos. ¿No?
– Parece que hemos despertado a una perra en celo ¿eh Pablo?- dijo Carlos para picarme.
– ¡Oye! Que yo ya me metía mis buenas folladas con mi marido antes de que llegaseis vosotros. -les dije indignada- Y que sepáis que mi marido es capaz de echarme dos polvos sin sacarla. Así que a ver si espabiláis esas pollas tan hermosas. Venga Pablo, que te voy a devolver el favor.
Pablo no sabía a que me refería. Me puse de rodillas frente a él. Supuso que solo iba a chuparle la polla, pero le hice levantar las piernas y, mientras le acariciaba la polla y los huevos, comencé a lamerle muy despacio el culo. Es algo que nunca había hecho, pero en ese momento me dio morbo y confieso que me gustó la experiencia. Me sentía muy sucia haciendo eso, y me excitaba enormemente.
– Ufff, Carmen. Menuda puta estás hecha. – dijo Carlos mientras se acariciaba la polla que empezaba a estar morcillona.
– No lo sabéis vosotros bien. Llegados a este punto no voy a andarme con tonterías. -dije antes de ponerme a mamarle la polla a Pablo que también empezaba a estar entonado.
Cuando noté la polla de Pablo lo bastante dura le puse un condón y me dejé caer de golpe sobre su deliciosa polla. Necesitaba volver a sentirme llena y solté un profundo suspiro al notar como su polla me penetraba hasta los huevos. Carlos mientras se había puesto de pie para que le ayudase con la boca a poner bien gorda esa polla que tenía. No me hice de rogar y me la trague con gusto. Cuando la noté bien dura le miré cachonda.
– Venga, no te quedes tu con ganar de probar mi culito. -dije con ansia-. Seguro que me revientas con esa polla tan gorda que tienes.
Carlos, que quería darme todo el placer el mundo hizo como Pablo en su caso y comenzó a lamerme el culo para lubricarlo.
– ¡¡¡ PUfff, que bueno joder. Si lo llego a saber os hubiera follado a los dos mucho antes. – estaba otra vez a mil- Venga, clávamela hostia. Dame ya por el culo. Rómpele el culo a tu profesora¡¡¡
Menos mal que Pablo ya había abierto camino por ahí, porque la polla de Carlos me habría destrozado de haber sido la primera. Apenas conseguía que me entrara el aire en los pulmones. Mis chicos estaban desatados y me follaban con todas sus energías. Encima, al haberse corrido ya dos veces, mantenían un ritmo bestial que me estaba matando de gusto. Carlos me agarraba del pelo y tiraba con cada embestida mientras Pablo que pellizcaba los pezones y me metía la lengua hasta el fondo de la garganta.
– ¿Te gusta así puta? ¿te gusta que te follemos duro? Eres una perra, una cerda que le encanta ponerle los cuernos a su marido. Te vamos a destrozar el coño y el culo, so guarra.
Iban alternando esas frases mientras me jodían como nunca antes me había jodido antes, y acaba frase, a cada pregunta yo solo podía decir ¡¡¡SIIIIIII!!!!!
Perdí la cuenta de los orgasmos que tuve. O quizá fue un solo orgasmo que duró una eternidad. Para cuando al fin se corrieron los dos acabé tumbada en el suelo notando como mi coño y mi culo palpitaban por la tremenda follada que me habían regalado mis chicos.
Conseguí ponerme en pie y vestirme. Tras despedirme y amenazarles con todo lo que se me ocurrió para que esto no saliera de aquí me marcha a casa. Entre despacio para no hacer ruido. Entré al baño para asearme un poco, olía a sexo que tiraba para atrás Estuve barajando el ducharme, pero finalmente me limpié un poco con unas toallitas. Una parte de mi quería seguir llevando el olor a sexo de mis chicos. Al meterme en la cama desperté a mi marido.
– ¿Te lo has pasado bien? -Preguntó entre sueños.
– Muy bien, mi amor – le respondí antes de darle un beso.
“¿Habrá notado el sabor a polla de mi boca?” Ese pensamiento me dio bastante morbo. Me di la vuelta para dormir pensado. “Pues va a ser verdad que me gusta ponerle los cuernos”.