El tiempo lo arregla todo
El tiempo pone a cada uno en su sitio
Me llamo Carlos, tenía un trabajo que me gustaba, una familia que me quería y salía con la chica más guapa del barrio. Todo era perfecto hasta que llego él, un tío de un metro noventa y cinco y que parecía un modelo. Su nombre es Ernesto y con su llegada mi idílica vida se fue al traste, hay una frase que dice que no hay mal que por bien no venga, esa frase se terminó por convertir en mi mantra.
Todo comenzó un viernes, toda la pandilla solíamos quedar en el mismo bar y a la misma hora. Susana y yo éramos los últimos en llagar, pues éramos los últimos en salir de nuestros respectivos trabajos. Cuando entramos en el local todos estaban sentados y él estaba en medio de todos, a todas las chicas se les caía la baba y para mi desgracia Susana no fue la excepción. Por lo menos Susana lo disimulaba más que las demás (por si no lo he dicho, Susana es mi novia), Nos sentamos en los dos asientos que nos guardaron.
Yo me levanté a pedir las consumiciones para Susana y para mí, la camarera del local era muy amiga de Susana y mío me comento.
• Joder menudo monumento está sentado con vosotros – su mirada destilaba deseo.
• Si tú lo dices – lo dije con indiferencia.
• Venga ya, no me digas que no te has dado cuenta de que Susana…- se calló de repente.
Mi mirada se volvió severa y muy molesta, claro que me había dado cuenta. Yo confiaba en Susana, podría estar con cualquier hombre que quisiera y me eligió a mí. Jamás tuve celos, yo era un hombre seguro de mi mismo y Susana jamás me había dado motivos para desconfiar, pero tengo que decir que me molesto ver esa mirada en ella y que se sonrojara fue el remate.
Esa noche no ocurrió nada más, después todo volvió a la normalidad y fue una noche de viernes como las demás. Susana y yo terminamos haciendo el amor en su apartamento con la fogosidad y el cariño de siempre, no note que su deseo por mí hubiera disminuido. Estábamos en la postura que más nos gustaba a los dos, ella cabalgándome con su mirada posada en la mía.
Su cabello dorado revuelto y esa mirada llena de amor, esa mirada que me derretía y me hacía sentirme el hombre más afortunado del mundo. En ese momento no era consciente que esa mirada se iba a ir apagando con el pasar de las semanas y que ese hecho me devastaría, solo otro suceso me devasto más que eso y fue la muerte de mi padre.
Todo se precipitó con la aparición de Laura, ella es mi mejor amiga. Nos distanciamos porque a Susana le incomodaba cada vez que quedaba con Laura, nunca oso prohibirme verla, pero su incomodidad la sentía los siguientes días. Viendo que su presencia ponía en peligro mi relación y que yo no estaba dispuesto a renunciar a mi amiga, porque mi novia sería una insegura. Laura decidió pedir el traslado y poner tierra de por medio, lo entendí, pero me dolió mucho.
Esta fue nuestra conversación.
• !Porque Laura! – le dije con mucho dolor.
• Tú no dejarás de verme, aunque no hagamos nada malo, mi presencia pone en peligro la relación con la mujer que amas – me lo decía mientras las lágrimas caían por su rostro.
• ¡Yo jamás he prohibido a Susana quedar con nadie, he respetado todas sus amistades y ella tiene que aprender hacer lo mismo! – dije con un tono lleno de amargura.
• Si me quedo y tu relación se rompe, nuestra amistad se desquebrajara, si me voy, aunque ahora me odies. En el futuro podremos seguir siendo amigos – lo decía con una sonrisa forzada y conteniendo el llanto.
• Laura, ella sabe lo importante que eres para toda mi familia, tendrá que aguantarse.
• Adiós – solo esas palabras seguidas de un casto beso en la mejilla.
Así se fue Laura de mi vida durante un tiempo, ese hecho hizo que mi relación con Susana se resintiera. Estuvimos a punto de romper, pero estaba tan enamorado que me guarde todo el dolor y seguí adelante con mi relación.
Cuando murió mi padre, fue Laura la que nos sostuvo a mi hermana Silvia y a mí, para que nosotros hiciéramos lo propio con nuestra madre. Laura pasó noches en el hospital, no se separó de nosotros. En el entierro de mi padre, mi madre la abrazo y dándole un abrazo con la cara arrasada en lágrimas, le dijo que jamás se le olvidaría lo que ella había hecho por nosotros y que estaríamos en deuda de por vida con ella.
Laura no era una amiga más, era familia. Cuando Silvia (mi hermana) se enteró de que Laura decidió pedir el traslado para no perjudicar mi relación, se enfadó. Conmigo, pero sobre todo con Susana, para Silvia Susana se estaba comportando como una niña malcriada y tuve que sujetarla porque estaba decidida a ir a decírselo a la cara, menudo carácter tenía mi hermanita.
Susana nunca lo supo, pero con la partida de Laura algo dentro de mí se apagó. Ahora estaba viendo como Susana babeaba disimuladamente por otro hombre y ese algo que se rompió dentro de mí hizo acto de presencia, no sabía que nos depararía el futuro, pero tenía claro que no me interpondría. Si ella decidía sucumbir a los cantos de sirena de ese tío, yo no se lo impediría, pero si caía. Daría por muerta nuestra relación para siempre y sin marcha atrás.
Las semanas fueron pasando y cada vez pasábamos menos días solos en nuestros apartamentos, eso era otra cosa que no entendía. Llevábamos más de dos años de relación y ella no quería que viviéramos juntos, decía que así estábamos bien. Fin de semana tras fin de semana, vi como Susana cada vez era más receptiva a los cantos de sirena de Ernesto, entonces un conocido que de vez en cuando quedaba con nosotros me dijo.
• ¿No piensas hacer nada Carlos?
• Ya es mayorcita para saber lo que hace y que los actos tienen sus consecuencias.
• Ese tío no es trigo limpio Carlos, mira como te mira como si ya fuera el ganador.
• Que me mire como quiera, para mi Susana no es un trofeo y si al final ella decide irse con él, respetaré su decisión.
• ¿Y tú que harás?
• Empezar de nuevo.
• ¿No piensas luchar por ella?
• Ya lo hago todos los días.
Mi amigo me toco el hombro, él sabía lo que iba a pasar y yo en el fondo también. Si pasaba me demostraría que Susana no era la mujer de mi vida y si pude sobrevivir a la muerte de mi padre y la partida de Laura, esto no me hundiría. Tenía a mi madre y a Silvia que me querían por encima de todo, como yo a ellas. Llego otro fin de semana y Susana ya había hecho planes, sin contar conmigo como se estaba convirtiendo en una costumbre.
Esta vez sería distinto, porque escuche un tono muy particular en el móvil, era el tono de Laura. Cuando cogí el móvil la conversación fue así.
• Hola chiquitín, ¿cómo estás? – pregunto Laura.
• Mejor después de escuchar tu voz – le dije más animado.
• Quería invitarte a mi fiesta de cumpleaños, ya he hablado con Silvia, me gustaría que vinieras con tu novia.
No creo que Susana querría cambiar sus planes y menos para ir al cumpleaños de Laura, pero se lo comentaría e intentaría convencerla. Yo había cedido durante los últimos fines de semana y ahora le tocaba ceder a ella.
• Susana, este fin de semana es el cumpleaños de Laura y nos ha invitado.
• ¿No estaba fuera, como vamos a ir? – dijo con mucha desgana.
• Mira Susana, los últimos fines de semana hemos salido y no has contado conmigo para nada, solo te pido que este fin de semana me acompañes al cumpleaños de Laura – le dije molesto por su actitud.
• Lo siento, pero yo ya tengo mis planes hechos y no pienso cambiarlos – me dijo desafiante.
• Muy bien Susana, tu misma – le dije hastiado.
• ¡Vas a ir! – me dijo enfadada.
• Pues claro que voy a ir, después de cómo se portó con mi familia, no pienso hacerle ese feo. Además hace años que no la veo y solo mantenemos contacto telefónico.
Eso Susana lo sabía, jamás le oculté que hablaba con Laura por teléfono. No tenía nada que ocultar, además sabia que Laura dúrate esos años había tenido un par de novios y era muy posible que esta vez también estuviera emparejada. Susana se enfadó muchísimo, se metió en su habitación y no salió hasta que estuvo prepara para salir, salió dando un portazo y sin despedirse.
Yo cogí mi chaqueta y me fui a mi apartamento para prepararme para ir a la fiesta de Laura, antes de salir del apartamento de Susana llamé a Silvia y le dije que la recogería. Llegue a mi apartamento, me duche y después me vestí de forma elegante pero cómoda. La verdad es que la discusión con Susana me dejo muy mal cuerpo, pero ya me había comprometido y llame un taxi. Después recogimos a Silvia y nos dirigimos a la casa de la abuela de Laura, Laura vivía con su abuela, esta falleció antes que mi padre. Laura conservaba la casa por si algún día decidía volver, no negaré que tenía ganas de verla. Silvia tenía tantas ganas o más que yo de ver a su mejor amiga, cuando me vio me dijo.
• Hermanito, no tienes buena cara, ¿qué a pasado? – como me conocía la jodida.
• He discutido con Susana, no ha querido venir a la fiesta – le dije con tristeza.
• Hermanito, últimamente Susana va a la suya, a ver cuando abres los ojos – me lo dijo con dureza.
Ya sabia lo que me dijo, sabia que mi relación con Susana no estaba nada bien, pero yo ya no podía dar más por nuestra relación. Ella también tendría que poner de su parte y veía que cada vez ponía menos, eso me iba desencantando de ella día a día.
Por fin llegamos y Laura nos esperaba en la entrada, Silvia salto del taxi mientras yo pagaba y corrió a abrazar a Laura, estaba más guapa que nunca. Después fui yo quien la abrace y tuve que hacer esfuerzos titánicos para mis lágrimas no arrasaran mi rostro. Laura se dio cuenta y alargo el abrazo, entonces me pregunto.
• ¿Todo bien Carlos? – su percepción no había menguado, aunque no nos habíamos visto en mucho tiempo.
• He discutido con Susana, ya se me pasará, ahora es hora de celebrar tu cumpleaños.
Entramos a la casa cogidos de la cintura, no había cambiado nada. Estaba tal como la recordaba, me fue presentando a algunas personas y mientras Silvia se puso a charlar con chico. Laura me llevo a coger unas cervezas y me saco al balcón a hablar.
• Tienes mala cara Carlos – me dijo preocupada.
• No te preocupes, me duele un poco el estómago, se me pasará.
Nos quedamos mirándonos a los ojos y vi algo en los ojos de Laura, entonces una pregunta paso por mi mente, Laura se fue por no destruir mi relación o porque estaba enamorada de mí. Esa era la mirada que tenía Susana al principio de nuestra relación, estaba tan enamorado de Susana que fui incapaz de ver la magnitud del sacrificio que volvió a hacer Laura por mí.
No pudo contener las lágrimas y yo la abracé y le di un beso en la mejilla, mientras le decía al oído un lo siento. Ella emitió una ligera sonrisa y le dio un buen trago a la cerveza, mi dolor de estómago no disminuía, al contrario iba en aumento. Llego un momento que me subió hasta la fiebre, no sé si enterarme de lo que habría sufrido Laura en silencio no me había revuelto más el estómago.
Fui al baño porque me entraron ganas de vomitar, cuando salí de el Silvia y Laura me estaban esperando preocupadas. Les dije que me iba a casa, que no me encontraba nada bien. Silvia me dijo que me llevaría, a su lado estaba un chico y no quería aguarles la fiesta.
• No Silvia quédate, cogeré un taxi.
Entonces Laura me dijo que me llevaría, solo le había dado un trago a la cerveza y podía conducir perfectamente, no hablamos nada por el camino, cuando llegamos al portal subimos a mi casa, me tumbe en el sofá y ella me tapo con una manta. Me preparo una manzanilla y mientras me la tomaba, hablamos de nuestras vidas de los últimos años. Después de tomar la manzanilla que me sentó fenomenal me quede dormido, no sé que hora seria, me despertó el móvil. Ya era de día pues los rayos del sol entraba por la ventana, al mirar a mi alrededor vi a Laura que estaba dormida sentada en el otro sofá, se quedó para cuidarme.
No pude evitar que mis lágrimas brotaran de mis ojos, tape a Laura con una manta, estaba helada y lo que faltaba es que enfermara por cuidarme a mí. Después fui a preparar el desayuno, mientras hacía café mire mi móvil y tenía un montón de llamadas y mensajes de Susana, de Silvia y demás de la pandilla. Decidí abrir uno de los de Susana y lo que leí me dejo helado, en él ponía “maldito traidor infiel, me las vas a pagar”, y después aparecía una foto de Laura y yo entrando en el portal de mi apartamento anoche.
Le di un golpe a la encimera de la cocina que despertó a Laura que vino corriendo.
• ¿Qué ocurre Carlos? – pregunto Laura.
Le enseñé el mensaje y después fuimos abriendo los distintos mensajes, en todos ellos tanto Susana como mis amigos me ponían de vuelta y media. En el último me citaban para la tarde noche en el bar de siempre que teníamos que hablar, más bien despellejarme por algo que no había hecho. Laura se quedó muy mal, le dije que no se preocupara, le explicaría lo ocurrido a Susana y esta lo entendería todo.
La verdad que abecés llego a ser demasiado optimista, acompañe a Laura a casa de su abuela y le dije que estaría tranquila, al día siguiente le contaría todo lo acontecido, cuando salí del portal llame a mi hermana para decirle que ya me encontraba mejor y lo de los mensajes de Susana y mis amigos, decidió acompañarme a la noche para testificar que de verdad me encontraba mal y que Laura solo se ofreció a llevarme a casa.
Otra optimista empedernida como yo, paso el día y llego la hora de la cita, cuando llegamos mi hermana y yo, eso parecía un juicio donde yo ya había sido condenado. Susana y Ernesto se encontraban en medio escoltados por todos mis supuestos amigos pues empezaba a dudarlo. Ernesto sujetaba la mano de una furiosa Susana con una sonrisa de victoria que echaba para atrás, empezaba a pensar que esto había sido preparado por él.
Antes de que empezaran a despellejarme dije que quería ir a coger una cerveza, Silvia me acompaño, salí del local y mande una foto a Laura, después le llame.
• ¿Laura, conoces a la persona que esta al lado de Susana?
• Si, es un exnovio de una de mis amigas que estaba ayer a la noche, me pareció extraño porque al principio me dijo que no podía ir y hace dos días me llamo para decirme que al final vendría.
• Pues muy amiga tuya no es, pues nos la ha jugado a los dos.
Colgué y entre para ser juzgado, entonces una furibunda Susana agarro a Ernesto y empezó a besarlo, este colaboro con el beso mientras los demás vitoreaban. Silvia arrancó para ponerle las cosas claras a Susana, pero la detuve, le pedí que por favor me esperara en el coche. Entonces Susana se levantó y me dijo.
• ¿Cómo sienta que te metan unos cuernos? – con una sonrisa malévola.
• Solo te are una pregunta Susana, ¿Te gusta Ernesto? – se lo pregunte fijamente.
Ella no contesto, pero agacho la cabeza y el que calla otorga, ya estaba todo dicho. Entonces me fui a dar la vuelta y me cogió del brazo.
• ¿No vas a negar que me fuiste infiel con Laura?
• ¿Acaso mi respuesta servirá para algo?
• ¡No! – dijo Susana.
• Te estás equivocando Susana, esperaba que me dieras el beneficio de la duda.
• En las fotos que me ha enseñado Ernesto, queda claro lo que hiciste ayer.
• Muy conveniente verdad Susana, ya tienes la excusa para dejarme para irte con Ernesto y dejarme a mí como el malo, al final la verdad sale a la luz y deja a cada cual en su sitio – con una decepción profunda.
Decidí que la conversación se acabara allí mismo, todos me habían juzgado como culpable y mi novia había creído a un tío que le enseñaba unas fotos donde no se veía nada comprometedor, Susana necesitaba una excusa y ya la tenía. Yo salí del local y me monté en el coche, le pedí a Silvia que conducirá yo estaba muy nervioso.
Aunque demostraba entereza, estaba destrozado. Decidí aislarme de todo el mundo durante unos cuantos días, solo rompí mi aislamiento para despedirme de Laura. Tenía que volver a su ciudad porque los días que había pedido se habían agotado y tenía que volver a trabajar, yo le prometí que nos veríamos pronto y le contaría todo.
Le sonreí y se quedó tranquila sabiendo que no haría ninguna estupidez, los días siguientes fueron muy duros, era un barrio pequeño y las noticias vuelan a la velocidad de la luz. Todos se enteraron de la noticia de que había sido infiel a Susana, su padre era el dueño de la empresa principal del pueblo. En ella trabajaban mi hermana y mi madre, el padre de Susana las despidió aludiendo un bajón de trabajo, fue una excusa muy conveniente para hacerme daño, nunca pensé que Susana jugaría tan sucio.
Yo trabajaba en un taller mecánico, no ganaba mal, pero con solo mi sueldo, no podríamos hacer frente a todos los gastos. Mi hermana y madre intentaron encontrar trabaja, pero pronto nos dimos cuenta de que en el pueblo no lo encontrarían. Entonces mi jefe vino a hablar conmigo.
• Chaval, lo de tu madre y hermana ha sido una cabronada, ¿qué vais a hacer?
• Estamos pensando en ir a la ciudad donde nació papa, con mi sueldo no llega para todos los gastos.
• Muy bien chaval, sabes que yo era amigo de tu padre y que nacimos en el mismo barrio ¿verdad?
• Si.
• Pues si al final os decidís allí vete a este taller y dile que me llame, allí tendrás trabajo seguro.
• Gracias jefe.
Y así hicimos, en dos semanas la casa de mama y Silvia estaba vacía y la mía también, rescindí el alquiler y nos montamos en el coche para una nueva vida. No todo era tan malo, al mudarnos a la ciudad estaría más cerca de Laura y Silvia de aquel chico que conoció en la fiesta. Algo se traía entre manos que no me quería contar y se ponía colorada cada vez que la preguntaba.
Cuando llegamos, Laura nos abrió las puertas de su casa hasta que encontráramos algún piso y yo me dirigí a aquel taller, después de que el dueño hablara con mi antiguo jefe, el dueño del taller me contrato sin dudarlo. Laura movió algunos hilos y consiguió meter a mi madre y a Silvia en la empresa donde trabajaba ella. Silvia y mama le devolvieron el favor trabajando muy duro y demostrando que sabían hacer muy bien ese trabajo y que no eran unas enchufadas más.
Laura y yo empezamos a quedar todos los fines de semana al principio y después muchos días entre semana, al final me confesó que había estado enamorada de mí desde pequeños. Intento tener otras relaciones y no funcionaron porque no podía quitarme de su cabeza, yo empezaba a sentir algo por Laura. Algo que trascendía a un cariño de amistad, pero no estaba preparado para empezar una relación viendo como termino la anterior.
Los meses fueron pasando y ya estaba preparado, me había enamorado perdidamente de Laura y ya no tenía miedo. La cité en el mirador donde estuvimos los dos el día que enterramos a mi padre, aquel día fue el día más triste de mi vida, este otro sin embargo esperaba que fuera el más feliz. Cuando llegue estaba muy nervioso, llegué con un cuarto de hora de antelación, Laura llego puntual y como un flan.
• Laura ya a pasado suficiente tiempo y estoy listo para decírtelo – le dije temblando.
• Pues dímelo – me contesto muy nerviosa.
• Te amo Laura, te amo con todo mi ser.
Laura empezó a llorar y nos fundimos en un beso, algo dentro de mí me decía que esta vez sería plenamente feliz, Laura me había demostrado durante toda nuestra vida todo lo que me quería y ahora iba a ser yo el que se lo demostrara a ella. Me llevo a su apartamento y según entro se fue desnudando, Laura era una mujer tan ardiente como el color de su pelo. Me sentó en el sofá y empezó a engullirse mi polla, nunca he sentido tanto placer. No solo era el placer de la mamada, sino lo que ella me transmitía con su mirada, tuve que pararla para no correrme allí mismo.
La levante y la senté sobre mí mientras se iba metiendo mi polla en su encharcado coñito, poco a poco. No sé cuál de los dos estaba sintiendo más placer, entrelazamos nuestras manos y empezó a subir y a bajar sobre mi polla despacito. Sintiendo cada centímetro al igual que yo, no sé cuanto tiempo estuvimos así, lo único que se es que cuando me corrí jamás en la vida había sentido semejante placer y lo que es más importante la sensación que me dejo hacer el amor con Laura la definiría con la palabra plenitud.
Una noche que estábamos viendo una película Laura y yo acurrucados en el sofá y tapados con una manta, me sonó el móvil. Al abrirlo me fijé que alguien me había mandado un video, el video tenía la fecha de la noche de la fiesta de cumpleaños de Laura. En él se veía a Ernesto sentado en uno de las tazas del water del local donde quedábamos y a Susana agachada haciéndole una mamada y tragándose todo.
Al final me enteré de que el video me lo mando la camarera que era nuestra amiga, le pareció fatal la caza de brujas que se hizo con mi familia, cuando fue Susana la infiel y no yo. Ni siquiera pensé desde cuando me la pegaba, ahora era feliz y eso era suficiente, le enseñe el video a Laura y esta flipo en colores.
Como ya le dije a Susana, el tiempo pone a cada uno en su sitio.
EPILOGO
Ha pasado un año y medio desde que Laura y yo habíamos decidido vivir juntos, me acababa de decir que estaba embarazada y no podía dejar de dar saltos de alegría, llame a mi madre y a Silvia para darles la noticia, las dos gritaron de alegría, Dani el novio de Silvia nos llamó después para felicitarnos. Ya sabía yo que desde aquel día en la fiesta acabarían juntos.
Volvimos al pueblo, mi tía la hermana mayor de mi madre había fallecido después de una larga enfermedad, volver me trajo recuerdos, algunos buenos y otros muy malos. En los pueblos pequeños te enteras de todo y yo me enteré de que Susana empezó a salir con Ernesto el mismo día que cortamos, se había quedado embarazada y el padre de Susana les había obligado a casarse. Según comentaban, Susana llevaba una cornamenta digna de un ciervo y se le veía como alma en pena paseando al crío, mientras Ernesto estaba por ahí en alguna fiesta o con alguna otra mujer.
Después del funeral nos quedamos un par de días en el pueblo y cuando Laura y yo fuimos a hacer la compra nos encontramos con Susana que iba con el niño.
• Como os atrevéis a volver aquí malditos traidores infieles – hecha una furia.
Yo no le dije nada, manipule mi móvil y le enseñe el video con fecha y todo, no dijo nada. Ya no había nada que decir, ella fue la infiel y además sabia perfectamente que había salido perdiendo, ver mi cara de felicidad mientras miraba a Laura con amor mientras tocaba su embarazada tripa, fue suficiente castigo para una Susana que se echó a llorar derrotada. Había cambiado a un buen hombre por un geta que prefería pasarse el día de fiesta en vez de pasarlo con su mujer e hijo.
Después de nueve meses tenía a mi preciosa niña entre manos mientras una feliz Laura me veía embobado mirando a mi hija, Laura estaba agotada y la dejamos descansar, ella se durmió mientras miraba a nuestra hija, mama se quedaba con ella y su querida nieta, yo salí con Silvia a por un café al pasillo del hospital y fue entonces cuando me dijo que Susana se había quedado viuda, que Ernesto había tenido un accidente cuando volvía de una de sus fiestas y le habían encontrado sobre el capo del coche después de haber traspasado el parabrisas.
Sentí un poco de pena por Susana, tomo malas decisiones y ahora le estaba tocando pagarlas, Lo más triste es que Susana podría haber sido feliz. Yo ya no podía hacer nada, mi amor y corazón le pertenecían a Laura, una mujer que me había demostrado día tras día que me amaba de verdad y lo serian para siempre.
FIN.