El amor por mi madrastra

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QUERIDA MADRASTRA

Hola a todos, esta historia me permito contarla, más que como desahogo, compartir la única y agradable experiencia sexual que tuve con mi madrastra, antes de que se casara con mi padre.

Me llamo Carmen y tengo 20 años en la actualidad. Soy una chica de contextura delgada, senos medianamente presentados, una cinturita casi de avispa y unas piernas bien trabajadas, ya que, desde púber, siempre me gustó hacer gimnasia, en especial, maratón. Yo era la hija única de mi madre Ángela y mi padre Víctor. Ellos eran muy jóvenes, casi de mi edad actual, cuando se conocieron, casaron y me tuvieron, ya que soy hija única, debido a que cuando mamá dio a luz en mí, su embarazo fue de riesgo extremo, por lo que decidieron ellos ya no tener más hijos y, por consiguiente, me convertí en la consentida de ellos.

La tragedia llegó a mi casa, cuando tuve 18 años, una tarde papá me llamó por celular, diciéndome que mamá había muerto de un momento a otro, producto de un paro cardiaco. Fue una desgracia para los dos, que difícilmente pudimos superarlo en poco tiempo. Creo que, a raíz de la muerte de ella, noté que mi papá se unió más a mí y me dio una educación aceptable, pero, poco a poco, noté que él se encontraba solo. En realidad, mi padre tenía 37 años, para haberse quedado viudo.

Pasaron dos años de este hecho, y siempre mi papito se dedicó en cuerpo y alma a mi cuidado y atención, aunque disimulara el vacío que había dejado la ausencia de mi madre. Incluso algunas amigas de la universidad que lo conocían, me decían que era un hombre muy guapo y de mirada varonil, y que semejante macho, no podía estar desperdiciado en la soledad y que, si no fueran mis amigas, no dudarían en darse un calentado con mi progenitor (ya saben lenguaje de mujeres)

Las palabras de mis amigas, me empezaron a poner algo celosa, ya que, desde niña, al no tener hermanos varones, él se convirtió en la imagen masculina al alcance cercano empecé a verlo como mi sex simbol, pero con el tiempo me di cuenta que mi complejo de Electra no era tan extremo como suponía y, más las dudas se disiparon cuando me di cuenta que me gustaban más las mujeres.

Aquí hago un pequeño flash back; justo a esa edad que mencioné líneas arriba, yo me dedicaba a mis estudios y a salir con Susana, una amiga de la secundaria, y que incluso me acompañó a estudiar a la misma universidad que estudio actualmente. Que les puedo decir de Susy, ella es muy divertida y, aunque no era lesbiana, de vez en cuando teníamos alguna aventura. Siempre me decía que no haría esas cosas con otra chica. Y le creí. Casi nunca le veía salir con chicos ni en grupo; siempre salía conmigo y en algunas ocasiones, se ponía celosa, cuando me veía hablando con otras chicas (Si mi relato tiene éxito, contaré como fueron algunas de estas experiencias que tuve con Susy, como así le digo de cariño)

Algunos meses después de los dos primeros años, observé que mi papá comenzó a tener un ritmo de vida diferente. Durante algunas noches, salía muy arreglado en su aspecto físico y se dedicó a cuidar más de su cuerpo. No me gusta reconocerlo, pero pensaba que había de repente alguien que le había llamado la atención. Cuando salía a esas citas nocturnas, llegaba casi al amanecer, pero jamás me desatendió y siempre respetó su casa, ya que no venía ni mareado, ni mucho menos, mujeres a dormir a la casa.

Comencé a notar que la tristeza de mi padre estaba desapareciendo y que empezaba a vestirse con ropas nuevas y elegantes; su físico mejoró bastante, ya que empezó a ir al gimnasio más seguido. Lo quería mucho y me alegré por eso. Supe que debería, al menos, haber encontrado alguien que le estaba devolviendo los ánimos de vivir.

Un día, mientras desayunábamos, me preguntó que si no me importaría conocer a una amiga suya. En ese momento comprendí que había llegado la hora de que tuviera a una mujer a su lado y, de alguna forma, intuía, por la manera que me presentaba a esta imaginaria amiga, que no iba a ser alguien que se aprovechase de él. Le dije que me encantaría conocerla y quedamos en almorzar juntos en casa. Una sonrisa de oreja a oreja, se le dibujo en su rostro masculino.

El día que la esperábamos para almorzar, mi papá cocinó un platillo especial, compró un postre, un vino y yo le ayude a poner una mesa muy adornada. Mi padre no cabía la alegría de que su adorada princesa, como así me decía, aceptase aquella invitación sin recelos. A mediodía, sonó el timbre dos veces. Su amiga estaba allí.

Yo abrí la puerta, pero yo salí a saludarla. Cuando entró, me dejó perpleja. Su amiga era una mujer muy distinguida, alta, de tez trigueña clara, unos ojos marrones intensos, llevaba un traje muy elegante y para complementar su presencia, una pulsera bañada en oro y una cartera Renzo Costa, 100% original. También por su caminar y porte, me hizo saber que era una mujer que cuidaba de su cuerpo, en resumen, una verdadera deidad digno del sexo femenino.

Pasada la sorpresa del impacto físico, mi padre se acercó y la saludo con un beso en la mejilla y yo también a la par en el saludo. Cuando le oí hablar, comprendí que era una mujer muy culta. Me preguntó de todo, pero le interesaron mis estudios de Contabilidad. Mientras papá, preparaba algunas cosas, hablamos mucho. Se llamaba Carmen, como yo Me contó cosas muy divertidas y nos hicimos amigas en poco tiempo.

Ya sentados a la mesa, le vi mirarme con discreción y sonreírme. Papá decía que le gustaba su sonrisa. Tenía razón; era una mujer cautivadora. Me atrapó desde el primer momento y, antes de irse, ya estaba yo pensando que me gustaría que se casase con mi papá y le hiciese feliz. Íbamos a llevarnos muy bien.

Averigüé algunas cosas más sobre ella y conocí que era maestra universitaria, tenía la misma edad de mi padre, que también practicaba gimnasio, que, en sus ratos libres, trabaja de maestra de ceremonias de eventos, etc. Después de esa primera vez que nos conocimos, ella volvió a casa varias veces para almorzar, ver películas, en ocasiones a salir con mi papá al cine, a una discoteca y otras cosas más de vida de pareja, en especial, siempre me traía alguna cosa. Comenzó a saludarme con un beso y a interesarse por mis estudios y por mi vida. Comencé a ver en ella a la madre, que me gustaría tener, porque la palabra «madrastra» me sonaba muy mal.

Se acercaban las fiestas de Navidad y me dijo mi papá que Carmen, no quería que nos moviésemos de nuestra casa; así que la invitamos a pasar las fiestas de fin de año con nosotros, así poco a poco, se integraba en la familia. Asentí sin pensarlo. Deseaba tener a Carmen en mi casa y como mi nueva mamá

Cuando vino a quedarse, trajo dos maletas con sus cosas y se instaló, como me pareció natural, en el dormitorio de él.

La Nochebuena la celebramos los tres juntos. Ya parecíamos una familia y yo comenzaba a amar a esa mujer tanto como a mi padre. Me hizo un regalo perfecto. Sabía que mi ilusión era tener una Laptop Lenovo y que papá se estaba esforzando por comprármela. Me levanté de la mesa y le abracé agradecida y de paso a mi papá, observándole una alegría, que mucho tiempo no se le veía. Estaba segura que mamá, hubiese aprobado esto también.

Después de levantar la mesa, Carmen se dirigió a mi dormitorio. Mientras me enseñó a instalar la laptop, hablábamos de cosas sueltas, pero la conversión fue cambiando. Le di a mucha pausa y la miré casi riendo.

– ¡Carmen! – le dije -; gracias por hacer feliz a mi papá.

– Eres una chica muy sensible – me dijo – y muy cariñosa. Lo leo en tus ojos.

Hizo una pausa y me miró sonriente.

– ¿Eres lesbiana, ¿verdad? – preguntó – ¡Sólo una lesbiana tiene tu sensibilidad!

– ¡Eh! – le respondí a la defensiva – ¿Quién te ha dicho eso?

– ¡Mi intuición femenina! – contestó -; sabes te voy a confesar algo que solo sabe tu papá. Yo siempre he sido bisexual, pero conocerlo a él, ha hecho cambiar mi vida. Y por ese cariño y confianza, le he prometido total fidelidad cuando nos casemos. ¡Se acabaron otras mujeres u otros hombres en mi vida!

– ¡Qué bien! – exclamé – ¿Entonces piensas casarte con mi papá?

– Si, de hecho, no quería contártelo yo, esperaba que lo hiciera Víctor, pero ya que vas a ser mi hijita, te comunicó que la boda será en marzo, fecha que cumplimos un año los dos – me explicó -; no tenemos preferencia por ninguna fiesta en particular. Queremos que todo sea muy sencillo.

– ¡Bueno! – le dije – ¡Entonces espero poder estar presente!

– ¡Vas a ser mi hija! ¡Mi hija! – me respondió mirándome a la cara – ¿Cómo no va a estar presente a nuestra boda? ¡Bueno! ¡Es tarde, Camuchita! ¡Vamos a dormir! ¡Papá está solo!

– ¡Sí! – le dije – ¡Estaba solo! Ya no; ahora te tiene a ti. Y yo tendré mamá otra vez. Me gustas.

– ¡Tú también me gustas! – me besó -. Una cosa si te aclaro. Yo no voy a meterme en tu vida; ya eres mayorcita para hacer lo que quieras y, según veo, no necesitas a una madre, que te reprima.

– ¡Buenas noches! – le dije levantándome – ¡Espero que juguemos mañana me enseñes algunas cosas de Contabilidad!

– ¡Claro! – dijo seguro – ¡Voy a estar con ustedes ya hasta la boda! ¡Buenas noches hijita!

Pasó enero y febrero y se acercaba la fecha de la boda y de paso retomar la universidad. Durante ese tiempo, Carmen se preocupó como toda una madre que quiere ganarse el cariño de su hijo. Supe por boca de mi papá, que ella a pesar de ser una mujer muy guapa, con un cuerpazo tonificado, era estéril y por esa razón no era mamá o alguna vez intentó casarse tiempo atrás. Ahora comprendía porque su atención a mi persona y sobre todo, cuando me rebeló lo de su bisexualidad, hubo momentos en que me masturbaba, pensando en ella.

Una mañana Carmen me entregó una tarjeta del BCP. Al darme en la mano, me respondió:

– ¡Toma, Carmen! – me dijo en esta tarjeta tienes 500 soles. ¡Me gustaría que ahorraras a partir de hoy! ¡Nunca se sabe los gastos que se te pueden presentar! – Por otro lado – continuó -, aquí tienes 100 soles más. ¡Cuídalos! Cada 15 días te iré dando la misma cantidad, para que lo uses en tus estudios, hasta el momento en que tú misma te puedas defender.

– ¡GRACIAS MAMÁ! – no pude remediar aquella exclamación – ¡100 soles cada quince días! Me sobrará dinero.

– Pues ese que te sobre – dijo -, lo vas guardando en tu cuenta que te cree. ¡Ya tienes un buen fondo! Ahora sólo quiero que estudies mucho. Si terminas la carrera con una buena nota, te daré un regalo de graduada. Sólo espéralo.

– ¿Un regalo? – lo miré asustada – ¡Estudiare mucho! Nadie me obliga. Sacaré buenas notas y les diré a mis compañeros que mi mamá me regalará algo, si quedo en el tercio superior

– ¡CONFÍO EN TI, HIJITA LINDA!

Mi papá me miraba con los ojos llenos de lágrimas y un rostro de orgullo. Me le acerqué y le dije:

– ¡Adiós, papá! – lo besé – ¡Procuraré no llegar muy tarde! ¡No me esperen a cenar, jejejeje!

Me fui con Susy y otras dos chicas (Laura y Cecilia) y los invité a algunas cosas; algunas gaseosas y una buena hamburguesa. A ellas también les gustó que tuviese una nueva mamá, en especial a Susy, ya que ella conoció la falta que me hacía mi difunta madre y que ahora la presencia de mi tocaya, me hubiese devuelto la alegría. Notaron rápidamente que yo tenía otro comportamiento y otra expresión. Esa noche Susy, se me declaró y me dijo que si era el momento que yo me independizara, con gusto me recibía en su casa. Mientras bailábamos All The Things She Said, del dúo T.a.t.u, le di un beso intenso

Volví a casa sobre las 11 de la noche (no muy tarde), pero la comida me estaba dando un fuerte dolor de estómago. La luz del dormitorio de «mis padres» estaba apagada y me pasé para acostarme. Cuando me iba a meter en la cama, fue cuando noté que la hamburguesa se me venía a la boca. Me fui al baño. Lo eché todo, pero me quedé muy tranquila. Me enjuagué bien la boca y me refresqué la cara.

Cuando abrí la puerta para volver a la cama, encontré a Carmen, esperándome en el pasillo.

– ¿Qué te ha pasado? – susurró – ¿Una indigestión?

– ¡No, no! – le dije -; he comido lo suficiente, ¡una hamburguesa!, pero creo que no estaba en muy buenas condiciones.

– ¿Tienes el ticket de atención? – preguntó muy seria, con un tono de autoridad femenina.

– ¿Quieres saber lo que he gastado? – lo miré desconfiada – ¡Sólo he invitado a tres amigos!

– ¡No, Hija! – me respondió, tocándome el hombro -; el ticket hay que guardarlo siempre. Si pasa una cosa así y no tienes tu papel de atención, no puedes denunciarlos. Mañana iré contigo a poner una denuncia. Pregunta a tus amigos si no se han sentido mal.

– ¡Así lo haré, mamá! – le sonreí -; no sabía eso del comprobante. Pensé que querías controlarme el gasto. ¡De verdad, discúlpame!

– ¡No tienes nada que disculpar! – cerró la puerta -; ahora acuéstate por favor.

– ¿Sabes que solo duermo en ropa interior y brasier?, ¿verdad? – pregunté extrañada

– ¡No lo sabía, pero si estás cómoda así, ADELANTE!

Las dos nos pusimos serias y yo me desnudaba algo incómoda. Debo admitir que mis ojos no se despegaban de ella y se dirigían a sus pechos, me estaba poniendo a mil. Me aclaré la voz y ella me miró de una manera extraña, quizás con lujuria en sus ojos. Alzó las cejas y me preguntó sin ningún aviso

_ ¿te molesta si me masturbo adelante tuyo? También puedes hacerlo». Tranquila que tu papá, salió a trabajar y antes que vinieras estaba viendo una película que pasaron una escena muy fuerte y ya sabes, estaba algo excitada y ver ahora tu hermoso cuerpo, no lo puedo dejar de ver.

Yo no supe que responder, se me escapó un «no hay problema» y sonrió. La vi mientras se bajó el short, dejando a la vista que usaba una tanga rosa y visiblemente mojada. Se sentó de nuevo y abrió las piernas. Corrió su braga y se metió el dedo medio mientras me miraba fijamente. Luego metió otro más, mientras que con el pulgar trazaba círculos en su clítoris.

Noté como me mojé al instante, quería probar su sexo. Decidí acercarme más a ella y dijo «¿quieres probar?» yo asentí lentamente. Agarró mi mano y la puso sobre su teta. Me desesperé y le arranqué la camisa, notando que no tenía corpiño. Sus pezones saltaron como botones. estaban duros y rosaditos, todo para mí. Ella sacó su dedo de su vagina y me lo hizo chupar, estaba caliente y rico. Mi sexo comenzó a latir, desesperado por un orgasmo, pero me contuve. Me senté sobre sus piernas, quedamos frente a frente. La miré a los ojos y dirigí mi boca a su pezón derecho. Lo mordí, chupé y estiré mientras mi mano acariciaba su pecho izquierdo. Ella comenzó a gemir y no paraba de mover su cintura, así que bajé a su conchita, le corrí a un costado la bombacha y comencé a pasarle mi lengua. Mi saliva se mezclaba con su flujo, el cual yo tomaba sin parar. Empujó más mi cabeza para que entre más profundo. Gimió aún más fuerte y se retorció toda, calmándose al final, que fue donde más mojada se puso.

Me dio vuelta y ahora era yo la que estaba abajo. Me sacó mi camiseta y el corpiño y noté que mis pezones estaban muy paraditos. Ahí me besó y metió su lengua hasta mi garganta. Sus tetas rozaban las mías y me sentía a punto de explotar. Sus manos bajaron hacia mi calzón, la cual sacó con brusquedad. Dándome pequeños besos en el abdomen bajó hasta mi vagina, ahora desnuda, la cual también sacó. Ella también desnuda, expuesta y excitada. Sentía como mis flujos se escurrían entre mis muslos. Cerré los ojos, dejándome llevar, cuando sentí su lengua entrando en mi huequito vaginal. Abrí más las piernas y ella profundizó más. Se despegó y metió dos dedos que me hicieron estremecer. Metió y sacó mientras comenzó a chupar mi clítoris. Moví mis caderas al ritmo involuntariamente, y cuando me estaba por correr, paró. Hizo eso un par de veces. Yo estaba loca por mi orgasmo que no dejaba salir. Ahí fue cuando se acostó, de modo que quedamos enfrentadas. Nos pusimos en la posición de tijeras y cuando comenzamos a movernos no podía parar de gemir. Ver como sus tetas bien desarrolladas, se movían de arriba abajo al mismo ritmo que nuestros clítoris se rozaban me hizo suspirar de placer.

Empezamos a movernos más rápido, nuestros culos también se chocaban sin parar. Rozar y rozar su concha con la mía se sentía increíble. Pellizqué mis pezones y un cosquilleo comenzó a crecer en mi vientre. Nos movimos más y aceleré los masajes a mis pezones, hasta que exploté. Con un grito y extrañas convulsiones llegué al orgasmo, a la misma vez que mi madrastra. Mi vagina expulsó el último líquido, el cual ella succionó hasta dejarme seca, a pesar de que un segundo orgasmo se apoderó de mí.

Al final nos besamos, apretaditas, yo pellizcaba su culo y ella acariciaba la abertura de mi ano.

– ¡Muchas mujeres quisieran tener a una hija como tú! No eres obediente porque ni siquiera hace falta darte órdenes. Será un placer ser tu mamá

– ¡Gracias! – me incorporé un poco – ¡Será un placer ser tu hija! ¿Me das un beso de buenas noches?

No contestó. Sonrió, acercó su cara y me besó en los labios. Fue un beso un poco más largo que los de despedida. Cuando se incorporó y acarició mis cabellos, me hizo un gesto de ser feliz.

– ¡Puedes besarme! – me susurro – ¡Me gusta!

– ¡Lo siento! – me susurró asfixiada – ¡Habrás llenado las sábanas!

– ¡No te preocupes, mamá! – le dije -, voy a limpiarlo todo ahora.

Cuando se volvió a sentar en la silla y me ayudó a limpiarme y a secar un poco las sábanas, comenzó a hablar.

– ¡Hija! – hablaba muy triste -, esto no va a poderse repetir más. Han sido unas circunstancias muy especiales. Pero quiero que sepas que, aunque voy a cumplir mi promesa, te querré y te amaré toda mi vida. ¡Te voy a desear!, pero será un secreto entre las dos. ¡Nunca alguien me ha hecho tan feliz como tú! ¡No sé cómo voy a poderte tener a mi lado, desearte y no caer en mi propia trampa!

– ¡Es fácil, mamá! – quise quitarle peso -; me he enamorado de mi amiga Susy. Esta noche, aunque decía que no es lesbiana, me ha insinuado que me quiere y desea estar conmigo.

– ¡Me alegro! – dijo -, así que, si te comprometes con ella, trata de serle fiel y ser felices las dos. ¡Buenas noches, mi amor!

– ¡Buenas noches, mamá!