El marido de mi tía me hace lo que nadie: primer squirt
Hace un par de semanas, mis primos se graduaron del colegio y por lo tal, hubo fiesta de graduación.
Mi familia vive en otra ciudad a unos cuantos kilómetros de dónde vivo yo, asique a decir verdad no voy muy seguido a visitarlos y por lo tanto, más allá de mi familia no conozco a nadie de allí. Por supuesto me vestí de lo más perra. No sabía cómo o quién, pero estaba segura segura que de esa fiesta yo me iba a ir con un buen polvazo.
Me puse un body apretada blanco, con toda la espalda descubierta, por lo que debía usarlo sin corpiño. Y por supuesto, al ser blanco se podían notar mis rozados pezones sin problema. Lo combiné con una pollera de cuero, súper apretada también. No era muy corta, pero sin dudas mis piernas se lucían. Y para completar, unos tacos negros altos. Llevaba el pelo lacio, con una cola de caballo bien alta para que se pudiera apreciar mi cuello y espalda desnuda.
Al llegar al evento pude notar como la gente me miraba y por supuesto me encantaba ser el centro de miradas.
Cuando me ubique en la mesa, más de la mitad de invitados no tenía idea quienes eran. Pero no me importó. Poco a poco fue llegando más gente y en un momento dado, veo que se acerca un hombre de unos 50 años, cabello rubio mezclado ya con blanco de tantas canas. Alto y de contextura delgada. El rostro perfectamente afeitado.
Se acerca, se presenta y se sienta a mi lado. Luego de unos minutos, se acerca mi tía Alfonsina quien me saluda eufórica luego de tanto tiempo sin vernos y entre charla me cuenta que ha vuelto a casarse, con Julio. Si, el hombre canoso que estaba junto a mi, era el nuevo esposo de mi tía.
Mi tía se sentó frente a mi, y Julio seguía sentado a mi lado.
La cena transcurrió normal, mucha charla. Comida y bebida. Pero durante toda la noche, podía sentir como Julio siempre por alguna razón terminaba apoyando su mano en mi pierna, aunque sea solo por unos segundos. Me tocaba el brazo o rozaba su pierna con la mía.
Me repetía a mi misma que era completamente normal, que quizás él era así a la hora de hablar, que simplemente se movía mucho al expresarse. Que no significaba nada. Pero es que cada vez que apoyaba su mano en mi pierna me miraba de una manera, que me hacía estremecer. Hasta que en un momento, como tantos, apoyo su mano en mi pierna, que claramente quedaba por debajo de la mesa, por lo que el resto no lo veía. Y está vez, no la quito al cabo de unos segundos, simplemente la dejó ahí, apoyada.
Me miraba, como esperando que le dijera algo o que se la quitara y yo, por supuesto no hice nada de eso. Había algo en la forma en la que me miraba, que a decir verdad me calentaba. Tenía una mirada de pícaro, juguetón. Y como bien dije al principio, esa noche había ido dispuesta a disfrutar. Y si un coqueteo con mi nuevo tío era lo que estaba surgiendo, pues lo iba a aprovechar.
Asique, continuamos así, hablando y tonteando. Él con su mano en mi pierna y yo como si nada. Hasta que en un momento, coloque mi mano sobre su pierna, lo más cerca a su pelvis que pude. Noté como se sorprendió al darse cuenta que estaba dispuesta no solo a dejar que me tocara, sino a tocarlo también.
Poco a poco fue subiendo su mano por mi pierna, hasta encontrarse con el límite de mi pollera. Y para desgracia de ambos, era muy difícil que logrará meter su mano sin que nadie lo noté. Asique, simplemente la dejó apoyada ahí. Cada tanto me apretaba la pierna y yo movía mi mano por la suya. Nos mirábamos coquetos y ese tonteo me estaba poniendo a mil. Tenía mi imaginación funcionando como nunca y por supuesto estaba más que excitada.
Julio me hizo un gesto y se acercó a mi, como si quisiera hablarme al oído.
– No te olvides que no llevas sujetador y esos pezones están comenzando a delatarte, pequeña traviesa.
En ese momento me miré y tenía mis pezones súper erectos. No solo podía verse el color de mis pezones a través del body, también se notaba lo duro que estaban. Mi Dios! Cuando caí en la cuenta de cómo se sintió su respiración en mi oído, su mano en mi pierna y lo excitado que estaba mi cuerpo, me urgió una necesidad inmensa de que Julio me haga suya.
Moría de ganas de ser tocada y penetrada por ese hombre que tenía a mi lado. Quería tener su verga en mi boca y probar de su semen.
Pero no tenía idea como hacer para poder tener un momento a solas con él.
Después de un rato, me disculpé en la mesa y me dirigí hacía el tocador. No sé muy bien por qué, simplemente necesitaba tomar un poco de aire.
Al llegar al baño, me levanté solo un poco la falda y me toque por encima de mi tanga, por supuesto estaba mojada. A penas, pero lo estaba. La hice a un lado y sin pensarlo metí mis dedos. Empecé a masturbarme allí mismo, tenía una calentura que no me aguantaba y no podía volver a la mesa así sin satisfacerme.
Para mí desgracia, era tanto el ir y venir de gente que a pesar de estar encerrada en un cubículo, no podía relajarme del todo como para disfrutar plenamente de mi masturbación y por lo tanto, no logré el orgasmo. Mis pezones seguían igual de erectos, no había nada que pudiera hacer para disimularlos. Acomode mi falda y salí del baño. Me dirigí al patio del salón y allí lo ví, solo, fumando.
Sin dudarlo me acerqué.
– Algo habrá que hacer con esos pezones niña, me distraen mucho.
– Estoy de acuerdo, algo hay que hacer, pero es que no se me ocurre qué.
– Si me dejaras darles una buena chupada, quizás dejen de estar tan duros. No sé que opinas tu, pero una mamada y mucha saliva por lo general suelen dejarlos más suaves.
– Pero si haces eso, habrá otro problema.
– A si? Cuál problema puede haber?
– Es que si haces eso, mi tanguita se mojaria mucho e incluso mi falda también.
– Para eso también tengo la solución sabes?
– Y cuál es?
– Pues que te quites la tanga. Y tu humedad inunde libremente tu sexo y tus piernas.
En ese momento se acercó mi tía y nosotros simplemente sonreímos. Sabíamos que en cuanto tuviéramos oportunidad, algo iba a pasar.
Fui rápido al baño otra vez, y le hice caso. Me quite la tanga y la dejé en mi mano, con el puño cerrado para que no se notará que la llevaba ahí. Volví hacia él, me acerque a su oído y mientras le dejaba la tanga en el bolsillo del saco simplemente le dije “Ya me la quité”.
Su rostro se le iluminó y sonrió como nunca.
El resto de la noche transcurrió más o menos igual. Coqueteo, risas pero nada más. A decir verdad, llegando al final de la fiesta estaba un poco desilusionada de que no pasará nada más entre Julio y yo.
Al momento de irnos, yo debía tomar un taxi hasta el hotel, porque mi madre se había ido más temprano. Mientras esperaba el coche, se acerca Julio y mi tía que iban del brazo a buscar a su vehículo.
– Sobrina mía, ven. Te llevamos hasta el hotel.
– No hace falta tía, en un momento llega el coche.
– No digas tonterías, te llevaremos.
Subi a la parte de atrás de la camioneta, les di la dirección y hacia allí nos dirigimos. Al llegar, Julio se baja primero para abrirme la puerta. Cuando me bajo, se acerca y me dice “No subas a tu habitación, te veo aquí en un rato”
Saludé a mi tía con un gesto y me dirigí al hotel con el corazón latiendo a mil. Al cabo de 15 minutos, la camioneta de Julio volvió a aparecer. Subí y no dije nada. Él tampoco.
– Súbete la falta niña.
Y yo obedecí. Subí un poco la pollera y se podía notar mi sexo desnudo, deseoso.
Sin decir nada, dirigió una de sus manos hacia mi boca. Y comencé a chupar sus dedos como si me estuviese comiendo su verga.
Inmediatamente lleve mis manos a mis pechos y empecé a tocarlos. En ese momento, saco su mano de mi boca, freno la camioneta de golpe y en un tono muy serio me dijo “No te toques, solo yo te puedo tocar está noche”.
Asenti con un gesto sin mediar palabra. Retomo el camino y volvió a meter sus dedos en mi boca.
Pfff mi Dios! Si en la fiesta me encontraba excitada, en ese momento estaba a punto de explotar y todavía no me había tocado ni una parte del cuerpo.
Seguí chupándole los dedos hasta que los quito y los llevo a mi pelvis. Abrí las piernas para recibirlos ansiosa. Me moría de ganas de ser tocada.
Movía sus dedos arriba y abajo para desparramar mis jugos por toda mi concha perfectamente depilada. Llevo sus dedos a mi boca otra vez para que me probara. Volvio a dirigir sus dedos a mi pelvis pero los metió de golpe y comenzó a moverlos dentro con fuerza.
– AY JULIO SI, POR FAVOR TOCAME TOCAME ASÍ.
– DALE GEMI PENDEJA. PEDIME QUE TE HAGA ACABAR.
Estaba tan excitada, por la situación, por él. Por como me tocaba. Que no podía hacer otra cosa más que gemir y gemir.
Aumento la velocidad de su movimiento, algo que no creia posible. Por favor, nunca me habían tocado de esa manera. Era la primera vez que sentía tanto placer con un simple movimiento de dedos dentro de mi concha.
– DALE JULIO SEGUÍ, SEGUÍ.
Empecé a sentir como mi cuerpo se contraía en el orgasmo, y Julio seguía tocandome. Era como si el orgasmo nunca terminara. No sé si fue más de un orgasmo o uno muy largo, la verdad no sabría cómo describirlo. Se sentía como si el orgasmo no fuese a terminar nunca.
Cuando finalmente Julio dejó de tocarme, no le llevo ni cinco minutos ponerse encima mío. No sé cómo lo hizo sinceramente, porque con lo alto que es, era muy incómodo estar en esa camioneta. Pero él lo consiguió.
Cuando se puso encima de mí, ya estaba desnudo. Metió su verga en mi de golpe y grité. Se sentía muy gruesa y mi concha estaba más que sensibilizada por el orgasmo de hace unos minutos. Se quedó un momento quieto, y debo confesar que se fue más que rico sentir su verga de esa manera dentro mío.
Comenzó a moverse lentamente y fue aumentando la velocidad. Una vez más, yo no podía hacer otra cosa más que gemir. Con cada embestida lo hacía más fuerte y era como si tocará algo más adentro mío que me encendía más y más.
– PEDIMELA DALE.
– NO PARES JULIO DALE.
– PEDIMELA TE DIJE.
– QUIERO TU LECHE, DÁMELA TODA.
– ASI ME GUSTA.
En ese momento se quitó de mi, y metió su verga en mi boca. Lo que había estado deseando desde que apoyo su mano en mi pierna. Tenía su verga en mi boca para que se la mame y estaba de lo más rica.
Tenía un gusto excepcional, una mezcla de mis jugos y los suyos. Comenzó a cogerme la boca con esa velocidad que me di cuenta lo caracterizaba.
– AHORA SI TOCATE DALE, QUIERO VER COMO TE TOCAS MIENTRAS TE COGO LA BOCA.
Y lo obedecí, por supuesto. Lleve mi mano a mi concha y toque mi clítoris de la manera que más me gusta.
No podía gemir con su verga en mi boca y a penas podía respirar bien. Estaba sofocada del placer que me generaba él y que me estaba dando yo.
Empecé a notar como su verga se contraía mientras expulsaba el semen dentro de mi boca. Seguí tocandome a la vez que iba tragando y en ese momento exploté, sentí como el líquido salía expulsado de mi concha casi con la misma fuerza que su semen. Me di cuenta que era mucho más de lo que en otros orgasmos, y mientras intentaba recuperarme de ese glorioso momento de placer, entendí que había tenido mi primer squirt.