Un año lleno de sorpresas
Mi intención era celebrar el día de los Reyes Magos con sus respectivos roscones, en compañía de algunos amigos y de una manera relajada, una fiesta sin nada mas que unas risas y poco mas, nada de sexo, para que me entendáis. Lo único que sería a mitad de la mañana del día seis. Cuando lo comente en el fin de año, vi que algunos palidecieron y no entendía el motivo, pero pronto lo supe.
Algunos presentes y otros que no estaban, habían decidido hacer un día de Reyes con una sorpresa para mí, porque querían compensarme por hacer siempre las fiestas y habían organizado una con amigos de fuera. Querían que solucionase como fuese el compromiso que tuviera para poder estar. Lo deje claro desde el primer momento, que era imposible aplazar, cambiar o suspender lo que tenía, no di explicaciones y tampoco las daré ahora porque no vienen a cuento.
El año no iba a empezar lo que se dice bien, porque aparte de un pequeño mosqueo con estos amigos, empresarialmente nos llegaron como “regalos” algunos problemas que a final de año eran como unos granos y esos granos estallaron. Lo peor no era solo eso, lo peor era levantar el ánimo, porque el personal siempre se asustaba cuando sucedía un movimiento sísmico como este. Después de batallar durante toda la mañana y parte de la tarde, decidí llamar a Aitana para despejarme cenando con ella y en principio sin ningún ánimo más, pero no cerrando la puerta a nada. En la cena recibí otro guantazo sin manos, pero eso sí, con una sonrisa.
– Me alegro de que me hayas llamado para cenar. Porque así hablamos.
– Pues haberme llamado.
– No te creas que no que llevaba pensando todo el día llamarte para comer o tomar un café y hablar.
– Es la segunda vez que mencionas lo de hablar. ¿Sucede o ha sucedido algo?
– Pues que creo que es mejor que no nos volvamos a ver. (Me quedé descolocado durante unos segundos)
– Si consideras que es lo mejor, pues… tu misma.
– JODER… te digo que es mejor que no nos volvamos a ver y solo me dices TU MISMA. ¿Es que no quieres saber por qué? ¿Es que te da igual?
– Si quieres decirme el motivo me lo dirás y claro que no me da igual. Pero no puedo obligar a nadie a que se vea conmigo.
– Voy a suponer que me has preguntado el motivo. Eres un tío de puta madre, en el sexo eres algo más que excepcional e inusual. Conoces el cuerpo de una mujer a la perfección y físicamente eres un privilegiado. Como persona eres extraordinario y sabes cómo hacer que una mujer se sienta muy bien, eres atento y detallista, no se te pasa nada.
– Espera que te tengo que interrumpir. No has dicho nada malo de mí, todo lo contrario y ahora si te pregunto… ¿Entonces si eso que dices lo dices de verdad, que pasa? Porque me he perdido…
– Me da miedo.
– ¿MIEDO?
– Sí miedo. No me entenderías y no sé explicarlo.
– Pues intentarlo y no es que te quiera convencer de nada.
– Pues me veo una mujer muy normal, aunque se arreglarme y parecer mejor. Tengo un trabajo normal en el que tengo que hacer muchas horas para poder subsistir, ya que los gastos son muchos y hay demasiada competencia. Resumiendo, por si no te habías dado cuenta, soy una mujer muy normal.
– Me agoto de golpe cuando oigo motivaciones vacías de ese tipo, porque no hay como rebatirlas.
– Además hay otra cosa, las veces que he estado contigo y que vaya por delante, me he sentido fenomenal y nunca antes me he sentido así, pero me ha dado la sensación que en algunos momentos, no tu cabeza, tus sentimientos estaban con otra mujer y eso luego me deja mal.
Íbamos a entrar en bucle y le dije que no quería hablar más de ese tema. El resto de la cena no fue tensa, hablamos de todo un poco, lo que no evitó que no me sintiera mal. No por la decisión que había tomado, sino porque me parecía en parte que era una excusa para despacharme. Aunque cuando la miraba a los ojos, ellos me decían otra cosa. Se que alguno pensara que debía haber luchado, pero lo mismo es que estoy bajo de fuerzas para este tipo de batallas. Nos despedimos en la misma puerta del restaurante y antes de irse me quiso decir algo, de lo que se arrepintió y un adiós con dos besos.
Voy en mi coche y suena el móvil, en la pantalla del coche me sale el nombre de Aitana. Me dice… “Espero que me hayas entendido y decirte solo una cosa más, NADIE besa ni me ha besado como tú. Contigo el beso tiene otro concepto” solo le respondo a lo primero… “No te he entendido y difícil que logre entenderte, pero respeto tu decisión” y no sé si es que esperaba que dijera algo más, porque hubo un silencio prolongado que me hizo dudar que no se hubiera cortado, pregunté si seguía, me dijo que si y acabamos la conversación. No es que estuviera enamorado, que seguro que no lo estaba, pero me resultaba agradable estar con ella.
Solo quedaba que me cayera encima una maceta. Al llegar a mi casa veo un coche conocido aparcado en doble fila con las luces de emergencias encendidas, le doy unos golpes suaves con mis dedos en la ventanilla y se asusta, es Victoria le abro el garaje para que pueda aparcar el coche y subimos a mi casa.
– Tienes llaves de todo, que eres la única persona, que puñetas hacías en la calle.
– Te llamaba al móvil y sale apagado. Es que te has quitado hasta el buzón de voz. Eso no puede seguir así, que estamos en el siglo XXI, espabila y conéctate de nuevo a todo.
– Ya está… te he pegado la bronca tú me la has dado a mí. ¿Qué es lo que sucede para que estés aquí a estas horas esperándome?
– Pues un cataclismo.
– HALA… qué exagerada.
– Toma, lee lo que te he traído.
– Mejor cuéntamelo tú y mientras preparo un café, que no sé, me da que vamos a tener para rato.
– A mi mejor ponme algo más fuerte mientras te voy explicando todo (Y me lo fue explicando y detallando) Bueno ¿Qué me dices ahora es un cataclismo o no?
– Lo que entiendo yo por cataclismo no. Contéstame una cosa… ¿Tiene o puede tener solución?
– Si puede tener solución.
– Pues ya no es un cataclismo. ¿Dónde está el mayor problema? Porque lo que veo es que tenemos que hablar con German y clarificar lo que quieren. Por eso no me gusta estar a medias en ningún negocio con nadie.
– Ya, pero si no nos hubiésemos unido con ellos no podríamos haber pujado ni ellos ni nosotros, te lo recuerdo. Y ahora vamos al meollo del asunto. A German le dio un chungo y se ha hecho cargo su mano derecha.
– Primero ¿Cómo está y que le paso? No sabía que tenía una mano derecha, porque él siempre lo ha llevado todo. ¿Qué sabes de la mano derecha… hombre, mujer?
– Te explico lo que se hasta hora, le dio algo a la cabeza porque no me han sabido decir en octubre. Se ha recuperado bastante pero está fuera de juego. Su mano derecha es un tal Miguel…
– Ni me suena ni su nombre ni sus apellidos. Lo debía de tener escondido. ¿No sabes más?
– Tiene 48 años, es economista. Aunque las últimas decisiones las toma la mujer de German y su hija.
– No conozco a ninguna de las dos. ¿Hay algo de ese tipo en internet?
– Te lo enseño… (Nada más verlo…)
– ¡JODER! Menudo TONNNNTO…
– No me digas que has tenido algún conflicto con él, dime que no POR FAVOR.
– Un pequeño roce.
– Tradúceme eso de… un pequeño roce y no te dejes nada.
– Te lo resumo… en mi presencia trato a alguien muy mal, con mucha falta de respeto y le reconvine esa actitud.
– ¿QUE LE DIJISTE?
– Sigo resumiendo que era un mierdecilla porque no llegaba ni a ser un mierda.
– JODER CARLOS… ¿Por lo menos ya sabes quién es?
– Si, el yerno de German. Hasta German piensa lo mismo que yo de su yerno o eso pensaba.
– ¿Cuál va a ser la estrategia?
– Pues tendré que ir a Madrid y reunirme con él. Ver que es lo que quiere y estudiarlo.
– Ya te adelanto lo que quiere, porque he hablado con él. Cito textualmente “Hay que revisar el acuerdo, porque en justicia nos merecemos una mayor porción de la tarta y no voy a admitir un no como respuesta” además ha fijado una reunión el día siete en Madrid.
– Vamos a estudiar las diversas opciones que tenemos y eso sí, le llamas y le dices que el día siete es imposible, que el día diez a las diez de la mañana.
Estuvimos acordando cómo actuar, aunque lo tenía muy claro, de todas maneras al día siguiente Victoria se reunía con los abogados para que ellos revisaran bien el contrato, aunque en su día ya lo redactaron. Después de haberse reunido Victoria con los abogados uno de ellos vino a reunirse conmigo, explicándome todo bien y respondiendo a mis preguntas, para saber por el terreno que iba a pisar. Llevábamos toda la ventaja. Victoria había hablado con Miguel y este había aceptado en reunirnos el lunes incluido abogados, pero quería cenar conmigo el sábado día ocho.
Victoria me dijo que esta vez se lo había dicho en un tono distinto y respetuoso. Lo primero que hice antes de viajar a Madrid, fue reunirme con María Dolores, una mujer de 62 años que llevaba conmigo desde siempre, que junto conmigo perfilamos los contratos técnicos. No se le pasaba nada y era dura de roer, peleona y muy astuta. Ya había vuelto a revisar la documentación, lo tenía todo muy claro y me desgrano detalladamente todo lo que necesitaba saber para la reunión. Me entregó carpetas con documentación y anotaciones (A María Dolores le gusta mucho el papel) aparte me entregó diversos pendrive de distintos colores, porque había concertado otras reuniones por posibles modificaciones en contratos y acuerdos, pero estos últimos serían de mutuo acuerdo, aunque no descartaba “problemas”.
María Dolores estaría pendiente por si tenía que trasladarse a Madrid. Porque al final había decidido ir solo. Me gusta conducir pero ese viaje decidí hacerlo en AVE y llegar antes de comer a Madrid. Había quedado a comer con un conocido casi amigo, Sandro. Porque quería información sobre la empresa de German, lo que le había sucedido exactamente y sobre el imbécil de su yerno. Con Sandro nos conocimos desde mi primer trabajo, si no éramos amigos de verdad, era porque siempre se había mostrado muy reservado, desconfiado y distante.
Pero no le pasaba solo conmigo, con todo el mundo era igual. Salvo algún día que se había pasado con la bebida que de soltaba más y de soltero habíamos estado en más de una juerga, que al día siguiente se arrepentía y le venían los remordimientos, algo que no entendía porque en aquel entonces no tenía pareja. Luego se casó y ya no salimos más, porque no le gustaba que su mujer saliera con él y en correspondencia él tampoco lo hacía. Nunca me criticó y hablo de mi forma de vivir, en eso era muy respetuoso.
El contacto lo teníamos de forma telefónica y con frecuencia. Lo encontré más delgado y en mejor forma física que la última vez. Me estaba esperando en el hotel, habíamos quedado para más tarde. Estuvimos tomando algo y hablando de todo lo que me interesaba. Resumiendo, German no estaba tan mal como me habían dicho, pero tampoco tan bien como para volver a trabajar en el día a día y que su yerno se creía el dueño, que se estaba dando una vida gastando con pólvora ajena. Llegaba la hora de comer y me dijo que me iba a llevar a comer un buen chuletón de buey, que saben que me gustan y la verdad que estaba buenísimo. Tomando el café todo dio un vuelco.
– Carlos tengo un serio problema, aunque tendría que decir un problemón. (No me lo esperaba, no le había notado ninguna preocupación) Y necesita hablarlo con alguien.
– Pues tú me dirás y si te puedo ayudar, aquí estoy. (Se lo decía de verdad, porque Sandro me había hecho muchos favores, algunos muy importantes y nunca trato de cobrárselos y si podía hacerle uno me sentiría muy bien)
– No me voy a andar con rodeos, me he roto el pene.
– ¿Qué te has roto el que? (Porque creí que no le había oído bien)
– JODER… que me he roto el nabo.
– Será que te la has desgarrado.
– Llámalo equis, que hasta me han tenido que hacer cirugía.
– ¿Cómo fue si se puede saber?
– Pues haciendo el amor con Judith, estando ella encima. Se troncho, hasta hizo un ruido acojonante y el dolor fue muy intenso.
– ¿Cuándo te sucedió? Y ¿Ya estas bien?
– Sucedió el sábado seis de febrero del año pasado, a la hora de la siesta. (No me extrañaba que no se le hubiera olvidado la fecha) Y no estoy bien. La cirugía fue bien, aunque cambió algo estéticamente. Se me puso morado y después de operarme me dijeron que entre un mes y mes y medio, me abstuviera de tener relaciones sexuales.
– Normal después de una cosa así…
– Las secuelas más graves, que no tengo una erección ni con viagra. Desde mayo voy al “loquero” a que me ayude, porque dicen que todo está en mi cabeza, pero nada. He probado de todo, he ido a curanderos, homeopatía, medicina alternativa, a un sitio de esos que anuncian en la tele para la disfunción eréctil…
– Te puedo decir algún psicólogo aquí en Madrid que conozco y que te podrían ayudar, más no sé qué hacer…
– Déjalo… ya está… me he desahogado. (Ahora si note que no me decía verdad y se guardaba algo)
– Tengo la impresión de que te pasa algo mas y no me lo dices. Después de lo que me has contado, no creo que haya nada más delicado.
– Ya está bien, que menuda chapa que te he dado.
No quise ahondar en la llaga y fui al aseo. Al rato entró él y me la enseño cuando fue a orinar, la verdad que le había quedado un pelín rara, pero tampoco mucho, si no me hubiera contado lo que le había pasado seguro que no le hubiera dado importancia. Al despedirnos se lo dije… “Voy a estar toda la semana que viene como mínimo aquí en Madrid, si quieres hablar, llámame” y me fui a mi hotel. Me quedé en la habitación leyendo informes en mi portátil y estudiando situaciones como que teníamos un 17% de positivos en el trabajo, menos mal que teníamos hechas cápsulas de equipos por si pasaba algo así.
Baje hasta el sitio que había quedado a cenar con Miguel. Era un sitio cercano al hotel. Hubiera preferido otro restaurante también cercano, donde me conocen, les conozco y tiene una cocina excelente. La cena con Miguel fue nefasta, era más cretino integral que antes. Hasta a los camareros les trato despóticamente. No me espere ni al postre di por zanjada la cena antes de ellos. El lunes iba a estar todo muy tenso.
El domingo por la noche bajé con la intención de ir al restaurante que me gustaba, pero en el hall del hotel vi a una mujer espectacular, de las que no puedes evitar mirar. Iba en dirección al restaurante y como siempre que voy a Madrid suelo hospedarme en ese hotel, ya me conocen bastante. Hice que el maître me sentara cerca de ella y le pregunté si la conocía, me dijo que no. Antes de acabar el primer plato, el maître me contó con mucho secretismo, que venía por negocios y que estaría unos diez días como mínimo.
Mientras cenaba, trataba de deducir quien y como era esa mujer. No miro en mi dirección ni un segundo. Estaba como abstraída e inmersa en sus pensamientos. Ni una vez miró su móvil, que lo tenía junto a un paquete de tabaco que ni me sonaba. Con mi móvil hice una foto discretamente lo amplie y lo busque, era un tabaco inglés que aquí no se vende y el precio era desorbitado, aunque no entiendo mucho de tabacos, pero en internet ponía que costaba 17,25 libras. Estaba cenando pescado como hacía yo y tomaba un vino blanco terras gaudas, muy buen vino. Al finalizar la cena se bebió una copa de tosolini amaretto salizá. Era una mujer de buenos gustos y no escatimaba en gastos.
Dejó la copa a medias y se salió a fumar un cigarro. Desde la calle si me miro y con una mirada desafiante, que se la mantuve hasta que ella la apartó. 1.73 sin contar los tacones. Melena lisa sobre los hombros, perfectamente cortado al mismo tamaño. Castaño muy oscuro con reflejos cobrizos. Ojos oscuros y penetrantes. Labios perfectos. Vestido ceñido y por la mitad de sus muslos, bueno un poco más abajo. De color verde oscuro. Un pecho pequeño. Manos bonitas y maquilladas a la perfección. No me hubiera importado pasar la noche juntos. Me mereció la pena cenar en el hotel. Me marché a mi habitación antes de que regresara.
El lunes por la mañana la reunión con Miguel y su cohorte, que a algunos los conocía de mis reuniones con German, los cuales estaban desconocidos y me miraban con cara de circunstancias, fue de lo peor, ni aposta hubiera salido peor. De tal manera que la finalice de la siguiente manera… “Esto no es una negociación, es una imposición. No permito ni presiones, ni amenazas, ni chantajes… esto solo queda ser resuelto en los tribunales. Como ya nos lo habéis comunicado por escrito vuestra decisión, que sepas que lo tenemos todo preparado para interponer la siguiente demanda y como no queda nada más que hablar. Saludos a German de mi parte, que se mejore y ADIÓS”, por la expresión de su cara, supe que no se esperaba esa reacción por mi parte.
Había sido una reunión muy breve y me sentía a pesar de todo eufórico. Me fui a dar un paseo por Madrid tranquilamente y de paso irme a la casa del bacalao a tomarme una cerveza y una tapita. Cuando estaba tan bien, me llamó Victoria que Miguel quería una reunión fuera de los despachos él y yo solos. Quedé en el bar del hotel a las cuatros de la tarde, porque tenían muy buen café. Llega y lo primero que me dice es que hay que reconducir todo. Pero la verdad que seguía en sus trece y de pronto veo una mujer despampanante.
1,75, morena, melena rizada, delgada, de unos 40 años. Gafas de sol oscuras. Se le veían tacones grandísimos y parte de una pantalón o unas mallas de cuero negro ceñidos. Un abrigo rojo largo hasta las rodillas. Labios gruesos y tentadores, sin ser exagerados de color rojo fuego. Viene hacia nosotros, Miguel se levanta y me la presenta como Raquel su mujer. Que prácticamente ignora a Miguel. Se quita las gafas y nos damos la mano. Se sienta en medio de los dos y me dice… “Mi padre quiere pedirte disculpas por el desacierto que ha organizado este (De forma despectiva) y he venido a reconducir esta situación” y ya hablamos de todo entre los dos. Una vez que los problemas organizados por su marido, que estaba callado, hubo algunas risas y empezó un diálogo que según se producía me parecía más sorprendente.
– Pues me alegro de que todo se haya solucionado y mi padre se quedará más tranquilo. Que no te ha llamado porque no habla bien y eso le pone enfermo.
– Le entiendo, con lo que le gusta hablar. Y de verdad no quería haber llegado a esa situación, pero es que no me dejabais otro camino.
– No, no, noooo… ha sido solo cosa de este (Señalando a su marido) que le sacas del CB6000 y se pone a pensar solo.
– Si tú lo dices. (Respondí eso, porque no sabía que era el CB6000 aunque tal como lo decía, parecía que lo tenía que saber)
– Pues claro que lo digo. Míralo si no ahora, mansito como un cachorrillo.
Se levanta y se quita el abrigo, que no se lo había quitado y es un mono de cuero o algo similar al cuero, ajustado y los botones del pecho deben estar reforzados para no salir disparados. No necesito ir al baño pero lo hago. Quiero buscar que quiere decir o que es el CB6000. No me imaginaba que fuera eso, pero antes tantearía no fuera a ser que me equivocara, lo único que lo iba a tantear sin suavidad. Regreso a la mesa y esta vez empiezo a hablar yo.
– ¿Dónde nos habíamos quedado? (pregunta retórica) Así… en lo de que era manso como un cachorrillo.
– Jajaja… manso no, mansito que tiene su diferencia.
– ¿Pero lame bien?
– Normalmente muy bien. Aunque hay que darle algún aliciente.
– Pues por mí, subimos a mi habitación, que hablaremos más tranquilos y buscamos que aliciente darle, que mira que serio y mudo se ha quedado.
– No sé si es buena idea. (Me quede confundido) Porque no se si este se merece subir. Pero si, que trabaje un poco y si se lo merece… ya veremos.
– Pues vamos a la habitación.
Ella dejó el abrigo, que tuvo que coger su marido y le dijo… “No te pegues a nosotros” y se agarró a mi brazo. Había estado con parejas de este tipo de rol, pero nunca un rol tan acentuado y en público, porque ella era totalmente dominante. Todo bastante correcto hasta que llegamos a la habitación, que me gire hacia el marido… “Espera que te llamemos, no te vayas muy lejos, que en cuanto dome a esta zorra te avisamos” y cerré la puerta. Raquel se desconcertó y una vez que estuvimos solos, con voz inexorable le ordené que se desnudase. Titubeo y de un pequeño tirón se le abrió parte del mono que llevaba, porque se rompió un poco. Lo siguiente que le dije mientras acababa de desnudarse… “Hay que castigarte porque si tu marido además de un cornudo es gilipollas es porque se lo permitís…” y le di el primer gran azote en una de sus nalgas, protestando y dándome igual su queja.
Hice que se apoyara sobre un escritorio que había en la habitación y donde había un espejo bien grande, quería que se viera y verla, porque su cara era de ser muy zorra. No se la veía a gusto del todo porque estaba claro que le gustaba dominar en todo momento. Empecé a azotar su culito y las protestas fueron bajando de tono e intensidad. Lo que me indicaba que iba por buen camino, me desnude rápido y me vio por el espejo, me vio empalmado y quiso darse la vuelta, no se lo permití, su coñito estaba chorreando y ella me pedía que la follase. Le introduje varios dedos y los saque empapados.
Empecé a “jugar” con mis dedos en su culito y se revolvió, porque me dijo que por ahí nunca nadie la había tocado. Plas, plas… nuevos azotes y le dije que cerrara la boca. De pronto un dedo le entró hasta el fondo, lanzó un quejido y se puso con mucha tensión, lo notaba en mi dedo. No me la iba a follar con preservativo y en esa habitación no tenía ningún tipo de lubricante ni me importaba. Coloque la cabeza de mi polla en la entrada de su culito, el cual apretaba para impedir que se la metiera… “DE VERDAD… porque no lo haces como quiero, que por ahí me da miedo, me siento incomoda y nunca lo he hecho, lo mismo otro día…”azote bien azotado su culito, con las dos manos, hasta me hice daño.
Eso hizo que relajara su culito y le di la respuesta a su rogativas… “A las putas se les folla el culo y tu no vas a ser menos, que mírate bien la cara de puta que tienes…” en ese momento se miró más detenidamente en el espejo y de una puntada metí en su culito como tres dedos de mi polla. El grito fue bien sonoro y su cara era de tensión. Me quedé quieto sin moverme, esperando a notar que se relajaba y ese momento llego cuando me dice con voz suave y usando sus artes seductoras… “Ya está, la próxima vez más y ahora POR FAVOR sácala despacito…” y di otro puntazo hasta meterla casi hasta la mitad más o menos. Esta vez no grito solo dijo con voz potente… “HIJO PUTA” y diciéndole que eso no lo podían decir las mujeres decentes, metí el resto de mi polla empotrándola contra el escritorio. Aquí lo que hizo fue soltara aire a toda velocidad por la boca.
Poco quedaba por decir, inicie la follada de su culito con mucha suavidad y cada vez fue quejándose menos. Una cosa de tener brazos grandes es que puedes, agachándote un poco, llegar bien al clítoris y si lo sabes tratar adecuadamente, le proporcionas un placer a la mujer que hace que se olvide de que le acaban de desvirgar el culito. Y así fue, sus gemidos fueron cada vez más altos, prolongados e intensos. Por eso aumente la follada de su culito y mi polla ya salía y entraba sin problemas, sin oír protestas y oyendo gemir, como oír que me pedía que no me parara, que continuará. Estuve follándome su culito más de media hora y quería correrme dentro, ella ya se había corrido tres veces y me decía que no podía seguir de pie, que iba perdiendo las fuerzas.
Saque mi polla, hice que se tumbara boca abajo, me estuve tocando yo mismo hasta que me puse a punto, entonces me folle de nuevo su culito y la llene con mi corrida. Hice que llamara a su marido y que no se moviese, mientras el marido sabía, que estaba en la cafetería me lave. Abrí la puerta y le dije… “Mira, me has dado tanto por culo, que no me ha quedado otro remedio que follarme el culito de tu mujer” él no se lo creía y ella estaba agotada en la cama. Le hice acercarse, que se desnudase y le comiera el culito a su mujer, él se negó y entonces su mujer le dijo… “OBEDECE… es como si te lo hubiese ordenado yo, cuando Carlos te diga algo, es una ORDEN que cumplirás”. Se desnudo y fue cuando vi que llevaba una jaula de pene de color rosa. No hablo nada más, se puso a comer el culito de su mujer, que quería comerme la polla y se la puse cerca de su boca, a los dos minutos había conseguido empalmarme de nuevo.
Estaba muy cachonda y ahora quería que desvirgara el culo de su marido también, que ella lo había intentado y le había sido imposible. Me lo pedía muy excitada y le dije que no. Luego quería que su marido me hiciera una mamada y tampoco le deje y se lo deje bien claro… “Tu no me vas a marcar el ritmo, eso lo haré yo” y se enfurruño un poco pero siguió comiéndome la polla, hasta que dije que ya se podían ir. Los dos se quedaron desconcertados y quedamos en sus oficinas para la mañana siguiente, como Raquel no iba a estar, le dije que también estuviera y no puso cara de sorpresa, todo lo contrario puso una sonrisa de lo más cachonda.
Llame a Victoria para decirle que todo se había solucionado y que habían pedido disculpas. Quiso saber más detalles pero le dije que cuando nos viéramos. Ojalá que el resto de las reuniones fueran con el mismo éxito, lo que dudaba mucho. Me duché, descanse y mientras echaba un vistazo a las otras reuniones una de ellas al día siguiente, una comida de trabajo con un conocido, que ya habíamos hablado por teléfono y a sus argumentos les respondí con los mismos, porque a todos, se nos había encarecido el negocio.
Llegué a las oficinas de Miguel y me acompañaron a su despacho, estaba ocupando el de su suegro, lo que me pareció una falta de respeto, pero bueno, lo mismo se lo había autorizado. Estaban los dos, esta vez ella con una falda de corte medio y una blusa. Me acompañó la secretaria de German que estuvo un rato hablando conmigo. Miguel le dijo de forma solemne que nadie nos molestara. Mi visita era para dejar una posición clara, sobre todo con Miguel. Que estaba muy cortado.
Le miro y me empiezo a desabrochar el pantalón, me sacó mi polla, le digo a Miguel, pónmela dura que me voy a follar a tu mujer. Él se quedó rojo, blanco, amarillo… y Raquel solo dijo… “¡VAMOS!” y él se agacho y se puso a hacerme una mamada, ella se apoyó sobre un mueble y se metía la mano por debajo de la falda, le debían de molestar las braguitas, porque se las quitó y se tocaba con descaro. No quise perder más tiempo, le quite con cierto desprecio, le di un preservativo y me lo coloco de manera eficiente, después su mujer se recostó sobre la mesa del despacho e hice que Miguel hiciera de mamporrero y me colocara la polla en el coñito de su mujer.
Hice que se corriera dos veces, después hice que se agachara para comerme la polla y cuando estaba a punto le dije que no se la sacara de la boca, hasta se atraganto con la follada de boca que le hice y con mi corrida. Luego sin necesidad de decirle nada beso a su marido, aunque más que un beso fue un “trasvase” porque duró muy poco el beso, no hubo lo que se dice ni pasión ni complicidad. Hacía muchísimo tiempo, ya casi ni me acuerdo, que tratara a un marido de esa forma. Durante esos días todas las noches vi a la mujer de la primera cena, ella se sentaba en la misma mesa y yo igual. Ella se salía a fumar su cigarro y yo me marchaba.
La semana fue agridulce en lo que se dice profesionalmente, pero no fue tan mal como podía haber ido y quedaba una reunión que me llevaría por los menos 24 o 72 horas, sobre un negocio en las Islas canarias que llevábamos cerca de tres años detrás y ahora parecía que podía ver la luz. Me quedé el fin de semana en vez de regresar a valencia porque me enteré que la mujer “misteriosa” no se iría el fin de semana y decidí mi “ataque”.