Cómo tener sexo anal sin traumas

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Intentaré ser breve, porque tampoco pretendo escribir un tratado de cómo dejarte dar por detrás.

Espero que compartir mi experiencia resuelva alguna duda y ayude a dar el paso a quienes me leéis.

Cómo preámbulo diré que aunque siempre tuve mucha curiosidad por probar, no pensé que alguna vez me atrevería a dar el paso. He tenido relaciones heterosexuales toda mi vida pero cada cierto tiempo, sobretodo cuando no tenía pareja, veía porno gay e incluso estuve en alguna aplicación de contactos. Por mucho que interactuaba, no me atrevía a dar el paso; en el último momento siempre me echaba atrás. Y es que el mayor problema era el tema de las posibles enfermedades que pudiera contraer, porque tenía claro que si alguna vez me atrevía, sería sin condón o no sería. Por todo esto, no tenía ni prisa ni suponía un problema si nunca encontraba un tío “de fiar”. Y esto es lo más importante, encontrar un tío de fiar.

La cosa empezó hace dos años y medio. Yo tenía 32 años recién cumplidos y él creo que 51 o 52. El señor era -y es- vecino de mi padre (yo vivo sólo pero voy mucho por el bloque) y lo conozco desde los nueve años, cuando la familia nos mudamos allí. Siempre tuve un poco más de trato con él porque es el marido de una prima de mi padre, es decir, no me toca nada pero algo más que un vecino, es. Su aspecto es exactamente el de un tío corriente de cincuenta y pocos: algo de barriga, bastantes canas, bigote y poco más que destacar. Este hombre tiene tres hijas y 0 pinta de que le guste dar a un tío por detrás, así que, ni se me pasaba por la cabeza sugerir absolutamente nada. El tío siempre fue bastante pesado y cuando cogía a cualquiera en el rellano le ponía la cabeza como un bombo, y a mí pues más, claro.

Un día, pensé que, aunque ese tío nunca me haría nada, sí que podría servir para practicar -en real- a hablar con un hombre de este tema, aunque fuese de manera muy indirecta. No conoce a ninguno de mis amigos y el trato era de hola y adiós. Un día, saqué el tema de hoy día en que cada vez es más normal que la gente pruebe cosas nuevas. Me dijo que ay que ver cómo está el mundo, que había mucho guarro, etcétera. Ante esto, cambié de tema y entendí que ni pensaba en hacer nada.

Al cabo de unos días empezó con la tabarra de siempre, me preguntó por mis padres…etcétera y cuando parecía que nos íbamos a despedir me dice “ por cierto, lo que hablábamos el otro día, que un compañero mío me dijo hace tiempo que de joven había tenido alguna que otra historia con un amigo”. Se rió, yo le dije “ves?” el mundo está loco. Y nos despedimos. Yo no le di importancia, la verdad. Lo tomé como sacar conversación, sin más. Pero la siguiente vez que nos cruzamos, volvió a sacar el tema y ya me pareció mucha casualidad me dijo: “pues le he dicho a mi compañero que haga lo que le de la gana, que no pasa ná”. Yo aproveche y le dije la verdad, lo que creo, “pues sí, que la vida es muy corta para andarse con tonterías”. A mí me ponía cachondo pensar en las conversaciones y sacarles punta en mi cabeza, pero de verdad que no tenía ninguna pista real. Sí es verdad que aunque siempre fue la típica persona que tiende a tocarle el brazo a todo el mundo cuando habla, casualmente empezó a acercarse bastante cuando hablaba conmigo y no me soltaba el brazo en toda la conversación, más que a los demás.

Hubo un momento en el que me empecé a aburrir porque por un lado me gustaba pensar que podía haber algo pero por otro estaba seguro de que no. Así que decidí darle una vuelta de tuerca al tema a ver qué pasa. Me inventé que un compañero de trabajo me había confesado su bisexualidad (aludiendo a su historia con su supuesto compañero del principio).

El señor, me preguntó que qué le había dicho yo. Le digo: pues le he dicho que me parece muy bien, que se folle a quien quiera y pueda. Su respuesta fue literalmente “ pues claro, mientras se haga discretamente no hay problema, lo malo es si alguien se puede enterar, si todos supiéramos que no se va a enterar nadie, haríamos un montón de cosas, lo que pasa es que no se puede saber si alguien se va a ir de la legua”y un largo etcétera. El tío explicó tanto la cosa que me empezó a parecer que quería decir algo, pero no sé atrevía. Cuando terminó, le pregunté, en plan broma, “oye quieres confesarme algo tú también?”, se rió y me dijo “que va”.

Yo ya iba a cambiar de tema y despedirme pero me dijo: “ oye y tú compañero te ha propuesto algo?”. Tanto interés me empezaba a sonar raro y decidí avanzar, aunque fuera mínimo. Le dije “ pues sí, pero si yo hiciera algo algo alguna vez en mi vida, que no creo pero nunca se sabe, lo haría sólo con alguien con quien tuviera total confianza en todos los sentidos”. Lo dije sin pensar mucho y al terminar me pareció que me había pasado. El tío se quedó callado unos interminables 4 o 5 segundos, lo cual me puso de los nervios y empecé a despedirme pero me cortó y me preguntó textualmente: “por qué tendría que ser tan de confianza, para eso vale cualquiera”, y le respondí, nervioso perdido y sin poder pensar: pues porque hay enfermedades de transmisión sexual, porque necesitaría total discreción y porque me daría miedo de que un desconocido me hiciera daño.

Como siempre, me tenía el brazo cogido por el codo para hablar y volvió a quedarse callado mirándome cada vez más serio. La conversación se estaba volviendo seria sin el tono de medio broma de siempre. Yo me quería ir y terminar porque ya estaba demasiado nervioso. Me dijo:” entiendo, es normal. Yo pienso lo mismo.” Yo no respondí. Y ahí fue cuando tomó la iniciativa y me dijo” lo que has dicho de que te da susto que te hagan daño es porque tú pondrías el culo, no?”. A esas alturas estábamos retirados del portal, nos habíamos movido poco a poco sin querer. Yo le dije”a ver, si alguna vez probara sería así, sí”. Me respondió, siempre pondrías tu el culo, no?. El corazón se me puso a mil porque aquello se había ido de madre y el tío estaba muy serio. Yo le dije, sí pero son cosas que nunca pasarán. Por qué? Me preguntó, porque no voy a encontrar a ese tío. El señor ya se empezó a lanzar: tienes a alguien en mente? Me preguntó. Y yo le respondí que sí pero que nunca me atrevería a decirlo. Si me lo dices te juro que no se lo digo a nadie, me dijo. Yo me quedé bloqueado, ya no podía decir nada. Venga, que no se lo digo a nadie, en serio. Y de repente pensé, qué coño, pues ahí va. Le dije pues mira, tú por ejemplo.

Se quedó callado otra vez y le dije que me tenía que ir ya. Me dijo, espera. Yo no tengo tu teléfono, no?. Yo ya tenía la boca seca y no daba más de mí. Le di el teléfono y nos despedimos.

Tardé unos días en digerir todo aquello y no sabía que hacer. El me mandaba mensajes desde ese día y yo no le seguía el rollo. Bastó que le siguiera un poco y ya me dijo de quedar en mi casa. Desde ese momento fueron docenas de conversaciones cada vez más subidas de tono en las que ya sólo hablábamos de lo que él me iba a hacer. Era como un chat de sexo a tope pero yo no sabía si quería pasar a real. En un calentón, por fin decidí quedar de verdad con el y fijamos un día y hora.

Para la cita, me quité hasta el último vello del cuerpo -aunque nunca he tenido casi-. Me compré unos sobres de duphalac para estar limpio también por dentro y me eché crema con olor a coco para tener las nalgas suaves y oler bien. Quedamos en mi casa y no recuerdo haber estado tan nervioso en mi vida. Mientras se acercaba la hora, me sorprendí a mi mismo delante del espejo sin saber qué ponerme. Pensé “menudo gilipollas” y al final opté por ponerme un pijama largo normal, pero sin calzoncillos. No sabía cómo “ponerme sexy” para un señor, y aunque un pijama no es nada sexy, pensé que con todo lo que me había dicho por WhatsApp, eso sería lo de menos.

Sonó el timbre, y ahí es cuando te das cuenta de verdad que al otro lado de la puerta hay un tío que viene a follarte. Abrí y le invité a pasar. El momento fue muy incómodo y no sabía qué decir. Él me preguntó cómo estaba y le dije, sin pensar (porque no podía) que fuéramos a mí habitación. Por el pasillo, estiró la mano y metió la mano directamente por debajo del pantalón y me tocó el culo, yo me paré instintivamente y me bajó el pantalón para tocarme con la otra mano. Me agarró la cadera con una mano y con la otra seguía tocándome el culo. Me daba besos en el cuello y así estuvimos unos momentos. Yo me subí el pantalón de nuevo porque necesitaba tranquilizarme un poco. No lo podía ni mirar a la cara

Al llegar a la habitación el tío empezó a darme besos y meterme mano y le dije que besos no, pero que me podía tocar el culo todo lo que quisiera. Tardó un segundo en bajarse los pantalones y en bajarme los míos. Cuando le vi el miembro me asusté un poco. Era de tamaño normal, nada monstruoso, gordito, eso sí, pero a mí me parecía que no iba a poder metermela, imposible. Apagué la luz en un intento de hacer aquello menos incómodo y funcionó.

Se la chupe unos segundos de manera algo torpe, es lo que tiene la primera vez, mientras pensaba en echarme atrás. Estuve a punto pero pensé que no era para tanto, que ya que estaba intentara disfrutar. No pasó un minuto y me puso a cuatro patas. No hablábamos, pero a riesgo de chafar el momento, le dije que tuviera mucho cuidado -yo había practicado algo con algún consolador pero no suficiente-. Me dijo “vale”, le di la vaselina, que por supuesto había dejado preparada en la mesita de noche y puso la punta de la polla en mi culo. Yo no hacía más que intentar relajarme y muy poco a poco él empujaba más y más. Al cabo de unos minutos, que me parecieron eternos, note un dolor bastante fuerte y sentí entrar la punta. Se me escapó un medio grito y el hombre paró. Le dije que no la sacará y echara más vaselina y muy lento y poco a poco me metió el miembro entero.

Cuando la tienes entera dentro, parece que mida dos metros. Es una sensación muy intensa.

Empezó a sacar y meter un poco y después de lo que me pareció una eternidad ya me estaba follando. El tío estaba disfrutando y yo lo único que hacía era intentar aguantar, porque sí, duele. Yo lo paraba continuamente cuando me dolía demasiado. Intentaba ser silencioso por los vecinos pero se me escapaban continuamente gemidos, mezcla de placer y dolor. Llegó un momento en el que ya me la metía a placer y no tardó en decirme que se corría. Yo estaba adaptándome y empezaba a disfrutar pero entendía que el señor no pudiera aguantar más y le dije que por favor se corriera muy dentro. Al escuchar eso, el tío empezó a metérmela cada vez más rápido y fuerte. Me cogió fuerte de la cadera, me dijo que pusiera el culo más en pompa y apretó todo lo fuerte y hondo que pudo mientras se corría. Me dio cuatro o cinco empujones fuertes para terminar de correrse y paró.

Es curioso cómo no se nota el semen entrando. Sólo noté las contracciones de la polla.

Y allí estás. Vuelves a la realidad y te das cuenta de que sí, ahí estás tú, a cuatro patas y con la polla de un tío que se acaba de correr metida en culo. El señor me preguntó que si me había gustado y yo le dije que no era necesario hablar. Me dijo “vale”, la dejó dentro un buen rato, me la sacó, se limpió, se vistió y se fue. Yo me quedé echado boca abajo un buen rato. Me resultó curioso comprobar la cantidad que me había echado dentro porque cuando me puse de pie no me podía creer cuanto tenía.

A los 6 meses más o menos, fui al médico a que me hicieran un análisis porque, en el fondo no tenía ni idea si como él dice mi culo es el primero que se folla y andaba algo intranquilo. Los resultados dieron negativo en todo y a partir de ahí lo buscaba más aún.

A día de hoy, después de dos años y medio, hemos follado una o dos veces por semana de media. Hemos probado muchas posturas y para mí, la mejor es a cuatro patas, con las piernas juntas, culo muy en pompa y cara pegada al colchón. El misionero me parece incómodo. De lado está bien. De pie también me gusta, y mi segunda postura favorita es encima, sentado en su polla y de espaldas, para que me vea el culo. Esa la utilizo cuando quiero follar despacito controlar. Yo tendido boca abajo y el dejando caer todo el peso en mi culo también me gusta, es cómoda para mí. Sobre lugares, pues, siendo tíos, la cosa se simplifica mucho. Si le apetece echarme en la encimera de la cocina y metermela sabe que puede. En la ducha, en el sofá y en general, dónde le de la gana. Os recomiendo que alguna vez lo hagáis delante de un espejo porque es una visión super heavy. En el coche sólo lo hemos hecho una vez porque da morbo pero es muy incómodo, aparte del problema si se mancha la tapicería. Los roles están claros. Él viene, me folla como quiera y después se va. No le suelo poner ningún problema. No me gusta que se escuche mucho pero a veces no puede evitar gemir o decirme alguna guarrada cuando se va a correr, es normal. Yo suelo ser más silencioso pero a veces, sobretodo cuando la saca entera y la vuelve a meter no puedo evitar gemir o gritar un poco.

Donde más me gusta que se corra es dentro. En la boca también me gusta. En la cara no es que me guste pero no me importa. No me gusta que me caiga en el pecho ni espalda. También me gusta que se corra en las nalgas y que acto seguido me la vuelva a meter. Un día, se corrió en mi nalga derecha y goteó un poco, cayendo en la planta mi pie, por ejemplo, y me encantó. Hasta hemos probado maneras de que las eyaculaciones sean más abundantes; como lo de comer tómate, que se supone que cambia el sabor, pero no hemos notado diferencia. Al final es como venga. Hay veces que lleva todo el día cachondo y viene, me da 10 o 12 puntazos y le sale el semen disparado y en cantidad y otros días más bien se le derrama del miembro. A mí me parece todo bien y siempre, se corra donde corra, le lamo bien la polla y los huevos hasta dejarlo todo limpio.

En fin. Os animo una vez más a probar esto porque aunque al principio es doloroso, difícil, raro e incómodo, después es espectacular.